Porque puedo
"Ver como esos ojos grises que la miraban con lujuria, mientras aquella lengua no dejaba de moverse, fue demasiado para ella, metió sus dedos entre el cabello pelirrojo rebelde y se rindió al placer"
La neblina dificultaba la visibilidad esa noche, el frio se calaba por los huesos, tal vez aquello era un aviso de lo que estaba por ocurrir en aquel viejo almacén del puerto marítimo. Una mujer se encontraba discutiendo acaloradamente con un hombre, su risos rojizos resaltaban en aquel lugar, el hombre burlesco, se acercó para acariciarlos a lo que ella reacciono apartándolo con un bofetón en su mano, el sin disimulo alguno soltó una carcajada que resonó en todo el lugar, la mujer lo miraba con tal furia que podría jurar que sus ojos tomaron el mismo tono de su cabello por unos minutos.
El hombre en su algarabía le dio la espalda, pobre insensato, sería lo último que haría. Lo último que sintió cuando la luz se escapó de sus negros ojos, fue un fuerte dolor en la parte posterior de su cabeza ¿Cómo diría un médico? A si, muerte por objeto contundente, objeto que yacía goteando entre las manos de la pelirroja, un viejo tuvo quizás de alguna maquina o de alguno de los barcos que ahí se reparaban.
Tomo con esfuerzo el cuerpo por los pies, lo jalo sin descanso hacia afuera del almacén y sin más lo echo al agua, ni siquiera se volvió para ver qué pasaba con él, solo se apresuró a volver dentro para encargarse del desastre que había dejado.
Su rostro cambio, tenía una calma absoluta y con esa misma calma saco un pañuelo de su abrigo para limpiarse las manos, sin mirar atrás camino hasta la salida del almacén, solo se escuchaba las puntas de sus tacones golpear con rapidez el frio suelo, cuando estuvo a punto de agarrar la manilla de la puerta escucho un ruido seco tras ella que la hizo volverse al instante. No vio nada, solo el frio suelo y algunas cajas, otra persona se habría ido sin más, pero ella no, camino de regreso esta vez más lento, más suave, casi con parsimonia para quedarse totalmente inmóvil durante unos instantes.
Otra vez aquel ruido seco…
De entre las cajas de aquel viejo almacén una joven chica trataba de no moverse, no podía creer lo que sus ojos habían visto “lo asesino, esa mujer asesino a un hombre” se repetía en su cabeza pues no daba crédito a lo que había visto, se cubría su boca con una mano tratando de no llorar mientras que con la otra trataba de mantener el equilibrio, maldijo entre dientes pues le habría gustado estar ya en casa en ese momento. Esperó un par de minutos hasta que escuchó que cerraban la puerta de almacén, poco a poco fue asomando su rostro, quitándose de encima algunos de sus cabellos castaños claro que se habían arremolinado sobre él, y lo último que vio fue una mirada gélida enmarcada por unos risos ojos antes de perder el conocimiento.
Horas después, no sabría decir cuántas pues aún era de noche, la chica despertó con cierto mareo y dolor punzante en su cabeza, trató de ponerse de pie, pero aún no tenía suficientes fuerzas, parpadeo repetidamente tratando de reponerse, pronto se dio cuenta de que ya no estaba en el viejo almacén. Se encontraba en una sala, que en definitiva nunca había estado, blanca y bastante pulcra, se encontrada recostada sobre un sofá, nuevamente intento tomar fuerzas para levantarse y cuando estuvo de pie la cabeza le dio vueltas, dio unos torpes pasos hasta toparse con una gran mesa de vidrio que uso para recostarse por unos segundos.
Escuchó unos ruidos que venían de la habitación contigua y en sus pasos aún torpes, caminó hacia ella, se recostó en la puerta pues aún le costaba mantenerse de pie. La habitación contigua era la cocina y ahí en el mesón vio a la misma mujer pelirroja del almacén que cortaba despreocupadamente algo sobre una tablilla de madera, el dolor en su cabeza se agudizo de repente, todo lo ocurrido volvió de golpe a su cabeza. Se quedó ahí parada varios minutos sin saber qué hacer, no podía correr eso era seguro, pero ¿podría tal vez tratar de razonar con ella? Cogió valor de donde ni ella misma sabia de donde salía y en sus pasos torpes caminó hasta la mujer manteniendo una distancia, digamos aceptable.
-¿Dónde estoy?- preguntó, se dio cuenta que la garganta le molestaba o tal vez eran los nervios
-Muy lejos de casa – dijo sonriendo la mujer pelirroja sin siquiera voltear a verla, la joven de cabellos castaño claro no sabía si esa sonrisa la tranquilizaba o la perturbaba, la detalló un poco más, sin duda era más alta que ella
-¿Que hago aquí?- preguntó de nuevo con más decisión, la pelirroja dejo el cuchillo sobre la tablilla de cortar y se volvió hacia ella con esa misma mirada gélida que había visto minutos antes de caer en aquella oscuridad.
-No sé, dime tu ¿qué haces aquí? o mejor dicho ¿qué fue lo que viste?- la joven bajo la cabeza, sintió un nudo en su estómago, deseo no haber preguntado -Está bien, no respondas, yo sé lo que viste- tomó de nuevo el cuchillo y comenzó a cortar, pero esta vez con más fuerza, eso le hizo sentir un leve escalofríos por toda la espalda a la joven chica, pensó en decir que ella no había visto nada que se había equivocado pero se dio cuenta que eso era inútil, -eres muy tierna- no se percató en que momento la pelirroja había dejado su tarea para acercársele y tomarla del rostro, le regaló una genuina sonrisa mientras acariciaba su mejilla lo cual la confundió -¿te gustaría cenar conmigo?- aún en su confusión solo pudo mover su cabeza de modo afirmativo, no quería hacerla enojar.
La pelirroja preparó la mesa y le sirvió tal cual fuera una invitada, se disculpó pues ella bebería vino para acompañar la cena, pero no le ofrecería porque no le parecía prudente que bebiera después del golpe que le dio, golpe por el cual no recibió disculpa alguna pensó la castaña, aunque después de pensarlo comprendió que no tendría sentido si lo hiciera. Cada una se sentó en un extremo de la mesa de vidrio, que anteriormente había sido atacada por los tropiezos de la joven.
La pelirroja dio las palabras de gracias y con un gesto que hizo con una de sus manos le dijo que esperaba que disfrutara de la comida y muy alegremente bebió de su copa de vino para luego degustar su plato. La castaña la miraba atenta mientras intentaba comer, debía reponer algo de fuerzas si quería salir de ésta, pero no dejaba de parecerle un misterio esta mujer de cabellos rojos y ojos grises gélidos, la detalló un poco más y pudo notar que tenía algunas pecas en su pecho pues ya no llevaba el abrigo. Tenía una contextura atlética, peor para ella pensó.
Luego recordó aquel hombre, como lo golpeó sin piedad y luego lo arrastró fuera del almacén, todo le parecía tan surreal, con un nudo en su garganta no pudo evitar preguntar
-¿Por qué? – La pelirroja dejo su plato para mirarla directamente a los ojos, pudiéndose notar una pizca de desprecio en ellos -¿Por qué lo mataste?- volvió a preguntar la joven con un poco más de valor, la mujer que se encontraba al otro extremo de la mesa no apartó su mirada ni un instante de ella, estuvieron así durante un par de minutos, mirándose fijamente a los ojos, sin siquiera pestañar, como si el tiempo se hubiera detenido.
-Porque puedo- respondió, con una elegante sonrisa en su rostro como si fuera lo más natural del mundo para luego volver a dirigir su atención al plato; la joven apuño los cubiertos en sus manos con un ligero temblor, ya se le había quitado el apetito.
Luego de eso no cruzaron palabra alguna hasta terminar la cena, bueno, solo pelirroja terminó su comida, retiró el plato de la castaña sin hacer preguntas, luego volvió pidiéndole que la acompañara muy amablemente a otra sala contigua, la castaña dudó un poco, pero notó que no tenía opción alguna, así que la siguió, caminó con dificultad detrás de ella, cuando llegaron se sentó en el primer sillón que encontró.
La pelirroja sintiendo algo de compasión por ella la dejo descansar unos segundos para luego volver con un té y una pastilla, la castaña la miró con desconfianza pero la mujer le aseguro que la haría sentir mejor, lo dejo en sus manos y se dirigió hacia una chimenea que se encontraba en todo el medio de la sala para encenderla.
Materializó una copa, quien sabe de dónde y se sentó en otro sillón, frente a frente mientras bebía sin apartar la vista de ella. La joven, jugaba nerviosa con la taza de té en sus manos, ya no aguantaba la mirada de escrutinio que le daba la pelirroja y se aventuró a iniciar una conversación
-¿Cómo te llamas?- le dijo y la pelirroja se rió sutilmente, moviendo su cabeza en negación.
-No creo que sea conveniente decirte mi nombre- hizo una pausa – ¿qué hacías allí?-
-¿Por qué debo responder yo?- la castaña tuvo de nuevo un poco de coraje o tal vez había sido él té que si había hecho lo prometido, la cabeza ya no le dolía y su cuerpo no pesaba tanto. La pelirroja volvió a tener su semblante frio, dejo la copa en una mesita conjunta al sillón y se inclinó hacia delante, taladrándola con la mirada
-Teniendo en cuenta que posiblemente no salgas de aquí, no veo qué sentido tendría decirte mi nombre- la castaña sintió un vuelco en su estómago, había escuchado lo que había temido desde que vio a la pelirroja en la cocina, se maldijo mil veces por haber tenido la tonta idea de trabajar hasta tarde aquel día, apretó con fuerza la taza en sus manos y bajo su mirada hacia ella, realmente viendo nada, buscando una salida donde no la había – Mónica- levantó su vista con los ojos entrecerrados, aún con temor, la pelirroja que se veía más calmada ya sostenía su copa de nuevo –es el nombre que me habría gustado tener- dio un largo sorbo dejando la copa seca, se levantó para acercarse a la chimenea, sobre ella había una repisa donde estaba la botella de vino.
-Natalia- dijo tartamudeando y con mucha inseguridad la castaña –supongo que ese es el que me gustaría a mí- la pelirroja que ahora se había autodenominado Mónica se sentó de nuevo frente a ella regalándole otra de esas sonrisas que no lograba comprender.
-Ya, y Natalia- dijo con mucho sarcasmo - ¿Qué hacías allí?- Natalia suspiro con resignación
-Trabajar, debía ver que todo el cargamento nuevo estuviera allí- apretó los ojos con ira, se sintió estúpida, podía haber revisado todo en la mañana y se habría evitado estar con la que ya llamaba en su mente “la loca pelirroja”
-Qué raro, nunca te había visto por allí- le contestó curiosa Mónica, que levantaba una ceja expectante de que le contara más.
-No tengo mucho tiempo ahí, así que…- volvió a cerrar los ojos apretándolos, tomando aire para continuar –quería un permiso para el fin de semana y pensé que así me lo darían- Mónica no dijo nada, siguió viéndola esperando a que continuara, actitud que ya empezaba a pesarle a Natalia –quería pasar tiempo con mi novio ¿vale?- se desabrocho un botón de su camisa, entre los nervios que tenía encima y la chimenea había comenzado a acalorarse.
Mónica esta vez se carcajeó sin contemplación, se levantó una vez más para tomar la botella pero ésta vez se la trajo consigo para ponerla en la mesita junto al sillón, Natalia la miraba bastante mosqueada –¡Ahh! las cosas que una hace de joven- exclamó casi como un suspiro,Natalia se bufó de ella, dándole a entender que muy mayor no podía ser, Mónica se carcajeó nuevamente y la reto adivinar su edad, la castaña dudo en seguirle el juego y se quedó en silencio; – 32- le dijo muy orgullosa la pelirroja.
Natalia casi dejo caer la taza, pensó que tal vez la loca pelirroja tendría unos veintitrés, pero jamás le paso por la cabeza que fueran 32, trató de ocultar su cara de sorpresa, que a pesar de la distancia su compañera en la sala vio muy bien.
La pelirroja se levantó, caminó hasta ella que aún seguía sentada, quedando una de sus piernas entre sus rodillas, podía sentirlas tiritar solo con ese contacto, bajo su mano hasta su rostro para que la viera fijamente hacia arriba. Natalia jamás se sintió tan pequeña en su vida viendo a esa mujer desde tal posición, quería correr, pero no podía apartar sus ojos de los de Mónica que le sonreía de medio lado .
Por unos segundos le pareció fascinante, pero a la castaña se le hizo tan largo, tan tenso el momento que lo acabo con la primera pregunta que se le vino a la mente –Por qué… ¿Por qué “Mónica”?- y la pelirroja retrocedió por primera vez en la noche, como si ella hubiera recibido ahora un golpe. Mónica le dio la espalda unos instantes mirando a la nada, reaccionó acercándose a un pequeño estante donde guardaba más botellas, tomó dos y le pidió a Natalia que la siguiera, subieron por unas escaleras hasta llegar a una habitación igual de blanca que el resto de la casa, en ella solo había una cama enorme y una mesita de noche donde reposaba un portarretratos, el cual la pelirroja vio con mucha amargura, en él se veía a Mónica un poco más joven, junto a una chica bastante parecida a ella. La pelirroja se sentó en el borde de la cama abriendo una de las botellas para servirse nuevamente, Natalia no se acercó, no creyó tener permiso para sentarse en lo que parecía ser la cama de su captora.
-Era el nombre de mi hermana, Mónica- comenzó a hablar la pelirroja, mientras daba grandes sorbos a la copa y su temple se desgastaba –murió- todo pareció enmudecerse alrededor de ellas después de eso -¿es extraño sabes? las comparaciones que puede hacer un padre entre dos hermanos - parecía divagar recordando cosas,Natalia la miraba con toda su atención sin decir nada –cuando murió dejó un gran espacio vacío… seguramente fue una decepción para mi padre cuándo se enteró de que había sido ella y no yo-.
Por primera vez en la noche Natalia se sintió mal por ella, en ese momento no veía a la mujer del almacén, sino a una mujer que arrastraba tras ella muchas cosas dolorosas. Decidió que lo mejor era cambiar el tema y en un rápido movimiento le quito una de las botellas que llevaba en sus manos, Mónica la miro seriamente -¿Qué?- preguntó la castaña retándola con la mirada, bebió un sorbo directamente de la botella, con falso valor que la pelirroja le notaba al hablar pues no podía evitar tartamudear –si esta es mi última noche, debo poder beber lo que quiera-
-¿Y qué otra cosa te gustaría hacer esta última noche?- le preguntó Mónica mientras la veía sagazmente
-Nunca he ido a Disney- le dijo mientras se encogía en hombros, la pelirroja no pudo evitar reírse por tercera vez, se levantó de la cama y con algunos pasos hizo retroceder a la castaña hasta que chocó de espalda contra la pared. La pelirroja dejo a pocos centímetros su rostro del de Natalia, no podía dejar de parecerle tierna aunque tuviera que deshacerse de ella antes de que saliera el sol. Acarició su cabello castaño claro ondulado, le pareció hermoso, bajó la mirada y se encontró con el escote que hace poco había hecho la joven, y deseo ver que había más allá. Dejó su cabello y muy lentamente paso un dedo desde su cuello hasta su pecho entreabriendo más su camisa, dejando ver parte de su brasier.
-¿Alguna vez has estado con otra mujer?- le murmuró sin apartar la vista de su pecho, la respiración de Natalia se avivo, claramente no era algo que se esperara.
-Pues…no…- le respondió un poco dudosa
-¿Y has imaginado alguna vez estar con una?- se había acercado al cuello de la castaña y con cada palabra que decía su aliento recaía en él, poniéndola tensa. Esperó unos segundos y al no tener respuesta, lo besó y Natalia reaccionó tomándola de los brazos, pero no la apartó, la pelirroja sonrió con picardía y en un gesto posesivo mordió suavemente su cuello, se alejó lentamente quedando a unos escasos pasos para mirarla.
Seguramente Natalia daba gracias a la pared tras ella, se quedó allí apoyada, sintió sus piernas tan débiles como cuando despertó en ese lugar, acompañada de una extraña sensación de hormigueo por su cuerpo, tratando de controlar su respiración, cerrando sus ojos en sincronía con sus puños y solo una pregunta rondaba por su cabeza ¿Qué era esta mujer?
-Te equivocas…yo no…- Mónica no la dejo continuar, puso su dedo pulgar en sus labios para sellarlos y luego levemente los acarició, provocando en ella otra ola de ese hormigueo que no comprendía, o tal vez si, pero prefería no hacerlo. Se alejó de ella para sentarse en la cama mientras se servía otra vez mas vino.
-Háblame de ti- dijo casi dando una orden, Natalia no sabía que decir, no tenía realmente nada que contar, su vida era tan simple y común como la de cualquier persona
-No tengo nada que contar, mi vida no es tan interesante como la tuya-
-Podría haberte contado una mentira y no lo sabrías- respondió la pelirroja, pero Natalia sabía que no era una mentira, por más que esta mujer delante de ella intentara escudarse en su frialdad eso había desaparecido mientras hablaba de su hermana.
Mónica abrió uno de los cajones de la mesita de noche, saco un viejo revolver que colocó en su regazo. Natalia se quedó sin aliento, no dijo nada solo tomó otro trago, éste mucho más largo, directo de la botella y se sentó al lado de la pelirroja haciendo contacto con sus piernas, ahora ella la miraba sorprendida, en lo que iba de noche no había buscado acercarse.
-Cuando era pequeña… mis padres siempre me llevaban a acampar, lo detestaba, supongo que siempre he sido una chica de ciudad- rió un poco sola; sus dedos que sostenían la botella de vino jugaban con nerviosismo, Mónica la acompaño con una sonrisa - me decían que debía estar preparada para todo en la vida y que eso me ayudaría… creo que nunca les paso por la cabeza que algo como esto me sucedería - bajo la mirada, sus ojos amenazaban con traicionarla y dejar escapar algunas lágrimas, no dejaría que la vieran así.
Mónica puso su mano sobre las suyas, Natalia levanto su rostro para encontrarse con sus ojos, tenía un brillo distinto. La pelirroja acarició sus manos para arrebatarle la botella, la colocó en la mesita de noche junto con el revolver sin romper el trance que tenían entre sus ojos, poco a poco se fue acercando hasta quedarse cerca de sus labios. Debía esperar, ahora la castaña tenia buscarla y así lo hizo; sus labios chocaron en un beso intenso, Natalia lo había iniciado pero trato de separarse, la pelirroja la tumbo sobre la cama tomando sus manos por sobre su cabeza, trato de forcejear, se rindió al sentir la humedad de su lengua en la boca, sus ropas no tardaron en caer al suelo.
Mónica la colocó sobre las almohadas, se posicionó sobre ella dejando una de sus piernas entre las suyas mientras no podía separar sus bocas. Por su parte Natalia, luego del beso algo en su cabeza había hecho un “clic” y solo se dejaba llevar, no quería pensar, solo quería sentir a donde podía llevarla esta extraña mujer. La pelirroja bajo por su cuerpo regalándole besos húmedos hasta llegar a su destino, separo sus piernas y sintió el calor que emanaba sus labios mayores, paso su lengua lenta y tortuosamente por ellos, se sintió complacida cuando escucho a la joven chica ahogarse, que solo tomaba las sabanas en sus manos ya que no se atrevía a tocarla.
Natalia se retorcía, gemía suavemente, solo estaba concentrada en el movimiento de arriba y abajo que tenía la lengua de la pelirroja, la tomó de sus caderas y la jalo hacia ella, acomodo sus piernas de forma que quedaran apoyadas en sus hombro, cuando estuvo cómoda la punta de su lengua inicio un coqueteo descarado con la entrada de su vagina. La castaña no se atrevía a mirar hacia abajo, cuando ya no pudo mantener sus ojos cerrados, movió su cabeza hacia un lado y como un rayo de luz de esperanza lo vio, el revolver en la mesita de noche.
¿Sería capaz de hacer lo impensable? Esa voz que se activa en momentos terribles, cuando nuestra supervivencia está en juego le susurraba, solo debía cogerla, sería fácil jalar el gatillo y estaría de vuelta en casa lejos de esta extraña mujer y nunca nadie sabría lo que sucedió en su cama…o tal vez no sería tan fácil.
Ese momento se le hizo una eternidad, pero esa voz se calló definitivamente cuando sintió unas firmes manos que subían por su abdomen, digirió su mirada hacia su entre pierna y eso fue todo. Ver como esos ojos grises que la miraban con lujuria, mientras aquella lengua no dejaba de moverse, fue demasiado para ella, metió sus dedos entre el cabello pelirrojo rebelde y se rindió al placer.
Mónica se saboreó sus labios mientras se colocaba a la altura de la chica, sentía su cuerpo temblar y vio como llevaba sus manos a su rostro, aprovechando su tamaño la acomodo para que quedara entre sus brazos mientras la abrazaba por su espalda.
Por su parte Natalia estaba echa un lio, no sabía que pensar, y sentir unos pechos en la espalda le causaba escalofríos. Mónica se tomó el tiempo para admirar su cuerpo, le parecía pequeño, delicado, mientras deslizaba sus dedos desde sus muslos pasando sus caderas hasta sus hombros, repitió el mismo camino una y otra vez. Natalia poco a poco se fue calmando, se sentía protegida en esa posición ¿Qué irónico no? Sentirse protegida por la persona que no la dejaba ir, se dijo así misma que ya estaba perdiendo la cordura.
Estaban en silencio, solo se escuchaba sus respiraciones que ya se habían calmado un poco, excepto Natalia que comenzaba a sentir ese hormigueo por su cuerpo al que no quería darle nombre, intento pensar en otra cosa, recordó al hombre del muelle y quiso saber más.
-Ese hombre…el del muelle ¿era tu padre?- Mónica la apretó con más fuerza para luego morder su hombro
-Ese hombre era…- comenzó a bajar su mano por el abdomen de la castaña que no sabía si concentrarse en sus palabras o en la dirección de su manos –parte del espacio vacío que debía llenar- paso ligeramente sus uñas por su vientre –pero ya no más- Natalia sintió una corriente de placer recorrer todo su cuerpo cuando las manos de la pelirroja llegaron acariciar entre sus labios, alcanzando su clítoris, sin piedad, no tardó mucho en volver a correrse.
Mónica esta vez se separó al instante, dándole la espalda se sentó en borde de la cama, una luz que se colaba por la ventana caía sobre su perfecta figura desnuda.
-¿Por qué no lo hiciste? Podrías haber escapado de aquí…- la castaña se sentía aturdida por lo que acaba de ocurrir así que apenas alcanzó a volverse para verla.
-No lo sé- le dijo con hilo de voz casi inaudible, se sentía exhausta y el golpe en la cabeza comenzaba a dolerle otra vez, se dejó caer en la oscuridad una vez más.
Cuando despertó era muy temprano, se veían atisbos del sol colándose por la ventana, su captora/compañera de noche y ahora podría decir que incluso ¿su amante? Yacía a su lado en un sueño profundo, sintió su cara ponerse caliente al recordar lo sucedido la noche anterior, si alguien antes le hubiera dicho que terminaría haciendo esas cosas con una mujer le diría que estaba loco. Pero ¿le había gustado? Sacudió su cabeza tratando de espantar la idea, ya tendría tiempo de pensar en ello si lograba escapar.
Se levantó lo más cuidadosamente posible que pudo de la cama y se vistió, bajo a toda velocidad por las escaleras, viendo por las esquinas con el temor de que alguien llegara. Llego a lo que parecía ser la puerta principal y maldijo entre dientes cuando se dio cuenta de que estaba con seguro, buscó otras salidas pero obtuvo el mismo resultado, las ventanas que encontró eran demasiado altas para correr el riesgo, pudo ver que sí, definitivamente estaba lejos de la ciudad, al solo ver mucha vegetación cerca de la casa, no sería fácil salir de allí, debía pensar rápido.
Llegó a la conclusión de que tal vez la loca pelirroja tendría un juego de llaves en su mesita de noche, se hizo de valor y subió lentamente, cuando estuvo a punto de entrar a la habitación se percató de que alguien la observaba, se dio la vuelta y ahí estaba, Mónica, mirándola con una sonrisa, apenas cubierta por una camisa blanca que llevaba abierta, dejando ver parte de sus senos.
-¿Qué hacías?-
- Yo solo, buscaba… ¿el baño?- dijo Natalia con un poco de duda, exhalando el poco aire que aún quedaba en sus pulmones y cayendo en cuenta de que era la peor mentira que se había podido inventar. –Lo siento, yo solo…
- La llave esta sobre la chimenea – dijo Mónica, sonriendo cabizbaja para luego hacerla a un lado y dirigirse a la habitación
-¿Qué? – PreguntóNatalia quedando desconcertada – ¿ Me dejaras ir?- volvió a preguntar ¿Por qué?- le gritó desesperada por no obtener respuestas
La pelirroja cerró la puerta tras ella, pero se pudo escuchar claramente cuando dijo. -Porque puedo…-
FIN.
1-gracias por todo como siempre Ponqué :)
2- y no tiene nada que ver pero ¿alguien sabe que paso con “gataenpatines”? hace poco me topé con sus relatos y son interesantes, lástima que no público más.