Prefestejo de cumpleaños
Una invitación para festejar mi cumpleaños, resulta con algo más interesante que solo unas bebidas frías y botanas.
Normalmente mis cumpleaños me ponen de muy buen humor, disfruto mucho las fiestas y pasar tiempo con mis amigos, por lo general mis cumpleaños suelen ser fiestas intensas durante varios días, en esta ocasión no sería así, pero esperaba con ansias el día que fuera mi festejo por que siempre se repite sin excepción que ocurran tres cosas: algo que me hace sentir muy feliz, algo que me hace sentir triste y una sorpresa, al menos los últimos años ha sido así.
Estaba nerviosa de que ocurriría este año, y debo aceptar que este año fue uno de los mejores, pasaron las tres cosas, pero fueron mejor de lo que imaginaba.
Todo empezó con un: “¿Y qué va a hacer saliendo?”
Eso fue lo que preguntó una fémina que me viene llamando la atención desde hace unas semanas, tiene el tipo de personalidad que me encanta: divertida, inteligente y relajada. Solemos platicar mucho durante el día de todo y nada y de unas semanas para acá me parece tremendamente atractiva, y se ha vuelto parte de mi día a día hablar con ella.
Era lunes, un día antes de mi cumpleaños y me preguntó qué haría saliendo de una junta de trabajo, la verdad ni siquiera había pensado en salir ese día, pero en cuanto me propuso tener un “prefestejo” me pareció excelente, y más si era con ella.
Nos vimos a las horas en un bar céntrico, estaba muy tranquilo, era lunes y la gente no suele ir mucho a bares en lunes, pero a la vez fue mejor porque así pudimos platicar más agusto, pedimos algo de beber y así comenzó una excelente velada, entre sorbos de cerveza, cigarros fumados y pláticas lénchicas sobre nuestras relaciones con mujeres intensas, fue pasando el tiempo y también nuestras barreras…
En algún momento de la noche, me empecé a sentir realmente cómoda, como si la conociera de años y fuéramos las mejores amigas, con la diferencia que mi mejor amiga no me producía unas ganas intensas de besarla, varias veces mientras hablaba me quedaba viendo sus labios y pensaba como se sentirían, si besaría lento o rápido, si le gustaría morder o prefería el roce suave de los labios, sé que ella lo notó, porque nuestras miradas se cruzaban y yo no podía evitar sonreír cuando eso ocurría.
Ella sabía que me gustaba, y yo sabía que no le era indiferente, pero lo que no sabía es que esa noche terminaría probando esos labios, pero no me adelantaré.
Después de una cantidad considerable de cerveza, empecé a sentirme más relajada y atrevida, ese achispamiento que proporciona el alcohol y que nos convierte en personas desenfadadas y desenvueltas, le decía indirectas subidas de tono o piropos, pero ella es inteligente, siempre tiene algo que decirme para regresarme el piropo o ponerme en aprietos –una de las cosas que me gustan de ella- así que no era fácil llevarla al terreno que yo quería… La parte de los besos.
En un momento de la noche, dejamos de hablar de los demás para hablar de nosotras, todo era sobre que hacíamos ahí, que queríamos la una de la otra y que iba a pasar, ella fue tajante al decir: “no quiero nada”, y yo fui directa al decir: “yo quiero algo más que una amistad” .
Su no-quiero-nada no me desanimó, porque su lenguaje corporal decía otra cosa, así que seguimos hablando y mientras más me decía que no, más su cuerpo me atraía hacia ella, hasta que dijo las palabras mágicas: “usted me debe un masaje”
Y sí, era cierto, yo le había prometido un masaje pero no pensé que me lo pediría en medio de un bar rodeadas de personas, así que después de un estira y afloja sobre si debía dárselo o no, acordamos que se lo daría pero en mi camioneta.
Salimos del bar y se dirigió a mi camioneta, lo cual me hizo saber que realmente quería el masaje… ¿O tal vez quería algo más? Subimos, puse música y de inmediato se acomodó en el asiento y exigió su masaje. Ya le había advertido que se lo daría pero que no respondía a mis actos, porque mi situación etílica y mis ganas de ella no serían fáciles de controlar. A ella no le importó o tal vez era un poco lo que buscaba.
Comencé a darle el masaje en la base del cuello, se sentía bien su piel bajo mis manos, y por sus caras creo que el masaje también se sentía muy bien, duró unos minutos, minutos por los cuales toqué su cabeza, cuello y espalda, y pasó lo que sabía que pasaría… Me puse muy inquieta, y más cuando ella sola se acercó más hacia mi cuerpo, y su cuello quedó justo a la altura perfecta para que lo mordiera grrrr.
Sabía lo que hacía, me estaba poniendo el dulce para que solo lo tomara, y ya en el momento y sin pensarlo mucho, lo hice. Tomé su cara y la acerqué un poco hacia mí y besé su cuello por detrás, no opuso resistencia, en realidad parecía que lo deseaba.
¡Sabía delicioso! La mezcla de su aroma con el sabor de su piel me pusieron malísima y sabia que ya no había vuelta atrás, la abracé y seguí paseando mis labios y lengua por su cuello, ella gimió muy leve y eso solo me puso peor, ¡quería comérmela entera ahí mismo!
Se estremecía cada que paseaba mis labios, y decía que se le ponía la piel chinita, cuando ya tenía unos minutos besando su cuello, la giré para besarla en los labios pero ella esquivó el beso y se retiró…
Yo me quedé viéndola extrañada, yo pensaba que quería besarme, que lo estaba disfrutando y luego dijo: no, la voy a besar yo, pero solo porque es su regalo de cumpleaños, como ya le había prometido antes . Tomó mi cara y se acercó a besarme, fue suave y lento al inicio, pero poco a poco la intensidad aumentó, probamos hasta el último rincón de nuestras bocas, nuestras lenguas se saboreaban, la respiración se nos agitaba y las cosquillas eran deliciosas. No sé cuánto tiempo duró el beso, pero sé que no fue para nada corto, era demasiado rico para pararlo, ni ella ni yo parecíamos cansarnos de ese beso, pero en un momento ella se retiró.
Yo me quedé con ganas de más, pero cada vez que intentaba besarla esquivaba mis labios y me decía que no, que el trato había sido solo por un beso, por fortuna cuando se trataba de besar su cuello no ponía tanta objeción, bueno si lo hacía pero era una resistencia débil y fingida, pasamos una hora sintiéndonos en la camioneta, una hora donde besé su cuello, oídos, espalda, brazos, manos, mejillas, ojos… todo menos su boca.
Pero aún así, estábamos muy excitadas, y estábamos disfrutando al máximo esas sensaciones, yo la sentía temblar en mis brazos cuando paseaba mi lengua por su nuca, literal, temblaba mucho y era delicioso sentirla de esa manera.
Cada 15 minutos decía que ya se tenía que ir, pero terminábamos fundidas en otro abrazo y eso no ocurría, varias veces intenté besarla de nuevo pero era hábil para evitarlo, hasta que en uno de mis últimos intentos, no se quitó del todo –creo que la excitación ya le había ganado- y pude besar sus labios nuevamente, me correspondió el beso pero fue mucho más corto que el primero, me llamó tramposa y yo solo sonreí por mi travesura.
Al final de la velada, mi cumpleaños ya había tenido su sorpresa y algo que me hacía feliz. Y vaya que me hizo feliz.
Llegó el momento en que realmente se tenía que ir, y ya no tuve objeción, había sido a hell of a ride, un excelente prefestejo y había ganado más que solo unas cervezas frías, había saboreado y conocido a una persona con la cual tengo una química maravillosa y de la cual quería más, mucho más…