Preñada y zoo
Se puede llegar a experimentar algo distinto, a lo que a veces se paga un precio
PREÑADA Y ZOO
Mi nombre es Xara, tengo veintitrés años, casada y un hijo de casi 1añito, estatura normal, algo delgada, aunque con mi embarazo mi peso aumento considerablemente. Todo tiene un comienzo y un por qué, he tenido una experiencia en el transcurso de mi embarazo que quisiera transmitir en este relato.
La gran parte de mi vida fui una chica algo decorosa, mi esposo fue con el segundo hombre que tuve relaciones, con el primero no fue algo que me apasionó, posiblemente por haberse dado las cosas en el momento inoportuno o por alguna otra razón, o por la poca experiencia en ambas partes. El hecho es que no fue algo demasiado agradable, creo que no merece ni ser contado.
A los 20 años me case, prácticamente muy poco experimentada, mi esposo Jorge 10 años mayor, me llevo a descubrir una serie de cosas habituales en una pareja, de alguna manera el fue mi maestro en lo referente al sexo. Por mi lado comencé a curiosear en internet en las páginas referentes al sexo, con las cuales fui descubriendo otras cosas a las cuales me sorprendieron profundamente.
A los pocos meses de casarnos quedé embarazada, una gran alegría para ambos, comenzar con los preparativos, el cuarto, la ropita del futuro bebe etc.
Pero Erik, nuestro perro, actuaba de una manera extraña, parecía detectar que algo nuevo había en la familia, diría que estaba celoso, esa era la sensación que me producía.
A partir de ese momento traté de darle mayor atención, lo sacaba a pasear, lo acariciaba, lo bañaba, si bien eran tareas de mi esposo, supuse que darle esas cosas para no sentirse relegado, y a su vez era una compañía hasta la llegada de mi esposo.
Estaba haciendo, una tarde los ejercicios habituales para embarazadas, sentada en la alfombra en posición de buda, solo tenía puesto mi joggings, y una remerita muy corta que asomaban mis pechos que iban adquiriendo un interesante volumen. Muy cerca Erik, lo cual, sin dejar de continuar mis practicas, le acaricié la cabeza, supongo que en agradecimiento lamio mi cara y hasta lo hizo con mi panza, que lo sentí como un halago, o una demostración de cariño, pero a su vez me produzco como un estremecimiento, el que me provocó un extraño estremecimiento, que no le di demasiada importancia.
Como hacia la mayoría de los días, coloqué la correa a mi perro para sacarlo un rato a pasear, al llegar a la plaza, había un par de perros apareados, Erik forcejeo para acercarse, evidentemente por el acto en sí, o por el olor que captaría de la perra en celo, me era imposible contenerlo, después de unos gritos y tensándole la correa, lo pude contener.
En ese instante tuve una fugaz fantasía, bastante morbosa, y ver a ambos animales acoplados, me produzco como una excitación, con sumo esfuerzo salimos del lugar hasta que llegamos a casa.
Durante un par de días, Erik estaba bastante alterado, ladraba, y parado frente a la puerta indicaba que quería salir, a pesar de su insistencia, hice caso omiso a sus solicitudes. Pero traté de calmarlo como a los chicos, o distraerlo con algo, así que pensé que si lo bañaba, aplacaría su estado alterado, a pesar de mi panza de 5 meses, prepare los elementos para su aseo.
Una vez en la tina comencé a mojarlo y enjabonarlo, eso pareció calmarlo, así que le hablaba mientras lo lavaba. Mientras lavaba su pecho, tendí mi mano cerca de su bulto, me tenté en acariciárselo, ese contacto fue suficiente para aparecer una punta roja en su extremo, realmente era la primera vez que lo había notado, consideré que no estaba actuando bien, pero por otro lado supuse que estaría necesitado, así que finalicé el lavado y lo sequé. Durante un lapso de casi un mes, no sucedieron cosas de mayor interés, continuando con mi rutina habitual.
Mi estado de preñes me producía gula, comía bastante, pero fundamentalmente me encantaba el helado y generalmente de chocolate. Una tarde mientras hacía mis ejercicios, me dio ansiedad de comer helado, me levanté y fui a la heladera a buscarlo, me coloqué en posición de buda, y cuchara en mano comencé a consumirlo, como estaba algo líquido, para evitar de manchar mi camisola, me la quité, quedando mis pechos al desnudo.
Al poco rato de comer tenia parte del helado en mi panza y en mis tetas, sentía una satisfacción no tener que cuidarme de manchar mi prenda.
Al que no tuve en cuenta fue a Erik, que es muy adicto al helado, antes de terminar el pote, estaba a mi lado, que rápidamente al notar en mi panza restos del mismo, comenzó a lamerme, me causo gracia, pero a su vez placer, lo dejé y hasta volqué mas sobre mi abdomen.
Su lengua recorría la redondez de mi barriga, me producía un cosquilleo excitante, lo poco que quedaba lo puse sobre mis pezones, que no tardó en lamerlos, mis puntas se erizaron, me acosté sobre la alfombra, para disfrutar esos lengüetazos, tan sensuales.
Metí mi mano entre el joggings, para tocarme y tocarme mientras su lamida era cada vez más seductiva, continúe tendida hasta lograr una precipitada convulsión.
Quedé algo sorprendida por lo que había ocasionado, pero todo se fue desencadenando de una manera inconsciente, dejándome llevar por mis impulsos, prometiéndome evitar esas cosas en el futuro. Reconozco que mi estado de futura mamá, me ponía más sensible y hasta mis hormonas parecían alterar mi estado voluptuoso, pero a pesar de eso, no paso por mi mente hacer alguna cosa extraña con mi cachorro. Creo que las cosas se fueron desenvolviendo de una manera gradual.
Días después me había terminado de bañar, como era mi costumbre me fui colocando crema en el cuerpo, mientras untaba mis piernas, recordé el día del helado, mis pensamientos me llevaron a repetirlo. Que tenia de malo solo eran lamidas, pensé, había sido algo placentero, me coloque las bragas y llamé a Erik, que obedientemente llegó a mi lado. Les ofrecí las piernas y parecía agradarle el sabor a frutillas de la crema. Me tendí sobre la cama y su lengua comenzó a hurgar entre los dedos del pie. Sus lamidas ásperas y rápidas sensibilizaban todo mi cuerpo, ese contacto en mi piel me llevaba a un estado de éxtasis, me giré y deje que su lengua se contactara con la planta de mis pies, uno de mis puntos más sensibles, que me trasladaban rápidamente a un estado de exaltación.
El perro se montó sobre la cama, para continuar lamiendo por mis piernas, las separé un poco continuando con su trabajo, al rozar mi entrepierna, me alteré de sobremanera, llevé mi mano dentro de mi braga, para tocar mi raja muy húmeda, como consecuencia de la impactante lengua en contacto con mi perceptiva piel. Me bajé algo mi braga, y su lengua friccionaba entre mis cachetes, al pasar por mi ano, un orgasmo se hizo dueña de mí.
Mis ubres se alteraron, sintiendo una sensación de exaltación en todo mi cuerpo, saqué al perro automáticamente, aunque aún mantenía ese arrebato, mis pezones estaban bastante rígidos, al igual que lo sucedido en aquella oportunidad. Me mantuve un rato inmóvil, y sin pensarlo demasiado, me unté algo más de crema en mis pechos y lo invité a Erik a que las degustase. Inmediatamente volvió a subirse a la cama, me volqué sobre ella y su lengua friccionaba mis pezones con bastante voracidad, a medida que iba consumido la crema, recorría mi cuerpo en los lugares que aun perduraban, cuello, brazos, y sobre todo por mi panza. No sé si por los nervios, la tensión, el estado de exaltación en que me había puesto, pero terminé mojándome con mi propio orín. Me bajé mis bragas, y apenas quedó en descubierto mi sexo, Erik de una manera vertiginosa y terminante, se dirigió a mi cavidad a lamer ese crisol de líquidos que había expedido. Cerré mis piernas instintivamente, pero su hocico trataba de introducirlo en esa zona, de manera algo avergonzada y desconcertada las separé lentamente, hasta sentir su lengua deglutir mis flujos, sin pensar demasiado eleve mi culo, y entregue mi vagina a su acelerada lengua.
Sus lamidas eran insaciables y veloces, la aspereza de su lengua perturbaba todos mis sentidos, mi clítoris se alteraba al paso de cada lengüetazo, mis manos apretaban mis pechos, hasta oprimir mis empinados pezones con mis dedos, no tardé en venirme un par de veces, Al sentirme bastante aplacada me abochorné por lo que había hecho, aunque no dejé de gozar ampliamente, de ese canino sexo oral. No quise continuar, pensaba que me estaba extralimitando, era una mujer casada y además engendrando un hijo.
Si bien me contenía, en el fondo lo deseaba se comenzó a crear una especie de dependencia mutua, lo buscaba y jugueteaba con él, era una travesura que poco a poco fue adquiriendo un contexto bastante sexual, no por mi parte sino, que lo apreciaba por mi mascota. Eso en parte comenzó a producirme una especie de motivación, su manera de olfatearme y su lengua que intentaba pasar por mi piel, ayudó a que me fuese des- tensionando, y sentía el deseo de entregarme a mi perro,
Ya estaba superando casi el séptimo mes, mi esposo había temido que viajar, y me quedé sola esa noche, llamé a una amiga pero no podía acompañarme, no era miedosa pero no me agradaba la soledad de la noche.
Me fui a la habitación me quité la ropa y me coloque una bata sobre mi ropa interior, regresé a la sala, sin decidir qué hacer, opté por ver televisión, nada me conformaba, Erik dormitaba en un rincón, de la sala. Me acerqué, para hacer algo, lo agarré me tiré sobre él, juguetee, hasta que en un momento quedé bajo el perro, toqué su bulto y empezó a asomar su verga roja, seguí, hasta hacerla desenfundar totalmente, quedé impactada por su tamaño, me quité la bata, hasta quedarme solo en mi ropa íntima, mis bragas apenas cubrían mi sexo, como consecuencia de mi panza, y mis tetas afloraban de mi sostén que ya iba quedando chico.
Su verga, me estaba excitando, con un poco de aversión, la toque con la punta de mi lengua, Erik quedó estático como disfrutando de lo que le había proporcionado, aparentemente en espera de más, pensé que ambos disfrutábamos, poco a poco me fui posesionando, hasta acercar mis labios a su punta y succionársela, un corto chorrito de liquido humedeció mis labios. En ese preciso momento sonó el teléfono, me sobresalté al escucharlo, corrí a atenderlo, era mi esposo que quería tener noticias nuestras, Erik se acercó a mi lado mientras conversaba, me daba la sensación de que estaba a la espera de que finalizase, para continuar con lo que le estaba haciendo, cuando terminó la llamada me pareció que estaba mal lo que había hecho, así que opté por colocarme la bata y darlo por acabado.
Mis pensamientos continuaban detenidos en lo que le había hecho al perro, y realmente me excitaba, traté de no caer nuevamente en eso, pero Erik se acercó para olfatear nuevamente entre mis piernas, traté de evitarlo pero la tentación fue mayor, decidí dejarlo, realmente me atraía la idea. Me abrí la bata, y mis piernas, su lengua se hacía sentir a través de mi prenda, la desplace un poco para disfrutarla directamente, me fue llevando a un estado bastante excitante, me saque la bata, y desprendí mi sostén, mis tetas cayeron como consecuencia de su volumen, bajé un poco mis bragas, hasta que decidí quitármelas.
Me tiré en el sillón bien abierta, mientras su lengua disfrutaba de mi vagina, cada lengüetazo me aumentaba mi excitación, que hacía llegar a desearlo, me tendí sobre la alfombra, para estar más cómoda, la lengua friccionaba toda mi raja, pero cada vez que rozaba mi clítoris, me erizaba todo mi cuerpo, mis labios vaginales parecían hincharse, por ese acoso.
Me giré para disfrutar esa lamida, elevando mi culo, para tener un goce mas pleno, ese constante roce de su lengua en mis dos cavidades, me habían envuelto en un estado de enajenación, había perdido el contacto con lo que me rodeaba, en un momento dado con cierta rudeza se montó sobre mí, aprisionándome con sus patas y bombeándome con la intención de introducir su vigoroso aparato. En ese instante reaccioné ante lo que sucedería, quise detenerlo, pero la manera imperiosa en que trataba de penetrarme, hizo sentirme dominada por esa bestia, que inconscientemente o no, me fui entregando de una manera dócil, me excitó esa relación en que un animal se hiciera dueño de mi, apareándose como si fuese su hembra, y en realidad en ese instante sentí esa impresión.
Apenas aprecié la punta de su verga rozar las paredes de mi vagina levante mas mi culo, en instantes la había introducido en mi vulva, y de manera enérgica y tenaz me aprisionó con sus patas, a la vez que su verga entraba y salía de mi vulva de una manera muy rápida e intensa, comenzó a cabalgarme con toda su energía, cada vez que acedia con su aparato sexual a mi sexo parecía chocar contra la cavidad de mi útero. Inconscientemente me fui entregando a su voraz apetito sexual, me sentía ultrajada por una bestia, que no dejaba de excitarme esa situación tan obscena y morbosa.
Trataba de proteger mi criatura, aunque no dejaba de gozar de esa manera violenta con que me estaba fornicando. Me sentí en un estado salvaje me consideraba totalmente complacida, ese macho bestial aplacaba su ansia sexual en mi cuerpo, a lo que de manera muy sumisa y hasta sometida, se lo entregaba sin condicionamientos. Percibía como su verga, crecía dentro de mi útero, y sus patas se incrustaban en mi piel, ante cada impulsivo empellón que me efectuaba, parecía introducir más su aparato en mi cavidad vaginal, mientras mis tetas se vapuleaban al unísono de esas impactantes sacudidas. Gritaba y gemía ante ese despiadado acoso, nunca había sido penetrada con esa intensidad y devoción, me encantaba esa manera tan arrebatada de ser apareada, al percibir su verga frotando las paredes de mi útero.
Mientras un violento e instintivo de entrar y salir de su aparato reproductor, me sentí poseída y hasta dominada por este animal. Su verga debía de haber adquirido su mayor tamaño, cuando sentí un atascamiento en la entrada de mi matriz, e inmediatamente su semen fue vertido en mi seno. Fue un orgasmo imponente, el atascamiento duro unos escasos minutos, pero sentía en mi interior como palpitaba su miembro.
En un espejo pude observar nuestro apareamiento, me pareció algo morboso, al verme en cuatro, con mi panza de embarazada, mis tetas colgando, y al perro jadeando con su cuerpo apoyado sobre el mío, con un cierto aire de dominio.
En un rudo y rápido esfuerzo, desarraigó su verga de mi interior, fue algo doloroso, relamió un poco mi vagina y se fue a un rincón a lamer su miembro, aun erecto. Mientras sentía verter su leche de mi matriz, me sentí ridícula, como abandonada y hasta usada, a pesar de haberlo permitido, mi cabeza daba vueltas, me consideraba muy mal, sudorosa, sucia por dentro y por fuera, no comprendía bien como había llegado a ese punto de haber permitido ser apareada por mi mascota, pero comprendí que había caído en la trampa del placer, sin apenas darme cuenta, por una parte sentía remordimientos, pero por otra recordaba el gusto que había soportado y había merecido la pena, al menos como una experiencia que no voy a olvidar y creo que nunca más volvería a repetirla.