Postre (i)

Como una mañana de trabajo termina en una tarde de diversion

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Hola amigos, sé que llevo tiempo sin escribir pero mis ocupaciones me tienen un poco alejada de la escritura. Entre el trabajo y los estudios me olvido de mis escritos. Como en relatos anteriores aquí les narro otra de mis experiencias sexuales más calientes.

Una mañana caminaba por los pasillos del edificio donde se encuentran los tribunales, a mi paso solo causaba admiración del público masculino y envidia del femenino, no porque fuera una gran belleza, sino porque a mi edad era una de las abogadas más exitosas de la zona. No soy una mujer extremadamente guapa, podría pasar por común, pero mi innata elegancia y mi seguridad me hacen destacar como la mujer exitosa e independiente que lo obtiene todo de la vida. Ese éxito aleja a  algunos hombres, una mujer tan independiente no cala en una sociedad tan machista como la venezolana, pero eso no me importa. Solo me interesa disfrutar del momento.

Con paso seguro entré a la oficina sede del Tribunal y di una mirada a mí alrededor. “el mismo movimiento de siempre” – pensé. Me di cuenta que un hombre dirigía hacia mí su interesada mirada con admiración que no disimulaba, ignorándolo me coloque en la fila de abogados que esperaban pacientemente ser atendidos por el archivista, y comencé a conversar con la colega que tenía delante de ella:

-         Buenos días Sandra.

-         Buenos días Angelique, ¿Mucho trabajo hoy?

-         Lo mismo de siempre – repuse dando un paso hacia delante siguiendo el movimiento de la fila- y a ti ¿cómo te ha ido esta semana?

-         De locos – afirmo Sandra - Hoy se presentó un hombre en mi despacho, con toda la intención de demandar a su mujer por maltrato hogareño – sonriendo interrumpió la conversación y se situó ante la ventanilla del archivo – Hola Omar, me permites el expediente número 3041.

-         Y tú ¿qué le dijiste? – le pregunté luego de recibir a su vez el expediente que solicite a mi turno.

-         Nada.

-         ¿Nada? – interrogué asombrada

-         Me fue imposible, la risa no me dejo hablar.

-         Y después dices que tus clientes tienen poca paciencia – Comenté, fingiendo exasperación ante la respuesta de mi amiga, luego fije mi atención en la lectura del expediente, estampé una diligencia, y me dirigí ante la Secretaria del Despacho, le entregué la diligencia junto con el expediente y salí del Tribunal.

-         Bien, ahora a seguir – Dije para mí misma.

Con paso seguro me dirigí hacia otro Tribunal repitiendo lo hecho en el anterior. Durante el transcurso de la mañana visité tribunales y revisé expedientes, no es que acaparara todo el trabajo, pero era una de los pocos abogados pertenecientes a un pueblo pequeño y cuando iba a la ciudad, no me permitía el lujo de perder el tiempo.

De pronto, cuando caminaba hacia la salida escuché una voz grave a mi lado.

-         Disculpe es usted la Doctora Angelique Valera – me preguntó un hombre que aunque no muy guapo si era de esos que llamaban la atención de cualquier mujer. Con su bien proporcionado un metro ochenta de estatura, ojos verdes aceituna, cabello rubio, nariz aguileña que mostraba un golpe del pasado y sonrisa sensual, me dejó sin palabras por primera vez en mi vida.

-         Señorita, ¿se siente bien?

-         Oh, sí disculpe, es que estaba pensando en otra cosa. Y en respuesta a su pregunta anterior, si, yo soy la Doctora Angelique Valera – repuse con la seguridad de siempre - ¿Con quién tengo el gusto de hablar y en que puedo servirle?

-         Mi nombre es Miguel Ángel Suárez, un amigo me la recomendó, el señor Albornoz

-         Oh, si, es uno de mis clientes – contesté con una gran sonrisa – dígame.

-         Tengo un problema y necesito un abogado – me dijo fijando su vista en mis ojos negros -  ¿podríamos conversar en un sitio más tranquilo?

-         Por supuesto, ya termine aquí así que podríamos hablar en el cafetín de la esquina.

-         Hagamos algo mejor, ya es casi la hora del almuerzo, vamos a un buen restaurante, le expongo mi caso y aprovechamos para almorzar –Propuso él

-         Perfecto – acepte sin reparos y él tomándome suavemente del brazo me dirigió hacia el estacionamiento del edificio. Caminábamos en silencio hasta un vehículo sedan color rojo, mientras él le abría la portezuela exclame observando el lujoso vehículo:

-         Presiento que usted será uno de mis mejores clientes.

-         Espero serlo – contestó él cerrando la puerta suavemente y dirigiéndose a su vez a mi lado.

Nos dirigimos a uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad. El almuerzo resultó fabuloso pero hasta el final mi acompañante no tocó el tema que le interesaba, solo me observaba con ojos voraces.

-         Para que me necesita señor Suarez – le pregunté.

-         Llámeme Miguel. En estos momentos estoy iniciando los trámites de mi divorcio. Me separe de mi mujer y ella me quiere dejar en la bancarrota.

-         Usted sabe que nuestras leyes no permiten eso. En realidad, ¿qué es lo que quiere de mí?

-         Que sea mi apoderada con todas las obligaciones que ello acarrea y… con todos los beneficios que nos pueden favorecer Angelique – me contestó fijando su penetrante mirada en mí.

-         ¿cómo cuales beneficios? – replique coqueta. El hombre me tenía a mil con esa mirada y ese aire que exudaba su aura.

-         Los que tú establezcas, sean cuales sean – en ese momento sentí su pie acariciando mi tobillo.

-         Me cotizo alto – respondí retadora ante su atrevimiento. Estaba feliz de que la atracción no fuera solo de mi parte. En ese momento sentí su mano encima de mi muslo, acariciándome por encima de mis pantalones – y el camino que lleva puede salirle caro.

El sonrió retiró la mano de mi muslo y me dijo suave:

-         Estoy dispuesto a pagarlo. -  Llamó al mesero y pidió la cuenta, pago y me tomo de la mano para sacarme del restaurant y llevarme a su auto. – ¿Tu casa o la mía?, desde que te vi sabía que esto iba a ocurrir y no pienso desperdiciar el momento.

-         Estas muy seguro de ti.

-         Angelique estoy seguro de que esto es lo que quieres.

-         Tu casa – decidí con desparpajo, ¿por qué negarme a cumplir mis deseos? soy demasiado caliente y ese hombre tenía ese no sé que me excitaba. Llegamos a su casa. Allí me baje un poco nerviosa por lo rápido de la situación. El bajó del auto y cerro el portón.

-         ¿Te estas arrepintiendo? – me pregunto Miguel acariciándome la cara una vez dentro de la casa.

-         No, pero es que ahora que estamos solos, no sé muy bien que hacer.

Miguel se me acercó y sentí su aliento en la mejilla. Aquello bastó para que sintiera una cascada entre las piernas. Me apresuré a cambiar de postura y a cerrar las piernas. Volví a sentir un deseo incontrolable. El corazón me latía fuertemente y la ropa parecía apretar mi cuerpo. Miguel también respiraba aceleradamente y tenía las pupilas dilatadas.

-         Quiero tomar un postre – me dijo con voz ronca

-         ¿de verdad?

-         De verdad – Miguel me tomo de la mano y me introdujo a la casa.

Una vez allí borró con un beso mis nervios.  Exploró mi boca como si no hubiera secretos entre nosotros, como si quisiera descubrir todas mis pasiones. Contesté a su beso con el mismo ardor, gemí y me apreté contra él. Sentí su erección y separe un poco las piernas. Frustrado por el exceso de ropas que se interponía entre nosotros me quito la chaqueta del traje y la tiro al suelo junto con la suya.

A continuación me desabrochó la blusa dejando al descubierto mi sostén de encaje y unos pezones erectos como piedras. Se apartó un poco y me miro. Ante su mirada mi cuerpo se éxito aún más, así que me quite la camisa y él se quitó la suya. Acaricie su pecho con picardía deleitándome en la sensación de acariciar su cuerpo. Tome en mi boca una de sus tetillas y Miguel al sentir esto su erección fue mayúscula.  Él volvió a besarme y me desabrochó el sostén pero no me tocó.

-         ¿Te gusta? – Me preguntó acariciándome la aureola del pezón con el pulgar.

-         Oh si – conteste estremeciéndome

Miguel tomo uno de mis pechos en la mano haciéndome suspirar. Cuando me acaricio el pezón con la punta de la lengua no pude contener un gemido.  Miguel me desabrochó los pantalones y me los bajó. Yo también desabroché sus pantalones y metí las manos dentro, explorando su erección y sus testículos. El me tomo en brazos y me llevó a la cama, una vez allí me recostó y acerco su boca a mi entrepierna, me quito el tanguita y coloco un cojín bajo mis caderas para tenerme ante si como un festín.

-         este postre me encanta – me dijo metiendo una de sus manos entre mis piernas acariciándome suavemente.

Introdujo su dedo en mi totonita haciéndome gemir, luego me introdujo otro. Estaba húmeda y excitada, pero Miguel quería prolongar aquello. Me beso el abdomen y apartó mis labios vaginales con el pulgar y encontró mi centro de placer, al que le regaló caricias con la lengua sin sacar los dedos de mi totonita. Con la otra mano me acariciaba los pezones. Yo solo sentía cada fibra de mi cuerpo responder a sus caricias. De pronto dejo de acariciarme, me tomo de las caderas e introdujo la lengua en mi vagina hasta que sentí el orgasmo más rico de mi vida. Después de esto intento tumbarse encima de mí, pero se lo impedí y fui yo la que se colocó encima de él.

-         No tan de prisa, ahora me toca comerme el postre.

-         ¿Te refieres a mí? – bromeó

-         Por supuesto, eres lo más apetitoso que hay en esta casa.

Aunque me había llevado al orgasmo, seguía sintiendo un vacío que solo podía llenar de una manera. Quería sentirlo dentro de mí, quería conducirlo a un mundo de placer en el que no hubiera estado con ninguna otra mujer, no quería que se olvidara de mí nunca más. Así que le agarre de las muñecas y le coloque las manos sobre su cabeza, descansándolas en la almohada. Miguel solo me miraba. Sentía su pene entre las piernas y sabía que le estaba gustando ese cambio de papeles. Lo besé con pasión y, cuando él intentó retomar el control, le mordí el labio inferior. Miguel volvió a su postura pasiva. Aquello le estaba gustando. Me levante un poco y con la mano comencé a masajearle el pene. Poco a poco comencé a moverme en círculos y bajaba hacia su pene, buscando con mi vagina ese pene que me estaba volviendo loca. Con cada movimiento me acercaba más. Me eche hacia adelante, colocando mis pezones a la altura de su boca. Él comenzó a chuparme los pechos, subí uno de mis pies colocándolo a la altura de su cabeza, el espectáculo lo excito aún más y con un movimiento de su cadera me ensartó fuertemente, llenándome toda. Ahogue un grito, aquel hombre tenía un pene mucho más grande de lo que esperaba.

-         Vamos pequeña, tú puedes – me animo él acariciándome la espalda

Comencé a subir y bajar a un ritmo frenético moviéndome hacia el orgasmo, acariciándome los pechos, pellizcando mis pezones con cada embestida. Sentí como sus manos resbalaban desde las caderas hasta mi clítoris, donde Miguel me acarició con maestría en el lugar exacto donde quería que me acariciara. Aquello hizo que tuviera un orgasmo gritando su nombre mientras Miguel me agarraba de las caderas con fuerza y me embestía dos veces más con ímpetu hasta que llegó al clímax con un fuerte aullido.

Deslice mi pie a un costado y deje caer mi cabeza en su pecho cerrando los ojos para disfrutar unos momentos de aquella cercanía.