Potranca

Pobre de mi cola, pobre de mi, si me viera mi padre en esta situación, su hija en un establo, inclinada sobre una mesa siendo sodomizada por su peón, Don Alberto.

-Y a ver cuando me van a enseñar a montar, eh. Les dije a la muchachada, viendo como Manuel esbozaba una carcajada, Julián se reía incrédulo, los otros no hacían mas que mirar callados y el pequeño Samuel comentaba por lo bajo:

-Si, te vamos a montar. El comentario se apago justo ahí, cuando Manuel le tapaba la boca y le daba un socarrón en la cabeza.

–Preguntale a Don Alberto, el es un experto, ya sabes. Tratando de hacer olvidar el comentario del pequeño.

Pues a mi no me importaba mucho eso, es mas me hacia la indiferente ya que siempre sucedía, sabia que hablaban a mis espaldas y que mas de uno tenia la idea fija en su cabeza de hacerme suya, pero era algo imposible, algo que nunca podía suceder.

Yo vine desde la ciudad a pasar un fin de semana con mi padre a la finca, el era el dueño y patrón de todos los muchachos, Manuel, Julián, José y Armando que eran hermanos, Silvio, el pequeño Samuel y Don Alberto.

Siendo la única mujer apetecible, es un decir, en el entorno cada vez que llegaba, además de ser rubita, linda y con un físico privilegiado, los hombres no me quitaban los ojos de encima apenas me veían, sumándole las ropas sugestivas que suelo usar, insinuando mis atributos, en especial mi perfecta colita.

El problema principal resultaba ser que yo era la hija del patrón, el respeto y hasta el miedo pero sin abusar estaban siempre presentes cuando merodeaba y me acercaba a charlar con ellos, casi siempre en su horario de pausa o de descanso.

La verdad me había convertido en toda una citadina hacia ya un par de años cuando mi padre me envió a la ciudad para estudiar.

Así que de vez en cuando, digamos dos veces al año me venia hacia aquí, a la finca, a visitarlo a el y a la muchachada.

Si, a ellos también ya los conocía de algunos años y muy de a poco, dado mi posición que ya comente, me fui haciendo su amiga para decirlo de alguna forma. Porque la verdad no me gusta eso de la superioridad de unas personas a otras.

Sobre montar, nunca en todos estos años había tenido la oportunidad de aprender, es mas no me había llamado la atención hasta algunos meses, y por eso fue que me dirigí a unos pocos metros donde se encontraba Don Alberto, el experto en este arte, un hombre morocho, corpulento por su trabajo, siempre desaliñado y con un vocabulario algo vulgar sin ser excesivo, eso si, conmigo trataba de esforzarse en poder por lo menos cambiar un poco, pero se le dificultaba, como si fuera su naturaleza.

Viéndome junto a el y comparándome, menos el hecho de ser el un hombre y yo una mujer, se podía percibir las diferencias claramente y como se contrarrestaban unas con otras, el, morocho oscuro, con su piel rustica y curtida por el sol, de carácter brusco y expresión vulgar.

En cambio yo, la nena del patrón, con mi piel blanca, suave y cuidada, bien educada y con mi carácter alegre y juvenil bien marcado.

Me lo encontré cerca del establo, llevando un hermoso caballo hacia adentro luego de dejarlo pastar.

–Don Alberto. Alcance a llamarlo a unos pocos metros. Se detuvo y me vio venir, mientras no dejaba de mirarme, me observaba de arriba abajo como era su costumbre, si, era el único que no se media en mirarme fijamente las tetas, la entrepierna o incluso mi cola cuando se daba el caso.

Pues a el, ser la hija del patrón parecía serle indiferente, bastante diría yo, lo cual eso me gustaba.

Pero menos aun, este hombre ni por nada iba a dejar de disfrutarse de la vista que le estaba propinando yo, tal vez por la remerita entallada que traía puesta o seria por las calzas ajustadas que mostraban mi figura tal cual era, añadiendo el andar femenino que tan bien me sentía.

-Guerita, ¿que andas haciendo aquí?, vi que estabas con los muchachos.

-Si, mire, me decidí a querer aprender a montar, y si usted puede enseñarme, bueno.

Se tomo la barbilla con una mano mientras no dejaba de mirarme las piernas. –Así que queres una montada. Una pequeña pausa y luego –Y

escuchame

nena, ¿tu padre te dejó?. Agrego luego.

-Pero no, de seguro no lo piensa permitir, ya sabe como es, no quiere que me acerque por aquí, que ande con los muchachos.

-Bueno, mira nena, hagamos algo, si tenés tantas ganas de montar mañana el patrón se va bien temprano a lo de Juan Antonio por un asunto, así que si queres vos te acercas aquí al establo que yo te voy a pegar la montada, asi no se entera tu padre.

Aunque algunas palabras me resultaban en un doble sentido, se darán cuenta, algo de mi ignorancia me hacia pensar que era algún dialecto propio del entorno.

-Bueno, gracias Don Alberto, no se preocupe que mañana aquí estaré.

-Muy bien guerita, te espero.

Su mirada clavada en mi trasero al retirarme me hacia sentir incomoda pero algo en mi afloraba que me gustaba, esa sensación que hacia sentirme plena, deseada por los hombres rústicos del lugar.

Pase junto a los muchachos que ya se encontraban en sus respectivos trabajos, no sin antes percibir como volteaban y hacían murmullos, hablando a lo bajo, mientras alguna que otra sonrisa se les dibujaba en la cara.

La verdad y repitiendo con lo mismo, no podía evitar el sentirme bien el ser observada por esos hombres y jóvenes y mas siendo la hermosa hija del patrón, y aunque no me gusta decirlo me sentía superior de alguna manera.

Al día siguiente, a la mañana, tal cual me dijo Don Alberto, mi padre se acerco a mi cuarto para avisarme de su asunto con esa tal persona. Que cualquier cosa me llamaba al celular o mejor que el me llamaría en algún momento al mío.

Pues el se fue, así que me levante, y me dispuse a desayunar pensando en el momento de la montada, estuve toda la santa mañana pensando sobre eso, hasta que se hizo la hora, debía cambiarme e ir para allá.

Bien coqueta, remera ajustada mangas largas con cuello alto junto a una chaquetita, calzas blancas ajustadísimas con debajo una tanga pequeña y medias de algodón junto a unos botines de cuero marrón sabán.

-¿Vas para la montada? Me pregunto Julián al acercarse junto con Manuel cuando me dirigía a mi destino.

–Si, muchachos, a eso voy.

–¡Si, va, va!. Escuche apenas que uno le decía al otro entre susurros emocionados, mientras los demás miraban a una distancia moderada como embobados.

-Don Alberto, ¿esta aquí?, pregunte al entrar al establo, pues no lo veía.

-Uuyy, como esta mi potranca. Me asuste cuando escuche su voz a mis espaldas.

-¿Como dijo?. Logre pronunciar entre el susto y la incomprensión.

-No, veo que estas preparada para montarte…. Se hizo una pausa y prosiguió….en el caballo.

Por supuesto que yo sabia a que se refería, pero sabia como era el, con sus palabras y frases vulgares y fuera de lugar. No se, pero algo en mi me hizo contestarle esa pregunta, la primera parte por lo menos.

–Si, estoy lista para que me monten.

Tratando de adivinar su comportamiento pero igual me sorprendí que al contestarle fui como ignorada, no hubo cambios en sus gestos solo esbozando una pequeña sonrisa mas una pausa pensativa en segundos.

–Si, vamos a ver…. –Vení que aquí esta el animal.

  • Bien, en ese voy yo. –¿Y el suyo?. Pregunte cuando se disponía a sacarlo. –No nena, vamos los dos en uno, así es al principio siempre, vos sos nuevita.

Llevó al caballo de las riendas hacia fuera, mientras yo lo seguía muy cerca. –Bueno, aquí esta bien.

–Vení para acá que te ayudo a subir. Siempre con ese tono un poco autoritario. El ascenso no me fue difícil, no como algunos que no pueden en el primer intento. Además Don Alberto supo muy bien en soportarme como todo un experto en el tema, sumándole alguna que otra manoseada a mis piernas o los descuidos, si es que lo fueron, de sus deslices por mi colita.

Ya estando arriba, me dijo que me corra un poco adelante, que le haga un espacio.

-¿Usted va a ir atrás mío?. –Si nena, te tengo que guiar. Para finalmente subir como un rayo y apretarse bien fuerte a mi espalda con sus manos en mi cintura.

-Don Alberto, ¿ya se va?, escuche la voz de Manuel que apareció muy cerca del caballo.

-Si, me llevo a esta a montar y vuelvo. –Y Manuel, acordate lo de hoy, que lo hacemos.

-Si Don Alberto, comprendo. Se volvió el muchacho no sin antes saludarlo con un gesto característico de estos lares.

Y así, tomada de la cintura con sus enormes manos y bien pegado a mis espaldas, junto a su aliento en mi nuca nos dirigimos hacia el fondo por un camino hacia el sur.

-Bueno linda, aquí estamos, y ¿que tal?. Su voz bien cerca de mi oído me hizo temblar, sin mencionar el principio de miedo que uno siente al realizar algo por primera vez.

-Se siente muy bien, ¿no es así?, seguía preguntando con su voz varonil rozando mis tímpanos. Y la verdad con ya pasados unos minutos del trayecto no sabia que la situación la pone a una vulnerable para decirlo de alguna forma.

–Si Don Alberto, se siente muy bien, me gusta. Tal vez el noto el cambio en mi voz, de seguro que si, tal vez por la forma atrevida que me venia llevando a partir de ahí.

Sus manos posadas en mis piernas, o mejor dicho en mis muslos, percibiendo yo el continuo y a veces pausado magreo sobre los mismos.

-Derechita nena. Ordenó tomando mi pancita e incorporándome como el quería, apretándome bien contra su pecho.

–¿Así esta bien?. Le respondí yo presa de una excitante situación que recién comenzaba.

–Mmm, si vas muy bien. Sintiendo su pelvis pegada a mi cola, con una de sus manos por debajo de mi seno y la otra hurgando casi mi muslo interior.

–Mi nena lo estas haciendo muy bien, no, mira para adelante. Atino a decirme cuando gire la cabeza y quise mirarlo, a la vez que me daba un beso en la mejilla, de seguro con una cara contagiada por el placer. Nunca me había sucedido una cosa así. Era hermoso, placentero y excitante.

-Ahora volvamos que te muestro otras cosas. Haciéndome girar el caballo para volver sobre los mismos pasos, con un trote más veloz.

Llegamos hasta el establo, dentro del mismo, se bajo y me ayudo a mí tomándome de la cintura.

-Bueno llegamos…., acotó el –¿Y que tal lo hice Don Alberto?, pregunte con la voz un poco entrecortada y el aliento agitado mirándolo a los ojos. Se quedo un tiempo dudativo como estudiando mi comportamiento, ese que esperaba.

–Nena, tenés facultades, pero hay que pulirlas. –Además tenés piernas fuertes para la montada, se notan. Bajando la vista para posar sus ojos en ellas. Al igual que yo, mientras me percate que Don Alberto ya se encontraba detrás de mí posando sus manos a cada lado, palpando, cacheando y analizando mis piernas.

Me quede un poco perpleja ante la situación y a la vez intrigada a seguir su juego que apenas empezaba.

-Bueno.., no se ¿le parece? Le dije bajando un poco la cabeza.

-Pero claro, mirate, estas realmente hecha para la montada. Mientras no se media en cachear mis muslos sobre la suave tela de las calzas.

Percibí además cuando luego se agacho detrás de mí con sus narices a centímetros de mi colita.

Continuaba frotándome las piernas, me las apretaba, incluso mis muslos internos, y luego sus manos subieron de a poco hacia mi cola.

A causa de que el se encontraba agachado miró hacia arriba y me dijo sonriendo:

-Acá es donde mas se trabaja en la montada, ¿sabes?, Sentí como me daba una palmadita en la cola.

-Aaahhh, fue lo único que salio de mi boca, como un gemido. Ya no podía más, estaba siendo dominada completamente por el placer y la situación.

Mi respuesta tuvo su reacción, así que se levanto sin desviar su mirada y sin decirme nada, totalmente erguido detrás de mí. Durante unos segundos no lo sentí, y luego se acerco más y comenzó a manosearme la cola con ambas manos. Largue un suspiro y acercando su boca en mi oído me dijo:

-La tenés durita mi guerita. Su aliento y respiración me hicieron estremecer todo el cuerpo por dentro. La excitación me estaba dominando. No podía hacer nada, estaba como petrificada mientras este hombre hacia lo que quería.

-Muy durita. balbuceo pero esta vez sentí como uno de sus dedos se metía en medio de mi cola, hundiendo mis calzas.

–Aaahh, potranquita.

Instintivamente abrí un poco mis piernas para darle paso libre, lo cual me dijo:

-¿Te gusta esto?. ¿Vas a ser mi potranca?. Levemente asentí con la cabeza. Mi afirmación le dio pie para continuar.

-Vení para acá. Me empezó a llevar hacia un cubículo al fondo del establo donde se guardan las cosas para los caballos y en donde se encontraba una mesa rustica, aun tomándome de la cola con una mano y con la otra de mi nuca, como guiándome.

Me acomodó y apoyé las manos, luego vi una de las suyas al lado de la mía. Mientras con la otra mano me tomaba de la cintura, con sus pies me pateo suavemente en los tobillos mientras me decía:

-Vamos, abrí las piernas. Luego de hacerlo sus manos vuelven junto a las mías y siento un repentino apoyo sobre mi cola. Suspirando me dice al oído:

-Parame un poco más la cola, que ya vas a ver. Sentía como estaba de excitado y como me apoyaba muy fuerte. Claramente notaba su bulto en medio.

Y por supuesto yo presa de la excitación que me invadía, pare mi colita un poco más.

Los empujes se hacían cada vez más fuertes y rítmicos empujando sobre mi cuerpo y sintiendo la presión de su pija.

En un determinado momento miro para atrás y el me mira sonriendo y totalmente excitado. Vuelvo a mirar adelante y escucho:

-¿Te esta dando calor?, Bajatelos un poquito entonces.

La pregunta me hizo entrar en razón y aunque estaba en las nubes con esta situación creí que ya era suficiente.

Por lo cual conteste: -No, así esta bien. Parece que mi respuesta no fue aceptada ya que sentí que una mano se posó sobre el elástico de mis calzas para intentar bajármelas.

Mi repentino reflejo de resistencia solo produjo que me tomara fuerte de los hombros haciendo presión hacia abajo, empujándome, tratando de que me caiga contra la mesa.

Por supuesto que lo logró dada la posición en la cual me encontraba, semi inclinada hacia delante con el en mis espaldas.

La verdad que la caída brusca me dolió y se lo hice saber, se lo recrimine pero sin éxito ya que me mantuvo ahí abajo apretadita contra la mesa.

-Esta cola esta en llamas, ¿sabes?, me dijo al oído notando una voz mas enérgica.

Sus manos me apretaban mas fuerte los muslos, casi me hacia doler, me manoseaba, como un desesperado.

-¡Como me calentas puta!. El insulto me sorprendió e hice un pequeño intento de salirme nuevamente.

Me tomo del cuello y me hizo arquearme. –Así, como nena buena portate bien. Me dijo y luego me dio una fuerte nalgada para finalmente apoyar su cuerpo.

Le quise dar a entender que me estaba haciendo daño, el borde de la mesa me lastimaba, pero todo eso fue ignorado ya que me siguió preguntando al oído:

-¿La sentís?, ¿sentís lo dura que esta?. Me empezó a morder la oreja, el cuello y luego a chuparlo.

Arrimo su boca a mi oído, muy cerca, sintiendo su respiración. Repentinamente se despego y se levanto un poco. Al lado de mi cara sobre la mesa apareció un pequeño pote, como un frasquito.

Lo miro a el y el me mira. -¿Qué es eso?, le pregunto sin leer lo que decía.

–Grasa. Me contesta mientras escucho el sonido del cierre de su pantalón. –Pero.., no va a creer que…… No termine de decir la frase cuando me sujeta fuerte contra la mesa.

-Tranquila potranquita, que te voy a preparar. Me dijo. Me asuste y me empecé a mover.

-Quietita, que te la voy a meter por el culo.

Abrí completamente los ojos, no me lo esperaba. Pase una mano hacia atrás, tratando de sacarlo y toque su pija que estaba dentro del pantalón, instintivamente me apretó mas fuerte.

Saque la mano inmediatamente y en un descuido por parte de el logre zafarme hacia un costado. Pero por poco tiempo ya que me tomo de la muñeca y me atrajo, me apretó contra su cuerpo, y luego la cola con ambas manos. Como un poseso me la estrujo toda y finalmente las metió por dentro de las calzas.

Lo manoteaba y pataleaba, me resistía, le pegaba pero el corría la cara hacia un costado, esquivándome.

Una mano se dirigió una hacia mi entrepierna y la otra sobre mis tetas. Me estaba manoseando toda, todo el cuerpo. El forcejeo se acentuaba cada vez mas, me sentía totalmente abusada.

–¡Basta!, ¡es suficiente!, trate de hacerle entender pero fue en vano.

-Mi amor, desde siempre te quise hacer el culo. –Ya me hiciste el bocho mucho tiempo.

-Me calentas mucho trolita.

-Nooo, ¡pero que dice!, ¡eso nooo!. Estaba empecinado con hacerme la cola, ya todo se había ido de mis manos. El tenía total control sobre mí.

Repentinamente me abrazo fuerte y me levanto mientras yo gritaba. Me soltó y caí contra la mesa, me empujo y luego intento darme la vuelta. Cada vez lo notaba más empecinado y enojado.

-¡Date vuelta puta!. Sabía que si lograba hacerlo estaba perdida. Me iba a sodomizar, por eso le pegaba cachetadas e intentaba sacarle las manos de encima.

Mis suplicas no eran escuchadas, mas aun, el hacia oídos sordos, solo empecinado en darme la vuelta, en vencerme.

-Pero date vuelta puta, -Te vas a dar vuelta a la fuerza conchudita. Mientras seguía hablando tenia toda su cara colorada por mis cachetadas.

-Pendeja puta, calientapijas. Sus continuos insultos me asustaban cada vez más, y seguían.

-Tremenda cola tenés conchudita, te la voy a romper toda.

-Vas a llorar de placer.

Empecé a lagrimear y pegarle patadas pero lo tenía muy encima. Notaba lo excitado que estaba mientras seguía intentando voltearme, mientras forcejeamos, tocándome las piernas, la concha, toda, por encima de la ropa.

Y finalmente lo logro, al descuidarme en un momento supo aprovechar la situación tomándome del pelo con una mano y con la otra elevar y maniobrar mi brazo detrás de la espalda. En el momento en que de a poco me posicionaba boca abajo me di cuenta que ya estaba, iba a suceder.

Y se confirmo, apenas me dio vuelta haciendo presión sobre mi brazo me dijo:

-Cagaste nena.

Tiro de mi brazo para que me duela, tiro nuevamente, me hacia doler, me estaba dando a entender quien mandaba. Me dio una nalgada, otra, me hacia lagrimear un poco mas, pareciendo que eso lo calentaba.

-¡Aaaahhhh, me hace daño!. Le suplique mientras tomaba mis dos brazos y lo posicionaba detrás de mi espalda, cruzados, sosteniéndolos con una de las suyas.

Escuche como con su mano libre estaba tratando de bajarse los pantalones, quería mirar hacia atrás, sobre mis hombros pero me fue imposible.

Luego de sacar su pija como pudo se apoyo sobre mi cola, la apretó sobre la tela de mis calzas, tan finita y su pija tan dura que me hacia sentir totalmente desprotegida.

-¿Te gusta no?, vestirte como una puta. Mientras se refregaba sobre mi trasero,

-Calentar. Su pija se amoldaba por la raja de mi cola.

–Puta de mierda, calientapijas. Sentía claramente todo el contorno de su verga.

–Te gusta que te anden mirando la cola, mostrarla por ahí. Intentaba levantar el torso pero su firme forma de sujetarme me lo impedía. –Yo nooo,…no la muestro. Le dije haciéndome la inocente en todo esto. Sus manos estaban entrando por dentro de mis calzas, tocándome las piernas.

-¿¡No mostras!?, mira con esta ropa tan ajustada pareces una putita regalada. –La única puta que conozco que se viste así.

-Así que la nena quería montar.

-¿Te pensas que no me di cuenta? Mientras acariciaba todo el contorno de mis nalgas.

-Además siempre, siempre fue así.

–¡Ahora bajate los pantalones!. Me ordenó.

Repentinamente me acorde de mi padre, su patrón. –Por favor, mi papa va a llamar en cualquier momento. Trate de tomar el celular que lo tenia enganchado en el elástico pero Alberto se adelanto y me lo saco.

-Callate y bajatelos o te arranco los pelos. Espero unos segundos y me tiro fuerte mientras pasaba la otra mano hacia adelante acomodando su pija en mi entrepierna desde atrás. Levemente largue un suspiro.

–¿Así que te gusta sentirla no?, Mientras yo imaginaba como la tenia de dura, sus continuos movimientos de fricción nuevamente me hacían gemir mas fuerte, parece que el lo notó ya que se empezó a mover mas rápido, mas apretado, sintiendo seguramente el roce con mi conchita.

-Parala más. Me dijo. Volvió atrás y acomodo su pija en medio de mi cola, y su mano se apodero de mi concha. Frotaba cada vez mas, se sentía como si estaría desnuda.

Sus movimientos cortitos me hacían cerrar la cola atrapando su pija en medio, apretándola y su mano me estaba volviendo loca, pajeandome más fuerte. Apretando cuando sentía el roce.

Sentía toda su pija durísima, estaba en las nubes nuevamente. Sus constantes rozamientos me hacían gemir más fuerte, cerrando los ojos y abriendo la boca. Su objetivo ahora era hacerme calentar y de alguna manera lo estaba consiguiendo.

-Aaahhh, aaaahhhhhh. No podía parar. Se dio cuenta de mi total entrega y me tomo de la cintura, luego mis brazos los estire hacia adelante de la mesa y me sostuve fuerte de su borde.

Aprovechando la situación, empezó a bajarme las calzas muy de a poco mientras seguía moviéndose sobre mi cola. Me las bajo hasta las rodillas y se dio cuenta de mi ropa interior:

-Mmmmmm, putita, ¿andas con esto?, siempre preparadita.

Me mantuvo sobre la mesa con una mano en la espalda y con la otra me arranco la bombacha.

Como un auto reflejo ante su brutalidad pase una mano atrás como impidiendo que algo suceda, pero el me la saco hacia un costado rápidamente y se inclino sobre mi poniendo la prenda en mi boca para luego posar su mano y sellármela.

Ahí fue, aun con el efecto de la excitación, que me acorde pero muy tarde de porque estaba yo inclinada sobre una mesa, boca abajo y con Don Alberto detrás mío.

Y es mas, todo se me aclaro cuando sentí algo en la entrada de mi ano, era su pija, podía sentir como su cabeza latía en la puerta de mi culo.

Ni un segundo paso que cuando intente protestarle de alguna forma, Don Alberto embistió con su cuerpo, fuertemente, tratando de penetrarme.

Mis gritos ahogados no se hicieron esperar, mis ojos se abrieron y mis músculos se tensaron ante tal embestida. Sentía como me iba abriendo, toda de a poco, el dolor empezaba a ser insoportable, sentía como entraba la cabeza de su verga.

Empezó a moverse intentando acomodarse para una mejor posición ya que mi culo se resistía a ser invadido.

–Abrite nena, abrite.

Con una mano me tomo de la cintura y buscando la mejor inclinación empezó a hacerme el culo suavemente. empezó a deslizarse muy pero muy despacio por mi recto, -MMMMMMM!, emitía desesperadamente mientras tenia la boca tapada , me dolía demasiado, mucho, por lo cual comencé a moverme, a patalear hacia atrás, de alguna forma tenia que escapar de ese suplicio.

-¡Quedate quieta puta!. Me recrimino y me sujeto hasta tenerme bien inmovilizada, mientras el se movía suave pero penetrando todo lo mas que podía.

En ese momento cerré los ojos sintiendo mi propia tensión en todo el cuerpo.

-Aaayyy, que culito mi guerita. Vocifero mientras su pija se deslizaba como un cuchillo sobre la manteca.

–Dale, gemí puta. Empujaba cada vez mas con el cuerpo, sentía que se movía suave pero que me estaba abriendo toda.

De mi boca querían salir algunas palabras, algunas suplicas, suplicas de que era suficiente.

Pero sus movimientos firmes no cesaban y mi boca aun no era liberada.

Se dejo caer de a poco sobre mi espalda pegando su pecho, soltando mis brazos que unos minutos atrás me los había cruzado nuevamente y empezó a caderear.

-Para la cola mi amor, quiero hacerte sentir una puta. Mientras su verga me penetraba firme pero sin llegar al fondo.

–Yegüita, me calentas mucho. Bruscamente me coloco la cabeza sobre la áspera mesa, posicionándola de costado.

–¿Te gusta como te rompo el culo? Me dijo al oído suspirando y bufando, disfrutando completamente de mi hermosa retaguardia, de mi tan preciado orgullo.

Cadereando con un movimiento parejo y profundo, sintiendo la penetración en mi estrecho agujero, al fin libero mi boca, saco mi bombacha junto a su mano y me dio paso a un suspiro, un suspiro femenino, amplificado en la parte media del mismo:

–AaaaAAAaahhhhhh.

-Te….gusta.., escuche que me dijo entre jadeos. Aaaahhh, no…ya, basta. Le devuelvo suspirando y respirando fuerte. Por que la verdad era un dolor insoportable.

Me obligo a abrir un poco mas las piernas mientras seguía moviéndose constantemente y su cara al lado de la mía tirado con todo su cuerpo encima como imponiendo su dominio.

Tal dominio se completo al penetrarme completamente en uno de sus movimientos sintiendo yo los pelos de su pubis acariciando mis nalgas.

Finalmente mi culo se había tragado todo y junto con el cambio de ritmo de Don Alberto, un ritmo mas continuo y bastante fuerte se sintió de sobremanera, sentía la pija bien profunda, hasta mis entrañas.

Se lo hice saber: -Aaaahhh, me.. due…le!. Pero como siempre, ignorada, me rodeo del cuello con su fuerte brazo, del cabello con su otra mano, sintiendo como se movía, como un animal en celo.

–Ssshhhh, no es para tanto nena. Escuche bien cerca al oído.

-Vamos, para la cola puta, dale parala. Mis gestos esporádicos de dolor se dibujaban en mi rostro, algunas penetraciones provocaban un dolor más agudo, lo que resultaba en unos repentinos y fuertes gritos de sufrimiento.

-Que se que te encanta. Respiraba fuerte sobre mí.

–Yo se que te encanta que te la rompa toda. Pobre de mi cola, pobre de mi, si me viera mi padre en esta situación, su hija en un establo, inclinada sobre una mesa siendo sodomizada por su peón, Don Alberto.

La situación continuo pero de momento el se calló, solo gemía y respiraba sobre mi, sobre mi nuca.

Parecería que se estaba concentrado en su propio placer, disfrutando la penetración milímetro a milímetro dentro de mi culo, moviéndose en círculos de a ratos e incrementado momentáneamente sus embestidas.

Aunque me había embardunado toda la colita con esa grasa equina, el dolor lejos de aminorar, se mantenía, o es mas aumentaba de a ratos, mezclando mis gritos y gemidos con el propio sonido de la penetración.

Se pego bien contra mi, me empezó a morder el cuello cuando de repente un alivio se hizo presente en mi culo, era eso, su pija se salio.

Aproveche la situación e intente levantar el torso ante su descuido para poder escaparme pero su reacción pudo mas y me alcanzo frenándome.

-Quieta yegua, que aun no termino de servirte.

Me volvió a posicionar como estaba antes pero con la boca tapada y posicionando con su otra mano la punta de su pija en la entrada de mi ano, se tiro encima y me clavo completamente.

Nuevamente empezaba mi calvario.

-¿Pensas que el patrón sabe lo que esta pasando aquí?, -Jaja, ni se imagina que le estoy rompiendo el culo a la puta de su hijita.

Me dijo eso susurrando a mi oído y tomándome del pelo, con mi cara de costado sobre la mesa. Mi sentimiento de humillación se acrecentó mas, a este hombre no le importaba nada, solo utilizarme como una potranca para su total satisfacción.

–Confesame, te encanta esto no?. –Esto era lo que querías. Se empezó a mover mas fuerte, descontrolado, mi propia resistencia me estaba abandonando.

–Esto querías no puta?, -Provocadora…calentadora. Cada vez mas la sumisión se apoderaba de mi ser.

–Esto querías no?, -Que te rompa toda la cola, pendeja puta y creída?.

Mientras escuchaba todo esos insultos me empecé a sentir culpable, culpable de provocarlo, de insinuar la parte de mi cuerpo que siempre deseaba y que yo concientemente se lo hacia notar, a el y a los demás.

Pero ese juego parece que había terminado, el limite se había traspasado y ahora mi cola estaba pagando las consecuencias por lo cual me entregue totalmente a el.

Además tenia que hacerlo, me di cuenta que cuanto más disimulara placer, mas rápido iba a finalizar esta tortura.

–Esto querías, sentir la pija bien dura, confesalo. Se movía cada vez mas fuerte, sentía su pene duro como entraba y salía, luego me arqueo mientras se apretaba contra mi cuerpo. Su mano libero mi boca.

–Aaaaaahhhhhhh. Ahí fue que tome la decisión y finalmente me resigne y relaje completamente mi cola. Parece que lo noto enseguida, se dio cuenta cuando lo hice.

–Ahora te gusto puta no!!, -Te calienta no!, Te gusta ser mi potranquita?! me grito. Mientras se movía fuerte, como un semental en celo, me tomo de un hombro y de los pelos con la otra mano.

–Esto te encanta trola.

–Toma..toma..toma!, enardecido.

–Te gusta que te haga el culo?, -Pedimelo mas fuerte. Su pija se deslizaba ya sin dificultad en mi ya destrozado culo, la barrera de la resistencia ya no estaba, se sentía todo el grosor de su verga, todo el contacto, la fricción en las paredes de mi recto. Se escuchaban los chasquidos, y el golpeteo de sus caderas en mis nalgas..

-Mas fuerte pedilo!, -Mmmmm, gritalo!. Sentía como se movía, estaba totalmente partida en dos, era suya, era su puta, su yegua.

Empujo de golpe para metérmela hasta apretar sus testículos contra mis nalgas. Lo sentí y grite de dolor, me entro toda.

–Toma puta, toma conchuda, tragaleche. –Te gusta como hacemos cornudo a tu novio?.

-Ni se imagina lo que te pasa. Me hablaba todo el tiempo, mejor dicho me insultaba, me utilizaba como una puta, su puta, mientras yo hacia lo mejor que podía para fingir que me gustaba.

Me agarro de la cara y me obligo a besarlo, me forzaba a besarlo mientras me estaba sodomizando brutalmente. Chocamos las lenguas y me deje hacer, me deje llevar pues tenia que hacerlo. Manoseándome todo el cuerpo y apretándome la cara me dijo:

-Esto te encanta no?, -Era lo que querías putita. Me miro fijo a los ojos:

-Queres que te llene toda la cola de leche?, mientras cadereaba y empujaba fuerte.

–Aaaaahhhh, siiii. Le dije pensando que ya todo iba a terminar. Me di cuenta que estaba por venirse, que mi culo recibiría por primera vez la leche de un hombre. Me agarro de la carita y me dijo:

-Mirame, que esto no te lo vas a olvidar nunca en tu vida.

Ambos nos fijamos la vista y de repente….suavemente empujó y….sentí como empezó a saltar la leche, me estaba llenando toda.

–Mmmmmmm, mi potranca, Lo escuche gemir. –Aaaaaahhhh, lo acompañe. Saltaba mucha leche, sentía cada chorro como golpeaba dentro de mi culo.

No me soltaba la cara, me seguía mirando y yo a el con la boca semi abierta, como sorprendida y turbada.

–Te gusta no?, -Como te lleno?. Yo no podía ni hablar, un sentimiento de impotencia me hizo lagrimear, sintiéndome una completa puta, una yegua entera. Sentía su liquido dentro, mientras se movía y revolvía muy despacio como no queriendo dejarme.

Me beso nuevamente , mirándome a la cara.

–Aaahhhh, mmmm putita como me calentas.

-Yegua culona. Sentía como me llenaba de leche y con cada empujón la metía mas adentro.

Todo ese semen me estaba revolviendo el estomago, con su cuerpo sudoroso sobre mi espalda, su aliento en mi oído y sus últimos empujes involuntarios de su pija en mi dolorido ano. Un par de minutos pasaron cuando comenzó a levantarse.

–Aaahhh, ahora si que estas lista. –Ya estas servida. Sacando su pija repentinamente haciéndome doler.

Totalmente desecha, adolorida y montada permanecí ahí, sin moverme, agitada y confundida, mientras Don Alberto se desplomaba sobre una silla.

-Muchachos, cuando quieran. Su voz me hizo girar la cabeza y ver como Manuel, Julián, Armando, José, Silvio y hasta Samuel ingresaban al lugar………, -No, Don Alberto, ¿que es esto?, ………asi este calvario aún no terminaba…..

Un agradecimiento a Nati y sus aportes, una historia brevemente contada de lo sucedido en algún lugar del Buenos Aires argentino.

Los comentarios serán bienvenidos. Gracias.