Por tu amor (12)
Capítulo XII Se me va Salomé y Mariana se vuelve un maldito quiste me voy a México. (Tercera parte) Personaje invitado: Pamela. De los relatos "Mi mejor amiga" y "A través de los ojos azules", de la escritora Lisa. ***Relato escrito conjuntamente con Lisa***
Capítulo XII – Se me va Salomé y Mariana se vuelve un maldito quiste… me voy a México. (Tercera parte)
Esa noche, nos preparamos juntas para salir al dichoso “local bomba”, del que me habló Salomé. Sentí ganas de salirme de lo convencional, a donde quiera que voy, no salgo de un vestido, una falda, trajes sastre… “la vida de una empresaria”… algo así alcancé a exclamar, mientras buscaba entre mi ropa algo cómodo qué usar.
Entre mis cosas, vi una bolsa de regalo, cuando la abrí, supe que Salomé andaba tras aquello. Dejó una nota que me hizo soltar una gran carcajada. No pude evitar leerla en voz alta, imitando ese timbre de voz tan “particular” que ella tiene.
- “Hoy te verías bien con algo como esto.”
La ropa no tenía mala pinta, se notaba que Salomé me conocía a la perfección. Decidí usarla, era realmente hermosa. Me hizo poner unos pantalones a la cadera, tenía tanto tiempo sin usar algo así, que me sentía rara. Lo complementaba con un cinturón de cuero marrón, grueso, con un gran anillo plateado haciendo las veces de hebilla, y una camisa blanca, bastante corta y de escote pronunciado, dejaba al descubierto todo mi abdomen, mis hombros, y parte de la espalda. Unas botas extremadamente sensuales, sí, sensuales. Hacían juego con el cinturón. Todo en conjunto me hacía ver muy provocativa.
No sabía qué clase de peinado hacerme, así que opté por una cola de caballo algo alborotada. Un maquillaje suave y ya estaba lista. Salomé no daba señales de vida, así que tomé un trago de brandy mientras la esperaba.
Soy impaciente, ella lo sabe, me estaba sintiendo desesperada. Cuando la vi llegar, supe que había valido la pena. Usaba unos pantalones de jean bastante desgastados, con una blusa de tirantes y buen escote, base blanca, estampada en flores. Su cabello caía de forma espectacular sobre sus hombros, solo verla, provocaba mil sensaciones en mí, ella sabía que me la quería comer en ese instante.
- ¿Estás lista?
- Dame unos segundos mientras me quito la ropa y estaré lista. – Dije con malicia.
Ella soltó una carcajada con aquello. Salimos de ahí y tomamos un taxi que nos llevaría hasta el local.
Tras un recorrido de unos 25 minutos, llegamos al sitio llamado “Los Cinco Charros”. El ambiente era agradable. Cuando entramos, quedamos sorprendidas con el decorado del local. Era un bar/cantina con decoración tradicional mexicana, el lugar estaba lleno de banderines de colores que colgaban por todos lados, muchos sombreros charros y diferentes cuadros con diferentes escenas mexicanas, las cuales abarcaban desde la revolución hasta personas con los trajes típicos de los diferentes estados de la República. La barra tenía cientos de botellas vacías de tequila de diferentes marcas y tamaños. Cuando terminé mi recorrido visual, me quedé boquiabierta, vi una hermosa rubia sola en la barra. Vestía unos pantalones de mezclilla ceñidos al cuerpo y una blusa negra con cordones que dejaban a la vista sus pechos.
Cuando busqué a Salomé para advertirle, no estaba, ya andaba de zorra con una morena hacia el otro lado de la pista. Volví a mirar a la rubia y ella correspondió mi mirar con un guiño seductor y una linda sonrisa. Eso fue suficiente para que yo decidiera acercarme.
Me senté junto a ella, dejé mi antebrazo reposar sobre la barra y me incliné un poco para hablarle.
- Señorita, ¿me permite acompañarla? – La miré con cierta picardía.
- Claro, ¿por qué no? – Sonrió.
Decidí pedir un trago, y, sin preguntarle si lo quería, pedí para ella lo que vi que consumía en ese momento. Pregunté discretamente a quien atendía la barra y me dijo que eso era un "Charro Negro”, una bebida que contenía tequila, refresco de cola y un toque de limón, era el trago icónico del lugar.
- Y… ¿puedo saber tu nombre? – Clavé mi mirada en ella.
- Pamela, ¿y tú?
- Lindo nombre. El mío es “Sofía”. – Hice cierto gesto de galantería al decir mi nombre.
- Por tu acento puedo suponer que no eres de por aquí, Sofía. Tienes toda la pinta de vikinga, ¿estoy en lo correcto?
- No, intenta de nuevo. – Dije, mientras daba un sorbo a mi trago.
- ¿Eres una nazi alemana? – Bromeó.
- ¡Nee! – Solté una carcajada, fue inevitable.
- Me rindo.
- Mitad holandesa. De ahí la apariencia “aria”. – Seguía riendo, me sentía a gusto con ella.
- Hmmm, allá se caracterizan por el sexo y las drogas, ¿no?
- Tienen cierta fama, pero, en mi caso, solo aplica lo primero. Todo legal y consensuado. – Dije, mirándola a los ojos.
- Es bueno saberlo. – Dijo, de manera coqueta. – Nos vemos por ahí, “holandesa”, gracias por el trago. – Tocó ligeramente mi brazo y se retiró.
La vi marcharse y me sentí un poco descolocada, que ella se hubiera ido así sin más, avivó mi ansiedad por tenerla. No sería presa fácil, así que me emplearía a fondo.
Pude ver que bailaba con un grupo de amigas, sus movimientos eran tremendamente sensuales, solo verla, estaba despertando sensaciones en mí. No sé qué tenía esa mujer que me atraía tanto.
Me sorprendió tremendamente cuando vi que comenzó a mirarme de manera provocativa mientras bailaba, y hasta la forma de beber su trago era sugerente. Esos labios, esa sonrisa…
- ¡Santo Dios!, ¡tengo que comerme eso! – Dije, a viva voz. Ventajas de la música estridente.
Me acerqué hasta donde estaba, me puse detrás de ella y la acompañé en el baile. Fluimos perfectamente. Sus movimientos me enloquecían. No mostró resistencia al sentir mis manos posarse sobre sus caderas, al contrario, su cuerpo ejercía mayor presión contra el mío, y su respiración se agitaba. Bebí un gran sorbo de mi trago, me estaba calentando tremendamente y apenas estaba comenzando la noche.
Me tomó por sorpresa cuando se volteó repentinamente, tropezó mi trago y este cayó al suelo, ella me miró apenada y rápidamente se disculpó, me tomó de la mano y me haló hacia la barra con ella para reponer mi trago. Llamó la atención del cantinero, quien la atendió rápidamente a pesar de que había muchas personas esperando sus bebidas. Mayor sorpresa cuando al acercarse a mí, veo lo que había pedido: tequila. Siempre había querido probarlo. Esto se ponía interesante.
- Lamento mucho lo de tu bebida, decidí traerte un tequila pues me parece terrible que estés en México y no estés disfrutando de nuestra bebida tradicional. ¿Ya lo has probado?
- No, hasta ahora. – No podía dejar de mirarla. Estaba atontada con los ojos de esa mujer.
- Te voy a enseñar cómo lo hacemos los mexicanos. – Nos acercamos a una mesa. – Primero colocas un poco de sal sobre tu mano, deberás lamerla y antes de tragarla, tomar el tequila de golpe, luego puedes chupar el limón para suavizar el trago. Al final hay un elemento más.
Repetimos los pasos que me indicó y al tomarlo, aun con el limón, hice un gesto de impresión por el sabor tan fuerte del tequila. Pamela al ver mi expresión, soltó una carcajada.
- No es un sabor fácil, pero con la práctica aprendes a digerirlo más fácilmente, ya verás.
- Omitiste decirme cuál era el último elemento. – Le dije, acercándome más a ella.
Pamela me tomó por sorpresa y plantó un pequeño beso en mis labios que electrizó mi cuerpo.
- Dicen que es de mala suerte tomar tu primer tequila y no recibir un beso.
- ¿Ah sí?, ¿quiénes dicen eso?, me parecen muy sabios.
- Yo digo. – Rio.
Pamela estaba por irse de nuevo cuando la detuve, la halé hacia mí y nos fundimos en un beso apasionado. Me aferré a su cintura y ella se colgó de mi cuello. Sus besos eran dulces, sus labios suaves. Cuando comencé a fantasear con lo que sería capaz de hacer su lengua en otros sitios, comencé a bajar mis manos, y ella las volvió a poner en su sitio. Intenté en sentido opuesto y ella detuvo el beso en una risita que me pareció de lo más pervertida. Me hizo suspirar. Tomó mis manos y me llevó a la pista de nuevo. Bailamos, esta vez con más intensidad que la primera vez, ella me estaba seduciendo, a su manera, pero, me gustaba. Ella era muy sexy, sus movimientos, su mirada, su sonrisa, su aroma. En este punto, estaba loca por llevarla a mi habitación.
Después de bailar un par de canciones, Pamela me guio de nuevo a la barra, ordenó dos shots de tequila y cuando estaba por pagar, la detuve y yo cubrí el gasto de nuestros tragos.
- Gracias. – Me dijo con una tierna sonrisa. – Pero el siguiente yo lo invito, pienso beber mucho tequila contigo y no quiero endeudarte.
- De acuerdo, el próximo corre por tu cuenta. – Ambas reímos.
Nos tomamos el shot como me había enseñado momentos atrás y mi reacción fue exactamente la misma. El sabor no me encantaba, pero estaba dispuesta a seguir tomándolo, pues más tequila significaba acceso a más besos, y yo quería más besos.
Me acerqué a ella para reclamar mi beso y rápidamente colocó su dedo índice sobre mis labios.
- ¿Se puede saber qué haces? – Su tono de voz no era molesto, esa rubia estaba disfrutando de provocarme y tentarme a su gusto.
- Reclamando mi beso después del tequila. – Me acerqué a ella y estreché la distancia entre nuestros cuerpos.
- Eso solo aplica para el primer tequila.
- Pensé que eso solo era una excusa tuya para besarme. – Dije con seguridad.
- Lo era. – Dio un paso hacia atrás. – Invéntate tus propias excusas.
- Yo no necesito excusas para besarte. – La acerqué de nuevo a mi cuerpo y hablé cerca de su oído. – Ven conmigo, ya no quiero esperar más.
- Dame 5 minutos, debo ir por mi bolso y a avisarle a mis amigas que me voy a marchar.
Cuando Pamela venía de vuelta a donde estaba, traía otros dos “caballitos” de tequila.
- Se me ocurrió traer los últimos para el camino. – Sonrió con picardía.
Me entregó el mío, brindamos y bebimos el trago. La tomé de la mano y nos dirigimos hacia la salida.
Durante el trayecto hacia el hotel, las cosas se tornaron calientes, aunque los besos eran apasionados, no me permitía ir más allá, por no querer dar un espectáculo al chofer que, presumiblemente estaría empalmado solo por vernos.
Puede que los tragos o la ansiedad, acortaran el recorrido en mi cerebro, pues no recuerdo en qué momento ya estaba luchando con la tarjeta magnética para abrir la puerta. Ella se reía de mí, sin decoro alguno.
No demoré las cosas cuando estábamos dentro de la habitación, la arrinconé contra la pared y comencé a besarla, deslicé mis manos suavemente por su abdomen, hasta encontrarme con ese hermoso par de pechos que deseaba devorar en ese momento. Mientras besaba su cuello, la levanté a horcajadas y ella prensó sus piernas alrededor de mi cuerpo.
La dejé caer sobre la cama, quedando sobre ella, hice una pausa nimia para encontrarme con su mirada, pude hallar ternura en ella, no por lo que estaba sucediendo en ese momento, no, era algo que brotaba de ella con naturalidad.
- ¿Todo bien, Sofía? – Preguntó extrañada pero aun con una sonrisa en su rostro.
- Eres muy bella, me encanta tu mirada… – Volví a besarla, con mucha más intensidad.
Comencé a arrancarle la ropa, tenía un cuerpo realmente hermoso, temblaba de lo encendida que estaba, supo volverme loca con esa forma tan inocente y coqueta de ser. Cuando la tuve completamente desnuda, ella me giró para quedar sobre mí y rápidamente empezó a retirar mi ropa. En cuestión de segundos, ambas estábamos desnudas, no pude contener mis impulsos y volví a girarla para poder quedar sobre ella.
Cuando nuestros cuerpos se encontraron, no pude evitar gemir, su tibieza, su olor, el sabor a tequila en sus besos, todo era una mezcla que estallaba en un deseo incontrolable. Con mucha impaciencia, comencé a devorar uno a uno sus pechos, mi sexo comenzó a palpitar intensamente al meterlos a mi boca, su textura, su turgencia, lo más cercano a comer una ambrosía de manos de los dioses; ella suspiraba ante mis succiones y suaves mordidas. Fui bajando sin mucha demora hasta encontrarme con su humedad, sus gemidos eran una clara invitación a beber de ella.
Comencé a succionar lentamente, ella liberó un fuerte gemido y sostuvo mi cabeza con firmeza, eso hizo que intensificara mis succiones. Su sabor era muy dulce, me encantaba. Deslicé mi lengua abarcando toda la extensión de su sexo y esto hizo que todo su cuerpo temblara, mi respiración se agitaba, lamía frenéticamente y ella movía sus caderas. Me abrí paso hacia su interior, palpitaba, se sentía estrecho, delicioso. Sus gemidos me incitaban a acelerar el ritmo de mis embestidas, recibí una descarga profusa en mis dedos cuando ella alcanzó el orgasmo. Sin intenciones de esperar que se repusiera de aquello, me dejé caer a su lado y sin aviso alguno, Pamela ya estaba llenando mi cuerpo de besos, lamidas y pequeños mordiscos. Su habilidad para recorrer mi cuerpo me hacía gemir incontrolablemente, tenía la dosis exacta de lujuria y pasión.
Al llegar a mi sexo, comenzó a lamerlo lentamente y con gran precisión. Estimulaba mi clítoris, recorría mis labios y con la punta de su lengua, tentaba con entrar en mí. Después de unos segundos de estar acumulando placer en mi interior, comenzó a devorarme con mucha lujuria, a lo que yo respondí con un ahogado – No te detengas. – y eso la invitó a seguir devorándome.
Sentí como el dedo medio de Pamela se introducía abruptamente en mi interior y acompañaba sus lamidas, yo levanté mis caderas, y me aferraba a su cabello, no quería perderme ni un centímetro de esa maravillosa lengua. Su dedo entraba y salía con fluidez, mientras que su boca se había enfocado en mi clítoris. De manera habilidosa, intercambiaba movimientos y sabía cómo darle atención a cada parte de mi intimidad.
Con esa magnífica ejecución, no demoré en explotar en un maravilloso orgasmo. Mientras que mi cuerpo vibraba del placer que sentía, Pamela recibía gustosa mi esencia, lamió delicadamente hasta la última gota y probé mi esencia a través del beso que me dio.
No podía desperdiciar una oportunidad tan maravillosa, Pamela era capaz de llevar mi cuerpo a lo más alto y sin dejarme caer. Ella se veía dispuesta a continuar, y yo tenía todavía mucho qué dar.
Mientras estaba sobre mí, la tomé de las caderas y la atraje hacia mi boca, ella se acopló sin que tuviera que decir algo, había un entendimiento fluido entre ambas que hacía todo más placentero.
Lamí con delicadeza su clítoris, estaba hinchado y podía sentir cómo palpitaba, la miraba mientras lo hacía, y deslizaba mis manos en dirección a sus pechos, ella me miró, estaba sumamente excitada. Lentamente, fue moviendo sus caderas, lo hacía de una forma muy sexual, me estremecía por dentro solo detallar sus reacciones. Ella se arqueó hacia atrás y yo la penetré con mi lengua. Al sentirlo, ella liberó un grito intenso, y su danza se volvió frenética. Yo no dejaba de acariciarla, su piel era muy suave, ¡Dios!, me enloquecía tanto…
Pamela se inclinó sobre uno de sus brazos y con el otro comenzó a acariciar mi sexo con malicia. Mis gemidos se ahogaban en ella, y la desesperación se apoderó de mí cuando me penetró, la tomé de las nalgas y la levanté un poco, succioné intensamente, y ella liberó un grito ahogado, intensificando el ritmo de su embestida, cosa que me llevó a morderla y ella se volvió loca ante eso. Eso precedió un delicioso orgasmo en ambas.
Me sorprendí cuando ella se volteó súbitamente y comenzó a lamer mi sexo con desesperación, mientras se agitaba intensamente contra mi boca. – “Esto es el cielo” – Pensé.
No pude evitar magrear sus nalgas y darles suaves caricias. Pamela exhalaba fuertemente directamente en mi sexo, lo cual generaba una sensación sorprendentemente placentera. Pude sentir como se agitaba cada vez más, y sus fluidos se hacían más densos. Volví a penetrarla, esta vez con mayor intensidad y ella gimió y me pidió que continuara. Sus contracciones me anunciaron un potente orgasmo, pero ella no detuvo su labor, sus succiones eran tan potentes y deliciosas. No pude evitar gritar de placer cuando me dio unas pequeñas y sensuales mordidas, las cuales me llevaron al extremo y así terminé en su boca.
Luego de eso, Pamela se retiró súbitamente de mi boca, dejándome un poco extrañada, sin embargo, ella se dejó caer sobre mí, llevó mi mano hacia su sexo y comenzó a tocar el mío. Su cabello caía en mi rostro, y su olor, era un delicioso aroma a coco. Ambas sincronizamos espontáneamente ese roce intenso, no nos dimos cuenta cuando ya estábamos penetrándonos con desesperación. Ella me besaba tan rico, pasaba de mis labios a mi cuello y yo hacía lo mismo. Con mi mano libre, acariciaba sus pechos, y esto hizo que ella suspirara profundamente. Ambas alcanzamos otro orgasmo simultáneamente.
En ese momento, sentí su cuerpo tembloroso, y su respiración entrecortada. Ella simplemente se hizo a un lado y cayó rendida, irremediablemente. La contemplé durante unos segundos, me levanté de la cama y saqué de la nevera ejecutiva una de las botellas de vino que tenían disponibles. Me recosté en la cabecera de la cama, y entré en un estado de cavilación curioso. Era primera vez que sentía que no tenía dirección en mi vida.
FIN DEL FLASHBACK
Continúa...
Nota al lector.
El relato fue escrito por ambas, Lisa llevó los diálogos, reacciones e ideas de Pamela, y yo llevé los diálogos, reacciones e ideas de Sofía.
Esta era la razón por la cual mis relatos demoraban tanto en subir, puede que yo tenga "algo", que me haga sencillo publicar con frecuencia, pero, para que quedara bien, era necesario adaptarme a los tiempos de Lisa.
Aprovecho la oportunidad de agradecerle públicamente por hacer posible este relato, esperando que sea el primero de muchos cameos entre personajes.
Fin de Nota al lector.