Preparación para el afeitado (fragmento)

Traducción de un fragmento de "Las nuevas amazonas" ("The New Amazons" de Donna Lynn White) ofrecido gratuitamente por Pink Flamingo Publications

Las nuevas amazonas  (fragmento)


Título original: The New Amazons

Autora: Donna Lynn White (c) 2000

Traducido por GGG, marzo de 2004

Alison Sutton fue al armario y volvió con un tubo de crema de afeitar y un suavizador de navajas de afeitar. Pasando la crema a Susie tomó de ella la navaja. "En un momento quiero que le enjabones bien, todo alrededor del pene y el escroto. Utilizaré el suavizador para afilar la navaja. Si te da algún problema usaré sobre él el suavizador."

"Pero antes," sonrisa maliciosa, "debemos hacer lo que haría cualquier buen barbero, preparar la piel con toallas calientes."

Volvió a la cocina y abrió la olla a presión. Se levantó una nube de vapor. Colocando la olla sobre un carrito de cocina de acero inoxidable, lo hizo rodar hasta donde estaba Susie y esperaba el alarmado BJ. Susie dejó el tubo de crema de afeitar sobre el carro. Alison Sutton se volvió a su ayudante. "¿Todo listo?"

"¿Qué hago?"

"Primero ponte estos guantes. Las toallas están calientes y, sin gruesos guantes de goma, serían difíciles de manejar." Levantó un par de tenacillas colocadas cerca de la olla. "Utilizaré éstas para pasarte las toallas calientes. Luego tú se las colocas encima de forma que se enrollen alrededor de su escroto y su pene."

"Oh, Jesús, ¡no!" gritó BJ.

Alison Sutton guiñó un ojo a Susie. "Ves que críos son los hombres, de que manera la sola idea de que algo le ocurra a su precioso pene o escroto les intimida."

"Pero," gimoteó el tembloroso hombre, "me quemará la polla."

"Oh, no lo creo. En todo caso no mucho. Una vez afeitado usaremos ese pene tuyo." Diciendo eso metió la mano en la olla con las tenacillas y pescó una toalla de mano humeante. Se la pasó a Susie rápidamente.

La joven la agarró y la aplastó velozmente sobre el pene y escroto del entrenador. El desgraciado hombre se agitó hacia arriba y dejó escapar un agudo chillido girando al mismo tiempo la pelvis y dándose la vuelta. Susie le pasó un brazo por la zona lumbar y apretó la mano enguantada sobre la toalla para mantenerla en su sitio, incrementando el calor aplicado a su polla y sus huevos.

Bailando, retorciéndose, imploró a la joven que tuviera piedad. "¡Me está quemando! ¡Quítemela, por dios, señorita Gordon, quítemela!"

Un poco preocupada, pero manteniendo todavía la toalla en su sitio, Susie lanzó una mirada interrogadora a Alison Sutton. El ama de casa movió suavemente la cabeza y, sonriendo, indicó a Susie que mantuviera la toalla caliente donde estaba. El entrenador siguió retorciéndose y suplicando.

Susie, animada por la sonrisa de Alison Sutton, sujetó con firmeza y resolución el paño contra los genitales de la víctima. Tras dos o tres minutos la toalla perdió su intenso calor. Echándola a un lado metió la mano para sacar una nueva toalla caliente y humeante. Utilizando las tenacillas, Alison Sutton le pasó la segunda.

Ella la aplastó en su sitio.

Su víctima dejó escapar un alarido y empezó a bailar arriba y abajo, haciendo difícil mantener el paño en su sitio. Apretando los dientes aplicó más presión estrechando su agarre.

"¡Oh, Cristo! Quítemelo, quítemelo de encima," suplicó el hombre retorciéndose, llorando como un niño.

Finalmente el segundo paño se enfrió. Los sollozos del entrenador se apagaron en suspiros. Alison Sutton devolvió el carro a la cocina. Le dijo a Susie por encima del hombro que inspeccionara los genitales de su víctima. Cuidadosamente Susie le levantó el escroto; volvió a agitarse, alejando el sensible saco de la mano enguantada. "Jesús, no me toque," lloriqueó. "Me duele, me duele."

Se quitó los guantes y le volvió a agarrar el escroto, tirando de él hacia fuera para poder inspeccionarlo mejor.

"Déjelo en paz," suplicó. "Por el amor de dios, déjelo en paz. Me duele, se lo estoy diciendo, me hace daño," gimió intentando desesperadamente juntar los muslos.

Ignorando su súplica revisó concienzudamente la piel de su escroto. Estaba enrojecida pero realmente no parecía dañada. Ciertamente no había ampollas. Él apretó los dientes y gimió suavemente.

A continuación le tomó el pene circuncidado. También estaba enrojecido, pero mientras lo sujetaba en la mano, el inflamado órgano empezó a hincharse, a engrosar y a crecer. "Oh, por favor, por favor," insistió su víctima, "me dolerá si me empalmo. Déjelo en paz. Pooor favor, por favor. Me dolerá, me dolerá."

Siguiendo un impulso inexplicable ella se arrodilló y le tomó el pene en la boca. Su impetuosa acción provocó un sonoro y tembloroso jadeo del entrenador. Con el pene aún en la boca miró hacia arriba. El entrenador hacia muecas con los ojos apretados y los labios retirados. No estaba segura si era de dolor o de éxtasis. Su retorcido y gimoteante cautivo murmuró, "Oh sí, oh, dios mío, sí. Eso está bien, muuy bien. Es... es mucho mejor."

Retirándose el pene de la boca, sujetó el dardo por la base y empezó a chasquear la lengua por la parte de abajo, justo detrás de la cabeza del órgano. Una amiga un tanto aventurera, de su ciudad natal, le había dicho que era el punto más exquisitamente sensible de la polla de un hombre. Obviamente su amiga sabía de lo que estaba hablando, porque las contorsiones de BJ adquirieron un ritmo lento, sinuoso mientras jadeaba con respiración entrecortada, soltando de vez en cuando, "Oh, eso está bien, muy bien."

"Buen trabajo, Susie," dijo Alison Sutton.

Susie retiró la cabeza y se puso en pie gateando. "Oh, lo siento, señora Sutton. Yo... no sé lo que me ha pasado."

Alison Sutton sonrió. "No necesitas disculparte. Has tenido muy buena idea. Era exactamente lo que había que hacer. Mezcla placer y dolor y pronto tendrás un esclavo, una herramienta, que inconscientemente asocia los dos en uno, y que hará cualquier cosa por ti. Pero volvamos a la tarea." Levantando el tubo de crema se lo pasó a Susie. "Toma, enjabónale."