Por tu amor (2)

Capítulo II – La primavera ha dado 20 vueltas alrededor del sol.

Capítulo II – La primavera ha dado 20 vueltas alrededor del sol.

Sofía sujetaba la mano de María Fernanda entre las suyas, miraba hacia el suelo buscando inspiración, o quizás algún recuerdo que pudiera revivir en ese instante.

  • Un momento loco viene a mi mente, tenía 20 años, estaba en la universidad, si mal no recuerdo, estaba en octavo semestre de la carrera. Caminaba por los pasillos de la facultad con mi mejor amiga, Salomé. Ella es blanca, no tan alta como yo, pero de buen tamaño, sus ojos son color miel, y su cabello es naturalmente negro. La perra se lo tiñe para que se vea más oscuro de lo que ya es. - Hizo una pausa para reír. - Sus enormes pestañas y cejas arqueadas, eran la envidia de todas las chicas. Admito que también sentía un poquito de envidia por sus cejas, su forma era perfecta. Me habría gustado que la conocieras, lleva como 5 años en Francia. A veces me escribe... perra...

FLASHBACK

- Salomé, apúrate, sabes como se pone la ridícula esa cada vez que llegamos tarde.

- Cálmate, tienes la materia pasada.

- Tú también te vas a poner con eso, por lo que veo. - La empujé levemente, pero con grandes deseos de matarla.

- Te apuesto una cerveza a que te hace la misma pregunta hoy.

- Te apuesto a que hoy será la última vez que eso pasará. - Dije, con convicción.

- ¿Qué harás? - Ella me miró, levantando su ceja izquierda.

- Ve y aprende. - Le dije, mientras entrábamos al aula.

Fuimos a nuestros lugares, siempre nos sentábamos en la médula, o como Salomé decía: “la mitad de la mitad”. La “dulce profesora” de Política Económica, como era de esperarse, no había llegado. Me dediqué a hacer rayones en la última hoja de mi cuaderno, todo para pasar el rato.

Aproximadamente 10 minutos después, mi peor error hizo una entrada triunfal. Profesora Sol Garrido. Una escultural mujer de piel clara, cabello rizado y trasero sensual. ¿Por qué la llamo error?, porque es una imbécil... a las pruebas me remito.

- Musgrave. Funciones básicas del Gobierno. ¿Quién empieza? - Ella se sentó sobre su escritorio y dejó caer un montón de carpetas. Se cruzó de brazos y clavó su mirada en mí.

Pude sentir el peso de su mirada, y el silencio que arropaba el ambiente, solo podía significar una cosa.

- Sneijder. ¿Podrías ilustrarnos?

Levanté la mirada y ella no dejaba de mirarme, tenía cierta expresión lasciva en el rostro.

- Profesora Garrido, hay 23 personas aquí, igual capacitadas que yo para responder. ¿Por qué siempre debo hacerlo yo?

- ¿Será porque eres la que menos entusiasmo pone a la clase?

- ¿Será porque ya me sé todo y ABURRE estar aquí? -

Apoyé mi mandíbula sobre mis nudillos, sin dejar de mirarla.

-Si le aburre mi clase, la puerta está abierta. - Se mostró ofuscada.

- De hecho, está cerrada en este momento, pero, eso no me impedirá salir. - Me levanté, pero ella evitó que saliera.

- Señorita Sneijder, responda la pregunta. - Ella insistió.

Suspiré resignada... tendría que responder.

- ¿También tengo que explicarle a los taraditos en qué consiste cada una? - Pregunté con desgano.

- Solo una. - Respondió complacida.

- Bien... entre las funciones básicas del Estado a las que Musgrave hacía referencia, encontramos la función de distribución,¿qué hace?,parte de ese conjunto de normasdel análisis de economía del “bienestar”, - hacía las comillas con mis dedos - donde se intenta mejorar la distribución y dotación de recursos y bienes,y, ¿para qué?,paraalcanzar niveles de utilidad social superiores.¿Algo más?

- Haces que parezca sencillo. - Me decía Salomé.

Sol desvió su atención al resto del grupo y fui libre. Me quedé hablando discretamente con Salomé.

- No entiendo esa necesidad de retarme frente a todos, yo buscando pasar desapercibida y ella poniéndome en estas. - Dejaba caer mi cabeza sobre el pupitre.

- Pareciera que la excita,¿será un fetiche? - Salomé hacía gestos obscenos con su lengua.

- No lo sé, pero, esto se acaba hoy. - Dije, decidida.

El resto de la clase me ignoró, era realmente molesto que hiciera eso cada vez, obligarme a intervenir solo por el mero placer de verme hacerlo. Cuando la clase terminó, esperé que todos salieran, incluyendo a Salomé, a quien hice señas para que vigilara afuera. Me acerqué a Sol, y tuve una pequeña conversación con ella.

- ¿En serio tienes que hacer esta mierda cada vez que entre a clases contigo? - Pregunté, ofuscada.

- Sofía, sabes que lo hago para que no sospechen. - Ella buscó acomodo en su silla y comenzó a revisar unos papeles.

Yo me dejé caer en el escritorio, apoyada en mis antebrazos. Esto la desequilibró, pues, la blusa que cargaba ese día, era de escote pronunciado, así que mis pechos parecían querer salir y aterrizar en su boca.

- ¿Sabes?, con esa actitud llamas más la atención, tienes que ser natural, digo, estamos cogiendo pero, no soy ninguna colegiala. No puedes tratarme de esa forma por pensar que eso disipará posibles dudas... no... es peor lo que haces.

- No puedo tener trato preferencial contigo.

- No seas BRUTA. - Me levanté y fui hacia ella, me senté sobre el escritorio, con las piernas abiertas de par en par. - No tienes que forzar situaciones, tienes que dar tu clase normal, si a mí me da la gana, intervengo, si no, no lo hago, y así es con el resto, te aseguro que la mayoría piensa así.

- Pero...

- Ya sé qué haremos. No seguiré viéndote, posiblemente eso te haga ser más natural durante la clase.

- NO. - Dijo, mientras se levantaba, me tomaba de la cintura y quedaba completamente pegada a mi cuerpo. - No quiero que se acabe esto, me vuelvo loca sin tus besos.

Ella comenzó a besarme intensamente. La dejé seguir, a pesar de que me acababa de ahuyentar con sus palabras “no quiero que se acabe esto”, cometió un error estúpido, que luego le aclararía con gusto.

Sol estaba muy excitada, tanto que olvidó el lugar en el cual estábamos, parecía no importarle, y siendo sincera, sus besos me estaban excitando. Comenzó a tocarme por encima de la ropa, magreaba mis pechos intensamente, y movía sus caderas, buscando rozarme.

Dejé de besarla por un momento y la llamé a la cordura.

- ¿Y si vamos a un lugar más cómodo? - Pregunté, mientras mordía su oreja derecha.

- No, aquí, después de esta hora, nadie tiene clases aquí. - Besaba con desesperación mi cuello.

Y así lo hizo, se bajó los pantalones y subió mi falda, sacó mi ropa interior y levantó una de mis piernas, hizo que mi otra pierna entrara el las de ella, como si se tratara de un ojal, y dejó escapar un gemido ahogado cuando nuestra humedad se encontró.

Comenzó a frotarse contra mí, lo hacía verdaderamente bien. Yo me colgué de su cuello y me dejé llevar. Ella estaba enloquecida, gemía en mi cuello, lo lamía, y me daba pequeños besos. Pude sentir cuando su cuerpo se contrajo porque redujo la intensidad de sus movimientos, en ese momento, invadió mi adentro de la manera más morbosa y comenzó a estimularme. No es por nada, pero, ella era realmente buena, por eso le permitía tocarme, me daba mucho placer.

Sus dedos se movían con rapidez dentro de mí, la sentía desesperada, y no se detuvo hasta que sintió que mi interior palpitaba, atrapándola en cada espasmo.

Ella introdujo sus dedos en su boca, y me miraba al hacerlo, seré sincera, pensé “qué ridícula eres”. Sí... soy así...

Acomodé mi ropa interior, mi falda, y sin mediar palabras, salí de ahí. Pude escucharla nombrarme, pero, la ignoré. Cuando estaba afuera, pude ver a Salomé discutiendo con una chica. Cuando notó mi presencia, la dejó con la palabra en la boca y vino a mí.

- ¿Qué tanto hacías con la perra esa? - Preguntaba sonriente.

- Regalándole “el último polvo” - Reír fue inevitable. - ¿Sabes qué me dijo la ridícula?, “no quiero que se acabe esto”, ¿qué se cree ella?, pobre loca.

- La enamoraste. - Salomé se burlaba, tanto o más que yo.

- Es su problema, no el mío. Yo no les digo “enamórate de mí”.

- Hay cada loca...

- Después, ¿quién se cala ese yugo?, que si dónde estoy, que si ya comí, que si ya me bañé, que si ya despaché el número dos, ¡NO!, me rehuso a vivir eso.

- Deberían ser un poquito más Salomé. - Ella me guiñó el ojo.

- No, tú eres única y perfecta, mi favorita por mucho, no se aceptan imitaciones. - La abracé cariñosamente.

- Hueles a puta, no me toques. - Salomé comenzó a hacerme cosquillas para que la soltara.

- ¿Y si le hacemos una jugada?, no sé, tú, yo... que nos vea, a ver si vuelve a la realidad. - Pregunté con picardía.

- Todo lo que implique joder a alguien, anótame.

- Por eso te “loviu”. - Lancé un beso al aire.

- Moi aussi je t'aime. - Respondió, haciéndome “ojitos”.

- Sí, doña idiomas, ¿para cuando el holandés?

- Eso no es romántico.

- No dijiste eso cuando te recité el alfabeto completo entre las piernas. - Le hice recordar con picardía.

- Ese es otro tema,¡no vengas tú! - Pude notar el rubor en su rostro.

Luego de ese incidente, pasé varios días sin verla, pero, teníamos pre-acordado lo que íbamos a hacer. Sabíamos que Sol llegaba, mínimo, 10 minutos tarde. Siempre estacionaba su carro en el mismo lugar, y hacía el mismo recorrido por la facultad cada bendito día.

Me quedé en el estacionamiento con Salomé, la acompañaba a fumar mientras esperábamos a Sol. Ella llegaría en cualquier momento.

- Ya sabes, hazte la dolida, yo te busco, y nos reconciliamos con un beso. Si interviene, tú la pateas, yo seré la “novia sumisa” - Estallé en una sonora carcajada. Salomé se contagió de mi risa.

Escuchamos un vehículo acercarse, cuando vimos que se trataba de ella, Salomé arrojó al suelo su cigarro y encendió otro, dándome la espalda. Le dió una fumada, y lo levantó por encima de su cabeza, moviendo su muñeca y su cabeza como negando, cuando se dio la vuelta, supe que había empezado el show.

- Es inconcebible que me hayas hecho algo así. - Ella hablaba lo suficientemente fuerte como para que Sol escuchara, ambas la buscábamos discretamente con la mirada, para garantizar que nos viera.

- Mi amor, ella me obligó, sentí temor. - Me esforcé en parecer víctima.

- Debiste llamarme, dime, ¿ahora cómo viviré sabiendo que otra tocó tu cuerpo? - Salomé ponía cara de asco.

- Ella no me hace sentir lo que tú, borrar sus huellas no será difícil para ti, solo bésame. - Me abalancé contra ella.

Ambas sentimos pasos en nuestra dirección, en ese momento, Salomé me tomó de la cintura y comenzó a besarme con una ternura única. Salomé era la única capaz de besarme así, y hacerme sentir tanto en un beso, ¿qué más podías pedirle a una mejor amiga?

Sol aclaró su garganta, ambas detuvimos el beso y volteamos al mismo tiempo. Sus ojos estaban llorosos, y sus manos temblaban. Salomé me soltó y se acercó a ella.

- ¿Le pasa algo, profesora? - Preguntó con altivez.

- Nada, no pasa nada, señorita Pocaterra. Vamos al aula.

Ella siguió de largo, cuando estuvimos a sus espaldas, apreté las nalgas de Salomé para mostrarle lo emocionada que estaba, ella dio un brinquito y trató de contener la risa. Dimos tiempo a que ella llegara al aula, y luego fuimos nosotras. Entramos tomadas de la mano, ella nos vio, y, no niego que sentía placer morboso al ver su cara idiotizada, y trataba de imaginar cómo se sentía por dentro, cómo se autoflagelaba al enfocar inadecuadamente sus emociones. No, no es mi culpa, ella pudo seguir disfrutando de los beneficios de tener mi cuerpo, sin atribuirse exclusividad en aquello, pero, hay personas que sienten esa enfermiza necesidad de poseer a otros, cual si fueran artículos que compras en una tienda. No.

FIN DEL FLASHBACK

Continúa...