Por una vida mejor

Una joven madre viaja con su pequeño hijo hasta la frontera en busca de un futuro mejor. Un camionero les ofrece su ayuda y este termina abusandose de ella.

Era una noche cerrada, las nubes se deslizaban silenciosamente por el cielo. Fernanda miraba por la ventana sumergida en sus pensamientos. A unos metros, su hijo Nicolás dormía placidamente sobre la única cama que había en aquel cuarto oscuro. El niño tenía seis años y era lo único que le quedaba de su gran amor.

Miro el reloj y daban las cinco de la madrugada, hacia mucho frió y faltaba para que el sol saliera. Fernanda volvió a la cama, sabia que no iba a poder dormir pero prefirió no sentir el frió que se colaba por la ventana y por debajo de la puerta.

Tapo a su hijo con la frazada, y se quedo viendo el techo en donde una mancha de humedad parecía crecer lentamente frente a sus ojos.

La almohada nunca había sido una buena aliada a lo largo de los dos últimos meses. Parecía que aquel instrumento de descanso ejercía un poder sobre ella, devolviéndola a la cruda realidad. Ya ni se acordaba de la última vez que había podido dormir bien.

Hacia dos meses que viajaba con su hijo a lo largo del país. Había tomado la decisión de irse del país, en busca de un mejor futuro para los dos, pero el poco dinero que tenia no le alcanzaba para pagar un viaje tan largo. Fernanda sentía que su mundo se derrumbaba, ya le quedaba poco dinero y esto le invadía los pensamientos cada vez más a menudo. Si bien dormían en hoteles de "media estrella" , no dejaba de ser un techo con una cama y un baño, lujos que no sabia hasta cuando le durarían. Giro en la cama y acaricio el cabello de su hijo, le recordaba mucho a Martín, el padre de Nicolás. "¿Por que nos dejo?" siempre se hacia esa pregunta. Fernanda recordó aquel día cuando volvió a su casa y vio que las cosas de Martín no estaban. Apretó sus ojos y se limpio las lágrimas.

Fernanda nunca se hubiese imaginado un futuro así. Solo tenía veintisiete años y nada la había preparado para afrontar algo semejante. Aun mantenía un espíritu jovial, estaba decidida a seguir estudiando cuando Nicolás creciera. Era una joven muy hermosa, y de carácter dulce. Tenía el pelo largo y usaba un flequillo que acentuaban sus ojos color avellana. Era dueña de una figura preciosa y si bien no era de exhibirse, siempre se ganaba un piropo a cualquier lugar donde iba. Su piel era suave y de un pálido delicado. Sus piernas eran firmes y bien marcadas, al igual que su culo, por lejos lo mejor de su cuerpo. Sus pechos eran del tamaño ideal, ni muy grandes ni muy pequeños y bien firmes.

Una tenue luz anaranjada comenzó a iluminar lentamente el cuarto. Era hora de dejar el hotel y seguir el viaje hasta la frontera, tenia que llegar lo antes posible, una amiga de ella le había enviado una carta prometiéndole un trabajo. Era indispensable conseguir ese empleo, los ahorros ya se le estaban acabando y no podía permitir que su hijo pasara hambre o frío, durmiendo en la calle.

Fernanda despertó a su hijo y le indico que se lavara la cara y los dientes, y que se vistiera lo más rápido posible. Nicolás aun dormido, arrastro sus pequeños pies hasta el baño. Fernanda ya se había aseado y comenzó a vestirse, se puso un pantalón largo, era un poco ajustado pero el único limpio que le quedaba. También se cambio la remera con la que había dormido y se puso otra de algodón de mangas largas y un buzo. Ayudo a Nicolás a vestirse, y colocándose unas camperas salieron del cuarto.

Cuando llegaron a la recepción, el dueño del hotel los estaba esperando. Fernanda había tenido la vaga ilusión de irse sin pagar, pero sabia que seria algo muy difícil. El hombre le dedicó una cordial sonrisa a Nicolás y rápidamente postro sus ojos en Fernanda.

-¿Ya se van? Es muy temprano.- El sonido de la radio se oía en un cuarto detrás del señor.

-Si, tenemos que alcanzar un micro…- Fernanda mintió.

-Bueno, déjame ver… son cuarenta pesos.- El viejo cerro un cuaderno con hojas amarillentas, y se quedo esperando a que Fernanda le diera el dinero. –Vuelvan cuando quieran. Buen viaje.- El viejo guardo el dinero en la caja registradora y se metió en el cuarto a escuchar la radio.

Fernanda salio con su hijo a la calle, y noto que solo le quedaban cien pesos. Estaba quedándose sin dinero mas rápido de lo que había previsto.

-Mami…- Nicolás tiro de la campera de su madre -¿…vamos a desayunar? - Fernanda no supo que responderle, se quedo mirando a su hijo y tras unos segundos le respondió.

-Si, vamos…- Lo tomo de la mano y se fueron a un café que quedaba en la otra cuadra.

Desayunaron tranquilos, ella solo pidió un café mientras que Nico comió a gusto. Fernanda pensaba en la forma de llegar lo antes posible a la frontera. El viaje ya había durado demasiado y cada vez parecía complicarse más.

Con ochenta y cinco pesos en el bolsillo, Fernanda y Nicolás caminaron por el pueblo. Se detuvieron en una plaza a descansar, Nicolás jugo al fútbol con alguno de los niños del lugar bajo la mirada atenta de su madre. Ya era hora de almorzar, Fernanda le compro un sándwich y una gaseosa, ella no comió nada.

La tarde transcurrió tranquila. Pregunto en varios locales de transporte por el precio de los pasajes a la frontera, y estaba lejos de poder pagarlos. Cuando estaba a punto de rendirse, una de las mujeres que atendía, le comento que podía llegar a la frontera de una forma más económica. No era muy cómoda, pero cumplía con el objetivo.

La mujer le había dicho que se acercara a la parada de camiones, en las afueras del pueblo y preguntara por Mario. El llevaba gente hasta la frontera por una módica suma y estaba segura que a una madre con su hijo no le iba a poder decir que no.

Un poco más alegre, Fernanda y Nicolás caminaron un largo trecho hasta la salida del pueblo. Al llegar a la parada de camiones, vio un pequeño local de comida rápida, tomo la mano de su hijo y se dirigió hasta el local.

-Buenas tardes…- Un hombre manchado con grasa de motor se la quedo mirando. -…busco a Mario. ¿Sabe en donde puedo encontrarlo?- El sujeto se rasco la frente, y le dijo que Mario estaba en la parte de atrás, cerca del taller.

Fernanda salio y camino hasta la entrada del taller, el sonido de las herramientas golpeando algo metálico resonaba en el galpón de chapa, unas piernas regordetas se asomaban por debajo del un auto.

-Buenas tardes… estoy buscando al señor Mario.- Fernanda vio que el hombre, salía dificultosamente de abajo del auto.

-¿Quién lo busca?- Un hombre entrado en años se acercaba a Fernanda y a Nicolás. Se limpiaba las manos con un trapo completamente oscuro por las manchas de aceite.

-Me dijeron que el señor Mario hacia viajes a la frontera…- El viejo la escuchaba atentamente. Sus ojos se posaron en Nico y volvieron a ella. -…y yo quería saber si el podía llevarnos hasta allá .- Una gota de sudor recorrió la frente del viejo. El silencio era algo incomodo y Fernanda se estaba poniendo nerviosa.

-Yo soy Mario…- El viejo le extendió la mano. - …mucho gusto.-

-Ah… mucho gusto…- Fernanda dudo por un segundo. Era un hombre que fácilmente tendría unos cincuenta y tantos, casi sesenta años. Tenia el pelo negro con algunas canas y un grueso bigote cubría su labio superior. La cara arrugada por los años, y unas manos grandes y callosas. No era muy alto pero era corpulento y algo excedido de peso.

-Yo la puedo llevar… salgo esta noche a las ocho.- Mario continuaba limpiándose las manos. – Si le interesa, espéreme bajo el cartel de la entrada. El viaje le costara cincuenta pesos.- Fernanda e agradeció y acepto la oferta de Mario. El hombre volvió a meterse debajo del auto y siguió trabajando.

Parecía que las cosas iban mejorando. Dentro de algunas horas estaría en la frontera, empezando una nueva vida junto a su hijo.

No tardo en hacerse de noche, los dos cenaron algo rápido y a las ocho menos diez estaban bajo en el cartel esperando al señor Mario. La temperatura había disminuido considerablemente, varios camiones pasaron frente a ellos sin la mínima intención de detenerse. Fernanda empezó a impacientarse, ya eran las ocho y diez y Mario no aparecía.

A lo lejos un camión color rojo se acercaba a ellos. Tenía un acoplado y parecía bastante nuevo. El camión se detuvo y tras unos segundos eternos, la puerta del acompañante se abrió. Frente al volante se encontraba Mario, parecía distinto, se había bañado y llevaba puesta ropa limpia. La saludo amablemente y bajándose del camión ayudo a Fernanda y a Nicolás a subir sus cosas y acomodarse en la cabina junto a él. Nicolás estaba muy contento, era la primea vez que se subía a un camión tan grande y eso lo emocionaba. La cabina era muy amplia, entre los dos asientos había un espacio grande, una separación de uso sesenta centímetros aproximadamente. También se veía que detrás de las butacas, había otro compartimiento separado por unas cortinas. Una vez que arrancaron y tomaron la ruta que iba hacia la frontera, Nicolás no dejaba de hacerle preguntas a Mario, sobre los botones y las luces del camión, el viejo le respondía entretenido y cada tanto miraba a Fernanda con tono divertido.

Tras una hora de preguntas, Nicolás comenzó a bostezar.

-¿Tenés sueño?- Pregunto Mario.

  • Esta cansado. Hoy jugo a la pelota y caminamos mucho.- Fernanda solía responder por su hijo casi siempre.

  • Si quiere, puede acomodarlo en la parte de atrás de la cabina. Hay una cama con mantas.- Mario corrió una cortina que se encontraba entre los dos asientos y descubrió un pequeño sector detrás de ellos, en donde había una cama con una pequeña repisa, llena de libros.

  • Muchas gracias señor…- Fernanda le agradeció el gesto.

  • Dígame Mario… ¿Cuál era su nombre?- Fernanda acomodo a Nicolás en la cama.

  • Fernanda…- El hombre le sonrió complacido y prendió la calefacción.

Los dos hablaron un rato de cosas sin mayor importancia. Cada tanto, Fernanda miraba en la parte trasera del camión y controlaba que Nico estuviera durmiendo bien. Ya no tenia tanto frío como antes, así que se quito la campera y la colgó en el respaldo de su asiento.

Mario le contó que vivía con su mujer en una casita en el pueblo. Cuatro veces por año se recorría el país y cuando no lo hacia llevaba mercadería hasta la frontera y de paso llevaba gente que necesitara ir. Fernanda escuchaba a Mario, saber que estaba casado la tranquilizaba de alguna forma. Ella también le contó un poco de su historia, pero cometió el error de decirle que ya se estaban quedando sin dinero.

Hacia bastante calor dentro de la cabina, no se animaba a pedirle a Mario que la bajara, ya que el solo tenía puesto una camisa. Ella aun llevaba su buzo, quería quitárselo pero le daba vergüenza hacerlo frente a Mario.

Siguieron hablando, poco a poco la confianza se apodero de los dos, permitiéndose contar detalles mas íntimos de sus vidas. Cada tanto Mario bromeaba y Fernanda se reía tímidamente. Ella le contó de su pasado y del porque viajaba a la frontera. Mario no se perdía detalle de la historia que Fernanda le estaba contando.

-La verdad que no puedo entender como su marido la dejo…- Fernanda se sorprendió un poco al oír esto y se dio cuenta que tal vez había contado demasiado. -…lo peor es que el muy cobarde la dejo sola con una criatura. Esas cosas no se hacen.- Un silencio incomodo reino en la cabina del camión.

-Le agradezco que nos este llevando…- Ella rompió el silencio. -…es usted muy amable.- Mario no dijo nada.

Pasaron unos minutos de silencio, la mirada de Fernanda se perdía en el inmenso horizonte, esa noche tampoco había luna ni estrellas. Las potentes luces del camión parecían iluminar toda la ruta, Mario quería romper aquel silencio.

-Bueno a decir verdad yo tampoco soy ninguna santo…- Mario se rió. -…no puedo negar que si bien amo a mi mujer, la he engañado varias veces.- Fernanda se quedo fría, Mario entendió la reacción de su joven acompañante y siguió. – Soy camionero hace casi treinta años. Me conozco el país y los países limítrofes como si fueran la palma de mi mano.- Mario se miro la mano y sonrió melancólico. Fernanda estaba un poco incomoda, pero la curiosidad y el aburrimiento le daban ganas de saber un poco mas.

  • Pero si usted ama a su esposa ¿Por qué la engaño?- Mario la observo por unos segundos.

  • Imagínese… estar mas de la mitad del año lejos de su casa y lejos de la mujer que ama… a final de cuenta uno es de carne y hueso ¿no?- El viejo rió sonoramente y Fernanda no pudo evitar sonreírle.

-¿Pero la engaño muchas veces?- Fernanda aparentaba reprocharle a Mario aquella actitud, pero en el fondo los secretos de aquel hombre le resultaban intrigantes. Hacia bastante tiempo que no mantenía una charla tan larga con una persona adulta y esta particularmente era le resultaba entretenida.

-Y… unas cuantas.- Respondió un poco apenado. – Piense en la cantidad de pueblos y lugares en los que estuve, casi me atrevo a decir que estuve con una mujer de cada localidad del país.- Volvió a reírse divertido. Fernanda se sonrojo al imaginarse aquella imagen. El calor de la cabina le jugaba una mala pasada. – Y tu que me dices ¿siempre haz sido fiel?- La pregunta la tomo por sorpresa, titubeó por una fracción de segundo.

-Por supuesto que siempre fui fiel…- La conversación estaba tomando un tinte oscuro, aquel hombre parecía inofensivo, pero de todas formas se sentía algo avergonzada.

-Bueno, no te pongas así… ¿me vas a negar que nunca pensaste en otro hombre cuando estabas con tu marido?- El recuerdo del mejor amigo de Martín, Esteban, golpeo con fuerza a Fernanda. Hacia mucho que no pensaba en él, nuevamente el calor subió por su espalda hasta su cabeza. –O tienes calor o te acordaste de alguien…- Fernanda se sintió ofendida.

-Es solo el calor…- Para reforzar su declaración, se quito con rapidez el buzo. Mario no se perdió detalle de los movimientos de Fernanda. Bajo la remera blanca de algodón, los firmes pechos de ella se sacudieron. Ya sin el buzo, Fernanda se arremango la remera. –Listo, mucho mejor.- El rostro de Esteban seguía revoloteado en la mente de ella, que diferente hubiese sido su vida si en vez de casarse con Martín, se casaba con Esteban.

-¿Y ahora estas soltera?-

-No…- Fernanda volvió a mentirle .- Mi novio me espera en la frontera.

  • Me alegro por ti querida. Es un hombre con suerte… la verdad que lo envidio.- Fernanda no pudo evitar ver que Mario la miraba descaradamente. –Eres una joven muy hermosa.- Un nuevo silencio se apodero de la cabina del camión.

Fernanda miraba por la ventana, no quería que su mirada se encontrara con la de Mario. El viejo paseaba su mirada de la ruta a Fernanda, quería seguir hablando, tenía que recuperar la confianza de la joven nuevamente.

  • Eso si…- Prosiguió Mario. - Mi mujer me pesco más de una vez y me ha dado tremenda paliza. Varias veces me echo de la casa pero yo le suplicaba volver. No deja de ser el amor de mi vida. Fernanda se rió al oír esto. Poco a poco se fue relajando mientras Mario contaba anécdotas muy graciosas. Siguieron así por un rato, Nicolás dormía placidamente. Poco a poco el sueño fue apoderándose de ella y sin darse cuenta se quedo dormida.

Abrió los ojos y noto que el camión se había detenido. Asustada, se volteo para ver a Nico, el niño dormía profundamente. El único problema era que faltaba Mario. Fernanda miro por los espejos y vio al viejo orinando al costado de la ruta. Sin poder evitarlo sus ojos se posaron sobre el miembro de este. Fernanda se sobresalto al ver el tamaño de aquel rabo. Lo más sorprendente es que estaba completamente flácido y aun así tenia un considerable tamaño. Para sus adentros penos; "¿Cuánto hace que no veía un pene?"

Cuando Mario volvió al camión, Fernanda se hizo la dormida. El viejo encendió el motor y volvieron a la ruta. Fernanda no podía evitar pensar en aquel pedazo de carne. La visión de aquel miembro había despertado en ella un sentimiento que creía haber perdido. Mario se dio cuenta que Fernanda se hacia la dormida, la pobre era muy mala actriz y su respiración la delataba, al igual que su postura.

Mario volvió a detener el camión. Lo aparco al costado de la ruta en un lugar que parecía ser un estacionamiento, usado por los camioneros para pasar la noche.

Fernanda escucho que Mario se movía, tenia miedo de abrir sus ojos. De pronto sintió la calida respiración de Mario sobre su pelo. El viejo actuaba como si no supiera que ella estaba despierta, Fernanda creía que su actuación lo había convencido. Disimuladamente, como quien se mueve entre sueño, Fernanda intento alejarse y cambiar de posición. Buscaba la pose menos expuesta, pero al estar sentada en una butaca se le complicaba.

Por un momento creyó que Mario se alejaba, pero para su sorpresa, el muy descarado la había tomado con suavidad por su rodilla.

-Eres muy hermosa…- Sus palabras eran casi inaudibles. -…como puede ser que un hombre abandone a semejante mujer.- Las palabras asustaron a Fernanda que siguió haciéndose la dormida – Que bien hueles… me encanta.- Fernanda volvió a sentir el aliento de Mario sobre su cuello, seguido de sus labios y su bigote. Mario sintió un pequeño estremecimiento en Fernanda, su mano se deslizaba lentamente por su muslo, acercándose a su entrepierna. El viejo se movía con lentitud, no quería sobresaltar a la joven madre. Sus gruesos dedos se deslizaban furtivamente a la entrepierna de ella. La sorpresa de Fernanda era inmensa, no podía creer en la situación en la que se encontraba y peor aun no sabía como salir de ella.

Fernanda notaba como la mano de Mario avanzaba entre sus piernas, estaba decidida a pararle si llegaba a su colocarse sobre su sexo, pero justo en ese instante se detuvo. El viejo zorro había notado la presión que hacían las piernas de ella sobre su mano, supo que tenía que detenerse.

Mario volvió a su asiento y puso en marcha el motor. Fernanda seguía haciéndose la dormida, todo aquello la tenia confundida y asustada, no sabia como reaccionar.

El camión ya había tomado velocidad. Con disimulo miro la hora, iban a ser las 2 de la mañana. No podía quedarse dormida junto a ese viejo pervertido. Hacia todo lo que podía para no dormirse, pero con los ojos cerrados y el calido ambiente, le era muy difícil luchar con su cansancio. Varias veces se quedo dormida por escasos minutos, hasta que por fin el sueño la venció.

Un sonido extraño la despertó, la cabina estaba completamente a oscuras. El camión se había detenido en un parador que parecía estar abandonado. El reloj marcaba la tres y diecisiete y el extraño sonido habían sido los ronquidos de Mario. Fernanda vio que Nicolás estuviera bien y volvió a acomodarse sobre su asiento. Justo en ese momento, la voz de Mario la asusto.

  • Veo que te desperté…- Hablaba bajo y a Fernanda le era difícil verlo en la oscuridad. -…lo lamento.-

  • No… no hay problema.- Ella también susurraba, no quería despertar a Nico.

  • Te quería comentar algo…- El tono en la voz de Mario preocupo a Fernanda. – Aquí se termina el viaje. Estamos a trescientos setenta kilómetros de la frontera y el lugar mar cercano habitado, queda a cien kilómetros.

-¡¿Pero que dice?!¡¿Usted esta loco?!- Fernanda se desespero.

  • Mira querida, nada es gratis en este mundo y creo que tu ya tendrías que saberlo…- Mario parecía otra persona, en sus susurros delataba un alto nivel de crueldad y frialdad.

  • Yo… si nos deja aquí quien sabe que puede sucedernos… por favor se lo pido…- El miedo se esparcía por su cuerpo rápidamente. -¿Qué… qué es lo que quiere?- Una gruesa lagrima recorrió el rostro de Fernanda.

  • No te hagas la ingenua… se bien que no estabas dormida…- Fernanda se estremeció.

-Yo… no se de que me esta hablando.

  • No te hagas la estúpida…- Parecía enfadado. – Ya sabes lo que quiero…- Fernanda pudo divisar la maliciosa expresión en el rostro de Mario. El viejo se levanto de su asiento y se coloco junto al de ella. Coloco su mano sobre la delicada mano de ella y la acaricio subiendo por su antebrazo hasta su hombre. La pesada mano de Mario la tomo por la nuca y con un gesto decidido acerco sus labios a los de ella. La beso con fuerza restregando su bigote sobre la suave piel de Fernanda. Ella se resistió, pero la fuerte presión que sintió sobre su cuello la obligo a ceder. La lengua de Mario entro en su boca chocando contra la suya, su saliva se mezclaba con la de Fernanda que intentaba alejarlo sin excito.

La otra mano de Mario se coloco sobre la cintura de ella. Sus gruesos dedos se colaban por debajo de la remera acariciándola. Los dedos se abrieron paso entre su piel y su pantalón, y sin dejar de besarla desabrocho el botón de este. Las pequeñas manos de Fernanda intentaron poner resistencia, pero le era imposible luchar contra la fuerza de aquel hombre. Los dedos de Mario recorrían los enrulados cabellos del pubis de Fernanda.

-Por favor… se lo ruego, no me haga nada.- Mario no hizo caso a la suplica, sus manos seguían jugando con los bellos de su pubis. Su lengua jugueteaba con los labios y parte del rostro de ella.

Lentamente saco su mano de la entrepierna de Fernanda y la puso sobre el abdomen de ella, su mano era tan grande que parecía cubrirlo por completo. Poco a poco fue subiendo su mano hasta colocarse sobre uno de los senos de Fernanda. La callosa mano amasaba el pecho de ella, pero su mayor preocupación era Nicolás, no quería que se despertara y viera aquel espectáculo.

Torpemente, Mario desabrocho el sujetador de Fernanda, su mano ahora acariciaba la tersa piel de su hermoso seno. Los intensos roces sobre sus sensibles pechos lograron endurecerlos.

-Que pedazo de tetas tienes… Me tienes loco.- Mario volvió a besarla y esta vez tiro de la remera de ella forzándola a que se la quitara. Unos segundos después Fernanda se encontraba con el torso desnudo. Sus pezones eran grandes y rozados, sobre su pecho algunas pecas se dibujaban tímidamente. - Mira que duras se te han puesto…- El viejo las apretó y pellizco uno de sus pezones, un suave gemido se escapo de entre los labios de Fernanda.

Ella sentía que el calor aumentaba dentro de la cabina, sus labios y su rostro habían tomado un color rosado intenso y su respiración estaba más agitada que lo normal. Con la punta de la lengua, Mario recorrió las aureolas de los pezones, su saliva los humedecía y pasando de un seno al otro, sus manos no dejaban de jugar con ellos.

  • Basta… por favor… ya ha tenido suficiente… déjeme se lo suplico.

  • Cállate, yo decido cuando he tenido suficiente.- Una de las manos de Mario volvió a buscar la entrepierna de Fernanda. Ella apretó fuertemente sus piernas para evitar que este pudiera llegar hasta ahí, pero Mario, bastante enfadado le separo las piernas con sus manos. – Te conviene colaborar… no me gustaría lastimar ese preciso rostro.- Fernanda acoto la orden y apretando el asiento entre sus dedos mantuvo sus piernas abiertas. Mario metió de lleno sus dedos entre el asiento y el sexo de ella. La frotaba con fuerza por encima de su pantalón. Cada tanto volvía a besarla y a manosear sus pechos, ella respiraba entrecortadamente, la falta de contacto con el sexo opuesto a lo largo de los últimos años, les estaban jugando una mala pasada.

Un fuerte cosquilleo recorrió sus muslos y subió por su espalda, su sexo se humedecía a medida que Mario la manoseaba a gusto.

  • Quítate los pantalones…- Mario se retiro dándole espacio.

  • No… por favor…- Ella sabia que si se quitaba los pantalones estaba pérdida. - Se lo ruego.- Las suplicas de Fernanda solo lograban irritar aun mas a Mario.

  • No me hagas perder la paciencia…- Fernanda no tenia otra opción. Como pudo, bajo el cierre del pantalón y moviéndose sobre el asiento logro quitarse el pantalón. Se había dejado las bragas, creyendo que eso retrasaría lo inevitable.

  • Así esta mejor.- Mario continúo con sus manoseos. Sus dedos surcaban la raja del sexo de Fernanda, que se humedecía cada vez más. – Mira como te has mojado… al final eres toda una putita…- El viejo se llevo los dedos a su nariz y percibió el aroma penetrante del sexo de Fernanda. –Separa mas las piernas… quiero verte bien.- Fernanda le hizo caso, Mario se inclino sobre su entrepierna y de un tirón le arranco las bragas. Ella no dijo nada, podía sentir la respiración de Mario acercándose a su palpitante sexo.

Con ayuda de sus dedos, el viejo separo los labios de la vagina, se veía con claridad lo húmeda que se encontraba y como la punta del clítoris se asomaba por debajo de su capuchón. Sus dedos siguieron abriéndose paso, bañándose en los jugos de ella. Mario veía como su joven victima luchaba por no sucumbir a las caricias que él le estaba dando. El viejo la recorría minuciosamente, sus numerosas vivencias le otorgaban un plus, ya que sabía a la perfección como y cuando tocar a una mujer, un hombre no vive sus años en vano.

Fernanda jadeaba, su cuerpo delataba su excitación pero en su mente peleaba por no ceder a la lujuria.

Mario la volvió a besar apasionadamente, ella se dejo hacer al tiempo que este deslizaba sus labios por el cuello de ella, pasando por su pecho, sus senos y terminado a escasos milímetros de su sexo. Los labio de Mario aprisionaron el clítoris de Fernanda, un shock eléctrico recorrió su cuerpo. La lengua de Mario se movía con gran habilidad, lamía el sexo de Fernanda sin darle respiro. La punta de la lengua dibujaba pequeños círculos sobre el clítoris de ella, uno de sus dedos se ubico sobre la entrada de su vagina introduciendo solo la punta. Inconcientemente Fernanda empujo con sus caderas, invitando a que lo introdujera por completo, pero Mario tenia otros planes.

  • Arrodíllate sobre el asiento…- Fernanda regreso de su transe. Muy avergonzada se arrodillo sobre la butaca, de frente a él. – Así no. Date vuelta.- Mario empezó a quitarse la camisa.

  • N… no, quiero… - Fernanda seguía luchando inútilmente, su conciencia aun predominaba por sobre su deseo. Mario la tomo del rostro apretando sus cachetes con sus dedos.

  • Escúchame bien… no quiero repetírtelo…- Una llama de ira se ilumino en sus ojos, sus manos apretaban con fuerza causándole dolor. – Vas a hacer lo que te digo sin decir una palabra. Me resultaría muy fácil deshacerme de ustedes dos.- El viejo corrió la cortina destapando a Nico, que seguía sumergido en sus sueños.

  • Esta bien… pero no nos haga daño…-

Fernanda estaba atrapada en esa cabina con aquel viejo. Sabia que la mejor forma de salir de ahí con su hijo sanos y salvos era obedecer a aquel desagradable individuo.

Unas gotas cayeron sobre el parabrisas del camión, estaba empezando a llover. Se oía como la lluvia golpeaba el techo del camión cada vez con más fuerza, pronto un torrencial azotó la zona. Fernanda se encontraba abrazada al respaldo, sus pechos se apretaban contra el forro del asiento. Su culo estaba a entera disposición de Mario, que encantado no le quitaba ojo de encima. Por lejos era el mejor culo que había visto en toda su vida, y eso que se jactaba de haber visto unos cuantos.

El viejo se arrodillo tras ella y sin perder mas tiempo hundió su rostro entre las nalgas de Fernanda. Su nariz se aplasto contra el pequeño orificio anal de ella al mismo tiempo que con su lengua surcaba los labios de su vagina. A Fernanda nunca la habían comido tan bien, sentir esa lengua recorriendo su vagina la perturbaba de una forma muy extraña.

Las manos de Mario estrujaban las nalgas de Fernanda con violencia, su blanca piel se marcaba fácilmente y pronto los cachetes de su culo se habían tornado de un rosado intenso. Sus dedos se sumergían en las suculentas carnes de Fernanda, que mordía con fuerza su labio por no gritar. Inconcientemente, ella apretaba su culo contra el rostro de Mario, que al notar esto puso sus dedos sobre el sexo de ella y empezó a penetrarla. Sus dedos se sumergieron en un mar de fluidos tibios, sus dedos la penetraban con facilidad. El viejo tenía el pene a punto de explotarle, aun lo ocultaba en su pantalón y supo que ya era tiempo de hacerlo participar.

Mario dejo de tocarla, se encontraba de pie junto a ella. La tomo del pelo y le dijo.

  • Dale, quítame los pantalones.- La idea la horrorizaba pero era la única opción que tenia. El bulto era despertaba cierta curiosidad en ella, Fernanda desabrocho el botón y luego bajo el cierre. Los pantalones cayeron acomodándose junto a los tobillos de Mario, que aguardaba a que Fernanda continuara quitándole el calzoncillo. Bajo su ropa interior se dibujaba la silueta de un gran tubo, sobre la punta de este, una sombra de humedad traspasaba la tela. Al bajarle los calzoncillos, el miembro de Mario se sacudió violentamente frente a los ojos de sorpresa de Fernanda. La punta del pene apuntaba directamente al rostro de ella, que sin habla contemplo aquel tremendo falo. Mario la tomo por detrás de la cabeza y la empujo contra su miembro, esto la tomo por compresa. El glande bañado en líquido preseminal impacto contra los labios de Fernanda, cuando pudo separase un hilo transparente colgaba entre su labio y el pene. Mario le sonrió satisfecho, la humillación que sentía Fernanda era infinita. Mario se acerco nuevamente, ella lo traspasaba con su mirada de odio.

- ¿Qué estas esperando? ¿Una invitación?- Ella cerro sus ojos y arrimo su boca al miembro del viejo. Sus labios se apoyaron sobre el morado glande, parecía que hervía. Mario largo un suspiro, ahora Fernanda tomaba con su mano el tronco del pene. Cuando lo tuvo entre sus manos se percato de las dimensiones de este y de su dureza. Era suave al tacto y le faltaba medio centímetro para que sus dedos lo rodearan por completo. Lo introdujo en su boca y comenzó a lamerlo, una sensación familiar pero muy lejana la abordo, como si su cuerpo recordara algo que su mente había olvidado.

Su mano recorría el tronco masturbándolo, el sabor a hombre en su boca inundaron sus sentidos desatando unos cortos pero fuertes espasmos en sus piernas, una fina gota recorrió su muslo. El viejo empujo obligándola a tragarlo, una arcada se escucho en la cabina. Mario metía y sacaba su miembro de la boca de ella, empujaba su glande contra la parte interna de la mejilla de Fernanda. El viejo siguió así por largo rato, a Fernanda le dolía la mandíbula, el muy desgraciado parecía tener un gran aguante.

-Ya ha estado bien…- Mario saco su pene de la boca de ella. -… es hora del plato principal. Ponte de rodillas sobre el asiento.- Fernanda tenia la boca pastosa, hubiera dado lo que sea por tomar un trago de agua helada. Mientras se ponía en posición, Mario se coloco detrás de ella. Se masturbaba lentamente esparciendo la saliva de ella a lo largo de su pene. Fernanda ya se encontraba en la posición, tenia sus piernas apretadas e intentaba dejar su culo lo menos expuesto posible. – No es el mejor momento para que te hagas la tímida… separa las piernas y mostrame ese culito hermoso.- Fernanda fue separando sus piernas intentando demorar lo máximo posible. Mario la miraba con atención sin perderse detalle de las perfectas curvas que daban forma al cuerpo de Fernanda. – Levanta un poco el culo… así, arqueando tu espalda.- Mario le indico con sus mano como hacerlo. Las nalgas de Fernanda se alzaron provocativamente y el no se hizo esperar.

Se sentía humillada y sometida, la sensación de las rugosas manos de Mario sobre su suave piel le producían un asco inmenso. Mario se detuvo por un segundo y con sus dedos gordos separo los glúteos de ella, al hacer esto el pequeño ano se estiro. Mario sin poder contenerse un segundo más, arrimo su verga hasta la raja del culo de ella, y deposito el tronco entre las firmes nalgas. Ayudado con sus manos, apretó el culo de Fernanda y comenzó a frotarse entre ellos. El viejo escupió sobre su miembro facilitando el deslizamiento de su pene.

Fernanda al sentir a Mario entre sus nalgas se asusto, nunca había tenido sexo anal y si bien lo había intentado siempre le había causado mucho dolor y lo daba por concluido. Pensó que si el viejo le metía su verga en el ano la podría llegar a matar del dolor.

Afuera seguía lloviendo, desde que se habían detenido Fernanda no había visto ningún camión o auto pasar por allí. El paisaje era bastante siniestro, aunque hubiese dado todo por estar afuera, y no junto a aquel hombre repugnante. Desde esa posición podía ver a su hijo durmiendo tranquilamente.

Mario agarro su pene por la base del tronco. Lo guió con rapidez y lo apoyo sobre los labios de la vagina. El cuerpo de Fernanda reacciono espontáneamente, sus pezones se endurecieron aun mas y su respiración se entrecortaba. Poco a poco Mario fue entrando en ella.

Las paredes de la vagina apretaban con fuerza el miembro, ella nunca había estado con un hombre tan bien dotado.

  • Que estrecha eres… - Sentía como se abría paso dentro de ella agrandando su húmeda cavidad, Fernanda contenía el aliento aquella era una sensación nueva que no podía evitar disfrutar. Fernanda se aferro con todas sus fuerzas a la butaca, por fin el abdomen de Mario había hecho contacto con sus nalgas. Mario se inclino sobre ella y aferrado a sus pechos comenzó a cogerla. El viejo movía sus caderas sin quitar el pene de adentro. Despego su pecho de la espalda de Fernanda y tomándola de la cintura acelero sus movimientos. Sus testículos golpeaban el clítoris de Fernanda que presa de un placer incontrolable mordió el asiento para no gritar.

  • Veo que no lo estas pasando nada mal…- Mario le hablaba entre jadeos. - ¿Te gusta?- Fernanda también empujaba sus nalgas contra el vientre de Mario. Un instinto animal se había apoderado de su conciencia. –Te hice una pregunta… ¿Te gusta?- Fernanda guardo silencio, era lo ultimo de orgullo que quedaba en todo su ser. Mario le tiro del pelo y la obligo a besarlo. – Mira que sos terca… estas toda mojada y aun te haces la santita… Pregunte si te gusta.- Fernanda gesticulo unas palabras inaudibles. -No te escuche… ¿Qué dijiste?-

-S… si… me gusta.- Mario la penetro con fuerza, cada embestida era mas rápida y violenta, los pechos de Fernanda se sacudían al ritmo de las intensas penetraciones.

A Fernanda se le tensionaron los músculos de las piernas. Los dedos de sus pies se retorcieron y un rayo atravesó su columna. Mario le tapo la boca para ahogar el intenso grito que aulló Fernanda, el viejo sintió como un gran torrente de fluidos bañaba su pene. Varios orgasmos azotaron el frágil cuerpo de Fernanda que seguía con el pene de Mario adentro suyo.

-Ah bueno… como te haz corrido.- Mario saco su verga de la vagina de ella, unto sus dedos en los viscosos jugos y se los puso en la boca. - Prueba tu propia lujuria…- Fernanda saboreó sus propios flujos, se sentía obscena, sucia, aquel viejo había logrado doblegarla.

Aun seguía temblando, su cuerpo se recuperaba despacio. Fernanda se había acorrucado sobre el asiento y miraba como Mario blandía su miembro frente a sus ojos. No tardo en ofrecérselo, Fernanda lo tomo con su mano y lo apretó hasta que él hizo una mueca de dolor. Antes de que el viejo pudiera decirle algo, Fernanda ya tenía el pene en su boca. Apretaba sus labios contra el glande y volvía a engullirlo, unas de sus manos masajeaban los huevos de Mario, el viejo estaba en el paraíso.

Mario cerró sus ojos y tomándola con fuerza, empujo su verga hasta el fondo de su boca. Varios chorros de semen se esparcieron por la boca de Fernanda que recibía este líquido caliente sin poder evitarlo. Mario descargo una gran cantidad, acompañando cada chorro con un gemido ronco.

  • Trágalo… hasta la ultima gota.- Fernanda no podía soltarse, Mario la tenia con firmeza. Por mas que lo intento no podía hacer nada y con el semen y el pene en la boca comenzaba a atragantarse. Sin pensarlo demasiado trago. La espesa masa blancuzca recorrió toda su garganta, fue ahí cuando el viejo la largo. – Eres toda una zorra, vamos vístete que tenemos que seguir viaje.-

Los dos se vistieron sin decir palabra. Mario volvió a su asiento y encendió el motor del camión. Fernanda estaba sucia y pegajosa, intento limpiarse con lo que pudo pero no sirvió de mucho.

Ya había parado de llover, el camión se deslizaba con velocidad sobre el pavimento mojado. A lo lejos sobre la fina línea del horizonte, los primeros rayos de luz indicaron que ya era un nuevo día. Fernanda se había acostado junto a su hijo y lo abrazó con fuerza, hasta que por fin se quedó dormida.

El sonido de los frenos la despertó, cuando se incorporó vio que ya habían llegado a la frontera, Mario prendió la radio y se los quedo mirando. Fernanda tuvo un mal presentimiento, pero justo en ese momento Nicolás se despertó.

  • Hola mami… hola Mario. ¿Ya llegamos?- Nicolás se limpio las lagañas de sus ojos.

  • Si campeón, ya llegamos.- Mario acaricio la cabeza de Nicolás. – Si quieres puedes ir bajando, yo tengo que hablar algo con tu madre.- Fernanda se quedo petrificada pero con un gesto le indico a Nicolás que bajara del camión.

  • Nico, quédate cerca…- Fernanda beso la mejilla de su hijo.

  • Si ma…- Nicolás bajo y se quedo a unos escasos metros jugando con un perrito.

Fernanda miraba a Mario con odio, el viejo le sonería gentilmente y sin un ápice de remordimiento.

  • Te recomiendo por el bien de tu hijo y el tuyo, que lo que pasó en este camión, se quede en este camión.- Mario tomo su billetera y saco unos billetes. –Aquí tienes, tómalo como un pago por un buen servicio.- Fernanda explotaba de ira, el viejo le ofrecía trescientos pesos como si se tratara de una prostituta cualquiera.

  • No quiero su dinero.-

  • No te hagas la valiente, que no te queda bien.- Mario se los arrojo sobre la falda. - Todos me conocen en la frontera, sobre todo el comisario. Te recuerdo que te olvides de todo esto y sigas con tu nueva vida.- Fernanda agarro los billetes y los apretó con furia. Lo que Mario le estaba diciendo, seguramente era verdad. Miro por la ventana y vio a su hijo jugando. Ya habían llegado a la frontera, era hora de comenzar sus nuevas vidas.

Fernanda se bajo del camión con sus pertenecías y los arrugados billetes en su bolsillo. Camino hasta la oficina tomando a Nicolás de la mano y tras de ella escucho la bocina de Mario, su hijo se volteo y lo saludo.