Presenciando la aventura lésbica de Elena
Ambas se yerguen, están de rodillas en la cama, ninguna me mira. Yo sigo sentado en una silla en el rincón de la habitación, con una erección tan grande debajo de mi pantalón. Elena termina por quitarle la blusa y, sin problemas, también el brasier. Le desabrocha el pantalón y le baja el cierre...
Pagamos por la habitación. Treinta minutos después recibo una llamada diciéndome que ya estaba adentro y pidiéndome el número de la habitación.
- 308 – le digo.
Elena, echada en la cama, vestida, ansiosa, nerviosa. Se acerca y me da un beso en los labios, me abraza, se reclina en mi pecho y me dice:
- Gracias por permitirme esto.
Solo le abrazo fuerte, le beso la frente y la reconforto diciendo que todo estará bien y que siempre podrá detenerse.
Pero yo sé que no querrá. Yo tampoco quiero que se detenga. Quiero verla jadear, gemir, disfrutar, dejarse llevar y hundirse en el placer. Llaman a la puerta, dos toques una pausa y otro toque.
Me pongo de pie, voy a la puerta y allí está ella. Cabello negro ondulado, cara bonita, ojos pardos, labios no tan carnosos, pero deseables, nariz respingada, una sonrisa no tan bonita como la de Elena, uñas pintadas de morado, piernas largas y normales, pechos medianos y trasero redondo. Una chica a la que voltearías a mirar si te la cruzas por la calle. Así la quería Elena, ella la eligió.
Me besa en la mejilla y la invito a pasar, saluda a Elena quien sigue en la cama, pero con una pose sexy. Echada de lado, la mano derecha apoyada en la cabeza y la mano izquierda recostada sobre su muslo. Quiero hacerla mía en ese mismo instante, pero no. En los siguientes minutos yo solo seré un espectador. Yo puedo tocarme, pero no a ellas. Yo seré invisible.
La otra chica (así la llamaré) me da su bolso, ni me mira, ni me habla. Ya ha empezado su juego y sé que empieza mi rol. Se acerca a la cama, sonríe a Elena, le acaricia la mejilla. Elena la mira con los ojos abiertos, los labios ligeramente abiertos. Su mirada refleja deseo, los de la otra chica, una certeza de saber que está en control.
- ¿Me has ansiado, cariño? – le pregunta a Elena.
- Muchísimo – contesta ella – he ansiado tu…
- Calla, muñeca – le pone un dedo en los labios – Ya sabrás en qué momento decírmelo.
Elena asiente sin dejar de mirarla. La otra chica se acerca a ella, acerca sus labios, pero no permite que Elena la bese, aún no. La otra chica se echa tal como está Elena, la acaricia por sobre la ropa, le acaricia el lado lateral del vientre, los hombros, el cuello y el rostro.
- Eres muy hermosa, Elena.
Y no le falta razón. Elena tiene cabello negro lacio largo, pechos más que medianos, unas curvas exquisitas y bien formadas, un trasero pequeño, pero redondito. Nariz pequeña, labios rosados, no tan carnosas, ni tan delgados. Pies pequeños, piernas largas y bien formadas.
Elena no responde. Devuelve las caricias, pasa el pulgar por los labios de la otra chica quien empieza a besarlo y se lo lleva a la boca y empieza a chuparlo como si de un pene se tratara, lo hace con paciencia. Sube y baja lentamente, quiere gozarlo y que Elena lo goce.
Abre la boca tan solo para pasar la lengua por el largo del pequeño dedo e incentivar que Elena meta más dedos en su boca. Y así lo hace. La otra chica, ni corta ni perezosa empieza a chuparlos, tiene el dedo índice y el dedo medio, ambos metidos en la boca. Mira a los ojos a Elena mientras los chupa, y de pronto acelera el ritmo. Sube y baja, sube y baja. Juega con la lengua. Elena respira más profundamente. La otra chica toma en sus manos la mano de Elena y empieza a besar la palma, la muñeca. Se acerca más a ella y finalmente se besan en los labios. Sensualmente, se toman su tiempo, llevan sus manos a las mejillas y al cuello de la otra.
Puedo ver como mutuamente poseen cada centímetro de los labios de la otra. Y como empiezan a jugar con sus lenguas, como empieza una batalla entre esas lenguas. Como van de un lado a otro, acariciándose y fundiéndose. La otra chica muerde el labio inferior de Elena, se lo jala y Elena lo disfruta.
La otra chica se sube encima de Elena, se besan con más intensidad. La otra chica acaricia el muslo de Elena. Se aparta de los labios para ir hacia su cuello. Lo besa, lo lame, se lo devora. Elena gime, lanza esos “humm” que conozco bien, los mismos que hace cuando yo le hago lo mismo. Elena lleva sus manos al trasero de la otra chica, sabía que haría eso primero. Los acaricia por unos segundos por encima del jean que ella usa, pero luego lleva sus manos por debajo de este y veo como le aprieta las nalgas, las recorre y disfruta de ello. En algún momento querrá nalguearlas, la conozco.
Escucho a la otra chica gemir, claramente también disfruta que la toquen ahí. La otra chica lleva la mano izquierda por debajo del polo que Elena viste. La otra chica es cuidadosa, sabe que puedo tocarle los pechos, pero no lo hace. Quiere crear ansiedad y deseo ardiente en Elena, es uno de los consejos que le di.
Le acaricia las costillas y luego le desabrocha el pantalón de Elena y le baja el cierre. Solo llega hasta ahí por ahora, se yergue, se miran a los ojos. Elena la toma de la cintura.
- Te deseo – dice Elena.
- Y yo a ti.
Elena se muerde el labio, la atrae hacia sí. Elena no siempre es sumisa, eso me encanta en ella. Tiene a pocos centímetros del rostro de la otra chica el suyo y sin que se dé cuenta, desabotona la blusa de ella y trata de quitársela, pero la blusa queda por debajo del hombro de la otra chica. Probablemente esa era su intención pues se ve tan sexy que lamento no ser partícipe.
La otra chica sonríe, echa su cabeza para atrás y le permite a Elena verla mejor. Elena lleva las manos hacia los senos de la otra chica, los acaricia por encima del brasier, mete dos dedos de cada mano debajo, pero no toca los pechos sino que recorre los lados. Se mantiene así por unos segundos más hasta que de forma inesperada y casi violenta mueve el brasier hacia arriba y deja al aire los senos de la otra chica quien se sorprende y sonríe. Sus pezones son marrón claro, sus pezones están duros, son de un tamaño regular, finos. Completamente excitada vuele a lanzarse a la boca de Elena y le quita el polo que ella lleva. Como es de esperar, Elena no lleva brasier y sus pezones rosados atraen tanto a la otra chica que se olvida de tentarla y se lanza a comérselos, lamerlos, chuparlos y no solo los pezones sino todos los senos. Elena gime, se retuerce de placer, aprieta las sábanas de la cama.
- ¿Ansiabas esto, mi amor? – pregunta la otra chica.
- Muchísimo. Ansiaba tanto sentir tu boca en mis tetas. Ansiaba… ah ah… ansiaba este placer. Ansiaba que una mujer me provoque placer y que mi conchita se moje.
No me importa que se llamen “mi amor”. Solo es cosa de lujuria, no lo dice de la misma manera que me lo dice a mí.
Ambas se yerguen, están de rodillas en la cama, ninguna me mira. Yo sigo sentado en una silla en el rincón de la habitación, con una erección tan grande debajo de mi pantalón. Elena termina por quitarle la blusa y, sin problemas, también el brasier. Le desabrocha el pantalón y le baja el cierre, la tumba en la cama y le quita el pantalón. Se detiene a admirar mejor el vientre, las piernas y las bragas rojas que la otra chica lleva. Le acaricia los senos, lo hace con suavidad y delicadeza. Lleva el pulgar al pezón, lo roza con la yema, lo toma entre dos dedos y los aprieta. La otra chica lanza un gemido de dolor y placer.
- Ay, que rico lo que has hecho, Elena. Hazlo otra vez, por favor.
Elena lo repite, pero con ambos pezones a la vez. La otra chica jadea, levanta la cabeza y mira con deseo y lujuria a Elena.
- Que rico, lindura. Que rico.
Elena besa el vientre de la otra chica mientras que se quita el pantalón lo mejor que puede y queda tan solo con las bragas blancas. Continúa besando el vientre y luego baja hacia el monte de Venus y acaricia la vagina de la mujer por encima de la tela de las bragas. Elena tiene el culo expuesto, redondito. Voltea la cabeza y me mira con esos ojos llenos de sexo y calentura. Luego vuelve la vista y continúa con lo suyo. Dios, como me provoca eso. Resisto lo que puedo por no ir y follarla.
Elena le quita las bragas a la otra chica, su vagina está totalmente depilada, rosada y tierna. A cualquiera le provocaría comerse esa concha. Elena recorre ambos muslos con besos, con la lengua, con ligeros mordiscos, los tiene bien sujetos. No quiere dejar escapar el placer que provoca y que le causa follarse a otra mujer. Elena pasa a concentrarse en el clítoris y provocarle una respiración entrecortada y muchos “hum, hum, hum”.
- Ay, Elena, que rico. Que rico me comes la concha. Ah, ah, ah…
Elena continúa, se quita las bragas, se hunde más en la vagina de la otra chica y recorre y golpetea con la lengua el clítoris de la otra chica. Lleva sus manos a los senos y los aprieta y manipula mientras sigue dándole sexo oral. La otra chica arquea la espalda, aprieta los dientes y la oigo gemir más fuerte. Ha llegado al orgasmo.
Elena se percata. Se detiene. La besa con ternura. Le susurra algo al oído. Se acomoda y coloca su vagina a la altura de la boca de la otra chica quien sigue boca abajo. Es el turno de Elena. La toma de las nalgas. Las acaricia. Las nalguea. Aferra bien las caderas de Elena y empieza su labor. Elena así lo refleja. Gime, se muerde el labio, baja la cabeza, jadea.
- Ay, que rico, carajo. Sigue… sigue.
La otra chica acelera el sexo oral, Elena mueve sus caderas. Se apoya en la cabecera de la cama, se mueve de adentro hacia afuera y a los lados. Jadea más fuerte. Cierra fuertemente los ojos. La otra chica agarra más fuerte el culo de Elena.
- Hum, hum… ah, ah…
Elena gime más fuerte. La otra chica sigue nalgueándola y con el dedo índice pasa recorre furtivamente el hoyito de su culo. Elena se mueve más rápido. Jadea más fuerte, tensa su cuerpo y lanza un “Oh” característico de sus orgasmos.
Su respiración se regula de a pocos, se retira un poco dejando que la otra chica se levante. Elena le sonríe, lleva su pelo para atrás con una mano. La otra chica ríe un poco, pasa la lengua por sus labios para volver a saborear el orgasmo de Elena.
- Tu concha es una delicia. Me la comería todos los días… y quiero más.
- También yo. Quiero muchísimo más. Y ya sé que quiero – dice Elena.
Se lanza a los labios de la otra chica, le abre las piernas y, así, ambas sentadas, sin caricias previas ni nada, Elena mete dos dedos en la vagina de la mujer. Entran con facilidad, ambas están totalmente mojadas. La otra chica cierra los ojos con fuerza, gime, mueve las caderas de atrás hacia adelante y se lanza a besar el cuello de Elena y hace algo similar a lo que hace ella. Le frota el clítoris con los dedos, los mueve en círculos y con la otra mano le araña la espalda que hace delirar a Elena del gusto.
- Sigue, mi amor, sigue – dice la otra chica – arráncame otro orgasmo. ¿Ansiabas esto? Hum, ¿ansiabas este placer? Hum, ah.
- Tantísimo. Quería tanto comerme tu concha, meter mis dedos ahí, sentir tus tetas en mi cuerpo. Sentirlas rozar con las mías. Ah, ah, ah.
Se separan. Elena se hecha en la cama, abre las piernas. La otra chica coloca su vagina en la boca de Elena y se inclina para comerle la concha. Están en un perfecto 69.
- Que rica tu lengua, Elena. Ah, ah, hum. Sigue, por favor, no pares.
Se tiene abrazadas con fiereza. La otra chica lame, lengüetea y mete dedos en la vagina de Elena. Elena frota el clítoris de la otra chica, mete la lengua en la vagina, forma círculos con su lengua, le da golpecitos suaves en la concha a los que la otra chica responde con un “Hummm”. La otra chica mueve su cadera de atrás a adelante, Elena frota más fuerte el clítoris. La otra chica responde con sonidos agudos, se agita, vuelve a hundirse en la concha de Elena y mueve su cabeza vibrantemente y acelera la penetración de sus dedos. Elena manifiesta su placer.
- Ah, ah… ay, me voy a venir, mi amor. Me voy a venir pronto.
- Sigue, sigue. No pares. Me das… ah, ah… me das un placer enorme.
Elena se aprieta más el cuerpo de la otra chica, le hunde las uñas en la carne. La otra chica hace lo mismo con los muslos de Elena y también con el trasero. Continúan así por unos segundos hasta que deciden separarse. Aún no han terminado, lo sé.
Se besan, usan sus lenguas. Abren las piernas, se acercan. Juntas las vaginas haciendo tijeras. Empiezan a moverse lentamente. Se sostienen como pueden, se toman de la pierna de la otra para hacer más cercana el roce de ambas vaginas depiladas. Y gimen más fuerte esta vez. La habitación se llena de “hum”, “ah”, jadeos fuertes y el rechinar de la cama.
Elena echa su cabeza hacia atrás, aumenta su ritmo. Se mueve en círculos, presiona fuerte la pierna que tiene sujetada de la otra chica y hace más fuerte la presión de ambas vaginas. La otra chica no se queda atrás, también acelera el ritmo y dice:
- Dime, Elena. Hum… Dime cuánto ansiabas esto. Ah…
- Sí, lo ansiaba, quería que mi conchita sienta otra. Que mi clítoris se funda con otro. Tu concha es tan rica… ah… es tan… hum…
- También yo, mi amor. Que rico es tu cuerpo… ah, ah. Estás tan caliente y mojada. Me encanta follarte.
El contacto es intenso, íntimo, embriagador. Ambas se dan un gigantesco placer y yo aquí sentado.
Elena acaricia, como puede, el vientre de la otra chica, lleva una mano hacia uno de los senos de ella. Lo aprieta, le jala el pezón, lo posee tanto como puede. La otra chica aprieta más la pierna de Elena, la mira ardiente de seguir. Tiene los labios abiertos dejando escapar sus gemidos y más.
- Dios, que delicia. Que rica concha tienes, Elena. Me encanta sentir tu conchita depilada. Que rico… ah… ah… ah…
La cama rechina más fuerte. La otra chica arquea la espalda, gime más rápido y fuerte. Respira entrecortadamente, cierra los ojos fuertemente. Su pecho sube y baja. Ambas aceleran el ritmo. De seguro los gemidos los escuchan en las habitaciones continuas. Se hace más sonoro el choque de ambas vaginas. Elena Abre los ojos como platos. Se mueve más y más. Se miran fijamente, ambas saben que ya están llegando. Finalmente, no emiten ningún sonido por unos segundos parar luego soltar un gemido fuerte. Han llegado al orgasmo.
Caen rendidas en la cama por el orgasmo. Veo a Elena, está agitada, satisfecha y feliz.
Solo un par de minutos después, ambas se incorporan, se sonríen, se besan en las mejillas y se abrazan breves segundos como amigas que se ven luego de tiempo. Elena se acomoda y se tapa con las sábanas. La otra chica se pone de pie, busca sus ropas y me pide su cartera. Ahí acaba mi rol de voyerista.
Tarda diez minutos en el baño. Al salir se despide cortésmente de Elena, la acompaño a la puerta. Nos agradecemos mutuamente y me dice:
- La pasé bien. Llámame cuando gusten repetir. Y quién sabe, quizá a la próxima te unes – baja la mirada a mi entrepierna y dice – se nota que estás listo para cogértela.