Porque te amo

Al llegar, me despojé de toda mi ropa y creo que también de mis inhibiciones. No sabía que hacer y mucho menos que haría, lo único que era consciente es que aquello lo deseaba con toda el alma.

Otra noche más… Hace tanto frío y ella me produce tanto calor.

Por alguna razón, mi cuerpo estuvo muriendo de ansía durante todo el día. Por más que intenté concentrarme, en cada momento me descubrí mordiendo mi labio inferior mientras imaginaba su cuerpo, cuanto deseaba llegar a casa, cuando deseaba que llegara la noche y cuando deseaba que ella estuviera ahí.

Al llegar, me despojé de toda mi ropa y creo que también de mis inhibiciones. No sabía que hacer y mucho menos que haría, lo único que era consciente es que aquello lo deseaba con toda el alma.

Encendí el Messenger con el propósito de que ella estuviera y sí, ahí estaba, le propuse que charláramos, moría por escucharla hablar, por verla reír; ella aceptó y mi corazón se desbocó como nunca antes.

En cuanto la vi, mi mente se quedó en blanco ¿Qué iba a decirle? “Disculpa pero te he deseado desde hace mucho tiempo”, no, no era una buena opción, ¡ni si quiera era una opción viable! Así que decidí aguardar, un milagro, tal vez.

Hablamos, sin pensarlo le conté de chicos, como siempre lo hice y sin pensarlo, como si el cielo se abriera ante mí regalándome mis sueños ella me dijo “¿Cuándo me dejarás escucharte?” Pregunté de forma falsa e inocente ¿Qué quería escuchar?

— A ti —fue su respuesta. Los pechos se me hincharon al instante, no pude contener un quejido de increíble excitación—. Yo también quiero escucharte gemir.

Sin saber exactamente por qué, la deje apreciar mi desnudez, hipnóticamente, como si la tuviere frente a mí, empecé a tocarme por ella… Para ella. Vi en su rostro el rubor de la vergüenza y la excitación, en ese momento la desee como no he deseado nada en esta tierra.

Entonces, de rodillas sobre mi cama, me toqué los pechos con ambas manos dejándola observarme, me encorvé del placer de sentirme deseada y le confesé que no había nada que yo quisiera más que me correspondiera.

Ella, sentada aprieta los dientes y agarra aire por la boca, dice que no puede. Me siento, apoyo la palma de la mano derecha detrás de mí para no caer de espaldas en la cama y que ella pueda seguirme observando. Veo como lentamente empieza a tocar sus pechos por encima de la blusa y gimo, sin quererlo, ese pequeño roce me hace gemir.

Reclino la cabeza hacia atrás, cierro los ojos escuchando sus suspiros, su respiración agitada, los esfuerzos que hace por contener el ruido; no puedo imitarla y no quiero, mi mano libre baja por mi cuerpo y se pierde entre mis piernas. Estoy húmeda, el líquido gotea de mi cuerpo.

Con los dedos, llevo la humedad de mi vagina hasta el clítoris y me encargo de masajearlo. Me muerdo los labios y empiezo a gemir, al principio lo hago suave, como si quisiera controlarlo. El primer orgasmo llega y de su garganta sale un quejido; se que observa mi humedad, se que observa mi cara de placer, que se observa el movimiento de mi mano y casi puedo sentir que está tan húmeda como yo.

Susurra algo que no entiendo y empiezo a contarle que deseo hacerle el amor, empiezo a relatarle como se moverían mis manos sobre su cuerpo, como me dedicaría a reconocer su piel. Le cuento sobre besos y un sinfín de caricias, hasta que el relato llega a ese punto en el que ambas morimos por perdernos.

La hago imaginarme encima de su cuerpo, estando ambas totalmente desnudas, la hago separar las piernas mientras imagina que soy yo quien toca sus pechos, que es mi lengua lo que tiene en la boca, que mi boca baja por su cuerpo despacio hasta que mi negra cabellera se pierde entre sus muslos.

Le relato el placer que daría mi boca mientras se come su sexo, como mis labios le succionarían el clítoris, como mi lengua irrumpiría dentro… Cuanto me gustaría sentir la tensión de sus muslos, la humedad que la envuelve el placer que le provoco… Entonces tengo otro orgasmo, esta vez llega violento, me hace arquear todo mi cuerpo y grito, sí, grito con violencia.

Ella susurra mi nombre, mis dedos irrumpen en mi cuerpo, así que le cuento como mi cuerpo encima del suyo, con mi mano entre nuestros vientres, se dedicaría a hacerle el amor, como nuestros sexos se rozarían mientras me empujo con las rodillas sintiéndola sintiéndome; mientras nuestras bocas pegadas lucharían por mantener la respiración en nuestros cuerpos…

Así llega otro orgasmo, uno múltiple y mientras este se apodera de mi cuerpo y me hace estremecer, ella me acompaña con uno, ahí muero de placer.

Desfallezco, la veo desfallecer conmigo y entre risas algo tontas, ella dice “Chale” como lo hace siempre que no tiene otra cosa que decir y yo le digo…

— Te amo.