Preparando la convención en el hotel

Cuando la relación en la pareja se enfría es bueno añadirle un poco de "picante", y yo siempre estoy dispuesto a ayudar.

Mañana empieza la convención de alimentación en el salón de ferias. En el hotel donde me hospedo ha habido mucho movimiento todo el día. La situación se ha serenado después de cenar. En el bar quedamos los que disfrutamos con un buen gin tonic antes de dormir.

A un par de metros me acompaña una pareja que apenas intercambia algunas frases cortas y monosílabos. Ambos rondan por los treinta y pocos con muy buena presencia. Tienen pinta de ser dos comerciales de alguna empresa tecnológica de moda. Bien vestidos, con ropa cara y estilo sofisticado.

A pesar de que parece que la vida les sonríe, hoy están de lo más aburrido. Lástima que una mujer así no esté pasando un rato divertido que la haga sonreír y disfrutar de una buena compañía.

Busco la forma imaginativa que me permite al cabo de diez minutos estar con ellos, contando anécdotas, riendo y bromeando con uno y con la otra. Confieso que soy muy sociable y siempre encuentro la manera de entablar conversación y pasar ratos de lo más divertidos.

El pide una nueva ronda de bebidas y yo les correspondo con otra tercera entre bromas y chistes.  Alguno de los huéspedes nos miran un tanto contrariados porque rompemos el silencio con nuestras risas. Cuando ya pensábamos en irnos, el camarero nos indica que el hotel para adherirse a la convección invita a una copa.

Subimos hacia las habitaciones los tres juntos en el ascensor. Paramos en la misma planta. Al llegar delante de su habitación ella pregunta: ¿tu habitación también esta encarada hacia el mar? Las vistas desde la nuestra son espectaculares. Joan, así se llama su pareja, insiste en que entre para que podamos ver el mar los tres juntos y hacernos un selfi de recuerdo.

Ella se llama Montse. Entra la primera y se va directamente hasta la galería. Alli nos espera posando hasta que nos hacemos la primera foto. Luego nos hacemos más, siempre bien agarrados y haciendo toda clase de tonterías.

Joan y yo nos encendemos un pitillo que hacía rato nos apetecía mucho. Lo disfrutamos como si fuera la guida del pastel. Montse entra en la habitación sin decirnos nada y se pierde en el cuarto de baño.

Joan y yo nos miramos y damos una nueva calada jugando con el humo. En medio de esta placentera escena, sucede algo inesperado.

Se apaga la luz de la habitación, solo queda una tenue luz del cabecero. Mi colega se asoma a la habitación desde el balcón y tras observar un instante, tira la colilla. Vemos a Montse con un picardías junto a la cama. Ella levanta la mirada, hace señas a su pareja para que vaya reunirse con ella y termina echándose boca arriba sobre la cama.

Sin decir ni mu, Joan entra en la habitación y se olvida de mi. Dudo unos instantes pero al final no resisto la curiosidad y trato de averiguar lo que pasa a continuación.

Antes de llegar a la cama ya está desnudo, y tarda segundos en ponerse encima de ella.

Los dos se ponen a follar como dos posesos. Bueno, es lo que suele pasar, las parejas follan y los solitarios miran.

La fiesta dura poco y parece que Joan es el que se ha venido antes de tiempo. Ahora yace en un lado de la cama y Montse se esfuerza en conseguir que recobre el vigor para que ella pueda recibir su merecida parte. Primero con la mano y luego con la boca trata de ponérsela dura de nuevo pero con escaso exito.

Montse es una mujer alta y delgada, en la postura de cuatro que esta me ofrece la contemplación de su largos muslos, culete bien modelado y chiquitín, y sobre todo un amplio puente entre las piernas en la que en su parte central está ocupa por su carnosa vulva. Todo su cuerpo está perfectamente depilado. Me encanta ver como se ondula mientras ella trata de recuperar a su pareja.

Puesto que ambos están a lo suyo, me acerco para verlo mejor. Me siento en el extremo de la cama donde puedo ver su culo yendo y viniendo, y sus pechitos colgando mostrando unos pezones erizados.

Pongo el dorso de la mano sobre su tobillo y luego la desplazo hacia la rodilla por encima del gemelo. Tiene una piel muy suave y me encanta poder acariciarla. Tras unos instantes de caricias, llevo mi mano hacia el muslo. Primero por su parte exterior y luego por la entrepierna. Uy, que gustito!

Me acerco hasta las nalgas y de pronto Montse lanza un manotazo para alejar mi mano. Supongo que me deja mirar pero no participar. Llegado hasta aquí no me voy a rendir fácilmente. Vuelvo a la carga. Parte externa del muslo, parte interior, curva del glúteo. Me vuelve a echar pero esta vez con menos determinación.

Ahora me voy directamente a acariciar sus labios vaginales. Después de culear un poco para tratar de alejarme parece que me deja quedar ahí. Ahora si que empieza lo bueno. Le dedico todo mi repertorio de caricias hasta que consigo meter mi dedo índice y medio en su vulva completamente mojada.

Alterno el frote de su clítoris con los dos dedos con la penetración del dedo pulgar para acariciar la cara interna. Su néctar empieza a ser tan abundante que le gotea por la parte interior del muslo.

Montse parece que va mejorando en su difícil tarea, y al mismo tiempo su calentura va en aumento. Yo en cambio, disfruto de mi participación pero sufro un dolor inmenso en la entrepierna.

Me incorporo, me bajo el pantalón y enculo a Montse hasta el fondo sin darle tiempo a reaccionar. Vuelve a culear tratando de huir de mi, pero después de unas cuantas embestidas me deja todo el terreno libre.

La postura del perrito me gusta mucho y he practicado algunas técnicas para disfrutarla cada vez mejor.

Una de ellas es dar cuatro empujones y pausa, y así durante bastante rato. Cuando ya está todo bien mojadito y dilatado, hago uno, dos, tres, CUATRO y pausa. (CUATRO el movimiento es más fuerte, más rápido, más intenso).

Para que no sepa lo que le viene, entonces hago: uno, dos, TRES, cuatro y pausa. Uno, DOS,TRES, cuatro y pausa, y asi repetidamente. Bueno vosotros ya me entendéis, hay que introducir variaciones.

Después de unos minutos repitiendo la maniobra, Montse empieza a arquear la espalda hacia arriba y hacia debajo de forma descontrolada, hasta que desemboca en unos gritos de placer que me atraviesan el cerebro.

Se deja caer de bruces sobre el cuerpo de Joan y se retuerce de gusto. Me he quedado de pie junto a la cama a unos milímetros del orgasmo. Esto solo puede terminar de la manera más sencilla y obvia, me la cojo y me doy unos cuantos enérgicos meneos, y la corrida es inmediata.

Los dejo a los dos abrazados sobre la cama profundamente dormidos y yo me voy a mi habitación.

Mañana será un dia intenso de reuniones y entrevistas y todos debemos estar en plena forma.

Deverano.

P.D. Dedicado a lynda