Porque es mi trabajo - Capítulo 1
Resubido por ciertos problemas. En este capítulo toca entrar en materia con las dos jóvenes.
Capitulo 1, dos nuevas invitadas:
Tres horas después, un ruido de hélices cortando el aire me saca de mi profunda reflexión sobre nada en concreto.
-¡No me lo puedo creer! –alzo la voz, aun sabiendo que nadie me escucha. Pero era realmente cierto, no podía creerme lo que estaba pasando. Quien en su sano juicio mandaría a tres personas en un armatoste de una tonelada de metal en mitad de una tormenta eléctrica y unas rachas de viento que amenazaban con arrancar cualquier árbol que se encontrase en su camino. Mis alumnas no volverán a cometer tamaña imprudencia, de eso estaba seguro.
Mientras pienso esto, accedo al panel de mando de la casa e ilumino el helipuerto, así como el camino más directo hacia el.
Me muevo rápido a través de los pasillos hasta llegar al garaje. Son apenas 300 metros de recorrido, pero lo último que quiero son un par de crías empapadas. De paso, agarro un paraguas, probablemente el único de la casa, no soy un hombre al que le asusten las tormentas.
Recorro en apenas segundos el camino de mi terreno hasta el helipuerto, mientras aterriza un helicóptero militar. Como podéis ver, aquí no nos andamos con tonterías.
Me bajo del coche y tiendo el paraguas sobre la escalera de bajada, antes de que nadie tuviese tiempo de mojarse. Se enciende la luz de cabina y por un momento estoy apunto de perder el control y la sonrisa amable que reflejaba mi cara. Aunque no siempre es el caso, las chicas que llegan a mi han podido tener que pasar por verdaderos calvarios, antes de conseguir la atención de alguna persona adinerada, por ello, una sonrisa es lo mínimo que puedo ofrecer.
Del helicóptero bajan dos chicas, una pelirroja con media melena, y una rubia con el pelo por los hombros. Debido a la situación no tengo ni un segundo para fijarme en nada más, pero solo se me pasa una palabra por la cabeza… niñas.
-Subid al coche, por favor –mi voz es cálida, no tengo ningún interés en asustarlas, y menos después del viaje que han tenido que pasar.
Arranco antes de darme la opción a mi mismo de coger al piloto de los hombros y zarandearlo para que me explique que coño se le ha pasado por la cabeza para permitir ese vuelo.
Deshago rápida y concisamente el mismo camino, sin apartar la vista de la carretera, no tiene sentido asumir un riesgo solo por tener prisa por analizar a mis alumnas.
Una vez cerrada la puerta que da con el exterior, les abro la puerta trasera del todoterreno.
-Seguidme por aquí -mi tono en ningún momento es autoritario, aun no es el momento.
Las conduzco hasta el despacho, cierro la puerta, y les indico que se sienten en un sofá, mientras yo hago lo propio en un sillón individual.
Por fin tengo el tiempo necesario para examinarlas, de un solo vistazo ya puedo concluir que este trabajo es mas inusual, incluso de lo que parecía. Las chicas rondaran, sin alcanzarlo el metro cincuenta, tal vez menos, y no es posible que ninguna pesase más de 40 kilos.
Al margen de eso son una verdadera preciosidad, con ojos grande y cuerpos esbeltos. La pelirroja aparenta ser la menor de las dos, tiene los ojos verdes, una boca pequeña y, en una estimación diría que una 80B de pecho.
Por su parte la rubia tiene unos ojos marrones muy claros, que casi alcanzan el color de su pelo, parece algo mayor, aunque solo lo puedo extraer de los rasgos de su cara puesto que tienen un cuerpo muy similar.
Lo cierto es que dado su origen me las esperaba con una tez mucho más clara, común en el norte… santo dios, soy estúpido, si estas chicas han venido de Finlandia, yo debería retirarme de esto. Las únicas palabras que les he dirigido han sido en perfecto castellano, y por sus reacciones, diría que lo han entendido a la perfección. Decido en este punto descartar el resto de la información del dosier.
-Bueno, lo primero que me gustaría saber son vuestros nombre, si sois tan amables. Mantengo un tono tranquilo y cordial, ambas están asustadas, pero, mientras la pequeña esta resignada, la mayor esta tensa y dispuesta a soltar un mordisco si se presenta la oportunidad.
Parece que funciona puesto que la mayor se muestra erguida. –Yo soy Amber, ella es mi hermana pequeña, Annie. – Una voz suave y ligeramente aguda pero en castellano, del norte si no me equivoco, y totalmente nativo, tal y como pensaba. Sin embargo ha dicho los nombre sin el más mínimo atisbo de duda, lo que me obliga a suponer que son reales, por lo que deduzco que como mínimo uno de sus padres si es de origen extranjero, su madre, probablemente.
-Estupendo, y ¿sabéis por que estáis aquí chicas? –Amber se alza nuevamente pero la detengo con un movimiento de mano. -Si no te importa, prefiero oír la voz de Annie también –Amber se rebulle en el sitio mientras Annie alza la cabeza despacio y me mira directamente a los ojos, cosa que llevo intentando un buen rato.
–El padre de Amber… -dice mientras mira a su lado –nos ha vendido.
El padre de Amber… no son hermanas de sangre, probablemente solo hermanastras, esto me va facilitar algunas cosas. Además la voz es tímida, pero no hay nervio en ella.
Sobre su situación, no me resulta nueva en absoluto. El patrón es habitual, un hombre de negocios ahogado por las deudas, decide vender a sus hijas y matar dos pájaros de un tiro. Por un lado evita caer en la quiebra, y por otro, que sus hijas sepan lo que es la pobreza.
Fijándome detalladamente en su ropa lo puedo ver claro, es ropa cara, del mismo estilo que la mía, aunque de corte más infantil, evidentemente.
-¿Y sabéis para que estáis aquí? – Otra pregunta, casi rutinaria.
-Nos han vendido a ti, para que hagas dios sabe que con nosotras, hasta que un día te aburras y nos hagas desaparecer. – Es Amber la que habla nuevamente, su voz va cargada de decisión y rencor.
-Lo divertido de la ignorancia, Amber, es que es atrevida. Pero estas equivocada, yo no os he comprado. Yo soy vuestro profesor.
Ambas alzan la cabeza y me miran, ahora tengo su atención.
-La persona que realmente os ha comprado, me ha encomendado instruiros en los quehaceres de una dama, esto incluye disciplina, modales y, por supuesto, todos los ámbitos del sexo.
Al oír esto Annie estira el brazo y coge un oso de peluche de la parte superior de una maleta infantil.
Madre mía, mi nivel de duda sobre este trabajo se ha vuelto intolerable. – Si me disculpáis un momento niñas, por favor, esperad aquí sentadas.
Salgo del despacho y llamo al mismo teléfono con el que había hablado tres horas antes.
-Soy yo.
-¿Ocurre algo? – La voz parece preocupada.
-El informe que me mandaste es más falso que la teoría del creacionismo. – Tajante, no admito una disculpa.
-Lo se, lo se, pero…
-Pero nada –le corto. –Quiero los datos reales de las chicas para seguir con esto.
-Socio, tranquilo, tal vez la edad del informe sea falsa, y tal vez parezcan niñas…
-Esta claro que mi inquietud es compartida, puesto que no he mencionado la edad en particular, Socio –he vuelto a cortarle, aun así estoy manejando la situación con mas calma de la que debería.
-Si, así es, pero te aseguro de que conozco la legislación tan bien como tu, y esas chicas están totalmente dentro de la legalidad. Tu mismo te habrás dado cuenta de que provienen de una familia bien, y ambos sabemos que eso no ayuda a madurar rápido.
Respiro, más tranquilo, confío en mi socio como si fuese mi propio hermano. O bien dice la verdad, o lo han engañado lo suficientemente bien como para que crea que la dice.
-Recibido.
Vuelvo a entrar decidido en el despacho. Mientras que Amber sigue sentada, Annie esta curioseando un ejemplar de un libro de medicina, sacado de la estantería.
-Como os iba diciendo, lo que aprenderéis aquí es, obediencia, modales y artes amatorias- Mientras digo esto, tomo a Annie por debajo de las axilas, la levanto y la vuelvo a sentar en el sofá. –En ese estricto orden –remarco –.Una vez crea que estáis preparadas, os enviaré con vuestro dueño.
-Y si no lo estamos nunca? –Esta vez es la voz de Amber, pero totalmente diferente, ligeramente relajada, aunque mantiene algo de miedo. Por mi parte, la miro divertido.
-Ese caso, Amber, aun no ha ocurrido nunca.
Dicho esto las guio hasta una habitación preparada exclusivamente para ellas unas horas antes.
Es una habitación realmente bonita, espaciosa. Pintada de azul cielo, dispone de dos escritorios con ordenador y algo de material de papelería. Por otra parte, las dos camas están vestidas con algodón egipcio de primera calidad. El suelo esta enmoquetado a excepción del baño, situado en uno de los laterales. Dormirán juntas, pero cada una tendrá su propio espacio.
-Este es vuestro cuarto, tenéis casi cualquier cosa que podáis necesitar, incluida ropa y comida en una pequeña nevera. Si necesitaseis cualquier otra cosa, la casa tiene servicio, podéis llamarlo desde el teléfono. En ultima instancia podéis llamarme a mi, mi numero también esta grabado en el teléfono.
Sin más palabra cierro la puerta y me marcho hacia mi habitación, hoy, más que nunca en su vida, necesitan intimidad para reflexionar.
A la mañana siguiente me levanto temprano, a pesar de que la entrega de ayer alargo la noche considerablemente. Me decido por una hora de ejercicio para poner un par de ideas en orden, aunque la conversación con las chicas había sido breve había conseguido extraer información bastante útil.
Sentado en la bici estática saco una libreta y escribo:
Annie
- Marcada carencia de afecto masculina, no rehúye el contacto físico.
- Marcada infantilidad, junto con lo anterior, es probable que haya sido criada en paño de oro, solo por su madre.
- Es posible que ansíe aprobación.
- Curiosa y posiblemente más inteligente que la media.
Amber
- Ligeramente hostil hacia el sexo masculino.
- Protectora.
- Probablemente su padre no le prestase mucha atención.
Dos chicas jóvenes con carencias afectivas. La verdad es que no deberían suponer ningún desafío. Es hora de que empiecen las clases.
Una vez duchado vuelvo hasta mi dormitorio a cambiarme. La puerta del dormitorio de las chicas esta abierta, indicando al servicio que puede asearla, ya no me queda ninguna duda de que son de alta cuna. Ahora solo me queda encontrarlas.
En cuestión de minutos las localizo en un comedor secundario, entro con naturalidad, sin comentar nada sobre su desayuno, compuesto de leche con galletas, mala elección para hoy, antes del mediodía estarán agotadas y muertas de hambre.
-Estefanía, si eres tan amable prepárame el desayuno de costumbre por favor –digo asomando la cabeza a la cocina adyacente para no tener que alzar al voz, para después sentarme enfrente de ellas.
Habían elegido un comedor bastante privado, pequeño, para como mucho 8 personas, con sillas de caoba y una mesa de granito. Lo más tentador de esta habitación eran los ventanales, enfocados directamente al mar. Hacía un día esplendido.
-Espero que hayáis dormido bien, niñas.
-Perfectamente –bufa Amber. Creo que no le ha hecho ninguna gracia lo de niñas.
-Bien, gracias – Esta vez su voz no contenía ningún miedo, diría que incluso estaba siendo… cortés. Si no me equivoco, esta respuesta, junto con unas ligeras ojeras, me decía que Annie se había pasado parte de la noche pensando y, por lo menos de momento, había aceptado su nueva situación.
-Me alegro, en cuanto terminemos con esto, quiero que las dos me acompañéis al salón para explicaros brevemente las normas de la casa. – Al oír esto, ambas me miran y asienten despacio.
Doy rápida cuenta del desayuno en el mismo momento que me lo sirve una de las camareras del servicio, estoy impaciente por empezar.
Las conduzco hasta el cuarto y último piso antes de darme cuenta de que están en pijama, cosa que en absoluto les ayuda a parecer adultas. Una vez sentadas en el único salón del cuarto piso me acerco a una pizarra blanca colgada en la pared. Este salón estaba destinado particularmente al adiestramiento, la temperatura era ligeramente más alta que en el resto de la casa, había alfombra de pelo en casi toda la habitación, sofás mullidos, y una cama plegable oculta en el mueble, todo para hacer más cómodo el ir sin ropa. Incluso tenia baño, para una posible clase. Pero lo vital de esta sala era, definitivamente, la pizarra.
-Alguna de las dos puede recordarme lo que vais a aprender durante los próximos meses?.
Annie alza rápidamente la cabeza y recita: -Obediencia, modales y… artes amatorias.
-En efecto Annie, una memoria espléndida. – La chica sonríe al obtener lo que buscaba, aprobación.
Escribo los tres conceptos en la pizarra y me giro hacia ellas. Parece que aun no he captado ni remotamente la atención de Amber.
-El primer concepto de esta lista va íntimamente ligado a las normas que seguiréis durante vuestra estancia. Haréis todo lo que yo os diga sin rechistar, a cambio, juro que nada de lo que os ordene os hará daño de ninguna manera, ni moral ni físicamente. Como comprobareis más adelante, soy un hombre que nunca falta a su palabra. Lo habéis entendido?.
-Si –contestan las dos al unísono.
-Estupendo, la primera norma es muy sencilla de acatar. Siempre que os dirijáis a mi lo haréis como “Maestro”, por lo cual, vuestra última respuesta debería haber sido…
-Si, Maestro. – Contestan las dos al unísono nuevamente, ahora si están atentas. Que raro.
-Sigamos. Mientras estéis aquí, y yo no os requiera, sois libres de recorrer cualquier parte de la casa. Podéis encontrar desde una enfermería hasta una sala de cine, además de poder salir a toda la zona de playa que queda dentro de la parcela. Los únicos sitios a los que no os esta permitido entrar son, las habitaciones del servicio, en el ala norte, y mi despacho, en este mismo piso –Mientras digo esto voy anotando todo de manera concisa en la pizarra –En el caso de que requiera vuestra presencia, tenéis un máximo de 15 minutos para presentaros antes mi en esta misma habitación. Ese tiempo es más que suficiente estéis donde estéis. – Hago una ligera pausa esperando objeciones –Por mi parte, me comprometo a no requeriros entrada la noche, ni los días que yo haya marcado como descanso, tampoco lo haré mientras dure vuestro periodo…
-Maestro…
Aunque no de la manera correcta, Annie me esta pidiendo permiso para hablar, y eso me encanta, será una sirvienta perfecta para su dueño. – Adelante Annie.
-Donde estamos?
-Toda esta isla esta bajo mi propiedad, por lo que no tiene nombre, pero estamos en un punto intermedio entre Francia y Reino Unido. Si no os permito salir del terreno es por vuestra propia seguridad, los riscos de esta isla son particularmente traicioneros.
Por todos estos motivos, necesitareis esto. –Saco de una estantería una caja con dos pequeñas relojes de metal –A pesar de tener aspecto de reloj, disponen de unas características muy útiles. –Recupero el rotulador y empiezo a escribir –Primero, no se pueden quitar una vez puestos sin una llave diseñada para ello, con esto se evita que los olvidéis y con ello perdáis la puntualidad, vital para una dama. Segundo, en cualquier momento que os requiera, vibrará de manera ligera. Si solo requiero a una de vosotras, solo vibrará uno. ¿Queda claro? –Tal y como esperaba, separarse en algún momento no entraba en sus planes, pero mientras que Annie solo reflejaba algo de miedo, Amber había empezado a reflejar desesperación, no me cabe duda de que defendería a su hermana a costa de su vida.
Ante la ausencia de respuestas continuo hablando, aunque será la ultima vez que les permito hacer eso.
-Por ultimo, si alguna vez os veis en una situación peligrosa, o que requiera una atención inmediata, el reloj tienen un botón en la parte lateral, que transmitirá vuestra posición además de contactar conmigo. Toda la seguridad de la casa esta preparada de modo que pueda socorreros en cualquier punto en menos de cinco minutos.
-Noto a ambas más tranquilas que antes, supongo que aterrizar en medio de una tormenta no les habría transmitido seguridad en esta casa.
-La siguiente lección, como bien ha dicho Annie, son los modales –esta vez cometo el error de nombrarla en una posición que no me permite ver su reacción de manera poco descarada. No debería cometer a estas alturas ese tipo de errores.
-Podría daros una interminable charla sobre los modales de una dama, pero acabaría aburriéndoos. Por ello iré corrigiendo cualquier falta a medida que vayan sucediendo.
-La lección de hoy es simple, una dama no se presenta ante su dueño en pijama y sin arreglar. Al decir esto las miro de arriba abajo, provocando que se remuevan incomodas en el sitio.
-También estoy seguro de que la próxima vez que haga una pregunta, unas damas no se quedarán en silencio. Entendido?
-Disculpe Maestro, no volverá a ocurrir. –Estaba apunto de volverme hacia Annie hasta que procese el timbre de voz. No esperaba oír esas palabras de la boca de Amber, o, por lo menos, no tan pronto. Esta reacción bien podía deberse a su educación anterior, o a la necesidad de disculpar a Annie, intermediando por las dos. Aun no puedo estar seguro, por lo que tendré que estar atento.
-Eso espero. Por último solo me queda el tercer punto de la lección. Es hora de que os quitéis la ropa. –El efecto que causan mis palabras era justamente el que esperaba, no pretendía darles tiempo para asimilarlo, sería más fácil que obedeciesen si no tenían tiempo para pensarlo.
-No voy a repetirlo una vez más –mi voz suena más autoritaria que nunca hasta ese momento, apenas les había dado diez segundos para ponerse de pie.
A pesar de mostrarme relajado, estos instantes son los más tensos en un adiestramiento, pues es posible que marquen el resto de la conducta.
Poco a poco Annie, se levanta del sofá y se desata lentamente las zapatillas. Espero pacientemente, mi trabajo ya esta hecho.
Annie me mira a lo ojos de vez en cuando, solo para que le asegure que lo esta haciendo bien, con un ligero movimiento de cabeza. En el momento en el que solo le resta deshacerse de la ropa interior, Amber comienza a imitarla. Todo marcha la perfección.
Un par de minutos después me encuentro deleitándome con unos cuerpos algo más maduros de lo que reflejaba su cara, aun tenían tiempo para crecer, si, pero ya tenían formas de mujer excelentes.
Annie, ahora con el pelo revuelto después de haberse quitado el pijama, tenía unos pechos tersos, juntos y pequeños. Un vientre plano, una cintura ya marcada, que le daba a su cuerpo la forma perfecta, y unas piernas esbeltas, perfectamente depiladas. Su sexo estaba cubierto por una fina capa de vello rojizo, que, como era de esperar, no estaba depilado, aunque si ligeramente arreglado.
Amber mostraba con su cuerpo algo más de madurez, tenía unos pechos más grande que los de Annie y sus curvas eran aun más marcadas. También tenía las piernas ligeramente más largas y, para mi sorpresa, apenas tenía pelo en ninguna parte de su cuerpo por debajo del cuello, entre sus piernas se podía intuir algo de su característico pelo rubio, pero ahí acababa todo. Ambas eran realmente preciosas.
Al margen de deleitarme con una visión así, había conseguido extraer que Amber seguramente hubiese tenido pareja, aunque según mis datos, nunca llego a consumar.
Mientras que Amber mantenía su enfado inicial, Annie simplemente tenia roja de vergüenza buena parte de su cara.
-Bien chicas, necesito que me digas si habéis tenido alguna experiencia en cualquiera de los ámbitos del sexo. No me refiero solo a la penetración, si no a cualquier cosa, ya sea solas o acompañadas.
-No, Maestro, ninguna. – Como era de esperar Annie se había adelantado a responder, sin embargo, tenía su mirada fija en la alfombra.
-Eso no será ningún problema Annie, sin embargo, quiero que vuelvas a contestar a mi pregunta mientras me miras. Y eso va por las dos, siempre que tengáis que responderme a alguna pregunta lo haréis mirándome. – Annie alza casi de inmediato la cabeza y repita su respuesta.
-No, Maestro, ninguna. –Este pequeño inciso, además de educarlas, me permite detectar de manera mucho más simple si me estaban mintiendo.
-Y tu, Amber? – la miro directamente a los ojos, estoy casi seguro de lo que va a ocurrir.
-No, Maestro, nunca. – tanto sus ojos como su depilación delataban todo lo contrario.
Me acerco a ellas y me agacho ligeramente, para quedar a la altura de Amber. –¿Estas segura de eso Amber?- Un ligero rubor se extiende por sus mejillas, antes de darse por vencida.
-He mantenido relaciones de sexo oral y masturbación, Maestro, disculpe la mentira.
-Perfecto Amber – Si dijese que me esperaba esa respuesta estaría mintiendo, por lo menos, en parte. Tanto la respuesta como la disculpa eran perfectas, algo que no respondería una chica corriente. Empiezo a plantear una hipótesis de que su educación hubiese sido en un colegio católico privado.
Guardo silencio durante un momento, me levanto y me libro de toda la ropa de tren inferior antes de volver a sentarme.
-Annie, acércate por favor. –Con paso decidido Annie se acerca a mi. Yo la levanto con cuidado y la siento sobre mi pierna. Ella sin mediar palabra se apoya contra mi pecho. Tanto su respiración como sus pulsaciones son más altas de lo normal, aunque no tenía modo de saber si era a causa de nerviosismo o excitación.
Deslizo lentamente mi mano entre las piernas de Annie, ligeramente tensas, he de suponer que esta luchando para no cerrarlas.
Con mi mano libre empiezo a acariciar su pequeños pezones, que pronto se endurecen, para pasar a acariciarle todo el pecho. En el punto que parece más relajada busco rápidamente su clítoris y empiezo a acariciarlo.
Como respuesta recibo un gemido de sorpresa y unos preciosos ojos verdes, enmarcados por un suave rubor rojo en una cara ligeramente pecada, abiertos como platos y mirándome directamente.
Continuo acariciándola hasta empezar a sentir su respiración en mi cuello, acelerada por simple excitación. Pronto empieza a gemir de manera audible, mientras le acaricio su punto G con una mano, y el pelo con la otra.
Ahora que Amber había comprobado que su hermana estaba segura, me quedaba una tarea más difícil, en la que entraba en juego mi desnudo.
-Amber, por favor, serias tan amable de prácticamente sexo oral, quiero ver hasta que punto conoces el cuerpo de un hombre. –mis palabras no surten ningún efecto en Annie, demasiado ocupada en un mundo de sensaciones nuevas. Por el contrario Amber esta en este momento totalmente descolocada.
-…No – farfulla.
-Perdón Amber, creo que no te he entendido. –Su respuesta había sido tan floja que dudaba que pudiese repetirla.
-He dicho que no. – Esta vez su voz había sacado fuerzas de flaqueza.
-A que se debe eso Amber?.
-A que no quiero ser la puta de un degenerado! … y tampoco la tuya – dicho esto, lagrimas de rabia empiezan a recorrer su cara.
Por lo menos no soy el degenera, hoy. Pienso irónicamente.
-Amber, en menos de un minuto, has incumplido buena parte de las tres enseñanzas básicas que os doy. –Mientras digo esto, el jadeo de Annie se ha vuelto rápido y constante sobre mi hombre. También me doy cuenta de que esta aferrándose a mi con fuerza, no quiere abandonar el placer que le doy para volver al mundo real.
-Primero, como ya he mencionado, te referirás a mi, siempre, como Maestro, sin excepción. Segundo, una dama, nunca, jamás, pronuncia una palabra soez.
-Y la más preocupante de todas, es que me estas desobedeciendo. -Le corto con un movimiento de mano antes de que me interrumpa - . También voy a añadir que no vas a ser la puta de nadie, contratar a una prostituta de por vida cuesta ínfimamente menos de lo que han pagado por vosotras, os estoy educando para ser verdaderas damas. Puedes darme un buen motivo por el que me estés desobedeciendo? –Bajo el ritmo de las caricias de Annie, no le debe falta apenas nada para llegar al orgasmo.
-…
-¿Me odias, Amber? ¿O tal vez odias a tu padre? Tengo una idea, sé una alumna perfecta, embauca a tu dueño, cásate con el, y, solo cuando tengas la mitad de una fortuna inconmensurable, llévate a Annie a un lugar seguro, y véngate de todos los que consideres que te han hecho daño. Aunque no lo veas, te estoy dando la oportunidad de conseguir poder, y tu la estas despreciando –En la duración de este pequeño monologo Amber tiene sus ojos clavados en mi, por un momento incluso ha dejado de vigilar a Annie.
Sin mediar más palabra Amber se acerca despacio y se arrodilla ante mi. En ese mismo momento los gemidos de Annie se hacen considerablemente altos mientras su cuerpo entero se tensa de placer. En el ultimo momento sus fuerzas son suficientes para darme un tímido mordisco en el hombro, en un vano intento de acallar sus propios gemidos. La contemplo mientras su voz se va apagando, también merezco un momento de placer durante mi trabajo.
Me giro hacia Amber en el instante necesario para poder verla sonreír mirando a Annie durante una centésima de segundo, probablemente es la primera vez que la veo sonreír en estos dos días.
-Aunque aun no te des cuenta Annie, un hombre disfruta con tus orgasmos lo mismo o incluso más que tu, no lo olvides.
-Si, Maestro. –Su voz suena agotada, incluso tiene algo de sudor recorriendo su vientre, pero ante todo parece tranquila, algo que me maravilla, ya no tiene miedo.
-Ahora Amber, vas a enseñarnos a los dos como realizar una felación correctamente. – Dicho esto, Amber empieza a lamer con cuidado la punta de mi miembro, considerablemente excitado tras el orgasmo de Annie.
Aunque tampoco hace mención de bajarse, mantengo a la pequeña sobre mi, dándole una vista privilegiada de la clase.
Amber por su parte, realmente se estaba esforzando, se había introducido, no sin arcadas, buena parte de los 18 centímetros de miembro. Era algo admirable para alguien con tan poca experiencia.
-Lo vital del sexo oral, y va especialmente por ti Annie, es no morder nada –lo digo con el deje de humor suficiente como para hacer que esta sonría.
-Es fácil tener un pene en la boca mientras no llegue a la campanilla, una vez ahí, intentare enseñaros a contener las arcas. La siguiente parte, en la que os lo tendríais que meter hasta la garganta, esta fuera de vuestro alcance, de momento... –Escuchado esto Amber se relaja ligeramente, y deja de intentar llegar a donde aun no puede.
-No te olvides de mover la lengua, al ritmo que la sacas y la introduces en la boca. La punta del pene es especialmente sensible, así que ten cuidado de no dañarla
Aunque estoy impartiendo la lección con toda la profesionalidad que me caracteriza, la niña esta haciendo un buen trabajo, ni mucho menos perfecto, pero muy bueno acorde a la experiencia que le estimaba.
Menos de dos minutos después, con el miembro totalmente recubierto de salida, y Amber gimiendo de una manera totalmente adorable del esfuerzo, se me hace claro que no puedo alargar más esta lección.
-Es importante saber acabar una felación. Estoy apunto de eyacular, por lo que no te la introduzcas demasiado, o saldrá directamente en tu garganta, ten cuidad, eso si, de no derramar nada.
Amber abre los ojos y comienza a mirarme, ahora que no necesita tanto esfuerzos, para penetrarse su propia garganta. No estoy muy seguro de si lo hace porque sabe que es lo correcto, o tiene miedo de que eyacule en su boca.
Casi en el mismo instante que hace esto ultimo me sobreviene un orgasmo moderadamente fuerte, y, mientras noto a Amber esforzándose en no retirarse, con su consecuente gemido, que no hace si no excitarme, Annie me da un atrevido beso en la boca. Solamente un pico, simplemente esta jugando, y simplemente me encanta.
Una vez saldado en orgasmo, con cuatro abundantes chorros de semen en la boca de Amber prosigo con la explicación.
-A menos que os ordenen lo contrario, si vuestro amo eyacula en vuestra boca, haréis lo siguiente: primero, abriréis la boca mostrando el contenido mientras lo miráis a los ojos… - espero pacientemente a que Amber obedezca. Con las primerizas, o casi primerizas, debe primar la paciencia. Amber se esta esforzando, pero esta claro que nunca ha tenido semen en la boca.
-Una vez hecho esto, volveréis a cerrarla. Vuestro amo esperara brevemente para que la saboreéis, por mucho que no os guste. – dicho esto las tengo a la espera no más de quince segundo. Annie sonríe mientras mira a su hermana.
-Una vez hecho esto os tragareis lo que tengáis en la boca. –Amber sabia que este paso era inevitable, pero aun así necesita un momento para reunir fuerzas, solo para decirse a intentarlo.
Mientras me sigue mirando, con al boca completamente llena, le tomo un mecho de pelo y lo acaricio.
-Vamos, se que puedes hacerlo pequeña. – Como si esa fuese la señal que esperaba, Amber inclina la cabeza hacia atrás, y puedo notar su garganta al ritmo que se desliza el semen por ella.
Al terminar coge aire con fuerza, pero, cuando se va a levantar la interrumpo. – Nunca olvidéis enseñarle a vuestro amo que vuestra boca esta completamente vacía, y, una vez haya dado el visto bueno, ir directamente a lavaros. Dicho esto, Amber me mira aliviada con la boca abierta y totalmente vacía.
-Podéis ir al baño a lavaros, sois unas alumnas estupendas.
Una vez se han vuelto me siento en un mullido sillón, para recuperarme del orgasmo que me han provocado entre las dos…
-Maestro…
-¿Si?, Amber. –Ahora no me esta mirando a mi, si no que esta firme como el palo de una escoba, mirando casi hacia arriba.
-Espero que pueda disculparme por mi injustificado comportamiento de hoy.
-Estas disculpada Amber, confío en ti, y en que no se volverá a repetir.
Dicho esto ambas chicas entras en el baño, contentas diría yo.