Preparando una nueva misión (La Puta de mi tío)
El director de la Academia me manipula para dejarme en una situación de tal naturaleza que solo podría lanzarme de frente a una misión suicida.
Luego del incidente de la prueba, yo esperaba ver a Jenny un par de semanas después. Pero los días pasaron y ella no volvía, en la escuela la rutina volvió más o menos a la normalidad, hormonas, ejercicio, comer y dormir. Ya no nos sacaron a ninguna otra prueba. Yo me había habituado a la rutina de la Academia y ya no me era una demanda ni física ni mental, pero la situación con Jenny no me dejaba tranquila. Cuando se cumplieron tres semanas desde que Jenny había desaparecido decidí que tenía que hacerse algo. Las otras chicas, Andrea, y Nancy estaban de acuerdo en general, pero me pareció claro que no estaban dispuestas a hacer anda por solucionar la situación. En realidad, yo misma no estaba muy segura de que hacer.
Lo pensé un tiempo y decidí que lo mejor sería hablar con el Sr. Mendoza y ver si él tenía alguna idea, o algo en lo que pudiera ayudar a Jenny. Sabía dónde era la oficina del Sr. Mendoza, pero nunca había acudido ahí sin ser llamada. Cuando llegué frente a la puerta de su oficina estaba muy nerviosa, temblando y por un segundo dudé si tocar o retirarme. Al final decidí tocar, se lo debía a Jenny.
—Adelante —, escuché de manera apagada desde dentro.
Abrí la puerta y vi como el Sr. Mendoza levantaba su rostro para mirarme. Por un instante vi una huella de confusión en su mirada, como si fuera completamente extraño que yo me apareciera ahí; y de cierta forma lo era.
—¿Luna? ¿Te puedo ayudar en algo? —, preguntó ya recuperado de la impresión inicial y dando muestras de un poco de fastidio.
—Perdón por molestarlo señor —, dije intentando ser lo más sincera posible. El Sr. Mendoza no dijo nada. Yo no supe que hacer si continuar o dejar la oficina.
—Continua —, dijo finalmente, al darse cuenta que necesitaba su aprobación para continuar.
—Señor, estoy muy preocupada por Jenny, ¿usted sabe como esta? —, dije finalmente y mientras hablaba nuevamente tenía unas ganas terribles de llorar, pero las aguante.
El Sr. Mendoza que desde que entré había estado sosteniendo un papel en su mano y estaba en una actitud tensa, como esperando que la interrupción no se prolongara durante mucho tiempo; finalmente se relajó. Se dejó caer sobre el respaldo de la silla y dejó la hoja sobre el escritorio. Extendió una mano señalando que me podía sentar en la silla frente al escritorio. El gesto me tranquilizó un poco.
—¿Por qué te preocupa tu compañera? —, preguntó con lo que parecía genuino interés.
—Pues porque era mi amiga, porque quizá yo fui la última persona con la que habló, antes de que la atacaran, porque pude haber sido yo. Porque cuando hablé con ella por última vez, me di cuenta prácticamente que ella no estaba a la altura de la tarea. Y en lugar de apoyarla, me preocupé por mí y la dejé sola —. Las palabras me salieron prácticamente sin pensarlas, o quizá la había pensado toda la semana y no las había hecho consciente.
—¿Crees que hubieras podido cambiar lo que le pasó a Jenny? —, me preguntó.
—No lo sé, no sé si hubiera podido cambiar lo que pasó. Pero lo que si sé es que mi comportamiento fue un error, debió haber sido diferente y ahora que sé eso, también creo que debo hacer algo para ayudar a Jenny y a cualquier otra chica que esté en esa situación.
El Sr. Mendoza se mantuvo en silencio, alternaba entre mirarme detenidamente y un punto vació a un costado del escritorio, parecía que ponderaba las palabras que yo había pronunciado y cuando me miraba parecía calcular que tanto me creía mi propio discurso. Al final pareció conformé con lo visto y dijo:
—Jenny está bien dentro de lo que cabe. Pero dudo que vaya a volver a la escuela —, luego de pronunciarlo, el Sr. Mendoza hizo una pausa. —No es que no la queramos aquí, pero ella quedó de verdad alterada por el acontecimiento y su molestia más que física era psíquica, y es más difícil de tratar.
—Ok —, comprendí que el señor Mendoza, no le ponía peros a la vuelta de Jenny, pero no iba a forzar nada. —Y ¿se va a hacer algo?
—¿Cómo algo? —, preguntó el director.
—Sí, es decir, Jenny está más o menos bien, pero las personas que la atacaron están libres, y la siguiente puede ser cualquiera de las chicas.
—Entiendo —, dijo el hombre frente a mí. Su mirada parecía reflejar cierta curiosidad, como divertido de ver por dónde iba la conversación. —Y ¿Qué propones? ¿Qué te gustaría que se hiciera?
La verdad es que no lo había pensado, solo que las cosas no se podían quedar así. —No sé… mmm ¿quizá la policía? —, aventuré.
—La policía conoció del incidente y como vio a Jenny, lo clasifico en problemas de jotos y homosexuales y no hizo nada más.
—¿Usted? ¿La escuela no tiene la capacidad de hacer algo? —pregunté.
El señor Mendoza me miró fijamente, como juzgando si podía hablar las cosas conmigo. Al final decidió que si: —La escuela si tiene esa capacidad, de hecho, ya tengo algunos chicos trabajando en ello.
—Ohh, okey, gracias —. Me iba a retirar, el saber que se estaba haciendo algo me tranquilizó un poco. Pero de algún lugar extraño vino un instinto. —Sr. Mendoza, sé que no es su obligación, pero me podría informar que avances tienen sus muchachos —, le dije, no con un tono desafiante, sino como un favor. —Por favor.
El señor Mendoza se incorporó en la silla: —¿Por qué habría de hacerlo?
—Como dije señor, no tiene que hacerlo, sería un favor. También porque yo soy o era amiga de Jenny y porque me sentiría más segura.
En la mirada del señor Mendoza pude ver otra vez que decidía sobre mi voluntad y sobre cómo proceder. Al final decidió que podía compartir la información conmigo. —Muy bien, te comentaré todas las novedades que vayan surgiendo. ¿te parece?
Consideré que esbozar una enorme sonrisa era inapropiado en el momento, por lo que solo le agradecí y comencé a levantarme para salir de su oficina, pero ahora fue él quien me retuvo.
—Espera —, se levantó y fue a un archivero que estaba en el fondo de su oficina. Abrió uno de los cajones superiores y sacó un folder no muy abultado. —Si de verdad te interesa el caso, empieza leyendo esto. Este folder no puede salir de la oficina, así que tómalo y siéntate a leerlo, tomate tu tiempo no me molesta tu presencia.
Mi primer instinto fue preguntar que era, pero me pareció que me lo ofrecía para en cierta forma terminar las preguntas. Así que tomé el folder que me ofrecía sin preguntar nada. La oficina era amplia, su escritorio ocupaba prácticamente el fondo de la misma, y cerca de la puerta de entrada había un amplio sofá, así que me dirigí a él y me senté con el folder en las manos.
Al abrirlo lo primero que vi una foto del rostro de Jenny con terribles golpes, tenía los dos ojos hinchados casi al punto de estar cerrados, la nariz era una masa deforme, y de la orilla de su boca, había una herida que se abría hasta la mejilla izquierda. Sentí un vació en el estómago al comprender la imagen y al comprender lo que tenía en las manos. Levanté la mirada hacía el señor Mendoza y éste me miraba de esa forma inquisitiva a la que ya me iba acostumbrando.
Volví a clavar la mirada en el documento que tenía en el regazo y la foto del rostro de Jenny no era la única, había además otras fotos que son difíciles de describir. Una de sus manos había sido golpeada con algo que la dejo morada e inflada, en el reporte se indicaba que cuatro de los dedos de esa mano estaban rotos y varios de los huesos que componen el dorso de la mano.
Otra foto muestra el torso de Jenny, y los malditos grabaron con una navaja la palabra “PUTA” en su estómago. Además, por todos lados tenía moretones y magulladuras. En su hombro derecho se notaba claramente la marca de la suela de una bota. Tenía varias costillas fracturadas y la clavícula donde le habían dado el pistón con la bota. Las piernas y pies también presentaban numerosos moretones y golpes, pero no fracturas.
El reporte indicaba que los atacantes habían sido al menos 3, quizá más. También decía que la víctima presentaba un severo desgarré anal, causado por la introducción de un objeto romo de al menos 15 cm de diámetro, afortunadamente para mí, no había foto de esa herida. La persona que elaboró el reporte cree que el ataque concluyó porque dieron por muerta a Jenny.
Cuando terminé con el informé me levanté y me acerqué al escritorio del director. No lo había notado, pero estaba llorando. Así que me limpie las lágrimas antes de llegar con él. Pero aún estaba alterada. Dejé el folder en el escritorio y me senté en la silla, devastada. El señor Mendoza, me miró, pero no dijo nada.
—Señor —, dije y las lágrimas volvieron a rodar por mis mejillas. —Eso no es relativamente bien. La dieron por muerta, querían matarla.
—Lo sé —, el señor Mendoza, dejó lo que estaba haciendo y me miró concentrado. —Te mostré el expediente, no para hacerte sentir mal, sino para que veas lo que está en juego. Este no es el primer ataque contra una estudiante, aunque si es uno de los más duros. Pero si es la primera vez que una compañera muestra inquietud sobre esto. Pero como has visto esto es cosa seria, no un juego de detectives y de policías. Si viendo esto, quieres seguir involucrándote está bien. Sino, también está bien. Solo no comentes lo que viste aquí.
—No hay nada que pensar señor, esto es horrible y si ya pasó, no puede pasar más —, dije.
—Muy bien, entiendo —, dijo. —Ven mañana a las seis, cuando terminé tu jornada en la escuela. Y te informaré lo que tenemos. Solo te pido, como ya te dije que seas discreta sobre cualquier información que recibes a aquí adentro. No digo que sea un secreto, puedes comentarlo, pero se inteligente y asegúrate que, si divulgas algo, traiga cosas positivas, si va a generar un efecto negativo, no digas nada. ¿Está claro?
—Sí señor —, entendí que de cierta forma me estaba dando una gran confianza. —Gracias por la confianza, no le fallare.
—Eso espero —, dijo.
Volví a agradecer, me levanté y salí de la oficina. Aún estaba temblando, con los ojos llorosos y el pecho agitado, pero de alguna manera me sentía mejor que cuando entré. Podía hacer algo, aunque quizá ya no hubiera mucho que hacer por Jenny.
El día siguiente transcurrió como otros, pero yo estaba ansiosa por que dieran las seis y saber que se había descubierto hasta el momento. A pesar de que ya me había habituado a la vida en la escuela, ese día en particular fue eterno. Intentaba concentrarme en las tareas más habituales y rutinarias, pero mi mente viajaba hasta lo que pudiera haber pasado con Jenny y quien estaría detrás de su ataque.
Finalmente dieron las seis, y llegué a la oficina del señor Mendoza. Pero Linda, su secretaria me dijo que el señor director había tenido que salir. Pero sacó del cajón un folder igual al del día anterior. —Pero me dijo que te diera esto —, lo extendió ofreciéndomelo. —Pero lo tienes que leer donde te pueda ver y cuando lo termines me lo entregas —. Cuando hice ademan de tomar el folder, lo retiró. —¿Está claro?
Me molestó mucho su actitud, ni el señor Mendoza había tenido ese horrible comportamiento. —Si, está claro —, le dije de la manera más gélida que pude. De un ademan ágil tomé el expediente y me senté en un sillón frente a ella. La miraba y ella me miraba a mí. “¿Qué demonios pasaba?, ¿Por qué había asumido esa actitud hacía mí?” Decidí no darle mayor importancia y abrí el expediente.
Lo primero que vi fue una fotografía. Era un rostro que jamás había visto. Cuando empecé a leer supe que su nombre era Salame B… habían detectado que formaba parte de una red de trata de blancas en la región. Tiene su base en un bar llamado el H… Dicho bar se encontraba en las cercanías del centro comercial. La gente del director piensa que algún grupo o personas asociadas al tal Salame vieron a Jenny caminar por la calle, y decidieron que era un blanco fácil para integrarla a su red de tráfico. Pero es probable que en su intento de resistencia los agresores se dieran cuenta que no era una mujer al 100% y comenzará entonces la violencia indiscriminada.
Además de la foto de Salame, había un par de fotografías del Bar H…, había también las fotos de tres tipos en diferentes actividades. Se decía que eran los asociados conocidos de Salame y del Bar H.
Una vez que hube terminado de leer, levanté la vista y la secretaria seguía mirándome. —¿Ya? —, me dijo con un tono de impaciencia. Tuve que hacer acopio de mi mayor reserva de paciencia y le dije con tono jovial, —Un momento —. Volví a clavar la mirada en el expediente e intenté memorizar las caras de los 4 tipos, y la forma del bar. No estaba segura para qué, solo sentí que debía hacerlo.
Ya que me grabé las caras de los hombres lo mejor que pude, me acerqué a Linda y dejé el expediente sobre su escritorio. —Gracias, eres muy amable —, le dije. Me alejé de ahí, insegura de la utilidad de lo que había aprendido. De todas maneras, creo que para mí era mejor saber, que no saber, aunque no pudiera hacer mucho con esa información.
Los siguientes días la tortura esperando las 6 fue igual, sin embargo, los resultados fueron peores, Linda solo me decía que el director no estaba, pero que no había dejado nada para mí, que volviera al día siguiente. Luego un día solo me dejó una hoja doblada, que decía: “Se paciente”. Bueno al menos es que me estuviera ignorando, era simplemente que no había nada que informar.
La cosa siguió igual por un par de días, hasta que una tarde al llegar con Linda, ella me dijo: —Pasa, el señor director te está esperando.
Entré en su oficina y el señor Mendoza estaba como siempre, detrás de su escritorio, vestido pulcramente y estudiando unos papeles que dejó en la superficie de la mesa en cuanto me vio entrar.
—Luna, pasa siéntate —, dijo con presteza en cuento me vio. Sentí como si estuviese muy complacido con mi llegada, como ansioso, lo que me sorprendió. —Lamento no haberte informado nada en los últimos días, lo cierto es que, si se estaba generando información, pero era muy preliminar, y comprometedora, antes de hacerla de tu conocimiento, quería tener un cierto sustento que la respaldará. Hoy lo tengo, pero las noticias no son buenas.
No dije nada, francamente estaba sorprendida del nivel de atención que el director me procuraba.
—¿Recuerdas al tipo Salame?, apareció en el primer informe, el único —, preguntó el director.
—Claro, también el Bar H., y sus tres secuaces —, dije ansiosa por mostrar que no estaba ahí solo por curiosidad, sino lista para apoyar.
—Sí, exacto. Pues cometí un error respecto al tipo Salame. Pensé que era un hamponcillo de poca monta. Y de cierta manera, lo es. Pero la naturaleza de su actividad le ha permitido almacenar mucha información comprometedora de gente importante. Por ello el camino legal está cerrado.
Abrió uno de sus cajones y sacó de éste un folder. —Esto le paso a uno de mis muchachos en el proceso de la investigación.
Tomé el folder y lo abrí. Había varias fotografías, Casi todas mostraban diferentes planos de la misma escena. En ella podía verse a un hombre joven maniatado y con un tiro en la frente. No podía afirmarlo al 100 por ciento, pero estaba casi segura que era uno de los escoltas que en algún momento nos había acompañado por la escuela a algún lado o a otro. Cerré el folder y se lo entregué nuevamente al señor Mendoza.
—Se llamaba Alberto —, dijo el señor Mendoza mientras tomaba el folder y lo guardaba nuevamente en el cajón de su escritorio. —Tenía trabajando en la Academia un par de años. Es posible que lo hayas visto un par de veces —, dijo. Asentí para indicarle que si lo había visto.
—Pues bueno, Alberto se ofreció para intentar infiltrarse en la organización de Salame. Como te puedes dar cuenta fracaso. Pero su muerte no fue totalmente inútil. Mientras se integraba en el equipo de Salame era un tipo muy organizado y que tenía listas, documentos, imágenes e información de cada uno de los clientes importantes que hacía tratos con él. Esa información es su seguro de vida, y es lo que lo hace intocable. ¿Entiende lo que estoy diciendo?
—Sí —, le dije.
—Pues bueno, Salame no es el único con contactos poderosos. Aquí en la academia, también tenemos contactos de poder. Y a diferencia de Salame, nuestra relación con ellos es más amistosa que un chantaje. ¿Me sigues?
—Sí —, contesté y era cierto.
—Pues bueno, mientras realizamos la investigación de Salame, no pude evitar llamar la atención de ciertos de estos contactos. Y me pidieron un favor, ellos no pueden atacar directamente a Salame, tienen demasiado que perder. Pero nosotros sí. No se puede un ataque directo, sería demasiado burdo y visible. Si un día un comando llega hasta el Bar H., y mata a todo el mundo y luego lo incendia habría demasiadas preguntas y podrías ser peligroso para nuestros amigos. ¿Todo claro hasta ahora?
—Sí —, dije.
—Ese era el objetivo de Alberto, infiltrarse en la organización, eliminar a Salame y de ser posible tomar o destruir toda la evidencia comprometedora de nuestros amigos. Cómo pudiste ver en las fotos, no logró la misión.
—Entiendo —, dije.
—¿Quizá te preguntes porque te digo todo esto? No es solo por el acuerdo que asumimos tu y yo hace como una semana. Te lo digo porque creo que tú puedes tener éxito, donde fallo Alberto.
Me quedé muda de la impresión al escuchar esas palabras. Mil objeciones se agolparon en mi mente, pero la tormenta fue tal que ninguna pudo ser articulada.
Luego de unos quince segundos de pensar que decir y como decirlo, solo dije: —Pero señor, yo no soy una espía, ni una policía.
—Lo sé, y creo que es precisamente por eso por lo que puede funcionar. Después de esta situación con Alberto, Salame está mucho más precavido, redoblo su seguridad y están atentos a cualquier extraño que se acerca al bar o hace preguntas inadecuadas.
—Ya veo, usted quiere que entre como una de las chicas que explota.
—Si, en líneas generales es el plan —, dijo el señor Mendoza.
—¿Y lo que le paso a Jenny? —, pregunté. Casi la matan cuando descubrieron que era un chico.
—Ahh olvide comentarlo hace un momento. Como dije Salame trafica con personas. Y no hace distinción, chicos, chicos mientras sea explotable, es su negocio. Alberto descubrió que lo que le paso a Jenny fue por resistirse de manera notable a ser subida al vehículo. De hecho, Alberto descubrió, en una notable coincidencia. Que Salame tiene una preferencia notable por las chicas trans y travestis, y con tus características, tono de piel blanca y pelo negro.
—Entonces quiere que me presenté en el Bar, pregunté por Salame. Lo seduzca, lo robe la información y luego lo mate —, pregunté incrédula.
—Pues de manera burda quizá se pueda resumir así el plan. Entiendo que sea un choque para ti esta información. Y de ninguna manera quiero ponerte en riesgo, pero creo que es por lo pronto la mejor opción que tenemos.
Me quedé mirando a un lugar más allá del director por encima de su hombro y a la izquierda. —¿Puedo pensarlo?
—Claro, no te preocupes, es una misión voluntaria, sin decides que no, no hay ningún problema —, dijo el director.
—Gracias —, le dije y me dispuse a levantarme.
—Solo déjame comentarte dos cosas —, dijo. Yo me volví a sentar. —La primera es que te he dicho todo esto porque tú te presentaste voluntariamente aquí a raíz de lo que le paso a Jenny. Y lo segundo es que, si la misión tiene éxito, nuestros amigos y contactos chantajeados por Salame estarán muy contentos.
Entendí que la mención de Jenny era un chantaje de lo más bajo. Y tuvo los efectos que el director buscaba, solo pensar la posibilidad de negarme, me hacía sentir cobarde y vil. —Y si no tiene éxito voy a acabar como Alberto, tirada en un baño con los sesos en el suelo.
El director ya no dijo nada, ni yo tampoco, salí de su oficina sabiendo que casi con toda seguridad aceptaría la misión y casi con toda seguridad en una semana o menos, el director estaría viendo una foto como las que yo vi, con mi cuerpo en lugar del de Alberto, pero no podía echarme para atrás.