Presentándome y contando un poco sobre mí y mi fe

En este intento de narración por capítulos, un poco larga por cierto, trataré de contar algo sobre mi vida, y darles un pantallazo general acerca de cómo se fue gestando durante mi más temprana niñez y adolescencia mi fetiche por los pies femeninos y las ojotas.

En este intento de narración por capítulos, un poco larga por cierto, trataré de contar algo sobre mi vida, y darles un pantallazo general acerca de cómo se fue gestando durante mi más temprana niñez y adolescencia mi fetiche por los pies femeninos y las ojotas.

  1. Breve introducción y contando un poco sobre mí:

Saludos lectores de todorelatos, este es el primer texto escrito por mí que comparto en la página, ya que el anterior fue un relato que me permití tomar de la web y lo traduje para publicarlo en el sitio, y de esa forma tener ese maravilloso relato en español, para que lo disfruten quienes al igual que yo, tienen algún grado de fetichismo por los pies femeninos, y en especial por las sandalias de dedo, ojotas, hawaianas, chancletas, ginas, o como se las llame en cada país.

Bueno, sin querer extenderme tanto en la introducción, trataré de contarles un poco sobre mí y mi fetiche.

Primero que todo comentarles que me llamo Franco, tengo 31 años actualmente, soy de Argentina, y como dato extra les cuento que soy ciego de nacimiento, comento esto solo como detalle y que quizá explique en parte algo mis gustos y por qué me encantan tanto los relatos, y más aún cuanto más descriptivos son.

Dentro de mi condición, llevé una vida bastante normal, hice mis estudios, tuve una infancia casi como la de un chico cualquiera dentro de mis posibilidades, y por suerte actualmente tengo cierta independencia y trabajo, pero dejando de lado estas cuestiones que no vienen tanto al caso ahora, intentaré enfocarme más en mi historia relacionada con el fetichismo.

  1. Las primeras “travesuras” de la infancia:

Mis primeros recuerdos fetichistas se remontan a la infancia, al igual que la mayoría de los que tenemos estos gustos. Me acuerdo como en sueños yo siendo muy pequeño, y a modo de juego tocarles las piernas a algunas señoras que iban de visita a mi casa.

Tengo presente la situación que ellas conversaban con mi madre y yo les tocaba las piernas, en aquel tiempo como era muy chico, creo que no lo tomaban mal, lo percibían más como un juego de mi parte, y con mas razón como yo no veía, que no es que se me permitiera todo, cuando era necesario me corregían, pero también hacía mis travesuras y bueno, en un cierto punto eso al menos me estaba permitido, me refiero a lo de tocarle las piernas a algunas mujeres que venían de visita a casa.

Algunos años más tarde también me acuerdo curiosear entre los calzados que habían en casa, tocarlos, olerlos, sentir su forma... como así también estar en la casa de mi abuela y en momentos a solas revolver sus zapatos y hacer lo mismo: tocarlos y olerlos, y aun siendo chico y sin tener muy claro lo que hacía, por curiosidad o como juego me probé algún zapato femenino de mi abuela, a quien en esta narración le daré el nombre de Susana.

Por suerte para mí, nunca nadie me descubrió en estos mis primeros juegos (o al menos es lo que quiero creer, pero recuerdo que esto siempre lo hacía cuando me encontraba solo).

  1. Los pies de mi abuela Susana, y jugando con mi tía Nidia:

Me acuerdo pasar tardes en casa de mi abuela Susana, y que no sé cómo se daría esa situación, pero tengo en la memoria estar yo sentado frente a ella masajeándole sus pies, o al menos hacer lo que yo en ese momento pensaba que eran masajes: tocaba sus pies descalzos, recorría sus plantas, sentía su forma, y si mal no recuerdo, creo que hasta acercaba sus pies a mi cara para aspirar su olor después de todo un día de trabajo en el que ella debía usar zapatos por varias horas. Quizás en ese momento ella de buena que era me dejaba hacer, ya que recuerdo varias veces haber jugado con sus pies mientras ella descansaba después de su jornada laboral. O sea que podría decir que inconscientemente, o tal vez no, mi abuela pudo haber sido mi cómplice (si se puede decir así) e iniciadora en el mundo del fetiche por los pies.

También en ese mismo tiempo, les hablo de los 4 o 5 años, recuerdo vagamente ir en verano a visitar a una tía, a la que llamaré Nidia, a la cual le gustaba andar descalza dentro de su casa. Es así que me acuerdo estar hablando con mi tía Nidia (las tonterías típicas que le hablaría un chico de 4 años) ella sentada o tumbada en una silla plegable frente a mí, y yo jugando tocaba sus pies mientras ella se reía, quizás fuese por las cosquillas que yo le daba, ya no recuerdo como llegaba a jugar así con mi tía.

  1. Otros juegos de la niñez:

Un poco más grande, pero aún sin ser adolescente, entre mis juegos como todo niño, solía jugar en el piso de mi habitación con autitos o soldaditos, lo común. Solo que a veces me gustaba descalzarme, golpear mis pies en el suelo y escuchar el sonido que hacía el impacto, o sentir el frío del piso en mis pies; hasta creo que elegía juguetes pequeños y los pisaba descalzo, imaginándome que yo era un gigante o solo por diversión. Me acuerdo pisando un muñeco de goma blanda que se hundía y volvía a levantar cuando yo le ponía encima mi pie. ¿Se imaginan esa escena? Yo jugando a que era un gigante cruel o algo así, y que aplastaba a mis víctimas con mis pies. No era mi único juego, claro que me gustaba jugar como cualquier chico de 6 o 7 años, pero entre mis diversiones también estaba esa.

  1. La adolescencia y conociendo el placer:

Así fue pasando el tiempo, y ya de adolescente con el descubrimiento casi por casualidad de la masturbación, recuerdo que además de la clásica estimulación con las manos, me solía excitar el hecho de andar descalzo por casa cuando estaba solo.

Amaba recorrer los pasillos, entrar en las habitaciones, escuchar el sonido de mis pasos en el suelo, y si era verano, también salía al patio, me gustaba sentir las baldosas frescas, y si tenían algo de polvo, me encantaba sentir la suciedad adhiriéndose a mis pies, o pisar el césped, sentir su textura suave.

Con eso solía tener algunas erecciones sin llegar a tocarme siquiera, y muchas veces terminaba yendo al baño para eyacular y aliviar mi excitación del momento.

No sé qué me pasaría por la cabeza en ese entonces, y más que en aquel tiempo no había casi internet, o apenas empezaba a surgir por esos años, además que ya de adolescente nadie sabía de mis gustos porque lo hacía siempre en privado y no me animaba a contárselo a alguien por esas cosas de que no me tomen por raro.

Obviamente, también sentía atracción por las chicas, compañeras de curso, o conocidas del barrio, me fijaba en su voz, su carácter, modo de ser, etc… Pero el fetiche de los pies ya estaba presente en mi adolescencia, y claro que me gustaba oírlas caminar cuando usaban calzados sonoros (zapatos de tacones altos, chanclas con su sonido característico, o cuando en contadas ocasiones se me daba poder escuchar una mujer caminando descalza, sentía morbo y excitación a la vez) esas ganas inexplicables de querer tocar sus pies.

Para mí ya pasó a ser un juego erótico el que cuando me quedaba solo en casa, preferentemente en verano, me descalzaba y empezaba a caminar, sentía un placer inexplicable mientras hacía eso: era feliz paseando por la casa, tocando mis pies, sentándome en el piso al estilo indio y tratando de acercar mis pies lo más posible al cuerpo, haciendo posturas locas que se me ocurrían, y llenando mis pies con la suciedad del suelo.

  1. La “sirvienta” Claudia y el embeleso que producía sobre mí con el sonido de sus pies:

A los 17 o 18 años, esto lo tengo bien presente, mi madre le pagaba a una mujer para que la ayudara haciendo la limpieza en nuestra casa de vez en cuando. La señora Claudia (así la llamaré) era una mujer de mediana edad, no llegué a saber cómo sería físicamente, pero por su modo de ser y hablar me hacía suponer que se trataba de una persona agradable. Lo cierto es que era de condición humilde, y siempre cuando venía a casa usaba ojotas. Ahí ya comenzaba la fiesta para mí cuando la escuchaba entrar, pero lo mejor de todo es que para hacer la limpieza Claudia acostumbraba descalzarse y dejar sus chancletas en alguna parte de mi casa al azar. Yo trataba de estar atento para escuchar dónde las había puesto, por lo general junto a una puerta o cerca de la entrada principal. Y cuando se me daba la oportunidad (esto no siempre ocurría) yo solía ir rápido a ver sus sandalias, y si bien no llegué a hacer ninguna locura con ellas, porque Claudia o mi madre podían descubrirme, a veces las llegaba a tocar y respirar un poquito su olor, para luego colocarlas rápidamente en el mismo lugar donde estaban. Sin duda alguna, ya con 18 años, me ponía a 1000 con la sirvienta y su modo de hablar característico de las personas de condición humilde (no es que yo sea de familia rica, ni nada parecido), solo que mi madre para tener una ayuda en las tareas domésticas, se podía permitir contratar una asistenta.

Pero sobre todo me volvía loco ese momento en que escuchaba a la empleada sacándose sus sandalias y andar descalza por la casa limpiando. Por supuesto jamás la perseguí ni la molesté, no me atrevía a llegar a ese extremo, además mi madre solía estar por ahí para hacerle alguna que otra recomendación o simplemente charlando de sus cosas. Mucho tiempo trabajó en mi casa la "sirvienta" Claudia, y todavía hoy cuando necesita una mano en las actividades del hogar, mi madre suele llamarla.

Desde aquella época también surgió en mí esa atracción por las empleadas domésticas, me gustan las mujeres que se dedican a la limpieza, y más si son así como Claudia, de clase trabajadora, o simplemente me encanta escuchar a una mujer que camine descalza haciendo las tareas del hogar, o cualquier actividad que la hagan con sus pies desnudos y disfruto escuchando el sonido de las plantas de los pies y los talones pegándose y despegándose del suelo en cada paso, o el sonido característico de las ojotas al caminar. A tal punto llega mi fijación por las “sirvientas”, que, sin ser yo gay, siento que experimentaría un gran placer siendo vestido como una de ellas y teniendo que hacer alguna actividad en el hogar como lavar los platos, tender las camas o barrer el piso, pero siempre estando descalzo.

Ciertamente, teniendo ya mis 19 o 20 años, a veces en la intimidad, volvía a repetir mis juegos de la adolescencia: lo de caminar descalzo por casa, con la diferencia que ya más grande y con plena conciencia del placer sexual que me producía andar así, me imaginaba yo siendo Claudia, y me ponía a hacer, o fingir que estaba haciendo alguna actividad del hogar, o simplemente recorría descalzo por las habitaciones jugando a que era ella, todo esto lo hacía experimentando una gran excitación que inevitablemente terminaba en abundantes eyaculaciones. Claro que ya no lo practicaba con tanta asiduidad como en los primeros tiempos de adolescencia o pre adolescencia, pero en ocasiones solía hacer mi juego de andar descalzo, sobre todo en los días de calor.

  1. Hurgando entre los calzados de mi tía y mis primas:

Terminando con lo de la sirvienta y la atracción que ejercía sobre mí, también recuerdo siendo adolescente y un poco más, ir de vacaciones a la casa de mis tíos en otra ciudad, y cuando se me daba la ocasión, solía entrar al cuarto de mis primas a hurgar sus calzados, al igual que los de mi tía. Siempre procuré ser cuidadoso en mis aventuras, y nunca llegué a hacer lo que se pensaría: como masturbarme con ellos o cosas así, solo con tocarlos y aspirar su aroma ya me sentía satisfecho (y claro que también siempre me controlaba por el temor de ser descubierto, más aún en mi situación al carecer de la vista, tenía que estar con el oído alerta) pero por suerte nunca me salí de control con los calzados ajenos.

  1. Primeros escarceos con las chicas, y primera experiencia sexual, sin que falten los pies femeninos:

Ahora seguramente se preguntarán si tuve o tengo una novia actualmente, y de ser así, si conoce mis gustos. Respondiendo a eso, actualmente soy soltero, y si bien no tuve novias de adolescente, no me faltaron unas que otras amigas, y con un par de ellas, conocidas o compañeras de estudios, llegué a tener la confianza como para hacerle saber un poco de mi fetiche, y a un par de ellas pude mimarles sus pies.

Una linda experiencia que viví y la recuerdo con ternura y nostalgia es la de mi primera relación sexual, que fue con una prostituta: lo típico, cuando cumplí cierta edad, a modo de regalo, mi padre me llevó a encontrarme con una trabajadora sexual. Fue grata la experiencia, no puedo quejarme, dejando de lado los nervios de la primera vez, además de tener mi primer relación con una mujer, algo que yo ya esperaba desde hacía mucho tiempo, pero que por uno u otro motivo no se me daba, también pude disfrutar de los pies de la prostituta. Entiendo que para ella era algo extraño por su falta de experiencia en fetiches como ese, además que no era de un carácter dominante, pero me permitió disfrutar del roce de sus pies en mi cuerpo, además de que pude tocarlos y sentir toda su suavidad. Son esos momentos que uno ya no los olvida más por ser únicos en la vida, hasta hoy, pasados varios años me acuerdo del nombre (seguramente el que usaba para su profesión, y un poco vagamente conservo en la memoria su timbre de voz al hablar)

  1. El acceso a internet y conociendo un nuevo mundo:

A mis 19 años, al tener por primera vez acceso a un ordenador, y ya habiendo aprendido a manejarlo de manera autónoma, claro que además de las clásicas funciones de entretenimiento e información que todos le damos, el haber tenido acceso a internet para mí significó entrar a un nuevo mundo, donde por su puesto descubrí que hay mucha más gente como yo, que comparte mis gustos e intereses, y entre otras páginas, me topé con este sitio, del que enseguida me hice visitante frecuente. Claro que en esos tiempos (2009 o 2010) aún no me había creado una cuenta en esta página, solo ingresaba como lector.

Leí historias de diversos géneros dentro del sitio, pero, obviamente, las que más me excitaron siempre fueron las de dominación femenina, o en las que había contenido fetichista, sobre todo en las que toman protagonismo fundamental los pies femeninos. Entre aquellas mis primeras lecturas, encontré un autor del que me hice admirador casi al instante, no puedo dejar de nombrar y reconocer al señor srarnulfo, así figura aún su nombre de usuario, pero hace varios años que no publica por acá. Para mí él será uno de los mejores escritores de esta página, en lo que a relatos de fetichismo de sandalias se refiere.

  1. Algunas palabras dedicadas a srarnulfo:

Mi sueño como intento de escritor en esta página es el de un día escribir al menos parecido a lo que llegó a hacerlo mi referente srarnulfo. Y perdón que repita tanto su nombre, es que llegué a tener una auténtica admiración por este magnífico escritor de relatos.

Me habría encantado tener la mitad de las experiencias que cuenta él con respecto a sus aventuras con las chanclas femeninas, pero aunque sea algo pude vivir, aunque fueron pocas, o no todo lo que yo hubiese deseado, al menos yo también tuve mis breves experiencias, como conté más arriba. Más adelante trataré de escribir relatos producto de mi imaginación, o de fantasías que tengo y espero algún día poder cumplir.

Continuando con srarnulfo, leer sus relatos para mí fue esa gran satisfacción de saber que en algún lugar del planeta hay alguien como yo con estos mismos gustos fetichistas, un amante de las sandalias de mujer. Sus relatos hicieron que termine de asumir mis preferencias como algo normal, y sobre todo, me animaron a empezar a ver a las chancletas con otros ojos, no solo como a un simple calzado cómodo y barato, sino también como a un objeto sexual. NO me siento raro al decirlo, ya que él mismo lo propone en uno de sus textos. Así que motivado por su lectura, yo también le di rienda suelta a mi fetiche.

Por supuesto que no es lo único que me gusta, y en eso trato de controlarme. También siento atracción por los perfumes femeninos, las ropas de textura suave, los tacones altos, o calzados que produzcan su sonido característico al caminar, y que hagan más bellas a las damas que los usen. Además agrego que tengo un cierto interés por la dominación femenina, me gusta todo lo que tenga que ver con esa temática: leer historias, escuchar algunos que otros videos hablados, en fin, todo lo que de alguna u otra forma se relacione con mujeres dominantes. Y si bien no llegué a tener experiencias con una ama en persona, en estos últimos tiempos pude contactar a través de internet con una Ama financiera de mi país (de la cual me reservaré el nombre) y viví el placer de ser humillado y “pisoteado” aunque sea en forma virtual, y en alguna que otra oportunidad, me doy el pequeño lujo de sesionar con ella por algunos minutos, así, aunque fuese por chat, puedo sentir que estoy a los pies de una mujer muy dominante y “malvada” que entiende y conoce casi todos mis gustos.

  1. Las ojotas como objeto sexual y cómo me dedico a hacer el amor con ellas:

Pero la adoración hacia las chanclas ya es un hecho para mí, y a veces, a falta de otras (tampoco puedo ni me atrevo a estar robando sandalias ajenas) me doy placer con mis propias ojotas; claro que, tratando de no hacerlo muy a menudo, para que no se convierta en mi única forma de alcanzar el orgasmo, pero sí que lo hago como un pequeño permitido en alguna que otra ocasión.

Aquí trataré de escribir al estilo de mi referente srarnulfo, algunas de mis formas preferidas para darme placer con las chanclas, por si alguien quiere probar, son las siguientes: me acuesto en el piso boca arriba, y empiezo a pasar las chancletas por todo mi cuerpo, en especial el pecho y la cara, imaginándome que su portadora camina sobre mí y me pisotea. O bien, sentado en el piso con las piernas abiertas, me gusta frotar la suela de una o de ambas sandalias por mi entrepierna, como si su dueña estuviera masturbándome. Otro de mis juegos es el de meter mi pene entre la tira para el dedo gordo y la suela, y así sentado en el piso o tumbado boca abajo, me dedico a hacerle el amor a la sandalia hasta llegar a acabar en toda la suela. ¡Qué linda sensación, que agradable roce el del material de las chanclas con la piel de mi pene! Para alguien con estos gustos, es como estar en el cielo.

Usando una expresión que yo inventé, me encanta desvirgar chancletas, o como leí en otro relato: bautizar las sandalias con mi leche. En reiteradas ocasiones ya tuve el acto sexual con mis propias ojotas, y no recuerdo cuándo fue la primera vez que metí mi pene en ellas, lo cierto es que ya las usé muchas veces como víctimas de mi fetiche sexual, y ellas siempre tan complacientes: las “señoras chancletas” (así las llamo en broma debido a tantas veces que me las follé, que casi ya perdí la cuenta exacta) Lo que me deja más tranquilo es saber que no soy un pervertido ni un raro, hay más gente que experimenta el mismo placer que yo, y pienso que si nos hace felices, hay que disfrutar, tratar de vivir la vida y en la medida de nuestras posibilidades, gozar con lo que nos gusta, siempre que no se convierta en un abuso y que nos impida disfrutar la sexualidad de otra forma, a seguir desvirgando chancletas, o haciendo cada uno lo que nos haga sentir placer y escapar a cada tanto de la rutina.

  1. Saludos a todos los lectores y a mi ídolo escritor:

No quiero aburrirlos más con estas ideas locas que escribo en mi intento de relato contándoles de mi vida y mi fetiche, así que voy dejándolos por acá, y ojalá sigan publicándose relatos en esta página por muchos años más, que para mí leer estas historias es una forma de hacer volar la imaginación, y no solo en lo que a relatos de fetiches se trata; un texto bien escrito y narrado detalladamente, siempre es una delicia escuchar. Confieso que intenté ver porno algunas veces, pero al ser tan visual, prácticamente no puedo disfrutarlo. Lo mismo pasa con las imágenes de pies y cuerpos femeninos seductores, puedo tener las mejores imágenes en frente, pero no me sirven de nada. Pero esto no me amarga, lo acepto como una realidad: la vida quizás me prive de algunas cosas, pero puedo disfrutar de otras, siempre hay una puerta abierta para el resto de los sentidos; y aunque sé que vivo en un mundo en el que el noventa por ciento de toda la información es visual, sitios de relatos como este, me permiten hacer volar un poco mi imaginación por algún momento, al menos el tiempo que me lleva leer (escuchar una historia erótica) Sin más que decir, les doy las gracias por haberme leído hasta acá.

Me despido, y todo este texto, al igual que los anteriores relatos que publiqué sobre fetichismo (y espero poder seguir publicando, y un día crear el mío propio) todo esto se lo dedico a mi maestro inspirador, a usted: srarnulfo.

Saludos, atentamente: HAWAIANASFETICHE