Postales de traición 7

¿Por qué me haces esto?

¿Por qué me haces esto?

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Llegué a casa feliz, pero preocupada ante la posibilidad de que Ángel estuviera despierto, eran más de las cuatro de la mañana y si me pedía explicaciones, no se me daba bien mentir.

Lo que acababa de pasar, era un punto de inflexión en mi vida. No porque me fuera a despendolar con sexo furtivo, sino por mi convencimiento de que era capaz de lograr lo que quisiera, sin tener que rendir cuentas a nadie ni dar explicaciones, mas allá de las que fueran propias de mis responsabilidades. Y eso incluía mi matrimonio.

Recorrí de puntillas el departamento que estaba en silencio y con las luces apagadas, el comedor limpio y la cama sin usar, intrigada volví a la cocina y encontré el cartel pegado en la heladera.

Problemas en Energía atómica, te veo en el campo.

Me volvía a dejar tirada cuando más lo necesitaba. La sensación primigenia  fue de alivio, pero poco a poco, un rencor irracional fue tomando el control de mi ánimo regocijándose de mi reciente traición, transformándose poco después en histéricas carcajadas al vacío, que devinieron en un llanto compulsivo.

Una vez mas, mi pareja había privilegiado su puto trabajo a mis necesidades personales.

¿Acaso nadie podía acudir en su lugar, en una fecha tan importante para mi?

Si él hubiera estado donde lo necesitaba, nada hubiera pasado.

¿Tan poco valía para él?

Si hubiera conocido la respuesta, el daño no habría sido tan grande.

Arrastrando mis cansados pies después de bailar con tacones toda la noche, entré al baño para darme una ducha relajante, me desnudé y me metí bajo el agua templada, al ir a lavarme la entrepierna descubrí gruesos manchones de esperma resecos en mi vello púbico y el llanto volvió a aparecer con furia. Quedé sentada bajo el agua abrazándome las piernas hasta que me calmé.

-. Maldito Ángel, te odio.

Me levanté agotada al mediodía. Me vestí con un pantalón vaquero ajustado, un jersey sin mangas de cuello en pico que realzaba mis pechos y zapatos de esparto. Nada que ver con la vieja Laura, la que ayer ha dejado la crisálida tiene alas y está dispuesta a volar. Preparé el bolso con la ropa de recambio, el vestido para la ceremonia y otro bolso para los zapatos. Pedí un Uber y me dirigí en búsqueda de mi destino, me sentía segura, pero también, por primera vez en muchos años, me sentía sola

Maldito Ángel, ¿Por qué me haces esto?

CONCURSO AMAÑADO

-.¿Por qué me haces esto?

Preguntó Laura lasciva, volteando la cabeza mientras yo separaba sus nalgas y escarbaba su esfínter con mi lengua. Sabía lo que se le venía encima, pero le gustaba que se lo dijera.

-.Porque te voy a romper ese culo de puta que me vuelve loco.

Y la clavaba en la cama como a una mariposa de colección, en medio de sus complacientes alaridos. Era increíble, como esa seria y dedicada profesional, se entregaba en la cama a la hora de hacer el amor. Porque eso es lo que hacíamos, el amor. Sexo duro y salvaje de dos enamorados que quieren recuperar el tiempo perdido.

Nos habíamos casado en una discreta ceremonia a la que asistieron mis padres como testigos. Ver al gigante de mi padre emocionado hasta las lágrimas, es un recuerdo que me acompañará mientras viva y ni que hablar de mi madre, esa pequeña cascarrabias adoraba a la mujer que había logrado que su niño deje de fumar. Haberles dado esa alegría es una de las cosas que más me enorgullece, ya que poco tiempo después un accidente de tránsito los borró de mi vida.

Laura era una profesional implacable, aplicada a su trabajo, discreta al extremo, incapaz de llegar tarde o dar excusas para faltar sin motivo, sus planes estratégicos daban unos resultados extraordinarios y las comisiones que recibía eran abultadas, sus éxitos iban en detrimento del crecimiento de la competencia, que se veía derrotada una y otra vez por su astucia. Pero en la empresa no progresaba, una y otra vez el acomodado de turno o la rubia mas puta, se llevaba las promociones.

Contenta con sus éxitos y agradecida por las comisiones recibidas, nunca se quejaba y al terminar la jornada, se encontraba conmigo a las cinco de la tarde en punto para compartir la merienda. Lucía hermosa y distinguida, vestida con su trajecito serio, sus gafas de pasta y sus cómodos zapatos chatos, y pasábamos horas debatiendo las novedades del día.

Yo amaba esos momentos.

Me cansé de pedirle año tras año que dejara todo y se asociara conmigo, su visión estratégica para los negocios, podría ser la puntada final que nos llevara a la cumbre, pero una y otra vez se negaba. La famosa historia de los huevos en diferentes canastas y su necesidad de triunfar por las suyas, se imponía una y otra vez.

Yo odiaba eso.

Todo cambió el día que su gerente renunció. En lugar de promocionarla como le correspondía, abrieron un concurso de ideas para buscar un ganador de la promoción, y Laura se dedicó de lleno a esa tarea. Dejó nuestras meriendas de lado y se aplicó en cuerpo y alma a ese objetivo.

Cuando en la selección previa quedaron solo tres candidatas, directamente se obsesionó, además de empezar a trabajar todos los días hasta las diez de la noche empezó a dudar de su capacidad, de su presencia física, de los medios para alcanzar sus objetivos. En realidad, empezó a dudar de todas las cosas que nos habían juntado y más amaba de ella,

Nos iba bien, mi empresa estaba sólida, cada vez tenía personal más competente y podía derivar más trabajo. Eran contadas las ocasiones en que mi presencia era requerida a deshora. ¿Que necesidad de estropear todo por un puto concurso de mierda, de una empresa de pijos, que privilegiaba la apariencia a la eficiencia?

Pero decírselo era pelear, desconocer sus necesidades de desarrollarse. Era interponerse y limitar su autonomía. Machismo extremo. ¿Tan difícil era entender que yo la quería como era, que de ella solo necesitaba horas compartidas?

Hasta que le tuve que dar la razón, y decidí ayudarla sin que lo sepa.

Estaba conversando con el encargado de un edificio, al que acababa de salvarle el culo arreglando la caldera de calefacción que el idiota habia estropeado por imprudente, cuando vi pasar al guaperas de Javier del brazo de Caro, la rubia gerente de ventas y competidora de Laura en la promocion, de la que Javier era el gerente auditor.

Acababa de saber cómo me iba a devolver el favor el agradecido encargado. Se jugaba la cabeza en ello

-. ¿Estos vienen seguido por acá?

-. El tipo tiene el aguantadero en el cuarto A, la rubia viene los jueves.

-. ¿Me quieres devolver el favor que te hice hoy?

-. Solo dime que necesitas.

-. Las llaves de ese departamento, cuatro horas de tiempo y tu discreción. Te aseguro que el premio por tu gentileza te va a gustar.

Todo se realizó un viernes por la tarde, en que según el portero, el prota no iba.

El departamento era pequeño, constaba de un dormitorio, sala de estar, comedor con cocina incorporada y baño completo, Para el fin de semana lo teníamos cubierto de micro cámaras en todos los ambientes, todas conectadas a la red eléctrica del departamento y al WiFi comunal, baño inclusive. La información iba a la nube y yo la bajaba cuando  y donde quería.

El Jueves, estaba revisando papeles, cuando se encendió  la aplicación del video en mi monitor, al activarla, vi entrar a Caro acompañada de Javier. Sabía, de conversar con ellos en reuniones organizadas por la empresa, que esos días su marido jugaba golf. Entraron, se sacaron los abrigos y los zapatos, prepararon unos cafés y pasaron a la mesa del comedor. Se notaba la complicidad de una convivencia extendida.

Durante dos horas, ante mi indignación, punto por punto, Javier dictaba y Caro anotaba todo el desarrollo del plan que ella iba a presentar en el concurso. A las dos horas exactas, como si sus tiempos estuvieran perfectamente sincronizados, se miraron con una sonrisa y dejaron los apuntes.

Javier se levantó de su silla y se situó frente a Caro, que mordiéndose el labio inferior, comenzó a despasar el cinto y soltarle el pantalón que cayó sobre sus tobillos. Acto seguido y dándole besitos en la panza, le bajó el sip, descubriendo una polla normalita y dura, la tomó con dos dedos y sacando la lengua golosa le pegó un lametón desde los huevos hasta el glande. Cuando la tuvo bien lubricada se la tragó, asi nomas, literalmente, la polla desapareció dentro de su boca hasta los huevos, sin dejar de mirarlo a los ojos, se la empezó a mamar.

A pesar del cabreo, mi empalme era descomunal, las imágenes y el tiempo que hacía que Laura me tenía en ayunas, me estaban pasando factura, saqué la churra a ventilar y comencé a ejercitar mi onanismo,

El santo varón tendría mucha calle, pero se corrió en cinco minutos, -yo en cambio duré seis-, y la golosa hembra se tragó todo sin dejar caer una gota. Y no paró, siguió y siguió hasta que la herramienta recuperó su forma altiva, cuando lo logró el macho la tomó del pelo, la volteó de bruces sobre la mesa, le levantó la pollera y se la endilgó de una. O la potra no tenía calzones o el padrillo se fabricó un condón con las bragas.

Para ser cuarentón, el hombre tenía una virilidad asombrosa, o había recargado el tanque con pastillas de alto octanaje, porque le estuvo dando mandanga por más de media hora, sacándole a la hembra varios orgasmos. En el momento cumbre y antes de acabar se la saco del coño y se la mandó a guardar por el culo, sin que la zorra diga palabra, ese camino estaba tan transitado que ya no cobraba peaje. Media docena de sacudones después, le pintó el apéndice de lefa.

Se terminaron de desnudar y se metieron en el baño, se bañaron entre arrumacos y a las cuatro horas exactas, mientras el cornudo alcanzaba el hoyo dieciséis, con dos golpes bajo el par, la infiel volvía a casa habiendo logrado dos hoyos en uno.

El lunes al llegar a la oficina y abrir la máquina, en la pantalla volvía a titilar la aplicación señalando actividad.

Las cámaras habían sido activadas el fin de semana por Javier que  llegó temprano y se puso a trabajar en el ordenador. Bea, la sinuosa negociadora, llegó al mediodía, después de que su marido se fuera para llevar al niño a su partido de los domingos, se sentó a revisar el trabajo de su gerente, mientras él esperaba nervioso parado a su costado, le indicó correcciones que el maromo se apresuró a realizar y cuando se sintió satisfecha por el resultado, se reclinó sobre la mesa, se bajó las calzas con los calzones y apoyando la frente sobre la tabla se abrió los cachetes con las manos.

El hombre desesperado, peló la enhiesta estaca y después de escupir en el centro se la mandó a guardar hasta los cojones, sin que la hembra se inmute. Acojonaba ver los trancazos que le pegaba, sin lograr siquiera un suspiro de la mujer. Cuando no pudo aguantar más, descargó toda su artillería entre gritos de placer en las entrañas de la infiel,

Cuando Javier se retiró, Bea se subió los leggins sin decir palabras, copió los archivos en una memoria portátil y se marchó sin saludar.

La diferencia entre las dos mujeres era notable, mientras Caro sacaba usufructo de su placer, Bea directamente se había prostituido para lograr su cometido y eso, tratándose de una mujer brillante con diez años de matrimonio y dos hijos pequeños era duro de ver.

Contento por el resultado de mi pesquisa amateur y aterrado por el ambiente que rodeaba a mi pareja, soporté con estoicismo y sin dudar de ella, verla aparecer acompañada por Raúl todos los días a las diez y media de la noche, cansada, sin ganas de hablar y solo pendiente de darse una ducha e irse a la cama sin comer.

El miércoles anterior a la cena me levanté temprano y Laura, extrañamente ya se había ido, al llevar el desayuno a la mesa comprobé que se había dejado la carpeta con su proyecto sobre la misma. La llamé a su móvil para avisarle y no me dió cobertura.

Preocupado por si necesitaba la documentación, llamé a su oficina y la recepcionista me comunicó que esa mañana Laura tenía programada una visita a uno de sus clientes. Con el peor de los presentimientos volví a llamar en nombre de ese mismo cliente preguntando por Javier. La respuesta se me clavó en el pecho. Javier, ese día, no concurriría a la oficina.

Llegué a mi oficina temblando, encendí el ordenador con el corazón en la boca y la puta aplicación estaba titilando. Al pulsarla, se me fué el alma del cuerpo, Javier estaba parado de espaldas a la cámara, follándose la boca de una mujer arrodillada frente él. Le enterraba la polla con violentos caderazos, sosteniéndola de su abundante cabellera negra peinada en una hermosa trenza.

Cuando mis lágrimas amenazaban por desbordar la compuerta, el varón descargó toda su carga en la garganta de la dama, que al terminar de tragar, levantó la cabeza relamiéndose, revelando unos hermosos ojos azules que iluminaron la pantalla.

Frente a mi atónita mirada, María terminó de desnudarse y se tiró de espaldas abierta de piernas sobre la alfombra. Javier levantó las corvas sobre sus hombros y se zambulló en su entrepierna para devolverle la atención. Amante habilidoso como era no tardó en hacer aullar a mi amiga hasta hacerle alcanzar un par de orgasmos, luego de los cuales, se la empezó a follar con su recuperada virilidad.

Estuvieron follando todo el día y solo pararon para comer y tomar una ducha. Pude contemplar en primer plano el ya acostumbrado remate made in Javier, cuando la enculó a cuatro patas sobre el sillón, con la hembra pidiendo más.

Tenía toda la información que necesitaba para desbancar la corrupción y el desmadre de esa empresa, y faltaba poco para poner mi alocado plan en marcha, solo necesitaba un poco de paciencia, tener fé en mi pareja y confiar en Laura.

Lamentablemente, la fé y la paciencia también tienen límites. Verla aparecer el día de la cena vestida como una diosa, solo para quedar bien con el hijo de puta que se follaba a sus compañeras, me puso mal, pero cuando me tildó de fracasado y desprolijo, por no ponerme un traje y querer aparentar lo que no era, entendí que la había perdido. Después de tanto tiempo, lo nuestro estaba herido de muerte.

Solo faltaba el tiro de gracia y el arma estaba cargada.

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