Presencié sexo entre una nena y dos caballeros.
Una nena y dos señores jóvenes entraban por un portal de un edificio cuando yo pasaba por allí. Iban a picar. Me invitaron a pasar con ellos y presenciar lo que hacían. Y si quería podía participar. Acepté.
Llegamos a la casa y, sin decir nada, la nena comenzó a desnudarse. Se bajó los pantalones y se quedó en bragas. Uno de los caballeros se acercó y comenzó a sobarla por todo el cuerpo. Le sacó un pecho de debajo de la blusa con la mano y comenzó a chupárselo. El otro caballero se acercó y se puso detrás de ella. Mientras el primero chupaba su seno y jugaba con su pezón, que se iba poniendo rosado y duro. Chupaba el pezón como si fuera un bebé, succionando suave y gustosamente. Al momento lo exprimió suavemente con las yemas de los dedos y salieron del pezón de la nena chorritos de leche que fueron a la boca de él y que saboreó con placer. La mujer se bajó las bragas y su coño quedó al aire. El otro caballero, con la verga ya bien dura, comenzó a frotarse con las nalgas de la nena. Al rato elevó y abrió dichas nalgas con las manos, quedando al descubierto su precioso potorro velludo. Entonces, la nena se inclinó apoyándose sobre sus propias rodillas y, con un pequeño meneo, el caballero la penetró. El otro señor ya se había sacado la picha y la mujer la mamaba suavemente, mientras el primero seguía embarcado. Pronto después éste se comenzó a correr sin salirse de la nena. Gemía, al igual que hacía ella. Casi al mismo tiempo el hombre al que le estaba chupando la verga y al que ahora ella se la sujetaba con la mano se corría y eyaculaba a chorros en la cara de la muchacha y en su pecho descubierto.
Yo había presenciado toda la escena y por eso puedo contar lo que vi. La presencié sentado en una silla. Y al final aplaudí, gustoso de lo que había visto. Luego me contaron los señores participantes que eran policías. Y la nena me dijo que era oficinista. Nos despedimos y nos dimos los teléfonos para quedar otro día para repetir, cuando nos apeteciera. Y me fui.