Postales de traición 6

Sin remordimientos

SIN REMORDIMIENTOS

Llegué a la reunión quince minutos después de la hora pactada, ya todos estaban sentados a la mesa. Pude observar con satisfacción el codazo que una Caro sorprendida le aplicaba a Bea, anunciándole mi presencia. Los hombres en cambio, que me conocían de otra reuniones me miraban con la boca abierta, sorprendidos por la transformación.

Al acercarme a la mesa, un gentil Javier me arrimó la silla. Me preocupó ver que su esposa no había concurrido alegando una ligera indisposición. Tampoco lo hicieron Raúl y su esposa, las chicas comentaban entre risas que seguro habían tenido una de sus cada vez más frecuentes peloteras.

Preocupada por las posibles pullas de mis compañeras y los más que probables avances de Javier al no estar su esposa, descubrí que por primera vez las chicas me trataban de igual a igual y los hombres con respeto.

Al ver avanzar la hora y no verlo aparecer, disculpé a mi marido alegando una  emergencia en la empresa de un cliente. Esto motivó un brindis de los presentes por mi libertad de una noche, entre carcajadas de un amable Javier.

El gerente auditor era un hombre elegante de cuarenta años, de abundante cabellera negra con algunos matices grises y grandes ojos verdes, que todavía conservaba su encanto a base de mucho gimnasio y una simpatía desbordante,

La cena resultó deliciosa y abundante, el vino corrió generoso y decidimos bajar calorías bailando en un pub cercano. Nos levantamos y caminamos esos tres bloques que nos separaban del local entre risas. La noche era cálida e invitaba a pasear.

Al llegar nos encontramos con un ambiente ameno, de gente de edad parecida a la nuestra. La iluminación era tenue y la música suave y ochentosa, ideal para bailar y conversar.

Divertidos y en un ambiente de cordialidad y camaradería, bailamos todos con todos y para mi sorpresa los hombres se descubrieron excelentes bailarines, al contrario de mi esposo que solo sabía moverse espasmódicamente al ritmo del rock o la música tecno.

Cerca de las dos de la mañana, las parejas decidieron retirarse para poder descansar y prepararse para el fin de semana que se avecinaba. Cuando ya me aprestaba a ir al guardarropa a retirar mis cosas, Javier me pidió que bailáramos la última pieza que tenía algo importante que decirme. Había estado tan atento toda la noche y me había tratado tan bien, que no pude negarme.

Nos despedimos de las otras parejas,nos dirigimos a la pista donde sonaba en ese momento una melodía suave y nos pusimos a bailar. Javier me llevaba de la cintura de una forma maravillosa y nuestros cuerpos se movían cercanos, se rozaban pero no se apretaban.

Lo tenía tomado con ambas manos de su cuello y lo miraba expectante de lo que tuviera que decir.

-. Está mal lo que voy a decirte, pero después de ver el esfuerzo que has hecho y el trabajo increíble que has presentado, mereces saber que has sido elegida como la próxima gerente del área.

Se me aflojaron las piernas, por una vez mi trabajo y esfuerzo habían sido valorados, una corriente de alegría y agradecimiento brotó de mis entrañas, llevándome a saltar sobre Javier y besarlo en la boca.

Cuando nos separamos sonrientes, no tardamos ni diez segundos en volver a besarnos con ansias. Sin pensarlo demasiado, nos dirigimos a unos sillones en los reservados y seguimos con los besos, no pasó mucho tiempo en que Javier introdujo su mano por la raja del vestido, depositándola en ese cálido espacio entre las medias y el tanga esperando ansioso mi aceptación, la que le llegó cuando abrí ligeramente las piernas.

Sin dejar de besarme corrió la tanguita y se dedicó a acariciar deliciosamente mi entrepierna. Como amante consumado que era, le bastó rozar levemente el clítoris para llevarme a un orgasmo convulsivo.

Como en la vida hay que ser generosa y devolver con creces lo que se recibe, le desabroché el pantalón, le bajé el slip y saque a relucir su preciosa y anhelada polla, preciosa porque era mía, porque la tenía por mérito propio, porque me la había ganado con mi esfuerzo. No era grande y ni por asomo como la de mi esposo, pero la iba a disfrutar.

Me apliqué como nunca, su polla entraba y salía de mi boca con tanta suavidad, que parecía hecha para mí. Por fin disfrutaba de una felación, sin las quejas de mi marido por rozarlo con los dientes. Cuando la creí lista, dura y preparada, me arremangué el vestido, me subí a sus piernas, me corrí el tanga y me empalé.

Con su experiencia y su aguante, amasándome las nalgas, dándome leves cachetes me sacó dos orgasmos más, pero cuando ya no aguantó y se derramó dentro mío, sentí que me moría. Una corriente eléctrica recorrió mi columna vertebral desde mi cerebro y explotó en mi coño dejándome desmadejada.

Mientras recuperaba el aliento, echada sobre su cuello, le susurré.

-. Prométeme que no vas a pedírmelo de nuevo.

-. ¿Y por qué hoy sí?

-. Porque te estoy muy agradecida, porque no me lo pediste, porque me lo debía y porque estás muy bueno.

-. Ja, ja, ja, está bien, prometido.

-. Gracias

Le dí un beso en la boca, cubrí mi coño con un pañuelo descartable y me levanté de su regazo. Fuí al baño y me adecenté, fuí al guardarropa, tomé mis cosas y sin esperar a Javier, me marché con una sonrisa en el rostro. Me sentía más mujer que nunca. Sin remordimientos.

RETOMANDO EL CONTACTO

Sin remordimientos por cómo la había tratado y una vez pasado el cabreo, me dispuse a borrar a Carmen de mi vida. Me quedé un día más en la costa para templar mi ánimo y el lunes por la mañana, despacio, disfrutando el viento en mi cara, volví a casa.

Sería halagador poder decir que Carmen trató de buscarme para que la perdone, pero nada más lejos de la realidad, una semana después del incidente, partió para Londres nuevamente y nunca más supe de ella.

Terminados mis estudios y agregado el título de Ingeniero a mi curriculum, pude presentarme para trabajos más importantes, trabajos que requerían un grado de responsabilidad profesional certificado y dedicación incondicional, como los equipos de los quirófanos de los grandes sanatorios o los de mantenimiento de la Comisión de energía atómica. Si te llamaban a las tres de la mañana, allí debías estar. Lo bueno era que los contratos eran tan jugosos, como grande era la responsabilidad.

La empresa subió como la espuma, terminamos formando una plantilla de cincuenta personas en equipos de a diez a turnos rotativos y siempre con el reparto cooperativo de la mitad de las ganancias. Esto nos acercaba a los mejores especialistas de cada área, expertos en automación e informática o en las áreas más sofisticadas, además de los mejores soldadores, plomeros o electricistas en las áreas de menor exigencia tecnológica.

Durante un año no tuve contacto serio con ninguna mujer, solo alguna visita esporádica a Rosetta cuando iba al pueblo o una semana que pasó Rosa en mi departamento con la excusa de unos chequeos médicos.  El tema Carmen me había dejado escaldado, y por culpa de ello empecé a fumar, un cigarrito después de comer, otro antes de dormir y finalmente fumaba con cualquier excusa. Me relajaban

La rueda volvió a girar por un cambio de teléfono. Estaba consultando el correo en el móvil parado sobre una caldera, cuando una violenta expulsión de gases, lo hizo caer de mis manos astillando la pantalla.

Compré uno de la misma marca, pero  de última generación y a la noche me dispuse a aliviar archivos antes de copiarlos al nuevo, fue entonces que repasando fotos viejas, aparecieron las de Carmen que me habían arruinado la vida.

Después de eliminarlas, tomé conciencia de que nunca le había agradecido a Laura que me abriera los ojos y decidí llamarla.

-. Ángel...que sorpresa.

-. Repasando fotos viejas, recordé que estaba tan golpeado que nunca te agradecí tu ayuda.

-. No sabes lo bien que me hace que me lo digas, llegué a pensar que te cagué la vida.

-. Nada de eso, solo los grandes amigos hacen lo que tu hiciste por mí, vivía con una venda en los ojos. Oye, sin compromiso. ¿Te animas a tomar un café conmigo?

-. Solo si me invitas. Ja, ja, ja

-. Dalo por hecho, ¿Cómo te va el Viernes a las cinco, en el Cafetal?

-. Perfecto, nos vemos

-. Oye...Sin gigantes de por medio

-. Sin gigantes ja, ja, ja

Ese viernes estuvimos conversando por horas, terminamos cenando en un italiano y tomando una copa en un pub. La acompañe a su casa a las dos de la mañana y nos despedimos con dos besos en las mejillas.

Una velada maravillosa, si no me hubiera prohibido fumar delante de ella.

Laura estaba espléndida. Seguía vistiéndose recatada, con amplios pantalones de lana, su infaltable camisa blanca y un abrigo largo. Estábamos a las puertas del verano, pero las noches seguían frescas. Llevaba su largo pelo negro recogido en una trenza y sus hermosos ojos verdes verdes ahora enmarcados en unos coquetos anteojos de carey.

Se había graduado en empresariales y estaba trabajando en una gran compañía de inversiones en el área de estrategias y desarrollo. El trabajo le gustaba y se le daba bien, aunque le gustaría ser mejor reconocida. Por lo general la torta se la llevaban los de ventas, a pesar de que las estrategias comerciales salieran de su cabeza.

Cuando me mencionó el nombre de la compañia, recordé que Raul, un buen colega del instituto se había casado con María, una amiga común que era  la hija de uno de los dueños y lo habían enchufado en un puesto bien alto. Me agende hacerle una visita sorpresa y llevar a Laura.

A esa salida le siguieron otras, los dos estábamos libres de compromisos sentimentales y decidimos pasar la vacaciones juntos en la casita de la playa. Salimos un sábado temprano, en la nueva furgoneta de la empresa que estaba asignada a mi exclusivo uso como socio mayoritario y a primera hora de la tarde llegamos a la costa. Bajamos todo, yo me acomode en la habitación con baño, -que le quise ceder y ella se negó en forma terminante- y Laura en mi viejo dormitorio.

Conectamos todo y fuimos al centro comercial a comprar los víveres para llenar la heladera. Sorprendentemente teníamos gustos parecidos con la comida y nos pusimos de acuerdo rápidamente. De bebidas alcohólicas solo unos vinos y sidras, varios bidones de agua y para la hora de la cena ya estábamos en casa. Pedimos unas pizzas mientras acomodamos todo y cerca de medianoche nos fuimos a dormir, quedando en arrancar el día, a las ocho de la mañana siguiente.

Cansado del viaje, dormí de un tirón y a las siete y media ya estaba preparando el desayuno. Conociendo sus gustos de cuando vivíamos juntos, preparé café con leche, pan tostado con manteca y mermelada y jugo de naranja exprimida. A las ocho en punto apareció radiante, recién bañada, vestida  con un amplio vestido que le llegaba a los tobillos y con una hambre voraz.

Cuando ya iba por la tercer tostada se dio cuenta que la miraba y se puso colorada

-. Qué vergüenza, pensarás que soy una glotona, pero tengo un hambre atroz y este pan está delicioso.

-. Pues si.

-. ¿Que está delicioso?

-. No...Que eres una glotona. Ja, ja, ja

Y así, de buena onda, nos fuimos caminando a la playa con una buena provisión de frutas, quesos  y fiambres para el mediodía. Yo cargando sombrillas, bolsos y reposeras y ella la vianda.

Nos acomodamos cerca del mar para evitar la arena caliente, clavamos la sombrilla y desplegamos las reposeras, acomodamos todo a la sombra y nos sacamos la ropa. Cuando su largo vestido cayó al piso, descubriendo una voluptuosa hembra con bañador enterizo, quedé con la boca abierta

Cuando me recuperé, nos fuimos al agua, yo entré de una tirándome de cabeza mientras ella hacía pasitos cortos por lo fría que estaba el agua. Y luego siguió lo típico, jugar con las olas, ahogadillas, salpicarse hasta cansarnos y volver a secarnos al sol.

Una vez secos, nos aplicamos mutuamente, protección solar en aerosol en la espalda alta y en crema en el resto del cuerpo. El día fue corriendo entre charlas y risas y al caer la tarde volvimos a casa. Me bañe en la suite y ella en el baño compartido del pasillo, luego de vestirnos salimos a pasear por la rambla y nos quedamos a cenar en una parrilla del puerto.

Cerca de medianoche volvimos a la casa tomados de la mano y antes de ir a dormir, nos despedimos con un pico que me recordó ferozmente los meses de abstinencia.

Tirado desnudo en la cama sobre las sábanas frescas, con la ventana abierta y el falo endurecido, emprendi despacio la grata tarea del sube y baja en el momento justo que la puerta del dormitorio se abrió y apareció una sirena desnuda con un deshabillé transparente, que subiéndose a mi cama sacó mi mano de tan caliente lugar y me reemplazó en la tarea mientras me comía la boca.

Al poco rato la hice parar, estaba demasiado excitado y me iba a correr, la acosté sobre mi cuerpo y sin dejar de besarla recorrí con mis manos toda su esbelta figura. Ronroneando se dejó hacer mientras reptaba sobre mi cuerpo buscando el acople con sus piernas abiertas. Cuando lo logró y sentí su húmeda carnosidad envolver mi rígida herramienta, no lo pude aguantar y me descargué en su interior como un principiante.

-. Lo siento

-. No lo hagas, me encanta provocarte así, además sigues duro.

Y en ese momento comenzó nuestro romance, la frágil y modosa muchachita se convirtió en una diestra amazona que me cabalgó hasta la extenuación, tres orgasmos suyos, y uno mío después, quedó tendida resoplando sobre mi torso.

-. Dios mio, que pasada

-. Ni que lo digas

-. Valió la pena esperar tanto tiem…

Y se durmió sobre mi cuerpo

Amanecí con Laura prendida a mi polla, pasé la siesta amorrado a su chumino y me dormí en la noche después de perforarle el culo. Esa fue la rutina de esas vacaciones. A la vuelta, dejó su pequeño departamento del centro y se mudó a mi casa. Previamente me hizo prometerle dejar de fumar.

……………………………………………………………………...