Preñada y puta

El embarazo me puso caliente. Muy caliente.

Mi nombre es Cecilia, tengo 28 años y vivo en La Plata. Mido 1,65 y mis medidas son 92-62-93. Mi pelo es castaño oscuro, largo hasta media espalda, casi lacio.

Lo que les voy a contar pasó hace un año, aproximadamente, cuando yo estaba embarazada de 4 meses. En ese momento, ya empezaba a notar los cambios en mi cuerpo, lógicos de todo embarazo. Si bien no engordé casi nada (mi culito siguió siempre en su tamaño, mis piernas apenas se hincharon un poquito meses después), algunas medidas se fueron ensanchando. Y, obviamente, las tetas me crecieron bastante, dando un mejor paisaje con los escotes que usaba. Lo cierto es que, a pesar del embarazo, mis tetas seguían llamando la atención de más de un hombre, y notaba que me miraban cada vez más. Yo, ni que decirlo, aprovechaba y usaba remeras ajustadas y con buen escote, a pesar de que a mi novio no le gustaba mucho. Pero hacia ya dos años que viviamos juntos, y sus enojos eran cada vez menores.

Empecé a entender lo que dicen algunos sobre las embarazadas, con eso de que en ese estado, nos ponemos mucho más calientes. Si bien nunca fui una monjita, tampoco fui demasiado desenfrenada en cuanto a sexo. Pero yo creo que el hecho de ver que tantos hombres me miraban, me excitaba mucho.

Una tarde, viajaba en el colectivo de vuelta a casa, y un hombre me cedió el asiento. Lógicamente, se quedó parado al lado, y noté como me miraba los pechos desde arriba, que sumando mi escote, le debían dar una vista perfecta. Me di cuenta que se le hinchaba el bulto, y me calenté terriblemente. Tenía ganas de tocarme lo antes posible. Asique cuando llegué a casa, viendo que mi novio no estaba, me fui a la pieza y me acosté. Levanté mi pollera y empecé a masajearme por arriba de la bombacha. Al poco rato me saqué la braga y empecé a meterme un dedo. En eso estaba cuando sonó el timbre. No tuve más remedio que atender.

Era un amigo de mi novio, que venía a buscarlo. Como le dije que no estaba, preguntó si podía esperarlo. Le respondí que si, aunque algo contrariada porque me había cortado la pajota que me estaba haciendo y estaba todavía muy caliente.

Entramos a la casa y me senté en una silla. Javier (el amigo de mi novio) se sentó en una justo enfrente y empezamos a charlar. Me preguntó en un momento como llevaba el embarazo. Le conté algunas trivialidades y me di cuenta que me miraba insistentemente las tetas. Es que mientras me pajeaba, me había corrido la remera y el corpiño, asique al salir a atender apurada, el corpiño había quedado corrido y se me notaba un pezón todavía erguido.

Al darme cuenta, dije en tono jocoso “Además, no sabés como me crecieron las tetas”. Javier agregó “Bueno, siempre tuviste bastante”. Yo me animé un poco más: “Si, pero ahora es increíble como me miran”. Javier se dio cuenta de la situación, pero no la disimuló para nada. “No es para menos, son una belleza” me dijo. Entonces le confesé “además, es cierto eso que dicen, que nos ponemos más calientes. Creo que es porque me miran mucho, que ando todo el día mojadita”. Sin palabras, Javier se quedó mirandome. Aproveché para decirle “Recién en el micro, un tipo me miró todo el viaje, asique cuando llegué estaba tan caliente que me fui a tocar un poco. Justo llegaste cuando estaba en eso”. Javier dijo: “O sea que estás a mitad de camino, que momento inoportuno el mío”. Y yo le dije: “Para nada, con la forma en que me mirás, me estoy calentando más todavía”. Diciendo esto, me levanté y fui al sillón, abría las piernas (seguía sin bombacha) y me empecé a tocar, recostandome sobre un costado.

Fui cerrando los ojos, mientras con la otra mano sacaba una teta de la remera. A los pocos segundos, sentí que Javier me apoyaba la punta de su pija en los labios. Sin abrir los ojos, empecé a darle besos en la punta, bajando de a poco, y pasando la lengua después hacia arriba, desde los huevos hasta la cabeza.

Mientras tanto, me seguía tocando, ahora con dos dedos metidos en mi conchita. Obviamente, con esos estímulos, la pija de Javier empezó a crecer. Su tamaño era normal, ni muy grande ni muy chica, pero muy sabrosa. Asique decidí que era buen momento para metermela toda en la boca. Así lo hice, mientras sentía las manos de él manoseandome la teta que yo ya había liberado.

Apenas pasó un minuto cuando Javier empezó a desnudarme. Me sacó la remera primero, el corpiño después, y por último la pollera. Yo aproveché para sacarle el pantalón y el calzoncillo, ya que al abrir los ojos vi que se había sacado la remera. Inmediatamente después de desnudarnos, y todavía en el sillón, empezamos un 69. El se había puesto abajo, acostado, y yo encima de él. Puse mi concha al alcance de su boca, y agarrando su pija con la mano me la metí en la boca.

Pensaba que ya estaba más caliente de lo que se podía, pero cuando me empezó a lengüetear me di cuenta que el límite todavía no había llegado. Con los dedos me abría la concha y me metía la lengua, moviendola adentro. Yo no paraba de chuparsela, le daba mordisquitos en los costados, le lamía los huevos, y lo pajeaba y acariciaba muy suave.

De pronto noté que su lengua subía un poco más, y me chupeteaba esa zona entre la concha y el culo, mientras con las manos me abría los cachetes de la cola. En seguida llegó hasta mi orto virgen con su lengua y empezó a lamerlo. Haciendo círculos alrededor primero, después pasando la pinta por el centro de mi ojete, mientras con una de las manos me pajeaba, logró hacerme acabar por primera vez.

Una vez que mi culo estaba mojado con su saliva, empezó a masajearmelo con un dedo. No tardó mucho en tratar de abrirmelo, muy despacio, con el dedo. Yo le pedí que tuviera cuidado, y le dije “mirá que nunca me lo hicieron”. El me contestó que no me hiciera problema. “Yo te lo voy a abrir muy despacito, y vas a ver como te va a gustar, trolita” me dijo. Asique, mientras no me doliera, decidí dejarlo que haga y seguir chupando esa pija deliciosa.

De a poco metió la punta de su dedo en mi culo, y muy despacio lo empezó a mover hacia fuera y hacia adentro, mojándolo con su lengua, metiendolo a veces un poquito más, moviendolo en círculo otras veces. Estaba tan caliente que chupaba su pija con todo esmero. En un momento puse su verga entre mis grandes tetas y empecé a pajearlo así, mientras con la lengua le chupaba la puntita. Esto lo excitó mucho. Tanto que al poco tiempo me di cuenta de que estaba por acabar. Asique me la metí en la boca, esperando la lechonada, mientras él me metía el dedo cada vez más adentro por el orto. Yo le rodeaba la pija con la lengua, y en poco tiempo sentí que me llenaba la boca de leche. Ni hablar que (aunque nunca me habían acabado en la boca) me metí la pija lo más adentro que pude y cerré bien la boca, para que nada se escape. Un poco para que no se manche el sillón, pero principalmente para probar el sabor de la leche. Con una pija tan rica, tenía que ser una delicia. Asique me la tragué toda, y estaba deliciosa.

Pero Javier no paraba de pajear mi culo y chuparme la concha, asique decidí seguir chupandoselá.

Al principio se le bajó, pero en unos minutos ya estaba tiesa de nuevo. Para entonces, mi concha estaba chorreando, y el embadurnaba con mis jugos mi culo cada vez más estirado por su dedo. De pronto sentí que metía muy suavemente otro dedo. Me dolía un poco, pero prefería guantar. Y lo bien que hice: en un segundo mi culo se había amoldado, y yo recibía de lo más contenta la paja anal que me hacía.

No tardó mucho en salirse de abajo mío, quedando yo en cuatro y el atrás mío. “¿Te animás?” me preguntó, apoyando la punta de su verga en el agujero de mi culo. Yo en lugar de responderle, empujé un poquito para atrás, tratando de metermela, como para que se de cuenta de que estaba deseandolo. Nunca me había animado, pero en ese momento estaba tan caliente, y me sentía tan puta, que necesitaba su verga adentro de mi culo.

Viendo mi silenciosa respuesta, empezó a empujar muy suave hacia adentro, mientras me decía “así me gusta, putita, vas a ver como te lo lleno de leche”. Yo mientras tanto me metí dos dedos en mi concha, que seguía hirviendo de calentura. Javier me la iba metiendo cada vez más, moviendola afuera y adentro, y metiendola cada vez más, como había hecho antes con los dedos.

Mientras tanto, me agarraba con una mano de los pelos, tirando suavemente, mientras con la otra me tocaba las tetas, jugando un poco con cada pezón. Esto me calentó tanto que ya no podía más, y le dije “Me vas a hacer acabar”. El me contestó “Si, acabá con media pija en el orto, vas a ver cuando te la meta entera, perra”. No terminó de decirlo y yo acabé por segunda vez. Pero fue un orgasmo como incompleto. Necesitaba más. Asique le pedí “metemela toda, por favor, metemela hasta el fondo”. El me contestó “Pero falta media pija, te va a doler”. A mi ya no me importaba. “No importa, rompeme bien el culo, cojeme por atrás como a una puta”.

En un segundo, Javier me sacó la pija, me dio vuelta acostandome en el sillón de frente a él, me abrió las piernas y me dijo: “Primero te voy a garchar un poco por la concha”. Y me la metió por ahí hasta el fondo. Me desilusioné un poco, porque quería seguir sintiendola por el culo. Pero debo reconocer que me calentó verlo ahora de frente. Nos besamos, me chupó las tetas, y después de bombearme un poco por la concha me levantó las piernas, poniendolas sobre sus hombros. Entonces arrimó otra vez la punta de su pija a mi culo y empezó a penetrarlo de a poco. Me miró cuando iba por la mitad, y me preguntó “¿Asique la querés toda en el culo, putita?” y yo le respondí “si, abrimelo, cojeme, llenámelo de leche”. De pronto pegó un empujón y me la metió hasta los huevos. Sentí sus testículos pegados a los cachetes del culo, y así se quedó dos o tres segundos, mirándome. Yo acabé al instante, jadeando y gritando “ah, si, si, así meteme tu verga, así”.

Javier empezó a bombear otra vez, pero esta vez metía y sacaba toda su verga, desde el borde de mi ojete hasta el fondo, mientras me besaba y me chupaba las tetas. Yo estaba como en otro planeta. Le pedía más, mientras le agarraba lo cachetes del culo y empujaba con fuerza para que me metiera bien la pija. “Así, fuerte, cojeme bien fuerte por el culo, ah, si, chupame las tetas, chupamelas”. Y el me decía “te gusta, putita, que te rompa el culo, te gusta”. “Si, si, me encanta” le decía yo. “Y que em chupes las tetas, también”. “Si, por eso las mostras, ¿no? andabas buscando que te coja mostrando las tetas, trola, putita”. Me calentaba mucho como me hablaba, como me la metía hasta el fondo. “Si, no parés, cojeme” le decía, “cojeme como una puta, llename el culo de leche”. “Si, te lo voy a llenar de leche y vas a ver como te gusta, vas a pedir que te rompan el culo, perra, que te lo partan”.

En eso estaba cuando me metí dos dedos en la concha para pajearme y noté que sentía su pija en el orto, y lo empecé a acariciar desde la concha. Mis tetas se agitaban y el me las tocaba y chupaba, a veces nos besabamos un poco, otras veces me miraba y me preguntaba “¿Te gusta, putita, te gusta como te rompo el culo?” Y yo le contestaba “Si, hacemelo, garchame bien por el orto”.

Entre el mete y saca y mis caricias internas, la pija de Javier empezó a temblar y noté que iba a acabar. “¿Querés que te llene el orto de leche?” me dijo. “Si, llenamelo con tu leche” le contesté. Entonces, mientras me besaba, pegó unos empujones más espaciados, mientras sentía en mi culo los chorros de leche caliente. Acabé otra vez.

Una semana después, alentada por aquella aventura, decidí cumplir una fantasía. Estar con dos hombres a la vez. Me fui a la casa de Javier sabiendo que allá estaba con un amigo de él y de mi novio. Me volví a vestir un poco provocativa, a pesar de mi embarazo. Es decir, remera ajustada y con mucho escote, pollera hasta la rodilla, y abajo bombacha y corpiño rojos. Me dejé el pelo suelto, ya que recién me bañaba.

Cuando llegué, los encontré a los dos, y se sorprendieron de mi presencia. Lógicamente, no era muy normal que yo fuera a la casa de Javier sola.

Entré y estaba Daniel. Hubo un momento de silencio, porque lógicamente esperaba que explicara el motivo de mi visita. Sin embargo, Javier debe haber sospechado algo, porque luego de unos momentos volvió sobre su pregunta por mi embarazo. No tardó en preguntarle a Daniel “Che, ¿viste las tetas que está hechando está esta yegua?”. Daniel respondió con toda naturalidad: “Si, no puedo parar de mirarselas. Me encantaría verlas al descubierto y meterle mano”. Recién ahí me di cuenta de que Javier, evidentemente, le había contado lo de la otra tarde. Sentí un poco de vergüenza, y hasta creo que me puse colorada. Pero intenté sobrellevar la situación, asique respondí: “Si querés verlas, te las puedo mostrar”, mirando a Javier con gesto pícaro. Sin esperar respuesta me agaché un poco hacia delante, juntando bien las tetas con los brazos, y apoyando las manos en las rodillas. Los ojos de los dos fueron directo a mis pechos redondos y enormes. “¿Cuánto miden esas ubres, hermosa?” preguntó Daniel. “Tenía 100 antes del embarazo, ya debo estar casi en 120. Me aprietan todos los corpiños” respondí. “Bueno, si querés te los podés sacar” dijo Javier. Contesté haciendome la tímida: “¿Te parece? ¿No se irán a excitar ustedes dos con semejantes pechos? ¿Y si la que se empieza a calentar soy yo?”. Javier se acercó, se puso a mi lado y dijo, mientras me acariciaba muy suave una de las tetas: “Ya sabés que puedo darte para que tengas. Y ahora, podemos darte los dos, si es lo que viniste a buscar”.

Lo besé y empecé a sacarme la remera. Los dos se quedaron mirando el tremendo par de pechos que tenían delante, cubierto solamente por el corpiño rojo. Me acaricié suvemente las tetas, agarrandomelas una con cada mano. Después me desprendí el corpiño y liberé los pechos. Mientras tanto, ellos se fueron sacando la ropa hasta quedar en calzoncillos. “Epa, que apuro” dije. “Parece que si se calentaron. Y me parece que yo también”. Javier dijo “¿me la vas a chupar otra vez? ¿te vas a tragar la lechita, perra?”. Yo ni contesté. Me fui derecho a su bulto, que ya evidenciaba el calzoncillo. Primero lo acaricié por arriba de la tela, mientras Daniel me tocaba las tetas, como si no lo pudiera creer. Me arrodillé y le saqué el calzoncillo a Javier. Una pija que ya conocía y me había dado mucho placer apareció, y empecé a chuparla. Minetras tanto, Daniel se sacó el calzoncillo y lo que vi me dejó impactada. Todavía no la tenía del todo parada, pero era más grande que cualquier pija que hubiera visto. Larga y gruesa, semierecta, no diré que me dio miedo, pero me impresionó. La agarré entre mis manos y la apoyé sobre una de mis tetas. Ahí quedó apoyada, mientras besaba la punta de la verga de Javier. Daniel me giró un poco, sin dejar que dejara de chupar, y metió su pija entre mis tetas. Empezó a hacerse una turca, mientras yo le acariciaba los huevos. Desesperada por conocer el sabor de esa pijaza, le pedí a Javier que me lengüeteara la concha. Me puse en cuatro, abría las piernas, y Javier empezó a lamerme el coño. Mientras tanto, empecé a saborear la otra pija. Primero le di unos besitos en la punta. Estaba casi erguida del todo, y era larga como mi cara. Lo comprobé al lamerla de abajo hacia arriba: puse mi pera sobre la base y sentí que la punta se apoyaba en mi frente. “No puedo creer esto” dije con la respiración entrecortada. Daniel respondió “Y cuando se termine de parar, la vas a sentir partiendote la cajeta, putita”. No respondí, pero la verdad es que quería sentirla en mi culo. Me limité a terminar de lamerla y me la metí en la boca. En realidad, no me entraba ni la mitad, ahora que ya estaba completamente erguida. La agarré con una mano y no llegaba a rodearla con mis dedos. Lo pajeaba al mismo tiempo que se la chupaba, combinando los movimientos de la boca hacia arriba y hacia abajo.

Mientras tanto, Javier me estaba pegando una terrible chupada de concha. Pasaba su lengua por afuera y luego la sumergía en mi agujero. En poco tiempo empezó nuevamente con su jueguito en mi culo. Me separó los cantos, apoyó la yema de los pulgares en el borde de mi ojete y lo estiró, haciendo que se abriera levemente. “Te quedó abierto, trola. Hoy te lo vamos a partir otra vez, ¿querés?” y dicho esto me metió la lengua. Yo apenas saqué un momento la verga de Daniel de mi boca para contestarle un “si” jadeante. Él siguió metiendome la lengua, y después empezó con un dedo. Yo ya tenía la boca dolorida de tanto chuparle la verga a Daniel, asique le pedí que se acostara en el piso. Se acostó y lo monté, poniendome de espaldas a él, y apoyando la enorme verga en la puerta de mi concha. Así, le quedó el culo enfrente, y no dudó un instante: empezó a trabajarmelo con sus dedos. Mientras tanto, Javier me puso la verga al alcance de mi boca, diciendome “ya sabés lo que quiero, yegua”. Lo empecé a pajear, mientras miraba la pija de Daniel apoyada en la puerta de mi concha, y empecé a mirar como entraba, a medida que yo empujaba para abajo, como sentándome. Era muy grande, y aunque yo estaba completamente mojada, me costaba hacerla entrar. De a poco, la fui metiendo, hasta que llegué a la mitad. En ese punto me detuve y empecé a moverme. Javier me agarró de los pelos y me tiró suave pero firme hacia arriba, para que empezara a chuparsela, mientras Daniel me metía un dedo en el orto y me lo pajeaba. No podía creer lo que sentía en mi concha, pero todavía faltaba. Nos mantuvimos así un rato, no muy largo, y de pronto, Daniel me agarró de las caderas, algo redondeadas por mi embarazo, y dijo “Tomá verga, pedazo de puta” al tiempo que pegó un empujón fuerte hacia adentro de mi concha. Me la metió toda de golpe. Como 25 cm de pija en mi cajeta. No sentí dolor, sino un placer que jamás imaginé, aunque reconozco que me sorprendió y abrí grandes los ojos. Me saqué la deliciosa verga de Javier de la boca y miré para abajo. Era como sospechaba. La larga y gruesa pija de Daniel había desaparecido por completo en mi concha. Daniel empezó a bombear, metiendome otra vez un dedo en el culo, y Javier me la metió otra vez en la boca, mientras me manoseaba las tetas y decía “¿Asique querías verga? ¿Te alcanza ahora?” Yo me movía como podía y apenas contesté “Si, pero quiero tu leche, regame de leche”. No tardó en hacerme caso. De pronto, sacó un poco la pija de mi boca y largó el primer lechonazo que fue a parar a mis tetas. El segundo lo apuntó a mi boca, diciendo “Tragá, puta, tragate toda la leche”. Me la metí de nuevo en la boca, justo para recibir el resto de semen en mi garganta. Me limpié la teta con una mano y llevandomela a la boca le dije “¿Así querés que se tome la leche tu putita?”. Esto encendió más a Daniel, que me metió otro dedo en el culo, mientras bombeaba sin parar.

A Javier también lo excitó, asique me dijo “Callate y seguí chupando, quiero que me la pares de nuevo para garcharte por todos lados”. Terminé de tragar la leche diciendo “Mmm, que rica. Dame que te la limpio toda con mi lengua”. Javier me la metió en la boca y se la empecé a lamer.

Mientras tanto, Daniel seguía bombeando, y metiendome dos dedos en el orto, pajeandomeló. Al poco rato me puso en cuatro, y después de cuatro bombazos fuertes que me hicieron acabar entre gemidos y gritos, me dijo “Te voy a llenar la argolla de leche, puta”, y sentí que me acababa, y el semen me inundaba la concha.

Javier ya estaba bastante empalmado, asique cambiaron de lugar. Yo seguía en cuatro, Javier se fue atrás mío y me la metió sin problemas y Daniel vino con su enorme pene semirrecto todavía, embadurnado de leche y jugos de mi concha. “Limpiamela putita” me dijo, y la puso frente a mi cara. Empecé a lamerla muy suave, dandole besitos en la punta, metiendome un poquito en la boca y jugueteando con mi lengua en la cabeza. En un momento estaba empezando a levantarse, aunque muy de a poco.

Mientras tanto, Javier seguía cogiendome desde atrás, refregando su verga en mi concha llena de leche, y empezó a pajearme el culo, que todavía estaba un poco estirado por los dedos de Daniel. Entonces me agarró del pelo y me llevó la cabeza hacia atrás, y me dijo al oido “Parale bien la pija, putita, que yo te la voy a meter en el orto y él te la va a poner otra vez por la cajeta, vas a ver como te gusta que te llenemos de pija”. Me asusté un poco, porque las dos vergas podían ser demasiado, sobre todo por mi embarazo, pero no pude decir nada: enseguida, Daniel me volvió a meter la pija en la boca, hasta la garganta, hasta que ya no me entraba más. Se la empecé a chupar muy excitada, y en un momento estaba tan caliente que estaba deseando que se le pare bien para que me llenen de pija entre los dos.

Cuando a Daniel se le había parado bastante me dijo “¿Y? ¿Querés que te llenemos de pija ahora, puta de mierda?”, y yo lo mire, con un pedazo de su pija en mi boca, y le dije en un susurro “No, quiero que se te ponga bien dura primero, que esté bien dura y grande”. Con decirselo no más, su pija se endureció más y más, y llegó al tamaño que tenía cuando estaba en mi concha.

Entonces cambiamos la posición: Javier se acostó en el piso, yo me senté sobre su verga parada, de espaldas a él, metiendomela en el orto. Acostada sobre él, abrí bien las piernas y Daniel me volvió a poner la pija en la entrada de la concha. Me la refregaba, mientras Javier me la metía cada vez más hasta el fondo de mi culo. Daniel seguía refregandomela, sin meterla, y empecé a desear que me la metiera de una vez. Aguanté todo lo que pude, y cuando acabé, gimiendo aún con su pija afuera y la de Javier bien metida en mi orto, le dije “Por favor, metemela, enterramela hasta el fondo ahora, necesito que me llenen de pija por los dos agujeros”. Daniel me besó, y mientras metía su lengua en mi boca me clavó de un golpe su verga en mi concha, hasta el fondo, haciendo que se rozara con la de Javier en mi orto, y llenandome bien de verga por todos lados. Fue tal el efecto, que me abracé a Daniel y me pegué a sus labios, gimiendo en un intenso orgasmo, que no terminaba, mientras él y Javier me bombeaban por los dos agujeros.

Así estuve unos minutos, hasta que me recobré. Javier me la metía en el culo y rodeandome con sus brazos desde atrás llegaba hasta mis tetas y me las amasaba. Mientras tanto, Daniel me cogía por la concha con toda la fuerza de su enorme verga y y me besaba, mientras me decía al oido “Mirá como te llenamos de pija, ¿Te gusta, putita?”. “Mmm, si, si, garchenme así que me encanta”, les decía yo. En eso estabamos cuando Javier me dijo “¿Querés que te llene el culo de leche, puta, como el otro día?” Y yo le respondí “No, quiero que me acabes vos también en la concha”. Entonces, mirando a Daniel, muy excitada, le dije, casi rogando “metemela toda en el culo y llenamelo de leche como a una puta”.

Inmediatamente cambiamos. Giré y me acosté sobre Javier, quedando en cuatro patas con el culo apuntando hacia Daniel y su verga. Me metí la de Javier en la concha, mientras el me chupaba las tetas. Daniel apoyó la punta de su verga en mi culo sin hacer fuerza y estirando con las manos mis cachetes hacia fuera. Empezó a frotarmela otra vez, como en la concha. Javier me agarraba de la cintura y me movía suavemente hacia arriba y hacia abajo, metiendo y sacando su linda pija de mi concha, y diciendo “Asique querías una grandota en el culo, puta viciosa”. Y yo le decía “Si, quiero que me lo abra bien abierto”.

Pero Daniel seguía frotandola. Yo notaba que no habia perdido nada de dureza. Todo lo contrario, parecía cada vez más dura. Me excitaba terriblemente y empecé a tener la misma sensación que antes: la necesitaba toda adentro. Así estuve hasta que a punto de acabar volví a decirle a Daniel: “Por favor, la necesito toda en el culo, metemela hasta el fondo, aunque me lo rompas, pero quiero esa pija en mi culo”. No terminé de decirlo que Daniel respondió “Tomá, puta”, y me la metió de un empujón. Heché la cabeza para atrás, sintiendo primero un poco de dolor y después un orgasmo increíble, que no terminaba. Entre gemidos, pude decirle “Ahhh, si, así la quería, toda en el culo”. Pero Daniel me dijo “No, putita, esto recién empieza, te metí apenas hasta la mitad”. El orgasmo se estiró al pensar que todavía había más para meter, y me acosté sobre Javier, apoyandole las tetas en el pecho.

Entonces Daniel empezó a bombear, pero yo ya no podía ni moverme. Me temblaban las piernas y no podía mantenerme en cuatro, me tenía que acostar sobre Javier. A medida que los dos bombeaban en mis dos agujeros, sentí como se estiraban las paredes de mi concha y de mi culo. Al poco tiempo estaba mejor, y empecé a moverme. Entonces le dije a Daniel “¿Y ahora? ¿Ya me la metiste hasta el fondo?”. Y el me dijo “me queda un poco todavía, ¿lo querés?”. Y le dije “Si, por favor, metemela de un golpe hasta el fondo”. Entonces pegó el empujón y terminó de ensartarme. Las dos pijas se tocaban adentro, y ese roce los excitaba cada vez más. Javier me chupaba una teta, mientras me sostenía para que yo me acariciara la otra con la mano. En un momento, empecé a chuparme la teta, y llegué a meterme el pezón en la boca, mientras le decía a Javier “Te gusta verme gozar como una puta? te gusta tu putita?” Y el, en el máximo de la calentura, me dijo “Si, y ahora te voy a llenar la concha de leche, trola, como a vos te gusta”. Dicho esto, me acabó en la concha, haciendola rebalsar de leche.

Daniel me seguía estirando el orto al máximo, y dejando que salga Javier, me dio vuelta y me puso las piernas en la rodilla. En esa posición, la misma en la que la otra semana Javier me había culeado, apoyó la punta de la pija nuevamente en mi ojete. Esta vez, le dije casi como una orden “Meteme toda tu pija en el culo y llenamelo de leche”. Me la mandó hasta el fondo, esta vez más fácil porque lo tenía muy estirado. Mientras me bombeaba, Javier me puso la verga en la boca para que se la limpie. Pasandole la lengua por la cabeza le dije “Mmm, que rico postre, tu leche rica en mi boca y una garcha enorme rompiendome el culo”.

Cojiendome así, Daniel me hizo acabar dos veces más, mientras yo me metía un dedo en la concha. De pronto, levantó un poco más mis piernas, se apoyó sobre mi, y me dijo “Acá tenés la leche en culo, como te gusta a vos, putita”, y empezó a acabar, llenandome el culo hasta rebalsar.

Fui al baño, me limpié un poco, me vestí, y antes de irme les dejé a cada uno un besito en la punta de la pija. “Para que no me olviden”, les dije. Pasó mucho tiempo hasta que volví a probarlos, pero eso es otra historia.