Por una habitación

¿qué estarías dispuesta a hacer para pagar el alquiler?

Aquella chica contaría veintitantos años, o eso era lo que a primera vista traducían sus rasgos aniñados y su piel de terciopelo rosa. Inquieta, revolviéndose discretamente sobre el asiento, parecía que las mejillas le temblaran bajo las negras y larguísimas pestañas como alas de mariposa.

A Inti le bastó un único vistazo para catalogarla de niña de papá, y automáticamente intuyó que aquel ejemplar que tenía ante sí pertenecía a la llamada por algunos “generación ni-ni” -ni estudia (ni estudió), ni trabaja (ni trabajará). -Sentados frente a frente, durante aquel lapso inicial de silencio como una burbuja de aire entre dos desconocidos, ambos se contemplaron y se midieron mutuamente.

—Bien—dijo Inti por fin, apartando unos documentos que se imponían entre ambos sobre la mesa—de modo que estás interesada en la habitación…

Afinando ya por mirarla más de cerca, calculó que ella tendría unos veinticinco años, como mucho. Al mirarla le vino a la mente la imagen de esas muñecas de porcelana que uno no sabe si representan a una mujer, a una niña o a una adolescente… o a las tres entidades juntas: el misterio de la Santísima Trinidad en unos ojos sin fondo, a primera vista cándidos, pincelados sobre la perfección blanca del rostro.

—Sí—asintió ella—siempre y cuando siga libre…

—Si no siguiera libre no te hubiera hecho venir hasta aquí—repuso Inti—lo está, aunque… somos tres hombres viviendo aquí. El piso es grande, pero puede que no sea el entorno ideal que una mujer elegiría…

Esther se encogió ligeramente de hombros.

—Eso no es problema—dijo—siempre y cuando a vosotros no os importe.

Inti rio para sí. ¿Importarles? Sabía de uno o de dos que darían palmas con las orejas ante la idea de convivir con una tía como aquella.

—No—respondió tajante—por nuestra parte no habría problema, siempre y cuando todos respetemos los respectivos espacios de cada cual.

—Comprendo—asintió sucintamente la muchacha.

Inti hizo una pequeña pausa.

—Aparte de la habitación—carraspeó—tendrías derecho al uso de la cocina y de la lavadora. El cuarto de baño, lógicamente, sería compartido entre los cuatro porque es el único que hay… junto a la puerta hay un pequeño aseo, en el que queremos poner un plato de ducha, pero aún no lo hemos hecho.

Ella le escuchaba con toda su atención.

—Tendrías también un espacio para tus cosas en la nevera, por supuesto—continuó él—Nosotros compramos la comida con un bote común, si prefieres unirte a ello esa sería otra posibilidad. Rotamos para cocinar y hacer las tareas de la casa… teóricamente— lanzó un breve suspiro al aire acompañado de una media sonrisa— La habitación está equipada con cama, escritorio, armario y dos estanterías. Es bastante espaciosa, ¿quieres verla?

La muchacha asintió. Ambos se levantaron de sus respectivas sillas y ella siguió a Inti por el luminoso pasillo. Para ser una casa habitada sólo por hombres le parecía bastante ordenada, pensó mientras observaba alrededor. Probablemente uno de ellos al menos sería pulcro, y por sus maneras y su forma de hablar frugal y concisa intuyó que ese uno podía ser el propio Inti.

—Es aquí—dijo él, abriendo la última puerta a mano derecha. Dio un paso atrás y se hizo a un lado para que Esther pasara.

Ella quedó maravillada. Se trataba de una habitación amplia, sencilla pero en ningún caso espartana. El armazón de la cama, el escritorio y las estanterías eran de madera barnizada, oscura, casi negra. Había bastante sitio en aquellas baldas, aunque muchos libros ella no tenía para rellenarlo, esa era la verdad. Así mismo pudo comprobar que el armario, de puertas correderas provistas de espejo, tenía también una capacidad más que aceptable. La habitación se le antojó un espacio justo y necesario; un lugar donde alguien, holgadamente, podría quizá organizar los restos de una caótica vida. En resumidas cuentas, le pareció perfecta.

Se adelantó unos pasos, insegura. Pasó los dedos sobre la superficie pulida de la mesa,notando la caricia fresca de la madera. Ni una mota de polvo.

—¿Qué te parece?—inquirió Inti detrás de ella—no es nada del otro mundo, pero no está mal.

—Es perfecta—murmuró Esther, volviéndose indecisa hacia él.

Inti sonrió.

—Bien… entonces… ¿querrías instalarte pronto?

Les urgía la aportación económica, y el caso era que no habían encontrado a nadie que les hubiera dado garantías de un pago puntual… aquella niña pija, a buen seguro mantenida por papá, al menos no tenía pinta de gorrona, pensó Inti. Si a ella no le importaba convivir con tres bestias pardas, podían empezar a formalizar la cosa.

Contra todo lo esperado, ella reflexionó durante unos segundos ante aquella pregunta.

—Sí…—titubeó—pero… bueno, digamos que… hay un problema.

Él enarcó las cejas.

—¿Un problema? ¿Qué problema?

—Pues…

—El precio, ¿verdad?—asintió Inti—te parece demasiado caro…

—No, qué va…—se apresuró a rebatir ella—no es eso… pero es que…

—¿Entonces?

Esther miró hacia abajo, enrojeciendo súbitamente.

—No tengo dinero—dijo al fin.

Inti frunció ligeramente el ceño bajo el flequillo rubio. Otra vez con la misma mierda, mira por dónde.

—¿Cómo que no tienes dinero? ¿Qué quieres decir?

—Que no tengo nada…—trató de explicar Esther—Al menos, ahora no. Desde que terminé la carrera no he encontrado trabajo…

Vaya, parecía que estudiar sí que lo había hecho, pensó Inti. Era una niña de papá con carrera, al parecer.

—Pero entonces, ¿cómo piensas pagar la habitación?

Era pertinente la pregunta, claro que sí. Esther guardó silencio durante unos instantes, muerta de vergüenza.

—No lo sé…--respondió con embarazo, sin atreverse a levantar la vista—pensé que quizá podríamos llegar a un trato… al menos hasta que consiga trabajo.

—¿Un trato?—inquirió él en voz baja--¿Qué clase de trato?

Esther se agitó incómoda, removiendo el suelo con los pies, pasando el peso de su cuerpo de un lado a otro.

—Bueno… yo podría arreglaros la casa, limpiar, cocinar…

—No necesitamos una asistenta—la cortó Inti con sequedad. Le fastidiaba haber perdido el tiempo con aquella niñata, ¿qué pretendía? ¿Vivir de gorra?

—Entiendo—murmuró ella.

A Inti le pareció entonces vislumbrar el destello de una lágrima en sus ojos, que continuaban fijos en el suelo.

—¿Qué carrera has hecho?—preguntó tras un breve silencio. No quería admitirlo, pero el hecho era que por un momento se había sentido conmovido, a pesar de que seguía sin dar crédito en cuanto a que una persona pudiera tener tanto morro.

—Trabajo social—murmuró ella, las mejillas ardiéndole.

—Bonita carrera, muy altruista.

—¿Eso crees?

Inti asintió.

—Sí… pero el hecho es que de la generosidad no se vive. Tal vez tendrías que colocarte en otra cosa-“y mover un poco el culo”, pensó para sí-—hasta que encuentres algo de lo tuyo…

Esther suspiró. Había oído aquella cantinela muchas veces, era lo que todo el mundo solía decirle: sus padres, ignorantes de su desbandada y de que en aquel momento se encontraba buscando piso compartido, sus amigas e incluso su ex novio. Todo el mundo parecía saber lo que le convenía y a nadie le dolían prendas en aconsejarle amablemente, qué asco. Ella se sentía presionada, ansiando la comodidad y la libertad porque era vaga, miedosa y pija por naturaleza, ¿verdad?. Antes de “rebajarse” rompiendo entradas en la puerta de un cine o sirviendo hamburguesas, prefería que otras personas le dieran todo hecho. “Si supieran todos ellos que ni siquiera tengo la carrera terminada…” se había dicho muchas veces, cosa que la presionaba aún más, a ratos. Pero le parecía que era más cómodo guardarse aquel secreto, mentir y hacerse la víctima, que enfrentarse a la verdad… por eso había terminado marchándose, sintiéndose incapaz de soportar aquella presión, con la absurda esperanza de encontrar un lugar para ella a pesar de no tener ni un duro en el bolsillo.

—Supongo que sí…—dijo, adelantándose unos pasos para salir al pasillo.

—Hay muchas posibilidades para trabajar—continuó Inti—si vuelves cuando tengas algo, un contrato aunque sea, aunque cobres a mes vencido, podríamos llegar a un arreglo…

Esther se enjugó una lágrima mientras avanzaba precipitadamente hacia la puerta principal.

—Sí, claro… muchas gracias, de verdad, siento la molestia…

Era una zorra manipuladora y tenía muy estudiadas las reacciones que su llanto -“lágrimas de cocodrilo”- solía despertar en los demás. Sollozó deliberadamente y agarró el pomo de la puerta con decisión.

—No te preocupes—respondió Inti con aspereza. Por circunstancias de su vida, y a pesar de ser emotivo a su manera, era una persona casi por completo inmune a la manipulación. Esther había tocado en hueso, lamentablemente.

—Adiós…

—Adiós—dijo él, cerrando suavemente la puerta cuando ella por fin abandonó la estancia.

Miró por la ventana y la observó alejarse, a vista de pájaro desde el sexto piso donde vivía. La tía estaba muy buena, no podía negarlo: esa cabellera dorada que se derramaba hasta la mitad de su espalda, esas tetas duras armadas bajo el sujetador de encaje que se adivinaba bajo la camiseta, esos andares y ese culo… un culo de infarto, sí señor. Sí, estaba para mojarpan pero era idiota, consentida y a buen seguro dependiente. ¿Qué demonios se había creído? Una cara bonita no tapa agujeros, no soluciona problemas económicos, no sirve para ganarse el pan día a día. En qué mundo vivía esa niña, por el amor de dios; Intipensó, aunque podría estar equivocándose, que le hacían falta un par de meneos mentales bien dados para hacerle ver la realidad.

Y sin embargo, durante un instante había creído captar algo en sus ojos… algo que le recordó de pronto a alguien a quien jamás olvidaría. Aquella persona era frágil, igual que Esther-era eso lo que había visto en sus ojos, la fragilidad-pero, por el contrario, jamás hubiera necesitado la disciplina que una niñata pedíría a gritos. Disciplina, control.

Su cerebro comenzó a asociar conceptos peligrosamente.

¿“Doma”?.

Sintió de pronto un cosquilleo a la altura de la entrepierna, bajo los pantalones, y un leve temblor en la parte baja de la espalda. Una idea le cruzó la mente como unrelámpago, pero la desechó al instante… ¿en qué estaba pensando?... Virgen santa.

“Guárdate las depravaciones para otro momento” se dijo “lo que menos nos conviene ahora es una cabeza de chorlito sin oficio ni beneficio”. Aunque… tal vez Alex y Jen-sobre todo éste último- pensaran de otra manera.

Se dijo que, cuando sus compañeros de piso llegaran de sus respectivos trabajos, sería bueno sentarse un rato y discutir entre los tres aquello que le bullía en la mente, por descabellado que le pudiera parecer. Aunque sólo fuera para comentar lo ocurrido y reírse un rato, sólo por eso... sólo por eso, sí.


A las diez de la noche se hallaban los tres sentados en torno a la mesa redonda de la cocina, con una botella de cerveza delante cada uno, después de la cena.

—Tenías un asunto que comentar, ¿no?—preguntó Jen, levantando una ceja divertido; él ya sabía de lo acontecido aquella mañana pues Inti le había llamado por teléfono para ponerle en antecedentes.

—Sí—respondió el interpelado mirando a sus dos compañeros—es referente a aquella chica que llamó ayer interesándose por la habitación…

Alex bebió un largo trago de cerveza y eructó sonoramente.

—Ah, cierto—dijo con una gran sonrisa de satisfacción--¿qué tal ha ido?

Inti pasó a relatarles detenidamente el encuentro.

—A ver si te he entendido…—masculló Alex tras oír la historia—no tiene dinero pero está dispuesta a limpiarnos la casa…—soltó una carcajada—¿es eso?

—¿Y qué le dijiste al final?—preguntó Jen, aunque él ya lo sabía.

—Que no, evidentemente—respondió Inti—no podemos aceptar eso, y menos tal como estamos ahora.

—Pero está buena, ¿no?—Alex guiñó un ojo—tal vez…

—No—Inti le miró con fijeza, pero aquella mirada no fue suficiente para hacer callar a su compañero. Llevaba toda la tarde barruntando aquello que casi con toda seguridad su amigo iba a sugerir, y finalmente lo había desechado por improcedente y absurdo.

—Tal vez esté dispuesta a… más cosas aparte de limpiar—concluyó Alex. Se giró hacia Jen y le miró con ojos afilados—¿tú que piensas?

Jen acarició con las puntas de los dedos el cuello de su botellín, lentamente, cavilando.

—No lo sé—se encogió de hombros, reflexivo--¿a qué otras cosas te refieres exactamente?

Inti chasqueó la lengua con desagrado. Se negaba a admitir que él había pensado lo mismo que Alex, o por lo menos algo similar, y que la sola idea había bastado para ponérsela dura al instante aquella mañana. Aunque casi con toda seguridad Alex no hablaba en serio… casi nunca lo hacía.

—Puedes imaginártelo—soltó Alex, dándole un empujón de camaradería a Jen—no creo que tenga que explicarlo…

—Hablemos con propiedad—le dijo éste—Llamemos a las cosas por su nombre. Te refieres a follar, ¿no?

Alex rompió a reír. Inti bebió de su botella tragándose una réplica, nervioso.

—Entre otras cosas—replicó Alex—aunque yo exigiría bastante más, de hecho, por estarviviendo en una habitación de gratis…

Jen frunció los labios hasta formar con ellos una delgada línea recta.

—Bueno, Alex, si está dispuesta a hacer de puta para nosotros ya no estaría viviendo de gratis…

—Eso es—razonó el aludido—es un pago más que aceptable… aunque “puta” es una palabra que le viene pequeña al concepto…

Y volvió a reír.

—Deberíamos ahorrarnos este tipo de gilipolleces—farfulló Inti, removiéndose en su silla.

—Venga ya, no me digas que no lo has pensado…

Lamentablemente, después de tantos años conviviendo juntos, los tres se conocían bien. Inti desvió la mirada, incómodo.

—Sí—admitió tras unos segundos de silencio—sí que lo he pensado… ¡pero es absurdo!—casi se rió—además necesitamos dinero…

—Podríamos prostituirla—aventuró Alex con tono de cachondeo.

—Sí, claro, lo que faltaba, proxenetas…

—Bueno—terció Jen—no se trata de prostituir a nadie, sino de echarle una mano a esa chica…

Una tímida sonrisa, no exenta de malicia, se dibujó en sus labios mientras decía esto.

—Claro, echarle una mano mientras le percutes el culo…--Alex no podía dejar de reír. A Inti le resultaba un poco molesto que aquello le pareciera tan simple, tan divertido como para bromear abiertamente.

—A ver, la cosa no es tan difícil—continuó Jen, sopesando despacio la situación—yo veo tres opciones: una, aceptamos a esa chica… y le proponemos el “pago” descabellado de Alex… o el que sea… hasta que encuentre un trabajo. Tarde o temprano lo encontrará, y entonces no tendrá que hacer sino pagar su parte… o marcharse a otro sitio. Dos, dejamos que venga sin más. Y tres, nos olvidamos de esto.

—Muy fácil lo estás planteando para lo que en realidad significa la primera opción, me parece a mí—dijo Inti.

—Oh, joder—barbotó Alex con gesto de hastío—no me digas que no te han entrado ganas de follártela… tal como la describes hasta yo mismo estoy deseándolo.

Inti desvió la mirada, desistiendo, y negó con la cabeza.

—Haced lo que queráis. No me parece una buena idea, pero aceptaré la opinión de la mayoría.

—A tu pesar, ya.

Continuaron hablando sobre el tema, profundizando sobre ciertos aspectos aún por desarrollar, pero a partir de aquel momento Inti supo que la decisión de proponer aquello- por parte de sus compañeros al menos-estaba tomada. Un pequeño reducto dentro de él bailó alborozado, en llamas, a pesar de su inquietud y de la certeza de que lo que iban a hacer (a intentar hacer, al menos) era una jodida locura. Se enfadó consigo mismo por sentir aquella excitación, y por permitirse dar rienda suelta a la oscuridad que tomaba forma en su cabeza. Además, por si no fuera bastante, le tocaría a él el paso de llamar a la chica por teléfono y citarla para dentro de dos días, momento en el que los tres coincidirían para negociar con ella aquella idea sin pies ni cabeza.

{continuará}