Prácticas de idiomas
Matando el tiempo con la guapa recepcionista del hotelito.
Después de una visita de negocios en empresa central, llego al hotel de Frankfurt sobre las nueve de la noche. En el vuelo de conexión ya me han servido la cena y tengo libre hasta mañana a las 7:00 AM que sale mi otro vuelo de regreso a España.
Me alojo en el pequeño hotelito situado en las inmediaciones del aeropuerto, parece que ya es muy tarde a juzgar por el nulo movimiento de clientes. En la recepción me atiende una joven muy guapa joven con un nivel de inglés bastante bajo. Tras rellenar la ficha de entrada, me pregunta:
“¿De España?”
“Yes, I´m spanish” ... respondo sin reparar que lo ha preguntado en español.
“Mi novio es de Cazceres, y yo estadio espagñol en una academy. Me gutaría trabajá en Espana”, me dice con un raro acento de español que no logro identificar.
Como no hay nadie que requiera su atención y yo no tengo ganas de irme a la habitación tan temprano me quedo con ella charlando amigablemente. Alguien con mucha sabiduría acumulada, en una ocasión me dijo: “si quieres ligar ve siempre en prefecto estado de revista y tira la caña siempre, aunque parezca imposible, nunca se sabe lo que pueden estar pensando ellas y si les apetece o no.
Como soy un chico bien mandado le sigo el consejo, y además ando algo caliente, tengo toda la noche libre le hago algún comentario para sondear las posibilidades de tener alguna aventurilla con ella.
Me comenta que tiene novio pero que solo se ven una hora al día, pues ella hace turno de noche y el de mañana. Por lo que me cuenta, coinciden un día completo al mes, y deduzco que debe pasar mucha hambre, unos mimos cariñosos seguro serán bienvenidos.
Ella sigue sentada en su silla detrás del mostrador de la recepción. Desde arriba le veo el canalillo que se abre entre sus pechos. Se da cuenta y cierra momentáneamente el cuello de la camisa con su mano en un gesto de pudor, pero enseguida reconoce que no necesita protegerse de mi, deja que la camisa se abra por efecto de la presión de su pecho y se deja admirar.
Tras sondear las posibilidades de salir a tomar una copa en las cercanías, ella me recomienda que vaya a un pub que se encuentra unos diez minutos, del que dice tiene buen ambiente pues lo regentan unos griegos. No me hace ninguna gracia, pero ante su insistencia para que vaya hasta allá, debo admitir su evasiva y me tengo que retirar de escena. En esta ocasión no he tenido suerte.
Salgo del hotel sin intención de ir hacia el pub, solo daré un paseo y luego lo más seguro es que vuelva al hotel para dormir. La zona esta oscura, no hay ni un alma por la calle y solo se ve las luces en las casas que en su mayoría son casas unifamiliares de dos plantas. Supongo que la mayoría del vecindario está viendo la tele y no creo que me encuentre con nadie. Un aburrimiento completo.
Quizás en el hotel se pueda sintonizar en la tele un canal de deportes, de videos musicales o con un poco de suerte tengan algún canal porno... vuelvo con intención de ir a la habitación. La puerta exterior ya está cerrada, y solo son las 22:30. Debo abrir con el llavín que me entrego Loni antes de salir en previsión de que llegara tarde. Todo está completamente en silencio, solitario y solo las luces sereno.
Cuando encaro las escaleras, oigo que me llaman: Psssst...Psssstt.
Voy hacia la recepción y del office contiguo sale Loni, la recepcionista.
“¿No encontraste lo pub?”, pregunta.
“No fui. Me apetecía más dar un paseo o charlar un rato con alguien agradable”, le contesto volviendo a echar la red.
“Si tu quierres ahora podemos charlar ahora. El jefe ya se ha ido a casa a dormir. Le molesta mucho que hablemos con los clientes... antes estaba dando vueltas por aquí”, me confiesa esta vez con evidentes ganas de charlar conmigo.
Ahora sí que se presenta la cosa bien. En el hotel hay muy pocos clientes hospedados y no creo que nadie nos interrumpa. Hablamos durante un buen rato de todo un poco, saltando de tema en tema, buscando las preferencias de cada uno.
A ella sobre todo le interesa saber cómo es España, como se vive, cuales son las costumbres, como son los hombres... y yo le cuento lo más bonito añadiendo las florituras que mejor vienen a cuento para encandilarla y hacerla soñar con algo que no conoce pero anhela.
Le insisto en el carácter divertido, cariñoso y fogoso de los españoles hasta captar su atención e interés. Le pregunto sobre sus relaciones y sus experiencias, ofreciéndome como maestro en su interés por saber decir cosas en español... esas cosas que no aparecen en los libros y que a los hombres les gusta oír de labios de su pareja.
Al principio rehúye la invitación, aunque después de un rato de charla, tomamos confianza entre nosotros parece como si nos conociésemos desde hace mucho tiempo. Entonces y no tiene inconveniente en compartir conmigo alguna de sus intimidades. Paulatinamente nos vamos encontrando cada vez más cómodos y sabiendo que tenemos toda la noche para nosotros solos.
Mañana me iré y no nos volveremos a encontrar pero hoy es hoy, ella está a gusto conmigo y yo con ella. En este momento ella no tiene novio ni yo novia. Estamos aquí y estamos bien.
“¿quieres comer algo? ¿tienes hambre?”, me pregunta Loni.
“Gracias, pero no”.
“Pues yo sí que voy a comer algo, me acompañas a la cocina”, dice al tiempo que atraviesa una puerta a oscuras.
“No hacer ruido, sígueme... no prendo la lus pues se ve desde fuera”, dice en voz baja.
Avanza con seguridad y determinación en la semioscuridad, yo trato de seguirla a tientas. Tropiezo con ella varias veces. Para ser los primeros contactos no son nada estimulantes por los golpes que me llevo.
Abre una nevera y con la luz que sale de ella, podemos preparar un sándwich y localizar un refresco. En este escenario tan íntimo, me gusta verla comer, como se dibuja su silueta y como se acomoda con desparpajo apoyada sobre los muebles mientras terminamos de comer.
De vuelta a la recepción me encuentro todavía más cegado por el cambio repentino de luz a oscuridad. Ella se detiene y yo tropiezo con ella, me agarro a su cuerpo. Siento que mi mano se ha puesto sobre su pecho. Ella no dice nada y yo quito la mano perezosamente.
Quizas ha llegado el momento de intentar algo más. Si no lo hago me arrepentiré y nunca sabre si una estupenda oportunidad pasó delante de mí y la deje escapar.
Se da la vuelta hacia mí y siento su aliento cerca. A tientas busco su boca con la mía, cuando nuestros labios se encuentran nos damos un beso muy ligero. Como atraídos por un misterioso imán, nos acercamos de nuevo y nos damos un beso apasionado.
A partir de ese momento se desatan todas las fuerzas que hasta ahora contenían nuestra libido y nos lanzamos al vacío sin paracaídas. Apenas me lo puedo creer pero siento que ella tiene tantas ganas como yo.
Le desabrocho la camisa y cojo sus pechos por encima del sostén. Ella me saca la camisa del pantalón y la desabrocha para poder acariciar mi pecho velludo. Tropezando con todos los enseres y muebles de la cocina salimos hasta la luz.
- “No por favor, No puedo dejar la puerta sola, por favor no sigas...esto es una locura”, me dice suplicando aunque no se corresponde con lo que sus manos hacen, ni con lo que su cuerpo le pide a gritos.
Le cojo la falda de tubo que lleva por el bajo y se la subo por encima de las caderas, haciendo con ella una especie de turbante alrededor de su cintura.
Le pongo la palma de la mano sobre su braguita y dejo que la cálida radiación me confirme su excitación. Loni se cuelga de mi cuello, apoya su cabeza junto a la mía dejándose llevar. Su cara me pide que siga, quiere que la quiera por una noche.
Mi mano empieza a sobarle la conchita por encima de las bragas. Por sus suspiros, sé que espera que mis dedos se cuelen de una vez por debajo de la tela hasta llegar a su rajita.
Bajando desde su vientre, le cuelo un dedo por debajo de la cinturilla y se las bajo dejando al aire un tupido felpudo de vellos muy suaves y rubitos. Ella mueve las piernas para que las bragas caigan sin más demora hasta sus tobillos.
Me mojo con saliva los dedos y voy en busca de su conchita. La encuentro bien mojada y dilatada. Me bajo la cremallera y saco mi polla. Llevo a Loni hasta la pared junto a una butaca.
- “Espero que te guste. Te voy a follar hasta que amanezca. Tienes un chochito muy rico, pero que tiene mucha hambre, y lo voy a llenar con mi lechecita”.
Le levanto una pierna para que apoye su pie encima del asiento de la butaca. Así su coñito queda bien abierto y se la clavo después de dos empujones.
Loni me babea junto a la oreja, y no para de gemir mientras la sacudo con mis embestidas.
Le doy la vuelta, haciendo que mantenga el pie sobre el asiento de la butaca y apoye las manos sobre el respaldo.. Ahora le doy por detrás bien fuerte, rellenando su vagina hasta lo más profundo.
Con las manos la sujeto por las caderas y la hago ir y venir contra mi pubis rápidamente y con fuerza, hasta que gime desesperadamente ante tanto golpe contra el fondo de su gruta.
- “Ya tenia ganas de tener un culo blanquito y redondito para mi. Pareces una muñequita... me vuelve loco darte así... chocando con tus nalgas..aghhhh ¡que bueno!”
Veo que se viene y la dejo estremecer sujeta por mis manos con la polla bien adentro.
Después de que ha recuperado la respiración, me bajo completamente los pantalones y me siento en la butaca poniendo las piernas abiertas. Ella, que permanece a mi lado sin saber que hacer, se pone la mano entre los muslos para recoger parte del néctar que fluye del interior de su coñito tan duramente castigado.
Hago que se siente sobre mi polla dándome la espalda quedando encarada hacia el mostrador. Apoya sus pies en el suelo, veo como poco a poco mi polla se va adentrando en su chochito haciendo que sus labios se acomoden a su entrada y la salida.
Sus piernas quedan por fuera de las mías y su cuerpo unido íntimamente al mío. Desde esta postura podemos ver con claridad tanto la puerta de entrada, como la escalera que da acceso a las habitaciones, lo que nos da una gran tranquilidad para seguir.
Pongo ambas manos por debajo de sus cachetes y la levanto ligeramente, mostrándole el movimiento que debe hacer...
Al principio, Loni resopla insegura de poder hacer lo que le pido. Poco a poco se va levantando, apoyando sus manos sobre mis brazos y haciendo fuerza con sus piernas. Luego se deja caer lentamente con lo que mi polla se vuelve a incrustar en su almejita hasta el fondo.
Ahora sí que parece que le ha gustado. Resopla varias veces antes de empezar un sube y baja muy lento e intenso. Parece como si quisiera disfrutar de cada movimiento y cada centímetro de mi polla entrando en su vagina.
Le ayudo con mis manos puestas por debajo de las nalgas, al tiempo que mis dedos juegan con los labios de su conchita y con el agujero totalmente mojado de su culito.
Cuando le aprieto sobre el ojete, se le escapa un grito de sorpresa y de dolor. Seguro que este rincón todavía permanece virgen y requiere un tratamiento más delicado. Después de un buen rato, empezamos a sudar y ella demuestra tener las piernas en buena forma pues sigue subiendo y bajando sin desfallecer.
Poco a poco el movimiento se va acelerando. Enseguida el sube y baja se convierte en saltitos sobre mi pubis. Más tarde, parece que brinca sobre mí y resopla como un yegua ganadora de una importante carrera.
Arquea la espalda hacia atrás y yo le tomo un pecho. Ahora el contacto de mi polla con su conchita es sobre la parte anterior de esta, muy intensamente...
- “Así, así… querida mía... esto es lo que te gusta ¿verdad? Vamos, vamos…dale más seguido...”
Loni empieza a culear adelante y atrás como una loca. Luego mueve las caderas en círculo como si quisiera relamer mi polla con los labios de su coñito. Cuando me oye gemir de gusto, vuelve a brincar sobre mí con tanta fuerza que aplasta parcialmente mis huevos.
Se agita de un lado a otro, vibra, culea, vuelve a agitarse y por fin se encorva hacia atrás como si una barra ardiente la atravesara de abajo a arriba.
Siento como su néctar resbala sobre mis muslos. Mi polla estornuda varias andanadas de semen en lo más profundo de su gruta acompañando mi orgasmo.
Soplo varias veces sobre el cuello de Loni, ella se deja caer vencida hacia delante y la tengo que sujetar por la cintura para que no caiga de bruces delante de mi.
“¿como che dise?”, me dice con voz baja y entrecortada.
“Cariño, follas de maravilla. He tenido la mejor corrida de mi vida. Me encanta verte gemir mientras te doy fuerte en ese rico, rico ...coñito que tienes”, y supongo que trata de memorizarlo.
Después de esto, nos quedamos toda la noche hablando de nosotros y de nuestros sueños.
Antes de que viniesen los de cocina a preparar el desayuno del día siguiente, volvimos a echar otro polvete a modo de despedida.
Como podéis imaginar le pedí la dirección de e-mail para poder seguir en contacto y para que ella pueda practicar el español, especialmente aquellas expresiones que no salen en los libros.
Deverano.