Porque la familia es lo primero
Que maravillosa es la vida del campo, donde aprendemos a compartir todo, dentro de la complicidad del hogar y alejados de curiosos vecinos.
Porque la familia es lo primero (historia contada por mi amigo Sergio)
Me contaba mi madre que se comprometió muy joven y embarazada de mí. Al comienzo vivían en casa de mis abuelos maternos pero tres años después se independizaron.
Desde muy temprana edad, el campo fue nuestro medio de vida por muchos años. Mi padre trabajaba en un terreno heredado donde cultivaba tubérculos para consumo y venta. Nuestro vecino más cercano se hallaba a más de 500 metros de distancia.
Mis padres eran muy activos sexualmente por lo que muchas veces los espiaba desde pequeño, ellos eran jóvenes y se daban el gusto de hacerlo casi todos los días en las noches que presumiblemente mis hermanas y yo dormíamos.
Al cumplir mi madre Isabel 36 años, mi padre muere. De mi casa a la ciudad había como una hora en vehículo. En casa, con todo el trabajo sin estar ajeno a la tecnología, éramos cuatro, mi madre, mis hermanos y yo.
Aprendí muchos juegos sexuales viendo a mis padres y experimentando algo con mis amigas del colegio, cuando era estudiante. Hoy deseo unir más a mi familia con nuevas experiencias.
Un día, mi madre partió a la ciudad con mi hermano menor para realizar algunas compras, mi hermana Anita se quedó en casa a preparar la comida, según sugerencia de mamá y yo, encargado de tareas del campo y hogar. Sabía que esos viajes demoraban muchas horas.
Me fui a dar un baño, y mientras lo hacía pensaba mucho en sexo, la verga se me puso dura, sólo tenía a mi hermana cerca, se me vinieron muchos pensamientos lujuriosos. Salí del baño en bóxer, con una pequeña toalla sobre el hombro rumbo a la cocina, antes de ir a mi cuarto, tenía la verga dura que se marcaba demasiado. En la cocina, le pregunté si la comida estaba lista, era un pretexto. Al voltear a verme, me percaté de una leve turbación de ella, pero siguió el hilo de la conversación sin evitar lanzar miradas a mi paquete en varias ocasiones, y yo, disimulando.
Luego de ello. Fui a mi cuarto a dejar la toalla y regresé a la cocina, me puse justo detrás de mi hermana a probar algo que estaba preparando, un rico estofado; tomé una pequeña presa y me la llevé a la boca, al mismo tiempo que pegaba mi verga a sus nalgas, haciéndola sentir. Me aparté un rato casi metro y medio, y otra vez su mirada directa a mi paquete, y ella recriminando mi falta de modales. Fui al refrigerador a beber un refresco helado, lo bebí frente a ella y mientras lo hacía, con mi mano libre me rascaba debajo de mis testículos capturando aún más su mirada, y yo de reojo supervisando la escena.
Mi hermana es una chica delgada, 169 centímetros, sin mucho culo ni pechos, piernas delgadas, todo de acuerdo a su contextura, no era exuberante pero si hermosa. Continuaba en bóxer en casa, imaginando escenas sexuales que me excitaban más de lo normal, mi hermanita me miraba ocultando parte de su rostro con su cabello largo y negro.
Luego de un rato ella decidió darse un baño yendo a su cuarto a tomar su toalla y demás útiles de aseo, al mismo tiempo que repetía que iría a mi cuarto a acomodar algo, momento en el cual aproveché y fui al baño simulando orinar mientras la esperaba. Al llegar mi hermana, estaba la puerta entreabierta y yo en actitud frente a la taza del baño orinando, al verme no pude ocultar una sonrisa; ella contestó con una disculpa y una sonrisa, alejándonos luego uno del otro.
Siempre que había oportunidad me ponía detrás de ella, abrazándola y diciéndole lo mucho que la quería con la finalidad de hacerle sentir mi verga entre sus nalgas, lo cual ella aceptaba sonriendo y retirándose luego con sus miradas sobre mi duro paquete.
En otro momento había dejado sobre la mesita de mi cuarto una revista pornográfica con imágenes de sexo explícito, al lado de unos platos y vasos. Al preguntarme mi hermana sobre dichos utensilios le dije que estaban en mi cuarto, mientras estaba acostado en el mueble en bóxer con mi verga dura para su deleite. Pude notar que Anita caminó rumbo a mi cuarto, al seguirla sigilosamente advertí que ella tomó la revista y la ojeó durante algunos minutos, mordiéndose los labios de gusto por lo que miraba.
Ya estaba seguro que mi hermanita andaba de curiosa por el sexo y yo con muchas ganas de estar con ella. La ocasión se presentaba porque estábamos a solas. Minutos después Anita estaba en la cocina terminando de arreglar algunas cosas ahí, disimuladamente me fui acercando y me puse detrás de ella pegando mi verga a sus nalgas preguntando tontamente que hacía, a lo que ella respondía a mi pregunta sin pensar lo que vendría. Tenía la verga dura y entre sus nalgas se sentía rico y ella lo tomaba supuestamente normal, traté de hacer algo más atrevido y me moví suavemente haciéndola sentir más, ella firme y sin moverse me permitía tales movimientos. Intentando ser más atrevido, metí una de mis manos en sus piernas y las acaricié, avanzando mucho más pude palpar su coño por encima de su calzón notando un poco de humedad en él, pidiéndome que la dejara trabajar que conversaríamos después; pero nada me dijo sobre mis atrevimientos. Con una mano la abracé y con la otra froté insistentemente su coño y le pedí que se apure.
En un rato después Anita se fue hacia su cuarto. Al pasar por ahí y estar la puerta de su cuarto abierta la encontré echada en su cama simulando leer un libro. Al acercarme a ella preguntando que estaba leyendo, subiendo en la cama y sobre ella, pegando mi verga a su culo con descaro total. Ella seguía con la mirada fija en el libro, pero dejándome hacer, metiendo mis manos recorrían su coño y sus pechos frotándolos a mi placer y en unos minutos después nuestras bocas se encontraron dándonos un beso simple que después se tornó en placentero, mi lengua jugaba dentro de su boca y su lengua masajeaba la mía, nuestros brazos entrecruzaron nuestros cuerpos y nuestras piernas se acariciaban entre ellas, no eran necesarias las palabras en ese momento.
Con delicadeza, luego, la fui desnudando ante mi excitación, ella intentó hacer lo mismo conmigo y ayudé un poco. Mi boca se adueñó de sus pechos y unos de mis dedos intentaba entrar en su coño mientras los demás se lo acariciaban, ella con una de sus manos sobaba mi verga como palpando su dureza y grosor. Después fui bajando hasta que mi boca estaba cerca de su coño para lamer los bordes de su coño y luego abrir sus labios vaginales para que mi lengua masajee su clítoris y uno de mis dedos empiece a penetrarla despacio, mientras acariciaba sus pechos con mi mano libre.
Pude comprobar que no era virgen, pero llevaba mucho tiempo sin coger, ella luego tomó mi verga y se la introdujo a su boca y de rato en rato abría su boca y sacaba su lengua para lamer mis testículos mientras su mano acariciaba mi verga. Anita luego se echó en la cama y abrió sus piernas y yo con mi verga en la mano fui apuntando hasta la entrada de su coño y se la introduje, cada una de sus piernas se apoyó en cada uno de mis hombros. En cada penetración sus rodillas casi besaban su cara, ambos disfrutábamos el momento por muchos minutos que me parecieron pocos; al terminar se la saqué, mi hermana me la cogió con sus manos masturbándome hasta que me vacié en su cuerpo por encima de su ombligo. Luego de ello, descansamos ahí desnudos los dos.
Limpié su cuerpo con una pequeña toalla que luego tiré al piso y empecé a acariciarla, ella con su mano acariciaba mi verga fláccida, como tratando de levantarla otra vez. Seguimos tocándonos lujuriosamente, mis manos posesionadas de sus nalgas, de sus pechos, de su coño y ella en lo suyo. A lo lejos escuchamos ruidos de carros, señal que deberíamos separarnos y correr hacia nuestros deberes.
Cuando llegaron mi mamá y mi hermano estábamos tranquilos mirando televisión y mi hermana en la cocina terminando de arreglar. Nuestra madre entró y acomodó las compras como siempre y de lo más normal sin presentir nada fuera de lo común, es lo que yo pensaba.
Pude advertir unas miradas entre mi madre Isabel, “Isa” de cariño, y mi hermana Ana Lucía, presintiendo algo y sin ser notado, decidí averiguar a donde iba ello. Muy entrada la noche, momento de ir a la cama y dormir, mi hermana estaba en el cuarto de mi madre, quise acercarme y tratar de descubrir sus secretas conversaciones, alcanzando a escuchar ciertas frases que me dejaron pensando: ¿Dime, que tal estuvo?, ¿cuántas veces lo hicieron?, era la voz de mi madre, interrogando a mi hermana. Ella suponiéndose solas en el cuarto, sin testigos cerca, le contaba lo que ella y yo habíamos vivido horas antes, en la mañana, le contaba lo grande y dura que la tenía, de cómo había disfrutado chupándomela, cómo se excitaba con mi lengua en su coño y mis dedos masajeando sus labios vaginales, hasta cuando mi verga entró en su coño caliente sintiendo cómo se movía de adentro hacia afuera provocándole mucho placer. Toda esta charla me fue excitando, al mismo tiempo que noté que el cazador fue la presa, aunque lo más importante es haber pasado buenos y deliciosos momentos.
Pasaron los días, otra vez viaje de fin de semana a la cuidad a realizar las compras regulares. Esta vez, solo fue mi hermano menor, me dije a mi mismo que la situación no estaba bien, como la vez anterior.
Media hora después que mi hermano menor salió, mi madre Isa, dijo que iba a descansar un rato que no la molesten, por lo menos en dos o tres horas. Estando en mi cuarto llega mi hermana, me dice aprovechemos que nuestra madre descansa; con un movimiento rápido baja mis pantalones cortos, mi short, y mi verga se asoma en todo su esplendor, la toma entre sus manos y su lengua empieza a lamer mis testículos, como pude mis manos tomaron sus pechos, metiéndolas entre sus ropas hasta que mis dedos acariciaron sus pezones. Luego de esta calentura, nos desnudamos en segundos, arrojando nuestras ropas sobre el piso de mi cuarto. Continuamos con nuestros juegos previos en un maravilloso 69, con nuestros cuerpos sedientos de sexo. Mi verga crecía en su boca y el coño de mi hermana, lo sentía más mojado, más excitado.
Con el deseo de coger a tope, Anita se acostó en la cama, estaba con la plantas de los pies sobre la cama con las piernas dobladas y las rodillas mirando el techo de la habitación; me puse entre sus piernas y con mi mano derecha sosteniendo mi verga la apunté a la entrada de su coño y se la metí despacio, cuando estuvo toda dentro de su mojado coño, ayudándome con mis manos levanté cada una de sus piernas descansando sobre cada uno de mis hombros, como era una chica delgada pues se supo acomodar. En cada penetración, mi vientre chocaba sus muslos sudorosos, mi cara entre sus pies quedando mis manos libres para acariciar sus deliciosos pechos, como sujetándome de ellos.
Decidimos cambiar de posición, sin dejar de manosear nuestros cuerpos, dándonos besos apasionados a media boca abierta con nuestras lenguas jugueteando entre ellas, descansando sus rodillas sobre la cama, tirado su cuerpo hacia adelante con las manos apoyadas en la cama, levantando el culo en posición de perrito, a cuatro patas. Me puse, luego, detrás de ella buscando la entrada de su coño con mi verga, mientras que con mi mano libre acariciaba libidinosamente sus nalgas. Al perderse mi verga dentro de su coño, la posición de perrito cambió, dejó caer su cuerpo con su cara apoyada en la cama, como tratando de juntar su vientre a sus muslos, empinando más su culo mientras mi verga iba y venía dentro de lo más profundo de su coño, en un momento cada una de mis manos se sujetaban a cada una de sus nalgas. Anita estaba en posición de “V” invertida y yo con una rodilla sobre la cama, mi otra pierna se apoyaba en la cama sobre la planta del pie, para darme impulso con ella empujar más fuerte y meterla más rápido, más adentro.
Mi madre no estaba lejos de nosotros, pero como había oído antes la conversación entre mi hermana y ella, todo estaba bien. Anita decía: “espero que mi mama no se dé cuenta de las cositas ricas que hacemos y siga dormida”. Me sonreí, y seguimos teniendo el más rico sexo hasta terminar por echar mi semen apuntando a los pechos de Anita que los recibió gustosa y con su mano bañó sus pechos de semen como una deliciosa crema. Nos echamos en la cama a descansar de nuestro momento de desenfreno sexo; en uno de esos momentos comenté que tenía fantasías sexuales con los pechos de nuestra madre y sus gruesas piernas, provocando las risas de mi hermana.
Anita me propuso provocar a mami “Isa” y tuve que contarle de la conversación que escuché entre ella y mi madre, desatando sonrisitas de complicidad. En su cuarto, mami Isa esperaba la visita de Anita y llegamos los dos juntos. Ella estaba en ropa interior, cuyo sostén le cubría la mitad de sus grandes pechos y el color rojo de sus prendas resaltaba sobre su excitante cuerpo blanco y mi verga se emocionó al verla. Mi madre pudo notar la erección que se notaba en la truza que llevaba, era inevitable con dos cuerpos semi desnudos deseables y aún más con el de mi madre. Nuestras sonrisas cómplices expresaban todo lo que las palabras no alcanzaban a expresar.
Anita rompió el silencio diciéndole a mi madre Isa: “dice que tus tetas le gustan, que se excita viéndotelas”, fue el inicio de un gran momento. Mi madre se sentó sobre su cama, llevó sus manos hacia su sostén y se lo quitó quedando en completa libertad dos grandes y hermosos pechos de mujer deseable; me acerqué a su lado y acaricié sus pechos suavemente, delicada y lentamente, recorriendo con mis manos su contorno, con las yemas de mis dedos bordeando sus duros pezones preparándolos para las lamidas que les daría. Mi boca se adueñó de uno de sus pechos, con una de mis manos acariciaba el otro y con mi mano libre en su espalda como sujetándome de ella.
Frente a nosotros mi hermana se despojó de las pocas prendas que llevaba, se acercó a nosotros, de costado pegó su cuerpo al de mi madre, buscando su boca se entrelazaron en apasionado beso, donde sus lenguas jugueteaban y sus manos se acariciaban al rostro como tiernas enamoradas. En este momento tan lleno de deseo y placer nos quedamos desnudos alrededor de esa gran cama, en el cuarto donde de pequeños solíamos dormir.
Isa se hallaba sentada al filo de la cama, yo estaba de pie junto a ella acariciando sus pechos, ella ofrecía su boca a mi hermana Ana Lucía que se encontraba sobre la cama, en ese momento cada una de mis manos tomó cada una de sus piernas, intentando abrirlas más, ella me miró de reojo y abrió más las piernas a mi placer y se echó en la cama medio cuerpo dentro de ella besándose con mi hermana y acariciándose sus pechos entre ellas. Con mi verga dura la acerqué al coño materno y en un segundo estaba toda dentro de ella, respondiendo con un gemido ahogado por la boca de mi hermana. Aprovechando el momento daba unas rápidas embestidas, sacando y metiendo mi verga dentro del coño de mi madre y ella apartando de rato en rato su boca a la de mi hermana gemía ruidosamente, Anita se dedicó a morder sus pezones mientras mis manos se sujetaban tímidamente de sus caderas penetrándola sin cesar.
Mi madre abría más las piernas, como intentando que mi verga penetre, más profundo y viendo como mi hermana ávidamente mordía los pezones de nuestra bella Isa, no pude contenerme y la llené de leche, observando erótica escena. Mi hermana y yo intercambiamos roles mientras mi madre seguía en la misma posición, el coño de Anita ahora frotaba duramente el coño de Isa y mi verga en la boca materna tratando de reanimarla después de una buena penetración. Minutos después mi verga cobraba todo su esplendor mientras sentía una lengua que lamía mis testículos, mis bolas eran humedecidas por la lengua materna ante mi satisfacción.
Habían transcurrido algunas horas y sin controlar el tiempo el ruido de un vehículo se escuchó en casa, mi hermano menor llegaba. Mi hermana tomó uno de los vestidos de mi madre y sin la ropa interior se lo puso y al salir mi madre, detrás de ella cerró la puerta, por dentro, poniendo el seguro. Al voltear a verme, echado en la cama con mi verga tan dura y deseosa de coño, ella mordiéndose los labios se subió en la cama, en un momento estaba sobre mí, con una de sus manos tomó mi verga y se la introdujo rápidamente y empezó a cabalgarme despacio y se fue inclinando ofreciéndome sus pechos que tantos pensamientos lujuriosos hubo despertado en mí, en momentos del pasado.
Era la segunda vez, en el mismo día que penetraba ese delicioso coño, por lo que mi duración se retrasaba un poco más que la anterior. Tenía mis manos y mi lengua ocupada en los pechos de mi querida Isa, ella se movía suavemente de atrás hacia adelante comiéndosela toda sujetada con sus manos a la cama. Sin importar lo que sucedía fuera del cuarto sentía en vaivén de su coño y el bamboleo de sus pechos que mis manos levemente sujetaban. Después de muchos minutos una calentura más fuerte de lo normal sentía sobre mi verga dentro de su coño y ella empezó a moverse suavemente cada vez más lento, se quedó quieta unos segundos y se bajó de mi echándose en la cama a mi lado, había logrado su orgasmo y necesitaba recobrar energías. Yo aún tenía mi verga dura y con ganas, así que no la dejé descansar sino más bien le abrí las piernas introduje mi verga en su coño, luego le pedí que cierre sus piernas y mis piernas una al lado de la suya las sujetaba como no queriendo que las abra, con mis manos me sujeté de sus hombros y la embestí con desenfreno, tan fuerte y rápidamente que la cama se movía a mis movimientos, mientras Isa sólo acariciaba mi espalda arrancándole más que gemidos de placer. Luego de estas ruidosas embestidas, nuestros cuerpos sudorosos y cansados del movimiento, un líquido caliente irrigó el coño materno y me quedé en esa misma posición reposando mi cabeza sobre los pechos de mi madre, algunos minutos más. Isa con la ternura de siempre acariciaba mi cabello y mi espalda. Veinte minutos más tarde, casi a punto de dormirnos en la misma posición, nos trajeron a la realidad los golpes de la puerta y la voz de mi hermana que nos invitaba a comer, advirtiendo el ruido que hicimos y los gemidos de mamá que se escucharon en toda la casa, ante nuestras sonrisas cómplices.
La tarde pasó tranquila, pero las miradas y sonrisas entre nosotros lo decían todo. En la noche a dormir, fui al cuarto de mi madre, que estaba sin seguro, al entrar, verla cubierta por unas sábanas. Al cerrar la puerta por dentro me desnudé, ella quitó las sábanas de su cuerpo, mostrándose desnuda ante mí. Me acosté a su lado, ella se abrazó a mi cuerpo y dormimos plácidamente. Sin duda, que la mañana siguiente, prometía más de lo mismo, ya sin ataduras ni secretos de familia.