Por una discusión conyugal

Como todos los sábados, con mi esposo salimos a cenar y a tener nuestra noche de sexo; pero, al no aceptar su propuesta de hacer un trío, discutimos en el restaurante y me dejó plantada.

Eran las 7 de la tarde de mi día preferido, los sábados; y, comenzaba a prepararme para salir con mi marido.

A pesar de los 20 años de matrimonio, manteníamos esta rutina de salir a cenar a un restaurant, acondicionado para el romanticismo; y luego, a pasar la noche a un hotel, para dar rienda suelta a nuestros cuerpos.

Luego de tomar una ducha, me dirigí al vestidor, para desempacar la lencería que había comprado a mediados de semana. Y quizás, este sea el condimento que hizo mantener esta rutina viva.

Saqué del paquete un culote con portaligas incorporado de color negro, las medias, todo con encaje.

Después, seleccioné un vestido de noche, de color azul oscuro, aterciopelado con escote profundo, tanto al frente, como en la espalda, decidiendo no usar corpiño.

Cuando comencé con mi sección de maquillaje, mi esposo entró a la habitación, para su turno en la ducha; y, al pasar me dice:

Él: ¡Guau! Estas hermosa

Yo: Gracias

Él: Es buena ocasión para estrenar el ratón ¿verdad?

Yo: Ok

Cabe aclarar, que el llamado ratón, es un vibrador que él me regaló hace una semana; tiene la forma de un huevo rosado, con una colita, que es la antena; ya que, se comanda a distancia, por Bluetooth, desde una aplicación telefónica; la cual, habíamos acordado que estaría en el móvil de él. Así que, lo tomé del cajón, lo lubriqué y me lo introduje, decidiendo no usar bragas.

Por lo que, en esta oportunidad, el ratón sería parte de los escarceos que realizamos durante la cena, antes de ir al hotel.

Además, selecciono otro de nuestros vibradores y lo guardo en la cartera; ya que, hacía tiempo que habíamos incorporado juguetes a nuestra intimidad.

Cerca de las 21 horas, estábamos listos para salir.

Nos subimos a nuestro automóvil, y nos dirigimos hacia el restaurante. En esta oportunidad, él había elegido uno céntrico, que ya habíamos estado en varias ocasiones; el ambiente era muy íntimo y romántico, con un menú de varios pasos.

A las pocas cuadras, él coloca su móvil en soporte y abre la aplicación del ratón, esbozando una sonrisa.

Él: ¿Qué se siente? ¿Te excita?

Yo: Me hace cosquillas, es raro.

Él: Subiré un poco la intensidad, vos avísame.

Yo: Suficiente, bajá un poco.

Él: ¿ahí?

Yo: Así está bien, se siente la vibración como otro de nuestros juguetes. Pero ¿No es demasiado temprano para comenzar?

Él: Estaba ansioso porque lo probaras; ya que, en el restaurante debemos simular.

La vibración en la vagina, estaba causando su efecto; por lo que, extendí mi mano hacia su bragueta, para masajear su bulto.

Cuando estábamos a punto, estábamos arribando al parking del restaurante.

Una vez estacionados, nos bajamos y él olvidó de apagar la aplicación, haciéndome difícil la tarea de caminar con tacos hasta la mesa y el ratón vibrando en mi interior.

En la mesa, nos sentamos uno en frente del otro, porque era la única manera; si no, siempre elegíamos estar uno al lado del otro, para tocarnos.

Carlos nos saludaba afectuosamente; él nos había atendido en varias oportunidades. Nos explicó en qué consistía los pasos de la cena esa noche; los cuales, sonaban ser muy sabrosos.

Luego de servirnos las copas de vino, Carlos nos dejó a solas, él era muy discreto y prácticamente no nos interrumpía durante la cena. En ese momento pensé, si alguna vez él, habrá visto algo, de lo que hacíamos por debajo de la mesa.

Yo estaba muy húmeda, y sabiendo que Carlos no volvería por un buen rato, me descalcé y apoyé mi pie, sobre el bulto de mi esposo.

Él: ¿Ya estás muy excitada?

Asentí con la cabeza.

Él: Quizás se calme, si invitamos a alguien, y entre ambos lo intentemos.

Me quedo en silencio. Él venía insistiéndome en hacer un trío, y yo negándome sistemáticamente.

Él: ¿no me respondiste?

Yo: Ya sabes mi respuesta.

Él: Mi amor, ambos sabemos cómo te pones y lo que gozas, cuando con el vibrador simulamos la doble penetración.

Yo: Ya te lo he dicho mil veces, quizás más de joven, hubiera accedido; pero, a esta edad, no deseo hacer el ridículo.

Él: ¿Ridículo? Pero si eres hermosa, conozco decenas de hombres que te daría con muchísimo gusto ¿Quieres que te lo demuestre?

Yo: No.

De repente, se le cambió el humor, como si ya se tratara de un capricho; retiró mi pie de su entrepierna y desde su teléfono, subió la intensidad del ratón, tornándose insoportable.

Yo: Por favor, bajá la intensidad.

Y como un niño enojado y encaprichado, directamente lo apagó.

Le tomé la mano y le dije:

Yo: ¿Qué te pasa? No te enojes ¿Por qué ahora es indispensable que me compartas con otro?

Él: Quiero que vivamos nuevas experiencias, quiero que te sientas completa, que disfrutes de la vida y del sexo.

Yo: Pero, yo ya siento así. ¿Vos no?

Él: No. Te pienso haciéndolo con otro, mientras me masturbo; te imagino cogiéndote por detrás y otro por delante. Quiero vivir eso con vos.

De repente, nos interrumpió Carlos, para servirnos el postre y preguntándonos:

Carlos: ¿Todo bien? ¿Está todo a vuestro agrado?

Mi marido no respondió, y yo asentí con la cabeza.

Yo: No te pongas así, no arruinemos nuestro sábado.

Él: Siempre es como vos decís, ¿qué te cuesta consentirme en esto? No te estoy proponiendo hacer un trío con otra mujer.

Su tono de voz era violento; en otras oportunidades, aceptaba mi negativa; por lo que, al verlo así, reaccioné llorisqueando.

Aproveché disimuladamente, a retirar el ratón de mi vagina, porque ya estaba molestándome.

Él: Ahí está, todo lo resuelves llorando.

De repente, se levanta de la mesa y se retira; mientras, que yo suelto el llanto contenido, tapándome la cara con una servilleta, para disimular.

Pasaron veinte minutos, y comencé a preocuparme, cuando Carlos se acercó a la mesa.

Yo: Por favor, me podrías ir preparando la cuenta.

Carlos: Por supuesto Señora.

Al rato regresa Carlos con el ticket.

Yo: ya le abonamos, estoy esperando a mi esposo.

El mozo se acerca a mi oído y me dice:

Carlos: Me temo que su esposo se ha retirado.

Yo: ¿Cómo? ¿Qué dice?

Carlos: Sí Señora, su esposo se ha retirado del establecimiento; de hecho, vuestro automóvil, ya no está el parking.

Al escucharlo, me quedé paralizada.

Carlos: Pero no se preocupe ¿le llamo un taxi?

Yo: No

Y vuelvo a llorar; pero, esta vez sin disimular.

Respiro profundo y reacciono para buscar mi celular en la cartera; al abrir, lo único que veo es el ratón, el otro vibrador y un portacosméticos; evidentemente, lo había dejado en casa.

Al levantar la vista, descubro que Carlos, había visto lo mismo que yo; así que cerré rápidamente mi cartera, ruborizándome, sin poder volver a mirarlo.

De repente, él se sienta frente a mí.

Carlos: Señora no se preocupe, tranquilícese. Nosotros ya tenemos que cerrar, atendemos hasta las 23 horas, por esto de la pandemia ¿sabe?

Miro alrededor y descubro que había quedado sola.

Carlos: Señora, no se preocupe, Ud. permanezca sentada aquí ¿quiere que le sirva una copa de algo fuerte?

Yo: Gracias Carlos.

Al rato, Carlos regresó con una copa de vodka y volvió a sentarse.

Carlos: Aquí tiene ¿quiere contarme que pasó? Así se desahoga.

Tomé la copa e hice fondo blanco, a pesar que me quemaba la garganta.

Carlos hizo señales a un compañero, para que me sirviera nuevamente.

Yo: Discutimos con mi marido.

Carlos: Sí, eso observé. ¿Por qué discutieron? Seguramente, es algo salvable.

Yo: No creas, no sé cómo resolveré esto.

Descubro sobre la mesa, que la copa nuevamente estaba con vodka; pero, esta vez pienso en tomarla de a sorbos, porque la bebida blanca, me emborracha al instante.

Carlos: Siempre hay rispideces conyugales; pero, se resuelven. Después de tantos años juntos ¿qué puede ser que no tenga solución?

Y además de la copa, me deja al lado, una pastilla.

Carlos: Si quiere sentirse mejor, tome esto.

Yo: ¿Qué es?

Carlos: Éxtasis.

Yo: Perdón; pero, yo no tomo drogas.

Carlos: tome la mitad, le aseguro que se sentirá mejor.

El la corta por la mitad, y me la posa en los labios: No sé si confiaba en él o estaba tan alcoholizada, que no sabía lo que hacía ya; así que, la tomé.

Carlos: Le decía ¿qué puede ser que no tenga solución?

Yo: Pero esto, tiene que ver con nuestra intimidad.

Carlos: Ud. es una mujer hermosa; seguramente, él ya debe estar arrepentido de esta discusión. ¿Quién querría perderse intimar con Ud. un sábado?

Yo: Gracias Carlos; pero, tiene que ver con una propuesta a la que, siempre me niego; pero, esta vez, se puso furioso; nunca se había puesto así.

Carlos: Pero ¿qué puede haberle propuesto a Ud., que no pueda satisfacerlo? No me lo imagino. No creo que la hayan pasado mal, hasta ahora. Disculpe la indiscreción; pero, siempre los he observado como novios quinceañeros; de hecho, sé que normalmente, Uds. van a un hotel, después de la cena; me lo ha dicho su esposo en confidencia.

Yo vuelvo a sonrojarme, y con los efectos del alcohol, ya había olvidado si me estaba preguntando algo o yo estaba confesándole.

Carlos: ¿Se puede saber que le propuso?

Yo me quedo en silencio, no podía contarle eso, ni borracha.

Carlos: Señora, si Ud. me disculpa, yo ordeno un poco, mientras termina su copa; cerramos y la alcanzo a su hogar.

Él se retira, y yo quedo jugando con la copa, tomando de a sorbos, y metiendo el dedo, para luego chuparlo.

De repente, comienzo a sentir una intensificada sensación de bienestar y mayor extroversión, que me reía sola, sin sentido.

Carlos: Ya está ¿nos vamos?

Me ayudó a levantarme y salimos del local, con dirección al parking. Detrás, sentía que alguien nos acompañaba; pero, no podía girar mi cabeza para verificarlo. Sólo cuando llegamos a su auto, y me abrió la puerta, descubro que un joven fornido abría la puerta trasera.

Yo: ¿Quién es él?

Carlos: Un compañero, Luis.

Luis: Mucho gusto señora.

Me siento y Carlos cierra la puerta, ingresando por el lado del volante.

Carlos: ¿Se encuentra bien?

Yo: Sí, de hecho, la pastilla me mejoró el ánimo.

Nos pusimos en marcha; pero, yo no lograba razonar e indicarle donde vivía.

De repente, Carlos suelta una mano del volante y me acaricia el muslo izquierdo, por debajo del vestido.

Yo no podía reaccionar; así que, no se le dificultó llegar a mi entrepierna.

Al sentir, sus dedos jugando ahí, retomé la calentura que tenía antes de la discusión con mi marido; así que, no mucho después, se me escuchó gemir.

Él siguió con su tarea de excitarme; y, el joven a quien había olvidado su presencia; desde atrás, se abría paso en mi escote, con sus manos.

Tres manos me manoseaban, elevándose mi temperatura corporal.

Carlos me muestra una petaca de vodka, toma un sorbo y me convida.

Mientras yo tomaba un sorbo…

Carlos: ¿Vamos a un hotel? Ya que no sabemos adónde ir.

No contesto; pero de repente, estábamos ingresando a uno. Ni siquiera me cuestionaba lo desinhibida que me sentía.

Cuando llegamos a la habitación y al sentir ahora, cuatro manos que se metían por todos mis rincones, sólo podía acreditar que deseaba coger, como nunca lo había hecho.

Ellos me bajaron el cierre del vestido; el cual, se deslizó hasta mis pies; y, prosiguieron bajándose el cierre de la bragueta de sus pantalones, sacando sus penes erectos.

Yo me arrodillé y tomé cada uno, con cada una de mis manos, comenzando a masturbarlos, como lo hacen las estrellas porno. Luego, les practiqué un fellatio, que disfruté haciéndolo de forma alternada. De esa manera, descubrí que Carlos era portador de una verga, como la mi esposo; pero, Luis, el joven, tenía una pija considerablemente más grande.

Cuando estuvieron satisfechos, me levantaron de las axilas, para depositarme en la cama.

Luis se metió en mi entrepierna, para lamerme los labios de mi vagina y jugar con mi clítoris; mientras que, Carlos se comportaba obsesionado con mis pechos.

Al rato, Luis se yergue, y me apoya su glande, para comenzar a abrirse camino; ya que, por su tamaño, no podía hacerlo de una. Mientras tanto, Carlos se acomoda de rodillas en la cama, a la altura de mi cabeza, de manera que, su pene quedó a la altura de mi boca.

Poco a poco, Luis introdujo de pedazo de carne, entrando y saliendo; y, en cada entrada, lo sentía más profundo, fue como tocar el cielo con las manos. Rápidamente experimenté el primer orgasmo de la noche, descargando todas las tensiones acumuladas, en las últimas horas.

Luis, al oírme gemir profundamente, me acomodó sin sacarla, de forma que, ambos quedamos de costado; y él, tomó mi pierna derecha, para montarla por encima de su cintura. Ahora Carlos, se alineaba a nosotros; pero, por detrás.

Al final, estaba por vivir mi primer trío; lo que tanto deseaba mi esposo.

Carlos me penetró sin dificultad y por un rato, los vaivenes eran desordenados, hasta que logramos un acuerdo silencioso; ellos dejaron de moverse, para que yo, al salir de Luis, me metía en la de Carlos, y viceversa.

Fue tan placentero, que lo hicimos reiteradas veces y en distintas posiciones.

En medio de la lujuriosa cogida, Carlos me susurra al oído.

Carlos: Al final, su esposo se salió con la suya.

Yo: ¿Por qué?

Carlos: Yo era quien iba a participar del trío, si Ud. aceptaba en el restaurant; así lo había organizado él y en este hotel.

Por un momento, temí un macabro plan.

Yo: ¿Él sabe que lo estamos haciendo?

Carlos: No, para nada, no puede sospechar que está haciendo.

El agotamiento nos sorprende a las cuatro de la madrugada.

Si bien perdí la cuenta de mis acabadas; los últimos, fueron muy vívidos, se me había ido los efectos del alcohol y de la pastilla; ya recordaba donde vivía.

Carlos me acercó a mi casa, dejándome a metros de la entrada.

Al entrar, me sorprende mi esposo despierto, sentado sobre el sofá; en ese momento, me percato que no había pensado, que decir al llegar.

Yo: ¡Oh! ¿Aún estás despierto?

Él: Sí, quería disculparme por la discusión de anoche.

Yo: Lo siento, yo también te pido perdón por no acceder.

Él: ¿Puedo preguntar dónde estuviste?

Yo: Con Carlos, el del restaurante; él me contuvo y tranquilizó mi angustia.

Él: ¿Hasta esta hora? ¿Tanto dolor te causé?

Yo quedé en silencio, sin saber que decir.

Él: Me puedes contar lo que sea, no te diré nada.

Yo: Sólo te voy a mencionar que debí aceptar tu propuesta.

Él: ¿Y cómo llegas a esa conclusión?

Vuelvo a quedar en silencio, sin saber que contestar.

Él: ¿Carlos te mencionó que él era el tercero para nuestro trío?

Mi cara se debe haber puesto bordó y mis labios se sellaban nuevamente.

Él: Sí, él sabía lo que iba a suceder, si aceptabas. Mi enojo, seguramente fue aprovechado por él ¿se acostaron?

Bajé mi mirada y asentí con la cabeza.

Él: ¿te dio la pastilla de éxtasis?

Volví asentir con la cabeza y comencé a llorisquear. Hasta entonces, me había mantenido de pie; pero, ya sentía debilidad en las piernas; así que, me senté en el sillón frente a él, sabiendo que la noche no terminaría, hasta que confesara.

Él: ¡Qué hijo de puta! Se aprovechó de la situación. ¿Cómo te convenció?

Yo: No sé, creo que después de la pastilla, comencé a sentirme más eufórica. Él ordenó el local y me ofreció traerme a casa; pero, no recordaba donde vivía ¿Podes creerme?

Él: ¡Qué bien lo hizo! ¿Qué hizo para convencerte?

Yo: No recuerdo muy bien; pero, seguro que me preguntó sobre porqué habíamos discutido.

Él: Te estoy preguntando cómo hizo para llevarte a la cama.

Yo: No sé, creo que me empezó a tocar en el auto, y él sabía al hotel que íbamos nosotros.

Él: Claro, si yo le dije a donde iríamos, para hacerlo. ¿Te convenció con sólo tocarte?

Yo: Lo que sucedió, es que, al llegar a mi entrepierna, sentí que me reavivó la calentura que tenía, antes de nuestra discusión.

Él: Claro. Y ese dedo, te debe haber provocado las ganas de coger ¿verdad?

Yo: No. Creo que fue la mezcla de alcohol, la pastilla, y recuerdo que alguien nos acompañaba, que estaba sentado atrás, y me metía mano por mi escote.

Él: ¡Qué! ¿Había otro? ¡Qué hijo de puta este Carlos!

Su vozarrón, me hace llorisquear nuevamente.

Él: Perdón, no quise gritar. Entonces, Carlos jugaba en tu vagina y el otro, te manoseaba los pechos ¿era así la situación?

Yo: Sí, más o menos así, la recuerdo.

Él: ¿Cómo te lo propuso?

Yo: No sabía decirle donde vivía, y creo que me preguntó sobre ir a un hotel; a lo que me negué.

Él: Entonces ¿lo hicieron en el auto?

Yo: No, no recuerdo muy bien; pero, de repente, estábamos entrando al parking de uno.

Él: ¡Seguí por favor!

Yo: ¿Qué quieres saber?

Él: ¡Todo! Por Dios, fue tu primer trío.

Yo: Ya te dije, tengo todo muy borroso.

Él: Cierra los ojos y trata de recordar que hicieron cuando entraron a la habitación.

Yo: Obviamente, comenzaron a manosearme y me quitaron el vestido. Creo que después, me pidieron que se las chupara.

De repente, mi esposo tenía los ojos desorbitados y se desabrochaba la bragueta, para liberar su pene. Yo no sabía que hacer, si seguir contando o hacerle algo a él.

Él: ¿las tenían grandes? ¿te gustó tener dos vergas en la boca?

Yo: No lo recuerdo.

Él: ¿Qué pasó después entonces?

Yo: Creo recordar que me llevaron a la cama, y su compañero me comenzó a coger; mientras, yo seguía chupándosela a Carlos.

De repente, mi esposo se levantó y se acercó. Yo temí por su reacción y callé.

Él: ¡Chupámela puta!

Comencé hacerlo, sin dudar; ya que, recordar lo que me había sucedido, renovaba mi calentura; y, a pesar de lo bien cogida que estaba, esperaba que mi marido, me diera con fuerza, el último polvo de la noche.