Por tu amor (13)
Capítulo XIII Misteriosos son los caminos de la inmadurez.
Capítulo XIII – Misteriosos son los caminos de la inmadurez.
- No recuerdo bien lo que sucedió luego de eso, puede que la combinación del tequila y el vino me sacaran del juego. – Sofía sonreía, se aferraba a las frías manos de María Fernanda. – Nuestro vuelo se retrasó y llegamos aquí de noche, fui a mi apartamento y Mariana no estaba.
FLASHBACK
Salomé y yo tomamos caminos separados aquella noche, mi cuerpo estaba completamente agotado, no podía sostenerme en pie. Ya en mi apartamento, tomé una ducha helada, y así como salí, me dejé caer en la cama. No sé en qué momento quedé rendida. Tuve cierta experiencia peculiar, no sé si estaba soñando o era real, pero, sentí unas manos recorrer mi cuerpo, y pude notar que un sexo muy húmedo se frotaba contra mí. Mi cuerpo empezó a reaccionar en consecuencia; simplemente, me dejé llevar. Me aferré a esas caderas y las agité frenéticamente contra mí, hasta que sentí que mi cuerpo se relajó en medio de un mar de contracciones.
- ¡Salomé! – Su nombre se escapó de mis labios, con notoria ansiedad.
Lo último que recuerdo luego de eso, un fuerte golpe en mi rostro.
Cuando abrí los ojos, la claridad me sorprendió, me dolía la cara, y sentía cierto sabor a sangre en mi boca. Fui hasta el baño y entré en pánico cuando me vi, tenía la cara hinchada, mis labios estaban rotos. Fui hasta la sala y vi a Mariana, escribiendo un mensaje por el teléfono, se veía agitada, y sus ojos estaban llorosos. Cuando notó mi presencia, la expresión de su rostro cambió por completo.
- Mariana, ¿se puede saber qué mierda significa esto? – Dije, señalando mi rostro.
Ella se abstuvo de responder, me planté en frente y volví a la carga.
- Me vas a explicar cómo es que amanezco con ESTO en la cara, no llegué borracha, así que solo pudiste haber sido tú.
- ¡Quítate de la puerta! – Dijo, sin mirarme.
- Mariana… ¿qué carajo pasó? – La tomé del rostro y la obligué a mirarme.
- No me vengas con “¿qué carajo pasó?”, ¡ESTABAS CONSCIENTE! – Ella me empujó con la fuerza suficiente para hacerme trastabillar.
- Entonces, fue eso… – Me quedé pensando en que “aquello”, no fue un sueño.
- ¿Y lo dices tan tranquila? – Su manera de entornar los ojos me causó gracia, pero, mantuve las ganas en la garganta, pues lo que estaba pasando no era de risa.
Ella vino hacia mí, y yo la detuve. Insistí en mi reclamo, mientras señalaba mi rostro.
- Mariana, tu actitud no tiene razón de ser, esto es innecesario.
- Sí, innecesario, pero eres incapaz de quitarte de la maldita puerta... ya tomé una decisión, esto es lo que por tanto tiempo has deseado, recuperar tu libertad, volver a ser la “Sofía despreocupada” que conocí hace dos años; sí, cuando cruce esa puerta, embriágate con tu brandy, llama a Pamela, a Teresa, a Thais, a Rudy, A SALOMÉ... a quien te de la puta gana y te la coges en TU cama, porque sí, me quedó muy claro, solo fui una más en la lista de la “holandesa errante”.
- ¿Qué tonterías dices?, ¿Salomé?, te pasas. Ve con tus dramas a otro lado.
- Algún día vas a amar tanto a una mujer, que llorarás sangre cuando la veas salir de tu vida. Vas a amarla tanto, que perderla te va a quemar por dentro, tu vida será un infierno. Puede que no tenga el inmenso placer de verlo con mis propios ojos, pero, lo sabré, y alzaré una copa de vino en honor a la valiente que acabe con la maldición que representa caer en las garras de Sofía Sneijder. Ese día, tendré paz, y solo ese día podré rehacer mi vida.
- ¿Y quién dijo que te estoy reteniendo porque te vas?, Mariana, ESTO, MIRA, ESTO – Le señalaba mis labios con rabia. – GOLPEARME, ES INNECESARIO.
- Innecesario. O sea, que tengo que CALARME que ME LLAMES CON EL NOMBRE DE TU “MEJOR AMIGA” cuando estamos cogiendo, TENGO QUE CALARME QUE TU “mejor amiga”, te reproche la “mega-tirada” que echaste con la tal Pamela esa… bien, así son las cosas contigo, pues NO, NO QUIERO ESTO.
- ¿En algún momento me preguntaste si quería esto?, no, y encima, revisas mi teléfono… insólito. – Me quedé pensando en qué diría Salomé, pues, ni siquiera había revisado mi teléfono desde que llegué.
Mariana calló por un momento, sus ojos se humedecieron.
- Es más, tú te metiste en mi vida porque quisiste, te dejé BIEN CLARO que Salomé es TODO para mí, ¡TÚ QUISISTE SEGUIR CON ESTO! – Empecé a actuar defensivamente.
- SI TANTO LA AMAS, ¿QUÉ HACES CONMIGO? – Rompió a llorar con desesperación.
- SI SABES QUE LA AMO, ¿QUÉ MIERDA HACES CONMIGO? – Algo dentro de mí comenzó a encenderse lentamente.
- Entonces, la amas… ¡maravilloso! – Su rostro dejaba ver su decepción.
- ¡SI!, AMO A SALOMÉ POCATERRA, CON MI VIDA, LA AMO DESDE QUE TENGO USO DE RAZÓN, ME MUERO POR ELLA, PERO SOY UNA PENDEJA QUE ES INCAPAZ DE…
En ese momento reaccioné, recordé todo lo que pasó en México, lo que hizo Salomé, su ausencia, lo de la noche en el antro…
“Mierda… ella estaba pensando en hacer de esa noche nuestra noche y yo me fui con otra…” – Pensé.
Caí de rodillas y lloré como nunca en mi vida. Mariana me pasó por un lado y se fue. No volví a verla luego de eso.
Como era de esperarse, llamé a Salomé y le conté lo sucedido.
- Salomé, ven. – Sollozaba incontrolablemente.
- ¿Qué te pasó? – Podía percibir la preocupación en su voz.
- ¡Que vengas!, no preguntes y ven. – Solté el teléfono y seguí llorando.
Ella no demoró en llegar, entró rauda y veloz al apartamento. Cuando me vio… su reacción fue lo más parecido a ver al mismísimo diablo.
- ¿Fue ella? – Las lágrimas comenzaron a brotar y humedecieron su rostro.
- Fue mi culpa, al parecer. – Le dije, mientras me sentaba en el sofá. Ella fue hasta el baño a buscar algunas cosas para curarme.
- ¿Qué fue lo que pasó? – La escuchaba gritar desde mi habitación.
Esperé que regresara para contarle bien lo que había sucedido. Cuando estuvo frente a mí, se sentó sobre la mesita de la sala y empapó un algodón en yodo, para pasarlo por mis labios.
- Anoche cuando llegué, ella no estaba, yo me di una ducha, me recosté y así quedé, muerta. Ella se puso a jugar con mi cuerpo dormido, y yo respondí de forma natural, en ese momento no era consciente, pues, estaba más dormida que despierta.
- Hasta ahora normal, ok, cogieron. ¿Qué la hizo golpearte? – Ella limpiaba mis heridas con mucha delicadeza, pero, esa mierda dolía.
- La llamé por tu nombre. – La miré sonrojada.
- Vaya… sí que le diste donde es... – Su reacción fue sospechosa, eso sería algo de lo cual ella se burlaría a morir, sin embargo, lloraba más.
- Encima, se puso a revisar mi teléfono y vio algo que me escribiste de Pamela. Ni yo lo he leído. Ella me echó en cara que yo sentía algo por ti, y le dije que sí, que te amaba.
- Me di cuenta, y luego de eso, me quedé dormida… entonces, aún no ves lo que escribí.
En ese instante, sudé frío… me levanté y busqué el teléfono, cuando leí el último mensaje, me dominó el llanto.
“Cariño, me hace feliz que hayas tenido tan maravillosa noche, por lo que me contaste, Pamela es toda una fiera en la cama. Aunque me sentí como cachicamo trabajando pa’ lapa, disfruté muchísimo estos días a tu lado…”
Salomé estaba cabizbaja, miraba de reojo hacia mí, sin voltearse del todo, y enjugaba sus lágrimas. Me acerqué a ella y me arrodillé a sus pies.
- Mi amor… yo…
- No, Sofía. – Puso sus dedos con delicadeza en mis labios. – En realidad, fue mi error… yo…
- ¿Error?, ¿a qué te refieres?
Salomé puso la gasa sobre la mesita y cubrió su rostro con ambas manos.
- Yo te iba a hacer una propuesta, había preparado un día especial para ti porque necesitaba mantenerte ocupada. Todo iba bien hasta que en el antro me encontré a una vieja amiga y fue como que la alegría por verla me dominó, me distraje un poco y cuando volví, estabas con esa chica, así que regresé con mi amiga. Pasó un rato y volví, y te estabas besando con ella, supe que no había nada qué hacer, me quedé con el grupo y regresé cuando amaneció. – Su mirada era completamente gris, nunca la vi así antes.
- ¿Qué propuesta era? – El llanto me dominaba.
- Ya no tiene sentido que…
- Salomé… dime.
- En serio, no importa. – Ella se tornó esquiva.
Si hay algo que me descontrola, es eso, me gusta que me digan las cosas sin rodeos… estaba frustrada, molesta conmigo misma. Me senté en el piso, recostando mi espalda del sofá, miraba a Salomé, cómo apoyaba sus codos en ambas piernas, abiertas, con sus manos sostenía su cabello y miraba hacia el piso, en medio de un concierto de gotas que de sus ojos brotaban a raudales y se desperdigaban al caer en el suelo.
- Necesito saber, tengo derecho. – Insistí sin mucho ímpetu.
- ¿En serio?, pues… nada, yo sentí que podíamos darnos una oportunidad y vivir este amor que sabemos que tenemos, sentí que era justo que después de tantos años, dejáramos de buscar fuera lo que hay entre nosotras de forma natural… pensé, pensé, pensé… cuando te vi con Pamela, sentí que la vida me dijo que aún no es tiempo, que aún necesitas aprender, y vivir. Era eso. – Salomé enjugó sus lágrimas y se levantó.
Yo me quedé en blanco, la miré, y como si ya no la hubiera embarrado lo suficiente, tenía que hacerlo más.
- ¿Qué hay de esa Verónica?, no me vas a decir que esa tarde no te viste con ella.
Salomé volteó de reojo, para luego darse vuelta completamente. Sus palabras fueron como puñales, que mi soberbia sostuvo con los dientes; su llanto fue veneno en mis venas, y su reacción final, una estaca, que aterrizó en medio de mi pecho, y pulverizó mi corazón.
- Esa tarde, estuve buscando tu atuendo, esa tarde, estuve pensando como una imbécil en cómo pedirte que te quedaras conmigo, esa tarde estaba pensando en si sería suficiente mi amor como para que nunca más te fueras de mi lado… hoy sé que más de esto no te puedo pedir, así que…
Me puse de pie inmediatamente, y me acerqué a ella, por primera vez en toda nuestra historia, Salomé marcaba distancia entre ella y yo.
- Sofía, me voy de tu vida…
- No, Salomé, por favor…
- Escúchame. Mi promesa no muere aquí, mi promesa para ti es eterna, pero, necesito calmarme, necesito neutralizar mis sentimientos, porque es demasiado lo que te amo y es demasiado el deseo de tenerte bajo mi cobijo hasta que me muera… me duele que otras te hagan cosas que yo JAMÁS te haría, me duele que busques en la periferia lo que desde que tengo 5 años te prometí… sé que encontrarás lo que sea que estés buscando, y que al parecer yo no tengo. Vive, vive como nunca, siente, explora… cuando estés caída de brazos y no tengas a dónde ir, ahí me tendrás. Te amo, Annelien.
Ella besó mi frente y se dio la vuelta, traté de sujetarla y me rechazó con fuerza…
- ¡SALOMÉ VALENTINA! – Grité, cayendo en mis rodillas.
Ella solo volteó a verme, negó con la cabeza y se marchó.
FIN DEL FLASHBACK
- Luego de eso, ella duró muchos meses sin acercarse románticamente a mí, pero manteníamos contacto amistoso y de trabajo. Era difícil, yo estuve todo ese tiempo sola, al igual que ella, o al menos eso creo. Y desde ese entonces, nuestra relación volvió a evolucionar. Luego de su partida a Francia, todo quedó en neutro. Ambas en relaciones “estables” con otras personas, casi por la misma cantidad de tiempo, sin locuras, y sin estar juntas de manera clandestina. Creo que hubo crecimiento ahí. – Le decía, mientras enjugaba sus lágrimas.
Sofía fijó por un momento la vista en María Fernanda porque la escuchó suspirar pausadamente y sin exhalación, su mirada estaba perdida en un punto indefinido. La llamó y no reaccionaba.
- ¿María Fernanda? – Sofía la tomó del rostro y la movió.
No reaccionaba. Sofía sintió un escalofrío intenso arropar su cuerpo, miedo, náuseas, todo al mismo tiempo. Comenzó a agitarla, María Fernanda estaba…
Sofía se levantó y corrió a llamar a las enfermeras; un contingente abundante entró a toda prisa al cuarto en el cual se encontraba el cuerpo inerte de María Fernanda, al fondo se veía correr a su médico tratante, ojeroso, soñoliento, abatido.
Sofía se quedó afuera, se apoyó contra la pared y esperó con los ojos cerrados, su mente estaba en blanco, y su corazón latía con desesperación.
Minutos después, el médico salió, ella vio su rostro y lo supo. Se dejó caer en el suelo y lloró, lloró con rabia, con tristeza, sintió tantas cosas en ese momento que no podría definirlas con palabras sencillas, simplemente, indescriptible.
Sofía llamó a Salomé, repicaba, repicaba, no atendía. Miró el reloj, 3:45 de la madrugada, pensó en llamar a Ofelia, necesitaba dejarlo salir. Cuando le marcó, Ofelia tomó la llamada casi de inmediato, posiblemente estaría despierta esperando noticias.
- Sofía…
- Se fue. – Sofía reanudó su llanto con mayor intensidad, pudo escuchar que Ofelia le advirtió que irían, antes de finalizar la llamada.
El médico regresó nuevamente con Sofía, para hablar de los arreglos post-mortem.
- Necesitaré que un familiar llene las formas para tramitar el arreglo del cuerpo y el traslado a la funeraria luego de la autopsia.
- ¿Ves a alguien más aquí? No voy a permitir que la tengan en una puta nevera por un tecnicismo, me haré cargo mientras llegan sus familiares, están fuera del país.
- Necesito una autorización por escrito.
- ¿Quieres seguir ejerciendo?, no me hagas levantar el puto teléfono, no sabes quién carajo soy, ¡MUÉVETE Y HAZ TU MALDITO TRABAJO!
El hombre se puso nervioso, y se alejó de ella. Sofía vio cuando se llevaban el cuerpo de María Fernanda, completamente cubierto por aquella suave y fina tela blanca. El dolor era asfixiante, no pudo evitar darse vuelta para no verla más.
A Sofía le tocó hacer las llamadas incómodas, los trámites molestos, todo. En cierto punto, se vio sola, en ese frío pasillo, había una pesadez y un ambiente de muerte que hacía todo más difícil. Sus ojos vieron luz cuando reconoció a Ofelia en la distancia, venía con su fiel compañera. Ella acortó distancia y rompió en llanto cuando la pareja la cobijó en un sentido abrazo.
Sofía resumió lo mejor que pudo lo que había sucedido, ambas mujeres estaban conmovidas.
- ¿Necesitas ayuda con lo del papeleo? – Preguntó Ofelia.
- Me habían puesto trabas, pero, tuve que salir con el típico “no sabes quién carajo soy”, solo así se mueven en esta porquería. – Sofía enjugaba sus lágrimas.
- Mi amor, llévatela a que se tome una manzanilla, yo estaré pendiente aquí por lo que haga falta. Sofía no está para pensar ahorita, yo me encargo de todo.
- Está bien, cielo. – Myriam se llevó a la cafetería a Sofía.
Mientras caminaban, Sofía insistió en la llamada a Salomé, esta vez, luego de varios repiques, respondió.
- Disculpa que no atendí antes, estaba preparando unas cosas… ¿Cómo va todo?
- Murió. – Sofía se esforzaba por mantenerse serena.
- Lamento escuchar eso. ¿Estás sola?
- Ya están aquí un par de amigas, estamos con los trámites y el velatorio y todo lo incómodo.
Salomé tardó en reanudar la conversación, pero, sus palabras resultaron ser todo lo que Sofía necesitaba.
- Estaré a tu lado, no te dejaré sola en esto.
- Cielo, no…
Salomé finalizó la llamada.
Varios minutos después, Ofelia se reuniría con ellas en el cafetín. Venía algo decaída.
- Será necesario buscarle ropa adecuada para prepararla, Myriam te puede llevar para que la busques y así aprovechas y te cambias tú también, la sacan a las 6, es un margen de tiempo aceptable.
- Vamos a ponernos en movimiento, queda mucho por hacer. – Myriam se levantó y se llevó a Sofía.
Una vez en el apartamento, Sofía se quebró. Ver su ropa, sus cosas, medicinas, la pijama que le quitó antes de llevarla corriendo a la clínica en medio de un ataque de tos violento… pequeñas cosas, que se volvían grandes piedras que hacían peso en los hombros de Sofía. Todo aquello, era la cruda realidad golpeando su rostro sin compasión.
Sofía necesitará mucho valor para afrontar lo que viene en este momento.
Continúa…