Presentación

Dos momentos de mi vida

Sin que se deba entender como una justificación, comenzaré por decir que yo, como la mayoría de los hombres de mi edad que nos estamos precipitando hacia los 60 años, no tuvimos nada de información, como tampoco muchas opciones sexuales, ni de otro tipo, cuando empezamos a tener uso de razón y todo lo hemos ido aprendiendo mediante esos impulsos que nos llevan a la experiencia.

Este relato de relatos es una historia de mis encuentros secretos con otras personas, en la mayor parte de los casos hombres haciendo cruising en distintos lugares y puede que hiera la sensibilidad de alguien. Si es así, con dejar de leer es suficiente, ya que como parte de mi vida que es, yo no reniego de ella, aunque por razones evidentes no puedo hacerlo público como si se tratara de un cuento chino.

Me llevó algún tiempo darme cuenta de mi bisexualidad.

Al principio, cuando en mis fantasías tenía algún encuentro sexual con un hombre, no acababa de entenderlo, porque me lo pasaba muy bien imaginándomelo, pero por otro lado me encantan las mujeres. No era posible que fuese aquello que tanto asco producía entonces, no era posible que fuese maricón.

Lo que sigue son momentos de mi vida totalmente ciertos, aunque una vez escritos parecen irreales, y al describir las situaciones que se narran voy a usar palabras vulgares, palabras tabú sin el glamour ni los eufemismos que se pueden leer en algunas narraciones de este tipo que intentan ser más literarias.

Con esto no pretendo animar a nadie a que pruebe todas las cosas que yo he probado por el puro placer del sexo. No hay romanticismos ni

historias sentimentales, únicamente físicas. Probablemente algún psicólogo diría que el origen de mis inclinaciones sexuales tuvo lugar hace muchos años en un cine de pueblo.

  1. Ayer y hoy

No me gustaba demasiado ir en grupo y era más bien solitario. Me pasaba horas y horas en el cine, ya que en aquella época eran sesiones dobles y las películas se podían ver tantas veces como las proyectaban, por eso con bastante frecuencia las veía repetidas.

En aquella ocasión recuerdo con claridad que proyectaban una película de James Bond, concretamente una que en castellano se llamó Operación Trueno. Las butacas eran de madera, yo estaba sentado en una de ellas y las de los lados estaban vacías. Estaba absorto en la película y no noté que se sentó alguien a mi lado, cosa que en ese momento consideré muy normal.

Lo que sí me pareció un poco extraño es que al cabo de muy poco sentí que la pierna de la persona que se había sentado en el asiento de mi derecha hacía un poco de presión contra la mía. Retiré mi pierna pensando que aquel hombre simplemente necesitaba más espacio para estar cómodo, pero no me cambié de asiento. Luego supuse que el hecho de no moverme de asiento le había animado a insistir ya que a los pocos minutos volví a sentir la presión en mi pierna una vez más.

Sin ser consciente aun de lo que pretendía, me sorprendí un poco porque él ya debía tener las piernas completamente abiertas y eso no era tan normal. El corazón me empezó a latir fuertemente, aunque seguí sin cambiar de sitio. La presión era cada vez mayor y comencé a temblar desde los pies a la cabeza, aunque estaba petrificado sin poder moverme.

Luego sentí la punta de un dedo rozando suavemente mi rodilla derecha que estaba desnuda, ya que era verano y yo llevaba pantalones cortos

Se quedó allí un momento haciendo un contacto muy leve y poco a poco fue subiendo por la pierna como dibujando una línea recta hasta llegar a la ingle.

Yo estaba cada vez más encogido pero sin moverme, con la vista fija en la pantalla viendo las imágenes de Sean Connery buceando, pero con toda mi concentración en aquel dedo que hacía unas pequeñas presiones en mi ingle.

Como yo no hice ningún gesto de rechazo, él ya no vaciló y con una experta mano me bajó la cremallera de los pantalones, me desabrochó el botón y encontrando la parte superior de mis calzoncillos metió la mano forzándome a abrir un poco más mis temblorosas piernas hasta cubrir mis testículos y mi pequeño y todavía flácido pene con ella. Me apretó un poco varias veces hasta que noté que se me estaba empezando a endurecer y cuando él pensó que ya lo estaba lo suficiente, la cogió delicadamente con el dedo pulgar por un lado y dos dedos por el otro y muy lentamente comenzó a masturbarme.

Hay que decir que en esa época yo me masturbaba con bastante frecuencia, incluso en alguna ocasión lo había hecho acompañado.

Tenía un amigo con el cual iba a veces a una casa abandonada y en una de sus habitaciones nos poníamos de cara a dos paredes opuestas para no vernos y nos hacíamos una paja compitiendo a ver quien se corría antes. He de confesar que de manera inocente yo pensaba que seguramente nos gustaría más si yo se la hiciera a él y él a mi, pero naturalmente nunca se lo propuse, aunque ahora pienso que quizás todos sus comentarios homófobos sobre los maricones era lo que tocaba en la época y al mismo tiempo una manera de auto protegerse, ya que ahora creo que quizás le habría gustado que se lo propusiera.

Pero lo que estaba sucediendo mientras James Bond se bebía un Martini removido pero no agitado era otro tipo de agitación increíblemente nueva y excitante para mi y enseguida empecé a sentir un placer diferente, aunque el movimiento de la mano de aquel hombre me parecía muy suave y deseé que me la agarrara fuerte y la sacudiera como yo hacía normalmente. Eso, naturalmente, no pudo ser debido al hecho de que estábamos en el cine del pueblo y se podría notar, en consecuencia fue una de las pajas más largas de mi vida pues aunque la presión en mi pequeño pene no era la que me habría gustado, él no paraba y al cabo de un buen rato noté que casi estaba llegando. No sé como tuve la sensatez de meter la mano en el bolsillo izquierdo del pantalón para sacar el pañuelo que llevaba y así no mancharme.

Eso hizo que perdiera la concentración y no me corrí, pero aquel hombre seguía sin pausa pasando sus tres dedos arriba y abajo de mi pene y finalmente cubrí la punta con pañuelo que todavía sostenía en la mano y eyaculé.

Apartó la mano y apretándome un poco el muslo se levantó y se fue. Yo me quedé allí inmóvil durante un rato con la vista fija en la pantalla pero sin ver las imágenes pensando en lo que acababa de pasar muy alterado.

Cuando salí del cine pensaba que todo el mundo con el que me cruzaba sabía lo que había pasado y esa sensación duró un tiempo. Incluso aunque no había mirado la cara de aquel hombre mientras me masturbaba, creía reconocerle en gente de la calle.

No culpo a aquella persona de mi vida posterior y, naturalmente censuro ese tipo de actos con menores pero creo que él lo que hizo fue despertar en mi algo que yo ya tenía dentro y hay que recordar que cada uno de nosotros somos los únicos responsables de nuestros actos.


Solamente por contrastar con lo anterior doy un salto en el tiempo de aproximadamente cuarenta y cinco años, hasta la última vez que hice cruising no hace mucho, después de muchos momentos buscando sexo allá por donde he podido, encontrándolo algunas veces y otras no.

Naturalmente, mi actitud es distinta a la de entonces en esos momentos y, aunque se me acelera el corazón con el morbo de esos encuentros, por supuesto no me pongo tan nervioso y a veces llego incluso a controlar la situación, dependiendo, claro está, de cómo sea la otra persona, ya que yo no tengo las preferencias que muchos otros dicen tener.

Me gusta disfrutar del sexo con quien sea y como sea.

Hace poco estuve de nuevo en el cuarto oscuro de un cine. Es un cine que anuncian como gay y detrás de la pantalla hay un espacio de una oscuridad casi absoluta.

Ese día había estado de compras y como me pasa en ocasiones, comencé a sentir la necesidad de buscar sexo. Al entrar en el cine yo ya iba muy caliente y fui directamente a la zona oscura.

Como el lugar lo permite debido a su oscuridad, me saqué mi aprisionada y tiesa polla por fuera de los pantalones y la estuve masajeando suavemente apoyado en una columna de la pared, esperando ver algún movimiento.

La gente acostumbra a rozarse, a veces porque realmente no se ve y a veces también para pasar la mano a la altura de las ingles de todas las personas que pululan por allá y sentir si están listos para la acción o lo grande que la tienen.

Hay un banco alargado en la pared que acaba en la columna donde yo estaba apoyado y aunque casi no se veía nada, percibí como se sentaba una figura al final del banco, justo a mi lado.

Me giré lentamente y mi polla quedó apuntando a la cara de aquella sombra, a pocos centímetros de ella.

Como era de esperar y era lo que yo deseaba, no tardé mucho en sentir una mano que la agarraba y que lentamente estiraba para abajo la piel que cubre la cabeza de mi polla que ya estaba húmeda. Luego la punta de una lengua que lamía la gota de líquido que ya salía por la raja del glande, unos deliciosos lametones por toda la gruesa cabeza y como de repente entraba dentro de la boca hasta el fondo.

Esa es una de mis sensaciones favoritas y acostumbro a apretar la cabeza del que me la está mamando sujetándola contra mi pubis hasta que noto que me pide que afloje.

Luego empezó una mamada muy suave y mojada a la que yo pillé el ritmo dando pequeños empujones hacia delante cuando él adelantaba la cabeza. Me desabroché el cinturón y los pantalones se cayeron hasta mis pies.

A pesar de que yo no había visto a nadie, al poco noté que estábamos rodeados de personas y enseguida sentí varias manos que pasaban sobre mi cuerpo. Debían ser varias personas, porque dos manos me pellizcaban los pezones mientras otra se metía por la parte de atrás de mis calzoncillos y me acariciaba la raja del culo hasta llegar a los huevos y los estiraba un poco hacia atrás haciéndome sentir más placer todavía. Otra mano que no era la del que me la estaba chupando me cogió la base de la polla y fue masturbándome al mismo ritmo que la cabeza. Yo perdí la cuenta de las manos que tenía sobre mi cuerpo.

―¿Te la chupa bien?― Oí que alguien me susurraba en la oreja. ―Mmmmmm…― fue lo único que contesté al mismo tiempo que

mi mano buscaba y encontraba la entrepierna del que se había dirigido a mi. Le apreté un poco el paquete, él se bajó la cremallera y se la sacó para que yo le masturbara mientras mi verga entraba y salía de la boca del que estaba sentado.

La persona a la que pertenecía la polla que yo estaba pajeando intentó que yo girara la cara para meterme la lengua en la boca pero yo tenía la vista clavada en aquella cabeza que se movía adelante y atrás suavemente hasta que, entre el gusto de sentir los pellizcos en los pezones, la mano que me masajeaba el agujero del culo, mi mano en una polla y las cada vez más fuertes embestidas que daba yo en la boca del que me la estaba mamando, saqué la polla de su boca y me corrí.

El primer chorro cayó encima de los dedos de mi mano, ya que al sacarla la agarré, pero aquel hombre era de los que no desperdician nada y se la metió otra vez dentro tragándose el resto lamiéndola toda de arriba abajo y cuando acabó con ella, me cogió la mano y me chupó ruidosamente los dedos que habían quedado mojados de semen.

Me subí los pantalones y como en otras ocasiones me fui del cine sin siquiera recordar la película que proyectaban, pero sintiendo todavía en todo mi cuerpo la excitación de esos momentos prohibidos.

Seguramente habrá personas que piensen que esa manera de conseguir placer no es sana y puede llegar a ser peligrosa, pero como ya he dicho, soy ya maduro y un producto de mi época y como yo, muchos hombres maduros no podemos comportarnos como se les permite a los jóvenes actualmente. Naturalmente, también estoy enganchado al aleteo de las mariposas en mi estómago que me produce el morbo de esas situaciones.