Por unas bragas de mamá 3.
Ya se ha hecho realidad los deseos de Pedro, ya ha follado con una mujer, madura, pero lo mejor es que es su madre. ¿Qué más puede desear un hijo pervertido?
Por unas bragas de mamá 3.
Me desperté aquel domingo por la mañana. No sabía que hora era, pero parecía que el sol aún no había salido completamente pues no entraba demasiada luz por la ventana. No me importaba la hora, mi madre estaba abrazada a mí y me sentía feliz de tenerla allí, desnuda. Me agité un poco para sentir mejor su cálido cuerpo, deslicé mi mano por el muslo de la pierna que tenía sobre mí y ella se movió un poco. Su cabeza estaba sobre mi pecho, no la podía ver bien, pero podía sentir su sensual cuerpo junto al mío.
Por fin había tenido sexo con una mujer… con una madura… con mi madre. Siempre recordaré la excitante y placentera sensación que tuve cuando mi polla empezó a entrar por primera vez en la vagina de mi madre. Todas las pajas que mi calenturienta mente me había provocado, no eran comparables con sentir mi polla envuelta por el calido y húmedo coño de ella. Ni siquiera una mamada de su dulce boca podía acercarse a su calida y maternal vagina.
Mi polla empezaba de nuevo a endurecerse al pensar en ella, en el sexo de aquella noche. Recordé su redondo y hermoso culo puesto en pompa. De cómo me puse tras ella y dirigí mi polla hasta su coño. ¡Y aquella sublime sensación de nuevo! Cuando empecé a penetrarla, de nuevo mi polla era recibida con la calidez de su sexo.
- ¡¿Otra vez estás empezando?! – Dijo mi madre con voz de qué aún no había despertado por completo. – Puedo sentir cómo tu cosa crece bajo mi pierna…
Se puso boca arriba y levantó la pierna más próxima a mí. Me giré hacia ella que me dirigió la pierna superior por encima de su barriga, y me acercó a ella empujando en mi culo, de forma que su pierna levantada quedó encima de mi cintura. Su sexo había quedado expuesto a mi polla que podía rozarse con él. Entonces su mano dirigió mi polla a su vagina y empujé para sentir de nuevo la calidez de su vagina. La penetré poco a poco. Entre movimientos de penetración nos volvimos a dormir los dos, eso sí, unidos por nuestros sexos, mi polla dentro de su vagina.
Aquel domingo fue inolvidable. Hicimos lo indispensable en la casa, la comida y poco más, el resto del tiempo estuvimos haciendo el amor. Nos levantamos y después de ducharnos, desayunamos. Mientras mamá hacía el desayuno y vistiendo sólo con aquella camiseta, aproveché para arrodillarme tras ella y mordisquear sus nalgas. Tanto le gustaba aquello, que se inclinó y puso su culo en pompa. Mi lengua lamió sus partes íntimas hasta arrancarle un leve orgasmo. Aquello no podía quedar así, de forma que me puse de pie, tras ella, agarré mi polla con una mano y la penetré hasta que empezó a lanzar gritos de placer. Tras ella, yo le obsequié con todo el semen que tenían mis huevos.
Unos minutos más tarde, me pidió que le ayudara a quitar las cortinas de mi habitación para lavarlas. No era eso precisamente lo que ella quería. Mientras estaba subido en la escalera, afanándome por bajar las telas que cubrían mi ventana, ella me bajó las calzonas que llevaba puesta y me dio una gran mamada. No paró hasta conseguir que mi semen inundara su boca y después de saborearlo, se lo tragó todo.
Tras un almuerzo ligero, nos tumbamos en el sofá para ver la televisión. Me senté y ella puso su cabeza en mi regazo, nos tapamos con una manta. Mientras veíamos no sé que película, no importaba la televisión, mi mano buscó bajo la manta hasta llegar a su coño. Sus piernas se abrieron de inmediato y mi dedo encontró su clítoris deseando que lo acariciara. Mi polla crecía bajo mis calzonas y ella no dejó pasar la ocasión. La sacó y empezó una nueva mamada. En pocos minutos la tenía a cuatro patas sobre el sofá, con su hermoso culo en pompa. Metí mi polla y la follé fuertemente, cuando se corrió, se deshizo de mí y me sentó. Abrió sus piernas y me cabalgó hasta que mi polla volvía a escupir semen en su caliente vagina.
A media tarde parecía que nuestras fuerzas y nuestro deseo de sexo empezaban a disminuir, pero tras preparar cada uno las cosas que necesitábamos para el día siguiente, entré en su habitación y no me pude resistir. Mi madre aún vestía con la misma ropa que por la mañana, así que, inclinada como estaba cuando entré, pude ver su maduro culo. Aquello fue como una llamada. No le dije nada, la tire en la cama, me puse sobre ella y mientras le ofrecía mi polla, le abrí las piernas y los labios vaginales para comerle el coño. Ella no rehusó el ofrecimiento y empezó a jugar con su lengua en mi glande. Unos momentos después los dos nos convulsionamos y gemimos de placer, pero yo no llegué a correrme, no. Me forzó a colocarme boca arriba en la cama, con mi polla bien dura, me dio la espalda, abrió las piernas y dirigió mi polla de nuevo hacia aquel camino que bien conocía ya y que tanto placer nos daba. Podía ver su redondo culo y cómo mi polla entraba en su coño dilatando sus labios vaginales. Ella se movía mientras mis manos manoseaban sus nalgas. ¡Qué buen culo! No sé cuantas veces me corrí ese día, pero aquella última vez era más difícil que mis huevos, vacíos de tanto follar, soltaran su carga. Mi madre tuvo que trabajar lo suyo para recibir su deseado premio. Tras aquello, nos acostamos y dormimos hasta el día siguiente.
De nuevo empezaba otra semana. Aquella era diferente, ya había follado a una mujer, madura y hermosa, a mi madre. Con aquella felicidad volví a mis estudios y mi amigo Juan lo notó nada más verme. Por supuesto que no le conté nada, lo que hacíamos mi madre y yo no era algo que se pudiera ir contando por ahí como cualquier cosa.
Pero después, cuando volví a mi casa, todo pareció empeorar. Mi madre parecía que me evitaba. No me dejaba que me acercara a ella y ningún día de la semana permitió que durmiera en su cama. Y eso que le juré y le perjuré que no la tocaría, pero ella parecía algo distante y por las tardes se iba a casa de nuestra vecina Adela, creo que su intención era no estar conmigo a solas, tal vez se había arrepentido de lo que hizo durante el fin de semana, no estaba seguro pues no quería hablarme.
Y de nuevo llegó el sábado. Desperté solo en mi cama, sin mi madre al lado. La había echado de menos durante toda la semana y aquel día tenía que enterarme de lo que le ocurría. Me levanté y la busqué, pero sólo me dio tiempo a decirle adiós, pues ella se marchó con Adela de compras. Pasé toda la mañana intentando estudiar, no pude. La aptitud de mi madre no la podía comprender. No sé cuantas horas pasaron, pero fueron muchas, pues tuve que hacerme yo la comida y hasta más allá de las ocho de la tarde no apareció mi madre.
- ¡Hola Pedro! – Escuché la voz de mi madre que entraba en casa. - ¡Hijo ¿estás aquí?!
Salí dispuesto a no dejarla hasta qué no me contara lo que le ocurría. Y entonces las vi, a las dos, a mi madre y a nuestra vecina Adela.
- Cariño, Adela se quedará a cenar con nosotros… - Me dio dos besos cuando nos encontramos.
- ¡Ven hijo! – Adela alargó los brazos al verme con una sonrisa en la boca. - ¡Dale dos besos a tita Adela!
Las dos traían bolsas con las cosas que habían comprado, algo de ropa, y las dos olían a algún perfume que me embriagó los sentidos, las dos el mismo.
- ¿Te gusta cómo olemos? – Me preguntó Adela y respondí con un movimiento de cabeza.
- ¡Vamos Adela! – Dijo mi madre. - ¡Hagamos la comida que mi niño habrá comido cualquier cosa este medio día!
Me senté en el salón, frente al televisor encendido, mirando pero no viendo nada. Quería que mi madre me explicara qué le pasaba, pero la presencia de Adela no me lo permitía. Estaba frustrado, no había podido tener a mi madre durante toda la semana, y la presencia de nuestra vecina no ayudaba a sacarme de dudas. Parecía evidente que no quería estar a solas conmigo. Pero en algún momento de la noche, Adela se tendría que ir. En ese momento hablaría con mi madre o la follaría… aunque fuera a la fuerza. Mis pensamientos se hacían cada vez más oscuros, me estaba enfadando yo solo.
Después de comer y recogerlo todo, nos sentamos en el sofá para ver no sé que película que habían traído. Me colocaron en medio de las dos, apagamos la luz y empezó la película. En la semioscuridad de la habitación, Adela colocó su mano sobre el muslo de mi pierna y empezó a moverla, de arriba abajo, llegando cada vez más cerca de mi polla. Llegó un momento que su mano rozó mi glande por encima del pantalón. Aquello me produjo una erección y mi polla se marcó en el pantalón. Mi madre, de forma descuidada y normal, me levantó un brazo y se lo colocó sobre los hombros, acomodándose contra mi cuerpo, me gustaba sentirla sobre mí. Adela seguía a lo suyo, su mano se movía descaradamente, pero mi madre no lo veía pues no apartaba la vista de la película. Entonces mi madre se ladeó un poco y posó su mano sobre mi polla.
- ¡Pero qué haces! – Dijo mi madre y parecía enfadada. - ¡Quita ahora mismo tu mano de la polla de mi hijo!
- ¡Es qué hace mucho que no tengo una y a tu hijo le gustan las mujeres maduras!
- Sí, pero eso no te da derecho a que lo manosees y los perviertas, déjalo ya. – Mi madre le reñía, pero Adela seguía con su mano sobándome la polla por encima del pantalón.
- Déjame que me lo lleve un momento a la habitación y te lo devuelvo hecho todo un hombre.
- ¡¿Qué dices pervertida?! – Mi madre agarró la mano de Adela y la apartó. - ¡La polla de mi hijo es mía!
- ¡Pues si la quieres para ti, tendrás qué compartirla conmigo o le contaré a todos lo que haces con él! – Mi corazón se aceleró, le había contado a nuestra vecina qué habíamos follado.
- ¡Eres una putona! – Dijo mi madre. – Pero la compartiremos, no me fío de lo que le puedas hacer a mi niño. – Quedé petrificado, mi madre iba a dejar que Adela me follara, pero con ella, las dos para mí. - ¡¿Te gustaría tener a dos maduras mujeres sólo para ti?!
- ¡Esperad un momento! – Me levanté y me puse de pie delante de ellas. - ¿Las dos?
- Sí, ¿no te gustaría? – Dijo Adela levantándose y pasando su brazo por mi cintura me dio un suave beso en la mejilla.
- Sí hijo, pero creo que estaremos mejor en mi habitación…
Cada una me cogió por una mano y me llevaron por el pasillo camino de la habitación. Mi polla estaba totalmente erecta y a punto de correrse con sólo pensar en follar a aquellas dos. Miraba sus cuerpos, sus culos que se meneaban con cada paso que daban. Entramos en la habitación y me colocaron a los pies de la cama. Allí quedé, esperando qué hacer con aquellas dos calientes mujeres.
- Ven Adela, arrodíllate y te enseñaré lo que tiene mi hijo aquí abajo.
- Sí, la he tocado y no pienso en otra cosa qué en tenerla dentro de mí.
Las dos tiraron de mis calzonas y luego de mis calzoncillos. Delante de ellas apareció mi polla totalmente erecta, preparada para intentar satisfacer la lujuria de aquellas dos mujeres.
- ¡Qué bonita es! – Dijo Adela y agarrándola con una mano, empezó a acariciarla.
- Es gorda y dura… - Dijo mi madre y su voz mostraba la calentura que la invadía. – Saca su enorme cabezón…
- ¡Oh, es maravillosa! – Dijo Adela cuando mi glande asomó al ser liberado de su funda. - ¿Puedo probarla?
- Bueno, pero sólo un poco. Llevo toda la semana aguantando sin ella y me hierve mi coño. – Mi madre estaba muy caliente.
La lengua de Adela acarició mi glande y mi polla botó por el placer. Su mano evitó que se apartara, pero sintió la tensión que se produjo en el primer contacto con ella. Sus labios se abrieron y mi polla empezó a desaparecer dentro de su boca. ¡Qué bien mamaba aquella mujer!
- Creo qué esta polla está a punto de correrse… - Dijo Adela sacándosela de la boca y mirando a mi madre.
- ¡Pues deja qué su madre recoja todo el líquido que nos regale!
Ahora era la mano de mi madre la que dirigía mi polla hacia su boca. Dos mamadas fueron suficientes para sentir que me iba a quedar vacío, un calambre intenso en mis huevos me indicó que no podía aguantar más, quería correrme sobre ellas.
- Sí Laura, sigue mamando qué nuestro niño está a punto de darte su leche, no pares. – Adela hablaba mientras su mano acariciaba mis huevos.
Mi madre no pudo hablar. Mi cuerpo se tensó y de mi polla empezó a brotar mi semen. Ella mantenía mi glande dentro de su boca mientras lanzaba el blanco líquido. Mi polla seguía botando de placer cuando fue liberada de la boca de mi madre, y alguna gota más de semen salió. Adela estuvo atenta para lamerlas y saborearme.
- ¡Qué bien sabe el semen de nuestro Pedro! – Dijo Adela mientras una mano acariciaba su coño por debajo de la falda. Miró a mi madre qué con la boca abierta le mostraba el semen que tenía; la cerró y lo tragó todo. - ¡Joder Laura, qué puta eres!
- ¡Ahora me toca a mí! – Les dije con la voz entrecortada por el orgasmo que había tenido. Me quité la camiseta que tenía y quedé desnudo.
Adela se puso en pie y me lamió uno de mis pezones. La cogí por la cintura y bajé mi mano hasta acariciar su culo por encima de las ropas. Era más grande que el de mi madre, pero algo más flácido. La mano de mi vecina volvió a agarrar mi polla que volvía a estar flácida. Mi madre también se puso en pie y chupó mi otro pezón, mientras su mano acariciaba mis huevos. ¡Joder, aquellas dos mujeres estaban muy calientes!
Adela se separó de nosotros y empezó a quitarse las ropas que llevaba. Quedó completamente desnuda, mostrándose a mí, ofreciéndose para que la hiciera gozar mientras mi madre la miraba y me lamía los pechos. Adela estaba algo rellenita, pero tenía un cuerpo sensual. Miré sus redondas tetas, muy bien puestas y seguro que eran operadas. Su coño no mostraba ni un solo pelo, al contrario que mi madre que el fin de semana pasado me perdía en su frondoso bosque antes de encontrar la entrada a su gruta.
Entonces mi madre también se apartó de mí y Adela vino a sustituirla, lamiendo y acariciándome. Mi madre se quitó la ropa y después el sujetador y las bragas. Ya conocía su cuerpo, pero quedé impresionado al ver su coño rasurado, con una pequeña hilera de pelos en la parte superior de sus labios vaginales.
- Hoy me lo he arreglado para ti ¿te gusta?
No le dije nada. Aparté a Adela y me dirigí a mi madre. La cogí por la cintura y la besé en la boca, hundiendo mi lengua y acariciando su desnudo culo. La cogí de la mano y la hice sentar en los pies de la cama, me arrodillé delante de ella. Adela nos miraba y desde abajo, la hice sentarse junto a mi madre.
- Tengo hambre y creo que me voy a comer vuestros coños ¿queréis?
No dijeron nada. Sus piernas contestaron abriéndose totalmente para que yo pudiera hacer lo que quisiera con sus lujuriosas vaginas. A cada una le dediqué una mano. Los tocaba por igual, sintiendo las diferencias en sus morfologías. El clítoris de Adela era más grande que el de mi madre, pero la vagina de mi madre se humedecía antes que el de nuestra vecina. Mis dedos exploraban aquellas maduras rajas, entrando y saliendo de sus calientes vaginas. Las dos gimoteaban y se retorcían de placer, las dos deseaban que les lamiera y les penetrara sus coños.
Metí mi cabeza entre las piernas de Adela y mi lengua acarició levemente su clítoris. Un profundo y largo sí brotó de su boca al sentir mi contacto. Al momento, me dirigí al coño de mi madre e hice lo mismo, levemente acaricié su clítoris con la lengua sin que mis dedos dejaran de jugar en las entradas de sus vaginas. Mi madre no dijo nada, pero el movimiento de sus caderas mostraba el ofrecimiento de su coño para que fuera devorado por mi boca.
Aparté mi boca de ellas mientras mis manos seguían masturbándolas. Las miré, las contemplé mientras ellas se retorcían levemente, gimoteando y acariciándose las tetas. Con dificultad, sin dejar de tocar sus coños, me levanté lo suficiente para ofrecerles mi boca. Las dos acudieron rápidamente a corresponderme con sus lenguas. Primero mi madre, su lengua jugó con la mía. Después Adela que hundió su lengua en mi boca. Separé un poco mi boca y miré cómo mi madre nos observaba, envidiando y deseando que la besara a ella. Saqué mi mano de su coño y le cogí el mentón para acercarla a nosotros. Su lengua se unió y Adela le dejó espacio. Volví a hundir mi mano entre las piernas de mi madre mientras los tres nos besábamos a la vez.
- ¡Joder, hijo! – Dijo mi madre separándose de nosotros y con la respiración entrecortada por el placer. - ¡Me estás convirtiendo en una pervertida!
Saqué las manos de sus sexos y agarré sus cabezas forzándolas a que se besaran ellas solas. Ninguna opuso resistencia y mi madre y Adela se comían la boca. Empujé a mi madre para que se pusiera sobre Adela. Las dos estaban tan calientes que se comían la boca y las tetas como si siempre hubieran sido amantes. Las miré unos segundos, mi polla iba a reventar de placer. El coño de mi madre, arriba, destilaba flujos, mientras que el de nuestra vecina no mostraba mucha humedad. Lancé mi boca en un ataque inesperado al coño de mi madre y mi lengua hurgó a placer en su mojada raja.
- ¡Joder, cariño, me vuelves loca! – Fue ahogada su voz por el beso de Adela que disfrutaba de las caricias de mis dedos en su coño.
Entonces bajé a mi vecina, a su coño y lo ataqué con mi boca. Sus caderas botaron cuando mis labios se aferraron a su grueso clítoris y lo mamó con fuerza. Un enorme gemido brotó de su boca a la vez que mi madre le mamaba una teta. Aquello rompió la fuente que contenía en su vagina y su coño se convirtió en un manantial de flujos. Volví a lamer el coño de mi madre un poco más… No sé cuanto tiempo estuve lamiendo aquellas rajas y mamando sus clítoris, pero las dos, enloquecidas por el placer, me pedían que las follara de una vez.
- ¡Vamos hijo, clava tu polla en mi coño! – Imploraba mi madre.
- ¡Yo primera, hace mucho que no tengo un macho en mi coño! – Suplicaba Adela.
Me puse en pie, agarré mi polla con la mano y la acerqué a ellas. No las penetré, aún no. Puse mi glande en el coño de mi madre y su cuerpo se tensó esperando que entrara hasta el fondo, pero no lo hice. Restregué mi polla por su raja, presionando en su clítoris. Sus gemidos y ruegos se hicieron más fuertes. Me aparté de ella y me dirigí al coño de nuestra vecina. Mi glande brillaba con los flujos de mi madre y se mezclaron con los de Adela. El pronunciado clítoris competía con la dureza de mi polla. De nuevo volví al coño de mi madre. Así estuve un rato, llevando y mezclando los flujos que brotaban de ambas mujeres.
Ya era hora de darles lo que tanto ansiaban. No sabía si en la primera penetración me correría, había estado toda la semana sin tener sexo y sin hacerme una paja por la preocupación con mi madre, así que coloqué mi glande en la entrada de la vagina de mi madre y empujé un poco. Sentí como me recibía, dilatándose su vagina al paso de mi glande. Paré cuando el turgente glande había entrado y se lo retiré.
- ¡No, sigue metiéndola! – Me volvía a suplicar.
Me agaché un poco y busqué el coño de Adela. Me esperaba empapado, si antes había estado seco como una fuente perdida, ahora era un torrente de flujos que mojaban la cama. Puse mi glande y empujé. Su coño parecía más apretado que el de mi madre y tuve que empujar un poco más hasta que mi glande entró.
- ¡Dios, una polla en mi coño! – Dijo Adela con un gemido de placer.
Se la saqué con la consiguiente queja por su parte. La dirigí al coño de mi madre y apuntando desde cierta distancia, empujé y acerté en su vagina, penetrándola un poco más.
- ¡Cabrón, te gusta ponernos calientes! – Dijo mi madre mirando atrás. - ¡Fóllame de una vez!
Volví a Adela y le hice lo mismo. Las dos sabían ya lo que iba a pasar. Serían folladas poco a poco, hasta que yo quisiera. Aquel juego me volvía loco de placer. Sentía sus dos calientes coños, el apretado de Adela, el maternal de Laura. Metía un poco de mi polla en cada una y les daba dos o tres embestidas rápidas para que me imploraran más. Así las tuve un buen rato, haciéndolas sufrir. Hasta que ya se acostumbraron a aquel juego, ya sabían lo que les iba a pasar. Un poco de penetraciones y después a la otra.
La saqué de Adela y la apunté a mi madre. Empujé y la agarré con fuerza por las caderas. Le hundí mi polla todo lo posible y sus ojos se cerraron por completo al sentir que mi glande la golpeaba en lo más profundo de su vagina.
- ¡Cabrón, me vas a matar de gusto! – Gritaba mientras yo no paraba de follarla embistiéndola con fuerza, metiendo mi polla hasta los huevos. - ¡Me corro, me corro! – Gritó mi madre mientras su amiga le mamaba las tetas y mi polla la llenaba por completo.
Dio un gran grito y su cuerpo se tensó. No paré de follarla mientras sus piernas temblaban por el orgasmo que estaba sintiendo. Adela la ayudaba magreando y mamando sus tetas. Se derrumbó cuando acabó de sentir aquel orgasmo. La empujé a un lado y quedó tumbada.
Agarré a Adela y la hice colocarse a cuatro patas en medio de la cama. Mi madre quedó a nuestros pies y nos miraba. Me subí en la cama y mi madre podía ver como mi mano agarró mi polla y la dirigió al culo de su amiga, deseaba ver cómo su hijo la follaba. Moví mi glande por su raja hasta que sentí la entrada de su vagina, la penetré un poco y paré.
- ¡Vamos cabrón, folla a esta vieja qué necesita una buena polla que la llene! – Agarré su pelo con una mano y la penetré sin miramiento y de forma brutal hasta que mis huevos chocaron con su coño. - ¡Jodeeeeeer, me vas a romper el coño!
Sus gritos me animaban a comportarme como un animal. Con mi madre no me había ocurrido eso, pero el tener a las dos a la vez me había provocado tal excitación, que ya no pensaba lo que hacía, sólo quería penetrarla por completo y de forma bestial. Me movía y cada penetración le provocaba gritos de placer, se retorcía, bufaba, gritaba… Agarré sus nalgas y las golpeé. Lo había visto en alguna película y a ella eso pareció gustarle pues gemía y gritaba que le diera más. Y continué hasta que su culo tomó un color rojizo. Mi polla entraba con fuerza, hasta el fondo, pero no conseguía que se corriera. Entonces separé sus cachetes y vi su redondo ano. No lo pensé. Escupí un poco de saliva allí y mi dedo gordo empezó a empujar para forzar poco a poco su ano.
- ¡Joder, cabrón, qué me haces en el culo! – Empezó a gritar. - ¡No te vayas a parar, sigue, sigue!
Y seguí, mi polla entraba y salía mientras mi dedo estaba completamente hundido en su culo. Se retorcía de placer mientras sus agujeros estaban completamente llenos. El sudor recorría mi espalda. Aquella mujer llevaba tiempo sin follar, pero me costaba conseguir que se corriera. Entonces sentí una mano en mi culo. Mi madre estaba junto a mí de rodillas y me acariciaba el culo. Veía cómo follaba a nuestra vecina y su otra mano acariciaba su coño.
- Hijo. – Me habló sin que sus manos dejaran de acariciarnos. – Tienes que follar su culo.
Adela estaba disfrutando y no escuchó a mi madre. Paré y nuestra vecina protestó un poco. Mi madre agarró mi polla y empujó para que la sacara del coño de Adela. Separé los cachetes y me levanté un poco.
- ¡¿Qué estáis haciendo?! – Dijo Adela qué intuía algo raro.
- Tranquila amiga… - Le contestó mi madre. - ¡Relájate!
Adela escuchó el escupitajo que mi madre lanzó contra su ano y sintió el tibio calor de la saliva. Mi polla estaba bastante mojada con los flujos de ellas, pero la saliva lubricaría un poco más. Dirigió mi glande al redondo y pequeño ano hasta qué empezó a hacer presión.
- ¡No, no, eso va a doler! – Protestó Adela al saber que le rompería su culo. - ¡Lo probé una vez y me dolió! – Se arrojó hacía delante hasta que su cuerpo estuvo completamente pegado al colchón.
- Tranquila, relájate y verás cómo entra y te gusta… - Mi madre la besó con cariño y me hizo una señal para que me echara sobre ella. – Así hijo, no la penetres, rózate con ella y mordisquea su cuello.
Eso hice, cómo mi madre me dijo, me movía sobre ella y mi polla la tocaba por allí abajo, sin saber bien si era su coño, su culo o lo qué tocaba. Mi boca besó su sudada espalda y después su nuca. Bajé a sus hombros y Adela empezó a ronronear de placer. Moví mis caderas y sentí en mi glande una sensación extraña, aquello no era su coño… ¿sería su ano? Empujé un poco y mi polla mojada se deslizó hasta entrar un poco en su vagina. La besaba suavemente por todo su cuello y nuca, disfrutando de su cuerpo. Mi madre me acariciaba y nos miraba. Moví de nuevo mi polla y volví a sentir aquel tacto diferente en mi glande. Tenía que ser su ano. Empujé un poco y sentí como el cuerpo de Adela se contraía. Paré y seguí besándola. Mis manos empezaron a tocar sus caderas y subieron por su cuerpo hasta tocar las tetas que sobresalían por los lados de su cuerpo al presionarse contra la cama. Empujé un poco más mi polla y Adela se contrajo un poco más. No sabía cómo, pero me parecía sentir que mi glande empezaba a separar ese esfínter. Quedé quieto y seguí acariciando y besando el maduro cuerpo de aquella mujer.
Fue rara y excitante la sensación que me produjo el movimiento de su ano en mi glande. Aquellas caricias y besos daban fruto, su ano se agitaba y se dilataba poco a poco para permitir que mi polla entrara. Empujé un poco más y Adela no se contrajo de dolor, todo lo contrario. Sentí que mi glande había traspasado la barrera de su esfínter y de la boca de aquella mujer había salido un leve, levísimo suspiro de placer. Besé su hombro derecho, suavemente, subiendo para llegar a la parte baja de su cuello. Ella sentía placer con mi boca y se movía para ofrecerme su cuello. No lo pensé, no sabía el por qué, pero abrí mi boca y le dí un bocado en el cuello, atrapando entre mis dientes un poco de su piel que apreté sin demasiada fuerza. Lanzó un gran gemido y su ano se abrió más, como queriendo tragarse mi polla. Empujé y mi polla entró más, sentí que le había metido media polla.
- ¡Dios, cabrón, me has roto el culo! – Dijo Adela en un gemido de placer y dolor.
Retrocedí mi polla un poco mientras mi boca aún hacia presa en su cuello. El placer del cuello se mezclaba con el dolor del culo y Adela gemía y sollozaba sin entender bien si aquello le gustaba o no. Empujé de nuevo y mi polla entró aún más, casi por completo. Giré la cabeza y ataqué el otro lado de su cuello. Ahora el placer hizo que Adela se tensara, pero mi polla estaba ya dentro de su culo y su esfínter la presionó produciéndome placer. Moví mis caderas y empecé a penetrar su culo. Poco a poco al principio, mientras mordía y besaba el cuello de aquella mujer. Aceleré las penetraciones y notaba como aquel prieto ano dejaba de luchar contra mi polla. Al momento me concentraba en hundir mi polla todo lo que podía en el culo de Adela, sin preocuparme si le dolía o no, ya su esfínter no tenía fuerzas para contener cada envestida de mi polla y me hundía en ella todo lo que podía. Adela dejó de sentir dolor cuando su ano se rindió, ahora todo era placer, cada embestida le producía un extraño placer que no podía explicar.
- ¡Oh Dios, oh Dios! – No decía otra cosa. - ¡Oh Dios, oh Dios! – Gemía, se retorcía y ponía su culo más en pompa para que mi polla entrara más profunda. - ¡Clávala, clávala!
- ¡Sí, hijo, fóllate el culo de esta puta! – Dijo mi madre que se masturbaba viendo como le partía el culo a su amiga. - ¡Vamos cariño, has que mamá se corra! – Me besó mientras se corría y yo botaba sobre Adela para hundir mi polla en su culo.
Adela tensó su cuerpo y pataleó cuando le llegó un orgasmo. No entendía el por qué de aquella placentera sensación, pero en ese momento sólo quería disfrutar con la polla que entraba en ella. De su coño brotaron ingentes cantidades de flujos por el orgasmo, hasta el punto de formar un charco en las sábanas. Yo empujaba desesperadamente para darle placer y cuando se quedó traspuesta por el placer, quise correrme.
- ¡Aquí hijo, échalo aquí! – Mi madre estaba abierta de piernas y con el coño abierto para que me corriera sobre ella.
Saqué la polla rápidamente de Adela, provocándole un suspiro de alivio y me coloqué frente a mi madre mientras mi mano me hacía una paja. La leche iba a salir, acerqué mi polla más a mi madre hasta que estuve a pocos centímetros. Su coño rosado, abierto, esperándome para que me corriera. Mi cuerpo se tensó y un fuerte chorro de semen salió disparado, cayendo en su vientre y sobre los labios vaginales. Sus dedos jugaban con mi semen y los metía en su vagina, mientras uno tras otros, seguían saliendo más chorros de semen. Cuando acabé de lanzar mi esperma, golpeé mi polla contra la empapada raja del coño de mi madre, que me miraba recostada en la cama, con una sonrisa de placer y lujuria. Aquella noche me había regalado un gran placer: hacer el amor con dos mujeres, maduras y muy calientes. Romper el culo de Adela fue una experiencia que nunca he olvidado y otras veces más se repitieron.
Adela se echó a un lado y dormí entre mis dos amantes, franqueado por los sensuales cuerpos, custodiado por las calientes lujurias de aquellas maduras, excitado por la vida que me quedaba por delante con ellas.