Porque es mi trabajo - Prólogo

Al parecer hay un pequeño error administrativo con mi perfil. Resubo para que todo este disponible mientras se arregla. El prólogo de la historia, no contiene sexo.

Porque es mi trabajo - Prólogo

Era una noche lluviosa y fría. Desde la ventana podía verse la mar picada explotar contra las duras rocas.

Estaba tranquilamente sentado, mirando la televisión sin verla, relajado al calor de la chimenea, cuando escuché un sonido poco habitual. Es más, en los últimos meses ese sonido había sido realmente poco habitual. Sin darle más vueltas me levanté y descolgué el móvil de trabajo.

-¿Que tienes para mí? -pregunté sin el más mínimo rodeo.

-Dos libros nuevos, editados hace poco. –El interlocutor tampoco andaba con más conversación de la necesaria.

-¿Que tal están las tapas? –Lo cierto es que hablar en código a veces me resulta realmente ridículo.

-Totalmente impolutas, procura dañarlas lo mínimo posible durante su estudio, son para un coleccionista muy importante. La entrega se realizará esta misma noche.

-Recibido.

Cuelgo el teléfono, un dispositivo móvil obscenamente grande para la tecnología de hoy en día, pero con un sin par de virtudes, como la capacidad de molestar en cualquier extremo del mundo.

Volviendo al tema, una entrega a estas horas de la noche es, cuanto menos, curioso. Aunque nada en mi trabajo es muy habitual, dicho sea de paso… Pero donde están mis modales, aun ni siquiera me he presentado.

Toda presentación debería empezar con un nombre, no está, sin embargo, ya que como he mencionado, nada aquí es habitual. En el caso de que alguien necesitara dirigirse a mí, lo haría como “El Maestro”.

Físicamente soy un hombre del montón, a pesar de entrenarme regularmente, mi cuerpo no es ni mucho menos atlético. Estoy en forma, si, y dentro de mi peso para un metro setenta y cinco de altura, pero ahí termina todo, si alguien esperaba un príncipe griego, ha venido al lugar equivocado. Aún no he llegado a alcanzar los 35 años, acostumbro a llevar barba y pelo corto, de color rubio claro, pero ninguna de las dos cosas nunca descuidadas.

Si bien el físico no es mi fuerte, mi mente es posible que se pueda calificar como excepcional. Tanto para los negocios, como para muchas otras cosas, soy realmente un talento.

Es este talento innato, junto con una serie de decisiones es lo que me posicionó donde estoy actualmente, sentado en un sofá de doce o tal vez quince mil euros, dentro de lo que sería prácticamente una mansión, situada en una íntima cala, sin más preocupación que si organizar otra fiesta aquí mismo, o en alguno de mis barcos. Y, sin embargo, solo.

Llegados a este punto, ya me he permitido el lujo de mentir un par de veces. Como bien he dicho, llegue a esta posición con algunas jugadas bursátiles acertadas y un poco de suerte, pero, como a todo hombre, lo que me mantiene aquí es mi trabajo.

La segunda mentira, es que ahora mismo mi preocupación es el aparentemente gran trabajo que se me venía encima.

A estas alturas, debería revelar ya a que me dedico. Mi profesión no tiene un nombre definido, sin embargo algunos hacen bien en llamarme “educador”.

Todo esto es más fácil de explicar con un simple ejemplo: una persona obscenamente rica, no como yo, hablo de gente que controla la economía de países, en lugar de someterse a ella. Bien, pues ese tipo de gente se pone en contacto con uno de mis socios, para conseguir la debilidad de casi todo hombre, ni más ni menos que mujeres, mujeres de todo tipo, jóvenes, viejas, altas o bajas, nada es imposible de conseguir si tienes el dinero suficiente para pagarlo. Mi negocio entra en juego cuando al caballero no se le antoja una simple cervatilla, sino una experta en el arte de complacer a un hombre, en cualquiera de sus deseos.

Visto así, es una tarea simple, parece una tarea ridícula, que pudiera ser llevada a cabo por cualquier hombre, o incluso mujer, con algo de experiencia. Sin embargo la cosa se complica, cuando la señorita que ha sido ofrecida no presta colaboración, o el suficiente interés, ya sea por el motivo por el que ha llegado a esa situación, o por cualquier otra cosa.

No caigáis, por favor, en el terrible error de verme a mí, ni a ninguno de mis socios como una vulgar mafia de tres al cuarto, nadie que llega a mí ha sido secuestrado, ni forzado a hacer absolutamente nada.

Una vez aclarado este punto, la imagen más probable de mí es un hombre desalmado que se dedica a torturar desdichadas criaturas hasta que su voluntad es reducida a “Si”. Nada más lejos de la realidad.

He mencionado antes que mi mente es realmente excepcional, y así lo mantengo. Mi labor no es solo enseñar, si no, como buen maestro, conseguir que mi alumna este ansiosa de aprender y aplicar la lección. Mi meta es conseguir que a mi alumna realmente le agrade su nueva situación, sin que medie ningún tipo de violencia, chantaje o tortura. Es esto por lo que soy único en mi campo, y lo que me proporciona toda la influencia y dinero que puedo tener.

Como es obvio, este negocio ronda los límites de la legalidad, aunque, en teoría, nunca los traspasa.

Volviendo al presente, y tras esta breve presentación, se hace más claro que esta noche no iba a llegar una, sino dos alumnas nuevas. Y por lo visto, jóvenes y vírgenes. Como dijo Confucio en su día: trabaja en lo que te gusta, y no trabajaras ni un día en tu vida.

Conociendo a mi socio, tengo del orden de dos horas para revisar un correo electrónico con las fichas de las chicas, amén de un poco de información sobre el encargo. Así que ni corto ni perezoso, incluso un poco expectante, me dirijo hacia mi despacho, enciendo el ordenador, y, tras atravesar media docena de capas de seguridad, accedo a la información que buscaba.

-Annie y Amber… -susurro para mí mismo. No era nuevo que el cliente escogiese su nombre antes de enviarlas, por lo que asumo que no es el verdadero.

Son jóvenes, 18 y 19 años, y de origen finés. –Estupendo, mi finés esta más oxidado que las piernas de Carmen Electra –sigo hablando solo, ya es casi una costumbre.

Con su edad me resulta extraño que sean realmente vírgenes, pero la veracidad de esta información no es algo que deba cuestionarme. La mayor pega de tratar con esta gente, es, que por mucho dinero que tengas, ellos tienen el control, el trabajo no es susceptible de ser rechazado. También detalla que son hermanas, cosa que si no, no habría podido saber, ya que no figuran apellidos. Por último, repaso brevemente las inclinaciones del cliente y cierro el equipo.

Me quedan dos largas horas de reflexión.