Porque a nadie se le niega una noche de placer

Querido amigo, a nadie se le niega una noche de placer, sobre todo cuando eres libre y otro hombre te lo propone.

PORQUE A NADIE SE LE NIEGA UNA NOCHE DE PLACER

¿Sabes lo que pasa cuando un objeto de cristal es arrojado al suelo desde una altura considerable?... Lógico, se rompe, pero eso no es todo lo que ocurre, ocurren más cosas. El objeto explota al hacer contacto con la materia más dura, más severa. Es como una vida que se desploma ante la adversidad fragmentándose en cientos de pedacitos de vidrio, quedando después regados por todo el suelo, unos más grandes, otros muy chicos. Puede que hayan sido momentos felices, instantes tristes, pero cada parte, por más pequeña e insignificante que sea, contribuyó a construir una vida y dar forma a la existencia del objeto. Y en ese objeto, muchas veces, ante la incapacidad por dejar de depender de otros, nos convertimos nosotros. Y aunque el cristal solo se raye o despostille, nunca más volverá a ser lo que era en un principio, antes de la caída, antes del cruel tropiezo

¿Y qué motiva a ese cristal a romperse? Piensa y dime... Puede ser por la aspereza de su entorno, por el choque de ideas, por el engaño de nuestros seres queridos, por la traición de la persona que amamos, tal vez por que el amor se acabó o la pasión se extinguió, basta tal vez con encontrarlo en los brazos de otro, en los labios de otra, en la cama con alguien más que no seas tú. Y de pronto tienes frente a ti un corazón roto en forma de cristal, pedazos de vidrio dispersos sobre tu almohada, empañados por el llanto del sufrimiento que ahoga a la felicidad, porque la confianza ya no volverá a ser la misma, porque entregaste tu vida y ahora te quedas sin nada, porque empezar de nuevo de por sí es duro, y empezar solo, lo es aún más. Y ya no basta con que te pidan perdón, con que lloren frente a ti y te digan que solo fue una aventura, pasión de una noche, una locura causada por el exceso de alcohol ingerido. No basta con que te llamen por celular en la madrugada y vuelvan a jurar que te aman y ofrezcan disculpas, que te manden mails cargados de arrepentimiento, que te dediquen canciones mientras te ruegan otra oportunidad. No basta, todo eso ya no basta

Hoy inicio un capítulo nuevo en el libro de mi vida. Frente al espejo me juro enterrar el pasado y pintar de azul celeste mi presente. Para mí hoy es un inicio, ya no es "otro día contigo", es un día conmigo y sin ti... Me despierto temprano. Preparo la ducha y salgo a mi caminata matutina. Yo no hacía ejercicio, pero hoy comenzaré a hacerlo. Tengo un buen cuerpo, pero quiero tener un cuerpo perfecto, un cuerpo como el tuyo, delgado y macizo, con la cintura estrecha y con los músculos marcados que te hacen lucir tan estético y tan deseable. Regreso de mi recorrido empapado en sudor y, de nuevo a solas en mi habitación, acompañado del Ahora quién de Marc Anthony, comienzo mi rutina de abdominales y lagartijas. Hoy para mí no solo es una canción de recuerdos, es una canción de despedida, tú despedida

Termino cansado, porque no es lo mismo hacerlo por deporte que por placer, el placer otorgado en una y diez posiciones de nuestro acto sexual. Lo he dicho, hoy es un nuevo día para mí, un día en el que me valdrá gorro si al llegar a la escuela te encuentro y me ves con ojos suplicantes. Nadie sabía de lo nuestro, y nadie nunca lo sabrá. Corrijo: casi nadie, porque a uno que a otro ya se le hacía raro que nos ignoráramos en la escuela y las tardes las pasáramos juntos. Hoy estoy decidido a sacarte de mi corazón, a abrirte la jaula de oro en la que por gusto estuviste, y créeme, tarde o temprano lo conseguiré, de eso puedes estar seguro.

"Y quién te escribirá poemas y cartas,

y quién te contará sus miedos y faltas.

A quién le dejarás dormirse en tu espalda,

y luego en el silencio, le dirás te quiero…"

Salgo de la ducha y seco mi piel mojada. Me pongo mis interiores y me echo crema en el cuerpo. Me aplico desodorante en las axilas y en el pecho. Me visto mis nuevos jeans y una camisa de manga tres cuartos que mi madre me compró y que me hace lucir muy lindo y abrazable. Me pongo las calcetas, me calzo los zapatos. Me arregló el cabello y me peino correctamente; estoy presentable, tengo un buen aspecto. Agarro mi mochila de la escuela y saliendo a la calle tomo el colectivo que me deja en la Universidad. Ando por los pasillos y encuentro a mis amigos y a mis amigas, pero no te encuentro a ti. Que bueno, no quería comenzar la mañana recordando lo nuestro, igual que tú no lo recordaste cuando besaste a esa chica para demostrarle al mundo que no has dejado de ser hetero, que no has hecho a un lado tu fama de conquistador, de machito seductor, que no has dejado de ser el de siempre, el de cada mañana cuando teníamos que fingir que no había algo bello entre nosotros, porque sí querido amigo, algo nuestro sí hubo, eso no lo quiero olvidar, quiero olvidarme de ti, no de lo que viví a tu lado.

-¿Vas a ir a la Disco al rato? –me pregunta una amiga sacándome de mis pensamientos.

-No lo sé, ahorita no estoy para antros –digo en tono de fastidio.

-Deberías ir con nosotros. Tony, Lulú, Mauro y yo vamos a ir. Es la Disco de la escuela, ¡no puedes faltar! –me insiste y, pensándolo mejor, no tengo motivos para no divertirme esta noche.

-Está bien. Pasen por mí –digo aceptando su invitación.

El día continúa y ni rastros de ti. Las clases terminan y yo regreso a casa. No te vi, hoy no fuiste a la clase. Espero que estés sufriendo. Porque yo también sufrí, sufrí de celos cuando el más conocido maricón de closet de la universidad te acariciaba la espalda y el abdomen, pretextando un masaje después de un partido de fútbol. Tú con los ojos cerrados sentado sobre la banca, en short y sin playera. El otro en camiseta sentado detrás de ti, con la mirada puesta en sus manos, y sus manos en tu piel.

¡

Ese cuento no me lo creí!, el puto aquel se deleitaba manoseándote a su antojo, y tú haciéndote el inocente te dejabas toquetear sin prejuicios. Si no entro yo a los vestuarios aquella sesión no termina. Claro que sufrí. Pero lo peor, fue el encontrarte entre las piernas de esa resbalosa, verte de espaldas sobre ella, penetrándola con gusto, disfrutándola, dándole placer a esa maldita desgraciada que te llevo a la cama. Por supuesto que sufrí, no lo dudes

Me siento a comer con mis padres y vuelvo a mi cuarto. No hay mucho que hacer, más que maldecir a la suerte y maldecirte a ti. De hacer eso ya me he aburrido. Quemar tus fotos fue mi primera acción, tirar a la basura el par de playeras que dejaste en mi armario fue lo segundo que hice. Desgarrar el almohadón que me regalaste fue lo tercero, y ahora sin más recuerdos tuyos no sé que hacer. Contemplo el teléfono a ratos y un deseo por llamarte me invade, pero no, no seré tan estúpido para hacerlo, así como no lo soy para perdonarte tu infidelidad. Oh sí: infidelidad. Porque tres años durmiendo contigo me han dado derechos, porque tus palabras de amor me sonaron sinceras y alimentaron nuestra relación, porque tus coqueteos con otras personas solo quedaban en eso, y hacías conmigo lo otro... ¡Ay amor mío! ¿Por qué me es tan difícil olvidarte? ¿Por qué será tan difícil sacarte de mi mente?

"…A quién le dejarás tu aroma en la cama,

a quién le quedará el recuerdo mañana,

a quién le pasarán las horas con calma

y luego en el silencio deseará tu cuerpo..".

Abdominales y lagartijas, pesas y sentadillas. ¡Lo que tiene uno que hacer por mantenerse ocupado en la tarde y para no pensar en lo desagradable de las cosas! Nuevamente termino sudado, transpirado y no por ti. Otra vez me meto a bañar, me rasuro el rostro, mi limpio muy bien las partes más intimas de mi cuerpo y otra vez me arreglo para salir. Pero esta vez hay un cambio. Voy en plan de "olvido y haber que encuentro". Me visto mis pantalones que me ajustan de maravilla por detrás, sin hacer evidente lo que trato de enseñar. Me pongo una camisa que me moldea el cuerpo y dejo tres botones sin abrochar, descubriéndome el pecho hasta donde inicia la boca del estomago. Me envaselino el cabello y lo dejo ligeramente despeinado, esperando que luzca toda la noche como si acabará de salir de la ducha. Me rizo un poco las pestañas para resaltar mi mirada, también sin exagerar. Me perfumo con Ugo Boss, y al oír el claxon del coche de Mauro, antes de salir, tomo mi chamarra y me doy una última checada en el espejo. Si tú me vieras así hoy, te morirías por haber sido un pendejo y haberme perdido. Estoy hecho todo un bombón. Eso me dicen mis amigas cuando subo al automóvil con ellas y los otros dos chicos.

Llegamos a la disco y pedimos algo de beber. Pronto nos ponemos a tono y comenzamos a bailar al ritmo del "Burn, Baby, Burn"Disco Inferno . Me sentía bien, me sentía seguro de mí mismo... Entre cuerpos y rostros que bailaban en la pista alcanzaba a notar algunas miradas de chicas y de alguno que otro "man" queriéndose encontrar con la mía. Esa noche era mi noche. Estaba gustando. Y eso me empezaba a gustar.

La música nos envolvía; las sonrisas, el vaivén del cuerpo, la coquetería en la oscuridad y la sensualidad al bailar, creaban un ambiente muy propicio para la conquista o el faje, para observar y deleitarse con los presentes, para fusionarse con las luces de colores emitidas por los reflectores, para participar en aquella explosión de energía y cantar al ritmo de las melodías que se sucedían una tras otra en aquella apretada pista de baile. Y entonces fue cuando sucedió esto otro.

Yo bailaba con mis amigos cuando noté, entre la multitud del bar, unos ojos que miraban atentos mis movimientos, o que me miraban a mí en el mejor de los casos. Creí que eras tú, pero no. Quise ser discreto y tardarme en devolver las miradas, entre giros y vueltas alcanzaba a ver a este hombre, apoyando los codos sobre la barra, dándole la espalda los bartenders, con una ligera barba de candado que demostraba que ese día no se había rasurado, con la camisa medianamente abierta también hasta sus pectorales, con sus ojos penetrantes puestos escandalosamente sobre mí y con una sonrisa de cinismo como la que tú me dedicabas en ocasiones. ¡Arde, Baby, Arde!... Parecía despreocupado cuando me atreví también a mirarlo mientras continuaba mi cadencioso baile. Mis amigos y yo repetíamos pasos a lo John Travolta en la década de los setenta: la manita arriba y abajo nos marcaba un compás, los pasos rápidos nos llevaban a un lugar y nos regresaban al otro, los giros y los movimientos de cadera nos despertaban la alegría nocturna y la sensualidad dormida. Y entonces lo reconocí. Era Sahird, el capitán de tu equipo de fútbol, el chico lindo y sensato del 4° Semestre. Mis pulsaciones en mi corazón aumentaron. ¿Por qué me veía así? ¿Acaso estaba enterado de nuestra recién desaparecida relación?

Este chico y yo ya habíamos cruzado algunas palabras en ocasiones anteriores. Y a pesar de haber un semestre de diferencia entre nosotros siempre nos tocaba coincidir en las reuniones de jefes de grupo, pero nunca me había visto como ahora lo estaba haciendo. "¡Arde, Baby, Arde!" cantaba para mis adentros. Inmediatamente bajé la vista y una incomodidad se apoderó de mí de tal manera que ya no pude seguir y disculpándome de mis amigos salí de la pista y me fui a los baños. Me eché agua en el rostro para refrescarme un poco, y pensar. Pensar en ti, en mí, y ahora también en él. Y a la salida del W.C. me encontré contigo. ¡Maldita sea! Y yo que creí que esta era mi noche.

-Hola ¿Cómo estás? –dijiste plantándote frente a mí, con esa gallardía y esa sensualidad que te caracterizan- ¿Podemos hablar?

Yo no contesté, e ignorándote por completo pasé a tu lado y continué mi camino hacia el bar. Para qué hablar cuando ya nos habíamos dicho todo. Tú te quedaste ahí como un pendejo y yo no quise voltear a ver qué habías hecho a continuación. Ese desprecio te lo ganaste, y espero que estés de acuerdo conmigo. En fin, llegué a la barra y me acerqué a Sahird, le di un "hola" con amabilidad y pedí al cantinero una copa.

-¿Qué onda? –me respondió él.

-¿Te diviertes? –pregunté.

-Creo que sí –me dijo volteando a verme.

-Pues a mí no me divierte que te me quedes viendo -le dije en tono de molestia.

-Tranquilo. No te veía a ti, veía a tus amigas.

-¿Ah si? ¿Y de qué color son los zapatos de mis amigas?

Él se rió, porque obviamente no veía a mis amigas y yo lo había atrapado en su mentira.

-Está bien, te veía a ti.

-¿Y puedo saber por qué?

-Porque hoy te ves diferente.

-¿Diferente cómo?

-No sé, como que más… pues… no sé. Solo "diferente".

-No pues ya te entendí –dije ironizando su respuesta- ¿Y tú qué? ¿Por qué tan solo?

-Pues ya ves, sin novia igual que tú. Pero creo que ya mero me voy a ir a mi casa. No hay nada nuevo por aquí.

Y en esa charla estábamos cuando te hiciste el aparecido ante nosotros. Llegaste a la barra y lo saludaste a él, después a mí. Si esperabas respuesta de mi parte no hubo nada, solo un ligero gesto por cortesía ante el chavo ahí presente. Él te estrechó la mano y te preguntó cómo estabas, qué si también estabas aburrido, que si no habías traído a tu novia. Al preguntarte eso tú volteaste a verme y yo miré hacia otra parte, como restándole importancia a lo que contestases, pero con el oído atento para escuchar cuál era tu respuesta.

-Anda algo molesta conmigo -dijiste.

-¿Y eso por qué? -preguntó Sahird.

-Por celos –fue tu estupida contestación.

-¿Y ahora por quien?

Yo no quise esperar a ver que más indirectas me echabas, bebí mi copa y traté de despedirme, argumentando que ya me retiraba a mi hogar.

-Espérate –dijo Sahird-. Yo también ya me voy. Traigo coche, si quieres te puedo dar un aventón hasta tu casa.

Quise reírme en tu cara por tamaños ojos que pusiste al oír esa invitación. Y yo, cabrón que soy, la acepté en tus narices. "¡Arde, Baby, Arde!" deseé para ti en ese momento. Dije que iba a avisar a mis amigos que ya me iría mientras él se despedía de ti. Y luego, sin más, Sahird me tomó de la cintura y me cedió el paso para subir las escaleras y salir de la Discoteca con él tras de mí. Ya afuera nos dirigimos a su automóvil, dejando atrás el sonido estridente de la música, el humo del cigarro, el calor humano provocado por la diversión, ahí dejamos a mis amistades aún bailando, disfrutando de la noche, y por supuesto, también te dejamos a ti, ojalá muerto de celos.

Subimos al auto, él le dio marcha, arrancó con dirección a mi casa y comenzamos a platicar oyendo Love is in the Air en el tocadiscos. Él habló sobre el fútbol, sus equipos favoritos, el próximo campeonato, sus materias difíciles en la universidad, su familia, sus hobbys. Yo sobre mi música, mis artistas predilectos, el próximo examen, mis materias favoritas, mis ideas sobre la vida, sobre la juventud, sobre el romance, e inevitablemente… sobre el sexo.

-¿Y ya podrás decirme que tanto me veías? –volví a preguntarle.

-Ya te dije, te ves muy diferente, como si fueras otro chavo esta noche y no el chico que asiste a la Uni. No sé, pero es que siempre te ves muy pulcro, vestido como que muy… regular, es decir, claro que te vistes bien, pero hoy como que te desconocí, ¿me entiendes? Luces y hueles muy bien. Te ves como muy… muy galán, como que tenías una sensualidad escondida y hoy la has explotado, ¿no te parece?

-Ah, lo que pasa es que hoy quise atreverme un poco con mi imagen –le dije- Pero si no te gusta pues dime y no me vuelves a ver así –bromeé- Jaja.

-No, así te ves bien. Con esa facha podrías conquistar a muchas chicas. Creo que hoy te ves más atractivo que de costumbre. Jaja –sonrió y volteó un segundo a ver mi reacción.

-¡Hombre! pues Gracias. Tú también luces genial. También eres un chico muy guapo, si yo fuera mujer te tiraría la onda. Jaja. Y si tú quisieras seguro y haríamos algo en este coche. Jaja –le dije en broma.

-¿He? ¡Claro que habría de querer! Fueras o no fueras mujer. Una invitación así no se desperdicia ¿estás de acuerdo? –rió de nuevo, y nuestra charla siguió, igual que siguió la química que había surgido entre nosotros.

-Tienes razón. A nadie se le niega una noche de placer… ¿Pero en serio te atreverías a hacerlo?

-Solo para saber que se siente… Hay días en que estás cargado de mucha energía nerviosa y pues… dan ganas de experimentar ¿no crees? Yo sería el activo, eso sí. Pero no sé, tendría que ser con alguien discreto, que me jurara que nadie se va a enterar de lo que suceda. Además también tendría que tener buen aspecto. Más o menos así como tú –respondió con determinación y sin dejar de mirar la carretera-. Pienso que si no se involucran sentimientos hacerlo con otro hombre no te vuelve gay. Sería solamente para pasar un buen rato, ¿o tú qué opinas? ¿Lo harías si otro chico te lo propusiera? –me preguntó.

-Pues no sé, me da igual. Aunque yo tampoco me metería con cualquiera. Tendría que conocer muy bien al otro chavo, o por lo menos que hubiera atracción entre ambos. ¡La juventud es la juventud, y hay que disfrutarla!

-Oye… ¿Y si fuera yo quien te lo pidiera? –de nuevo volteó a verme y yo tragué saliva.

-Tendría que oírte decirlo para responder. No puedo asegurar una respuesta cuando no me han hecho una pregunta –permanecimos en silencio un minuto, yo sin saber que más decir, él sin saber como continuar. De pronto salió de la carretera y estacionó su coche a la orilla de la banqueta en una calle intransitada. Mi corazón comenzó a latir a tamborazos, y yo rápidamente traté de observar a detalle como era el lugar donde nos encontrábamos.

-Fuera de broma, dime, qué responderías si te propusiera tener algo conmigo esta noche –insistió Sahird, me miró a los ojos y yo lo mire a él, a sus ojos, por un instante te vi a ti, y ahí fue cuando supe mi respuesta.

-Te contestaría que arrancaras tu auto de nuevo, doblarás en el próximo callejón sin salida, sacarás un preservativo y nos pasáramos a los asientos traseros.

Él volvió a sonreír, e hizo exactamente lo que yo respondí. Llegamos hasta el final, donde la luz y los sonidos de la carretera apenas eran perceptibles. Grandes contenedores de basura a la mitad del callejón impedían la visión total de la acera y de las lámparas de la calle. Cerramos muy bien su auto por dentro, subimos los vidrios y empezamos a calentar motores.

Yo le quité la chamarra y él me quitó la mía. Nuestras bocas se encontraron rápidamente, y besé sus labios que lucían tan sexis en medio de esa barba rala. Era mi segundo beso con otro hombre. ¡Y caray, como cuesta acostumbrarse al sabor de otros labios que no sean los que te han besado por tanto tiempo! Nuestro primer beso fue tímido, pero pronto nuestras bocas se acoplaron y nuestros besos se intensificaron, probando uno la saliva del otro. Acaricié su rostro y lo sentí tibio. Abracé su cintura y la sentí fuerte. Él desabrochó el resto de los botones de mi camisa y me la quitó con cuidado. Aquello no era un faje violento, fue algo hermoso, como las veces en que tú dormías en mi casa o yo en la tuya, sabiendo ambos que toda la noche aguardaba para nosotros, que solo existíamos tú y yo y nuestro amor. Aunque no el mismo amor que ahora flotaba en el aire.

Fajamos como dos novios primerizos, queriendo meter mano por donde sea pero con la timidez de no saber a qué tanto está dispuesto llegar tu pareja. Lo hicimos sin prisas y sin pausa a pesar del lugar en el que nos encontrábamos. No me importaste en ese momento. Así como no te importé yo cuando aceptaste ir a la fiesta con tu amiguita la semana pasada... Toqué el pene de Sahird sobre sus jeans, y pude sentirlo creciendo a cada caricia que él me daba y a cada beso recibido. Y sabes, este chico besa muy bien. No quiero compararlo contigo porque aquel no eras tú, era otro hombre con otra manera distinta de hacerme sentir amado.

El reproductor de su auto tocaba música suave, no sé si acordé al momento que vivíamos pero indudablemente encantadora. Hacíamos un baile de besuqueos y caricias acompañados del I´m Sorry de Brenda Lee mientras nos íbamos despojando del resto de nuestras ropas. Le alcé los brazos y le quité su camisa. Bajé a sus pezones y los chupé un buen rato, esto lo hizo emitir ligeros gemidos, igual que lo hacías tú cuando yo te lo hacía a ti. Se recostó sobre la puerta y yo bajé a lamer su abdomen fuerte como la roca. Le quité el cinturón y abrí su cremallera. Bajé un poco su bóxer y salió al instante ese pedazo de verga apuntando hacia su ombligo que me serviría para algo más que intentar olvidarte.

-Chúpala, por favor –me dijo con voz suplicante separando las piernas.

Pero no tenía que pedírmelo, de todos modos eso es lo que iba a hacer. Y si algo te he de agradecer, querido amigo, es que supiste ser un buen maestro. Porque no solo se la chupé, se la mamé, le hice el amor a esa gruesa herramienta en mi boca, con mi lengua, con mi saliva. Mamé a gusto y sin prisas mientras tomaba todo su tronco con una mano y bajaba el pellejito de su prepucio al compás de mi lengüeteo y mi respiración. Tú sabes bien de lo que te hablo, ¿verdad? Pues entonces podrás imaginar la escena.

-Oh… sí… oh…Dios… que bien lo haces… -gozaba mi nuevo compañero mientras subía la cadera tratando de meterme su falo lo más profundo que se pudiera.

Así estuvimos, los dos deleitándonos de ese encuentro, de esa noche en la que probaba las mieles de otro hombre, la verga de otro cabrón que no fueras tú. Sus gemidos iban aumentando en intensidad y noté sus convulsiones cuando su torrente venida hizo palpitar a su pito grueso y venudo y amenazó con salir disparada directo a mi boca. Él trató de separarme alejándome por los hombros, pero seguí ahí cual sanguijuela adherida a la cabeza de su miembro y no me despegué hasta que él ya hubiese descargado toda su leche en mi garganta.

-¡Wau! ¡Eso estuvo genial! –me dijo tratando de normalizar su respiración.

Yo me acerqué a sus labios y besándolo quise compartir con él los restos de su venida. Al principio hizo una mueca de desagrado, ¿cómo me iba a besar en la boca después de que mi boca le había hecho una tremenda mamada? Pero Sahird quería probar ¿no? Así que era justo que probara de todo. Su beso inició temeroso, pero después volvió a la normalidad.

-Pues no sabe tan mal –me dijo con una sonrisa cuando nos separamos.

-Nada en ti sabe mal –agregué con verdad para alimentar su ego.

Él me dio un abrazo, y volvió a besarme. Creí que todo había terminado, pero no, su herramienta de trabajo estaba de nuevo en posición de firmes y lista para dar batalla. ¡La fortuna de ser joven! Me quitó mi bóxer, se bajó el pantalón hasta los tobillos y estrujándome contra su pecho fue acostándome a lo largo de los asientos. Y yo, suspirando por el deseo, me dejé querer, me dejé manosear por este otro futbolista y abriéndome de piernas le entregué lo que hasta entonces a ti únicamente te había pertenecido. I´m Sorry, Dear friend, pero así fue como pasó.

-¿Con condón o sin condón? –me preguntó responsablemente, y yo dudé qué contestar, porque mi respuesta implicaría nuevas preguntas. Si respondía que "con", significaría que ya habían usado mi culito y querría saber quién. Si contestaba que "sin" Sahird pensaría que al igual que él, nunca había tenido ninguna relación homosexual, y que él sería el afortunado en rompérmelo.

-Será mi primera vez –le respondí y se me cayó la cara de vergüenza.

Obviamente le había demostrado que era un experto mamador de vergas, pero eso no tiene porque implicar también que era un experto devorador de ellas. ¿Me entiendes? Así que sin más, y para tu desgracia, decidimos no utilizar ningún impermeable y tratando de ser dulce y tolerante ante mi "desvirgación", se ensalivó dos dedos de su mano y comenzó a preparar el camino para lo que vendría. Emití un gemido, más por pudor que por placer. Debía hacerle creer que él sería el primero en estrenarme, aunque el primero fuiste tú, te consta... Dije estar listo, y entonces mi acompañante me puso la cabeza de su nabo en la entrada, y fue metiendo de apoco los muchos centímetros de su hermosa verga, más y más, hasta que su vello púbico rozó mi ano.

No pienso decirte si tiene o no la verga más grande que la tuya, porque esa duda ya la despejarás cuando lo veas desnudo en las regaderas de la Universidad, y me dirás sí tengo razón al decir que me dolió cuando fue adentrándose en mi interior, y que la satisfacción aumentó cuando me la enterró hasta el fondo.

-¿Te duele? –me preguntó condescendiente- Ya te la enterré toda.

-Solo un poco –le susurré al oído, abrazándolo con fuerza para que ese momento no se me escapara de la mente, para tenerlo presente y poderte contar de el.

Créeme, ¡en verdad me hizo gozar! Los vidrios comenzaron a empañarse y nublaron la escasa visión que había del exterior. El tema del reproductor cambió y Kylie Minogue nos dio un concierto con su I Believe in You.

-Aaaah…. Se está uno muy cómodo aquí dentro -me dijo con su sexi sonrisa, haciendo referencia a mi culito que le apretaba su miembro en mi interior- Tú flojito y cooperando –sugirió, y sin más preámbulo comenzó con el lento vaivén adentro y afuera que demasiado bien conocí a tu lado. Ese vaivén que me hace gemir y sudar, ese mete y saca que te ponía la piel caliente y enrojecía tus mejillas.

¿Me puedes imaginar en ese momento? Yo ahí, debajo de ese cuerpo fornido, con las piernas abiertas, una arriba del asiento trasero, otra sobre el asiento del conductor, con las chamarras de ambos sirviendo de almohada para elevar mi culo, siendo cogido por el capitán del equipo de fútbol, tu capitán, tu compañero de deportes, siendo empalado dentro de su auto, en un callejón solitario y sin salida, a media noche y únicamente con la luz de la luna por testigo. Él encima mío, desnudo, con sus rulos acariciando mi frente, con sus fuertes brazotes atrayéndome hacia él, fornicándome con todas sus fuerzas, y como máquina de balance tratando de acoplarnos en cada embestida, en cada beso que le daban sus huevos a mis nalgas, en cada demostración de su hombría, porque no es lo mismo coger con alguien nuevo, entregar tu cuerpo a otro macho y amoldarse de inmediato al suyo. Toda mi piel estaba acostumbrada a tus caricias, a sentirte a ti, pero ahora debía acostumbrarse a él, debía acostumbrarme a respirar su mismo aire, a sus besos, a sus arrumacos, a disfrutar de él como yo lo había hecho contigo. Como dijera una canción, hacer el amor con otro no es la misma cosa, no hay estrellas de color rosa ni ambrosia salpicada de "te quieros". Pero a pesar de eso, ¡como disfrute de él esa noche! ¡Y como lo hice disfrutar conmigo! Ahí tenía a Sahird sobre mí, afilando su navaja, enfundando su machete, controlando su respiración y luchando para no ahogarse con sus propios gemidos de satisfacción, de gozo, de gusto por descubrir algo nuevo, de lo bien que se siente chingarse a otro cabrón, de lo placentero que es darle verga a otro wey en el asiento trasero de un carro.

Y a ti, te vuelvo a preguntar: ¿Qué motiva a un cristal a romperse? Espero que por propia experiencia puedas darme ya una respuesta, tú respuesta. Tal vez se rompe por el peso de las llantas de un automóvil contoneándose y emitiendo alguno que otro rechinido en la espesura de la noche. Tal vez lo rompe el eco de los suspiros emitidos por dos jóvenes amantes haciendo el amor sin temor a ser vistos. Tal vez es quedarse en la Disco y ver salir a tu ex pareja con otro wey e intuir de lo que es capaz un hombre herido. Tal vez es el descaro del que cuenta esta historia. Porque sí querido amigo, la fragilidad de un cristal es la misma que la de un corazón. Puede aguantar los golpes de extraños, pero no el golpe de la persona que amas. El objeto de cristal son los sentimientos, mis sentimientos que heriste, tus sentimientos que hoy hiero. Y como cristales rotos, espero que hayan quedado regados en cada una de las líneas que hoy te dedico.

-¡Oh sí…, sigue, mételo Sahird, no pares!... ¡Cógeme…, cógeme cabrón…, te mueves delicioso, dame más… más…! –le decía sin pena y con ganas.

Y no hacía falta que se lo pidiera. Sahird me estaba cogiendo de una forma muy rica, me agarraba de las caderas y me traccionaba hacia él, bombeando de una forma exquisita, experta. Su olor a hombre aliviaba mi añoranza por tu presencia. Su fuerte espalda y sus inolvidables nalgas entre mis manos me daban gasolina para seguir actuando. Yo pedía más y él me daba a full. Tal vez mañana esto me doliera, pero no creo que tanto como me dolió el tomar la decisión de terminar con lo nuestro… Mi nuevo amigo continuó culeándome por un buen rato; en instantes estaba a punto de venirse de nuevo, pero bajábamos el ritmo, y cuando las ganas se le pasaban volvía con más fuerza a sus acometidas, a sus movimientos pélvicos con ese ímpetu que sólo los machos saben imprimirle al momento de enloquecer a un culo.

-Oh, oooooooh… No sabía que se sintiera tan bien… Pareces todo un experto, wey… Síguele, que yo te apoyo… Ah, ah, ah…. –me decía con su voz entrecortada.

Cambiamos de posición tal como el reproductor lo hizo con el Maybe Tomorrow de Stereophonics. Me acomodé su palanca de velocidades en medio de mis nalgas y lo usé de asiento, de espaldas a él me clavé en su verga y comencé a hacer los movimientos circulares que tantas descargas de semen te provocaron. Él se esforzaba en dar, y yo en recibir. La calentura estaba tremenda esa noche. Yo me deleitaba al tener entre mis piernas a ese chico buenote, atractivo, viril, como tantas veces te tuve a ti, pero para nada presumido como tú, para nada engreído, para nada cínico. Era un hombre que se aventuraba a descubrir todos los placeres de la carne, del sexo entre hombres sin por eso dejar de ser machín, como no lo dejaste de ser tú, como tal vez no lo dejaré de ser yo.

Por el espejo retrovisor vía los gestos de placer y locura que hacía su rostro cada vez que yo batía mi culo en su verga, cada vez que su mástil se enterraba en las profundidades que conociste, cada vez que me clavaba sobre su palo, cada vez que su fierro ardiente era limado por mi trasero con la velocidad que mi cuerpo montado sobre el suyo me permitía. Este chico me abrazaba por el abdomen, y con una mano en mi miembro daba placer a mi verga, pegando su torso en mi espalda, su barba en mi mejilla, jadeando en mi oído, y yo le correspondía de igual forma, porque además, me estaba ayudando a sobrevivir sin tenerte a mi lado, a continuar sin tu ayuda.

Nos llegó el orgasmo a los dos, y a mí me llegó sin ti. Sahird y yo nos comimos a besos, nos vestimos y salimos a tomar un poco de aire. Bajamos los vidrios de las ventanas y dejamos que se ventilara en el interior del auto aquel excitante aroma del sexo ocurrido entre hombres.

"…I wanna a breeze and an open mind I wanna swim in the ocean,

wanna take my time for me, it's all free. So maybe tomorrow I'll find my way home So maybe tomorrow I'll find my way home…"

Me llevó a mi casa y me agradeció la experiencia. No sé si lo de hoy lo volveremos a repetir. Yo podría enamorarme de él, sabes, pero no creo estar listo para iniciar otra relación. No sé quien será el siguiente, porque estoy abierto a los cambios. Puede que sea él, puede que sean otros. Pero lo que sí puedo asegurarte es que los habrá. Y bueno, ya para despedirme, solo me resta decir que Sahird me invitó a integrarme al equipo de fútbol. Creo tener aptitud para detener con mis muslos las pelotas, y me relacionó muy bien con sus jugadores. Quién sabe, y a lo mejor yo sí termine con otros el masaje que no terminaron contigo... Hoy comienzo a escribir mi presente. Un presente, en el que tú ya no tienes futuro.

Feliz agonía, querido amigo