Preparando a la cautiva (fragmento)

Traducción de un fragmento de "El Escondite Secreto de Pandora" (Pandora's Hideaway, de Lizbeth Dusseau) ofrecido libremente por PF

El escondite secreto de Pandora (fragmento)


Título original: Pandora's Hideaway (c) 2001

Autora: Lizbeth Dusseau

Traducido por GGG, diciembre de 2001

Los tres visitantes habían dejado el patio enmarañado y a Mariel atada, siguiendo a Carlos a través de una puerta en el extremo opuesto de la habitación. Ella podía oír que hablaban pero no entendía su conversación. Luego hubo silencio - un largo, miserable, aterrador silencio; los únicos sonidos en la habitación eran los graznidos de los pájaros y las hojas sueltas agitándose en la brisa.

Después de luchar con las ligaduras que la sujetaban al pilar, Mariel se calmó, apoyando la espalda contra la blanca superficie, en un intento de descansar. Cerró los ojos, dejando que su mente se trasladara a tiempos mejores. Incluso Albert - a un mundo de distancia en la realidad y en la actitud - parecía una ganga de cara a lo que le tocaba aguantar aquí. Incluso el recuerdo de su dulce prometido no era suficiente para alejar su mente de su futuro inminente. Con todo lo terrible que parecía, su curiosidad y su excitación sexual no habían desaparecido por causa de la repugnancia o del miedo. Odiaba como su cuerpo revelaba sus secretos, como incluso ahora añoraba las manos de su apresador, Carlos, y la polla infame de Kobe - al menos el hombre era el más cortés del cuarteto. Había algo en sus palabras, la forma en que la miraba, sus ojos encapuchados, la media sonrisa de su rostro que no era realmente en absoluto una sonrisa. La conocía. Todos ellos comprendían sus secretos íntimos.

Aturdida, casi exhausta, herida y dolorida, intentó borrar todo de su mente, hacer que cesara la cháchara y dejar que el cuerpo sintiera. Justo cuando finalmente lo consiguió sus oídos captaron el sonido de pies que se arrastraban, el chirrido de una puerta, y un aliento cálido en su cuello. El hombre de piel oscura, el negro sin nombre, la liberó del pilar y la empujó por la habitación, llevándola con rudeza, haciéndola casi tropezar e irse al suelo. Tras el patio el espacio adyacente no era ni interior ni exterior. Dentro del cercado - limitado por tres lados por paredes de bambú, el otro por un seto bajo de parras florecidas y abierto al cielo por arriba - había un pesado barril de vino en un lateral, atravesado de lado a lado por una barra de al menos diez pies (unos 3 metros) de longitud. Cada extremo de la barra estaba sujeto a una altura fija, bloqueado en pesados pedestales de madera con media docena de alturas para seleccionar. En aquel momento el barril estaba a la altura de la cintura de Mariel y de los hombres que estaban en la sala.

Su compañero negro la llevó hacia el barril y la empujó sobre la superficie de tablillas de aspecto antiguo, alzándola de manera que sus pies no tocaran el suelo. Con rapidez, con maestría, fue extendida sobre la circunferencia, sus manos desatadas de su espalda y separadas a ambos lados. Lo mismo se hizo con sus pies de manera que quedó abierta en cruz, vulnerable, con el culo levantado e imposibilitado cualquier movimiento significativo.

Puesto de rodillas, Kobe pasó la lengua por su trasero, abrió su raja y pasó la lengua desde la base de su cuerpo - su húmedo coño - hasta el mayor objeto de sus atenciones - su fruncido ano, donde pareció adorar la tensa roseta, mientras le exigía que se abriera para él. Su lengua no era suficiente, un dedo y luego otro violaron la inflexible barrera. Suspiró con fuerza, con preocupación, temerosa de lo que iba a venir.

"Trabájatela, Angelie," dijo a la mujer que se había reunido con ellos en la sala del barril. La sensual nativa de piel morena se puso de rodillas e inmediatamente fue a la raja abierta de Mariel, forzándola a separarse con las manos, campanilleando sus adornados brazaletes, hundiendo en ella la nariz y la boca, utilizando la lengua como exigía su amo. Parecía hambrienta de espacios oscuros, experta en abrir lo que estaba prieto y vedado, disfrutando cada minuto de su lujuriosa exploración. Añadió sus dedos como Kobe había hecho, aunque pudo encajar los cuatro dentro del trasero en expansión de Mariel, ampliando la entrada mucho más allá de lo que Mariel hubiera creído nunca.

Ahora estaba más allá del miedo, con la emoción de esta oscura penetración, seduciendo a la mujer para que avanzara más a fondo, para que lamiera con más fuerza - precisamente con los lascivos movimientos de su culo. Aunque sus ataduras impedían una exhibición extravagante, en las sutiles y sensuales sacudidas y movimientos de Mariel se articulaba una pasión creciente. Su cuerpo, abierto como una flor, buscando más, suplicando con minúsculos gestos y jadeos mudos, sofocados por la mordaza. La habilidosa Angelie puso sus palmas en el culo de Mariel, separando los blancos globos, moviendo la lengua en profundidad dentro del fruncido y pulsante recto, lubrificando la acogedora caverna para la próxima e inevitable invasión. Tras ella, Kobe jugaba con la excitación de Angelie, toqueteando el jugoso portal de la mujer, buscando que su clímax estuviera justo a unas pocas caricias juguetonas antes de correrse. Cuando un vigoroso orgasmo rasgó el cuerpo de la mujer, trabajó a Mariel con mayor insistencia, forzándola a unirse en su placer.

Mariel estaba cerca de la cumbre, su cuerpo suplicando la liberación, pero todavía no se le daría. Por detrás de su descuidado estupor estaba tan enorme anticipación, que solo parte de ella podía sucumbir a los servicios de la mujer nativa. A medida que la lengua profundamente exploradora y los dedos socavadores aflojaban la prieta apertura, un río de temor daba vueltas por las aguas desconocidas de su cuerpo físico. ¿De qué proporciones era este hombre para que ella necesitara esta clase de preparación? ¿O se habían tomado estas medidas solo para asustarla?

Durante varios segundos el cuerpo de Mariel quedó vacío. Angelie se retiró y en el intervalo sin nada sintió un dolor desesperado, el dolor de la separación, un ansia frenética, y luego la insistencia psíquica de que este pequeño drama cumplía su propósito.

Kobe la dejó esperando solo unos segundos, segundos que parecieron horas. Estaba en su culo, acariciando los globos que su esclava había manoseado, su toque más suave, pero su propósito más despiadado. Abriendo sus nalgas sondeó su blanco brevemente, permitiéndole recuperar las sensaciones de liberación y relajación; y luego, sin vacilación, presionó la punta púrpura de su dardo de ebonita contra la puerta y empujó el fuerte miembro hacia dentro. Lenta, fácilmente, la preparada cavidad se expandió para contener el generoso alimento. Los mensajes de advertencia no estaban equivocados.

Mariel se encogió sabiendo la verdad, solo tenía a Kobe golpeando su culo, "Tranquila, nena," susurró suavemente, luego la acometió con otra estocada.

"Agur, ga, auk," un raudal de sonidos ininteligibles salió de detrás de su boca amordazada. Todo su cuerpo se estremeció y solo se relajó cuando supo que toda la enorme polla de Kobe se había alojado en su interior. Cuando él empezó a moverse, la sensación interna fue menos dolorosa, su cuerpo menos temeroso y recibió bien la follada; mientras él empezaba lentamente y luego incrementaba su velocidad; mientras él se sujetaba a su culo con los dedos excavando en su carne e intentando levantar del barril su culo atado; mientras él se perdía en sí mismo, olvidando a la esclava y lo que éste le estaba haciendo.

Mariel gruñía a veces, otras ronroneaba contenidamente. Mientras la audiencia observaba la doble danza dentro de su baile caliente, veían una sexualidad simbiótica que enganchaba a todos. Jack acariciaba la parte delantera de sus calzones, el hombre negro sin nombre jugaba abiertamente con su polla - esperaba ir a continuación, y Carlos se satisfacía más contenidamente, obteniendo la contención del hecho de ordenar esta violación anal.

El cuerpo de Mariel se movía con rapidez mientras las largas embestidas de Kobe hacían volver las intensas y orgásmicas urgencias en su profundo interior. Mientras su culo era trabajado, su clítoris se restregaba contra la superficie del barril, enviando estremecimientos a través de cada uno de los nervios de su cuerpo. Antes de que su asaltante hubiera alcanzado la cumbre, ella estaba al borde de la suya, desgarrada en el borde del barril con intensidad blanca y sometida, el cuerpo tembloroso, avivado, en espasmos incontrolables. Como si una señal de neón grande y tupida estuviese emitiendo a su través, se encendió el orgasmo, rodeado por sesenta segundos de éxtasis total y luego se aplacó en una lluvia de efectos secundarios espoleados por los esfuerzos finales de Kobe.

"¡Gauuuuuuuuuuuu!" el grito primitivo salió de su boca. El barril tembló, la habitación tembló bajo los pies negros desnudos de él, el aire que rodeaba la sala tembló, escupiendo átomos, cayendo como lluvia dentro del aire húmedo.

Angelie lamió la polla de su amo cuando se retiró de su blanco, sorbiendo los restos amorosamente, como un tesoro; luego los dos se retiraron a cualquier parte.

"No está mal para una esclava rebelde," Carlos le palmeó enérgicamente el culo. Salió de la habitación con el sin nombre, e insatisfecho hombre negro tras él, dejando a Jack y a Mariel solos.

Las palmadas de Carlos le escocían pero la despertaron del somnoliento letargo que sigue al clímax. Jack estaba allí, sobando su culo casi como si tuviera miedo de que ella se rompiera, luego con más firmeza cuando comprendió que no ocurriría.

Ella quería gritar "¡Fóllame!", pero no había manera de poner voz a sus pensamientos. Aunque parte de ella estaba satisfecha, incluso saciada, su propio centro, su coño, ansiaba más. Si Jack al menos pudiera...

"Algunas cosas tienen que demostrarse," dijo sin que sonara altivo.

Obviamente tenía razón.