Por un aprobado en historia. 1

Javi, un chico de 18 años, recibe una proposición de su profesor para subir su nota y conseguir salvar el curso. ¿Accederá?

Me llamo Javi, tengo 18 años y en mi instituto todo el mundo sabe que soy gay. No porque tenga pluma, para nada, sino porque lo he tenido claro desde prácticamente siempre y no he tenido problema en reconocerlo. También ayuda el hecho de que, por suerte, en mi ciudad y concretamente en mi instituto es algo bastante habitual y aceptado. Soy uno más de muchos, vaya. Físicamente soy algo bajito, delgado, dicen que tengo buen cuerpo, con culo algo respingón, moreno, pelo cortito y ojos marrones.

Esta historia comenzó el curso pasado. Debo decir que soy bastante mal estudiante, y las tenía todas conmigo para repetir curso, pero el último trimestre me esforcé a tope y conseguí aprobar justito casi todas las asignaturas que me hacían falta para no repetir. Algunas asignaturas las daba directamente por imposibles, así que si aprobaba historia estaba salvado.

Pero el profesor, Santi, un tío de 32 años que a principio de curso parecía muy enrollado, me puso un 3 en el examen. Yo estaba seguro de que mi examen estaba como mínimo para un 5, así que le pedí revisarlo. Me dijo que me pasase por su despacho al terminar las clases y eso hice. Cuando llegué me senté y empezamos a repasarlo juntos. Como yo imaginaba el examen estaba bastante decente, pero el tío había empezado a quitarme puntos por cosas bastante discutibles. Que si faltas de ortografía, que si “hay que desarrollarlo más”, que si “no es exacto”…

  • No me parece justo - le dije.

  • Pues lo siento, Javi, pero es lo que hay.

  • Joder, Santi - me quejé -, necesito aprobar. Voy a repetir solamente por tu asignatura, y mi padre me mata.

  • Javi, tendrías que haberte esforzado desde el principio de curso.

  • Ya, pero ahora me he esforzado bastante.

  • Lo siento, no es suficiente - sentenció.

  • Necesito aprobar.

Santi se quedó pensativo mirándome. No decía nada, por lo que pensé que quizás se estaba replanteando ponerme un 5 justito y problema resuelto. Sin embargo no era eso lo que pasaba por su cabeza.

  • Bueno, Javi. También hay otras formas de aprobar… no sé si me entiendes.

Yo me quedé extrañado.

  • ¿Puedo hacer algún trabajo o algo?

  • No, no es eso - contestó mientras reía. Se levantó y se sentó en el borde de la mesa, cerca de mí -. Bueno, puedes hacerme un trabajo, pero no de los normales de clase. Más bien como los que le haces a Julián de vez en cuando en los baños.

Yo me quedé muerto. Julián era un chaval de otra clase al que de vez en cuando se la chupaba en los baños.

  • No pongas esa cara, joder - continuó -, que los cotilleos de los pasillos también llegan a los profesores.

  • Estarás de coña, ¿no? – le dije.

  • Bueno, tú mismo. Yo puedo subirte la nota si colaboras, pero si no tu examen es para un 3.

  • Que te jodan.

Me levanté indignado y salí de su despacho. ¿Qué se había creído ese cerdo, que yo era una puta? Estaba enfadado, realmente enfadado. Joder, podía denunciarlo por esa proposición. Aunque claro, iba a ser su palabra contra la mía, y cualquiera que mirase mis notas de exámenes anteriores pensaría que me estaba inventando la historia para aprobar. No, no iba a decir nada, ¿pero qué podía hacer? ¿Aceptarlo, repetir y que mi padre me jodiese por mucho tiempo? Tenía la situación fatal.

Me paré a pensar. Podía solucionar aquello agachándome y comiéndole la polla a ese cerdo. Me asqueaba la idea, pero bien pensado eran unos minutos que me ahorrarían un año entero y una situación larga y chunga en casa. Viéndolo así era mi mejor opción. La única. Empecé a caminar de nuevo hacia el despacho de Santi. Abrí la puerta despacio.

  • ¿Santi?

  • ¿Sí?

  • Perdona lo de antes, pero…

  • Pero te lo has pensado mejor, ¿no?

  • Sí, bueno… sí.

Se acercó a donde yo estaba plantado y me hizo entrar. Luego cerró la puerta y echó la llave.

  • Será solo un momento - me dijo -, y te prometo que te subiré la nota.

  • Entonces venga, vamos a empezar ya - yo quería pasar el trago pronto.

Santi se sentó de nuevo al borde de la mesa de su despacho.

  • Venga, hazlo tú.

Me acerqué, le desabroché el cinturón, el botón del pantalón, le bajé la cremallera y los pantalones. Llevaba unos calzoncillos tipo bóxer, y debajo ya se adivinaba una polla considerable. Se los bajé y confirmé mis sospechas. Debía medirle alrededor de 19 cm, gorda, la tenía bien dura y con el capullo babeando líquido pre seminal. El muy cerdo estaba cachondo a más no poder. Me quedé parado un momento, pensando bien en lo que estaba a punto de hacer cuando me cogió la cabeza por detrás y me obligó a metérmela en la boca.

  • Venga, coño, que no es la primera vez que ves una polla. Chupa.

Para mi sorpresa no tenía un sabor desagradable. Acostumbrado a chupar pollas a chavales de mi edad, que en la mayoría de los casos no son el mejor ejemplo de higiene, me esperaba otra cosa. Pero sí era más grande que la mayoría de pollas que solía chupar.

Empecé directamente con un ritmo rápido y aplicando toda mi experiencia. Con la lengua me concentraba en su glande mientras iba recorriendo con los labios el tronco, ayudándome con la mano para que tuviese la sensación de que me la comía hasta el final.

  • Joder, Javi. Se nota que sabes hacerlo, maricón.

No quería que tardase mucho en terminar, me sentía muy humillado con aquella situación. Santi empezó a empujarme la cabeza cada vez más hasta el fondo y tuve que apañármelas para seguir el ritmo sin sentir arcadas. Me llegaba hasta la campanilla. Entonces me cogió bien del pelo y empujó hasta metérmela por completo. Mi nariz estaba completamente pegada a su vello público y sus cojones a mi barbilla. Quise separarme enseguida, pero mantuvo ahí mi cabeza unos segundos. Empecé a gemir y a tirar hacia atrás, si no me dejaba respirar y sacar su polla de mi garganta iba a vomitar ahí mismo, pero él seguía apretando fuerte.

  • Así, hombre, hasta el fondo.

Finalmente aflojó la presión y pude separarme.

  • Me vas a ahogar, joder - le dije cabreado pero sin subir mucho el tono de voz, no fuera que nos oyese alguien.

  • Chsss, calla y sigue comiéndomela, quejica.

Me puse de nuevo a ello. Seguía sintiéndome muy humillado, allí de rodillas en el despacho de un profesor, chupándosela como una puta por un aprobado. Sin embargo, debo reconocer que por un momento también sentí cierto morbo. Ya que tenía que pasar por ello al menos trataría de tomármelo como una situación morbosa típica del cine porno.

Estuve bastante tiempo allí agachado, ya me dolía la boca de presionar su glande y las piernas de estar en esa posición cuando volvió a hablarme.

  • Venga, dale que me queda poco.

Me la saqué de la boca y seguí pajeándole.

  • ¿Qué coño haces? - me regañó mientras volvía a empujarme la cabeza y a meterme la polla babeada en la boca - Me voy a correr en tu boca, chaval, y tú te lo vas a tragar todo si quieres esa subida de nota.

No repliqué más. Solamente había dejado a un chaval correrse en mi boca una vez y me dio bastante asco, pero una vez llegados a ese punto y después de todo lo que había soportado no iba a arriesgarme a echarlo todo a perder y que cambiase de opinión. Me preparé para recibir su leche mientras él iba tensando todo su cuerpo. Me cogió del pelo marcándome un ritmo más y más rápido, su polla empezó a hincharse y de repente volvió a empujar mi cabeza hasta la base de su polla mientras descargaba una buena cantidad de semen prácticamente en mi garganta.

Una vez más no podía respirar, su vello púbico tapaba mi nariz y mi boca estaba completamente ocupada con su polla. Luché de nuevo por separarme, pero mantuvo allí mi cabeza sujetándola con los dos brazos hasta que terminó de correrse.

  • Trágatelo, trágatelo, venga.

No me quedó otro remedio. Cuando pasaron unos segundos que me parecieron interminables me soltó y me tiré para atrás tosiendo. Mi boca tenía un regusto amargo, me dolía la mandíbula y los labios, pero por fin podía respirar de nuevo. Estaba realmente asqueado, avergonzado a más no poder de lo que acababa de hacer, tanto que no me atrevía a mirarle a la cara. Si lo hubiese hecho hubiese visto cómo se subía y se abrochaba de nuevo los pantalones con una sonrisita de superioridad.

  • Bueno, pues ya puedes irte, lo has hecho genial.

Me levanté y cogí mis cosas mientras me limpiaba con la manga los restos de saliva de la boca. Seguía sin mirarle.

  • Y no te preocupes, que te voy a subir la nota.

  • Vale - contesté. Él me abrió la puerta y me marché de allí rápidamente.

No dejé de pensar en lo ocurrido durante toda esa noche y el día siguiente. Me enjuagué la boca no sé cuántas veces, y me pasaba el día escupiendo. No podía quitarme aquel regusto, aunque evidentemente estaba solo en mi cabeza.

Dos días después publicaron en el tablón de mi clase las notas provisionales de todas las asignaturas. Me acerqué el primero, esperando que el cerdo de Santi hubiese cumplido su palabra. Sí que lo hizo, me subió la nota, aunque cuando lo vi me quedé helado.

Tenía un 4 en historia.

Continuará…