Poseida por los gnomos

Realidad o fantasia? Tu lo decides.

Ya era sábado al mediodía y llegaba a casa a las doce y treinta desde la noche anterior que había salido. El clima seguía tan pesado debido al calor húmedo.

El sol caía a fuego en esa siesta cordobesa que se anticipaba muy calurosa.

Lo primero que hice al entrar a mi casa fue sacarme mi ropita que estaba toda arrugada y meterme en la ducha tibia durante un largo rato para despejarme mientras el vapor de agua envolvía el baño como si estuviera dentro de una nube espesa y reconfortante.

El agua tibia me daba en la cara recorriendo mi cuerpo con una hermosa sensación de estar en ese ambiente tan cálido donde los poros de mi piel despedían sus impurezas, pero no lograba sacar las marcas de mi interior aún palpitantes de sexo ocasional desatado la noche anterior.

Mientras me secaba lentamente y a medida que se iba evaporando el vapor acumulado en el baño de casa, sequé el espejo del gabinete y me miré el rostro.

Esa era yo tal como soy aunque mis ojos se notaban distintos, como más profundos y en esa profundidad notaba también que mi cara ocultaba los aspectos más ocultos de mi sensibilidad femenina y me hacía recordar lo que Freud manifestaba sobre el interior femenino como un continente oscuro cuyo misterio ningún hombre aún ha podido develar. Y no es para menos.

Mientras me iba secando el cabello ante el espejo, miraba en mis manos mis uñas tan crecidas. Me encantaba vérmelas así tan largas y cuidadas como siempre las quise tener.

Me miré de nuevo con el rostro lavado y me dije a mí misma que nunca pensé que sería tan bestia en el sexo recordando mis experiencias anteriores del viernes por la noche.

Eso me produjo tanta gracia que me hizo sonreírme a mí misma.

Nunca me hubiese creído ser una mina capaz de derribar tantas barreras interiores y exteriores, pero ahí estaba con mis secretos guardados de los que solo yo y mi cuerpo éramos testigos.

Me envolví con el toallòn húmedo y salí del baño caminando descalza.

Todo mi cuerpo estaba muy sensitivo y lo percibía hasta en la planta de mis pies que sentían el fresco del piso al desplazarme por mi casa.

Entré a la cocina y saqué de la heladera una botella de yogurt bebible deleitándome con el fragante gusto a durazno dulce y fresco que calmaba mi sed.

Luego mientras terminaba de secarme el cabello en mi dormitorio, dejé el toallòn sobre una silla y me tiré en la cama sintiendo que las sábanas frescas acariciaban mi cuerpo desnudo con la fragancia de no haber sido usadas esa noche.

Me dejaba estar así mientras jugueteaba con mi cabello y me permitía que mi mente vagara sin pensar en nada dentro del mundo despreocupado de la semi penumbra del dormitorio donde había bajado las persianas de la ventana para que no entrara la luz del mediodía.

Un fresco muy agradable sentía mi piel en la comodidad de mi aposento. Aunque pude dormir unas horas desde la madrugada hasta las 10 de la mañana, ahora quería dormir otro rato y mientras me iba soltando de a poco entraba sutilmente en una somnolencia muy tenue que me internaba en un profundo sueño que me sumergía en un mar inmenso en el que todo eran penumbras.

En algún momento llegué a una zona etérea que me iba depositando suavemente donde todo eran sentidos en silencio.

Sentía como una atmósfera densa que me envolvía y en algún momento me pareció haber abierto los ojos y haber notado en esa casi oscuridad de la habitación la silueta de un hombre que estaba sentado en un rincón mirándome fijamente acostada en mi cama.

Era una presencia difusa que me observaba y aunque no sabía quien era, presentía que era alguien conocido por mí.

Yo no sentía temor ante ello pero suponía que me había seguido hasta mi propia casa insolentemente y me dio cierta aprensión cuando vi que se incorporaba para acercarse a mi cama.

Yo quise moverme pero no podía. Solo podía observar que el hombre estaba de pie a mi lado y me acercaba su mano que me acariciaba suavemente el cabello para relajarme.

Así fue que me fui soltando del todo mientras esa presencia me iba tomando con firmeza y aunque no sabía quien era sentía que esas manos ya me habían acariciado antes.

Yo solo atinaba a dejarme llevar complacientemente por ese alguien que me estaba poseyendo con una carga erótica que me envolvía fuertemente.

Mi sexo se había despertado y empezaba a sentir su carne caliente que me comenzaba a invadir con unas sensaciones extrañas.

Se mezclaba un cierto dolor al recibirlo pero a la vez me llegaban sus vibraciones hasta lo más profundo de mi ser.

A veces era muy placentero sentirlo moverse dentro de mi sexo pero por momentos se tornaba muy violento casi rozándome con dolor en cada furiosa arremetida.

Yo estaba segura que en el sueño lo estaba haciendo con alguien conocido pero eran sensaciones tan nuevas me llegaban a mi cuerpo ardoroso de tal manera que me hacían arrancar gemidos de placer mientras le requería pronto toda su descarga dentro mío para saciarme.

El hombre oscuro me decía que me le tenía que entregar totalmente sin preocuparme y mi cabeza descontrolada me hacía contestarle que era toda suya pero que por favor no parara de hacerlo.

Invadida de placer, sentía que ese cuerpo musculoso y bien formado me sometía con ganas y creo que hasta me hacía gritar dormida.

Percibía que me decía cosas muy obscenas al oído a las que yo solo le respondía a todo que sí mientras me movía frenéticamente.

En un momento se frenó un instante y se contuvo.

Yo que lo aferraba fuertemente con muchas ganas y solté mis fuerzas cuando empecé a sentir como con sus contracciones me empezaba a lanzar su torrente tan esperado.

Yo sentía como cada una de mis células le recibía su fuerza mientras mis ojos sorprendidos veían que desde su sexo empezaban a surgir unos fogonazos brillantes como llamaradas azules que fluían de su cuerpo espasmódicamente y que me iban envolviendo hasta llegar a enceguecerme como flasheada, yo quería gritar fuerte pero no me salían sonidos.

Solo sentía algo muy morboso que estaba transmitiéndome en una carga muy fuerte que invadía todo mi cuerpo hasta mi última célula mientras le preguntaba qué me estaba haciendo.

Me pareció nuevamente que estaba despierta en la penumbra de mi dormitorio como narcotizada mirando como la silueta de ese extraño hombre me decía con voz gruesa que ya estaba todo consumado y al que yo sentía sumamente duro aún dentro de mí.

Me seguía diciendo cosas muy obscenas a las que le respondía que sí con todas mis ganas.

Yo quería mirarle la cara pero me rehuía poniéndola a un costado de mi rostro y sentía el perfume de su pelo.

No me importó que no se mostrara y le pedí que siguiera, que lo estaba sintiendo maravillosamente.

Eso me hizo abrazarlo con fuerza con mis ojos cerrados pero de repente noté que había cambiado. Le sentía otro olor más fuerte en su piel.

Abrí los ojos para mirarlo y noté que ahora era otro hombre de edad madura el que me estaba abrazando. No era el otro anterior, este era pelado, morocho con una panza prominente y de mayor peso que estaba empezando a poseerme.

Le pregunté quien era y me contestó que era mi dueño, que me le dejara como siempre.

Temblorosa quise hablarle pero solo sentía su pesado cuerpo desnudo que se pegoteaba al mío al que yo me le estaba entregando en un clima pesado y denso donde todo eran sensaciones de las más oscuras y prohibidas.

Me decía que ya era suya, que me había logrado y que a partir de ahora me tenía toda suya mientras me penetraba con fuerza.

Yo sentía una sensación alevosa como si lo tuviera entero dentro de mi cuerpo y mi pobre voluntad estaba absorbida por esa persona extraña que me quitaba todas mis fuerzas.

Sin inhibirme le dije que me gustaban los hombres pero no me contestaba, solo me apretaba muy fuerte con su cuerpo buscando apurar su derrame que me empezó a llegar hirviente como si me quemara por dentro.

Mientras me estaba acabando sentía sus jadeos fuertes en mis oídos y sus obscenidades morbosas de placer dando sus últimos empujones hasta casi sofocarme mientras que por último se calmó y empezó a retirarse lentamente mientras me decía que me dejaba por ahora pero que ya volvería de nuevo por mí.

Antes me remarcó muy especialmente que era importante ahora que devolviera el sello, que no me olvidara de hacerlo. Que ya no me hacía falta y eso me iba a ayudar.

Yo le preguntaba de qué se trataba su pedido pero no me contestaba, solo su olor intenso a hombre envolvía mis sentidos mientras me soltaba ocultándose de mi vista.

Yo lo busqué nerviosa y le pregunté quien era nuevamente muy intrigada.

De pronto me desperté sobresaltada y tenía la sensación plena que estaba a punto de acabar.

Mi sexo palpitaba fuerte y sentía que justo me había despertado sin haber podido llegar al orgasmo que me palpitaba por salir pero que se iba apagando a medida que me iba poniendo lúcida.

No obstante tenía impregnado en mi olfato el fuerte olor de su cuerpo a pesar de estar despierta.

Mi mano descendió hasta mi vulva y la notaba muy caliente por dentro.

Mis dedos recorrieron suaves los pliegues de mi vagina y acariciaban su interior húmedo deslizándolos hasta mi botoncito eléctrico que se encontraba muy sensible e hinchado.

Quité mi mano con lentitud y cerré fuertemente mis piernas entre sí para calmarme.

Respiré profundamente y me incorporé en la cama sintiendo que mi corazón me golpeteaba con fuerza en mis sentidos casi obnubilados y me quedé sentada un rato en el lecho todo revuelto mientras me quedé mirando en silencio hacia el rincón donde había visto al hombre de mi sueño.

Lo sentía allí todavía presente y mi cuerpo transpiraba por el calor húmedo y pesado.

Mis cabellos estaban húmedos al igual que toda mi piel transpirada.

Ni idea de qué hora podía ser en ese momento. Me fijé en la hora y apenas había dormido dos horas. Eran las 3 y media de la tarde y mis ganas de dormir se habían disipado como mi sueño.

Sentía esa sensación extraña en todo mí ser que aún me duraba del sueño anterior donde las luces azules que había recibido como una descarga me hacían sentir totalmente renovada y cambiada.

Me sentía vital y bárbara mientras mi cuerpo deseoso sentía unas ganas inmensas de hacer el amor como nunca.

Traté de calmarme pero mi voluntad estaba menguada totalmente para resistirme.

¿Qué mensaje me había llegado desde mi sub consciente que me estaba ordenando que cumpliera?

¿Serían los duendes que me habían atrapado en su pasillo oscuro y ahora controlaban mi voluntad totalmente?

Pensé que me estaba dando demasiada manija a mí misma y traté de pensar en otra cosa.

Me despreocupé totalmente de todo lo que me pudiera pasar mientras me desperezaba indolentemente.

Luego me levanté y recogí el toallòn que estaba caído en el piso del dormitorio.

Encendí la luz para acomodar la cama revuelta y observé un brillo leve en ella mientras acomodaba mi lecho matrimonial.

Era la cadenita tobillera que se me había desprendido y estaba entre los pliegues de las sábanas.

Me dije que menos mal que no la había perdido en otro lugar.

Pero recordé las palabras del hombre del sueño al instante.

¿Sería esa cadenita que había encontrado en la vereda del pasillo oscuro el sello al que se refería el hombre onírico?

¿Y si debía devolverla a quien y cómo?

Se me cruzaban miles de ideas en la cabeza y salí del dormitorio como atontada.

Al caminar por el pasillo hacia el living tuve que apoyarme en la pared porque me vino un ligero mareo. Tenía la cadenita tobillera en mi mano.

Sentía mucha sed y busqué en la heladera algo fresco para tomar pero me había hasta olvidado de comprar gaseosa y agua mineral.

Tenía que salir a comprar algo y me vestí tal como estaba con una pollerita de jean y un topcito de algodón color rosa bien fresco con breteles finitos, me calcé unas sandalias rojas de taco bajo con dos tiritas finas y busqué mi cartera todavía tirada en un sillón del living.

Me fijé al abrirla que estaba el dinero que había recibido la noche anterior de los tipos con los que había salido y lo conté entusiasmada porque era bastante lo obtenido para una sola noche, eso me puso contenta y me di una palmadita en la cadera en señal de asombro.

Guardé la plata en mi billetera y me peiné un poco antes de salir a la calle.

El calor de la siesta se hacía sentir bien fuerte y en la cuadra no había un alma.

Solo estaba mi vecino de al lado lavando su auto con una manguera.

El tipo me miró sonriente y me saludó sin dejar de comerme con la mirada.

Yo le contesté dándome cuenta que el tipo estaría solo en la casa porque cuando está con su familia se hace el despistado.

Doblé por la esquina hasta el quiosco de la vuelta y allí compré una gaseosa grande diet, cigarrillos y un chocolate grandote.

Cuando llegaba a mi casa, mi vecino estaba secando su auto y me dijo que hacían como 36 grados para buscarme conversación mientras yo buscaba mis llaves.

Le dije que la calle estaba insoportable sobre todo por la humedad y el tipo me preguntó si estaba sola en casa.

Le contesté que sí porque mi marido estaba de viaje y me contestó que le parecía porque no había visto nuestro auto. Le dije que estaba estacionado en la cochera de la vuelta porque él estaba usando el de su empresa.

El vecino muy hijo de puta empezó a tutearme y me dijo que me veía muy linda con esa pollerita tan corta mirándome el culo descaradamente mientras yo abría la puerta de calle.

El tipo es maduro y de lindo aspecto pero yo no le quise dar más charla y lo despedí entrando a casa, me saqué las sandalias quedándome descalza y llevé las cosas a la mesita del jardín porque quería tomar sol.

Entré a buscar una radio para escuchar música y un vaso.

Abrí el vestidor y busqué una bikini roja que me puse para broncearme un poco en el patio y de paso me serviría para despabilarme y aclarar mis ideas.

Entré al jardín de casa y me recosté en la reposera de tomar sol.

El sol caía a pleno y quemaba mi piel deliciosamente mientras fumaba ansiosa un cigarrillo.

Mientras comía el chocolate tomaba la bebida fresca y no dejaba de pensar en mi sueño.

Era el más real y extraño que había tenido a los anteriores, plagado de simbolismos y mensajes.

A medida que tranquilizaba mis pensamientos percibía el hermoso olor de las plantas y me saqué el corpiño para que no se me marcaran las tiritas en mi piel quedándome en topless.

Respiré profundamente cerrando los ojos y me quedé un rato largo adormecida.

A poco sentì como si rasparan una pared. Abrí los ojos y pude ver que el vecino de al lado ahora estaba en su terraza arreglando no se qué.

Pensé que me habría estado mirando desde hacía un rato pero no me inmuté y cerré nuevamente los ojos sin darle importancia al asunto. Total si el tipo quería mirar tetas, que las mire. Mientras no me joda…pensé.

Me olvidé del tipo, mi cabeza giraba a mil tratando de interpretar el extraño sueño que había sido tan real.

Pero por dentro me seguían consumiendo las ganas de hacer el amor y apenas eran las cuatro de la tarde pasadas y yo sola en casa.

Me imaginé que si en ese momento mi vecino se descolgaba hacia mi jardín yo lo recibiría gustosa y lo dejaría bien gastado ya que se me insinuaba con tanta insistencia.

Esa idea loca que me vino me hizo sonreír y me dije por dentro que era una hija de puta.

Además sabía que tenía que esperar hasta la noche para buscarme todos los tipos que me vinieran en ganas y aparte me quedaría con un buen dinerito por entretenerlos.

Pensé que con lo que ganara por la noche aparte de lo del viernes, el lunes compraría un regalito para mi marido, y para mí un excelente perfume importado y una cadenita tobillera de oro.

Había recordado que tenía que obedecer el mandato del sueño y no debía olvidarme de devolverla esa misma noche.

¿La anterior dueña de la cadenita la habría perdido o también la tuvo que devolver? me pregunté.

¿Qué poder podía tener una simple cadenita de fantasía que había encontrado en la vereda?

Pensé que a lo mejor era mágica y despertaba los instintos prohibidos de una mujer y que a lo mejor también la tenía que devolver para que otra chica la encontrara y no se cortara la cadena.

Yo recordé esas cadenas que se reciben de los mails de gente desconocida y me hizo gracia de nuevo.

Pero fuera de bromas, a mí me había servido su magia si es que la tenía, no solo por los duendes que me decían poseerme en mis sueños, sino porque nunca hubiera pensado haberme prostituìdo en la calle como me había ocurrido.

Yo me conozco bien como soy, que no soy una santa y que consentida por mi marido tuve experiencias con otros hombres que antes nunca había tenido.

Pero ahora había sido distinto. Me había largado sola a caminar de noche por esas calles tan conocidas de los alrededores del centro de Córdoba donde se ofrecen putas y travestis.

Y no quería ser hipócrita conmigo misma porque yo ya era una de ellas.

¿Y cual era el problema? ¿O acaso ya no lo era cuando me cogìan los amigos de mi marido en el hotel donde me llevaban los viernes por la noche y hasta lo había hecho con desconocidos levantados casualmente que me arrancaban mis interminables acabadas mientras mi marido me miraba gozar con ellos?

Mi marido había sido testigo y cómplice muchas veces de cómo me disfrutaban tipos ocasionales mientras me arrancaban orgasmos que festejaban entre ellos y me llenaban de semen que yo les recibía sin ningún tipo de culpas o complejos.

Y si eso no era ser puta, de qué otra forma se llamaba?

Una mujer no se hace puta solo por circunstancias. En algunas, como en mi caso, se había ido construyendo de a poco muy sutilmente desde el principio de formar mi pareja y mi marido había contribuido mucho para ello favoreciendo esas situaciones compartidas por mí.

Sería por ello, entre otras cosas, que lo adoraba.

Pero el tema a resolver ahora iba a ser cómo se lo plantearía cuando llegara de su viaje.

Yo sabía que tenía el sábado y el domingo incluido para salir libremente, pero cómo haría para decirle que quería salir a putear por las noches haciendo lo que hacía hasta el momento sin haberle contado nada?

Aunque ni loca le podía contar que ya me habían cogido de lo lindo tipos diferentes por plata y que le estaba agarrando el gustito.

Pensé que yo no me había conformado solo con esos levantes casuales durante sus viajes que yo le había confiado algunas veces pero que buscaba más.

Pero de ahí a que supiera que ya era toda una puta que sentía esa extraña compulsión de venderme por las calles de noche era muy diferente.

Yo contaba con que a él no le disgustaría que lo hiciera siempre que cuidara los detalles por supuesto. Él siempre me dio con todos mis gustos.

Una de las maneras que pensé para plantearlo era invitarla a Mariela el lunes a cenar a casa cuando estuviera mi marido. Yo le contaría que nos habíamos conocido de casualidad en un bar cuando esperaba una amiga y nos hicimos muy afines entre nosotras durante estos días sobre todo porque yo sabía a que se dedicaba ella, y que tenía la curiosidad de probar la experiencia comprometiéndome a satisfacerlo en lo que él quisiera a cambio.

Me pareció regia la idea y para eso lo tenía que hablar con Mariela esa misma noche para que me hiciera gamba el lunes para convencerlo.

Hasta ahora me estaba saliendo todo bien y tenía fe en lograrlo, sobre todo recordando mi sueño del extraño que me ayudaría.

Además no quería ocultarle lo mío a mi marido porque sería una deslealtad para con él.

Por otro lado tenía que pensar cómo hacer con mi trabajo normal. Eso era más sencillo porque pediría una licencia sin goce de sueldo ya que me iba a ser imposible salir de noche e ir a trabajar al otro día.

Todos esos interrogantes me bailaban en la cabeza mientras sentía el sol en mi piel que se iba bronceando.

Estaba tan ensimismada en mis pensamientos que de repente hicieron ¡plop! y tomé conciencia que todavía andaría rondando mi vecinito.

Miré hacia arriba y efectivamente el tipo estaba en su terraza mirando a la mina de al lado solita en su casa.

Yo me cubrí las tetas con el top y me fui adentro.

Ya eran las cinco de la tarde y a las nueve tenía que estar en casa de Mariela tal como habíamos quedado.

Adentro estaba fresco y agradable, me tirè en el sillón del living a pensar como me vestiría esa noche.

Como era sábado pensaba salir bien llamativa y tenía que elegir un atuendo super sexy para atraer a los hombres.

Pensar en ello me hizo sentir mi calentura aún no satisfecha y me propuse comerme a todos los que me buscaran por la noche hasta volver calmada de tantas ganas.

Quería pensar en otra cosa y me puse a hurguetear entre mis ropas del placard y separé una pollerita bien mini aún sin estrenarla de tela elastizada con motivos de animal print estampados en colores blanco, gris y negro super fina, para combinar con ella preparé un topcito sin mangas bien corto que acá en Córdoba las chicas les decimos “puperas” porque te dejan toda la pancita al aire. Este era de color blanco brillante como metalizado de lycra de algodón con un escote en v profundo que ata en un nudo delantero, busqué unas medias de red negras de calado grande y una tanguita de repuesto aparte de la que llevaría puesta.

El calzado que elegí era un par de zapatos cerrados de color rojo brillante charolados y de finos tacos agujas bien altos de 15 cms y la carterita con correa fina del mismo color que los acompaña. Una toallita de mano, pañuelos de papel, una cajita con preservativos, mi carterita con los maquillajes, mi perfume y todo eso fue a parar a un bolso que llevaría luego al departamento casa de Mariela para cambiarme.

Yo había prometido llevar el postre y llamé por teléfono para ordenar por delivery una pequeña torta helada con helado de dulce de leche granizado y cobertura de chocolate decorada con frutas frescas que quedaron en traerme luego.

Quería comer algo bien rico y dulce por la noche ya que no había almorzado y salir después para comenzar otra noche de sexo que se me presagiaba muy interesante.

Así fue como pensaba, esa noche tuve sorpresas diversas y estuvo cargada de fuerte erotismo porque sabía que era yo la causante parada super sexy justo en las esquinas de Rincón y San Martín a las 11 y 30 de la noche esperando que diera otra vuelta en su coche un señor que en cuanto me vio se detuvo, pero eso es parte de la otra historia que quiero compartir con ustedes en la próxima para no abusarme de sus tiempos de leerme ni de la página que hace posible que me exprese así con total libertad.