Por un puñado de cremas - 1

Isabel era una mujer normal, en su vida no había nada excepcional. Casada, dos hijas, buena relación con la familia, buenos amigos. Cualquiera que la conociera diría que era una mujer hogareña y servicial, siempre dispuesta a ayudar a quien lo necesitara.

Isabel era una mujer normal, en su vida no había nada excepcional. Casada, dos hijas, buena relación con la familia, buenos amigos. Cualquiera que la conociera diría que era una mujer hogareña y servicial, siempre dispuesta a ayudar a quien lo necesitara.

A sus 45 años lucía un cuerpo muy deseable que ella siempre ocultaba discretamente. No era mujer de escotes ni faldas cortas, y aunque no vestía de forma monacal, siempre intentaba que no destacara ninguno de los atributos que los hombres más deseaban, o las mujeres, que nunca se sabía.

Así que aquella mañana, andaba por el hipermercado donde solía acudir para sus compras con aquella falda de punto por las rodillas y una camisa blanca debidamente abrochada, junto con un pequeño fular que descansaba convenientemente sobre sus generosos pechos ocultándolos de las miradas más lascivas.

Aquel día no compró nada, y cuando ya salía por la puerta un guardia de seguridad la interceptó a un par de metros de la puerta de salida.

  • ¿por favor señora, puede acompañarme? - Le dijo cerrándole el paso e indicando la dirección opuesta a la que ella llevaba
  • ¿qué pasa? - Dijo con cara de incredulidad Isabel
  • Por favor señora, evitemos un escándalo aquí, acompáñeme - dijo mientras otro guardia se unía a ellos haciendo la situación muy incómoda para ella.

Luis se hallaba sentado en la garita de seguridad. Unas 40 cámaras cubrían tanto el interior como el exterior. Era un trabajo aburrido, y normalmente las horas pasaban lentas y tediosas, y más entre semana, cuando la afluencia era prácticamente nula. Esos días le gustaba recrearse en su mayor afición, observar a mujeres.

Ese verano además habían instalado unas cuántas cámaras que se podían dirigir de forma manual y utilizar su zoom para centrar más las imágenes, además de realizar fotos. Los fines de semana no podía, ya que en la sala eran dos, pero de lunes a jueves los turnos eran en solitario, y una de sus rutinas era capturar fotos de mujeres que sin saberlo, eran objeto de los más bajos deseos.

Aquella mañana una adolescente tetona con una camiseta de tirantes bastante corta y una treintañera con un culo de infarto habían sido sus objetivos durante un buen rato, hasta que apareció ella.

Era una mujer madura, pero en cuanto entró en su radar, no pudo dejar de mirarla, aquella falda que se movía con sensualidad en cada paso, aquella camisa que crecía de tamaño a la altura de sus pechos, los cuales, pese a sus intentos de pillarlos quedaban ocultos bajo un pañuelo que los tapaba sin remedio.

Tenía la polla bajo el pantalón a reventar, y a punto estuvo de sacarla y hacerse una buena paja, como otras muchas otras veces hacía, en la seguridad de aquel zulo. Pero entonces vio algo que lo desvió de su objetivo, en uno de los paseos por la zona de cuidado personal, se percató de que uno de los botes que examinaba, en vez de volver a la estantería, acabó en el bolso. El tremendo zoom que había elegido le dio una toma perfecta de aquel descuido.

En una situación normal, hubiera utilizado el walkie para avisar a los compañeros de la puerta para avisar de la situación, pero algo más perverso se le vino a la cabeza. Así que cogió el móvil, y llamó a Rafa, uno de los guardias de seguridad, al que además había enchufado con uno de sus amigos, Toni. Un par de jóvenes, adictos del gimnasio y sin muchas luces, que conocía de sus largas estancias en el bar donde mataba las horas con alcohol y risas.

R

afa y Toni fueron hacia la puerta, les había avisado Luis que había una oportunidad, que era como llamaba a una ladrona a la que se podía manosear, y a ellos eso les ponía mucho. Tenían a Luis al otro lado del teléfono dándoles información de lo que hacía y no paraba de decirles lo buena que estaba. Así que cuando vieron aparecer a la mujer no pudieron más que excitarse imaginando lo que podía pasar en un momento. Pero lo primero era ser profesional e intentar no armar mucho jaleo. No utilizar los walkies dejaba fuera al servicio de seguridad del híper, así que interceptaron con discreción a la mujer, y después de cuatro frases les acompañó en silencio.

Isabel siguió en silencio al primer guardia que la había abordado, mientras el segundo la seguía por detrás, y bajando unas escaleras, llegaron a una especie de despacho con una mesa. Era una habitación con paredes de hormigón, nada acogedora con una mesa pequeña y un par de sillas. Al fondo se veía una puerta y un par de tubos de luz iluminaban la estancia. Cuando entraron, oyó cómo se cerraba la puerta que acababa de franquear.

  • Siéntese - le dijo Rafa con autoridad
  • Pero esto es un error, por favor - dijo con voz quebrada ella
  • Ahora vendrá el responsable, no se preocupe

Isabel, ante la mirada fría de aquellos hombres estaba aterrorizada, pero se sentó como le habían indicado. No tardó en oír abrirse la puerta y apareció un hombre de mediana edad con cara amable y sonriente, lo cual la tranquilizó, no era como los guardias, llenos de músculos y con la cabeza rapada, sino que le transmitía más cercanía.

  • Buenos días - dijo el hombre sentándose - me llamo Luis, y soy el responsable de día de seguridad. Nuestras cámaras han captado un incidente y por eso está aquí.
  • Yo no he hecho nada - dijo Isabel mirando nerviosa a Luis
  • Mire señora, yo no puedo quitarle el bolso, solo pedirle que me lo entregue para ver su contenido, pero si no quiere, llamaremos a la policía y entonces esto ya no tendrá fácil solución
  • Pero yo - balbuceo Isabel
  • Bien, como quiera - dijo Luis mientras cogía el móvil y marcaba - llamaré a la policía
  • Espere - dijo Isabel con la cara enrojecida y a punto de romper a llorar.

Isabel subió el bolso a la mesa y se lo dio a Luis que se puso de pie y lo abrió. Ante los ojos llorosos de Isabel comenzaron a aparecer varios productos, cremas y colonias que quedaron encima de la mesa.

  • La sustracción de estos cinco productos ha sido grabada por las cámaras
  • Perdón, perdón, no me di cuenta, lo siento, lo pagaré
  • Eso por supuesto, pero antes tenemos que cerciorarnos que no lleva nada más
  • No llevo nada de verdad - dijo Isabel desolada
  • Créame, eso lo he oído muchas veces, la lástima es que hoy no hay personal femenino, así que tendrá que desnudarse con nosotros
  • ¿como?
  • Lo que oye  - dijo Luis apoyándose en el respaldo
  • No, eso no
  • Bien, volvemos entonces a la policía
  • No por favor, debe haber otra forma
  • Si, la hay, comience desabrochando la blusa

Isabel se lo pensó unos segundos, pero con lentitud se quitó el fular, y comenzó a desabrocharse la camisa

  • Póngase de pie por favor - le inquirió Luis

Isabel lo hizo casi al mismo tiempo que Rafa apartaba la silla. Terminó de desabotonar la camisa, pero sus manos quedaron sobre sus pechos sin dejar que se abriera por completo.

  • Mire señora, vamos a cachearla si o si, o lo hacemos nosotros o la policía se encargará de todo, así que no me haga perder el tiempo. Las manos en la nuca y separe las piernas.

La amabilidad que había visto en Luis, desapareció y su tono fue áspero y firme. Separo un poco las piernas y  coloco sus manos detrás de la nuca.

  • Sujetarle las manos que esta señora aún no ha entendido dónde está.

Rafa cogió las muñecas de Isabel con fuerza, mientras Luis se levantaba y se sentaba en el borde de la mesa justo frente a la expuesta Isabel que ahora sí, no tenía escapatoria.

  • Bien señora, antes de seguir, donde tiene escondido lo demás
  • No tengo nada, de verdad - dijo llorando
  • Bueno, lo comprobaremos

Luis veía como el pecho de Isabel estaba desbocado por el nerviosismo, pero aun así la camisa abierta solo dejaba a la vista el centro de un bonito sujetador blanco y un poco de sus pechos. Con lentitud separó los dos lados dejando totalmente a la vista su delantera.

Isabel vio como las manos de Luis no tardaron en palpar la parte externa de sus copas, presionandolas cada vez más firmemente. Su reacción fue cerrar los ojos, no quería ver cómo aquel hombre le tocaba los pechos.

  • Parece que no lleva nada - dijo un totalmente excitado Luis
  • Jefe, revise las copas, estas zorras tienen escondites en todos los sitios

Isabel intentó protestar pero en nada unas tijeras aparecieron ante sus ojos y con tres hábiles chasquidos sus pechos quedaron a merced de la gravedad. Veía con horror como Luis revisaba su prenda interior con detenimiento, sin prestar atención a su desnudez, lo que, pese a la situación, la tranquilizó un poco.

  • Pues no tiene nada
  • Ya se lo dije, ¿me puedo ir? - Suplico Isabel
  • Aún queda mucho que revisar - dijo Luis con una media sonrisa
  • No por favor ya basta
  • Bien - dijo Luis dejándola desconcertada - suéltala Rafa

Rafa la soltó y Luis cogió su móvil y empezó a marcar.

  • Policía local?
  • No, por favor - exclamó Isabel mirando a Rafa descompuesta. Este la miró y la hizo callar.
  • Si, perdón, me equivoqué de número, lo siento - dijo con total tranquilidad y cambiando el gesto se dirigió a Isabel con severidad.
  • Ahora mismo vas a quitarte la falda y vamos a terminar de una puñetera vez con esto, y no quiero oír ni una mísera queja, puta ladrona de los cojones, o te aseguro que en diez minutos están aquí los policías y además los videos de ti mangando los cuelgo en internet.

Isabel se quedó muda. Aquello era humillante, pero más lo sería que sus amigos y su familia descubrieran que era una vulgar ladrona. Y ese era su secreto, esas subidas de adrenalina que la llevaban a un estado especial. No necesitaba lo que robaba, y si lo necesitaba lo podía pagar, pero cuando evocaba el momento su corazón se salía del pecho, y normalmente acababa con su sexo mojado de excitación.

Así que no pensó más, su mano bajó la cremallera del lateral de su falda que cayó a sus pies, dejando a la vista sus braguitas con una evidente humedad.

  • Y quitase la camisa que no quiero que se arrugue - dijo Luis, que ante la pasividad de Isabel, él mismo la hizo bajar por sus brazos hasta despojarla de ella.

  • Y ahora apoya el cuerpo boca abajo sobre la mesa que vamos a examinarla.

Se apoyó en la mesa sin rechistar. Quería acabar cuanto más rápido mejor con aquello, se sentía expuesta y más cuando cada uno de los guardias cogió uno de sus brazos y Luis le hizo separar las piernas de forma exagerada.

Luis con parsimonia con sus tijeras rompió un lateral de sus bragas. Y sin más corto el otro dejando a la vista sus intimidades.

  • A ver lo que tenemos por aquí -dijo Luis acariciando con malicia el sexo húmedo y palpitante de su presa.

Ella sintió como acariciaba los labios de su sexo, y no se cortaba al penetrar entre ellos presionando su abultado clítoris. Su cuerpo seguía excitado debido a la situación estresante que vivía y no podía evitar las ráfagas de placer que invadía su cerebro.

Y lo peor estaba por llegar, ya que los dedos que la manoseaban se introdujeron en su vagina, y comenzaron a moverse profundamente en ella.

  • Vaya, vaya, la muy cerda, ladrona y guarra a la vez, está empapada

Los dedos salieron de su interior, y entonces algo la sorprendió de tal forma que no pudo evitar lanzar un gemido que evidenció su estado. Luis se había lanzado a comerle su sexo con total naturalidad y ahora su cuerpo iba por libre, y más aún cuando no solo era su seco el martirizado, sino que sus pechos, aplastados contra la fría mesa, eran otro foco de excitación.

Luis oía como los gemidos de ella eran cada vez más profundos y largos, y noto como su boca se llenaba de fluidos. La muy zorra se había corrido en su boca sin ninguna duda, así que no dudó en levantarse, bajarse los pantalones y una vez liberada su polla empalarla salvajemente.

Isabel ahora grito de la impresión, sintió como su sexo era invadido por un grueso y caliente trozo de carne. Acostumbrada al tacto de los preservativos que usaba su marido, aquello le impactó más. Las embestidas hacían que el placer de su reciente corrida no bajara de intensidad y su cuerpo se debatía en un orgasmo continuo que no la dejaba reaccionar.

Luis estaba tan excitado, que sintió como su polla no podía aguantar más, y con un grito descargo su semen en el interior de Isabel. Cuando se apartó pudo ver como del sexo abierto se escurría un hilillo de semen.

Cuando Isabel fue consciente de que Luis había acabado dentro suyo, y de lo que eso podía suponer, se dio cuenta de dos cosas, de que nadie la sujetaba y casi al instante, de que la polla de Toni la reventaba.

Si la penetración de Luis había sido un calvario de placer, la de Toni directamente la mataba. El ritmo y fuerza del joven era un martirio para su excitado sexo, y la habitación se llenó de claros gemidos de placer. Además este utilizaba sus pechos como asidero quedando totalmente a su merced.

  • Toma puta, toma, menudo coño más caliente tienes, zorra - gritaba Toni

Mientras Luis y Rafa charlaban tranquilamente de aquella situación como si nada.

  • Has visto que peras tiene la cabrona? - Dijo Rafa
  • Y los pitones que tiene, y el coño, joder, está chorreando la cabrona, y mira que hemos traído tías aquí, pero esta es la ostia.
  • Ya ves

Toni sintió que no podía aguantar más y se dejó llevar, gritando como un poseso mientras su polla descargaba un torrente de espesa leche en el interior de Isabel que quedó desmadejada sobre la mesa.

Rafa no tardó en ocupar el lugar de Toni, pero después de clavarle su polla en el coño, decidió que era otro agujero el que deseaba y con su polla embadurnada de los jugos del interior de Isabel. Comenzó a presionar sobre el ano.

Isabel intentó sin éxito evitarlo, pero Rafa no tardó en encajar su polla en su interior. La suerte era que aquel mástil era de un tamaño normal, y, aunque sintió como se rompía por dentro con aquella intromisión, la extrema lubricación ayudó a hacerla más llevadera.

Su marido la había sodomizado un par de veces, y había sido doloroso, pero ahora, con la tremenda excitación que portaba, cada embestida en su interior estaba recibiendo un mar de sensaciones muy distintas.

Ahora no gemía, gritaba como poseída con cada golpe de cadera que recibía, y notaba con total nitidez como aquel trozo de carne  la barrenaba sin compasión.

Rafa estaba disfrutando, acostumbrado a romper culos, le encantaban los estrechos y este le apretaba la polla con ganas.

Rafa también agarró las tetas de Isabel, mientras la culeaba, y con un grito desaforado vació sus pelotas con profusión.

Isabel notó como el calor la invadía, y su cuerpo convulsionó de placer como nunca antes había sentido. Su cuerpo se desmoronó completamente. Aquellos hombres la habían llevado al límite de su aguante.

Un azote en su nalga la sacó de su letargo.

  • Venga putita, vístete y te largas - le dijo lanzándole la ropa con desprecio - y como te vuelva a pillar robando lo pasaras peor.

Isabel se puso la falda y la blusa a toda prisa, y aunque el fular no podía disimular el evidente movimiento de pechos sin sujeción, salió como un rayo. Solo cuando llegó a su coche fue consciente del reguero de semen que inundaba su entrepierna así que se limpió como pudo y ya en su casa se perdió bajo la ducha donde lloró desconsoladamente su desdicha. Aquello no podía volver a pasar.

Si siempre rememoraba los momentos de excitación de sus inocuas sustracciones con gran placer, no podía hacer lo mismo con la situación vivida en aquella habitación. No podía.

Luis andaba en la sala de pantallas con su habitual rutina, una rubia tirando del carrito, aquella morena con falda corta frente al puesto de verduras, la mesa de la sala de retención, ocupada por Isabel, mientras se la follaba desde atrás. Había recortado los videos de Rafa y Toni y se los había enviado, pero él disfrutaba del metraje completo, oyendo por los casos los gemidos de aquella guarra que había caído en sus garras por unas cremas. Sonrió sabiendo que ya era suya, tenía su dirección, su teléfono, su nombre completo, todo extraído de su bolso con discreción, así que, ya vería la mejor forma de utilizar aquello, de momento era una buena mercancía para sus pajas, y en ello estaba.