¿Porqué tendré la boca tan grande?

Infiel en mi cama con un novio anterior, descubierta por no mantener la boca cerrada. Que estúpida.

Estaba enfadada porqué además de llevar tres días sin follar (eso me pone de muy mal humor) hoy era "El Viernes". Mi marido había quedado con los amigos para cenar. Lo llevaban planeando durante semanas, por tanto ya supondría que tendría otra noche sin sexo, porque lo más seguro es que llegara tan borracho que ni se le levantaría.

Mientras él se duchaba, preparándose para pegarse el marchón del Siglo, sonó mi móvil. Era Jorge (fue novio mío antes de casarme con Alfredo, que así es como llamaré a mi marido). Me dijo que al día siguiente, a pesar de ser Sábado, llegaría a la ciudad para un casting y que vendría acompañado de su mujer. Quedamos en llamarnos por la mañana para concretar e irnos a cenar los cuatro. Tenía muchísimas ganas de verlo. Y de recordarlo.

Alfredo salió de la ducha totalmente mojado (como a mí me gusta) haciendo que su hermoso cuerpo reluzca. Mira que está bueno el cabrón. Lo miré con adoración, sabiendo que aquella noche no podría comérmelo. Para colmo el muy golfo se puso los vaqueros gastados que tan bien le sientas (le marcan culo)

Antes de irse, se lo advertí. Nada de tías. Conozco muy bien a tus amigotes y seguro que luego os querréis ir de putas.

No me quedó más remedio que darme una ducha para intentar bajar mi calentura. Después me puse mi camisón de encaje y me dispuse a ver la porno del plus. Pasados diez minutos sonó el timbre de la puerta con insistencia. ¿Qué se habrá olvidado?

Abrí la puerta casi sin darme cuenta a la vez que le gritaba ¿qué se te ha olvidado tontorrón?

Decirte que mi mujer llega mañana. Yo me he adelantado un día para darte una sorpresa.

¿Jorge? Balbuceé

¿Está tu marido?

¡Nooo, no! Balbuceé, de nuevo.

De pronto y sin saber como, tenía dos brazos rodeando mi cuerpo,

sobando mi culo y una lengua jugando con mi cuello. No pude más que cerrar los ojos.

Ni siquiera nos habíamos movido de la entrada de la casa, cuando noté como me volteaba poniéndome contra la pared. Sujetó mis manos con las suyas, haciendo imposible mi poca intención de moverme. Su lengua fue bajando por mi espalda, hasta llegar a mi culo. Levantó un poquito el camisón y empezó a besar mis cachetes. Instintivamente abrí mis piernas que aprovechó para rozar mi raja, desde atrás, con dos dedos.

Seguía con aquella paja tan estupenda, ayudado por lametones dentro de mi ano. Me volvía loca. Creo que ahí perdí el control.

¡Fóllame por favor, fóllame! Le susurré como cual perra en celo.

Abrió un poco más mis piernas, sin dejar que me separara de la pared.

Apuntó su capullo a la entrada de mi coño y de un solo golpe metió más de media polla. Al principio fue muy bruto, muy fuerte, hasta que fue bajando el ritmo, consiguiendo que su polla entrara sin problemas, por los fluidos que chorreaba mi coño.

¡Quiero ver como me follas! ¡Quiero verlo!. Yo misma me sorprendía del lenguaje que estaba usando. Pero sobretodo de lo puta que me sentía. Sólo pensaba en placer sin importarme nada más.

Me fui hasta la mesa de la cocina (Dios mío, donde todos los días como

con mi marido) Me abrí de piernas, con el culo sobre la mesa y las piernas apoyadas en las banquetas. Jugué con mis labios, los abrí al máximo y cerré los ojos. Sentí de nuevo su enorme polla dentro de mí. Tras las primeras embestidas, abrí los ojos y me fascinó la visión de su cara. Ponía cara de vicio y eso me ponía cachonda. Tanto, que me corrí como una cerda.

¡Córrete en mi cara cariño!

Prefiero hacerlo dentro de ti, amor.

De acuerdo, pero córrete en mi cama. Fóllame en mi cama de matrimonio. ¿No te da morbo?

¡Eres una perra! ¡Seguro que estás loca porque te folle como a las perras!

Entramos a la habitación, donde momentos antes mi marido acababa de

Vestirse. El morbo iba en aumento. Me puse encima de la cama a cuatro patas, dándole todo el culo a Jorge. Me agarró las caderas y volvió a penetrarme. Ahora la notaba enorme y sobretodo caliente. Parecía puro fuego. Poco a poco fue acoplándose hasta que terminó follándome encima de mi espalda. Cerré las piernas para notarlo más. Me comía la oreja mientras clavaba y clavaba su pedazo de carne en lo más hondo de mí.

Su respiración se hacía más fuerte. Estaba a punto de correrse. Golpeó con fuerza, con mucha fuerza. Me encantó sentirlo correrse con tanto ímpetu. Lo sentí en mi coño y en mi oído. Me corrí con él dos veces.

Antes de marcharse me dijo: - ¡No quiero que te laves!. Arriésgate a ver si el tonto de tu marido es capaz de saber lo que acabas de hacer, zorrita mía. Me quedé dormida como una bendita.

De pronto en la penumbra de la habitación, noté como me abrazaban. Abrí los ojos sin conseguir ver nada. Antes de nada, tuve que morderme los labios. ¿Quién estaba a mi lado? Esta tan adormiscada que mi cerebro no llegaba a reaccionar. Era Alfredo que no había hecho nada de ruido para no despertarme. No venía muy borracho, porque todavía se le medio entendía lo que decía. Además, venía con ganas de guerra, puesto que el sobresalto que di al despertarme, fue como consecuencia de notar su polla frotando contra mi culo.

Por un momento me sentí morir. Tenía una duda enorme. ¿Debería contárselo? Decidí callar, mientras mi mente corría y corría para intentar hacer algo para evitar que lo notara. Lo más inteligente (por decirlo de alguna manera) que se me ocurrió, fue preguntarle si se había ido de putas.

¿De putas? ¿Estás loca?

¿Nooo?, ¡pues demuéstramelo! Quiero ver tu polla. Y olerla y chuparla, para asegurarme que no hay rastro de puta.

Empecé a olerle el nabo a mi marido, a tocárselo, a acariciarlo y a

chuparlo como nunca antes se lo había hecho

¿Y tú? ¿Has estado follando mientras yo no estaba? Deja que te huela y te coma el coño

Madre mía. Me acaba de descubrir yo sola. Seré estúpida

Lo tumbé boca arriba sin dejar que me tocara. Tenía el coño inundado

por el semen de Jorge. Me senté encima de él y comencé a cabalgar sobre su polla. Luego acerqué mi boca a su oído y muy despacito, con toda la cara llena de lágrimas, le dije entre gimoteos, que sí, que en su ausencia me había comportado como una auténtica zorra.

No dijo nada. Siguió follándome. De pronto quiso que le contara como había sido. No tuve más remedio, mientras mi marido me follaba, ayudado con dos dedos dentro de mi culo, le tuve que contar los polvos que me acababa de echar Jorge. Cuando terminé de contárselo solo dijo: - ¿Estarás de acuerdo conmigo que te tengo que castigar?

No le respondí pero asumí con la cabeza. Sacó un tarro de vaselina del cajón. - ¡Chúpamela mientras que te voy preparando el culo!. Después me pidió que me pusiera a cuatro patas, puesto que me iba a sodomizar. No dije nada. Me lo merecía. Además era lo mínimo que podía hacer para conservar a mi marido.

Me folló el culo una y otra vez. Me lo folló hasta que él notara que disfrutaba más con él en este momento que con Jorge horas antes.

Por último dijo: - Para que no exista nunca ningún mal rollo, creo que lo lógico es que yo también folle en nuestra cama, con otra. Si quieres, tú puedes elegir a la afortunada.