Posesión Virginal (1/2)

Sumérgete en un relato de terror erótico: Un accidente que propició otro en la comarcal 503. Un grupo de estudiantes castigados perdidos en mitad de el monte... y una tormenta cerniéndose por el oeste...

Posesión virginal. Parte 1.

El segundo coche 1

Empezaba a arreciar el viento agitando los árboles del monte. Desde el oeste se cernían oscuras nubes en lontananza ocultando tras ellas el ocaso primaveral. Parecía que ese año se adelantaría unos días la época de tormentas. Mientas, Wade parloteaba con una compañera de instituto mientras dirigía su camioneta hacia aquella negrura en el horizonte.

  • ¡La que se nos viene encima! Si ya se me iba a hacer larga la noche al volante, añádele una tormenta - se quejó el deportista comenzando a corregir la dirección por los embates del viento - ¿No sabrás conducir?

  • El año pasado me dio algunas clases mi padre, pero soy un poco torpe, y eso que siempre conduje de día... y sin lluvia, claro - informó Lilith.

  • Nada, no te preocupes. Esta camioneta está hecha polvo, no es para principiantes. No sé ni como yo he tenido huevos de cogerla para ir a Blankcross a través de las montañas ¡Vaya putada nos han hecho ¿Eh?! - exclamó el atleta mientas inclinaba el espejo retrovisor a un ángulo inservible para la conducción.

  • Es una oportunidad para hacer algo bueno por los demás, por la pobre gente sin techo.

  • Claro, claro. Yo me digo lo mismo. También me ayuda pensar que si no lo hago suspenderé y no podré ir a la universidad el próximo curso ¡Qué castigo tan social! Vamos cuéntaselo a papi, ¿te pillaron copiando en algún examen?

Lilith agachó la cabeza.

  • ¿Copiaste? no me lo puedo creer. La chica más buena del instituto haciendo trampas, ¿no es eso pecado?

  • ¡Yo no copié! - se indignó la estudiante -… dejé a Evie que se copiara de mí. No había estudiado, y nos pillaron a las dos - y diciendo esto claramente contrariada se giró hacia su compañero - ¿Y a ti por qué te han castigado? ¿Por fumar droga?

  • Mejor no te lo cuento - sonrió Wade.

  • Vamos, yo te he dicho por qué me han castigado a mí ¿Qué hiciste?

  • Bueno, bueno, no te pongas así. No sé si recuerdas la movida en el vestuario de las chicas.

  • ¿Que habían hecho un agujero para espiar? - la estudiante ató cabos -. Espera, ¿fuiste tú?

  • Bueno, yo no lo hice - apenas pudo contener una risilla -, pero fue a mí a quien pescaron mirando por él. ¡Qué cosas tiene la vida! Somos dos almas gemelas: castigados por culpa de otros.

  • Pero serás guarro ¿Y cómo que no tienes la culpa si estabas espiando?

  • ¿Perdona? Te recuerdo que soy un hombre. El agujero estaba ahí y al otro lado chicas duchándose en pelotas ¿Me tomas por un pardillo? Claramente soy una víctima de las circunstancias. Dame cien vidas y en todas haría lo mismo.

  • Lo que eres es un cerdo. Espera ¿a qué viene esa sonrisilla? - y a Lilith se le encendió la bombilla de nuevo -. No me digas que...

  • Siempre me ha parecido que estabas muy buena, pero me dejaste sin palabras cuando te vi denuda en la ducha. Destacabas tanto de las otras.

  • ¡¿Qué?! No, no, no - exclamó la colegiala ruborizada meneando la cabeza -. No has podido verme desnuda. Me muero: ¡dime que te lo estás inventando!

  • Tienes los dos tetones más grandes y perfectos que he visto nunca, incluyendo los de internet. Y esa areola rosada… tan grande. Alucinantes. Aunque no los tenías tan de punta - apostilló mirando al retrovisor.

  • ¡Eres un cerdo! tú y tus amigos del equipo, además aquí hace frío - y subió de un tirón el retrovisor para que Wade dejara de escudriñarle el pecho. Estaba ostensiblemente afectada - ¿Por qué me has espiado? Qué vergüenza - dijo reprimiendo un sollozo. Se cruzó de brazos y apartó la mirada de su compañero.

  • Vamos mujer, es un halago. Tienes un cuerpazo impresionante; además, me encanta que lleves el chochete sin depilar, así a lo salvaje. Para mi gusto te queda muy bien.

  • ¡Nooo! - exclamó abochornada - ¿Qué voy a hacer cada vez que nos encontremos sabiendo que me has visto todo? - se dio un instante para pensar y secándose las lágrimas observó las hojas de los árboles arrancadas por el viento chocar contra el parabrisas. De pronto, un último cabo que atar - ¿Quién más miró por ese sucio agujero?

  • Mira, no me acuerdo quién más estaba allí, pero si quieres, paramos en un hostal de carretera y te dejo que me espíes mientras me ducho, así estamos en paz. Podemos decir al director que se nos ha averiado la camioneta de camino a Blankcross, ya verás cómo se les ocurrirá algún otro castigo.

  • No, porque intentarías aprovecharte de mí y yo quiero conservar mi flor tal cual está hasta el matrimonio.

  • ¿Bromeas? ¿Cómo puedes ser tan anticuada?

  • La palabra de Dios no es una moda, es atemporal y su mensaje permanecerá inmutable por siglos.

  • ¿Y si sólo me das un beso?

  • Aparta de mí.

Wade echaba mano a la rodilla de su compañera cuando está, mirando a la carretera, gritó horrorizada.

El primer coche

Tras la humareda comenzaron a recomponerse los cinco alumnos castigados del Winthrop High School que abandonaron el monovolumen de la madre de Evie Duncan, la jefa de las animadoras. Esta, que estaba al volante en el momento del impacto, tosía y se repetía “No tuve tiempo para frenar, no tuve tiempo”. Frankie Pearson, su novio, corrió a socorrerla, ya que cojeaba desnortada por mitad de la comarcal 503.

  • ¿Estas bien Evie?

  • Me duele el tobillo, me duele al pisar.

  • Maldita sea, estas sangrando. ¡Evie está herida chicos! - informó a los demás - ¡¿alguno sabe primeros auxilios?!

Los demás, aún aturdidos, miraban la estampa: el ciervo había volado por lo menos veinte metros y se encontraba agonizante sobre la línea del arcén. El monovolumen tenía en morro hundido y el capó deformado y levantado; estaba atravesado por uno de los cuernos del animal. Del motor manaba un intenso humo negro que comenzó a disiparse con el fuerte viento que se levantaba del oeste. Todos acudieron al escuchar el grito de auxilio del capitán del equipo.

  • Yo no sé nada Frankie - informó Aileen Stevens contemplando la hemorragia abierta en la pierna de su amiga -, de hecho, me voy a apartar: creo que me estoy mareando.

Marlene Clark se encogió de hombros y levantó los brazos cuando el Capitán la miró.

  • ¿Y tú Ben, sabes algo?

  • Solo teoría, nunca he hecho un vendaje de compresión, no creo que haga falta un torniquete - susurró cabizbajo.

  • De acuerdo, dime cómo se hace… - lo esperó, pero el pequeño Benjamin Lawrence parecía desubicado… temeroso -. ¡Vamos Ben ¿cómo se hace? maldita sea!

  • Tu camisa podría servir, y hazla tiras, no muy anchas, de unos diez o quince centímetros.

De un tirón Frankie se la arrancó y los botones de esta volaron quedando con el musculoso torso desnudo a la intemperie. Atendió a su apocado compañero y la hizo jirones por donde le iba indicando.

  • Ahora envuélvesela en la pierna… más despacio - susurró entrecortadamente - asegúrate de que quede firme, pero sin cortarle la circulación… así… una vuelta más. Con suerte y si no se mueve mucho - concluyó - se le cortará la hemorragia sin necesidad de puntos.

Una vez vendada la jefa de las animadoras, retiraron el coche de mitad de la carretera. El viento cada vez era más violento agitando los árboles. Además, negros girones de nubes invadían un horizonte cada vez más negro.

  • ¿Qué hacemos ahora? Aquí en mitad del monte no hay cobertura - preguntó Evie sentada en la cuneta con el pie en alto.

  • Creo que hay una gasolinera a unos veinte kilómetros. Allí podremos pedir ayuda - propuso Marlene.

  • Igual no me has visto la pierna aún.

  • Déjate de sarcasmos mona, si hubieras tenido más cuidado ese ciervo seguiría correteando por el bosque y nosotros de camino a nuestro bondadoso castigo.

  • ¿Podríamos haber venido en tu coche? Ah, no que no tienes.

  • Ja, siempre me han hecho gracia las pijas, rubias. Creen que todas debemos vestir de Versace. Te vas a tener que comprar un zapato de dos tallas más grande.

  • Dejadlo ya, ya discutiréis cuando estemos a salvo - Frankie acostumbraba a comandar a sus compañeros - ¿A dónde vas Ben?

  • ¡Hay una casa allí ¿la veis?! ¡Subiendo esa colina!

  • Yo voy a ir a la gasolinera, por la carretera, no me apetece adentrarme en el bosque.

  • Marlene tía, Evie está herida, no puede andar - le dijo Aileen que, aunque amiga suya, también era animadora.

  • Haremos dos grupos - dijo el Capitán a pecho descubierto -. Yo llevaré a Evie a la casa del monte. Los demás id a la gasolinera y pedid ayuda. Llevad comida y protegeos con lo que sea para la lluvia, tendréis que andar casi toda la noche y seguramente caiga una buena tormenta. Si nos damos prisa, Evie y yo llegaremos a la casa antes de que comiencen los truenos.

Las chicas parecieron conformes, pero Ben Lawrence, torció el gesto. El musculoso líder del equipo lo apartó para hablar con él.

  • ¿Qué llevas en esa mochila Ben?

  • Mi ordenador portátil.

  • ¿No te pesará demasiado? es una larga caminata, mejor sólo lo imprescindible.

  • Es ligero, no llega al medio kilo… Para mí es fundamental.

  • Como quieras.

  • Frankie, prefiero quedarme con vosotros, seguramente arriba, en la casa, pueda coger algo de cobertura.

  • Te necesito con ellas Bennie, no me fio de ninguna de las dos, tienen menos cerebro que un mosquito ¿Lo harás por mí? Te prometo que intentaré llegar al punto más alto para ver si puede contactar con alguien. Con suerte avisaré a la policía de lo sucedido, no os separéis de la carretera y estate atento a cualquier coche que pase, intentaré que os vayan a buscar antes de que lleguéis a esa maldita gasolinera.

El segundo coche 2

  • ¡Giraaaa! - gritó Lilith.

  • ¡Joooooder! ¡¿qué es eso?!

La camioneta de Wade culeó y tras rebasar al ciervo se salió de la carretera para golpear con la rueda trasera izquierda en una roca del monte. Esta voló adelante y Wade corrigió con pericia la dirección evitando volcar. Pese a todo el coche derrapó botando hasta que se detuvo por completo quedando atravesado en la calzada seguido por sus cimbreantes y entrelazadas marcas negras de neumático quemado sobre el asfalto.

  • ¿Has visto eso?

  • ¿Era Evie?

  • Yo juraría que era Evie. Incluso con toda esa sangre de la cara pude reconocerla.

  • Nos esquivó, íbamos a atropellarla, pero saltó a un lado, y se fue por allí, hacia el bosque.

  • Cojeaba… estaba hecha un desastre.

  • ¿Qué cojones hacía detrás de ese ciervo?

  • Llámame loco, pero parecía estar comiendo de él… y esa mirada…

Cayó de todo el sol liberando al vendaval que agitaba la espesura y se abalanzó sobre el monte pudriendo el cielo de negro. Al fondo, rugía el aparato eléctrico. Los jóvenes debatieron su situación y acuciados, empujaron la averiada camioneta a un lado.

  • Mira Wade, es el coche de la madre de Evie, el que salió primero para lo del castigo. Se debieron estrellar contra el ciervo.

  • ¿A dónde habrán ido?

  • Hay una luz allí. Fíjate, al fondo, en lo alto de la montaña.

  • Si, es una casa, seguro que se han ido a refugiar a ella.

  • Vamos antes de que nos caiga el diluvio.

  • Espera, voy a coger una linterna o lo que sea que nos pueda servir.

  • ¡Date prisa! - revolvió Wade en la trasera de su camioneta y después en la guantera del copiloto. Volvió con su compañera sujetándose algo en el cinturón… por la espalda.

  • ¿Qué miras? - le preguntó Wade.

  • Al ciervo, parece que le han arrancado el corazón.

La cabaña del monte

En la soledad del monte la cabaña se iluminó de golpe por un fogonazo azul y, al poco, el ensordecedor estruendo del relámpago que lo acompañaba. Incluso Marlene Clark, la más aguerrida de las chicas, respingó mirando la negrura de la noche a través del ventanal. El agua discurría a mares por él, después de chocar estrepitosamente contra el tejado.

  • ¿Se habrán perdido por el bosque? - preguntó Marlene mientas echaba un par de troncos más a la chimenea.

  • Frankie me dijo que intentaría subir a la cima para comprobar la cobertura, pero no creo que haya tomado una decisión así con la que está cayendo… y con Evie a cuestas - susurró entrecortado Ben Lawrence desde un rincón, con las gafas empañadas.

  • No os preocupéis chicos, seguro que están bien y no tardan en venir- dijo Aileen -, deben haber improvisado algo, por el motivo que sea, como nos ha pasado a nosotros.

  • Se escucha algo fuera… - tembló el pequeño estudiante.

  • Son sólo los truenos Ben, relájate, aquí estaremos bien esta noche.

  • No, ha crujido algo… por allí… ¡Mirad!

  • Es cierto viene alguien. Es la luz de una linterna.

  • ¿Son Frankie y Evie?

  • No… Son… Los del segundo coche ¡han venido a buscarnos!

Raudos por la emoción salieron a recibir a sus compañeros de castigo, bajo la atrocidad de la tormenta. Venían Wade Doyle y Lilith Tucker empapados, y de barro hasta las orejas.

  • Pasad chicos. Hemos hecho fuego, aquí había una chimenea.

  • ¡Joder! - bramó Wade al verse a cubierto -, creí que no llegaríamos nunca. Es increíblemente difícil caminar con el suelo tan embarrado.

  • ¿Habéis venido a buscarnos? ¿Visteis nuestro coche en la cuneta?

  • Si, pero nos estrellamos también, al esquivar al ciervo… - Wade se tomó un instante - ¿Y Evie? ¿No está aquí? Nos pareció verla allá abajo.

  • No puede ser, cuando nos chocamos contra el ciervo Evie se hirió en la pierna. Fankie la cogió a hombros hace horas y subieron hacia esta casa por donde lo habéis hecho vosotros. Ben, Aileen y yo nos fuimos por la carretera a buscar una gasolinera, pero bajando más adelante vimos un camino que subía hasta aquí, mucho menos tortuoso y decidimos pasar la noche en la cabaña también. Al llegar no había rastro de Frankie ni de Evie.

  • He visto huellas al subir, eran profundas, deben ser de Frankie con Evie a cuestas.

  • Si no vienen esta noche, mañana temprano subiremos a la cima a buscarlos y a intentar pedir ayuda.

  • Me parece bien, lo hacemos así. Qué desastre de viaje: dos accidentes en el mismo sitio.

Al rato tuvieron puesto en común el relato de lo sucedido, aunque aparte de lo dicho, ni Lilith ni Wade comentaron más sobre lo que habían visto de Evie en la carretera, podían habérselo imaginado perfectamente. También recontaron la comida de la que disponían (sándwiches, galletas…) y los enseres que pudieran serles de utilidad como la linterna de Wade y unas pilas de recambio.

  • ¿Porqué no pasáis la noche aquí Lilith y tú, en el salón? - preguntó Marlene a Wade -. Podéis secaros la ropa al fuego, y dormir en los sofás, hay mantas. Arriba tenemos tres habitaciones pequeñas y una buhardilla. Nos apañaremos bien, nosotros no estamos mojados.

Wade miró a Lilith, ella se la devolvió respirando hondo. No parecía estar del todo conforme.

  • Está bien - confirmó la chica por fin, después de esos instantes de reflexión.

  • Yo iré a la buhardilla - dijo Ben - he visto una antena instalada en el tejado, voy a ver si consigo usarla para amplificar la señal de datos.

Subieron los del primer coche arriba dejando solos, ante el crepitar de la chimenea, a Wade y a Lilith. El atleta se quitó la camiseta y la colgó de una silla ante el fuego. La joven estudiante, dándole la espalda y ocultándose entre las sombras del lateral de la chimenea, se desabotonó la blusa parsimoniosamente, intentado retrasar el momento que temía. Se la quitó y en la oscuridad la sostuvo con una mano mientras se llevaba el otro brazo al pecho, sabía que su busto estaba bajo el morboso escrutinio de su compañero. Al llegar a la silla se expuso a la titilante luz del fuego. Lo miró de reojo, encorvada y temerosa, para descubrir que necesitaría de sus dos manos para tender la prenda allí. Entorpecido por la oscuridad oscilante y el brazo de su compañera, el jugador aguzó la mirada para atisbar tan fabulosas y grandes formas. Las tenía oprimidas por un sujetador violeta que, aunque de talla grande, no era lo suficiente como para contener tal exuberancia, y al colgar ella la blusa en la silla, la gravedad actuó y Wade consiguió entrever de perfil, bajo su axila, el contorno de una de esas maravillas pendiendo pesadamente. Encajó una punzada de dolor en la entrepierna y resopló.

  • ¿Podrías dejar de mirarme así? Me haces sentir muy incómoda - le reprochó.

  • ¡Madre mía Lilith! ¿cómo no voy a mírate? eres un poster de playboy viviente. Ninguna de las chicas del instituto te llegan ni a la suela de los zapatos… me va a explotar el pantalón solo de imaginarte desnuda. Es increíblemente morboso ver cómo te cubres.

  • Para por favor, me da muchísima vergüenza.

  • Mujer, imagínate que estamos en la playa y tu simplemente luces un bonito bikini. ¿No hay nada de malo en eso no? es lo normal para ir a bañarte. Además, ya he confesado haberte visto desnuda ¿eso no te hace sentir mejor? - Lilith torció el gesto aún más y se retiró de nuevo a la penumbra del lateral de la chimenea cruzando los dos brazos sobre su pecho - Bueno, bueno, no pasa nada, me iré arriba a dormir, no te preocupes… ¿Cómo se llamaban? Marlene y Aileen, quizá tenga más suerte con alguna de ellas.

  • Espera Wade, no me dejes aquí sola.

  • Joder Lilith, aclárate. ¿Qué te pasa ahora?

  • Me da mucho miedo este sitio, estamos solos y perdidos en mitad del monte, bajo una tormenta brutal. Somos un regalo para cualquier loco que pase por aquí - Wade sonrió escuchando a Lilith.

  • Eso digo yo… es muy peligroso - comentó el atleta ahogando una risilla -. Pero, no puedo quedarme aquí con los ojos vendados.

  • Me imaginaré que estamos en la playa y que estoy en Bikini.

  • Sal entonces de ahí y baja esos brazos.

Salió, y hasta en un par de ocasiones hizo el además de bajarlos, aunque sin lograr vencer aquella vergüenza que la atenazaba.

  • Vamos mujer, el mar está encalma, sólo tenemos que pasear por la orilla… y si se puede, bañarnos en él.

Los ojos y boca del deportista se fueron abriendo a medida que los brazos de Lilith cayeron lentamente a su cintura. Contemplándola en plenitud comprendiendo entonces las locuras que un hombre puede llegar a hacer por una mujer. También lo sintió por Hugh Hefner y los millones que nunca ganaría con una chica tan tímida, ella jamás posaría ante ningún fotógrafo. Efectivamente, su perfecta anatomía voluptuosa se exageraba en el pecho y la tensión de los elásticos del sujetador así lo atestiguaban. Comprendió Wade ante tal apretura que su compañera debía usar alguna talla más pequeña para disimular semejante tamaño a los compañeros del instituto. ¿Cómo no? permanecía cabizbaja y seguramente ruborizada; se miraba a un pequeño crucifijo que le reposaba en lo alto de uno de aquellos melones comprimidos.

  • ¿Has visto? no pasa nada - dijo Wade, y aprovechando también él las sombras ocultó, entre el brazo del sofá en el que pasaría la noche, lo que había guardado todo el camino en el cinturón. Una vez liberado de ello prosiguió aumentando la apuesta - Ahora yo me quito los pantalones y los dejo aquí - la estudiante alzó por un instante la cabeza.

  • Jajaja - rio Wade con los brazos en jarra, abriendo una cuarta las piernas y mostrando lo prominente del bulto de su boxer - ¿Has visto? Es imposible no mirar. ¿Buen paquete eh? Un orgullo para la familia Doyle: heredado generación tras generación.

Lilith no dijo nada y permaneció atenta. Cuando su compañero se giró para buscar el improvisado lecho, ella se apresuró a quitarse la falda, colgarla de la silla y a ocultarse bajo la manta del sofá en el que descansaría ella. Incluso sentía más pudor por enseñar sus braguitas. Todo esto, aparte de excitarle, al atleta le hacía bastante gracia y, con una amplia sonrisa, se sentó despatarrado en su improvisada cama, tensando la musculatura del torso y abdominales. Se moría por ver la reacción de Lilith ante una estampa tan pecaminosa. Esta, esquiva, mantenía el rostro gacho. Sin embargo, al poco… otra fugaz mirada curiosa que aparto en una milésima de instante comprendiendo lo que tenía enfrente.

  • Lilith ¿Tú has visto alguna vez un pene, así al natural, no en algún libro de biología?

  • No… yo, bueno nunca… no tengo hermanos, soy hija única.

  • Sigo manteniendo la oferta que te hice en el coche. Si quieres puedes verme desnudo y así quedaríamos en paz.

  • … preferiría que no - susurró.

  • Entonces no mires ahora, tengo los gallumbos mojados y no quiero resfriarme durante la noche - de un tirón se los bajó liberándose así el pene, y este, bamboleándose, terminó por apuntarla directamente a la cara. Ella la volvió tapándose con la mano. Wade, desnudo, caminó hacia la chimenea para tender la penda de interior con demás ropa. De vuelta, y erecto como estaba, la polla se le balanceó desafiante de lado a lado golpeándose los muslos con ella. La estudiante, desde su sofá, pudo verlo esto furtivamente, entre los dedos de la mano. El musculado deportista volvió a tomar asiento de esa manera tan masculina suya, y relajándose se cruzó de piernas y alzó los brazos para sujetarse la cabeza.

  • ¿Te gusta? ¿Te la esperabas así? - Lilith apartó la mano de su cara lentamente y le miró -. Vamos, dime algo mujer ¿te la esperabas más? No sé ¿más gorda?

  • Más pequeña.

  • ¿En serio? ¿Tengo cara de pichulín? Jajaja.

  • Nunca había visto una y me parece muy… La tienes un poco torcida ¿no?

  • Sí, cargo a la izquierda. Nos pasa a muchos.

  • Te molesta cuando la tienes tan dura.

  • Es mejor no llevar puestos unos vaqueros ajustados en una situación así. De todas formas, esto solo se soluciona de una manera, estoy muy, muy cachondo Lilith.

  • A mi no me mires, prometí llegar virgen al matrimonio.

  • Hay otras maneras de hacerlo - bajando la mano y lenta y ampliamente, Wade, comenzó a frotársela para que ella pudiera tomarlo como ejemplo.

  • ¿Cuáles más?

  • No sé… ¿Con la boca?

  • ¡Qué asco!

  • Con esos tetones que tienes sí no.

  • ¿Con mis tetas? Eres un depravado.

  • Si, la gente lo hace… bueno sólo los que tengan una pareja con las tetas gordas. Con la mitad de la tuyas bastaría.

  • ¿Y cómo se hace?

  • Si te quitaras el sujetador, yo pondría mi polla entre ellas y me las follaría, y así tu flor no correría ningún peligro - Wade se levantó y se puso frente a Lilith, despacio le bajó la manta con la que se tapaba hasta el cuello; quería así descubrir su escote y ella, paralizada, no hizo nada por evitarlo. Intentando asir el pequeño crucifijo de plata que presidía en el centro de sus tetones, Wade, con el dorso de la mano y de soslayo rozó la abultada parte alta de uno de ellos. La chica suspiró al contacto - ¿Quieres que lo probemos?

  • Por favor… Wade para… - suplico casi jadeando sin poder apartar la mirada de su polla.

  • ¿Con la mano mejor? Te gustará, es como agitar una coctelera.

Llamó entonces la naturaleza a las puertas de la estudiante y presa del momento accedió con nerviosismo a envolver levemente la virilidad de su compañero. Tan leve fue ese contacto que apenas llegó a roce y solo el temblor del pulso de ella permitió a Wade sentir el frio de su mano.

  • Buff nena. Este es el momento, sin miedo - pero ella no paraba de temblar. La tercera vez que completó una de esas leves subida y bajada le soltó súbitamente. El ángel había ganado esta batalla al demonio de sus pensamientos.

  • Esto es sexo también.

  • Vamos Lilith, ¿cómo crees que concibieron a la Madre Teresa de Calcuta, o a cualquier papa del Vaticano, o a los curas? ¿Son unos cerdos los padres de toda esa gente también?

  • Tienes la polla muy caliente, te palpita, y las venas parece que te van a explotar.

  • Está bien, ¿Qué te parece si volvemos a lo del pecho? No tienes que hacer nada, ni tocármela ni meneármela, ya me encargo yo de todo. No hace falta tampoco que te desnudes. Ven conmigo, vamos a la ventana - ella le acompañó dubitativa por la habitación, aunque después de anudarse la manta a la cintura -. Yo me siento aquí en el alfeizar, y tú solo tienes que arrodillarte delante. Y ahora mira… te la meto por debajo del sujetador - Al no entrar del todo paralela, la polla de Wade se dobló un poco contra el esternón de su compañera, y ni esto ni la presión, impidieron que el glande resbalara por él para terminar asomando entre sus tetones. Lilith esbozó una sonrisa al ver a su compañero resoplar mirando al techo.

  • ¿Tardarás mucho?

  • No creo nena - Bufó Wade.

No llevaba mucho follándose sus tetas cuando la fricción y la presión de ahí dentro comenzó a dificultar las inserciones, obligando con esto al atleta a emplearse con mayor rudeza. En uno de estos fuertes empellones, el broche central que unía las dos copas del sujetador saltó por pura física, después de rebasar el índice de máxima torsión. Bamboleantes, como enormes flanes, las dos maravillas que atesoraba de Lilith botaron al aire y Wade pudo contemplar de cerca esas enormes y rosadas guindas que las coronaban.

  • ¿Qué has hecho? - Su reacción fue volverse a tapar con los brazos, apretujándoselas.

  • No pasa nada, se ha desabrochado. Luego lo arreglamos. Déjame que te vea - le acarició las manos y agarrándola por las muñecas, lentamente, se las separó del pecho. Y así, delante suyo la contempló hipnotizado.

  • Déjalo Wade, ya no podemos seguir - sin embargo, él ya había pasado el punto de no retorno. Se escupió a la entrepierna y le condujo las manos bajo las axilas para que con ellas simulara la presión que hasta ese momento había hecho la violeta prenda que ahora yacía en el suelo.

  • Apriétate así las tetas nena - y el atleta volvió a meter la polla entre ellas, ayudando a su compañera a sostenérselas apretando por los lados. Pudo así, flanqueando, tocárselas y deleitarse con su pesada consistencia. Esto le excitó más si cabe - ¿Te gusta? - la preguntó tomando aire.

  • Un poco.

  • ¿Por qué no lo hacemos?

  • No, así solo.

  • Vamos, no te va a doler - la insistió aumentando la fuerza con la que se follaba sus tetones.

  • No, así solo.

  • Buff, no aguanto más.

Un chorro de sangre salpicó entonces la cara y pecho de Lilith. Con esto comenzaba la verdadero pesadilla de estos chicos… Alzó la mirada instintivamente al escuchar los cristales del ventanal romperse en un gran estruendo. Vio a Wade atravesado de parte a parte por una rama del exterior, una especie de lanza improvisada. Su afilada punta le asomaba por el abdomen y seguidamente se desplomó al suelo agonizante. Lilith gritó horrorizada y este grito se fundió con el rugir de la tormenta. Por la ventana entraba furibundamente el agua y el viento cuando, en otro fogonazo azul, pudo ver claramente a Evie. Sostenía el otro extremo de la lanza. Su boca estaba ensangrentada y sus ojos embotados en blanco… Miró a Lilith con una terrible expresión dibujado en el rostro.

En el próximo capítulo la resolución.

Camberbun (& BustyLucía)