Prácticas profesionales en Oaxaca

Me acerqué hasta sentir la punta de su glande contra la abertura de mi ano y él me tomó por la cintura, jalándome hacia abajo, hacia su ansiosa verga que ya quería entrara en mí. Entró la cabeza y yo sentí una gran presión, dolor y a la vez enorme satisfacción mientras su pito entraba

Hace dos veranos tuve la oportunidad de hacer mi práctica de Hotelería en un hotel de la Ciudad de Oaxaca. Fue mi padre quien me consiguió el trabajo ya que, según él, Oaxaca era una ciudad de la que podía aprender muchas cosas.

Llegué al hotel como cualquier estudiante de Hotelería y fui pasando por distintos puestos. Fui limpia pisos, mesero, ayudante de Bell Boy, mensajero, encargado de recepción, agente de viajes, bar tender, jardinero y, en fin, muchas otras labores más. Creo que esa experiencia de conocer íntegramente el servicio que presta un hotel fue fundamental para acabar mi carrera. Mi trabajo era arduo, ya que trabajaba de siete de la mañana a las siete de la tarde y a veces hasta un poco más.

Afortunadamente y debido a la amistad de mi padre con el dueño del hotel, conseguí que me asignaran un cuarto para mí solo en donde descansaba profundamente. Los días de trabajo eran de martes a sábado por lo que tenía libres tanto los domingos como los lunes. Las primeras semanadas que son definitivamente de acoplamiento, decidí conocer un poco más la ciudad, la que me maravilló desde un inicio. Santo Domingo es una verdadera joya de la arquitectura… El mercado un bazar mucho mejor que cualquiera del mundo. La gastronomía, un verdadero manjar, yo estaba maravillado… Antes pensar que solamente estaba pensando en viajar a los Estados Unidos o a Europa y ahora que conocía a mi México, no quería salir de ahí.

Las siguientes salidas fueron a diversos pueblos que los mismos trabajadores del hotel me recomendaban… Al Árbol del tule, a las ruinas de Mitla y Monte Albán, al Pueblo de los Alebrijes, al pueblo en donde hacen el mezcal, al pueblo del Barro Negro… todos son una verdadera maravilla de la naturaleza.

A mediados de julio, cuando el calor estaba en todo su apogeo, decidí ir a conocer un pueblo cercano en donde, según dicho el capitán de meseros, se hace el mejor chocolate del mundo; como cualquier persona tomé mi camioncito y me encaminé hacia él. Lo recorrí por sus calles y rincones y por azahares del desino entré a una tiendita y me atendió uno de los hombres más guapos que he visto en mi vida. No es el prototipo americano sino todo lo contrario; muy moreno, tipo indígena, pero con rasgos muy finos. Su pelo entrelazado, lampiño, unos hombros que denotaban el arduo trabajo de campo; un cuerpo atlético formado por su labor agrícola.

Alto, delgado, fornido, una sonrisa que hace que todo se mueva por dentro. No puedo imaginar que cara puse cuando lo vi, ya que él también puso una cara de agrado. Pedí un refresco y algo de comida y la verdad es que no podía verlo a los ojos. Mi corazón latía fuertemente, yo no me consideraba gay del todo a pesar de que en la Ciudad de México había tenido un par de relaciones con un amigo mío.

Ese muchacho tenía algo que me atraía, por lo que decidí sacarle plática, total, ¡no tenía nada que perder! Y platicamos un momento, su cultura era nula, su educación seguramente era de primaria y su hablar era tan extraño que había cosas que no entendía. A pesar de todo ello sonreí y él contesto con una sonrisa un poco tosca.

Aquel domingo regresé a mi cuarto con mil ideas en la cabeza, este chavo no era ni por mucho mi prototipo de hombre, pero tenía algo que me atraía. Tal vez su cara de niño bueno, o tal vez su condición de indígena… tenía que volver a aquel sitio.

El siguiente fin de semana regresé a dicho sitio y lo volví a ver, sonreí de nuevo y el correspondió con el mismo gesto de tosquedad que antes había hecho. Yo intenté sacar plática de nuevo y le pregunté su edad, 22 contestó; le pregunté entonces sobre su pueblo y lo que él me recomendaba. Le pedí que me llevara a conocerlo y él asintió con gusto. Salimos de la tiendita, que dejó encargada con una hermana y me llevó a casa de Doña Clara, a ver como se hacía el chocolate, probé uno de los mejores chocolates que he probado en mi vida.

Compré una bolsa de chocolate y entonces le pregunté a mi amigo su nombre… Dionisio, contestó. Después de una plática cotidiana, traté de regalarle un poco de dinero, él lo acepto, pues no eran más que 20 pesos. Caminamos juntos hacia la tienda y fue en ese justo momento, en donde decidí aventarme con todo, con tal de tenerlo en mi cama.

Dionisio, ¿Te gustaría ganarte quinientos pesos? Él me dijo extrañado, ¿Cómo no, pa’ que soy bueno? Yo fui directo al grano y le dije: “Me gustas y quiero contigo” … Él sonrió de nueva cuenta con su tosco gesto y dijo extrañado ¿Acaso le gusta el pito? Yo solo moví la cabeza afirmativamente, Dionisio solo dijo “Yo si le entro… total quien soy yo para perdonar… no más que hoy no puedo, tengo que ir con mi señora” ¿Señora? Entonces, me dijo que era casado y que tenía dos hijos, pero que él le entraba. Al fin que sería su primera vez “con un güey”.  Yo le di mi s datos y me dijo que iría a Oaxaca el siguiente domingo.

Ese domingo me levanté más temprano y arreglé mi cuarto y como a las diez de la mañana salí a la entrada del hotel a esperar; esperé más de una hora y a las 11:15 aproximadamente apareció Dionisio con sus pantalones de mezclilla y su camisa de cuadros rojos, sombrero de campo y botas. Sonreí y el hizo lo mismo, se acercó a mí y me dijo ¿Está listo? Le contesté que sí y él me dijo “Mi chava está en bandera roja así que estoy ganoso”. ¿Ganoso? Es la primera vez que escuchaba tal expresión.

Entramos a mi cuarto, y le propuse darse un baño y así lo hizo. Dionisio salió del baño con una toalla amarrada a la cintura y yo me acerqué a él y entre la toalla toqué su miembro y percibí un pene ancho, cabezón y de buen tamaño. Definitivamente se cargaba un “buen trozo de carne”. Yo lo tomé entre mis manos y Dionisio empujó hacia abajo, hasta quedar hincado frente a su entrepierna.

Se quitó la toalla y dijo “chúpamela” obedecí. Su verga estaba ahora totalmente dura y era mucho más grande de cómo había podido tocarla hasta el momento. Medía como 16 centímetros y era bastante más oscura que el resto de su cuerpo. Su cabeza estaba roja y sus huevos colgaban flojos y grandes también entre sus muslos lampiños y los pelos púbicos que daban un marco esplendoroso a aquella acción. La tomé con mi mano y la acerqué a mi boca. Lenta y cuidadosamente, la comencé a chupar suavecito y luego me metí toda la cabeza en la boca. La chupaba y movía la lengua alrededor. La mordía rico y la acariciaba con los labios mientras la mojaba con mi saliva. Más tarde me metí sus huevos en la boca y los succioné, y así continuamos.

El solo me tomaba del pelo y me decía “chupa, chupa” y yo lo disfrutaba a tope. Tomaba su pene entre mis manos y lo chupaba mientras bajaba con mi lengua a sus testículos que estaban duros como piedra.  Dionisio me tomaba con sus manos el pelo, había un olor de hombre de campo que me excitaba. Su cuerpo escurría agua del baño que se había dado y mis manos lo recorrían todo.

Sus nalgas duras y bien formadas y sus piernas fuertes y formadas por sus músculos. Le dije que se sentara en la cama y así lo hizo. Yo me hinqué en la orilla y seguí mamando su verga y solamente le dije “aguanta la venida todo lo que puedas” él hizo un gesto de satisfacción y me tomo de mi cabello y presionó para que siguiera mamando su verga, ese instrumento bello, venudo… satisfacía mis instintos de mamar.

Bajé de nuevo a sus huevos e inicié el camino hacia su culo, chupé sus huevos hasta que los dos se hincharon en mi abalancé sobre su ano y lo mamé con lujuria haciendo que Dionisio dio un soplido de placer, mi lengua se hizo rollito e intentó penetrar, pero no pude ya que su ano virgen la rechazo… seguí dando lengua sobre su ano y regresé poco a poco por el camino ya recorrido hasta su verga que me comí de nuevo. Dionisio tenía cerrados los ojos y soplaba de placer.

Dionisio estaba duro como una roca, pues todavía no se había venido y busque afanosamente su verga para mamarla hasta que se viniera. Pero el alejó mi boca de su verga y se sentó en uno de los sillones del cuarto, abriendo sus piernas con su grueso y moreno ariete apuntando al techo. Él dijo “ven pa’ca, quiero deshacer tu culito”. Me acerqué a él, tomé un bote de lubricante y me puse un poco en mi orificio anal, que tenía tal vez un par de años que nadie penetraba. Dionisio preguntó “¿Qué es eso?” le contesté “es para que no me duela tanto”, Él sonrió y dijo “¿A poco le duele? Yo pensé que se le iba como agua”. No, contesté; Me gusta la verga, pero hace tiempo que no me toca, finalicé. Sonrió de nuevo y me tomó por la cintura. Me dio la vuelta y me indicó que me inclinara poniendo las manos sobre mis rodillas.

En esa posición empezó a tocarme el culo y fue introduciendo un dedo poco a poco entre mi ano. Sus dedos tocaban mis pliegues y poco a poco se fue dilatando mi culo. Dionisio se puso un condón (él pensaba penetrarme sin condón, pero yo le dije que se lo pusiera) y entonces dijo “Ahora échese hacia atrás y siéntese sobre mi verga que quiero ese rico culito suyo totalmente abierto y lleno hasta el tope con mi pedazo de carne”.

Me acerqué hasta sentir la punta de su glande contra la abertura de mi ano y él me tomó por la cintura, jalándome hacia abajo, hacia su ansiosa verga que ya quería entrara en mí. Entró la cabeza y yo sentí una gran presión, dolor y a la vez enorme satisfacción mientras su pito entraba en mi lubricado culo. Al principio sentí algo de dolor que me permitió gritar para que parara y Dionisio se detuvo un momento para luego continuar metiendo su instrumento, permitiendo a mi cuerpo acostumbrarse a su tamaño, dejando que mi culo abierto hasta el tope se distendiera y así sucedió. Comenzó a moverse, primero con lentitud y después más rápidamente.

Empecé a pararme y sentarme en la verga de Dionisio, sin que me importara ya si me dolía o no me dolía, procurando darle placer a él y a mí al mismo tiempo. Sentía su respiración justo en mi cuello. Después de unos minutos de movimientos bastante rápidos, Dionisio bajó su ritmo y me tomó de nuevo de la espalda para zafarme poco a poco de su verga que ya tenía enterrada hasta mi estómago y me dijo “vamos al perro”.

Me levanté y me recosté en la cama y me puse a gatas, Dionisio se situó detrás de mí y me puso un par de almohadas en mi estómago para que se levantara mi culo. Yo ya estaba en posición y queriendo disfrutar de su enorme verga dentro de mí, pero Dionisio me pidió que abriera las nalgas y le enseñara mi ano, que comenzó a tocar con sus dedos.

Mi culo pedía a gritos ser penetrado y entonces le grite “métemela”, Dionisio, obediente, me puso la cabeza de su verga contra mi culo, empujó y yo sentía que me estaba empujando con un puño, pero poco a poco empezó a entrar en mí, y me dijo “si te duele grite, me gusta que griten cuando cojo”. Yo me sentía más puto que nunca y empecé a pujar y a gemir de auténtico dolor y placer; sentía que Dionisio me estaba abriendo en dos, me ardía el culo, me llenaba, sentía como el culo se me iba abriendo como nunca antes, estaba sintiendo como hacía tiempo no sentía.

Mi culo ya se había desacostumbrado a la verga, esa sensación de dolor-placer era súper excitante. Dionisio empujaba con un ritmo bastante tranquilo y hacía que su verga entrara hasta lo más profundo de mi ser y a la vez saliera casi por completo. Cada vez que me la metía hasta el fondo sentía casi como las lágrimas se me salían. Yo seguí pujando, deslizo sus manos hacia mis nalgas y las abrió por completo.

El espectáculo que debía estar viendo era de primera. Su ancha verga entrando en mi lubricado culo y todos mis pliegues borrados. Sentí que sus huevotes tocaron mis nalgas, no lo podía creer, me estaba tragando todo ese pedazo de carne, llevé mi mano hasta mi ano y sentí la raíz de su verga y al tocarla me calenté de nuevo y el dolor-placer ya era intenso. Dionisio se movía con mayor fuerza, pero a la vez reteniendo su venida. Yo sentía como si mis intestinos fueran a salirse y después regresaban, empecé a sentir un placer increíble, me sentía lleno, cogido, el cabrón me dio una pequeña nalgada y me dijo “¿te gusta verdad?” “¿te gusta?” mientras me seguía cogiendo.

Llevaba ya unos cinco minutos en esta posición. En eso empecé a sentir algo que nunca antes había experimentado, la sensación me envolvió por completo, el placer me llenó y tuve un orgasmo anal.

Huuuuh! La sensación fue increíble, creo que hasta perdí el equilibrio por unos instantes, en esos mismos momentos Dionisio se empezó a venir, se movía tan fuerte, tan fuerte que sentía su verga en lo más profundo de mi ser y empezó a gemir y resoplar, me dio una nalgada y sentí la fuerza de su chorro caliente, dentro de mi culo, aún a pesar del condón. Huuuuh! Eso era la gloria, yo veía las estrellas.

Dionisio disminuyó sus embestidas y me sacó la verga lentamente y creo que hasta pude sentir como entraba aire en mi culo de lo abierto que había quedado al sacarla por completo. Me dio una nalgada ligera y me dijo “te la tragastes todita”.

Cuando terminó Dionisio, me sentí totalmente exhausto y solo deseé dormir y dejar que mi cuerpo descansara. El tomo un baño muy rápido y se vistió con su ropa, me despertó para que le pagara lo acordado y se marchó. Al fin de semana siguiente volví al pueblo a visitarlo y los dos sonreímos. Durante mi práctica de hotelería lo hicimos probablemente unas diez veces más, pero el recuerdo de esa primera cogida, permanecerá por mucho tiempo en mi mente.