Por una apuesta

Acepto una apuesta que no debía

Y todo por una puta apuesta, de esas que sabes que el 90 % de las veces vas a perder, pero que, de todas formas, te lanzas de cabeza con la vana intención de romper las estadísticas.

Arderé en los infiernos, no habrá piedad conmigo, he cometido uno de los pecados más horrorosos… Me he follado a mi hermana, y me la pienso seguir follando. ¿O ha sido al revés?

¡Joder! Nunca hubiera imaginado algo tan morboso, tan placentero, tan acojonante, no había vivido una experiencia similar en los días de mi vida y dudo que vuelva a hacerlo.

Recapitulo y recapacito… Mejor, sólo recapitulo.

No he conocido a mucha gente como nosotros, más bien a nadie. Somos mellizos, chico y chica. Creo que suele ser bastante raro, pero aquí estamos. Encima, tenemos unos padres súper cachondos, ambos nos llamamos Alex; yo Alejandro, ella Alejandra, ya les vale…La podían haber llamado Sandra, Alexia, o haberle buscado otro nombre, pero no, nos tuvieron que putear a ambos.

Conclusión, cuando éramos pequeños nos reíamos mogollón, era divertido, como siempre íbamos juntos la gente las pasaba canutas para diferenciarnos, o más que para diferenciarnos, para conseguir sólo la atención de uno de nosotros.

Al ir creciendo, se fue convirtiendo en un auténtico coñazo, a ninguno nos hacía ya ninguna gracia pero, nadie dio su brazo a torcer y, para más joder, nuestros padres seguían con la bromita. Contando con que éramos uña y carne, que siempre hacíamos todo juntos, el llamarse igual era un poco pesadito.

En una ocasión, le dije a Alex, mi hermana, que Alex era nombre de chico, que ella dijera llamarse Alexia, que era muy bonito. Contestación:

-Alex es nombre de chica y Alexia es una pijada, llámate tú Alexei o Sandro.

-Y una mierda. Alexei es ruso y no se me ha perdido nada en Rusia, y Sandro… Venga, no seas gilipollas, así seguro que todos están de acuerdo…- Intentaba razonar con ella.

-¡Que te den! Mamá y papá siempre me ha llamado Alex y me voy a seguir llamando Alex por mis ovarios, machista de mierda.

-¿Machista? Tú estás p’allá. Te estás volviendo la tía más imbécil que me he echado a la cara. – Flipa, flipa, flipa con su reacción.

Fin de la conversación y de esa relación tan íntima que teníamos. Creo recordar que entonces teníamos 14 años o así, insuficientes para razonar en condiciones en una cuestión como esta, pero sí para, a partir de entonces, cambiar amores por odios.

En principio, dejamos de ir juntos a todos lados, únicamente al colegio, desgraciadamente a la misma clase. Fue curioso cómo, de una única pandilla, se formaron dos grupitos bien diferenciados, mis amigos y sus amigas lo que originó una guerra de sexos soterrada que duró todo el instituto.

Lo que empezó por una tontería se fue enconando cada vez más y llegó un momento en el que no sabíamos ni el origen de la disputa, pero sí que nadie se iba a rajar. No sé la gracia que les haría, pero ni mis padres, auténticos culpables, pudieron parar esto.

Yo sacaba buenas notas, muy buenas diría yo. Alex, no tanto. En deportes éramos buenos ambos, teníamos nuestras actividades separadas pero coincidíamos en Judo. Al final, aún yendo a la misma clase y teniendo el mismo cinturón, los profes no nos dejaban combatir juntos a no ser que quisieran demostrar cómo no debe ser un combate o cómo te puedes hacer realmente daño con este deporte.

He de resaltar que, gracias a ella, jamás me comí un colín. Recuerdo una chica preciosa, casi tan guapa como Alex, que se enrolló conmigo. No pasamos de un par de citas, unos cuantos besos en el portal de su casa, apenas unas caricias en las tetas por encima de la blusa. Esa cabrona, mi hermana me refiero, le dio un ultimátum (me enteré después), cómo se le ocurriera volver a quedar conmigo, salía escopetada del instituto, la pondrían de vuelta y media y no iba a volver a tener una amiga en su puta vida.

Mi madre sería una santa, pero así de hija de puta  era mi hermanita. Lo malo es que, a esa temprana edad, me di cuenta de lo poco que tenemos que hacer los chicos (por lo menos yo) si las mujeres (o sea, mi hermana) se nos ponen en contra. Intenté que mis amigos no salieran con las chicas que fueran amigas de mi hermana, intenté desacreditarla en el insti…

Lo único que conseguí fue quedarme más solo que la una, con los empollones como únicos amigos y algún que otro fulano que no conseguía que ninguna chavala se fijara en él.

Hasta el día, por fin, en que terminamos los estudios y la selectividad. Decidí estudiar en la universidad, para tener que irme de casa y perder de vista a la gran cabrona en que se había convertido mi hermana.

Mi gozo en un pozo. La imbécil de Alex, cuando se lo proponía, era capaz de todo, incluso de sacar buenas notas. Siempre creí que estudiaría en otro lado, bien lejos de mí, pero (seguro que lo hizo sólo por joderme) decidió también estudiar en Madrid.

Nosotros somos de pueblo (no una aldea), nuestros padres tienen un súper franquicia, el más grande y sobre todo el de mejores precios. Da dinero, pero tampoco es para derrochar, así que, tal como mi padre propuso, nos encargaron alquilar un piso con más estudiantes a fin de reducir costes. Nada de colegios mayores que salían por un dineral. Mi madre se encargó de todo, compartiríamos piso con mi prima Lucía, que también empezaba la universidad ese año y alguien más que ya encontraríamos. Y la encontramos. Otra prima, Ana, que ya llevaba un año allí y necesitaba alojamiento.

¡Toma putada! Lucía era del grupito de íntimas de Alex, aunque a escondidas nos llevábamos medianamente, no esperaba nada bueno de aquello. Ana era un año mayor, la conocía bien de la familia aunque nunca hubiéramos hablado mucho.

El piso estaba bien, no era muy antiguo y los alquileres habían bajado mucho. Tenía tres habitaciones, dos baños, salón, cocina, etc. Por sorteo nos repartimos las habitaciones. A saber, habitación grande con baño, habitación normal con dos camas y habitación enana con una especie de camastro militar.

Por puritísima coña, me tocó la habitación principal.

¡En buena hora! Hubiera preferido que me tocara una leñera. Mi hermana, a cuenta de tener yo la mejor habitación, estaba continuamente jodiéndome, entrando en el baño, dejando todo tirado, revolviendo el armario, haciéndome la vida imposible, al punto que, dos semanas después, ya le había cambiado el cuarto a mi prima Ana, que tenía la peor habitación. Lucía y Alex dormían juntas. El tema del baño, de tener que compartirlo con mi hermana y Lucía fue un gran problema, Alex tardó exactamente 24 horas en dejarlo hecho un asco para que no pudiera ni ducharme. Fue un detalle por parte de Ana el dejarme compartir el suyo.

A título anecdótico y sin querer ser machista (vaya por delante que supongo que no todas las mujeres son iguales), he descubierto que necesitan, en el baño, un espacio entre tres y treinta veces superior. Yo tenía un neceser con mis cosas de afeitar y un gel de ducha. El cepillo de dientes y la crema dental en el vaso del lavabo. La toalla, bien colgada detrás de la puerta. Todo muy apañadito.

Ellas, por lo menos con las que convivía, usaban toalla de baño, toalla para el pelo, toalla de manos, toalla de bidé, pinturas de todos los colores, rimmel, lápices de labios, crema desmaquilladora, líquido limpiador, pote, maquillaje, cremas varias para el cuerpo o la cara, leche corporal, gel de ducha, champú, acondicionador, mascarilla para el pelo, mascarilla para la cara, secador de pelo, compresas, tampones… Y algo que seguro que me olvido. Si lo tuvieran todo recogido, vale, pero tenían la puta manía de dejarlo todo por medio. Fin del título anecdótico.

Particularmente, dado el ambiente familiar que respiraba,  me pasaba la mayor parte del día en la universidad, incluso comía y estudiaba allí para no tener que estar tiempo en casa con Alex, Ana y Lucía.

Claro que, el roce de la convivencia hace que cambiemos ciertos comportamientos y eso debió de pasarle a Lucía. Era una chica de buen ver, con buen tipo, tetas muy bien puestas, ojos pardos y pelo castaño. A mí me gustaba bastante y, siempre que no estaba mi hermana, le tiraba los tejos. Además, como era prima carnal me daba mucho morbillo. Reconozco que, para mí, con una prima no hay ningún problema en montárselo, es como otra chica cualquiera.

En fin, como Lucía debía de llevar bastante tiempo a dos velas, vaya usted a saber por qué, decidió que sería buena idea echar un polvo conmigo, así se bajaría un tanto la calentura y le daría una alegría a ese cuerpo serrano que tiene a bien lucir.

Era domingo por la mañana, Alex había salido a alguna actividad deportiva en la que, evidentemente, no participábamos nosotros y Ana ni siquiera había dormido en casa. Estaba cerca de despertarme, en ese estado de duerme vela tan agradable cuando no suena el despertador. Lucía, totalmente en pelotas, entró en mi habitación, me dio unos golpecitos en el hombro para llamar mi atención y, apartando las mantas, se metió en la cama conmigo. Apenas cabíamos de lado.

-¡Lucía! – No pude menos que articular

-Shhh. Tu calla y disfruta, que vengo con un calentón del quince – Me contestó mientras se abrazaba a mí.

Me dio un beso en los morros que me supo fatal, tenía mi boca toda pastosa después de dormir.

-Espera un momento que me lavo los dientes –Le dije mientras me levantaba al baño.

-Vale, así te espero en mi cama que es más grande.

Tardé un minuto en volver a la habitación de Alex y Lucía, con la boca fresca y la polla en pie de guerra, en perfecto estado de revista para las previsiones de batalla que se avecinaban.

-Por cierto Lucía, ya se que Alex no está, pero como se entere, te cose el coño con grapadora y a mí, me la corta. – Comenté mientras me tumbaba en la cama al lado de ella.

-Anda Alex, no seas exagerado. Tu hermana no es tan mala como crees. Además, sé que siempre está pendiente y preocupada por ti.

-Pendiente, quizás. Preocupada, lo dudo. – Pero no era el momento de discutir con mi prima sobre nuestra relación de hermanos.

Enseguida me puse a acariciarla por todo el cuerpo, poniendo especial énfasis en su delantera y ese tesoro que guardaba entre unos muslos sensacionales. Nos besábamos con pasión, le mordía los labios y ella a mí, intercambiábamos saliva con la lengua, le chupaba las orejas, le besaba el cuello, las clavículas, el nacimiento de sus pechos…

Ella tampoco estaba quieta, devolviéndome el mismo tipo de favores. Me agarró mi mástil comenzando un movimiento de sube baja que, de seguir mucho tiempo, me iba a llevar a una prematura eyaculación.

Bajé, dejando un reguero de saliva, hasta sus firmes pechos, los tenía verdaderamente bonitos, chupé y mordí suavemente sus pezones, se endurecieron conforme iba subiendo su excitación.

Seguí acariciando aquellas protuberancias mamarias mientras sus areolas se fueron inflamando. En cierto modo era gracioso, además de súper erótico para mí. Pasaron de tener forma de media naranja a forma de pera.

Seguí besando su suavísima piel camino de su ombligo, me entretuve un ratito allí, haciéndome de rogar el mayor tiempo posible. Acaricié la parte interna de sus muslos, mordí con suavidad sus ingles, tenía el coño prácticamente depilado, con un pequeño mechón de vello en la parte superior. Estuve besando y chupando, dando suaves mordisquitos durante un buen rato antes de realizar un ataque directo. Cuando Lucía no pudo más, me cogió del pelo arrastrándome hacia su tierna feminidad, levantando las caderas en el mayor ofrecimiento que podía hacer.

No quería decepcionarla, con la lengua fui haciendo un recorrido desde su sonrosado ano hasta su nódulo de placer. Yo nunca había hecho esto, por lo menos así, jamás había besado un culito y sólo un par de veces me había comido un coño en condiciones. Sin embargo, siempre había estado muy puesto en lo que a teoría se refiere.

Cuando volví al estrecho esfínter de Lucía, intenté meter la lengua lo que pude, lo ablandé con saliva, estuve bastante rato hasta que, de un dedo, empecé a introducirle, poco a poco, la primera falange. Seguía llenando todo el culito de saliva, cada vez metía más el dedo, sus labios vaginales se iban abriendo y dilatando, o viceversa, permitiéndome un cómodo acceso a su más divino tesoro.

Recorrí dichos labios con la lengua, la boca, los dientes… Realizaba continuos mete saca en la entrada vaginal… Lucía gemía y suspiraba, me seguía acariciando y tirando del pelo… Al atacar su pequeño nódulo, ya tenía el dedo entero dentro de su culo y lo movía como un garfio. Metí un dedo de la otra mano en la vagina, realizando un movimiento interno bastante rápido (lo que la postura me permitía) mientras succionaba su clítoris inflamado intentando no hacerle daño.

¡Nunca había visto a una chica correrse de esa manera! Me agarró con las dos manos la cabeza, estampándome contra su pelvis. Levantaba y bajaba el culo de la cama, me apretaba con las piernas y, sobre todo, dio unos gritos que yo no había oído en mi vida.

-AAAAHHHHH, AAAAHHHHH, AAAAHHHHH, SSSSIIIIIII, DIOOOOOSSSS, SIIIIIIII, AAAAHHHHH, AAAAHHHHH, Ahhhh, ahh, ah, ah, ah ¡JODER! ¡Siiii! ¡Si! ,si, si. ¡Así! ¡Joder!

¡Coño! Debía de haber despertado a medio edificio ¡Qué orgasmo! Yo alucinaba en colores.

Mientras se iba relajando un poco, quedándose quieta encima de la cama y, sobre todo, soltándome de su abrazo asfixiante, me tumbé encima de ella y, con cuidadito, le metí el nabo hasta el fondo.

  • AAAAHHHHH ¡JODER! ¡ASI!, MELA HAS METIDOENTERITA, CABRÓN.

¿Y qué coño esperaba? ¿Qué me quedara mirando el panorama?

En fin, con no demasiada habilidad pero sí entusiasmo, empecé un mete saca, cada vez más rápido, sobaba sus pechos, mordía suavemente sus orejas y cuello… Hacía mucho tiempo que no estaba con una chica, tenía una excitación enorme, veía que me iba a correr enseguida, dejando a Lucía a medias.

Cambiamos de postura, la puse boca abajo con las almohadas debajo de la tripa, me situé entre sus piernas, volviéndosela a introducir agarrado a sus caderas. Volví a un movimiento de entrada salida, acelerando, frotando su clítoris con los dedos ensalivados. Le sobaba y estimulaba los pechos con la otra mano, apoyado enteramente en su espalda. Cuando noté que ella movía más sus caderas, froté más rápido su pequeño botón hasta llegar, irremediablemente, a una corrida espectacular.

-AAAAHHHHH, AAAAHHHHH, AAAAHHHHH, SSSSIIIIIII, SIIIIIIII, ¡JODER! AAAAHHHHH, AAAAHHHHH, Ahhhh, ahh, ah, ah, ah ¡Si! ¡Si! ,si, si. ¡Así! ¡Qué biennn!

Me dio un gustazo enorme correrme en su interior y ver que ella había conseguido otro orgasmo como el anterior. Quedé desmadejado encima de ella, con la polla bien encajada en su coñito.

-¿No te habrás corrido dentro, verdad? –Me preguntó Lucía, volviendo un poco la cara.

¡Joder! Ni me había planteado donde correrme o donde no.

-Pues sí, claro ¿Dónde querías que me corriera?

-Esas cosas se preguntan Alex. Imagínate que no tomara nada o me pudiera quedar embarazada. Porque ni has intentado ponerte un condón. – Me regañó con cariño, medio asfixiada debajo de mí –Hoy no te preocupes, pero si vas a ir con otras chicas, estate más atento.

-¿Qué esté más atento a qué? Preguntó mi hermana entrando por la puerta

-¡JODER! ¡PERO QUÉ COÑO HACÉIS! – Gritó Alex al ver cómo estábamos (en bolas en la cama, yo encima de Lucía que seguía boca abajo). Puso una  cara de… No sé si  de cabreo, de asombro, de asco o de todo a la vez

-¡Alex! ¡Qué pronto has vuelto! – Dijo Lucía volviendo la cara hacia ella. Yo me bajé de encima disparado.-Bueno, pues ya ves, dándole gusto al cuerpo. No creo que te tengamos que pedir permiso ¿No? – Continuó mi prima. Alex echaba rayos por los ojos fulminándonos. – Tía, tenía un calentón tremendo…

-Y te tiras a tu primo ¡ya te vale! Y tú, - Dijo dirigiéndose a mí, con la cara congestionada y levantando más la voz – ¡Eres un imbécil, como todos los tíos! ¡Se os insinúa una tía y os da igual quién sea, tu prima o la novia de tu mejor amigo! ¡Yo creo que hasta lo harías conmigo, salido!.

Se me empezaron a inflar las pelotas, ese topicazo de que los tíos nos vamos a la cama con cualquiera es una chorrada (o no), pero me pilló en caliente esa cretina

-¿Hasta contigo? Tú estás gilipollas. Además, yo no tengo novia, me puedo ir con quien me de la gana, imbécil. ¿Acaso te tengo que dar explicaciones?

-¡Lucía es tu prima, gilipollas! ¡Es como tu hermana! A eso se le llama incesto, salido de mierda. – Mi hermana levantaba cada vez más la voz y yo lo flipaba cada vez más. Lucía seguía en la cama, mirándonos divertida.

-Desde luego sois la típica parejita de hermanos. Lo raro es que siendo mellizos deberíais llevaros mejor.

-¡Tú te callas, zorra! – Le espetó Alejandra – ¡Que también tú tienes delito! ¿No tenías a otro? ¡Eres más puta que las gallinas!

-¡Habló la santa! ¡Eres una puritana de mierda, cacho puta! ¡Sólo tienes celos de que yo me haya acostado con Alex y tú no! – Le gritó Lucía, ya fuera de sus casillas.

-¿Celos de ti? ¿De acostarme con este imbécil? No te rayes, tía, que es mi hermano. – Contestó despectiva mi hermana.

-Si, si, lo que tu digas…

Lucía se levantó de la cama, dirigiéndose al baño. Me dejó a solas con aquella energúmena. En el fondo, creo que mi prima tenía razón, que otras pudieran estar conmigo y ella no la mosqueaba, tenía que dominarme en todas las facetas, eso ya lo sabía ¿Pero que quisiera dominarme en el plano sexual? No sé, a Alejandra se le estaba yendo un poco la pelota.

-¡Y tú que miras! – Continuó gritando - ¡Eres gilipollas, acostarte con tu prima! ¡Seguro que te follarías a cualquier cosa! ¡Eres un salido! ¡Me das asco!

¡Otra vez con que soy un salido! Mi hermana ya se estaba pasando tres pueblos, para mí, mi prima era una chica cualquiera, me refiero en que entraba dentro de lo que uno puede o no desear. Pero Alex me estaba rayando mazo, debía creersela Reinade Saba.

-Mira tía, no sé qué idea tienes de los tíos, o mejor, de mí. Yo me acuesto con quien quiero, pero eligiendo. Lucía está buenísima y ella tenía ganas, no hay más. Si estuviera saliendo con otra chica, le sería fiel.

-¿Qué le serías fiel? Serías como todos, en cuanto un chochito se mueve delante de vuestras narices caéis siempre. Eres tan pringado como todos- El desprecio de Alex era palpable.

-Mira tía, yo no he ido con muchas tías, pero nunca le he puesto los cuernos a nadie. Si estoy con una, no voy con otra, aunque se me insinúe. Es una cuestión de principios, nunca hagas lo que no te gustaría que te hicieran.

-¿Qué no? Te hago una apuesta – Continuó mi hermana – En el momento que yo quisiera, te acostarías conmigo. –

-¿Acostarme contigo? ¡Para qué! Además, eres mi hermana, nunca me acostaría contigo, yo todavía tengo moral, no como tú, que por una apuesta es capaz de irse a la cama con su hermano.

-Ya sabía yo que te rajarías, eres tan cobarde como todos. Yo no he dicho que lo fuera a hacer, sino que tú querrás hacerlo en cuanto me lo proponga.

Me estaba mosqueando mogollón.

-Si fuera un salido, como dices, te follaría ahora mismo. Y no, no pienso hacerlo. Además, aunque estuviera tan borracho, o tan drogado que no me enterara, no conseguirías hacértelo conmigo. ¡La que quiere hacerlo conmigo eres tú, que eres una pervertida! ¡Incluso te atreverías a pedirme un hijo!

No sé porqué solté todo aquello, quizás porque me había calentado demasiado. De todas formas, estaba seguro de que mi hermana no me iba a pedir tal cosa y menos que la dejara preñada.

Pero siendo los dos tan cabezones, seguimos discutiendo el tema, cada vez más acalorados, hasta que perdí los papeles: acepté la apuesta de mi hermana y si perdía, me cambiaba el nombre y me iba de la casa. No sé en qué estaría yo pensando, ella dijo que, en cuanto se lo propusiera, me iría a la cama con ella y, desgraciadamente, acepté el reto.

Las semanas siguientes, fueron una tortura. Mi hermana aparecía en ropa interior por toda la casa, se me insinuaba continuamente y llegó al punto de hacerse un dedo delante de mí, en el cuarto de estar, viendo una peli porno, pasando de nuestras primas.

Ellas eran las que peor lo estaban pasando, tenían que aguantar todas las chorradas de mi hermana, además de las mías, que, a fin de cuentas, aunque no era tan descarado, intentaba putear a Alex lo que podía.

Ana y Lucía se fueron mosqueando cada vez más con nosotros, no era nada agradable vivir bajo el mismo techo donde se desarrollaba una guerra declarada. Cansado de la situación, intenté hacer las paces con mi hermana, además, así podría repetir con Lucía a la que Alex parecía haber prohibido acercárseme. Ana tenía novio y no era tanto problema.

Cogí a mi hermana por banda, sentándonos en el cuarto de estar.

-Mira Alex, creo que esto de la apuesta es una chorrada, no podemos apostarnos el acostarnos entre nosotros, somos hermanos y eso no se debe hacer… Y aunque no lo fuéramos, seguiría siendo una chiquillada.

Ni me dejó seguir

-O sea, que te rajas. Pues no vale, te comprometiste a cumplir tu parte.

-Pues vale, cumplo mi parte. Me cambio el nombre. Mira, a partir de ahora me llamas Alejandro, con todas las letras y nada de Alex.

-Que no vale. Tú te has apostado a que no te acostabas conmigo si yo me lo proponía. Y todavía no ha pasado el tiempo.

-Pero la apuesta era que, si perdía, me cambiaba el nombre y me iba, ya está. Pues me lo cambio y punto pelota. Y si quieres, también me piro, pero dame tiempo a encontrar otro sitio.

-Si a mí lo del nombre o que te vayas me da igual, lo que quiero ver es cómo mi hermanito se arrastra a mis pies… - Me dijo con muy mala leche, segura de su triunfo.

No sé por qué, de alguna forma, mi hermana siempre estaba rabiosa conmigo, le sentaba mal todo lo que hacía. A pesar de su físico, guapa de cara, melena castaña con mechas rubias, ojos verde mar y, lo que era más llamativo, un tipazo de impresión, piernas largas, culo perfecto y unas tetas que rozaban lo divino, tanta mala leche…

Es verdad que, toda la vida, se había tenido que quitar a los chicos de encima. Pero de ahí a pensar que hasta su propio hermano tenía que caer en sus redes, iba un abismo.

Dejando a Alex riéndose de mí, salí escopetado hacia mi habitación, a ver cómo me quitaba a la pesada esta de encima.

Hable con mis primas, les conté el tema de la apuesta y cómo había intentado solucionarlo dándola por perdida. Entendieron entonces el porqué de nuestra actitud en los últimos días, pero les hizo gracia. A partir de entonces, dijeron, querían ver quién se llevaba el gato al agua, seguras de que sería yo el perjudicado. ¡Qué putada!

Le dejaron el campo libre a la gran cabrona. Si hasta entonces me intentaba seducir yendo en ropa interior, medio en pelotas, etc… Ahora eran tres las que me traían por la calle dela Amargura. Meconvertí en un títere en manos de tres arpías que no hacían otra cosa que ponerme cachondo todo el día. Un día de estos me iba a reventar la polla, seguro.

Se me ha olvidado decir que Ana tampoco era manca. Depende de los gustos, claro, pero para mí estaba como un queso. Era pelirroja, de piel blanca con muchas pecas, ojos azul claro, y muy buen tipo, más bien, tipazo. No se lo tenía muy creído porque, en el pueblo, cuando éramos pequeños, todo el mundo la llamaba la zanahoria hasta crearla un complejo. ¡Pues en pedazo de zanahoria se había convertido!

Este matiz viene a cuento de que no tenía ningún respiro en casa. Iban en ropa interior como si nada, salían de la ducha en pelotas si sabían que estaba yo delante… En fin, que me estaba matando a pajas intentando sobrellevar la situación.

Para joderlo más, no sé cómo consiguió mi hermana que, si me iba, mis padres dejaran de pasarme dinero. Me tenía que quedar con ellas, quisiera o no.

En base a esto, intenté nuevos acercamientos con mis primas, repetir con Lucía, hacérmelo con Ana que parecía haber dejado a su novio, pero nada, no hubo manera. No sé, necesitaba echar un polvo rápido o me iba a volver loco.

Lo intenté también en la universidad, todo el mundo pillaba cacho allí, pues no, o yo era un inútil total ligando con chicas o se había corrido la voz por todo el campus de que yo era intocable. Dudo que en una ciudad como Madrid, con varias universidades y distintos campus nadie supiera nada de mí, o sea, yo era el inútil.

Lo intenté incluso con las que nadie se acercaba, las feas, las frikis… Nada. Si encontré a muchas chicas encantadoras, dispuestas a pasar un rato de charla, o cine, o copas conmigo, pero ninguna compartía la cama.

En el pueblo, la mayoría de las chicas, decían que estaba bastante bueno, de rasgos agradables, buena percha, ojos verde mar, pelo castaño… Pero, como dije, a raíz del enfrentamiento con mi hermana, pasé a ser un cero a la izquierda para las chavalas de allí. Aquí, en Madrid, esperaba resarcirme, hasta había echado un polvazo de impresión con Lucía, pero ahora…

Pasaban las semanas donde iba a nuestra casa sólo para dormir, estaba hasta los mismísimos de las hembras que la habitaban y también de estar el puto día en la facultad o la biblioteca.

Cada vez que llegaba, aunque fuera tarde, todas aprovechaban para ducharse, ponerse el pijama (si se le puede llamar así el ir en bragas y camisetilla, sin sujetador), en fin, que tenía que encerrarme en mi habitación, sin cenar casi nunca, a matarme a pajas. Para joder más el tema, no teníamos internet y estaba harto de los vídeos que tenía en el portátil. Necesitaba nuevas sensaciones que, evidentemente, en casa no iba a obtener.

Poco a poco, mi moral se iba minando, me estaba volviendo loco, ahora sí que tenía razón mi hermana, estaba más salido que el pico de una mesa. Pero, para cojones los míos, no iba a claudicar ni borracho.

Estábamos casi en marzo, acababa de terminar los exámenes; a pesar de haber tenido unos días de relax durante las navidades, las cosas iban a peor. Ninguna de las tres se cortaba un pelo delante de mí, si podían, mis primas se traían a cualquier chico a casa y hacían todo el ruido que podían. Por mi parte, seguía tal cual, no entendía por qué no podía conseguir a ninguna chica en una ciudad tan grande.

Hasta que no pude más, cogí mis bártulos y me volví al pueblo. El disgusto de mis padres fue tremendo, más porque no les pude explicar el verdadero motivo de mi marcha. Simplemente les dije que no quería seguir estudiando, que necesitaba un tiempo para reflexionar. Me tuve que poner a trabajar en el negocio familiar, la franquicia de supermercado que funcionaba bastante bien.

En vista de que no estaba mi hermana, pude empezar a salir con las niñas del pueblo sin que hubiera impedimentos, eso sí, había que mantener el secreto. Nunca he sabido porqué se le tenía tanto miedo a Alex. Quizás su carácter muy dominante, no sé.

En cuanto podía, en cualquier sitio, sobre todo en el coche de mi padre, me cepillaba a toda chavala dispuesta a pasar un buen rato sin compromisos posteriores. Hubo alguna que intentó algo más, tener alguna relación más seria, sin embargo, nunca estuve por la labor.

Y cuando ya creía todo superado, hasta habían pasado las vacaciones de Semana Santa, apareció el motivo de mis desgracias, el origen de mis males, a pasar un fin de semana en casa. Me escaqueé todo lo que pude, en el súper trabajando, quedando con amigos para comer el sábado, yéndome de juerga al pueblo de al lado por la noche, haciendo deporte por el monte el domingo por la mañana (hecho polvo y resacoso)…

Hasta que, a mediodía, mi madre me llevó de la oreja a comer todos juntos, en plan comida familiar. Y naturalmente, allí estaba, como una mosquita muerta, encantadora, guapísima, dándome dos besos en las mejillas con toda la amabilidad (o cinismo) del mundo.

Tras una apacible comida y sobremesa (que conste que yo los tenía de corbata), mientras mis padres bombardeaban a mi hermana a preguntas de todo tipo,  aproveché para hacer mutis por el foro. Vana ilusión, Alex se apuntó a salir conmigo aduciendo el tiempo que hacía que no me veía. Encima, tuvo la desfachatez de soltar a mis viejos, ante su asombro, que, si no estaba yo con ella, era como si le faltara una mitad (hay que tener morro).

No tuve más remedio que irme a la calle acompañado de mi hermana, pero, en cuanto pisamos la acera, le dije que se fuera a paseo.

-Alex, espera, quiero hablar contigo. – Me sujetó cuando ya me daba media vuelta.

-Yo no tengo nada de qué hablar – le contesté –Por ti, por tu jodida apuesta, por todas tus pajas mentales me tuve que ir. He tenido que dejar los estudios y ponerme a trabajar en el súper, si te crees que era eso lo que quería…

-Pues lo tenías muy fácil, sólo tenías que haberme pedido que me acostara contigo. – Curiosamente, me lo dijo en tono amable, no con la mala leche que solía. Me dejó tan pasmado que me ablandé un poquito con ella.

-¿Cómo pretendías que te dijera eso? No te entiendo Alex, no me iba a acostar contigo, creo que quedó bien claro.

-Sí, ahora lo tengo claro, no esperaba que te me escaparas, eso tiene su puntillo ¿no crees?

-No, no creo. Creo que se te fue la pinza. ¿Desde cuándo estamos peleados? ¿Desde los 14? Pues ya han pasado unos añitos, años en lo que no has hecho otra cosa que putearme. Y todo por el puto nombre. – Le solté, ya cansado de todo esto.

-¿Por el nombre? Decididamente, eres tonto. Te creía más listo.

¿Más listo? ¿Más listo en qué? Empecé a flipar. Llevaba cinco años peleado con mi hermana, encima melliza, por un tema que, ahora, resultaba no ser tal. Estrujándome la neurona, empecé a vislumbrar, de forma un tanto remota, otro motivo por el que Alex había estado tratándome así.

Veamos, si quitábamos el dichoso nombrecito, quedaba el puteo. ¿Qué es lo que realmente me hacía? Sobre todo, apartarme del sexo femenino. Si me veía con alguna chica o alguien del sexo opuesto se acercaba a mí, era cuando verdaderamente había problemas.

¿Por qué? He ahí el “quid” de la cuestión. Las implicaciones podían ser varias y ninguna buena. La que más fuerza cobraba era… Era… Era…

¡No! ¡Imposible! ¿Cómo me iba a querer mi hermana para ella? Era mi hermana, mi melliza, mi media naranja.

¡Ostias! Hasta yo me di cuenta cuando lo pensé ¿Media naranja? Que no, que no, que no. Había sido una forma de pensar…

Alex me miraba divertida, debía de ver todas las deducciones en los cambios de cara. Me debía de tener más calado…

Bueno, bien, no divaguemos. Pongámonos en el peor de los casos. Mi hermana me quiere para ella, bien ¿Y yo? ¿La quiero para mí? Y todo esto en el supuesto caso de que hubiera deducido bien, porque…

-Alex, quiero acostarme contigo y tener un hijo tuyo.

Ni la oí. Seguí a lo mío, a intentar descifrar los motivos de…

-¿Qué? ¿Qué has dicho? ¿Qué vas a tener un hijo? – Le pregunté con espanto. No sé porqué, en ese momento me entró una especie de acojone acojonante (valga la redundancia) Mi Alex iba a tener un hijo. ¿De otro?

¡Joder! ¡Vaya chorradas estaba pensando! ¡Esta tía me iba a volver loco! ¡Si hasta mis primas decían que se había cepillado a media facultad! ¡Normal que se quedara preñada!

¿Pero, por qué me jodía tanto?

Me seguía sonriendo, Dios ¡qué sonrisa! Si algo tenía que reconocer es que nunca había visto una tía tan buena como mi hermana… Claro, que el hermano de Claudia Schiffer pensará lo mismo…

Por primera vez en años, me acarició la cara, con ternura, con cariño… Me quedé embobado mirándola, echando humo por la cabeza de tanto comerme el tarro.

-No Alex, no he dicho que vaya a tener un hijo. He dicho que quiero tener uno contigo.

Y me lo suelta así, sin más, sin anestesia. Encima, me lo dice con cariño.

Ya no podía más, Alex me quería volver loco. “Dios, ayuda a este pobre mortal ante las maquinaciones de esta mujer”.

Me apoyé de espaldas contra la pared del edificio, exhausto. Si hubiera corrido una Maratón no estaría tan hecho polvo, mis pobres neuronas no daban más de sí. Mi hermana había hecho de mí lo que había querido y lo iba a seguir haciendo. Y lo que es peor, me estaba haciendo ver que no podría vivir sin ella.

Era verdad, era mi media naranja, pero ni mi educación ni mi moral lo iban a poder aceptar nunca. ¡Me cago en mi puta calavera! ¡La única mujer con la que podría ser feliz era mi hermana! ¿Y tantos años de puteo para acabar así?

-¿Me has oído? –Me dijo con más cariño aún.

Que si la he oído. Pues… No sé, oído quizás, entendido ni ostias. Si iba a resultar que la gran cabrona era una bendita, que toda su actuación (de años, no lo olvidemos) era por puro y simple cariño…

Me estaba empezando a subir una cosa rara por el cuerpo… Si esto seguía así, la violaba ahí mismo, a veinte pasos del portal de mi casa, a media tarde y en domingo. Seguro que saldría hasta en el Carrusel Deportivo. “Conexión desde San Mamés donde el Athletic gana uno a cero al Real Madrid Y CONEXIÓN DE ÚLTIMA HORA DESDE EL PUEBLO DONDE ALEX ACABA DE VIOLAR A ALEX ENTRE LOS VÍTORES DEL PÚBLICO, ALA PUERTA DESU CASA”

Dicho así ¿Qué Alex era el violador(a)? Porque en ese momento me sentía el más utilizado de los mortales (Que no se ofendan las mujeres que no va contra ellas).

¿Por qué me estaba costando tanto reconocerlo?

¿Reconocer qué?

Pues que la quieres, imbécil. Si ya te lo ha dicho ella, pareces tonto.

Claro, es mi hermana. En el fondo le tengo mucho cariño.

No me refiero a ese cariño, idiota.

¿Ah, no?

No, al otro.

¿Pero… Tan claro es?

Mira, creo que hasta tus primas lo saben.

Y una polla. Yo me fui de allí. Además me acosté con Lucía, no creo haber dado mucho motivo para que piensen eso.

Eres tío y no te enteras. “Cuando tu vas, yo vuelvo” decía la canción. No es ninguna chorrada.

¡Pero es mi hermana!

¿Y qué? ¿La quieres?

¡Sí, mierda, sí, ya lo sabes!

¿Ves? No ha sido tan difícil.

Aunque esta especie de conversación entre mí y mis circunstancias me había tenido como ido, mi hermana parecía haberla escuchado mejor que yo. Otra caricia en la cara, muy cariñosa, un pequeño beso en los labios, fugaz, ligero, apenas el aleteo de un pájaro… Nadie de la calle hubiera pensado mal, incluso habrían sonreído… “Alex y Alex haciendo las paces” Comidilla del pueblo para los próximos meses.

-No me has contestado – Me dijo –Aunque creo que sé lo que vas a decir.

Hubo un pequeño conato de motín. ¡NO QUIERO QUERERTE! Directamente sofocado por unos ojos verde mar, una sonrisa llena de perlas, una mano en mi rostro y otra mano que me llevaba camino de la perdición.

Ese camino, perdido entre robles y castaños, es muy poco frecuentado, hemos dejado el coche aparcado en un mirador mientras nosotros nos adentramos en el bosque con una tienda iglú, dos sacos de dormir y una linterna. Todavía hace frío por las tardes y anochece temprano. Mientras monto rápidamente la tienda, sólo hay que soltar las varillas, clavo las piquetas y Alex ya está dentro uniendo los sacos.

Cuando entro yo, ya se ha desnudado y metido entre ellos, todavía no me creo que esté aquí, con ella, con ella desnuda, con mi hermana. Me mira con cara de arrobo, esas caras que desarman a un ejército, que me desarma a mí.

Me tiemblan las manos cuando me quito la sudadera y las zapatillas. Los vaqueros se me enredan por lo reducido del espacio, ella me ayuda tirando por los pies. Al hacerlo se ha incorporado y, por primera vez, se las he visto con detenimiento. Las otras veces eran visiones de refilón, provocaciones suyas donde yo apartaba la vista…

Ahora no, me recreo en su redondez, en sus pezoncillos tiesos ¿por el frio? Apuntando hacia arriba. Su cara es hermosa. No debería decirlo, suena cursi en un chico de mi edad, pero es hermosa.

He tardado siglos en quitarme toda la ropa, en meterme con ella entre los sacos, en sentir su calor… En sentir sus besos, sus caricias su ofrecimiento completo. ¿Por qué a mí? ¿No había otros mejores? Más altos, más guapos, más simpáticos… Ahora lo veo, para ella no, no los hay.

Me gustaría contar cómo es su piel, suave, con esa pelusilla de melocotón, la recorro entera con mis manos, con mis labios… Me recreo la vista con su belleza mientras la luz vespertina va menguando. Me acaricia y me besa, es pura dulzura, jamás lo hubiera esperado de ella.

Amaso sus pechos con la mano llena, los pezones con los dedos, repaso las areolas con los pulgares antes de llevar mis labios a tan espléndido manjar. No tengo prisa, ella recibe las caricias con gratitud.

En un rato, no sé si mucho o poco, estoy yendo hacia abajo, hacia su prenda mejor guardada, su más íntimo tesoro. Tanteo con la boca, la lengua recorre la parte interna de los muslos, la piel de las ingles se le pone de gallina. Suspira de satisfacción cuando beso sus labios, cuando mi lengua huella su vagina, cuando mis labios apresan su botón de placer…

Alex disfruta, sabe disfrutar. Se deja acariciar, se deja besar… Introduzco un dedo en su vagina llena de humedades. Con cuidado, en rítmicos vaivenes, llego hasta el fondo, con delicadeza, con amor.

Froto en círculos, froto su parte superior… Tiene el clítoris totalmente infamado, gime más fuerte, más sincopado…

-ALEX, ALEX, MI AMOR, AAHHH, AAAHHH, AHHHH, ahhh, ahhh

Su sabor acre, almizclado, me vuelve loco, estaría toda una vida así, entre sus piernas, dándola placer.

Ella misma me incorpora, me tumba boca arriba y va directa a mi mástil, sin dudas, sin titubeos. Lo besa, lo lame, lo engulle… Y yo me vacío en su boca sin poderlo remediar. Apenas veo que me mira, pero me doy cuenta de que no se aparta, de que traga, incluso succiona cuando acabo. No recuerdo haberme corrido tanto hace mucho tiempo, si es que alguna vez lo llegué a hacer.

Ya estamos más calmados, nuestros besos saben distintos, mejores, saben a nosotros, a nuestro amor… No hay palabras, sólo caricias y besos… Y urgencia, urgencia de nosotros, de nuestros cuerpos…

Está encima de mí; no sé cómo lo ha conseguido, pero mi miembro está más que dispuesto para el siguiente asalto. Ella me besa, se roza contra mi pene acunándolo entre sus labios, vaginales, claro… Al estar en su entrada, siento su calor y mi deseo, se introduce poco a poco, a pesar de su humedad cuesta, está apretado y me tira un poco…

Son pequeños y cortos mete saca, cada vez un poco más profundo… Con más esfuerzo del previsto, con caras raras de Alex, estoy entero dentro, estamos fundidos y nos quedamos quietos.

Se me escapan lágrimas, lloro de felicidad, incrédulo beso las suyas, saladas. También está llorando. Todo lo pasado merece la pena, este momento es único, jamás pensé en vivir algo parecido…

La temperatura dentro de la tienda ha subido mucho, apartamos el saco de dormir. Ella se mueve despacio, de delante a atrás sin apenas salirse. Está abrazada a mí, me besa y se retira, me vuelve a besar… Se mueve cada vez más rápido, jadea, subo de golpe las caderas para que me sienta más… Da un gritito, repito y vuelve a gritar…

Me sincronizo con sus vaivenes, siento su pelvis contra la mía, noto cómo aprieta cada vez más, cómo mis acometidas parecen volverla loca…

Se ha acelerado como si le fuera la vida en ello, quizás sea así; el frotamiento de su clítoris contra mí es continuo… Yo me abrazo más fuerte presintiendo mi propio orgasmo… Quiero coincidir con ella, ella quiere coincidir conmigo…

Nos corremos gimiendo los dos, siento un placer enorme que, con otra, sé que no hubiera sentido. Me está clavando las uñas en los hombros, me está mordiendo los labios y yo sigo soltando mi simiente en su interior.

Me he quedado quieto resoplando como un caballo, Alex sigue encima de mí, moviendo las caderas muy despacito, sintiendo los últimos coletazos de placer. Levanta la cabeza y veo su sonrisa en la casi oscuridad de la tienda. Me vuelve a besar con una ternura inmensa a la que intento corresponder.

Se baja y tumba a mi lado, nos tapamos con el saco apartado hace un rato, se nota que por la noche refresca.

Permanecemos abrazados mucho rato, en silencio, sintiéndonos juntos. Una calma tremenda se ha apoderado de mí, una liberación, he soltado un lastre que ha ido engordando durante años.

Se hace tarde, debemos irnos, si no, se preocuparán.  Nos limpiamos con toallitas húmedas que tiene ella a la luz de la linterna que he traído yo. Veo rastros encarnados en mi virilidad, entre el vello del pubis; asombrado miro la toallita de ella y está más roja aún. Sé lo que supone, vuelvo a llorar como un niño, la abrazo muy fuerte.

-Gracias Alex.

-Solo podía ser para ti.

Recojo rápidamente la tienda y mi hermana los sacos, andamos a oscuras por el monte pero conozco bien el camino. En media hora hemos llegado al mirador donde sigue aparcado el coche, vamos rápidamente a casa.

Llegamos justo a cenar, Alex está radiante y se le nota. Yo debo de tener una cara de bobo impresionante porque hasta mi madre me pregunta si me pasa algo. ¡Si yo le contara! Nuestros viejos se dan cuenta de que ambos hemos cambiado,

-¿No me digáis que habéis hecho las paces? – Pregunta mi padre con cierta guasa.

-Sí, papá. Al final sólo era una tontería. Ya lo hemos arreglado ¿Verdad, Alex? – Contesta muy sonriente mi hermana.

Mi madre levanta las cejas en claro gesto de asombro.

-Pues para ser una tontería, os ha durado – Comenta.

-Ah, por cierto, que Alex se viene conmigo a Madrid. Ya le he convencido para que vuelva a estudiar.- Deja caer Alejandra.

Ahora enarco yo las cejas, ni me lo había planteado pero, si lo ha dicho ella, así se hará. Faltaría más.

La sonrisa de mi hermana no se le ha caído de la cara en toda la cena, ni en toda la noche que hemos pasado despiertos, charlando en el salón, ni en el tren de camino a Madrid.

No sé qué les ha contado a Lucía y Ana, nuestras primas, pero nos hemos instalado juntos en la habitación grande. Si no lo saben, lo suponen, ya lo veían venir. Me miran con cara sonriente como diciéndome “no tenías escapatoria”

Y en efecto, no la tenía. Alex lo tuvo siempre claro. Me comenta que, al crecer y empezar a gustarme otras chicas, no lo pudo soportar. Era de su propiedad, suyo y de nadie más. Ya entonces entendió que nunca me compartiría, sólo ha sido cuestión de tiempo (y de unos huevos más grandes que los míos) el que yo me diera cuenta.

Nos quedan años de universidad, de vivir juntos, de amarnos tanto como podamos… Ella me sonríe, sé lo que piensa, esto no se acaba con la universidad.

Y yo prometeré amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo, todos los días de mi vida.