Por una boca

Una hermosa boca hace cambiar la vida de Francisco para siempre

Francisco es, básicamente, una buena persona. Quizás, demasiado bueno, lo que hace que muchas veces se aprovechen de él. Nunca dice que no. No sabe. Siempre está para todo el mundo.

Además hay que sumar su timidez. Le cuesta mucho abrirse a los demás. Es de los que escuchan, no de los que hablan.

A lo largo se su vida le han gustado varias chicas. Todas ellas fueron, y algunas siguen siendo, buenas amigas. Acudían a él para contarle sus problemas. El siempre estaba allí para ellas. Pero no se atrevía a decirles lo que sentía. Ellas, sin embargo, le contaban a él sus problemas. Le contaban lo loquitas que estaban por el guaperas de turno. Una a una, se fueron yendo con otros.

Él las miraba ir. Miraba como otros tomaban lo que él deseaba y se lo quitaban.

Y cuando Francisco tenía algún problema, se quedaba solo. Nadie acudía en su ayuda. No es que los demás fuesen malas personas. Muchos de ellos, tanto amigos como amigas, lo hubiesen ayudado encantados, como él tantas y tantas veces estuvo allí para ellos. Pero él no pedía ayuda. Se encerraba en sí mismo.

Para los demás, Francisco es una persona feliz. Siempre allí. Lo llaman para ir al cine, y va encantado. El jamás ha llamado a nadie para que lo acompañe. A ningún sitio.  Lo llaman, y acude. Ya sea a una fiesta o a consolar el corazón partido de una amigo, de una amiga.

¿Y quién consuela el corazón de Francisco? Nadie.

Es inteligente. Al menos, se tiene por tal. Sabe muy bien que el problema es suyo, no de los demás. Es él el que tiene que cambiar, ser más abierto. Decir lo que siente. Llamar un sábado por la tarde a un amigo o a una amiga para dar una vuelta, ir al cine. Lo que sea.

Una polilla no puede evitar acercarse a la lampara que la freirá. Francisco no puede evitar ser como es.

Trabaja en una gran oficina, en una gran empresa de importación y exportación. Tiene un buen despacho y está bien considerado profesionalmente.

Una mañana, entró en la oficina. Entonces la vio. Había oído que iba a venir una chica nueva. Debería de ser ella. Piel morena, linda cara, pelo castaño oscuro.

-Buenos días - dijo ella, sonriendo

Su sonrisa lo cautivó. Se le formaban dos graciosos hoyuelos a los lados. Tenía una dentadura perfecta, blanca. Y algo que a Francisco siempre le había atraído de las mujeres. Una boca grande. Una boca muy sensual. Se quedó como embobado, mirándola.

-Soy Erika, la nueva.

-Ho..Hola...yo soy Francisco.

-Encantada, Francisco.

-Igualmente - respondió, tratando de parecer simpático.

-Bueno, ya nos veremos. Hasta luego.

Erika se dio la vuelta y Francisco la miró alejarse, con los ojos clavados en su precioso culito, el cual meneaba muy bien. Seguro que sabía que él le estaba mirando el culo. Ellas siempre lo saben.

Francisco fue a su despacho. Erika lo había impresionado. Su encantadora sonrisa, su aterciopelada voz. Y ...esa boca. Esa gran boca para...

En ese momento entró uno de los buitres de la oficina. En todas los hay, y en la suya había varios.

-Oye Francisco..¿Te has fijado en la nueva?

-¿En quién?

-Erika, creo que se llama.

-Ah, sí , la acabo de conocer.

-¿Está buena, eh? Vaya boca que tiene. Seguro que le caben dos pollas a la vez.

-Joder, Rodrigo, no seas burro.

-No me digas que no lo has pensado tú también.

Se cayó. No había pensado exactamente eso. Había pensado en lo que sentiría al meter su polla en aquella hermosa boca.

-Jeje. Intentaré echarle un buen polvo a esa Erika, Francisco. También tiene un buen culo. Las tetas aún no las tengo catalogadas.

Rodrigo tenía fama de ligón. Decían, y el no lo negaba, que se había cepillado a más de una de las chicas de la oficina. No negaba ni las que eran mentira. Era resultón, con mucha labia, simpático. Todo lo que Francisco no era.

-No creo que Erika sea de esas, Rodri.

-Jajaja. Todas lo son, Frank, amigo mío. Todas.

Se fue, dejando a Francisco en su despacho.

A la hora del desayuno fue a tomar algo a la cafetería a la que todos solían ir. Allí había escuchado muchas veces los problemas de otros, tomando un bocadillo. Cuando entró, encontró a Erika rodeada de varios compañeros, entre ellos, el buitre. Charlaban amigablemente y Erika reía ante los comentarios de los chicos, casi todos con dobles sentidos.

Francisco se sentó solo, en una de las mesas. Miró a Erika. Sus miradas se cruzaron un segundo. Ella le sonrió, para luego reír ante una ocurrencia de Juan, otro de los buitres. Y de los peores. Casado, y que no dejaba pasar oportunidad con ninguna mujer. De él si estaba seguro Francisco que se había acostado con más de una, tanto de la oficina como de otros sitios. Francisco conocía a su esposa, y no entendía por qué él le ponía los cuernos. Era una mujer preciosa y simpática, que siempre era amable con todos, con él. No se merecía un capullo como aquel a su lado.

Mientras desayunaba, miraba de vez en cuando al grupito. Le encantaba como reía Erika. Le encantaba, su boca.  Sabía que era inalcanzable para él.

Durante los siguientes días la observó. Los buitres seguía revoloteando alrededor de la bella joven. Ella parecía que sabía tratarlos. Se reía de sus comentarios, sus insinuaciones, pero, aparentemente, mantenía las distancias.

Un día fue a desayunar. Se sentó, como hacía habitualmente, solo en una mesa. Le iba a dar el primer mordisco a su bocadillo cuando alguien le habló. Era ella.

-¿Te molesta si me siento contigo, Francisco?

-Oh, no, no. Siéntate.

-Gracias. Hoy no tengo ganas de aguantar pelmazos.

-¿Te dan mucho la vara?

-Uf, todo el día.

-No me extraña.

Lo dijo sin pensar. Y cuando se dio cuenta de lo que dijo, se ruborizó un poco. La miró. Sus ojos se encontraron un solo segundo, suficiente para ver como ella sonreía, con su amplia boca, con sus dientes perfectos. Deseó que ella no se hubiese dado cuenta. Pero sí se dio cuenta. Y ella no era nada tímida.

-¿No te extraña?

-Quiero decir que...

-¿Qué?

-Que es normal...ya sabes...que los hombres se interesen por ti.

-Jajaja. Bueno, ya estoy acostumbrada. Pero no todos los hombres se interesan por mi. Tú, por ejemplo, casi ni me has hablado. Pero sí que me miras.

Ahora sí que se puso rojo. No le había hablado porque no podía, porque no sabía. Pero sí que había pensado en ella. Y sus pensamientos eran iguales que los de los buitres, si no peores. Era un hombre con deseos de hombre. Y ella le hacía desear muchas cosas....Y sobre todo, pensaba en su boca. Se imaginaba dueño de esa boca, usándola para su placer.

Elle se quedó mirando a aquel ruborizado hombre. Era un descanso encontrar a uno que no estuviera todo el día con dobles sentidos, con las manos ligeras. Pidió lo mismo que él y se pusieron a desayunar.

Cuando los buitres llegaron y los vieron juntos, enseguida se acercaron la mesa, como halcones que han visto un conejo.

-Hey, Paquito. Que bien acompañado estás. Podemos sentarnos.

Francisco iba a decir que sí. Primero, porque le costaba decir que no. Y, segundo, porque no sentiría tan incómodo como con ella sola. Pero se sorprendió cuando Erika habló.

-No, chicos. Es una reunión privada.

-Uyuyuiiii. Esto no me lo pierdo - dijo Juan con su asquerosita sonrisa- Hazme un hueco, Francisco.

Erika se puso sería.

-¿No entiendes un no?

-Vale, vale. Ya os dejamos.... tortolitos.

Se fueron y los dejaron tranquilos. a medias. No dejaban de mirarlos, de hacerles señas. De insinuarle a Francisco que atacara.

-Hombres. Qué tontos son. Pero no puedo vivir sin ellos! jajajaja

Su risa le encantaba. Terminaron de desayunar y volvieron juntos a la oficina.

Los desayunos juntos se hicieron habituales. Se fueron conociendo. Erika empezó a ver a Francisco como un amigo. Él no la acosaba. No se insinuaba. Sólo la miraba.

Y la escuchaba. Le contaba algunas cosas. Algunas íntimas. Pero no todo.

Francisco lo vio venir. Pasaría lo de siempre. Ella lo usaría como apoyo. Él se enamoraría locamente y al final aparecería un guaperas con labia, que le diría un par de cosas y se la llevaría. Intentó no amarla. No desearla. Pero al igual que no podía decirle lo que sentía, no podía evitar sentirlo.

Y por eso se odiaba a sí mismo. ¿Por qué no le decía lo bella que era? ¿Por qué no le decía que le encantaba estar a su lado? ¿Por qué no le decía que la deseaba...que su sonrisa era lo más lindo del mundo...que...su boca....lo tenía loquito?

-¿Por qué no tienes novia? - le preguntó en un desayuno.

-Bueno, Erika. No he encontrado a la mujer adecuada.

-¿Nunca te ha gustado ninguna?

-Varias, sí. Pero no...no pasó nada. Siempre aparece otro.

-¿No será que tu no les decías nada?

-Bueno, ya me conoces. Soy un poco.... timidillo.

-¿Un poco? jajajaja. Un mucho. Tienes que ser más lanzado

-Lo intento. Oye! Pero tú enseguida huiste de los lanzados de la oficina.

-Esos eran unos pesados. Sólo buscaban follarme. Hacer una muesca más en su pistola. No me entiendas mal. Me encanta que me follen, pero soy yo la que elijo quien y como para un polvo casual.

Aquella sinceridad incomodó un poco a Francisco.

-¿Y tú? ¿No tienes novio?

-Ahora mismo no. He tenido un par, pero hasta ahora no he encontrado lo que busco en una relación estable. Cuando tengo ganas de marcha me busco un guaperas para una noche. En eso soy como un hombre, solo que al ser mujer lo tengo muy fácil.

-¿Y qué buscas? - se atrevió a preguntar.

-Muchas cosas. Pero hay algo que aún no he encontrado en alguien que me guste.

-¿Qué cosa?

-Francisco... eso es algo muy íntimo.

-Vale, perdona.

-No me hagas caso. Además, ni yo misma sé lo que es. Es algo que me falta. Cuando lo encuentre lo sabré.

La cosa quedó ahí. Él no insistió más en el asunto, aunque se preguntaba qué sería lo que deseaba Erika. De todas maneras, pensó, sería algo que él no tendría.

...

Un sábado por la tarde, Francisco recibió una llamada.

-¿Dígame?

-Hola Francisco. Soy Erika.

-Hola, ¿Qué tal?

-¿Tienes planes?

-Pues...no.

-Es que estaba aburrida en casa. ¿Me acompañas al cine? No me gusta ir sola.

¿No tenía amigas?¿No había nadie más a quien llamar? Claro, él era Francisco, Paquito, el que siempre estaba para todos. El que era de fiar, que no intentaría meterle mano, que no le diría cosas con doble sentido. El que simplemente le haría compañía.

¿Y si le decía que no? Que no tenía ganas. Que estaba muy a gusto en casa, viendo la tele. O mejor aún. Que no porque tenerla a su lado y no hacer nada lo estaba matando. Que se estaba cansando de ser para los demás.

No le dijo nada de eso.

-Vale. ¿Qué película?

-Estupendo. Elige tú, ya que has sido tan amable. Bueno, que o sea de marcianitos. Ni de miedo. Ah, ni de acción.

-Coño Erika. Elige tú.

-Jajajaja. Bueno, ya elegimos en el cine. ¿Quedamos allí?

-Ok.

Al final Erika eligió un tostonazo de película española. Francisco se la tragó sin decir nada. A la salida fueron a tomar algo de cenar.

-Eres un buen amigo. Contigo me siento segura. No tengo que estar siempre a la defensiva. Gracias.

-De nada, mujer.

"¿De nada? Si le dijera lo que siento por ella, lo que pienso, lo que deseo, vería que soy como los demás"

Entraron a un burger y pidieron un par de hamburguesas, patatas y refrescos. Se sentaron frente a frente y empezaron a comer.

Cuando Erika abrió la boca para darle el primer mordisco a su hamburguesa, a Francisco le vinieron a la mente las palabras de Rodrigo el día que Erika empezó a trabajar. Que le cabrían dos pollas a la vez. La miró. Como se abría y luego como se cerraba sobre el pan. Él no quería que ella tuviese dos pollas en la boca. Sólo una. La suya. Que lo mirase a los ojos mientras, lentamente, se la metía en la boca. Que se la mamase con dulzura, despacito, hasta hacerlo correr, para luego beberse toda su leche.

Sabía que eso nunca pasaría.

-¿Qué?

-¿Cómo?

-Te has quedado como embobado mirándome.

-Ah...se me fue la cabeza.

-¿A dónde?

"A tu boca. Esa boca que me enamoró desde que te vi. Esa boca fuente de todas mis más oscuras fantasías".

-Pues a... babia.

-Jajaja

Después se despidieron y Francisco regresó a casa, solo. Cualquier otro hombre la hubiese acompañado a la suya. Ella lo habría invitado a subir y hubiesen acabado follando como locos. Al menos era así en las películas. Pero Francisco vivía e la cruda realidad. Una realidad en la que él no era más que un cobarde.

En su cama, se maldecía a sí mismo. Todos los demás tomaban de la vida lo que deseaban. O al menos luchaban por ello. Lo que él deseaba era a Erika. No sólo su boca. Aquello era sólo deseo sexual. La deseaba a ella, como mujer. La amaba.

"Sigue así Paquito, sigue así. Sigue enamorándote más de ella. No hagas nada. Espera que aparezca cualquier otro que se la lleve. Espera a que te rompa el corazón otra vez. Una vez más. No hagas nada. Se tú mismo."

...

Esa misma noche, mientras Francisco se compadecía de sí mismo, Erika salió de caza. Estaba cachonda y necesitaba un buen polvo. Fue a una discoteca cualquiera. Sabía que una mujer como ella no tendría problemas en conseguir un buen macho. Que tendría mucho en donde elegir. Que podría, si quería, tirarle los tejos a uno con pareja y conseguir que se escabullera de su novia o mujer para follársela. Ya lo había hecho más de una vez.

Tonteó con varios. Al final se decantó por un rubio espectacular, que marcaba abdominales con su camisa ajustada. Muy creído de sí mismo. Pero ella sólo buscaba un tío bueno que se la follara bien follada. Un 'si te he visto no me acuerdo'.

En la pista, se le restregó. Llevó una mano a su polla y se la sobó, susurrándole al oído.

-¿Me quieres follar?

-Claro que sí, preciosa. Desde que entraste en la disco.

-¿Tienes coche?

La cogió de la mano y salieron a la calle. La subió en un deportivo, clásico coche para un ligón. Mientras el conducía buscando un sitio tranquilo, Erika le bajó la cremallera y le sacó la polla. Dura. Nada espectacular, pero para lo que ella quería, bastaba.

Se agachó y se la empezó a chupar.

-Agggg tía...que boquita tienes.

-¿Boquita? Jajaja. No es eso lo que suelen decir... Boquita

Siguió chupando, mientras se acariciaba el coño, pero con cuidado de no hacerlo correr. No aún. Cuando el coche paró, le puso un condón y se sentó sobre él, clavándose la polla de un solo golpe hasta el fondo del coño.

Lo besó en la boca y empezó a cabalgarlo con fuerza, rotando sus caderas, haciendo que la dura estaca se frotara contras las paredes de su vagina. Consiguió correrse un par de veces antes de sentir como el chico llenaba el condón con su semen. Descabalgó y volvió a su asiento.

-Wow, chica. No has estado nada mal. Nada mal.

-No, nada mal - respondió ella, un poco apática. - Déjame en la disco por favor.

Volvieron.

-Susana..me gustaría volver a verte. Eres una mujer muy caliente.

-Vale. Dame tu teléfono. Te llamaré.

En cuando se alejó, arrugó el papel y lo tiró. No pensaba volver a verlo. Ni siquiera le había dado su verdadero nombre. Sí, el polvo no estuvo mal. Se corrió a gusto, pero le faltaba algo. Y ese rubito guaperas no se lo iba a dar.

...

Pasaron las semanas y Francisco estaba cada vez mas enamorado de Erika. Desayunaban juntos, de vez en cuando iban al cine, a cenar. Como buenos amigos. Erika llegó a apreciarlo de verdad. Y a medida que lo iba conociendo, fue viendo la sombra que él llevaba en su alma. Fue viendo que aquel hombre que siempre estaba para ella, para todos, del que todos pensaban que era feliz, no lo era.

Así que un jueves por la noche lo invitó a cenar a su casa. Él siempre la había escuchado cuando le contaba sus problemas. Ahora escucharía ella. Ahora ella ayudaría a su amigo.

Él, por supuesto, aceptó la invitación. No recordaba que le hubiese dicho nunca que no a nada a ella.

Mientras cenaban la comida que ella había preparado, empezó a sonsacarle.

-Francisco, sabes que te considero mi amigo. Mi mejor amigo, es más.

"¿Sabes que te amo?"

-Sí. Tú también eres mi...amiga.

-¿Qué te pasa?

-Nada.

-Algo te pasa. Eres un buen chico. El mejor que conozco. No estás mal como hombre, y además sabes escuchar. ¿Cómo es que no tienes novia? ¿Eres gay?

-Jajajaja. No. No soy gay.

-¿Entonces?

-Ya lo hablamos una vez.

-Sí. Pero cambiaste de tema.

El se calló.

-¿No hay ninguna mujer que te guste?

-Sí. Hay una.

-Bien. ¿Se lo has dicho?

-...No.

-Joder, Paquito. Generalmente las mujeres nos damos cuentas de esas cosas, pero en tu caso no creo. Es como si tuvieras un muro a tu alrededor.

-Soy así, Erika. No puedo evitarlo.

-Pues tienes que cambiar, chico. O estarás sólo toda tu vida.

-Eso ya lo sé. Lo tengo asumido.

-Joder, pareces tonto. En esta vida hay que luchar por lo que uno desea. ¿Conozco a la chica?

"Eres tú, Erika. Eres tú"

-Sí, la conoces.

-Ummm ¿Una chica de la oficina?

-Sí.

-Bien. Mira. Vas a hablar con ella. Le vas a contar lo que sientes por ella.

-¿Y si me dice que no? ¿Y si me rechaza?

-Si te rechaza, te...jodes. Así es la vida. Luchas por lo que deseas. Si lo consigues, bien. Si no lo consigues, al menos lo has intentado. Pero quedarte sin hacer nada es de...cobardes. ¿Eres un cobarde?

Tardó en contestar. Al final, bajando la cabeza dijo que sí.

-Me cago en todo, Francisco. No tienes remedio. Prefieres sufrir toda una vida el temor al rechazo que sufrir el rechazo. El rechazo es duro, no te voy a engañar, pero te permite pasar página, y al final lo superas. Lo tuyo es.... masoquismo.

-¿No comprendes que no puedo? -le dijo, casi con lágrimas en los ojos.

-Sí puedes. Aunque te pongas rojo como un tomate. Sólo tienes que acercarte a ella, mirarla. Decirle que le gustas. Invitarla a salir. La vida es muy corta. Francisco. Hazme caso. Coge lo que deseas. Tómalo. O serás un infeliz el resto de tu vida.

Francisco se quedó mirando al suelo. La cabeza le daba vueltas. Las manos le temblaban. Ella tenía razón. Nunca había cogido lo que deseaba. Siempre lo dejaba pasar. Respiró hondo, tratando de calmarse. De que su corazón dejara de latir a mil por hora. Pero no lo consiguió. Sin mirarla, le dijo.

-Erika...

-Dime.

-Esa mujer...la mujer que amo desde que la vi...- fueron las dos palabras que más le costó decir en su vida - eres ... tú.

Erika abrió los ojos como platos. No se lo esperaba. La cogió totalmente por sorpresa.

-Erika...te quiero. Te amo.

-Francisco...yo....joder. No lo sabía.

-Pues ya lo sabes. Querías que se lo dijera, y ya lo he hecho.

Ella se dio cuenta de que la había fastidiado. Lo había obligado ha decírselo. Ella no sentía eso por él. Lo quería como amigo. Pero no lo amaba.

-Francisco... Eres mi amigo...

-Ya...tu amigo. Pues yo no quiero ser tu amigo. Esto es lo que querías que dijera. Que me abriera. Que fuera sincero.  ¿Y ahora qué?

-Lo siento. De verdad que lo siento.

-Vete a la mierda, Erika. Me has hundido en la miseria. Ya no podré mirarte sin sentirme como un imbécil.

-No me hables así, Francisco. Lo hice para ayudarte.

-¿Ayudarme? Pues gracias por tu ayuda.

Él se levantó para irse.

-No te vayas así... espera.

-¿Que no me vaya cómo? ¿Con el rabo entre las piernas? ¿Con el corazón roto?. Déjame en paz, Erika. Antes no era feliz. Has terminado de hundirme en la miseria. Gracias.

Erika estalló. Ella solo lo había echo por él, con la mejor intención.

-Mira, mi niño, a la mierda te vas tú. Sólo intenté ayudarte.

-Pues te has lucido, guapa.

-Será mejor que te largues de una puta vez - le gritó, con lágrimas en los ojos.

Había perdido a su amigo.

Francisco la miró. Su frustración se estaba convirtiendo en ira. Respiró hondo, tratando de calmarse. Vio como ella se daba la vuelta, dándole la espalda.

-Lárgate ya, coño.

" Francisco. Hazme caso. Coge lo que deseas. Tómalo. O serás un infeliz el resto de tu vida.".

Esas palabras que ella había pronunciado hacía escasos minutos empezaron a resonar en su cabeza. Una y otra vez. No dejaba de oírlas cuando empezó a caminar. No hacia la puerta. Empezó a caminar hacia ella. Cuando estuvo a su espalda, se pegó a su cuerpo. Ella intentó zafarse, pero la retuvo, con fuerza.

-Me dijiste que cogiera lo que deseo. Que lo tomara. Te deseo a ti.

-Déjame. Suéltame.

La arrastró contra la pared, le dio la vuelta y se pegó a ella.

-Ya no me importa nada, Erika. Por una vez en mi vida voy a coger lo de verdad deseo.

-¿Te has vuelto loco?

-Tú me has vuelto loco.

Trató de besarla, pero ella giró la cabeza, evitando sus labios. Francisco dio un golpe fuerte en la pared, con la mano, que asustó a Erika. La cogió por el pelo y la miró a los ojos.

Cuando ella los vio, casi no lo reconoció. Tenían un brillo que no había visto antes. Empezó a acercar sus labios, para besarla. Volvió a girarla, pero esta vez, él tiró con fuerza de su pelo. Le hizo daño, así que dejó de intentar evitarlo..

Sus labios se juntaron y la besó con pasión, aflojando un poco la presión de su mano. Erika notó la dureza de su polla contra su barriga. Dejó de besarle la boca y la hizo volver la cabeza, dejando su cuello ofrecido. Lo besó, lo lamió, lo mordió.

-Mira en lo que me has convertido. En un animal. No soy más que un depredador. Que no pregunta. Sólo toma lo que desea.

-Francisco..déjame....

Erika lo dijo sin mucha convicción. Miraba aquel hombre, su amigo. Sin embargo ahora parecía otro. Algo estaba pasando dentro de él. Se estremeció al pensar que quizás....

-¿Que te de deje? ¿No me dijiste que tomara lo que deseaba?

-Déjame...tú...tú no eres así.

-Estoy harto de ser como soy. Harto del ser el chico bueno, que nunca dice que no. Harto de ver como las mujeres a que he amado se iban con otros. Si te quieres ir, vete, lárgate... pero antes....Antes...

Volvió a tirar de su pelo, para hacer que su cuello quedara expuesto. Lo besó, con fuerza. Sintió a Erika temblar. Creyó que era de miedo. Pero ya le daba igual. Le daba igual lo que le pasara después. Ahora ella iba a ser suya.

Erika temblaba, pero no temblaba de miedo. Era pura excitación. ¿Era ese hombre el que estaba buscando? . Sentía su boca morder su cuello, acercarse a su oreja. Lamer su lóbulo.

-¿Sabes en lo primero que me fijé de ti? ¿Lo que más me gusta de ti? ¿Lo que más deseo?

-Francisco.....

-Tu boca. Esa preciosa y sensual boca. Una vez me dijeron que te cabrían dos pollas. ¿Te cabrá la mía?

La obligó a arrodillarse delante de él. Su cara quedó a la altura de la bragueta. La miró. El bulto era claramente visible. Erika miró hacia arriba. Se encontró la mirada de él. Una mirada poderosa. Ese hombre estaba seguro de lo que quería. Su mirada era profunda. La mirada que siempre había buscado en un hombre. El corazón le latía con fuerza. Sintió los pezones duros como piedras. Y el coño le ardía, empapando las bragas.

Él puso su mano en su cabeza y la atrajo hacia sí, haciendo que su cara tocara el bulto. Se lo restregó. Lo notó muy duro.

-Sácame la polla.

Obedeció sin rechistar. Obedecerlo la hacía vibrar. Alargó una mano, bajó la cremallera, para meter la mano y sacar la polla. Le costó, pero al final lo consiguió. Tenía delante una hermosa polla, larga y gruesa, llena de hinchadas venas y una gran cabezota, que la miraba como un poderoso cíclope. La agarró con la mano. La sintió palpitar, caliente.

-Pásatela por la cara. Y mírame a los ojos.

Volvió a obedecer. Francisco la miraba, con una sonrisa en la boca. Pero no era una sonrisa amable. Era la sonrisa de un gato que juega con un ratón.

-Así...así...Si supieras cuantas veces he imaginado ésto. Pero no era así. Me imaginaba que me amabas. Pero no es así.... ¿Y sabes? No me importa. Abre la boca

Sin dejar de mirarlo, lo hizo. Abrió su amplia boca. En seguida, la polla empezó a entrar. Cerró los labios alrededor y notó como la dura barra se clavaba poco a poco en su boca. Tenía que seguir mirándolo, pero el placer que sentía con aquella polla en la boca le hacía entrecerrar los ojos.

-Ummm Lo sabía....sabía que no eras más que un mamona...Esa boca tuya fue echa para mamar pollas. ¿Verdad?

Ella gimió. Intentó decir que sí. pero no pudo con la boca llena.

-Contestame. ¿Eres una mamona?

Se sacó la polla de la boca.

-Sí.

-¿Sí qué?

-Sí, soy una mamona.

-Así me gusta, mamona....No eres más que una...

Francisco tuvo un momento de lucidez. Por un momento se dio cuenta de lo que estaba haciendo. De lo que le había dicho. De lo que estuvo a punto de decirle. A Erika, la mujer que amaba.

Erika notó que él dudaba. Que se paró en seco cuando iba a decir la palabra. Y necesitaba oír esa palabra. Que la llamara así. Había creído ver en él eso que buscaba. Y ahora él se echaba para atrás. No podía permitirlo.

-Dímelo, Francisco. Dime lo que soy. Dime lo que soy...por favor..dímelo

-Eres una... - los ojos de ella se clavaron en los de él - ZORRA!

Erika cerró lentamente los ojos. Estaba como en éxtasis. Al fin lo había encontrado.

La punta de la polla le golpeó los labios. Abrió la boca y la polla de Francisco se le clavó hasta la garganta. No pudo evitar toser.

-¿No decías que eras un mamona?

-Lo siento. Me cogió desprevenida.

Cogiéndola del pelo, pero con suavidad, volvió a meterle la polla, esta vez con menos brusquedad. Cuando la sintió llegar a la garganta, ella se agachó un poco y levantó la cabeza. Francisco siguió metiéndole la polla hasta que los labios de Erika chocaron contra su pubis.

Le había clavado toda la polla en la boca. Le mantenía la cabeza apretada, para que no se la sacara. No podía respirar, pero no intentó quitarse. Se quedó quieta, esperando.

-Aggg,,,,Sí que lo eres....Tienes toda mi polla en la boca...

Empezó a follársela, metiendo y sacando la polla. Cuando la tenía en la boca ella podía respirar, cogiendo aire para cuando la volviese a tener clavada hasta los huevos en su garganta.

Francisco puso sus dos manos en la cabeza de Erika mientras se la follaba por la boca. El placer que sentía era enorme. Pero no era el único que sentía placer. Erika no hacía más que estremecerse. Gemía de placer sin tocarse, sólo sintiéndose usada por aquel hombre.

-Ummmm zorrita....me voy a correr en tu boca...te voy a llenar la barriguita de leche.

A punto de correrse, Francisco vio en los ojos de Erika que ella lo deseaba. No había miedo. Había deseo. Puro deseo. Arreció en sus pollazos y un latigazo de placer atravesó su cuero. Con la cabeza de ella apretada contra él, empezó a soltar chorro tras chorro de hirviente lava directamente en la garganta de Erika, que la sentía bajar por su esófago, quemándola.

Todos los músculos de cuerpo de Francisco estaban tensos, y aunque lo intentó, no pudo mantener los ojos abiertos. Los tuvo que cerrar. Por eso no vio que Erika también los cerraba. No vio que Erika también temblaba. No supo que Erika también se estaba corriendo, al sentirse por fin sometida totalmente a un hombre.

A la vez, lentamente, abrieron los ojos. También, lentamente, le sacó la polla de la boca. Un hilillo de saliva y semen quedó colgando de la punta de la polla hasta la boca de ella.

¿Era eso todo? ¿Ahora que lo había encontrado se iría?

-Levanta, zorra.

Cuando la tuvo frente a él. La besó. Ella lo correspondió. Contra su barriga volvió a notar la polla, dura a pesar de haberse corrido.

Le dio la vuelta. La aplastó contra la pared y se pegó a ella. Se acercó su oreja izquierda.

-Ya te he llenado un agujero de leche. Quedan dos.

Le levantó la falda y se la arremangó a la cintura. Lentamente, le pasó las manos por las nalgas, sobre las bragas. Le dio una nalgada.

-PLAS!

-Ahhh

Y otra...

-PLAS!

Aggggggg

Le dio otra vez la vuelta, y la apoyó contra la pared. Mirándola a los ojos con aquella inquietante sonrisa, le acarició los muslos, subiendo hasta su coño.

-Pero si estás empapada, zorrita. ¿Estás cachonda?

-Sí....mucho...Estoy muy..cachonda.

Metió la mano por dentro y le acarició el coño. Lo tenía depilado y estaba mojado. Le pasó las yemas de los dedos a lo largo de la babosita rajo. Erika gemía de placer. La empezó a masturbar.

-Agggggggg

-No te corras.

-Ummmm no lo podré evitar.

-Ni se te ocurra correrte

-Francisco....si sigues..así...agggggggggggg me ...correré.

-No.

No sólo no dejó de masturbarla, sino que aumentó el ritmo. Ella luchaba por no correrse, pero su cuerpo no le hizo caso. Estalló. Intentó que él no notase, pero le fue imposible. No sólo todo su cuerpo se llenó de espasmos, sino que su coño expulsó muchos jugos contras los dedos de Francisco.

-Te has corrido.

-No pude...evitarlo

-Además de una mamona y una zorra, eres desobediente.

-Lo siento.

La cogió del brazo y la arrastró hasta el sofá. Allí la hizo arrodillar en el asiento y apoyar la cabeza contra el respaldo. Él se quedó de pie, detrás de ella. Le bajó las bragas. Su redondo y tentador culito quedó a la vista.

-Recuerdo el día que te conocí. Lo segundo en que me fije de ti, después de en tu boca, fue en tu culo. En como lo meneabas al alejarte. Menéalo para mi, zorrita

Ella empezó a moverlo, a mecerlo hacia los lados. Miraba hacia adelante, no a Francisco. Pero casi podía sentir su mirada fija en su culo

-Iba a dejarlo para el final, pero has sido muy mala, así que ahora te voy a romper el culito.

Erika cerró los ojos y se mordió el labio inferior. Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Le iba a clavar su enorme polla en el culo.

-Debería clavártela así, sin prepararte. Es lo que te mereces por ser desobediente..¿Verdad?

-Sí...lo..merezco...

-PLAS!!!

-AGGGGG

-¿Por quién me has tomado? ¿Por una bestia?

-No...lo siento.

Erika sintió como le metía primero un dedo y luego otro en el culito. Estaban llenos de saliva, y le fue lubricando el ano. La folló un rato con los dedos. Ella sólo sentía placer. Después, le quitó los dedos. Algo gordo se apoyó contra su esfínter.

No pudo evitar gritar cuando la polla se abrió paso y le taladró su estrecho culo. A pesar de que la había preparado, sintió dolor, mezclado con un inmenso placer. Notaba como centímetro a centímetro la dura polla la traspasaba. Hasta que se paró. No había más polla que meter.

Su ano estaba distendido al máximo, apretándose alrededor de la polla. Francisco empezó a moverse, iniciando una salvaje enculada que hacía que Erika chocara una y otra vez contra el respaldo del sofá. El dolor dejó paso sólo al placer, al puro placer. Con los ojos cerrados gozó de la poderosa barra que la atravesaba una y otra vez.

Se iba a correr. Él no le había dicho que no lo hiciera, así que no se retuvo. Saboreó la sensación del orgasmo que se forma, que sube y sube hasta llegar al punto sin retorno, al punto en el que ya nada puede pararlo. Al punto que que ya sólo puede aumentarse de intensidad, estallar.

Estiró el cuello hacia atrás. Francisco la cogió del cabello y tiró de ella hacia él al tiempo que le metía la polla hasta lo más profundo.

El orgasmo fue simultáneo, arrollador. Los dejó a los dos sin respiración por largos segundos en los que sólo sentían el placer, en los que sus cuerpos vibraban al mismo compás.

Erika se quedó sin fuerzas y cayó sobre el sofá, desmadejada. Francisco la miró. Miró a la mujer que amaba con locura. A la mujer que había llamado zorra una y otra vez. A la mujer con la que más placer había sentido en su vida.

Se guardó la polla y se subió la bragueta. Tenía que pensar en lo que había pasado. Sin decir nada, cogió su chaqueta y se marchó.

Él no era así. Él era tierno, amable. Pero con ella le había salido todo muy fácil. Y le había gustado. Se había sentido poderoso dominándola, teniéndola completamente bajo su poder. Sabía que ella haría lo que le mandase, lo que le pidiese. Quería volver a sentir ese poder.

El ruido de la puerta cuando él se marchó hizo reaccionar a Erika.

-¿Francisco?........¿Francisco...?

No estaba. Se había ido. ¿Por qué? ¿Por qué la había dejado? Había hecho todo lo que le pidió. Obedeció en todo. ¿Por qué se iba entonces?

Se puso a llorar. Por fin había encontrado a un hombre que la trataba como ella necesitaba. La dominó con sus palabras, con sus miradas, con su voluntad.

Desde siempre buscó eso en un hombre. A pesar de su carácter fuerte, siempre buscó a una persona que fuera más fuerte que ella, que la hiciera suya. Y nunca la encontró. A sus parejas estables les pedía que fueran rudos con ella. Les pedía que la dominasen.

Pero no sabían. Pensaban que insultándola, con llamarla zorra y follarla a lo bestia bastaba. Pero no bastaba. No eran los insultos, no las palabras duras. No era el darle polla bien duro. Era algo más profundo. Era el puro dominio. La anulación de su voluntad. El sometimiento a la voluntad de él.

Y Francisco la había dominado. La había sometido. La había hecho gozar como nunca en su vida. Y ..se había ido.

Desconsolada...se fue a la cama. Al rato se durmió.

...

Al día siguiente, Francisco entró en la oficina, como siempre. Se tomó un café y luego se fue a su despacho. Al rato vio llegar a Erika. El corazón se le aceleró. Era tan hermosa. Ella miró hacia su despacho. Desde fuera no podía verlo bien.

El teléfono de la mesa de Erika empezó a sonar. Descolgó.

-Dígame.

-Buenos días...zorra. Te dije que te iba a llenar de leche tus tres agujeros. Me falta uno.

El corazón de Erika también se aceleró. Él no se había ido.

-Hola.

-¿Conoces el cuartito del segundo piso? El del material de oficina.

-Sí.

-Sube en cinco minutos. Yo subiré poco después. Cuando llegue te quiero completamente desnuda. Arrodillada en el suelo, como una buena...perrita.

Francisco colgó. Erika sentía mariposillas revoloteando en su estómago. Miró el reloj. El tiempo pasaba muy lento. Demasiado lento. Esos cinco minutos se le hicieron eternos.

Desde su mesa, Francisco vio como Erika se levantaba y se dirigía hacia las escaleras. Antes de empezar a subir, echó una furtiva mirada hacia el despacho de él.

Le dio un par de minutos y la siguió. Sabía que ese cuarto no era usado por el día. Entró y cerró la puerta. La miró. Lo había obedecido. Estaba hermosísima, completamente desnuda, arrodillada. Mirando al suelo. Esa preciosa mujer era suya. Completamente suya. Mucho más de lo que jamás había imaginado. En esos momentos se sintió su dueño. Su único dueño.

Se acercó a ella, quedando justo a su lado. Con una mano levantó la cara. Sus ojos se encontraron.

-Tu boca me tiene loquito, Erika.

Ella sonrió. Se sentía bien.

-¿A qué esperas para usarla, zorrita?

Llevó sus manos a la bragueta y la bajó. Le sacó la polla. La miró con admiración. Abrió su boca y mirándolo fijamente a los ojos se fue tragando aquella gorda y dura barra. Llevó sus manos a la base, pero él la detuvo.

-No, no uses las manos. Sólo la boca.

Con una mano, Francisco guió la lenta mamada. Estaría así para siempre, con ella arrodillada con su polla en la boca. La dejó mamar un rato, para después cogerle la cabeza con las dos manos y follarle la boca.

Pero no se corrió. Quedaba algo por hacer.

-¿Eres mi perrita?

-Sí...para..siempre.

-Pues ponte como una perrita

Erika se puso a cuatro patas sobre el suelo, con el culo ofrecido a su nuevo amo, a su primer amo. Francisco se arrodilló detrás de ella y sin más miramientos, le clavó la polla en el coño. Estaba tan mojada que la dura barra parecía un cuchillo al rojo atravesando mantequilla.

-Aggg Francisco...que placer.

-Erika...

Empezó a follarla. Despacio pero profundamente, clavándosela hasta el fondo, apretando. Ella se estremecía, con los ojos cerrados, sintiéndose llena.

Sin dejar de follarla, le metió en el culito uno de sus pulgares. Erika se convulsionó y estalló en un fuerte orgasmo,

-Agggggggggggggggg

-Eso es...zorrita. Córrete como una guarra. ¿Sabes que eres mía, verdad?

-Sí...mmmm soy tuya.

-Mi zorra.

-Agg tu zorra....

-Mi perra

-Tu...pe....rraaaaaaaaa

Volvió a estallar. Sus orgasmos se sucedían uno tras otro. Los jugos de su coño no dejaban de manar. Y Francisco, poderoso, no dejaba de follarla.

La cogió por el pelo y la hizo levantar el torso hacia él, sin dejar que la polla abandonase su cálido nido. Le agarró las tetas, le pellizcó los pezones  le mordió con suavidad la oreja.

-Aggggg Fran..cis..co.....

-Córrete..zorra...córrete otra vez.

Él mismo no podía más, así cuando notó el cuerpo de ella vibrar, su coño contraerse alrededor de su polla, se dejó ir y la acompaño con su propio orgasmo, llenando su vagina con su abundante semen, abrazándola con fuerza, apretando sus tetas contra él.

La soltó. Erika se echó hacia adelante, con la respiración agitada, aún recorrida con espasmos de placer. Con los ojos cerrados sintió las manos de Francisco acariciar su espalda. Acariciarla con dulzura. Una sonrisa se dibujó en su rostro.

Francisco se levantó. Se guardó la polla. El día anterior, después de follarla, se fue, sin decir nada.

La miró. Ella seguía en el suelo, casi echada. Como una buena perrita. Esta vez no se fue. Esta vez se agachó y la hizo levantar. Esta vez la abrazó y la besó, como siempre se había imaginado besarla. Con dulzura, con amor, abrazándola.

-Te quiero, Erika. te amo.

La otra vez que se lo dijo, ella había puesto cara de sorpresa. Ahora lo miró a los ojos y sonrió.

La ayudó a vestirse y luego, con cuidado de que no los vieran, volvieron a sus puestos. Siguieron con sus trabajos.

De vez en cuando, Francisco la miraba por entre las persianas de la ventada de su despacho. Una de las veces en que levantó la vista, vio que en la mesa de Erika estaban Rodrigo y Juan, los buitres. Vio sus caras babosas, sus falsas sonrisas. Hablaban con ella. Seguro que lanzándole frasesitas, picándola.

¿Pero qué se habrán creído esos dos? ¿Qué coño hacían rondando a Erika? Ella era suya. Sólo suya. Sintió que la sangre le hervía en las venas. Se levantó y se dirigió como una flecha contra ellos.

Oyó sus risitas.

-Hola Francisco, estábamos contándole a Erika...

No los escuchó. Agarró a Erika de un brazo, la hizo levantar y como John Wayne en el 'Hombre tranquilo', le plantó un besazo a Erika, como si ella fuera Maureen O'Hara.

Se hizo el silencio en la oficina. Todos y todas se quedaron mirando como Francisco besaba a Erika, con su mano en la cintura y echándola un poco hacia atrás. Las mandíbulas de los dos buitres quedaron flojas, dándoles una expresión de tontos redomados.

Cuando la dejó de besar, ella abrió lentamente los ojos. El corazón se le iba a salir por la boca.

-Vamos a desayunar...mi amor - dijo Francisco, con aplomo.

Le tendió la mano y ella la tomó. Salieron juntos.

Antes de salir, Francisco se giró y miró a Juan y a Rodrigo, que seguían con las bocas abiertas.

Les mandó un beso volado.

FIN

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