Posando para una web 5
Juanma y Santi por fin pasan a mayores
Tengo que reconocer que me sentía raro en esta situación, pero por otra parte me negaba a que mis prejuicios me impidieron disfrutar de la experiencia que estaba viviendo. Así, me entregué a gozar del cuerpo de mi amigo Santi mientras él hacía lo propio conmigo. De los labios me fui a su cuello, en donde probé el sabor salado de su piel y me embriagué de su olor tan conocido para mí. Luego seguí por su pecho, en donde me entretuve largamente mordiendo y chupando sus oscuros pezones por indicación suya para luego pasar mi lengua por todo su pecho y bajar hacia su ombligo.
Él, por su parte, también hacía lo que podía, y yo sentía cómo a la vez que con su boca, iba recorriendo mi cuerpo con sus manos. Sentía la humedad de su lengua por detrás de mis orejas, sus labios chupando mis pezones… Y todo ello me estaba poniendo los pelos de punta, y mi sexo lo acusaba soberanamente.
De nuevo mi boca buscó la boca de Santi, de nuevo nuestros labios se unieron y nuestras lenguas se enlazaron y se exploraron cada una la boca del otro degustando su sabor, compartiendo su calor y su humedad. Tras el largo beso, separamos nuestros labios y mis ojos encontraron la profundidad de los ojos de mi amigo. Nunca había reparado en ellos, nunca me había fijado en la profundidad de su mirada, en su viveza… y tomando un poco de aire no pude por menos que dirigirme a él:
-Joder, Santi, ¿qué estamos haciendo?
-Parece que está claro, ¿no? Nos hemos calentado, nos hemos puesto como motos y aquí estamos desahogándonos.
-No jodas, tío ¿Cómo puedes simplificar tanto todo esto? ¿Estás aquí dándote el filete conmigo y eso es lo que piensas?
-No te comas la cabeza ahora, déjate llevar y luego lo hablamos…Estoy bien, estoy contigo, quiero hacer lo que estoy haciendo y lo estoy disfrutando ¿tú no?
-Yo también, pero es que se me han caído los palos del sombrajo.
-Pues espera, que yo te ayudaré a aclararte las cosas.
Tras decir esas palabras Santi me cogió la polla con su mano derecha, le dio un par de meneos y palpó su dureza sin cortarse un pelo para, acto seguido, meterse todo mi capullo en su boca y empezar de nuevo una soberbia mamada.
La lengua y los labios de Santi recorriendo mis partes nobles hicieron que unos profundos gemidos se escaparon de mi garganta y que de nuevo volviera a tumbarme en la cama.
Sin soltar mi rabo Santi se fue dando la vuelta y situándose sobre mi cuerpo hasta que quedamos en la posición del 69. Ahora tenía yo una panorámica inigualable del culo y de los atributos masculinos de mi colega, así que sin pensármelo mucho, dirigí mi lengua hacia el capullazo que se me ofrecía con intención de enterrarlo en mi garganta en la medida de mis posibilidades a la vez que mis manos masajeaban las tersas nalgas que guardaban la entrada trasera de Santi.
En un momento dado, sintiéndome en el séptimo cielo porque mi amigo me prodigaba a mí las mismas caricias que yo le proporcionaba, solté el badajo y me dispuse a subir con mi lengua hacia campos aún inexplorados; me dirigí a las peludas pelotas y cuando noté el sabor acre de su piel un poco sudada, conseguí meterme un huevo en la boca, jugué con él con mi lengua y me deleité notando cómo Santi había abandonado mi entrepierna y gemía de placer. Estuve, pues, un rato jugando con sus testículos mientras mi mano acariciaba su tranca, que no había perdido un ápice de su dureza, antes bien, seguía manado precum y me había puesto todo mi pecho pringado.
A continuación me aventuré a llevar mi lengua al culito de Santi; tenía un agujerito pequeño, rodeado de bastante pelo, como sus nalgas, fruncido, estrecho, y para mi sorpresa enormemente atrayente.
Le di un puntazo con mi lengua y luego un lametón que abarcó todo el agujero del culo; esto hizo que Santi se estremeciera y enseguida vi la piel de sus nalgas erizarse y ponerse de gallina. Continué, pues, con la exploración del culo de mi colega con mi lengua lamiendo su raja una y otra vez, empujando hacia dentro la punta de mi apéndice hasta penetrar en su interior y notar cómo el esfínter se iba relajando y cada vez me dejaba entrar más y mejor. Al mismo tiempo Santi, por su parte, hacía por mi sexo todo lo que se le ocurría mientras yo notaba cómo su pene latía y golpeaba por debajo de mi cuello, dejando mi piel llena de su líquido preseminal, a la vez que sus cojones se endurecían y se apretaban contra la base de su miembro viril.
Tras unos instantes gozando mutuamente de nuestras bocas y nuestros rabos, mi colega levantó su cabeza y exclamó:
-¡Juanma, por Dios!, ¡no puedo más! Necesito correrme, tengo que correrme como sea…Me arden los huevos…no lo soporto…Déjame follarte o fóllame tú, por favor.
-Vale, tío, vale…cálmate. Yo también estoy que no puedo más…vamos a ello…Pero te pido que me dejes metértela primero yo a ti. Espera que busque un condón.
-Muy bien, venga…No te entretengas, no vaya a ser que me lo piense y cambie de opinión.
Dicho esto, cogí un condón de mi mesilla de noche donde siempre hay alguno por lo que pueda pasar, lo abrí y no sin dificultad lo desenrollé en mi polla, cogí un tubo de crema de manos que había por allí para facilitar la labor, pues me temía que sin ayuda no podría cumplir con la tarea de desvirgar a mi amigo, y me puse a ello.
-Santi, colega, túmbate de espaldas y levanta las piernas, que te vea el culo.
-Ok,-dijo él, mientras seguía mis indicaciones- ¿Así te va bien?
-D’abuten, tío. Vamos allá.