Por tus buenos consejos
Historia de unos buenos consejos
Esta historia, por lo que sé, debió suceder creo a finales del siglo XIX, principios del XX, en una ciudad cercana a la costa.
Un buen día llego a la ciudad una mujer de entre 35 y 40 años acompañada de sus tres hijas y de sus padres. Nada mas llegar compro una casa en uno de los barrios de la ciudad y se instalo en ella. Lo primero que hizo después de instalarse, y como buena cristiana, fue ir misa a la iglesia de su nuevo barrio. La mujer observo detenidamente el interior de la iglesia. Una vez terminada la ceremonia pidió hablar con el párroco. Se presento ante el como la Sra. Isabel, viuda que se había trasladado a esta ciudad por recomendación medica por la salud de su anciano padre. También le pidió al párroco que oficiara una misa por el alma de su difunto marido, que según ella había fallecido hacia un par de años. Después de pagar las costas de la misa, le pidió al párroco si podría poner flores en la iglesia, ya que a su difunto marido le gustaban mucho las flores, cosa que el párroco acepto.
Cuando llego el día de la misa, la noticia corrió rápidamente por toda la ciudad. La iglesia estaba espléndidamente adornada con flores, dándole un carácter vistodo pero solemne como el que corresponde a una misa de difuntos. El párroco, que vio como la misma Sra. Isabel y sus hijas adornaban la iglesia y el gran efecto que esto causo en los feligreses de su parroquia y de las otras parroquias de la ciudad, alabo el buen hacer de la Sra. Isabel. Esta le explico que ella y su marido tenían una floristería en la capital y que pensaba abrir allí una floristería.
La noticia rápidamente corrió por la ciudad y enseguida la Sra. Isabel tubo una clientela aceptable. La floristería, junto con un huerto y un buen gallinero, de daría para poder vivir de forma aceptable.
El contacto con sus clientes y la buena relación con el párroco que podía presumir que su iglesia era la mas bonita de la ciudad, ya que la Sr. Isabel se encargaba de que las flores no faltaran en la iglesia hicieron que rápidamente la Sra Isabel se integrara en la vida del barrio en la que se la consideraba una viuda cristiana, devota y que mantenía viva la memoria de su marido, cosa que le evito que le aparecieran pretendientes, ya que aunque era muy recatada, no podía ocultar del todo que debajo su vestimenta se ocultaba una mujer atractiva.
Habían pasado un par de años cuando las cosas se le complicaron a la Sra. Isabel. Sus hijas y su padre fueron afectados por un epidemia de gripe. Si bien sus hijas lograron superar la enfermedad, no tubo la misma suerte su padre que falleció. Este imprevisto hizo que los ahorros que tenia la Sra. Isabel se consumieran y quedara en una situación económica delicada, ya que económicamente no podría enfrentarse a ningún imprevisto. Pensemos que en esta época no había antibióticos y cualquier enfermedad que cogieran las niñas, cosa bastante probable, implicarían unos gastos extras que no podría afrontar.
Lo que no se sabia en el pueblo era que la Sra. Isabel, desde muy joven había empezado a trabajar en una floristería, pero las dificultades económicas de su familia y un embarazo no deseado la habían llevado a la prostitución. Había llegado a ser una prostituta reconocida que había prestado sus servicios a gente adinerada de la capital. Sus tres hijas eran fruto de estas relaciones. Uno de sus principales clientes y también su protector había sido un viejo banquero que le había aconsejado que hiciera unos ahorrillos y que dejara el oficio antes de que fuera demasiado tarde y empezara una nueva vida lejos de la capital, cosa que hizo.
En su situación no podía volver a la capital y dejar a sus hijas en la ciudad al cuidado de su anciana madre, y volver todos a la capital implicaría tener que cerrar la floristeria y perder la situación que tenia en el barrio, y no digamos si alguien se enteraba de lo que hacia en la capital.
En la comarca donde vivía había un burdel con cierto prestigio, llamado “la fonda de la Dolores”, sabia que con su experiencia seguro que la admitirían, pensó en disfrazarse para poder ejercer en el, pero dado que la mayoría de los hombres de las familias pudientes de la zona eran clientes de este burdel lo mas seguro es que al final se supiera y se destruyera su reputación y la de su familia.
Uno de los clientes de la Sra. Isabel era el Sr. Felipe, era un joven de entre 25 y 30 años de familia devota y adinerada, estaba casado desde hacia un par de años con Doña Grabiela que debía tener sobre 20 años. Este matrimonio era el clásico matrimonio acordado por ambas familias, ya que al unirse las dos familias habían pasado a ser una de las familias económicamente mas importantes de la ciudad. El Sr. Felipe por lo que ella sabia era un buen hombre, buen cristiano, persona callada y reservada, de la que no se le conocían vicios y que llevaba con acierto los negocios de la familia. Doña Gabriela era la clásica mujer de la época educada para dar hijos, y cuidar de ellos y de su casa.
No se escapo a la Sra. Isabel que algo no funcionaba en este matrimonio, bastaba con fijarse en Doña Grabiela, siempre seria, triste y ademas parecía algo amargada, aunque era lógico una chica que se ha educado para tener hijos y que llevaba mas de dos años casada y no había logrado quedar embarazada tendría que estar amargada y mas cuando era conocido el deseo de ambas familias de tener un heredero.
También el Sr. Felipe se le notaba preocupado y triste seguramente por esto y porque seguramente la convivencia entre la pareja y con la familia no debía ser fácil.
El Sr. Felipe era un cliente habitual de la floristería, normalmente encargaba flores, ya sea por el santo o el cumpleaños de su mujer, su madre, su abuela, o por alguna de las misas que se encargaban por los difuntos de la familia.
Aquel día, a media mañana, cuando Sra. Isabel estaba sola en la floristería, sus hijas estaban en la escuela y su madre había ido al mercado, entro el Sr. Felipe para pedir un ramo por el santo de su madre. La Sra, Isabel le indico que si podía esperarse se lo podría llevar, cosa que este acepto. La Sra. Isabel lo hizo pasar a la trastienda y empezó a hacer el ramo mientras comentaban los gustos de la señora. madre del Sr. Felipe para hacer un ramo al gusto de la señora. Mientras hacia el ramo la Sra. Isabel se agacho, y aunque su vestido no tenia mucho escote, la posición y la holgura del vestido dio al Sr. Felipe una magnifica visión del pecho de la Sra. Isabel. No paso desapercibido por la Sra. Isabel, el bulto que se formaba en el pantalón del Sr. Felipe. Al mirarlo a los ojos, continuando agachada, el Sr Felipe se puso colorado y desvió la mirada tratando de disimular. La Sra. Isabel, sin darse por aludida continuo el ramo.
Al terminar el ramo Sra. Isabel le dijo: Se que usted es todo un señor y un caballero. ¿me permitiría hablarle con franqueza?
El Sr. Felipe sin entender que quería: Si, claro.
Sra. Isabel: Puedo contar con su discreción y que lo que voy a decirle no saldrá de esta habitación.
El Sr. Felipe, intrigado: Si Sra. Isabel, puede contar con toda mi discreción
La Sra. Isabel: Después de la muerte de mi padre y la enfermedad de mis hijas mi situación económica es delicada, y creo que yo podría ofrecerle a usted unos servicios que podrían ser beneficiosos para usted y para su familia.
El Sr. Felipe: Que clase de servicios
La Sra. Isabel: Creo que usted y su esposa tienen problemas para concebir y yo creo que le podría ayudarles.
El Sr. Felipe intrigado: ¿Eres una especie de curandera?
La Sra Isabel: No, No. Soy una mujer con experiencia que ha dado a luz a 5 hijos, dos de los cuales se los llevo dios al cielo.
La Sra. Isabel continuo: Usted es un señor serio, buen cristiano y por lo que se no es uno de los clientes de la “Fonda de la Dolores”. Y, respetuosamente le diré, que quizás le haga falta conocer mejor a las mujeres para lograr mejorar su relación con Doña Gabriela.
El Sr. Felipe, visiblemente agobiado e irritado: No sigas. ¿Cuanto te debo?
La Sra. Isabel: Perdone si le ofendido, mi intención era ayudarle a mejorar su matrimonio.
El Sr. Felipe: ¿Cuanto te debo?
La Sra. Isabel, entregándole el ramo: De le el ramo a su Sra. Madre y si ha sido de su gusto venga y le diré lo que me debe.
El Sr. Felipe se marcho visiblemente enfadado.
A la mañana siguiente, por la tarde, el Sr. Felipe llego a la tienda, se le veía pálido y turbado: El ramo le encanto a mi madre, ¿cuanto te debo?
La Sra. Isabel, le indico el precio. Vio que el Sr. Felipe se sentía incomodo por la presencia de su madre. Mientras cogía el dinero que le daba el Sr. Felipe, añadió: si se pasa el jueves a media mañana creo que tendré madurada una idea de ramo que seguramente le gustara a su esposa.
El Sr. Felipe, entendió la indirecta y algo mas tranquilo saludo y se fue.
El jueves a media mañana, cuando la madre de la Sra. Isabel estaba en el mercado, el Sr. Felipe entro en la tienda. La Sra. Isabel cerro la puerta y lo llevo a la trastienda.
El Sr. Felipe, cogiendo su monedero: cuanto me costaran tus consejos.
La Sra. Isabel: cuando su mujer de a luz, deme lo que usted estime conveniente.
El Sr. Felipe: me parece justo, que tengo que hacer para que mi mujer quede embarazada.
La Sra. Isabel: ante todo lo que usted me diga no saldrá de esta habitación. ¿usted y su mujer comparten dormitorio?
El Sr. Felipe, intranquilo: No cada uno tiene su dormitorio.
La Sra. Isabel: ¿que hace cuando visita su mujer en su dormitorio.
El Sr. Felipe, visiblemente ofuscado: lo normal
La Sra. Isabel: Se que es difícil para usted hablar de estos temas, pero estoy segura que cuando tenga su hijo en los brazos sabrá que habrá valido la pena. Tómese su tiempo y dígamelo, con un poco de detalle.
El Sr. Felipe: antes de irnos adormir le pregunto a mi mujer si puedo visitarla, no sea que este cansada o este en sus días malos. Si me dice que puedo, me pongo el camisón, me espero 15 minutos para que ella ya este en la cama. Llamo a su habitación y cuando ella me dice que entre entro.
La Sra. Isabel: cuando entra las luces están encendidas.
El Sr. Felipe: si hay luna no, con la luz que entra por la ventana ya tengo suficiente, si no hay luna deja una luz encendida una luz en la mesilla de noche para que no tropiece con los muebles.
La Sra. Isabel: continué
El Sr. Felipe: Me meto en la cama. Le doy un beso en la mejilla, le levanto su camisón, me levanto en mio y lo hago.
La Sra. Isabel: ¿lo hace? ¿Quiere decir que la penetra?
El Sr. Felipe, colorado: Si
La Sra. Isabel: Usted ya la tiene dura
El Sr. Felipe: normalmente al ir hacia su cama ya se me pone dura.
La Sra. Isabel: ¿como fue su primera vez? Cuando se hizo hombre.
El Sr. Felipe, bajando la vista: un primo me llevo a “la fonda de la Dolores”, bebimos bastante, una chica me llevo a una habitación, me enseño sus tetas, me dijo que se las tocara, me enseño sus partes, me desnudo de cintura para abajo. Yo estaba muy excitado, me la toco un poco se tumbo en la cama, me dijo que me pusiera encima, me la cojio me la llevo hasta la entrada de su coño, me dijo que la penetrara, lo hice y me corrí. Luego me dijo que me vistiera que ya me había hecho un hombre.
La Sra. Isabel, molesta: Y seguramente te cobro unos buenos duros. Menuda zorra. ¿Fuiste mas veces de putas?
El Sr. Felipe: No, me sentía mal y me fui a a confesar, el cura me puso una penitencia y me prohibió que volviera a un lugar como este por el bien de mi alma.
La Sra. Isabel: ¿Cuando te acuestas con tu mujer, a parte de besar su mejilla, la acaricias o la tocas en alguna parte?
El Sr. Felipe: No, en la noche de bodas le intente tocar los pechos por encima del camisón, pero ella no quiso. Una mujer decente no se deja tocar como una mujerzuela.
La Sra. Isabel: Cuando la penetras ¿es como con la puta?
El Sr. Felipe: No ella esta muy cerrada y cuesta de entrar. Y lo tengo que hacer despacio para que no le duela tanto.
La Sra. Isabel, permaneció unos instantes pensativa: Se la metes toda o te corres antes de que entre toda.
El Sr. Felipe: Me corro antes de que entre toda.
La Sra. Isabel: ¿Y que haces después?
El Sr. Felipe: Le doy un beso y me voy a mi cuarto.
La Sra. Isabel, se quedo pensativa.
El Sr. Felipe, inquieto al verla pensativa: ¿que hacemos mal? ¿podremos tener hijos?
La Sra. Isabel: Si tendreis hijos, si sigues mis consejos.
La Sra. Isabel: Sígueme.
La Sra. Isabel, lo llevo a su dormitorio y empezó a desnudarse:
El Sr. Felipe: ¿que hace?
La Sra. Isabel: practicaremos lo que tienes que hacer. ¿Desnúdese?
El Sr. Felipe: esta loca.
La Sra. Isabel, se detuvo: ¿Quieres tener hijos?
El Sr. Felipe: Si.
La Sra. Isabel continuo desnudándose, dándole la espalda. Cuando termino de desnudarse se coloco un camisón de los que se usaban el la época, de tela opaca y que llegaban hasta los tobillos, y dejaban adivinar poco de lo que estaba debajo.
La Sra. Isabel permaneciendo de espaldas:¿se ha terminado de desnudar?
Al cabo de unos segundos, el Sr. Felipe: Ya estoy
La Sra. Isabel se giro: los calzones también
El Sr. Felipe: ¿con la luz encendida?
La Sra. Isabel: Bien que se la enseñaste a la puta. Y esta vez es para una buena causa.
El Sr. Felipe: pero había bebido mucho.
La Sra. Isabel: pues esta vez lo tienes que hacer estando sobrio y con tu mujer lo harás también sobrio.
El Sr. Felipe, se bajo el calzón y se tapo sus partes con sus manos.
La Sra. Isabel, se sentó en la cama y le aparto sus manos. Ante ella apareció el pene del Sr. Felipe completamente erecto: Dios mio, lo que debe de sufrir la pobrecita penetrarla con esto sin estar preparada.
La Sra. Isabel se tendió en la cama: Esto que haremos ahora con luz lo tendrás que hacer a tu esposa con poca luz, con la que teneis en el dormitorio cuando la visitas.
La Sra. Isabel: empieza haciendo lo que haces habitualmente con tu mujer.
El Sr. Felipe se tendió a su lado, le beso la mejilla y le subió el camisón dejando a la vista su vulva. Cuando iba a colocarse encima pero la Sra. Isabel lo detuvo: No, ponte mas abajo, si las sabanas te molestan las apartas. Levantame las piernas, pon tu cuerpo debajo, colócalas encima de tu espalda y pon tu cabeza aquí.
Indicándole la altura de su sexo.
El Sr. Felipe intrigado se coloco como le indicaba.
La Sra. Isabel: Lameme el coño.
El Sr. Felipe: ¿Que? Esta loca.
La Sra. Isabel: Mira el sexo de tu mujer esta dormido y cuando tu la intentas penetrar solo le haces daño. Tu lameme el coño para que despierte y veras que podrás penetrar a tu mujer sin que ella sufra. Como que la penetraras totalmente tu semilla la llenara bien y la preñara.
El Sr. Felipe: Mi mujer no me dejara hacerle esto.
La Sra. Isabel: y yo tampoco pienso dejarte, actuare como tu mujer, así que tu tendrás que cogerme las manos y seguir lamiéndome el coño tanto si quiero como si no. Si lo consigues conmigo seguro que lo conseguirás con tu mujer, ella seguro que tiene menos fuerza que yo.
El Sr. Felipe:se pondrá a gritar
La Sra. Isabel: asegúrate de que estáis solos en la casa. Y ahora haz lo que te he dicho.
El Sr. Felipe empezo a lamerla. La Sra. Isabel intento impedirlo pero el Sr. Felipe le cogió las manos y la inmovilizo. La Sra. Isabel sin dejar de forcejear empezó a darle indicaciones para que lamiera bien su coño y su clítoris. La Sra. Isabel empezó a jadear y dejo de intentar oponer resistencia y entre jadeos le indico: cuando deje de oponerse, baja tu mano hasta su coño y penetrarla con tus dedos, hazlo despacio, muevelos dentro de su coño, pero suave con cuidado. La Sra. Isabel empezó a jadear fuerte: sigue, sigue lo hace muy bien.
Y tubo un orgasmo ante los ojos atónitos del Sr. Felipe. Era la primera vez que veía una mujer teniendo un orgasmo.
El Sr. Felipe: Sra. Isabel, esta usted bien.
La Sra. Isabel: si muy bien. Ahora sube y penetrame despacio.
El Sr. Felipe con cuidado se deslizo encima de su cuerpo busco la entrada de su coño y la penetro.
La Sra. Isabel: no te a costado penetrame, a tu mujer quizás la encuentres mas cerrada pero como que estará bien mojada te entrara bien. Ahora debes déjala descansar un poco hasta que su respiración se normalice. Explícale mientras tanto que lo que has hecho es porque su sexo estaba dormido y era para que despertara y las sensaciones placenteras que ha sentido es porque su cuerpo esta contento porque el mecanismo de la maternidad se esta poniendo en marcha y preparando su cuerpo para quedar embarazada, esto seguro que la reconfortara. Cuando la respiración empiece a ser mas normal o si notas que pierdes erección, cosa que veo que no te esta sucediendo, empieza a meterla y sacarla. Primero despacio y luego ves incrementando el ritmo mirando que ella se sienta cómoda, y sigue hasta correrte.
Cosa que el Sr. Felipe hizo y en poco tiempo se corrió.
La Sr. Isabel: no te retires, mantenla bien adentro, pero apóyate para que ella no se sienta demasiado aplastada por el peso tu cuerpo. Y si ves que ella esta bien y tu mantienes la erección vuelve a meter y sacar.
Cosa que hizo hasta que la Sra. Isabel volvió a tener otro orgasmo y casi a la vez el Sr. Felipe se volvió a correr. Ambos permanecieron acoplados hasta que el perdió la erección y mientrastanto la Sra. Isabel fue añadiendo algunos consejos mas.
Después ambos se vistieron, el Sr. Felipe intento darle dinero, pero la sr. Isabel, haciéndose la ofendida lo rechazo. No puedo aceptar su dinero, si lo hiciera seria una puta. Si va todo bien, que es lo que seguro sucederá, cuando tenga su mujer un hermoso hijo, usted deme lo que crea que valgan mis consejos.
El sr. Felipe, se marcho esperanzado.
Al cabo de unos días la sr. Isabel vio pasar a Doña Grabiela, vio que estaba cambiada, se la veía mas contenta, señal que sus consejos estaban funcionado. Pasadas unas semanas, el Sr. Felipe entro contento en la tienda y le pidió un ramo para su esposa embarazada. El Sr. Felipe intento darle dinero a la sr. Isabel por sus consejos, pero esta lo rechazo, esperemos que nazca el niño le dijo.
Los meses pasaban y con ellos la barriga de Doña Grabiela se hacia mas evidente así como su alegría y la del sr. Felipe.
Un día el sr. Felipe entro eufórico en la tienda le dijo: tenemos una niña.
Y sacando una importante cantidad de dinero le dijo: Esto es por tus buenos consejos.
La Sr. Isabel, mientras el Sr. Felipe le explicaba los pormenores, le hizo un ramo y dándoselo le dijo. Este ramo es un regalo para su niña.
Fueron pasando los meses y al cabo de año y medio, la Sr. Isabel vio que Doña Grabiela volvía a estar embarazada. Y un buen día el Sr Felipe entro eufórico en su tienda, y dándole una importante suma de dinero le dijo: ya tengo un heredero, esto es por tus buenos consejos.
La Sr. Isabel, devolviendole el dinero: no es necesario señor, ya me los pago.
Y el lo rechazo diciendo: Acéptalo, cada vez que tengamos un niño te pagare tus buenos consejos.
Esto se repitió, tres veces mas, ya que Doña Grabiela pario tres niños mas, y al final el Sr. Felipe tubo 3 niñas y 2 niños. De ellos desgraciadamente un niño y una niña murieron durante su infancia, cosa que era normal en esta época
Pasados los años, siendo la Sr. Isabel una anciana, un buen día entro en la tienda, que ahora llevaba una de sus hijas, el Sr. Felipe y acercándose a la anciana le dio una importante suma de dinero y le dijo: Por tus buenos consejos.
La anciana perpleja le dijo: no lo entiendo.
El Sr. Felipe: tengo un nieto gracias a tus buenos consejos que ahora los usa mi hijo.
Y la anciana sonrió y le felicito por su nieto y le dijo a su hija que le hiciera un ramo para el nuevo miembro de la familia del señor.
Al cabo de un año el Sr. Felipe enfermo y al cabo de unos meses murió. La Sr. Isabel fue al entierro y dio las condolencias a Doña Grabiela y al resto de la familia, y observo que la mujer del hijo del Sr. Felipe volvía estar embarazada.
Pasados unos meses un día entro en la tienda Doña Grabiela y dirigiéndose a la Sra. Isabel, le dio una importante suma de dinero y le dijo: antes de morir mi marido me dijo que cuando naciera el niño que estaba esperando mi nuera, viniera a verte te diera este dinero y te dijera “Por tus buenos consejos”.
La Sra. Isabel rompió a llorar. Cuando estuvo mas calmada, Doña Grabiela le pregunto cuales eran estos consejos, ya que su marido murió antes de poder decírselos. La Sra. Isabel, se quedo pensativa, luego llevo a Doña Grabiela al interior de su casa para poder hablar a solas y le contó todo lo que paso con el Sr. Felipe. Doña Grabiela la dejo hablar, aunque la anciana vio que en algunos momentos Doña Grabiela hacia mala cara y otras se ponía colorada, pero continuaba escuchándola sin interrumpirla. Cuando termino Doña Grabiela saco una importante cantidad de dinero y se los dio a la anciana.
Esta trato de rechazarlo: su marido ya me pago cada vez que tubo un hijo y cada vez que tubo un nieto.
Doña Grabiela sonriendo le dijo: esto no es por los niños, es por lo que yo disfrute de tus buenos consejos.
La anciana devolviendole la sonrisa acepto el dinero.
Pasados un par de meses, la anciana Sra. Isabel murió. El cura vio sorprendido que en el entierro estaban Doña Grabiela, su hijo y su nuera. Terminada la ceremonia y movido por la curiosidad el cura le pregunto a Doña Grabiela como es que apreciaban tanto a la difunta y Doña Grabiela le dijo: ella aconsejo muy bien a mi marido.
El cura perplejo le pregunto: en que le aconsejo la Sra. Isabel a su marido.
Doña Grabiela le dijo: esto se lo tenia que haber preguntado a mi marido o a la Sr. Isabel.
Y despidiéndose del cura se fue.