Por tu amor (14)

Capítulo XIV - Ella es Salomé...

Capítulo XIV - Ella es Salomé...

Myriam llevó a Sofía y a Ofelia a la funeraria, aún no habían traído el féretro de María Fernanda. Mientras esperaban, Ofelia solicitó diversos arreglos florales, y gestionaba los arreglos necesarios para sepultar a María Fernanda junto a la tumba de su hijo, tal y como ella lo había pedido en uno de esos “momentos tristes”, donde recordaba que en cualquier momento podía morir.

En ese momento, llegó Soraya, en compañía de Mía. Soraya la abrazó con enorme cariño, Mía, por su parte, la saludó con naturalidad. A Ofelia se le hizo extraño que solo estuvieran ellas, no dudó en preguntar acerca de esto a Sofía, quien estaba de pie en toda la entrada de la sala velatoria.

- ¿Su familia se ha comunicado contigo?

- Sí, su hermana viene en camino con su esposo, y sus padres llegan por la noche, hubo un problema con su vuelo. Le avisé a su amiga, no sabía si debía avisarle a Eva, aun así lo hice, dijo que haría lo posible por acercarse con su esposa si conseguían con quién dejar a “Alba”. ¿Es una mascota? – Preguntó Sofía, algo confundida.

- Es su hija. Es pequeña aún. – Respondió Ofelia.

- ¡Caramba!, no sabía. Menos mal que no dije eso por teléfono. – Dijo Sofía, riendo un poco.

- Ellas fueron un poco herméticas con esto, Eva es demasiado maniática, de hecho, casi no vimos a Zoe durante el embarazo, una de esas veces fue para lo del Baby Shower y eso porque Ofelia la convenció. Al final lo hicimos en el apartamento de Eva, porque no quería que Zoe saliera. – Recordaba Myriam.

- Eva está loca… – Resopló Soraya. – Pobre niña cuando crezca, no la va a dejar respirar.

- Lo dudo, ellas sufrieron mucho a causa del sometimiento de los padres de Zoe, así que no creo que vaya a ser así con su bebé, yo creo que fue por el tema de que Zoe era primeriza, y eso tiene sus riesgos. Ya cuando tengan el otro, será menos tenso todo. – Ofelia sonrió.

- Ahí la traen. – Los ojos de Sofía se llenaron de lágrimas.

El féretro que contenía los restos de María Fernanda, fue colocado en el medio de la sala. Lo fijaron, destaparon la mitad superior y encendieron la luz perpetua. El grupo se quedó rezagado mientras Sofía se acercaba a verla.

Cuando escucharon a Sofía llorar, ambas parejas se conmovieron. Ofelia se aferró a Myriam, mientras que Soraya se acercó con Mía a consolar a Sofía.

- Quedó bella, ¿cierto? – Decía Sofía, mientras tocaba con delicadeza el cristal que la separaba de su cuerpo. Grandes gotas, llanto puro, caían sobre él, sin importar cuánto se esforzara Sofía en enjugar sus lágrimas.

Mía y Soraya contemplaban a María Fernanda, y era inevitable para ellas recordarla en vida.

- Me alegra haber tenido esa conversación con ella aquella vez, fue liberador. – Dijo Soraya.

- Ya no sentirá dolor, es libre. – Las palabras de Mía eran sinceras, al igual que el gesto de tener su mano en el hombro de Sofía. A pesar de la historia que las unía de forma indirecta, no había rencores entre ambas.

Cuando decidieron sentarse, Myriam y Ofelia se acercaron a ver a María Fernanda, y en ese momento, llegaba Helena, en compañía de Dayana.

Helena se acercó a Sofía y la abrazó, Dayana hizo lo mismo, y luego saludaron al resto de los presentes. Myriam volteó, y sintió cierta tensión en el ambiente, tomó de la mano a Ofelia y la llevó a la cafetería.

- Sofía, venimos en un momento. – Dijo Myriam.

Sofía asintió con la cabeza, mientras veía como se alejaban.

- Myriam, ¿qué ocurre?

- Qué va a ocurrir, que es distinto.

- Te refieres a…

- Sí… estoy segura de que algo pasó mientras no estuvimos con María Fernanda, porque la cara de Sofía era de culpa cuando fuimos a la clínica, Mía no está cómoda, y Helena… sí, abraza a su cuñada y todo, pero, lo primero que hizo cuando llegó fue ver a Mía.

- ¡Qué novela tan “mayamera”! – Dijo Ofelia, ajustando un poco su moño.

- Cuando volvamos, alguien no va a estar, te lo puedo asegurar.

- Helena.

- ¡Bingo!

Ambas se quedaron tomando café, recogieron en una bandeja algunos vasos para las presentes, y se acercaron algunos minutos después.

Cuando volvieron, ya habían colocado los arreglos florales, coronas de distintos tamaños y ramos en cada esquina. En este punto, esos aromas conjugados de manera sutilmente sádica, el formol, las flores y la funeraria en sí, producían una sensación desquiciante.

Ofelia se encargó de repartir el café, Myriam, entre tanto, llamó aparte a Soraya y trató de indagar un poco.

- Cuéntame, ¿por qué se fue Helena tan rápido?

- Ella llamó aparte a Sofía, algo le dijo que ella se molestó, Mía se acercó a ambas y se metió de lleno, lo cierto del caso es que Mía se llevó a Helena y le dijo algo, luego Helena se despidió y se fue.

- Ajá, tú estás ligada a ambas, así que tú sabes qué pasó.

- Sí, todo esto tiene que ver con…

En ese momento, fueron interrumpidas por el encuentro efusivo entre la hermana de María Fernanda y Sofía, y la conversación tuvo que detenerse ahí. Ambas se mantuvieron al margen de aquello.

Durante un buen rato, llegaron varios conocidos de Sofía y María Fernanda, compañeros de trabajo, y personas cercanas a su círculo. Mientras Sofía atendía a cada uno, las parejas se sentaron a conversar sobre cosas genéricas. Mía se veía un poco molesta, pero, Soraya evitaba tocar el tema.

Las primeras horas de la mañana, se diluyeron como arena en las manos, en cierto momento, casi finalizando la tarde, Sofía estaba agotada de tanto ir de un lado al otro atendiendo a quienes fueron a dar el último adiós a María Fernanda.

Sofía hizo puesto de por medio entre su grupo para sentirse rodeada de gente cercana, quedó bajo el cobijo de Ofelia y Soraya. Ya no sentía que podía llorar más. Tras un breve silencio, Soraya se tensó e irguió su espalda.

- Eva está aquí. – Dijo Soraya, levantando la cabeza cual si fuera una garza.

- ¿Qué dices? – Myriam la miró con sorpresa.

- Cariño, ese perfume es inconfundible. – El que Soraya dijera esto, causó cierta incomodidad en Mía.

Las cinco voltearon hacia la entrada, era ella. Se notaba pesarosa, Zoe venía aferrada a su brazo, la mirada de Eva estaba puesta sobre el féretro. Se acercaron hacia el grupo y mostraron sus respetos a Sofía.

- Lamento tu pérdida. – Eva extendió su mano a Sofía, pero, ella la abrazó de manera espontánea.

- Gracias por venir, Eva.

Zoe hizo lo mismo, y luego todas saludaron al resto del grupo. Contrario a lo que pudieran pensar, Eva no se acercó a ver a María Fernanda. Esto causó curiosidad en el grupo, Ofelia lo dejó como tema para romper el hielo.

- ¿No la verás? – Le preguntó.

- No, es mejor conservar vivas a las personas en la cabeza, luego que quieras recordarla, no importa cuántas experiencias hayas vivido, la verás en la urna, y no, no es agradable.

- Buen punto. – Dijo Myriam, algo pensativa.

Ambas se quedaron de pie cerca de Myriam, pues ella mantuvo la conversación con ambas.

- ¿Con quién dejaron a la bebé?

- Con mi mamá, le dijimos que no sería por mucho, a veces la niña se pone necia con ella. – Dijo Eva.

- No sabía que tenían una hija. – Sofía se incorporó a la conversación.

- Mira, conócela. – Eva sacó su teléfono y buscó una foto de la bebé. – Tiene año y medio ya, ¿no? – Preguntaba mirando a Zoe.

- Sí, justamente. – La mirada de Zoe era pura ternura.

- Vaya, es idéntica a ti, Eva. – Sofía sonreía al ver la foto.

- En todo, es un dolor de cabeza cuando se lo propone. – Decía Zoe, desordenando el cabello de Eva.

Todas se derretían en ternura por la foto, la niña aparecía sentada entre un montón de cojines con un peluche de “Mike Wazowsky” entre las manos, con el ceño fruncido y completamente seria.

- Ese día ella estaba enojada, no quería una foto. Bueno, en realidad nunca las quiere, hay que tomárselas sin que ella se dé cuenta. – Dijo Eva.

El grupo sonrió al ver aquello, y el resto de la charla prosiguió en torno a Alba por un buen rato.

Una voz peculiar se hizo presente en aquel lugar. Todas voltearon en dirección hacia la entrada.

- Annelien.

Una presencia imponente dejó boquiabiertas a aquellas mujeres. Eva, Myriam, e incluso, Soraya, estaban estupefactas, recorrían aquella figura de pies a cabeza.

- Amore, non tentarmi! – Ofelia no pudo contenerse, y dejó caer la palma de su mano en la cabeza de Myriam con bastante fuerza, haciéndola reaccionar.

Zoe, un poco más sutil, descargó un buen codazo en la humanidad de Eva.

Sofía se levantó, caminó desesperadamente hacia ella y se fundió en un abrazo que la hizo quebrar por completo. Ninguna había mirado llorar a Sofía de esa forma. Aquella mujer la consolaba en silencio, y un par de lágrimas rodaban por su mejilla. Ella hizo un recorrido rápido de cada una de las mujeres con las que vio a Sofía, escudriñando individualmente. Reconoció a Mía, y esto fue mutuo.

- Entonces, es ella. – Decía Soraya, en voz baja.

- Sí, es ella. – Mía respondía con incomodidad.

El resto se acercó a ellas, empezando por Myriam y Eva, quienes dejaron de lado a Zoe y a Ofelia.

- ¿Quién es? – Preguntaba Eva.

- Eva, calma, no es un buen momento para hablar de alguien cuando está presente. Sofía se encargará de presentarla.

- Salomé Pocaterra. En persona. – Dijo Mía, antes de levantarse y retirarse del lugar.

Salomé la siguió con la mirada cuando ella se retiraba. Tomó el rostro de Sofía entre sus manos y besó su frente.

- Aquí estoy, amor mío, como te lo prometí. – Los ojos de Salomé destilaban amor hacia ella.

Ofelia se acercó más y no dudó en comentar al respecto.

- No sé qué está pasando exactamente, pero, lo que yo veo ahí, es amor, me van a perdonar.

- No te equivocas… ella es…

Soraya calló cuando vio que ambas se acercaban. Sofía la presentó al grupo. La energía que irradiaba era intimidante, sin embargo, el grupo se acopló a ella cuando establecieron el primer contacto.

- Muchachas, ella es Salomé Pocaterra, mi mejor amiga, y mi pareja. – Dijo Sofía, completamente serena.

Las caras de todas ellas manifestaron sorpresa, excepto Ofelia, tan natural como siempre, no dudó en extender su mano amistosamente.

- Encantada, Ofelia Di Medici. Es lamentable conocernos en esta situación.

- Es un gusto conocerte, al fin. La heredera de Don Piero…

- Algo así. – Dijo Ofelia, con cierta modestia. – Ella es mi pareja, Myriam.

Salomé extendió su mano amistosamente. Myriam no hizo comentarios, podía sentir la tensión de Ofelia rodeándola en ese momento.

- Ella es Eva, y ella es su esposa, Zoe. – Sofía prosiguió con las presentaciones.

- Eva, al fin nos conocemos, Sofía me habló de ti. Cielo, recuérdame reunirnos con ella cuando todo esto pase. – Decía Salomé, dirigiéndose a Sofía mientras recibía la mano de ambas mujeres.

En ese momento, Salomé se giró un poco hacia la izquierda. – Y tú debes ser Soraya. Salomé le sonrió y se comportó afectuosa con ella, le dio un abrazo. Gracias por tu amistad hacia Sofía, he estado al tanto de todo.

Soraya se sintió apenada en ese momento, si bien es cierto que durante estos años ha mantenido una amistad con Sofía, desconocía por completo la influencia que pudiera haber tenido en ella, pues Sofía no le dejaba ver más de lo necesario.

Sofía la llevaría posteriormente a ver el féretro. En ese momento, todas se miraron y estaban más llenas de dudas que al principio.

Unos minutos después, la pareja entró en la habitación y se encerró, Myriam se levantó y haló del brazo a Soraya, el resto las siguió expectantes. Mientras estuvieron en la cafetería, Myriam tomó la batuta, no estaban entendiendo nada y al parecer Soraya tenía una amistad con Sofía que no era conocida por el grupo.

- Bien, bien, habría preferido que Sofía lo hiciera, pero, ustedes son más fuertes que el odio. Les contaré… dejen las preguntas para el final, por favor.

- Está bien, pero, no te vayas por las ramas. – Dijo Myriam.

- Bueno… mientras estuve trabajando con Sofía, en algunas ocasiones la escuché hablando por teléfono, en francés, vamos, ni puta idea del francés, así que nunca entendí. Pero, su rostro era un poema cada vez que eso sucedía. Ciertamente un día la escuché hablando en español, no discutía, pero había tensión en la conversación. Lo cierto es que al final ella dijo “te amo”… yo sabía que María Fernanda estaba al otro lado de las oficinas en una reunión así que pensé que le ponía los cuernos. Bien… cuando me involucro en la campaña de la prima de Mía, ¿saben?, Mariana, bueno. Resulta que un día estábamos las tres haciendo unos arreglos, y estábamos bromeando. Yo, inocentemente, recordé un chiste que me contó Sofía y lo cuento al grupo, al parecer es un chiste muy holandés, y muy Sofía, porque la cara de Mariana no fue normal. Me miró y me preguntó “¿de dónde conoces ese cuento?”, y yo muy natural le digo que tengo una amiga y bla bla bla. Ella se levanta de la mesa y se pierde, y Mía va tras ella. Yo no entendí qué carajo pasaba, hasta que Mía me aclara que ella estuvo con Sofía, y me cuenta acerca de su “naturaleza” – Soraya hizo las comillas con las manos. – Entonces comencé a sumar, y dije “no, seguro está haciendo lo mismo con María Fernanda”. En un momento lo sentí “karmático” por lo que le hizo a Eva, pero, luego me dio cosita porque, es triste, si lo ves de cierto modo.

- Te estás yendo por las ramas. – Myriam apuraba el paso.

- Calla y escucha… yo quise saber más, y la única forma de averiguarlo, era hablándole a Sofía de Mariana. Lógicamente, su reacción no fue de agrado, sin embargo, no fue visceral como Mariana. Un buen día nos fuimos de copas, y ella me contó una parte de su vida, en la cual estaba Mariana, mas no mencionó a Salomé. Hasta aquí todo bien. Quien me habla de Salomé es Mía, pero, ella me dijo que era su mejor amiga, y que tenían una especie de relación de “amigas con derechos”. Nada más alejado de la realidad… resulta que es una historia de amor muy bonita, y muy rara. Ellas han pasado toda su vida poniendo su amor a prueba de mil y un formas. Y esto me lo confesó Sofía el día que se enteró de que María Fernanda tenía metástasis, porque se quebró de una forma que era imposible recomponerla. Yo le dije que estuviera con ella hasta el final, que no podía hacer más nada, sino amarla hasta el último de sus días.

- ¡Lo sabía!, cuando las vi, fue algo muy fuerte lo que se sintió en el ambiente. – Dijo Ofelia.

- Yo también lo percibí. – Añadió Eva, mirando a Ofelia.

- ¿Qué vas a estar percibiendo tú?, lo único que percibiste fue lo que rebosaba de su escote. – Zoe estaba un poco celosa. Eva la miró extrañada y se recostó de su hombro.

- Cualquier otra cosa, es mejor que la misma Sofía la aclare, pues, con todo y lo que sé, hay mucho que desconozco en todo esto.

- Supongo que entonces mis palabras no fueron del todo erradas. Cuando la vi en la capilla. Su pesar era culpa, más que cualquier otra cosa… entonces lo más probable es que ella le haya dicho la verdad a María Fernanda y esto causara que ella…

- Nos estamos haciendo una novela de todo esto, es mejor esperar que ella nos hable, si es que lo hace. – Dijo Eva, algo pesarosa.

En ese momento, en la habitación de descanso, Sofía reposaba en las piernas de Salomé, ambas recostadas en una de las camas. Salomé acariciaba su cabello, y la contemplaba.

- ¿Quieres quedarte aquí luego de esto? – Preguntaba serena.

- Sí, cielo, tenemos todo aquí, la compañía, los negocios fuertes, no podemos dejarlo todo.

- Pero, podrías estar un tiempo alejada mientras te recuperas, podemos ir a Amsterdam o si quieres nos quedamos en Paris un tiempo.

- ¿Paris?, y ¿qué hay de Paulette?

- ¿Qué crees que hice cuando me llamaste? – Salomé besó su cabeza.

Sofía volteó a mirarla, se encontró con esa misma expresión que la deslumbró 28 años atrás, la misma mirada dulce y embriagante que tantas sonrisas le regaló a lo largo de tanto tiempo.

- Siento que ya no puedo más, en serio.

- Ya tocaste fondo. Eventualmente sucedería, pero, lamento que haya sido de esta forma. Ella no era de mis favoritas, me recordaba a Mariana. – Hizo gestos de repugnancia. – Pero, algo tenía, que te mantuvo con ella todo este tiempo.

- Ese es el punto, llegó un momento en el cual todo giró en torno a eso, ya no sabía si estaba con ella por quererla o por estar enferma. – Sofía retiraba algunos mechones de cabello del rostro de Salomé.

- Probablemente sentiste que debías estar ahí, eso es bueno, mi amor, quiere decir que maduraste ese aspecto. En otras circunstancias, habrías salido corriendo, y elegiste estar con ella. Eso me place.

Los ojos de Sofía se veían cansados, y estaba un poco pálida.

- ¿Has comido algo? – Salomé acariciaba su rostro con delicadeza.

- No, ahora que lo mencionas, no he probado bocado en mucho rato.

- Inaceptable. Espera aquí, iré a buscarte algo para que comas.

- No, quédate conmigo. – Sofía se aferró a ella.

- Cielo… no tardaré, necesito que estés bien, mañana será más duro, créeme.

- Sí amor, recuerdo lo de tu papá.

- Bueno, entonces, ¡hazme caso! – Salomé le dio un beso tierno y la dejó acostada.

Cuando Salomé salió, notó la ausencia del grupo, pensó en alcanzarlas en la cafetería para notificarles el estado de Sofía. Ella sabía que no todas estaban al tanto de quién era, pero, esa no era su mayor preocupación en este momento. Cuando las vio, se acercó sonriente.

- Muchachas, dejé a Sofía un momento en la habitación, le buscaré algo de comer, está algo descompensada, ¿ustedes ya comieron?

- Te acompaño, tengo que alimentar a mi mujer. – Dijo Ofelia, viendo a Myriam. – Salimos a toda prisa, no pensamos en comer.

- Les agradezco su apoyo, no saben cuánto. – Salomé les sonrió.

- Bueno, entonces nosotras nos quedaremos con Sofía, mientras ustedes vuelven. – Dijo Myriam.

- Me parece bien. – Respondió Ofelia, mirándola con autoridad.

Ambas caminaron a un ritmo moderado, y una vez distanciadas, Salomé comenzó a conversar espontáneamente con ella.

- Sé que hay muchas dudas revoloteando el ambiente en relación a mí, es inevitable.

- Lo que yo vi cuando la abrazaste, se explicó solito. Sin embargo, no conocía el contexto hasta que Soraya nos reveló ciertas particularidades, además, pasaron algunas cosas antes de que llegaras que nos tenían en total confusión.

- ¿Sí? – Salomé se mostró genuinamente sorprendida.

- La mejor amiga de María Fernanda, discutió con Sofía y se fue, Mía se fue cuando te vio, todo fue muy raro.

- Ya veo… algunas mujeres son tan…

- Dramáticas… – Ofelia completó la frase por ella.

- ¡Eso! – Salomé sonrió.

- Técnicamente “adoptamos” a Sofía por ser la pareja de María Fernanda, es costumbre entre nosotras, pero, a nivel personal, Soraya fue más cercana. Llegamos a compartir algunas veces antes de que María Fernanda cayera… es que todo pasó muy rápido, en pocos meses todo se vino abajo. – Ofelia soltó una lágrima.

- Algo así me dijo Sofía, me habló de la boda de Eva, y luego me dijo que no podrían ir porque María Fernanda había empeorado.

- Entonces, siempre estuviste al tanto de todo. – Preguntaba Ofelia mientras entraban en una pequeña panadería con la cual se toparon mientras caminaban.

- Sí. Sé que suena loco, pero…

- No, lo entiendo perfectamente, cuando amas, haces todo por esa persona.

- ¿Has hecho algo parecido? – Salomé preguntó, abiertamente curiosa.

- Casi, no de manera tan abierta, solo bajo mi supervisión y participación. – Ofelia sonreía. – Pero, adoro a esa mujer, le daría mi vida si me la pide.

Salomé correspondió su sonrisa, ambas compraron varias cosas y regresaron a la funeraria.

- Luego de esto me la llevaré un tiempo, ella quiere que permanezcamos aquí pero necesita despejarse. Creo que esta fue la última. Muchas emociones en poco tiempo.

- Escucharte me hace entender muchas cosas.

- ¿En qué sentido?

- La culpa en su rostro…

- Culpa… eso es nuevo. Creo que se “encariñó” con esta. – Salomé sonreía al referirse a Sofía.

Para Ofelia era escalofriante ver la actitud de Salomé, no mostraba ni una pizca de celos, su serenidad aterraba, y la seguridad con la que hablaba, derrumbaba cualquier idea respecto a ellas.

Cuando entraron en la habitación, Eva ya se había ido.

- ¿Y Eva? – Preguntó Ofelia, dando la comida a Myriam, y algo dulce a Soraya. – Le había traído galletas.

- La mamá la llamó, “mini Eva” estaba insoportable. – Respondió Myriam, riendo un poco.

- Está demasiado apegada esa criatura. Tienen que soltarla más. – Replicaba Ofelia.

- Dijeron que pasarían mañana para el entierro, como es abierto, vendrán con la niña, no lo ven tan traumático como este lugar, pueden distraerla con los árboles o algo así dijo Zoe. – Añadió Soraya.

Las tres observaron la forma de ser de Salomé con Sofía, era tan natural, tan entregada. Y Sofía no parecía estar velando a la mujer con la que llevaba todo este tiempo en una relación. Salomé sintió el peso de las miradas y sonrió.

- Mi amor, creo que tus amigas sienten curiosidad sobre nuestra relación. – Dijo, negando un poco con la cabeza mientras reía.

Sofía las miró, mientras daba un sorbo al jugo que Salomé le había traído.

- Sí, les debo una explicación. – Sofía suspiró.

- No, no una explicación, es poco lo que conocemos de ti, y no podemos juzgarte solo por lo que estamos viendo. Sí, María Fernanda era nuestra amiga, pero, tampoco es que la vimos infeliz, así que es más extrañeza que otra cosa. – Decía Myriam.

- ¿Te sientes bien para hablar?, las puedo dejar solas. – Dijo Salomé.

- No, llevas lejos mucho tiempo. Quédate. – Sofía tomó el brazo de Salomé y se rodeó con él.

Luego de un breve silencio, Sofía se atrevió a hablar.

- Salomé y yo tenemos toda la vida, juntas. 28 años, para ser exactas.

Todas se asombraron ante esta confesión. Pero, a Ofelia le pareció tierno.

- Eso te convierte en una pequeña de 5 años, ¿cierto?

- Sí, y no se me olvida. – Sofía rememoraba, Salomé cerraba los ojos y sonreía.

Soraya no pudo evitar pensar en Eva y añorar que en su caso hubiese sido igual.

- Pasa que, siempre nos hemos querido, crecimos juntas, exploramos todo juntas, nuestro primer beso, nuestro primer todo… y ¿saben?, es complicado, porque había un mundo entero por explorar, y nosotras teníamos temor de perdernos en ese proceso. Pero, Salomé, Salomé la de las cosas bellas, vio luz al final del túnel. Nos hicimos una promesa, una promesa que jamás se ha roto, sin importar lo que haya pasado, dentro o fuera de nuestra relación. Siempre hemos tenido la libertad de ser y hacer, experimentar, vivir, sin dejarnos, aunque en un par de oportunidades nos separamos temporalmente por situaciones que se dan hasta en las mejores familias. – Sofía suspiró. – Siempre nos hemos puesto a prueba de mil y un formas, y una de las más grandes pruebas fue esta. Cuando le dije que María Fernanda había aceptado, ambas sentimos que ella era distinta, digo, era la primera mujer que no se lanzaba de buenas a primeras a mis brazos. Salomé siempre estuvo al tanto de lo que ocurría y, cuando empezaron los problemas, obviamente ambas nos defraudamos, sería más de lo mismo, aun así, quise quedarme. Salomé conoció a Paulette en Paris y todo estaba medianamente bien, hasta que María Fernanda enfermó y Salomé me dio libertad de decidir qué hacer, ella volvería cuando yo lo pidiera.

- Vaya… otro nivel… – Comentó Myriam.

- Eso es estar seguro, pero BIEN seguro. – Dijo Soraya.

- No es solo seguridad, son muchas cosas juntas. Si un día, alguna de las dos decidiera hacer su vida con otra mujer, la otra lo aceptaría, sin que eso significara dejar de amar, eso es parte de esa promesa.

- Y… ¿en qué parte del proceso se dan cuenta de que son la una para la otra y dejan de estar evadiendo la vida? – Myriam habló desde su madurez.

Ambas miraron a Myriam, luego se devolvieron la mirada y sonrieron.

- Eso siempre lo hemos sabido. – Habló Salomé. – A raíz de lo que pasó con Mariana, una duda se insertó en mí, Sofía tenía todavía mucho que aprender, me alejé para pensar, para digerir… cuando conoce a María Fernanda, vi cierta chispa en ella, había algo distinto, yquise que lo viviera a todo dar. Por eso me fui a Francia y la dejé a sus anchas. Sin importar el resultado, habría estado ahí, como su mujer o como su mejor amiga.

- El único inconveniente, era que si llegaba más lejos con María Fernanda, no podría casarme con ella porque, soy de Salomé, y eso es algo que me supera.

Ambas sonrieron en complicidad, ante la mirada perpleja de la terna.

- Creo que para mí ya todo está claro. – Myriam palmeó sus piernas y se impulsó para ponerse de pie.

- Las dejaremos estar, ambas se ven agotadas. – Myriam siguió a Ofelia. – Estaré pendiente de todo aquí afuera, para que no las molesten.

- Ciertamente, estoy muerta… casi 10 horas de viaje, y vine directo aquí. – Salomé se dejó caer en la cama.

Soraya salió con la pareja, y las dejaron a solas.

Continúa...