Porto Bay Hotel en Río de Janeiro

A Río de Janeiro la llaman “cidade maravillosa” y ahora sé porqué le dan ese nombre-

Porto Bay Hotel Río de Janeiro

A Río de Janeiro la llaman “cidade maravillosa” y ahora sé porqué le dan ese nombre-

Todo comenzó hace apenas unos días, vine a esta ciudad a pasar unos días en plena temporada de verano.

Tomé un cuarto en un hotel en Copacabana a una cuadra de la playa, todos los días, al dirigirme al mar paso frente al hotel cinco estrellas Porto Bay en el que, sobre la acera, tienen un mostrador donde está sentado siempre un encargado de recepción.

En el horario que acostumbro a pasar siempre está el mismo, concentrado en su función que es atender a los huéspedes y solucionar cualquier necesidad que tengan en la playa o ayudarlos con alguna excursión que decidieran hacer.

Su concentración me ha permitido observarlo detenidamente sin que se percatara de mi presencia, he podido verlo actuar con la amabilidad que caracteriza a los brasileros, atendiendo con suma eficiencia a los huéspedes.

Es un hombre muy particular, hermoso, delgado, alto, moreno, ojos grises, de movimientos sensuales, casi felinos; producto de esa extraña mezcla de razas, bastante frecuente en este país, que suele producir estos raros ejemplares que no se puede dejar de admirar.

Todos los días, al pasar, se generaba en mi una extraña excitación, apuraba el paso hasta verlo y luego comenzaba a caminar más lentamente para poder regocijarme con su figura el mayor tiempo posible.

Su vestimenta, uniforme del hotel, le quedaba a la perfección, totalmente vestido de negro, pero como es un hotel de playa, en vez de una chaqueta, una remera de  fino algodón que, de acuerdo a sus movimientos, dejaba adivinar la belleza de su torso trabajado; por momentos un pectoral, por momentos un trapecio y siempre sus brazos, rodeados por las mangas cortas que, a partir de la zona donde éstas terminaban, aparecían desnudos, cubiertos por un fino vello muy sensual por cierto.

En la misma cuadra, y sobre la misma acera, hay una especie de pub, muy pequeño, pero a la vez muy acogedor, algunas veces, a la noche, antes de salir de cacería me sentaba en la barra de ese lugar a tomar una caipirinha como para ir calentando la noche, siempre una suave melodía de bossa acompañaba el momento y ocasionalmente alguien se sentaba a mi lado en uno de los pocos taburetes que tiene la barra, por lo general pocos me llamaban la atención.

Una noche el pub en cuestión estaba más concurrido que de costumbre, la gente hablando fuerte y yo entendiendo poco porque, aunque hablo portugués bien, cuando las voces se comienzan a sumar no tengo la capacidad de entender todo y entonces me aíslo y presto atención a la música, esto es lo que en esa noche estaba pasando.

En un momento unos movimientos a mi alrededor me sacaron del ensimismamiento y cual no sería mi sorpresa al ver que, a mi lado, estaba intentando ubicarse, en el único taburete vacío, el joven del hotel.

El poco espacio del lugar hizo que, ni bien se ubica, su pierna roza la mía de manera absolutamente casual, el roce me produjo instantáneamente una electricidad que me corrió por todo el cuerpo y acostumbrado como estoy en reaccionar a estos casuales instantes, no retiré la pierna que es lo que en otra ocasión hubiera hecho.

Pidió una cerveza, yo lo observaba de soslayo, cuando se la trajeron, tomó la botella, la llevó a su boca y sus sensuales labios envolvieron el pico, cerró los ojos y comenzó a beber, su nuez de Adán subía y bajaba con cada trago y su piel, cubierta por una barba de dos días se movía de una manera encantadora.

Su presencia cambió por completo la percepción que tenía hasta el momento, el bossa nova pasó a segundo plano y las voces de la gente ya no tuvieron presencia para mi, toda la atención la había puesto en ese bello hombre que tenía al lado.

Vestía una camisa blanca arremangada, con varios botones abiertos que dejaban ver parte de ese excepcional torso cubierto de un fino vello, un par de jeans desteñidos y zapatos deportivos, su cabello se veía brillante y emanaba de él una fragancia espectacular, pero no a perfume sino a hombre!!!!.

En un momento cruzamos la mirada, sostuve la de sus hermosos ojos grises y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios de un color rosa subido, fue la primera vez que sentí el cosquilleo tan característico previo a una erección.

De una manera muy natural me preguntó si era mi primera vez en Río, contesté que sí y de ese modo casi sin darnos cuenta comenzamos una conversación trivial pero muy amena.

En un momento alguien a su izquierda le preguntó algo, giró sobre su propio eje con el torso hacia la persona que había realizado la pregunta pero de manera ya no tan casual, giró con las piernas hacia la derecha volviendo a rozar las mías, nuevamente la electricidad se apoderó de mí y nuevamente dejé la mía en el lugar soportando la presión.

Lo invité a cenar, buscamos un restaurante adecuado, muy cerca conseguimos uno, tranquilo, refinado, con buena música y poca luz, entramos, el maître nos ubicó en la mesa adecuada y al resguardo de miradas indiscretas.

De la cena recuerdo poco, estuvo buena, en realidad me dediqué a mirar sus movimientos lentos, sensuales, su natural y masculina elegancia para tomar la copa, los cubiertos o lo que fuera menester, a pesar de que la conversación continuaba siendo casual los dos sabíamos en que terminaría la noche, aprendí su nombre: Marcio.

Al promediar la botella de vino tinto que estábamos disfrutando, las inhibiciones lentamente comenzaron a caer, comentamos algo de nuestras vidas y con naturalidad iniciamos un roce de piernas por debajo de la mesa, el erotismo del momento no podía ser mayor.

Terminamos la comida y al retirarnos lo invité al hotel, sabía que accedería, der modo que de la manera más natural llegamos al lobby, pedí la llave al recepcionista y subimos a mi habitación, en el ascensor fue la primera vez que nos fundimos en un abrazo fuerte y nuestras bocas se encontraron, sentí su tibia y enorme lengua invadir mi boca y realmente toda mi resistencia se desvaneció.

Llegamos a la habitación, al abrir la puerta las luces de la  bahía de Copacabana la iluminaban tenuemente, nos fundimos nuevamente en un fogoso abrazo, nuestras bocas se unieron nuevamente, busqué besar sus orejas, no pude conseguirlo, fue el momento en que me di cuenta que era él el que manejaba la situación y que yo no haría más que seguir su juego, nos apartamos, tomé el teléfono y pedí una botella de champagne, la noche lo exigía.

Había comenzado el juego, Marcio me apretó contra su cuerpo, comencé a sentir palpitar su verga a través de la tela de sus gastados jeans, veía los vellos de su pecho asomar por encima de su camisa apenas desabrochada, nos besamos, primero con suavidad y poco a poco esa suavidad fue mutando en ferocidad, en un momento atrapó mi lengua con sus labios y empezó a succionarla como si en eso se le fuera la vida, que placer, las piernas me temblaban, de improviso, la magia del momento se interrumpió con unos suaves golpes en la puerta señal que el champagne había llegado.

Serví las dos copas, nos sentamos en la cama chocamos las mismas y el sonido tan particular del cristal nos hizo sentir como si nos conociéramos de toda la vida y como si los dos supiéramos de antemano los gustos del otro.

Nos fundimos en un abrazo, con un movimiento muy hábil lo hice acostar boca arriba y me senté a horcajadas sobre su cuerpo fibroso sin nada de grasa.

Hice coincidir el culo con su verga que intentaba desesperadamente ser liberada y comencé a moverme lentamente sobre ella, me incliné a besarlo, se dejó hacer, puso sus manos debajo de la cabeza, se lo veía hermoso, con su barba que hacía resaltar su prominente mentón con un pequeño hoyuelo en el centro, y la penetrante mirada de sus ojos grises, cerré los ojos y dejé que el tacto y el gusto fueran los sentidos que tomaran protagonismo.

Lo besé primeramente en el cuello, su barba me raspaba la piel y eso me ponía aún más cachondo, si es que eso era posible, comencé a bajar la boca y a desprender lentamente los botones de su camisa, mi lengua comenzó a deleitarse con el sabor y la tibieza de su pecho velludo suavemente perfumado por Armani, seguí bajando y sintiendo su respiración hacerse más profunda y sus casi imperceptibles quejidos cuando succionaba sus pezones endurecidos por la excitación.

Me deslicé a los pies de la cama, tomé una de sus piernas a la que hice flexionar levemente para tener su pie, aún con sus zapatos puestos, cómodamente frente a mi pecho, le quité el zapato y acerqué ese pie enfundado en sus medias renegridas a mi rostro, pude sentir el aroma que me enloquece y suavemente lo apoyó en mi cara, en ese momento tuve la certeza que éramos prisioneros del mismo fetiche, los pies; lo comenzó a bajar ejerciendo cada vez más presión, primero me lo apoyó en el cuello y luego lo puso en la abertura de mi camisa y con un movimiento casi brusco hizo saltar el botón consiguiendo de ese modo ver algo más de mi pecho, comencé el mismo juego con la otra pierna y una vez terminado apoyó sus dos pies en mi cara y empezó el juego que más me gusta, succionar primeramente los arcos y luego los dedos de esos pies aún con las medias puestas que se adivinaban perfectos a través de ellas, inspirando profundamente para poder disfrutar dese particular perfume que emana de pies limpios pero ligeramente transpirados y que particularmente me transporta a otro mundo.

Un poco con las manos, otro poco con los dientes terminé sacándole las medias una a una y cuando ya tuve los dos desnudos pude ver lo hermosos que eran, con la limpieza que generalmente tiene los de quienes estás acostumbrados a hacer deportes descalzos en la arena; los recorrí con la lengua succionando cada dedo con vehemencia a la vez que podía darme cuenta que él disfrutaba sobremanera con este juego, su respiración agitada y entrecortada así me lo indicaba.

Volví a la cintura hice deslizar la cremallera hacia abajo y comencé a acariciar esa tremenda verga cuyo precum ya comenzaba a adivinarse en su bóxer negro. Subí nuevamente y con un movimiento algo forzado logré sacarle la camisa, Marcio volvió a colocar sus manos detrás de la cabeza y quedaron ofreciéndose, oscuros objetos de mi deseo, sus dos axilas en las cuales me zambullí sintiendo como Marcio se retorcía de placer, inolvidable momento.

El turno era ahora de los pantalones, se los saqué como pude y teniendo a mi disposición ese cuerpo perfecto, velludo y delgado, solo cubierto por los bóxer comencé a mamar ese tremendo mástil, primeramente por encima de la tela, luego cuando dejé que el capullo asomara por la parte superior, todo humedecido, me lo metí en la boca sintiendo por primera vez ese sabor tan conocido, ligeramente salado de esa herramienta, con el sonido de sus gemidos apenas audibles como fondo.

Una vez que lo tuve completamente desnudo, lo recorrí con la lengua como se hacerlo a la perfección, él dejándose hacer, momentos sublimes donde con la boca exploré desde el primer al último rincón. Mención aparte merece la exploración de su culo: hice que levantara sus piernas y comencé a chuparle primeramente los huevos, no muy grandes, lo que me permitía meterlos en la boca sin dificultad, luego bajé al perineo, lo acaricié primero con la lengua y luego fuertemente con la mano mientras mi lengua ya comenzaba a horadar e introducirse en ese ansiado anillo, su placer era indescriptible, suspiraba cada vez más fuerte, sus gemidos comenzaron a escaparse de la boca con más fuerza, yo estaba perdido disfrutando de las mieles de esa zona tan preciada cuando Marció no aguantó más y con un movimiento brusco se incorporó, me buscó la boca y comenzamos un nuevo juego.

Con brusquedad se prendió de los dos lados de mi camisa e hizo saltar los botones que aún quedaban, a mi me gustan los hombres así, bruscos, masculinos, seguros, rudos. Me quitó la camisa, luego con prisa bajó la cremallera de mis jeans y poco tiempo tardó en tenerme completamente desnudo, cuando lo consiguió se abalanzó sobre mi pija, que no es pequeña, la mamó con maestría, acomodaba la garganta para tragársela toda, yo sentía su respiración sobre la piel no podía más, creía que iba a correrme, cuando la eyaculación era inminente se retiró tocándome ese punto tan especial que hizo detener lo que ya era inminente.

Lo que siguió fueron momentos inolvidables e indescriptibles, nos exploramos los cuerpos mutuamente hasta los lugares más recónditos, parando cada vez que la eyaculación era inminente.

Luego y con una maestría que tienen solo los que son adictos al sexo, me colocó boca arriba, me abrió las piernas y dejando mi orto en la posición más adecuada comenzó su trabajo con la boca y la lengua sobre mi culo que ya no podía ofrecer ninguna resistencia, primeramente me lo succionó, luego endureció la lengua y me la metió hasta donde pudo, luego introdujo primero un dedo y luego dos, previos escupitajos para lubricarlo, yo estaba en el cielo.

Enfundó su enorme pija endurecida y enrojecida de tanto manoseo previo me la colocó en la puerta, sentía ese calor que me delira, yo no podía más, solo quería sentirla adentro, le supliqué que me la pusiera, metió apenas la cabeza y volvió a sacar, sentí una especia de frustración, me volvió a escupir el culo y me la metió hasta la mitad, me tensé y me arqueé del placer mezclado con el dolor, me dejó relajar un momento y con un gran resoplido me la metió hasta el fondo.

Una vez acomodada en mi interior comencé a jugar con mis músculos contrayéndolos y relajándolos para que Marcio sintiera cierta dificultar con cada arremetida, luego comenzamos a cambiar posiciones, me bombeó en todas suma habilidad, me puso en cuatro y me la ensartó con furia, me sentía literalmente empalado, los dos, cada uno con su rol gozábamos de manera casi extrema, luego fue de costado, lo cabalgué, volvimos a la posición inicial sus arremetidas eran cada vez más rápidas y más furiosas, su verga, muy larga y bastante gruesa por cierto entraba y salía produciendo un roce en mis esfínteres que luego recordaría por días, finalmente mientras me besaba con pasión al unísono acabamos, yo sobre mi pecho, él dentro mío, si fue posible en ese momento su pija creció más y yo tuve la posibilidad de apretar el culo de modo que su goce fue, si se quiere, aún mayor, con un gran quejido terminó sacudiéndose sobre mí y en los abrazos que siguieron nos embadurnamos con mi semen.

Luego me lamió lo que aún quedaba, nos fuimos a tomar un baño, bebimos el champagne que nos quedaba y dormimos juntos, lo que pasó a partir de ese momento se lo relataré en otro momento.