Por un puñado de cremas - 2

Sabía que sus pequeños hurtos eran una droga accesible, a la que se había enganchado con ingenuidad, pensando que era algo inocuo, y podría dejar de hacerlo cuando quisiera. Pero ahora luchaba contra algo más intenso y más peligroso.

Habían pasado dos días desde el incidente y no se lo quitaba de la cabeza. Su mente lo rememoraba a cada momento. Conocía aquella sensación, porque era la misma que sentía cuando hurtaba tonterías en cualquier tienda. Pero la diferencia estaba en la intensidad. Su sexo se humedecía con cada retazo de lo vivido.

Y lo peor no era eso, si no que la noche anterior al hacerle su marido el amor, totalmente húmeda y excitada tuvo que fingir el orgasmo porque no llegó en ningún momento al clímax. La dulzura y el mimo con el que la trato no la colmaron, no como aquellas pollas que la asaltaron con chantaje, que la usaron como una mujerzuela.

Y sabía que sus pequeños hurtos eran una droga accesible, a la que se había enganchado con ingenuidad, pensando que era algo inocuo, y podría dejar de hacerlo cuando quisiera. Pero ahora luchaba contra algo más intenso y más peligroso, en su mente empezaba a sentir la necesidad, el deseo.

Y ese era el problema, la excitación de los pequeños robos le duraba mucho, y cada dos o tres semanas sentía ese nudo en el estómago que la obligaba a volverlo a hacer, y ahora sentía esa misma sensación.

Y entonces le vino a la memoria aquel suceso que su hermana le contó hacía ya algún tiempo. Como en una de sus visitas como asistente social, la violentaron y tuvo que salir de allí rápidamente, porque según ella podía haber pasado cualquier cosa.

Ella trabajaba en el ayuntamiento como su hermana aunque en otra área, así que no tardó en agenciarse expedientes de los que utilizaban en servicios sociales y ojearlos. Había muchos en fase de asignación, la mayoría casos de los que nadie se quería hacer cargo por el tipo de situación, ya que la mayoría eran trabajadoras que se negaban a entrar en determinados entornos.

Pensó que aquello podía ayudarla a calmar sus deseos, y efectivamente así fue durante unos días. Leía los informes, y luego se imaginaba en ese entorno, con aquellos personajes, y acabó masturbándose de forma desesperada para calmar su calentura. Pero aquello solo la calmó momentáneamente.

Ella no era así, pero necesitaba saber si aquello la calmaba, pensó mientras tocaba a la puerta de aquella vivienda, en un barrio desfavorecido de la ciudad.

Edgar escuchó el timbre, era insistente, no iba a abrir pero a la tercera se levantó de la mesa donde veía la televisión, mientras apuraba la tercera cerveza de la tarde.

•    Quien cojones es - dijo con un fuerte vozarrón sin abrir la puerta

•    Servicios sociales - oyó a través de la desvencijada puerta. Una voz femenina algo temerosa y débil

Edgar entreabrió la puerta, y vio a su interlocutora sola, un pedazo de zorra buenísima y sola, no como la última vez que le molestaron esos cerdos del ayuntamiento, viniendo con la policía.

•    Que mierda se le ha perdido por aquí - dijo con tono agresivo abriendo la puerta

Isabel contemplaba con temor a aquel hombre de mediana edad. Según la ficha debía ser Edgard, de 42 años, aunque con su aspecto totalmente descuidado aparentaba muchos más.   Un vaquero viejo y una camiseta blanca sucia no eran una buena carta de presentación.

•    ¿Vengo por las denuncias de Kevin Pérez - dijo Isabel señalando la carpeta - es usted su padre? - Dijo evitando su mirada

•    Me las vas a enseñar - respondió Edgard

•    Si claro

•    Pasa ya, venga.

Edgar vio como aquella perra entraba con algo de miedo. Que buena estaba la cabrona, y encima venía con faldita, no como las perras que venían siempre, con vaqueros, y tapadas. Eso sí, la muy zorrona no enseñaba nada pero las tetas, eran claramente adivinables bajo la camisa a cuadros bien abotonada casi hasta el cuello, y su falda que llegaba hasta su rodillas bamboleaba con gracias, dejando entrever un precioso culo bajo la tela.

Isabel avanzó encontrándose en un sucio comedor. Notaba la mirada lasciva de Edgard, y su cuerpo ya andaba a mil, y además notaba como su entrepierna se mojaba sin remedio.

•    Siéntate - dijo Edgard dirigiéndose al sillón con la mano plantada en su culo con descaro

•    Voy, voy - dijo Isabel azorada, sentándose rápidamente en el maltrecho sillón

Edgar se sentó pegado a ella. Notaba el olor de alcohol de su aliento, y su de su más que evidente falta de higiene.

•    ¿Entonces me las va a enseñar?

•    Si claro - dijo Isabel empezando a abrir la carpeta que llevaba

•    No, me refería a sus tetas, zorra

Isabel quedó bloqueada, le había llamado zorra, quería ver sus tetas, y ella estaba tremendamente excitada. Ni siquiera cuando la mano de él apartó la carpeta y comenzó a desabrochar su camisa. No exhibió ningún ademán de resistencia, ni siquiera cuando de un tirón, los botones que se escondían bajo su falda salieron fuera y fueron desabrochados también.

•    Joder que tetas tienes - dijo Edgard, que de un estirón hizo saltar el cierre frontal que mantenía unidas las dos copas.

Edgar se abalanzó a comerle las tetas, lo que provocó los primeros gemidos de Isabel al sentir como le comía los pezones.

Después de aquello todo se aceleró, una mano se internó entre los muslos de Isabel que pese a mantenerlos cerrados no impidieron que  contactara con su bragas que con varios desaforados tirones cedieron sin remedio. Y no tardó en sentir el cuerpo de aquel hombre sobre el suyo forcejeando con la apertura del pantalón.

Unos tímidos no precedieron al momento en que sintió como era penetrada con tremenda fuerza.

•    Menuda zorra, estás empapada, te he enterrado mi polla de un golpe - dijo Edgard mientras embestía sin piedad

Isabel oía el chapoteo, y sus gritos eran ahogados por la boca de Edgard, que la besaba metiéndole la lengua de forma asquerosa. Mientras la follaba se quitó la camiseta sin dejar de moverse en su interior y notaba su cuerpo sudado sobre el suyo. Y se corrió, su cuerpo explotó sin medida. Noto como su sexo se derretía sobre aquella polla que la machacaba una y otra vez.

Edgar se salió de ella y la agarró del brazo, levantándola del sillón, y dirigiéndola a una habitación. Antes de caer sobre aquella cama deshecha y maloliente su camisa y su falda quedaron por el camino.

En cuanto a Edgard, contemplando el cuerpo desnudo de aquella mujer, se deshizo de lo que le quedaba de ropa. Con parsimonia se puso entre las piernas de Isabel y se la clavo esta vez con lentitud. Isabel gimió de placer, esta vez sin impedimento.

•    ¿Te gusta mi polla?, Te voy a reventar cabrona - dijo mientras se movía con una cadencia suave

Isabel se corría de gusto con cada vaivén gimiendo sonoramente, pero cuando Edgard comenzó a envestirla cada vez más fuerte, su garganta paso a gritar. No supo decir cuánto duró aquello, pero cuando Edgard rugió supo que su interior había comenzado a ser regado con profusión.

Edgar sintió que se iba sin remedio, y el primer chorro intenso, coincidió con el estallido de su clímax. Hasta 4 descargas más dejó en el fondo de aquel cálido coño antes de desfallecer sobre su inesperada visita.

Cuando Isabel reacciono, estaba como una nube, pero esa nube no le ocultaba el olor a sexo que emanaba la habitación, y mucho menos el tremendo empastre que habitaba en su entrepierna.

Intentó moverse, salir de aquella locura, pero Edgard no tenía esos planes.

•    De eso nada zorrita, tú no te vas, venga, hazme una buena mamada.

Isabel no fue consciente de los manejos de su cuerpo por parte de Edgard, hasta que la polla de este apareció a centímetros de su cara. Manchada de grumos y flujo la introdujo en su boca oyendo a Edgard.

•    Así puta, cómetela, joder, si el coño lo tenías caliente, la boca la tienes ardiendo joder - dijo mientras la forzaba a tragar su polla cada vez más adentro mientras iba recobrando su dureza.

Kevin se despertó con los gritos y aun llegó a ver como su padre machacaba a aquella putilla hasta rellenarla. Y desde la puerta no tardó en ver como la amorraba a su polla y mostraba el esplendor de su culo. Su padre lo vio y con un azote en la nalga de la mujer que respondió con un gemido le hizo señas de que se acercara.

Isabel, enfrascada en su nueva tarea, cuando quiso darse cuenta había sido empalada por Kevin.

•    Sigue putita - dijo Edgard forzándola a seguir, mientras su hijo la follaba

•    Joder papa, de donde has sacado a esta puta

•    Es la de servicios sociales, una cerda viciosa

•    No jodas - dijo Kevin escuchando como sus inesperadas embestidas no sólo no eran rechazadas si no que eran acompañadas por ahogados gemidos - hasta que no te has tirado a una de estas no has parado

•    Ya ves, y esta esta de puta madre

Isabel oía la conversación pero abstraída de nuevo por el placer. No era casualidad que hubiera elegido aquella casa. Aún recordaba la cara de pánico de su hermana relatándole como Edgard la sobo con descaro, arrinconándola contra una pared, y como solo en un pequeño descuido, pudo zafarse y salir de aquella casa. No lo denunció por vergüenza, y solo marcó como peligrosa aquella casa. Y ella nunca volvió allí. Pero nunca olvido aquellas manos sobre sus pechos, amasándolos con deseo y aquella polla dura pegada a su culo.

Las embestidas de Kevin eran cortas y rápidas, y no tardó en oír como gruñía mientras se vaciaba con total tranquilidad.

•    Joder, toma puta, una buena lechada - dijo gritando - que ganas de soltar lefa tenía

•    Sí que has tardado poco

•    Que la puri me tiene a dos velas

•    Menuda capulla

•    Ya ves

•    Joder, joder - exclamó Edgard mientras su polla, comenzaba a escupir semen en la garganta de Isabel que tragaba con dedicación - toma biberón cerda

•    Ostia que cabrón, pues a mí no se me baja la calentura, creo que le voy a dar por culo

Isabel vio como Edgard desaparecía, y como la polla de Kevin, que acababa de vaciarse en su coño, sin perder su dureza, se encaminaba sin remedio a perforar su culo. No tardó en sentir como era sodomizada sin ningún tipo de delicadeza mientras Kevin se aferraba a sus tetas.

•    Joder que buena estás cabrona, ahora ya puedes decir que un niñato de 15 años te ha dado por culo hija de puta

Los gemidos de placer de Isabel no hacían más que jalear las embestidas de Kevin que aparte de empotrarla con dureza la nalgueaba con saña. Y cuanto más la maltrataba, su placer se tornaba incontenible. La reciente corrida hizo que el machaqueo se alargara más de 15 minutos hasta que con la polla totalmente encajada en un interior sintió como el calor del semen la derrotaba de nuevo.

•    Sí - exclamó en un grito Kevin corriéndose de nuevo dentro de Isabel con tremendo placer.

La puta de su novia no le dejaba darle por culo, así que cuando tenía la oportunidad se desquitaba con rabia. Cuando terminó la dejó tirada como un trapo y se largó sin más.

Isabel andaba exhausta cuando llegó Edgard y la levantó con prisas.

•    Venga perra - lávate si quieres y largo

Se levantó como pudo y arrastrándose se metió en un asqueroso cuarto de baño. Intentó limpiarse pero se su interior no dejaba de salir semen, así que opto por una incómoda limpieza en la ducha, con agua fría que con un poco de paciencia la hizo sentirse más cómoda, aunque con un terrible pago, con tanto frotamiento acabó corriéndose con los dedos metidos en su coño lo que la avergonzó terriblemente.

Cuando al fin salió, encontró la ropa tirada y arrugada en el suelo, la cual se puso sin sujetador ya que no lo veía por ningún lado. Salió al comedor, y cogiendo su bolso y la carpeta desapareció de aquella casa con rapidez, avergonzada y excitada por lo que acababa de vivir.

Cuando llegó a casa dos horas después de que Edgard le contestara a través de la puerta. Se encerró en el baño y en la ducha se follo con los dedos con desesperación, y como hacía un rato se corrió brutalmente entre sollozos.

Edgar andaba en su casa, con la novia del gilipollas de su hijo comiéndole la polla con ganas. Y aun pensando en la zorra que se había follado esa tarde. Sus apellidos eran los mismos que aquella asistenta social que salió corriendo cuando intentó follársela. Igual se lo preguntaba alguna vez, tenía sus datos. Y pensando eso la novia de su hijo tragó un espeso chorro de leche que aún le quedaba.