...Porque eres mi nieta...2
Nos pilla su amigo y nos chantajea...
No doy crédito a lo que acabas de decirme. Te miro de hito en hito intentando asimilarlo. Esas dos palabras retumban en mi mente “a ti”.
-No voy a permitirlo, princesa. Me importa un comino lo que diga y a quien.
-Abu, recapacita. No voy a permitir que estés en boca de todos, ¿has pensado en tu hija?
-Claro que he pensado en ella y en este maldito pueblo cotilla.
-Abuelo, además no vamos a resistir la presión si todo esto sale a la luz.
-Ese cabrón, no quiere llevarte al cine, ya sabes...
-Lo sé, pero los dos sabemos que no podemos permitirnos que se sepa.
Me miras, con cara de pena y entonces suena tu móvil. Es mi tía, tu hija, oírla nos recuerda aún más en donde nos hemos metido. En el fondo, los dos sabemos que estamos en manos de ese cabrón.
-Abuelo, llámale. Necesitamos que ponga sus cartas sobre la mesa y saber que porción de pastel quiere, para sopesar hasta donde podemos llegar.
Me siento en tu regazo mientras hablas con él, me besas cuando cuelgas, media hora después vas a abrirle.
-Hola, Claudia –me saluda
-Ya lo sabe. Queremos saber qué quieres exactamente
Sé que estás enfadado, me siento a tu lado y cojo tu mano bajo la mesa, mientras él, toma asiento frente a ambos.
-Sexo
-¿Cuánto, cómo y dónde? –le digo mirándole solo a él-
-Una vez a la semana, durante este verano, como quieras y donde quieras
-Este, es el más burdo de los chantajes –bufas, indignado-
-Lo siento
Suena su móvil y se levanta para contestar, sale de la casa dejándonos a solas. La cabeza me da vueltas, no dejo de pensar en una solución sin dar con ella.
-Abuelo, no voy a dejar que todo estalle a nuestro alrededor, arreglando algún que otro punto, los dos sabemos que lo más lógico es rendirnos.
-No –sigues negándote a lo evidente
-Puedo hacerlo. Debemos hacerlo… por nosotros… por mi tía…por todo lo que has conseguido con tu esfuerzo… todo se ira al traste si no aceptamos el chantaje.
Nada más entrar sin dejar que se sentara digo:
-Dos veces al mes, el primer viernes de cada mes y dos viernes después otra vez, así hasta septiembre.
-Bien –contesta sin mirarte-
-Aquí y una hora máximo cada vez, fuera de esas dos horas al mes, no te acerques a mí.
-Acepto
-No voy a dejarla sola contigo –dices con voz apagada, desde el otro lado de la casa
-Acepto
-Si alguno de esos dos viernes no pudiera estar aquí, se acumula y tú elegirías el día
-Acepto y te recuerdo que hoy es el primer viernes del mes
-¿Esta tarde?
Durante la comida ninguno de los dos nos miramos, como si no hacerlo nos librara de pensar en lo que iba a suceder esa tarde.
La primera en irse fue la tía, luego tú y por ultimo yo.
-¿Estas segura princesa? –preguntas al verme aparecer
-Totalmente, abuelo
Te sientas en tu viejo sillón y yo me siento en tu regazo, me abrazo a tu cuerpo y tú acaricias mi pelo.
-No quiero que lo hagas.
-Lo sé, yo tampoco quiero, pero debo –te beso apasionadamente
-No dejes de besarme así.
Intentamos relajarnos entre besos, abrazos y caricias furtivas hasta que suenan unos golpes en la puerta y ambos sabemos que es el.
-¿Por qué tengo que irme, cuando lo que quiero es quedarme y partirle la cara a este hijo puta?
No te importa que él te oiga, me acerco a ti, vuelvo a besarte en la boca y sales, sin cerrar la puerta del todo enfadado.
-¿Cómo quieres que lo hagamos? –le digo con voz queda
-Como tú quieras.
Pienso unos segundos y tomo la decisión de excitarlo al máximo, para que dure menos.
Agarro el borde de mi camiseta de algodón rosa y me la quito por la cabeza, ante su atenta mirada, luego desabrocho mi falda vaquera y dejo que caiga al suelo, me siento en la mesa, sin dejar de mirarme y separo los muslos, luego llevo las manos a mi espalda y me quito el sujetador, viendo su mirada lobuna.
-¿Vas a quedarte ahí?
-No es mal sitio, tengo unas vistas espectaculares… que buena estas, chiquilla. –dice acercándose
Separo más las piernas, se cuela entre ellas, agarra mis pechos y los amasa, mientras sus pulgares rozan mis pezones. Baja la cabeza y lame las puntas duras que coronan mis tetas. Noto su aliento caliente, su lengua dura y como sus labios succionan mientras una de sus manos, baja por mi torso hasta mi entrepierna y pasa los dedos, sobre la tela recorriendo mi raja, sin dejar de chupetearme. Estiro la mano y toco su sexo sobre el pantalón. Lo desabrocho, meto la mano y saco su duro miembro, que ahora palpita caliente en mi mano que comienza a masturbarle. Jadea sobre mis pechos y la punta de su polla se humedece.
-Despacio chiquilla, estoy muy excitado. Hace mil años que no toco a otra mujer y nunca a ninguna como tú. Aunque me veas como un degenerado, es la primera vez que soy infiel físicamente a mi mujer.
Sigo tocándole y el cada vez jadea más fuerte, me pierdo entre sus jadeos y caricias e imagino que tú nos espías en la ventana, me evado imaginando tu mirada encendida, viendo como tu amigo me toca y como yo se la meneo. Mi sexo, se moja y él lo nota. Se cuela por un lado bajo las bragas y sus dedos recorren mi sexo, ahora sin ninguna barrera.
-uf no pares, Claudia
Noto como se tensa y al instante, mi mano se moja con su semen caliente mientras gime y jadea.
-Quiero follarte, necesito hacerlo, Claudia.
Bajo de la mesa y poniéndome de rodillas ante él, paso la lengua por su polla húmeda, doy pasadas rápidas con mi lengua, luego succiono el glande y me mete poco a poco su polla, en la boca, cabe casi toda con un poco de esfuerzo. Luego, me quedo quieta y agarrando sus testículos los sobo mientras retrocedo. Vuelvo a resbalar mis labios, por su mástil hasta el final, un golpeteo más y de nuevo esta en mi garganta.
-Joder chiquilla, que boca tienes… que rica mamada. –dice suspirando con su mano en mi pelo
Su polla vuelve a estar dura, él vuelve a estar al límite y dándole la espalda, me bajo las bragas a medio muslo, y apoyo las tetas en la mesa.
-Fóllame pues.
Separo más los muslos y él se coloca detrás, deja su polla en mi entrada y agarrándose a mis caderas me penetra lentamente. De nuevo, te imagino… en la ventana, esta vez ya no solo me miras, ahora te masturbas excitado viendo como tu amigo me folla sin piedad, entra y sale cada vez más rápido, pero algo va cambiando, imaginándote me excito, cierro los ojos y te veo allí masturbándote, meneo el culo, cuando el sale yo le busco y cuando entra hago que golpee mi cuerpo. Busco mi botoncito y lo froto mientras el sigue follándome y entonces sin previo aviso me corro.
-¡Dios mío! Claudia, Claudia… esto es…
Cuando mis espasmos ceden, él brama, saca su polla y un potente chorro, moja mi espalda, un segundo, mi culo y jadea agarrándosela con fuerza.
-Siento haber llegado a esto de esa manera, pero ha sido realmente espectacular –dijo vistiéndose.
Me limpio y voy a buscarte, estas sentado en una gran piedra al sol de atardecer, leyendo. No te digo nada me siento en el suelo, a tus pies, me apoyo en ti y cierro los ojos. Tú acaricias mi pelo apartándolo de mi cara.
-¿Estas bien?
-Si
-No sé si quiero saber lo que ha sucedido. –dices sentándote detrás de mí en el suelo
-Pues sigue leyendo –te paso el libro y tú lo abres y comienzas a leer en voz alta.
Más tarde cenamos con mi tía, y su novio.
-Claudia se te ve cansada –dice mi tía
-Lo estoy, ayer dormí poco y hoy me he levantado temprano.
Mientras nosotras hablábamos, tú dices que vas a ver la tele a tu habitación. Una hora después cuando voy a mi habitación, miro hacia la tuya y la puerta está cerrada, me voy a mi cama. Triste, sintiendo que algo no va bien.
Al día siguiente, vamos a comer a casa de un hermano del novio de la tía. Yo hubiera preferido quedarme contigo a solas pero tú ya has quedado que irías.
Después de comer se acomodan en los sofás, con el café y unas copas, media hora después poniéndote en pie, anuncias que vas a estirar las piernas.
-Este hombre, no sabe estar quieto, a mí ahora no me mueven del sofá. –dice la tía, secundada por su cuñada y con la complicidad de los hombres, que ya se habían enganchado a las carreras de coches
-Voy hacer más café –dice la cuñada
Aprovecho para ir al baño y cuando salgo, paso por la cocina y le digo:
-Voy a ver si veo al abuelo, y sino daré una vuelta. Me duele la cabeza y necesito que me dé el aire.
Salgo a buscarte y cinco minutos después, te veo a lo lejos por el camino, andando sin prisas, mirando todo a tu alrededor. Voy más deprisa para alcanzarte, y a un par de metros te llamo, te giras y te sorprende verme.
-Hola cielo, ¿vienes a dar un paseo con tu abuelo?
-Si
Andamos uno al lado del otro sin hablar, hasta que dices sin más:
-Cuéntamelo, Claudia
Los dos sabemos a qué te refieres, no sé si es lo correcto, pero no quiero ocultarte nada
-Llevo dándole vueltas desde ayer y quiero saber que paso, cuéntamelo con normalidad, ven
Me sacas del camino y nos adentramos en el bosque, te sientas bajo un árbol, con la espalda apoyada en su tronco y palmeas a tu lado, me siento, apoyo la cabeza en tu hombro y te pregunto:
-¿Qué quieres saber? –prefiero que adelantes las preguntas
-¿Cuantas veces se corrió y dónde?
-Dos, en mi mano y en mi espalda
-¿Cuantas tú?
-Una
-¿Que te hacia?
-Me follaba
-¿Que te excito más? –tu voz está teñida de rabia… y excitación mal disimulada
-Imaginarte espiándonos desde la ventana.
-¿Que imaginabas mi niña? –dices, encantado con mi respuesta.
-Te imaginaba mirando primero enfadado, poco a poco tu expresión cambiaba y pasabas del enfado a la excitación, al final cuando me penetró, imaginé que te masturbabas con furia y entonces me corrí.
-Me alegra saber que pensaste en mi –haces que me tumbe y apoye la cabeza en tus muslos.
Tus dedos rozan uno de mis pechos y al instante el pezón se endurece, luego distraídamente rozas el otro y la historia se repite.
-Con ese vestidito, la chaquetita de punto y las zapatillas de deporte, pareces una chiquilla
-¿Te gusta?
-Me encanta –dices metiendo la mano por el escote del vestido; que es de elástico fruncido, en ese tramo.
Suspiro cuando tus dedos agarran mi pezón y lo estrujan con dureza.
-Sabía que no llevabas sujetador y eso me estaba volviendo loco. Haces que no sea capaz de pensar en nada más que en follarte
-y ¿vas hacerlo, abuelito?
-¿Quieres que lo haga?
-Llevo desde ayer añorando tu polla como nunca –te digo girándome hacia ella
Sin dejar de mirarte meto la mano bajo el elástico de tu pantalón de deporte y me encuentro con tu polla, dura, palpitante y caliente ya.
-Cuéntame más de esa añoranza –ya no intentas ocultar tu excitación
-Cuando él me follaba no dejaba de pensar en tu polla, en cómo me llena y en esta sensación sofocante, caliente y casi insoportable que me envuelve cuando vas a follarme.
-Uf nena, como me pones
Tiro del pantalón para ver como la punta se humedece y glotona paso la lengua absorbiendo la humedad, chupeteo una y otra vez, cada vez con más dureza y cuando jadeas dejo que mis labios resbalen para abarcar todo lo que puedo, tu mano una vez más me empuja hacia ti haciendo que entres un par de milímetros más hasta que mis ojos, se llenan de lágrimas por el esfuerzo, solo entonces me dejas retroceder.
-Otra vez princesa, trágate la polla del abuelo
Sabes que me excita oírte decirme esas cosas y vuelvo a tallar tu polla con mis labios, vuelvo a abarcarla y espero a que empujes, me quedo quieta unos segundos hasta que de nuevo aflojas y retrocedo una vez más, esta vez vuelvo a succionar el glande, lo golpeo con mi lengua y bajo al máximo, esta vez sin tu mano, un poco más cada vez, siento como entra en mi garganta, paro y vuelvo atrás, disfrutando de tus gemidos, de tus ojos cerrados abandonado al placer que te proporciona mi boca.
Tu mano baja por mi vientre sobre el vestido y tiras de la tela subiéndolo, descubriendo mis braguitas naranjas de encajes y flores, sonríes al verlas.
-De que te ríes
-De como hace un momento, mientras mamabas mi polla, parecías la más experimentada de las putas y ahora te miro y pareces una nena inocente y candorosa con esas preciosas braguitas –metes tu mano dentro
Tus dedos expertos, buscan entre los pliegues de mi sexo, juegan en el camino y llegan a mí ya abultado clítoris, que palpita inflamado, a la espera de tus caricias. Cuando me tocas, el mundo y sus alrededores dejan de existir. Me miras con intensidad, mientras tu mano sigue dentro de mis bragas, volviéndome loca de placer, que recorre mi cuerpo en oleadas, estrellándose entre mis piernas, hasta que no resisto más.
-Por favor abuelo, necesito correrme –te suplico
-Sí, mi niña preciosa, córrete, no dejes de mirarme mientras lo haces cielo mío.
Y me corro temblando apretando tu mano con mis muslos. Cuando dejo de temblar, te levantas y me ayudas a levantarme, creo que todo ha acabado.
Me coges de la mano y no regresamos al camino, sino que nos adentramos entre los arboles hasta llegar a un recodo más frondoso, separas los hierbajos y me cedes el paso. Una vez dentro, la frondosidad hace un hueco, que a duras penas nos acoge a ambos.
-Descubrí este rincón, hace mucho tiempo –te quitas la chaqueta y la extiendes en el suelo
Te acercas a mí y mirándome apasionadamente, desabrochas mi chaquetita y la cuelgas en una rama, luego te pones detrás de mí y vas subiendo con tus manos planas a los lados de mis caderas, el vestido, hasta mi cintura. Luego agarras la tela y lo sacas por mi cabeza, besas mi cuello y mi hombro antes de ponerte frente a mí para mirarme con deseo.
-Que buena estas, nenita. Haces que pierda la razón. –te arrodillas ante mi
Miras y pasas los dedos por la humedad, que se ha formado en mis braguitas.
-Y esto, termina de matarme cielito, estas chorreando –tus dedos frotan la tela pegándola bien a mi sexo.
Tiemblo excitada, cuando acercas tu boca y lames la tela, mordisqueas mi pubis y yo jadeo, enfebrecida.
-Quítamela, abuelo –suplico
Agarras el elástico y vas bajando lentamente mis bragas, cuando pasan mis rodillas, yo ya jadeo como una loca, con la necesidad de sentir tu boca.
Estas de rodillas y subes uno de mis pies a tu muslo. Luego acercas la boca y lames, mordisqueas y chupeteas. Primero mi pubis, luego sacas la lengua y la metes en mi raja, flexiono la rodilla y te empujo, tú sonríes roncamente y devoras mi sexo como solo tú haces. Me corro enseguida y tú lames como si mis juguitos fueran agua en medio de un desierto.
Te levantas y poniéndote a mi espalda, me empujas un poco haciendo que apoye las manos en el tronco del único árbol que hay entre los matorrales. Apartas mi pelo y besas mi nuca
-Fóllame abuelo, añoro tanto tu polla…
-Como me gusta que me digas eso mi niña, hace que toque el cielo
Y me das lo que pido, solo te da tiempo de tirar de tus pantalones hasta abajo del culo, lo justo para que tu polla salte como un resorte, la agarras y la llevas directamente donde la necesito, yo subo el trasero y me penetras con fuerza, empiezas a follarme, sin clemencia. Aúllo y gimes mientras los dos disfrutamos del acoplamiento buscándonos. Yo subo y bajo el culo, tú entras y sales y nos golpeamos con la dureza que a los dos nos apasiona.
-Nadie me follara jamás como tú, abuelo. Me encanta, me enloquece, siempre pareces saber lo que quiero y necesito.
-¿A mi princesita, le gusta que se la follen duro verdad?
-Sí, sí, si…
Me das un cachete lateral en el muslo, muerdes mi hombro y taladras mi coñito sin parar. Pronto los dos estamos al borde del éxtasis y en ese momento paras, sales y llevas tu chaqueta al pie del árbol. Te sientas con la espalda apoyada y me dices:
-Ven princesita, fóllate al abuelo, quiero tenerla bien adentro cuando me corra y deje mi semen dentro, para recordarlo el resto del día, entre toda esa gente.
Me abro, me agarro al tronco y tú agarras tu polla por la base, mientras bajo lentamente ante tu mirada lobuna. Tu glande roza, presiona y entra. Noto como me llenas al máximo y sigo hasta sentarme, con toda tu polla dentro, oyendo tus jadeos.
-Cielo follarte, es con diferencia lo mejor que me ha pasado en la vida –dices sacando mis tetas por encima del sujetador-
Tu boca, tus labios y tu lengua miman mis tetas primero, luego terminas como siempre hambriento y toda la suavidad se va al traste cediendo ante la voracidad de tu deseo, que enciende más el mío.
Apoyo las manos en tus muslos, arqueando el cuerpo y tu pulgar roza mi clítoris.
-Separa las piernas, deja que sobe tus pelotas
No dudas en hacer lo que te pido y soltándome de una mano agarro tus testículos y tiro ligeramente, mientras me clavo tu polla y aprieto, entonces noto como te corres vaciándote en mi interior, tu dedo presiona mi clítoris, que junto con el calor de tu semen hacen que estalle y me corra sin dejar de moverme, suelto tus testículos y me abrazo a ti pegando mi cuerpo al tuyo, moviéndome sin apenas fuerzas y ayudada por tus manos en mi culo.
-Te adoro, abuelo. –te beso la boca
-Mi nena, y yo –dices sobre mis labios
Volvemos a la casa con todos, sin que nadie sospeche nada, solo los dos sabemos que mi coño esta llenito de tu semen.
Al día siguiente, vuelvo a mi solitaria casa y paso los días añorándote. No puedo ir el viernes que toca, pero si al siguiente. Llego a las tres, aunque la tía cree que por la noche. Voy directamente al campo, donde tú ya me esperas.
-Te he añorado, abu –me pongo de puntillas para besarte
Devuelves mi beso y enseguida nuestras lenguas danzan al unísono, tus manos aferran mi culo y me pegan a tu erección, te toco, sobre el pantalón y sonrió, al notar la dureza de tu miembro. Nos abandonamos al placer del deseo, que siempre nos envuelve, cuando estamos juntos; hasta que alguien carraspea a nuestra espalda. Te despegas de mí y sales de la casa enfurruñado.
-Hola
No le contesto, simplemente me desnudo completamente y me acerco a él, que aún me mira sorprendido, por la rapidez con la que acepto la situación. Me arrodillo y saco su polla del pantalón, está ya está en vías de prometer y la meto en mi boca. Succiono, chupeteo, la noto crecer en mi boca. Él acaricia mi cabeza con mimo y mira con lascivia, como su polla entra y sale de mi húmeda boca. Acaricio sus testículos y sigo prodigándome, sin prisas, poniendo toda la carne en el asador, le acaricio y chupeteo durante un buen rato hasta que noto como su cuerpo se pone rígido y al instante su semen llena mi boca.
Sé que no ha acabado y sigo lamiéndola, meneándola sin dejar que la erección, pierda demasiada fuerza. Hago que se siente en una silla y agarrando su polla algo blanda tras la corrida la llevo a mi sexo, la ayudo con mi mano. Me quedo quieta y muevo los músculos de mi vagina. Él, acaricia mis pechos y los lame con glotonería. En ese instante veo tu sombra tras la ventana, abres un poco y puedo verte perfectamente, mientras empiezo a mover las caderas, él no puede verte esta de espaldas, pero nuestras miradas se encuentran, en tus ojos hay rabia y oscuridad.
Bajo la vista y sabes que busco con ella, tu sexo. Entonces contra todo pronóstico la sacas y me la enseñas. Jadeo al ver tu glande hinchado, mientras él sigue lamiéndome y su polla vuelve a estar dura en mi coño, cabalgo follándome esa polla, que no deseo, mientras miro hambrienta la que deseo realmente, en mi coño. Tú pareces notarlo y sonríes ligeramente. Él jadea, suspira, subo y bajo meneándome, frotándome enloquecida de deseo… por tu polla.
-Me vuelves loco. Si sigues meneándote así no aguantare mucho más, no esperaba tu recibimiento y llevo quince días deseando este momento.
-No voy a parar –le advierto
Por primera vez muerde mi pezón con más dureza de la que usa normalmente, aferra mi culo y me dice:
-Entonces dale golfilla, fóllame hasta que me corra –sus manos manosean todo mi cuerpo
Pellizca mi culo, mientras tu mano se desliza tranquila por tu falo, me relamo, me froto… y me corro sin dejar de mirarte, el nota mi orgasmo y dando un alarido se corre por segunda vez.
Apenas tres cuartos de hora y ya se está vistiendo, yo me pongo las bragas mientras tú das un último repasó a mi cuerpo y desapareces.
-sabes que eres una golfilla? –tu voz es ronca, cargada de deseo
-es por tu culpa, haces que nada ni nadie pueda saciar este deseo… solo tú, abuelo.
Me coges de la mano y me sacas desnuda de la casa, andas rápido arrastrándome entre los árboles, pasamos por el aljibe y justo detrás de este me sueltas y me apoyas en la pared.
Te desnudas con rapidez, sin vergüenza, a sabiendas que me gusta lo que veo, miro tu polla dura en posición de guerra, sin apuntar al cielo por culpa de su peso y tamaño, pero en pleno apogeo. Vuelvo a morderme los labios, excitada.
-No hagas eso golfa –te desprendes de la última prenda
-Quítate las bragas y túmbate en el suelo –me ordenas con voz queda
Miro el suelo, el agua a embarrado la tierra seca y busco tu mirada, que me reclama obediencia, y sumisa me arrodillo en el barro manchándome las rodillas. Luego me siento y noto el frio y la aspereza de la tierra bajo mi culo, te miro y sigues impertérrito, me tumbo sin importarme nada que no sea complacerte.
-Date la vuelta, pequeña zorra –tu voz me excita más aun
Pego mis tetas al barro, mi tripa, mi pubis… y noto como te arrodillas, con mi cuerpo entre tus muslos. Vuelves a sorprenderme porque coges tierra, barro y frotas mi espalda, masajeas mi piel hasta irritarla, gimoteo y me quejo cuando además mis duros pezones rozan la tierra más seca.
-Calla, putita ¿o es que ya no quieres polla?
Me callo mientras sigues embarrándome, bajando por mi espalda hasta mi culo que vuelves a embarrar con tus enormes manos a pesar de mis quejidos, sigues por mis muslos y piernas quedándote a la altura de mis rodillas sin apoyarte.
-Date la vuelta –ordenas de nuevo
Entonces frotas mis pechos con tierra seca, esta vez me duelen los pezones por la aspereza y por lo duros que están, luego apartas la tierra y bajas a morderlos directamente, con dureza, arrancando grititos que ya no sé si son de dolor o placer, solo sé que mi coño arde.
Como leyendo mi mente te incorporas y dejas mis tetas, para meter la mano entre mis muslos cerrados, tus dedos separan los labios y uno se cuela.
-Fóllame, por favor –suplico
-¿Crees que debo? Estás sucia por dentro y por fuera –dices penetrándome ahora con dos dedos
-¿No me deseas? –pregunto con tristeza
-Con la misma intensidad, princesa
Subes mis rodillas hasta mi pecho, llevas tu polla a la entrada, apoyas el glande y me penetras de una sola estocada, a pesar de estar recién follada, mi coño se abre más para abarcarte y mientras me follas con fuerza, me siento por fin en casa. Me escuece la espalda, cada vez que arremetes y me arrastras, pero nada me importa, solo quiero que sigas follándome, que calmes el calor y la necesidad que me consume.
Tras unos minutos me das la vuelta sin esfuerzo y tiras de mí poniéndome a cuatro patas, para seguir follándome mientras un dedo penetra mi culo sin piedad. Yo gimoteo y tu otra mano me azota el culo, me retuerzo y un segundo azote, más fuerte me hace gritar.
-Calla zorra, o dejare de follarte. ¿Es lo que quieres?
-No
Sé que necesitas dominarme, necesitas demostrarnos, que lo que nos une es distinto. Sacas tu polla de mi coñito y quiero llorar de desesperación, al borde del orgasmo que acabas de negarme.
Vuelves a azotar mi dolorido culo, una, dos tres… la piel arde bajo tu mano y vuelves a embarrarlo, ahora el frio de la tierra mojada alivia el calor de tus azotes, masajeas mis cachetes con ambas manos y separándolos, bajas a lamer mi raja, bordeas mi agujerito y luego metes la lengua, me retuerzo de placer cuando esta, entra y sale de mi culo. De nuevo me abandonas y te incorporas de rodillas detrás de mí, pero no te alejas, metes la mano entre mis piernas temblorosas y la subes a mi sexo, engarfias los dedos y dices:
-Frótate zorrita, busca tu orgasmo
Me muevo contra tu mano, enloquecida, buscando que tus dedos froten mi clítoris, mientras tu otra mano vuelve a azotar mi culo, mientras dos dedos penetran mi culo mojado de tu saliva, me muevo hasta que me corro como una perra retozando en el barro sin importarme nada, más que ese placer que me nubla la vista. Gimoteo, lloriqueo y aun palpita mi coño cuando tus manos aferran mis caderas y tiran, sueltas una mano y agarrando tu polla por el capullo la apoyas, me aferras de nuevo con fuerza y vas entrando lentamente en mi culo.
-Nenita ¿te duele verdad? –dices con voz ronca
-Si –lloriqueo-
-Muñequita, eso ahora me pone más cachondo ¿quieres que pare?
-No
Tus dedos, se clavan más en mi carne y no paras hasta que tus huevos, me golpean. Esperas unos segundos y empiezas a moverte frenéticamente, entras y sales reventándome el culito, me duele, me gusta, me duele, me duele, ardo y disfruto del dolor en mis entrañas porque es tu polla quien lo causa.
Me penetras una vez más y siento que me vas a partir en dos, pero sales abandonando mi culo. Te quedas quieto unos segundos y veo tu polla como palpita al límite, tú también estás lleno de barro y tierra. Miras mi culo abierto y mientras dos dedos entran y salen sustituyendo a tu polla, me azotas de nuevo con dureza.
-Me encantaría correrme en tu culo, pero el morbo de barrer cualquier rastro de ese cabrón de tu cuerpo es demasiado tentadora.
El barro se ha secado en mi piel, debajo sigo sintiendo el cosquilleo que han provocado tus ásperas caricias anteriores, con la arena. El fresquito ha desaparecido y ya no alivia el escozor que mantiene esa sensación eléctrica por toda mi piel. Estoy como en una montaña rusa, en un torbellino de sensaciones que me conducen a un solo lugar, al que no me dejas llegar.
-Por favor abuelo. –suplico clemencia
-Si guarrilla mía, tampoco yo puedo más, pero quiero verte.
Me tumbas de nuevo de espaldas y subes mis pies a tus hombros, levantas mi culo, apoyándolo en tus muslos, y vas entrando agónicamente, cuando tus huevos me golpean, apenas podemos respirar, apoyo los pies en tus hombros y subo las caderas, tu empujas apoyado en el escalón que hay tras mi cabeza y así nuestros sexos se buscan, tu aprietas, entras con fuerza, yo te estrujo y subo el culo una y otra vez compenetrados, gimiendo, poniéndonos perdidos de barro, raspándome la piel sin importarme un bledo.
Me follas sin freno, hasta lo más hondo y no puedo más… me corro en la última envestida. Paras y lanzas un quejido aprovechando los espasmos de mi vagina con el orgasmo, un potente chorro se estrella en el fondo, tan adentro que grito de placer, un segundo chorro espeso llena mi vagina. Entonces sales y un tercero cae sobre mi pubis embarrado y vuelves a entrar, bajas mis piernas y te mueves ligeramente dentro, empapando tu polla en tu semen. Luego la sacas, te sientas en el escalón y dices:
-Ven guarrilla, quiero que limpies bien mi polla
Apenas puedo moverme, me duele todo, pero me arrodillo y agarro tu polla que ahora apunta al suelo. La levanto y la meto en mi boca. Así me cabe casi toda, succiono, chupo, lamo…
-Así límpiala bien de mi semen, el suyo y tus juguitos
Noto el sabor a humedad de la tierra, el almizclado sabor de tu sexo y como una perra voy poniéndome cada vez más cachonda oliendo tu excitación, notando en tus palabras, tu voz y tu polla que ya no cabe ni la mitad.
-Succiona golfa, fuerte. Pon mi polla gorda y dura, para que pueda volver a follarte
Durante mucho rato te chupo como reclamas, me duelen las rodillas, mientras tu jadeas y me dices lo guarra que soy, lo mucho que te gusta follarme, azotarme y poseerme.
Mi coño vuelve a arder y tú me quitas la golosina que era tu polla en mi boca, te levantas y poniéndote detrás de mí, noto la presión de tu glande en mi ano, empujas entrando, venciendo la barrera una vez más, destrozando mi culito mientras los dos buscábamos más. ¿Dolor, placer? qué más da, se trata de sentirnos, fundirnos, saciarnos…
-Me duele la polla, tu culo esta tan estrechito…–apenas puedes hablar
Entras una y otra vez, mientras tus dedos pellizcan mi clítoris inesperadamente haciendo que mi orgasmo estalle, feroz.
Caigo de bruces tendida sin fuerza en el barro, tú sigues en mi interior, apoyas las rodillas a cada lado de mi cuerpo y sigues entrando y saliendo con furia, hasta que noto tu rigidez y vuelves a correrte en mis entrañas.
-toma pequeña zorra, en la vida me había corrido dos veces seguidas, y mira por donde a mi edad… sabía que tu culo lo lograría
Ninguno de los dos puede hacer nada que no sea intentar retomar una respiración normal tras la intensidad de lo que hemos compartido.
Unos minutos después, me coges en brazos y me depositas en una pequeña poza junto al aljibe de donde sueles coger agua, poco más grande que una bañera. El agua helada arrastra el barro de mi cuerpo, de mi pelo. Tirito, pero el frio alivia el calor de mi piel.
Vas a por una toalla enorme y sacándome me envuelves, me siento en el escalón viendo como tú te lavas. Me llevas dentro de la casa y me tumbas en el sofá.
-Ni las tres semanas que me privas de tu presencia, son excusa para comportarme como un neandertal. Pero se me hacen insoportables los días sin ti.
-A mí también
-Entonces múdate aquí, puedes trabajar en mi empresa y si no quieres sentirte atada, buscaremos otra cosa… solo quiero tenerte más cerquita princesa, para podernos vernos un poco más sin tener que esperar tres semanas. –dices sin convicción, pensando que diré no.
Te miro y tengo algo muy claro al instante, yo tampoco quiero tenerte solo cada tres semanas.
-Bien abuelo, buscaré un trabajo aquí y me mudare.
-¿A mi casa? –preguntas extasiado, con cara de felicidad
-En un principio sí, pero no quiero ser una carga.
-Cómo vas a ser una carga si eres mi alegría.
No decimos nada aun y después de la cena, te vas a tu habitación mientras yo me quedo con la tía.
En un momento dado voy al baño y te oigo hablar al teléfono.
-Luis, necesito proponerte algo distinto para el próximo encuentro, ¿merendamos mañana?