Por trabajar hasta tarde - 7

Hora de pagar deudas. Carla se cobró su trío con un hombre, aunque de un modo diferente.

La última experiencia que Carla y yo tuvimos fue con Marta, una compañera de empresa de Carla que en principio iba engañada pero resultó ser la mas satisfecha del encuentro. De esta manera hicimos el trío con una mujer que habíamos planeado, y quedaba pendiente, a petición de Carla, hacer un trío con un hombre, cosa que no me entusiasmaba, precisamente.

Como Marta no trabajaba por las noches, una vez más quedamos ella y yo (una pequeña infidelidad que me permití) para rememorar la experiencia. Disfrutaba mucho usando su arnés conmigo. Incluso probó con un consolador aún mayor que tenía. Algun día diría a Carla que teniamos que probar con consoladores muy grandes para medir nuestra capacidad.

Llegó el sábado y como otras muchas veces quedé en pasar a buscar a Carla a su casa. Lo habitual era buscarla, cenar cerca de su casa y volver para pasar la noche y disfrutar de nuestros cuerpos. Yo tenía una llave del portal de su casa por si acaso su compañera de piso estaba con algun cliente (para evitar llamar) y dependiendo de la posición de la alfombrilla bajo su puerta sabía si había moros en la costa o no.

Subí a su casa y todo indicaba que no había nadie. Llamé a la puerta y me abrió Maria, su compañera de piso. Me saludó y me dio dos besos.

Más de una vez me hubiera gustado tener su tranca dentro pero Carla no quería repetir con Maria, ya que se pondría poner celosa, supongo, así que me contenía.

Me comentó que Carla estaba en su habitación, que pasase.

Otros sábados, y es parte de la rutina, Carla me pregunta por la ropa que quiero que lleve y después de vestirse, y algún día de desfogarnos un poco, salimos a cenar.

Esta vez la vi con varias prendas de ropa interior tendidas sobre la cama. Se acercó a mí y me dio un beso, como de costumbre.

  • Recuerdas que me compré para tí un corsé?

En el primer encuentro que tuvimos en su casa, Carla llevaba un corpiño precioso que la hacia un cuerpo muy sexy y me dijo que lo había comprado para mí.

  • Ah, sí! Ya me acuerdo. Póntelo! te quedaba muy bien -exclamé yo.

  • No no, te dije que lo había comprado para tí, y para tí va a ser esta noche.

  • Cómo? No!, estooo, ¿qué estás pensando? -dije extrañado.

  • Pues que te lo pongas. Quiero verte muy, muy sexy

No sería la primera vez que ella me vestía con ropa de mujer, ya que en medio de nuestros juegos a veces me había puesto lencería suya, pero pensaba que saldríamos a cenar y yo no estaba dispuesto a salir así a la calle.

  • La cena ya esta aquí en casa, así que como no vamos a salir, te da igual, verdad?

La carita de mimosa con la que me dijo esto me hacía casi imposible negárselo. A regañadientes acepté.

  • No te preocupes que vas a estar fenomenal. Yo te ayudo a ponerte todo.

  • Todo? Que más?

Sacó del armario unos zapatos de aguja con un tacón altísimo. Por otra parte, señaló un tanga negro de la cama y un par de medias, también negras.

  • Pero vamos a hacer las cosas bien -me dijo.

Me indicó que me quitara la ropa. Yo me quedé en calzoncillos. Me cogió de la mano y me llevó al baño. Me sentó en la taza y comenzó a sacar de un armarito una serie de productos que yo desconocía. Sin que me diera cuenta me echó en la pierna un chorro de un producto pastoso.

  • ¿Qué es esto?

  • Crema depilatoria

  • Ehhh?? esto no quiero.

  • Vale, pues te lo quito.

Al quitarmelo quedaba en medio del vello una calva que quedaba bastante fea. Bromeó diciendo que mejor nada de pelo que eso y trató de convencerme diciéndome lo habitual que es hoy en día que los hombres se depilen, y que nadie me miraría raro por eso. Ya no me quedaba más remedio que dejarme depilar.

Estuvimos como una hora entre unas cosas y otras. Al final me dejó la piel de cuello para abajo sin un solo pelo. El tacto era muuuy suave. De hecho me planteaba si no dejarme depilado siempre ya que las sensaciones al tacto eran más intensas.

Volvimos a la habitación y me dio las medias. Empecé a ponermelas y me indicó que primero me quitase el calzoncillo. Entre risas, así lo hice y me puse las medias y el tanga. Se acercó Carla con el corpiño y empezó a ponermelo y a apretar por detrás para atármelo. Yo creía que me iba a axfisiar de lo que me comprimía eso. Soltó un poco, se acercó de nuevo al armario y saco dos prótesis que imitaban dos pechos. Me los colocó sobre de mi pecho de tal manera que lo levantaba y con lo apretado del corpiño simulaban unos pechos pequeñitos.

No sé por qué, pero aunque nunca he tenido intención de travestirme, me estaba excitando de verme así. Me sentó en una silla y me puso una peluca rubia que había sacado de un cajón de la cómoda. Yo me estaba viendo en un espejo y la verdad es que empezaba a tomar forma de tía.

Se aplicó con el maquillaje y tengo que decir que el resultado a mí mismo me sorprendió. Lo que había al otro lado del espejo era una mujer, un poco fea, jeje, pero una mujer.

Sacó un vestido negro de un tejido muy suave y con mucha caida y me lo puso. Me ajustaba bastante la cintura y de altura quedaba por encima de las rodillas. El escote prominente dejaba ver los bultitos que se me formaban.

Para terminar, me puso los zapatos que había sacado. Al principio fui incapaz de ponerme de pie con eso, pero con su ayuda conseguí dar unos pocos pasos, si bien mi andar era muy torpe.

Se asomó a la puerta y llamó a Maria que en pocos segundos llegó y se asomó a la habitación.

  • Qué te parece mi amiga Ana? -dijo Carla

  • ¿Ana? -pregunté yo

  • Sí -respondio Carla-, esta noche serás Ana. Me gusta ese nombre.

  • Pues toda una mujercita para un buen macho -replicó Maria entre risas- ¿me visto de hombre?

Eso que dijo Maria pensé que era una coña y que todo quedaría en un juego entre nosotros.

Maria se fue por que tendría un cliente en un rato, dijo.

A los 10 minutos llamaron a la puerta y yo supuse que sería el cliente de Maria o Alexandra. Yo de nuevo me había sentado debido a que no aguantaba demasiado bien sobre esos tacones. Carla mientras comenzó a quitarse su short y la camisetita inocente que llevaba puesta. Sacó varios vestidos, a cual mas sugerente, y me los iba mostrando para ver cual le quedaría mas sexy. Algunos de ellos ya los conocía pero había otros que ni tenía idea de su existencia.

Eligió uno rojo, con dos escotes de vértigo, tanto por delante como por la espalda. Su ropa interior era de ensueño. Un tanga de hilo dental negro, con un liguero también negro y medias de rejilla. Se puso su vestido y estaba impactante. No se puso sujetador ya que el escote trasero dejaría verlo pero aún así sus tetas resaltaban maravillosamente. Por detrás el escote le llegaba hasta el final de la espalda.

Entró un rato en el baño a peinarse y maquillarse y al rato salió bellísima. Solo faltaban el par de zapatos de charol con un tacón tan alto como el que llevaba yo.

A pesar de tener mi pene atrapado por el tanga empecé a notar como cogía firmeza al ver delante de mí esa hembra.

Me ayudó a levantarme y cuando iba a abrazarla (quería devorarla allí mismo) se me escurrió y se dirigió a la mesilla a coger el móvil.

  • Un momentito, tengo que hacer una llamada -me dijo.

Vi que hacía una llamada perdida, ya que marcó y colgó al instante. Vino hacia mí y me abrazó. Yo por mi parte me acerqué a su boca y me puse a besarla. Era un beso muy pasional, tanto que yo estaba absorto en él.

De pronto se abrió la puerta y entró un hombre de unos 30 años, alto, más que Carla y yo, con la cabeza rapada y de complexión bastante fuerte. Yo me quedé helado ya que de pronto caí que ese era el momento del trío con un hombre que le había prometido a Carla.

Después supe que Carla me había vestido así para que me metiese algo más en el papel y minimizar mi resistencia al encuentro, y a fé que lo consiguió.

  • Buenas, señoritas! -dijo el hombre (del que no llegue a saber el nombre)

  • Hola! - dijo Carla con una sonrisa

  • Buenas - contesté yo cabizbajo

  • Veo que estas dos mujercitas se estan dando una fiestecita. estoy invitado ¿verdad?

  • Claro, sírvete tú mismo -dijo Carla

El hombre se acercó a nosotros y nos abrazó. Carla le dio un morreo muy lujurioso. Mientras me tenía asido por la cintura y me apretaba contra él. Yo con el muslo notaba la presión del paquete y lo que ahí había era grande -pensé asustado-.

Tras el morreo de Carla, el hombre se giró hacia mi buscando lo mismo pero Carla le sujetó la cara diciéndole que no me iban los besos. Menos mal por que lo de tener sexo lo aceptaba, pero besar a un tío no me apetecía en absoluto en ese momento.

El hombre bajó sus manos a mi culo mientras Carla había puesto las suya en mi ingle y a consecuencia de esto me estaba excitando.

Ya que tenía que cumplir con mi promesa, ¿por qué no ejercer de mujercita por un día y tratar de disfrutarlo? -pensé. Como si algo dentro de mi hubiera cambiado, dirigí mi cabeza hacia el beso que se estaban dando Carla con el tío e hicimos un beso a tres. Carla se sorprendió bastante y yo sabía que mi decisión la había excitado.

Llevé mi mano al trasero de nuestro macho y pude comprobar lo duro y firme que estaba. Durante un rato estuve palpándoselo y encontrándome de vez en cuando con la mano de Carla que estaba haciendo lo mismo. Mi otra mano, que hasta ahora seguía en la cintura de Carla, la bajé para colocarla bajo la entrepierna de nuestro compañero y pude notar unos testículos enormes y pesados, que supuse estarían llenitos de leche para nosotras. Subí la mano y me encontré con un tronco enorme que por momentos se iba poniendo como el acero.

Empecé a proporcionarle una buena paja sobre el pantalón. Carla se encargó de desabrocharle el cinturón y el botón. Yo bajé la cremallera y puse las manos sobre el paquete que estaba palpitante esperándonos. Carla se había soltado del beso a tres que teníamos y se agachó y de un tirón bajó los calzones. Frente a nosotras saltó un pene enhiesto que no tendría menos de 28 o 29 centímetros y un grosor más que considerable.

Yo tenía un poco de incertidumbre por no saber si eso cabría en mis entrañas aunque me fiaba de Carla y sabía que al final, como siempre, disfrutaría.

Carla, agachada como estaba, comenzó a chupar el capullo. El tío se estaba excitando y con un dedo de la mano que tenía en mi culo comenzó a explorar mi entrada sobre el vestido. Yo me estaba excitando bastante viéndome toda una mujer a la que su macho le esta comiendo la boca y tratando de profanarla el culo.

Sentí como Carla me daba golpecitos en la pierna y cuando la miré me dijo:

  • Toda tuya, hazle la mejor mamada de su vida.

Era mucho presumir eso, pero yo me puse a la tarea. Caí de rodillas y me metí de un golpe en la boca ese trozo de carne. El sabor, mezclado con el sabor de la saliba de Carla me resultó muy agradable.

Carla, mientras, terminó de desnudarlo. Su cuerpo estaba muy musculado y completamente depilado, cosa que internamente agradecí. A su lado yo parecía una piltrafa.

Un par de veces que bombeó tuve que parar pues me daban arcadas y es que por más que lo intentaba no cabía en mi boca. En una breve pausa, mientras se quitaba el calzado, Carla se colocó junto a mí y juntas compartímos el pollón que se erguía frente a nosotras. Nos alternabamos en las lamidas con algunos chupetones furtivos entre nosotras. Él, con las manos en nuestras cabezas, acompañaba el ritmo.

Pasado un rato, decidió que era hora de que nuestros culitos probasen ese rabo. Se apartó y nos dijo que nos desnudásemos una a otra. Carla me despojó del vestido quedándome el corpiño puesto. Yo por mi parte la quité a ella el vestido mientras con mi lengua iba bajando por su cuerpo, lo que hizo que nuestro hombre se pusiese muy cachondo. Mutuamente y al tiempo nos desabrochamos las ligas y nos fuimos bajando los tangas. Al quitar el tanga de Carla su pene saltó justo frente a mi boca y yo no pude menos que zampármelo y darle unas lamidas.

  • Que hambre tiene esta puta -soltó el hombre.

  • Es una golosa -replicó Carla.

  • Y su culo? seguro que tiene hambre.

Se puso detras de mí y me incorporó. Yo me agaché para seguir mamando la polla de Carla y nuestro hombre empezó a sobar mi culo mientras un dedo invadía mi ano. El movimiento que estaba imprimiendo era bestial ya que mi deseo de meter más se disparaba por momentos. Un segundo dedo me hizo dar gemiditos de placer. Ya abiertamente pedía polla.

  • Vas a tenerla, putita -me decía él.

  • Síii, métemela toda -respondía yo inconsciente de lo que me iba a costar alojar eso en mi ano.

Noté como sacaba sus dedos y enfilaba su arma hacia mi culo. Apuntó y empezó a meter. El ritmo era muy lento pero imparable. Los primeros signos de dolor empezaban a aparecer. Para no dañar a Carla saqué su polla de mi boca y apreté los dientes. Quería comportarme como una damita y no protestar ante el avance de mi macho.

Un rato tardó, no sin mucho dolor, en completar su invasión y se mantuvo quieto un rato. La señal para empezar a moverse fue cuando cogí de nuevo la polla de Carla y la metí en mi boca.

Que sensación más placentera sentirse tan llena. Carla y nuestro hombre empezaron a acompasar sus movimientos. Mis gemidos acompañaban al ritmo. Me estaban llevando al cielo.

De pronto se abrió la puerta de la habitación y apareció Alexandra (os recuerdo que era el alter-ego profesional de Maria) completamente vestida de hombre con un traje de chaqueta y corbata. Su pelo rubio lo llevaba recogido. Esa visión hizo que me terminase de empalmar. Era lo que me faltaba!!!

A voces empezó a decir:

  • Que putas! Os dejo un rato con un macho y no os sabéis contener?

  • Perdona, Alejandro -dijo Carla- es que tenemos muchas ganas de polla

  • Con que esas tenemos! -exclamó Alexandra- Yo os voy a dar polla, pedazo de putas.

Mientras esta conversación mi macho seguía bombeando mi culo como si nada. Yo estaba excitadísimo viendo a Alexandra así y entre gemidos la dije:

  • Dame tu polla que yo me ocupo de ella.

Vi como Alexandra esbozaba una sonrisa y según se acercaba a mí iba diciendo:

  • Veis, esta putita sí que sabe ocuparse de mí.

Según llegó a mi altura me las apañé para bajarle la cremallera y sacarle su polla que ya estaba en pleno apogeo. Sin más demora me la metí en la boca deseoso de darle la mejor mamada de su vida. La pobre Carla se había quedado un poco fuera de juego y poniéndose tras el hombre le tocaba los huevos masajeándolos. De vez en cuando su mano llegaba hasta mi polla, y justo en esos momentos era cuando mejores lamidas le daba a Alexandra.

El hombre dijo a Carla que quería su culo. Ella, como una perrita obediente se puso a cuatro patas exponiendo y ofreciendo su flor. Salió entonces de mí de un golpe. Yo me quedé huérfano de polla, así que le dije a Alejandra que me enculase.

Me coloqué también a modo perrito paralelo a Carla. Mientras su macho empezaba a taladrarla el culo se colocó Alexandra tras de mí. De un solo empujón entró su polla ya que mi ano estaba muy dilatado.

Vi la cara de Carla mientras esa barra de carne le entraba y su gesto era de evidente dolor. Para no desconcentrarla, sólo la miraba, pero cuando al rato vi que se relajaba busqué su boca para fundirnos en un humedo beso.

Nuestros enculadores se habían sincronizado perfectamente y nos estaban dando a Carla y a mí un placer indescriptible.

Largos minutos estuvimos así y nuestro semental seguía sin correrse. Alexandra sin embargo daba signos de que lo iba a hacer en breve, así que traté de apretar el esfínter y acelerar mis movimientos para darle una buena corrida, que no tardó en llegar. Me inundó el culo de leche caliente. La sensación de mujercita llena de leche me agradaba cada vez más, así que pensaba que el corpiño me lo quedaría yo para mí.

Vi como Carla se esforzaba en sacar la leche de hombre, pero este seguía impasible. Qué capacidad de resistencia!!

Alexandra salió de mí y dijo al hombre:

  • Ven, que para que te corras necesitas un buen culo tragón.

Se tumbó en la cama boca arriba, bajándose su pantalón. La parte superior del traje seguia ahí. Elevó las piernas y las abrió, mostrando su culo hambriento. El hombre se puso frente a ella y se la clavó sin piedad. Imagino que mientras me follaba Alexandra se había dilatado con un dedo, por que si no, tragarse ese sable de un golpe es casi milagroso.

Alexandra aullaba de placer desde el primer momento. El hombre, ahora sí, daba señales de mucha excitación.

Como Carla se había quedado con su culo vacío yo fui a ocupar la posición del hombre y aunque por cuestiones de tamaño no fuese lo mismo, la experiencia con Carla hizo que comenzase a gemir inmediatamente.

Los gemidos de Carla los oyó Alexandra que exclamó:

  • Quién os ha dado permiso para que os folléis, putas? Estáis a nuestro servicio. Venid a tocarme.

Tuvimos que dejar nuestro particular polvo y acudir a ambos lados de Alexandra para sobarle las tetas sobre la ropa y masajear su polla que se movía al ritmo de las embestidas del semental.

Quizás esta escena fue la que por fin consiguió que nuestro macho se corriese. Sacó su pollón del culo de Alexanda y nos la ofreció. Las tres nos preparamos para recibir en nuestras bocas su leche. La imagen era parecida a la de los polluelos en un nido. De pronto, su polla empezó a soltar unos borbotones de leche. Las tres nos disputábamos cada gota, incluso metiendo la lengua dentro de otra boca. El sabor era mas fuerte de lo que hasta ahora había probado pero me encantaba, así que me peleé con mis dos compañeras por cada chorro que salía.

Cuando dejó de manar el néctar las tres pugnábamos por tener dentro de la boca ese mástil.

Hasta ese momento, ni Carla ni yo nos habíamos llegado a correr. Alexandra se levantó, se recompuso como pudo y dijo:

  • Estas dos putitas parece que han disfrutado y sin correrse

  • A lo mejor son lesbianas -contestó el hombre.

  • Eso es fácil de comprobar -respondió Alexandra.

Salió de la habitación como un rayo mientras Carla y yo, de rodillas en el suelo estábamos juntas a la espera de saber que iban a hacer. Sin embargo sé que Carla, y yo misma, estábamos concentradas en la polla aún erecta de ese semental.

Alexandra entró con un consolador doble.

  • Esto lo suelen utilizar las lesbianas, ¿Que te parece si se lo damos? -preguntó al hombre

  • Una buena idea, a ver cual culea más, que aún no sé cual es mas guarra.

Yo me estaba excitando con todo lo que decían y aún no sabía qué pretendían. El hombre me sacó de mi duda muy rápido.

  • Poneos a cuatro patas, de espaldas una a la otra.

Así lo hicimos, entrecruzando nuestras piernas. Alexandra se puso junto a nosotras e insertó una parte del consolador en el culo de Carla que dio un respingo. Ahora me tocaba a mí. Con poca delicadeza me metió la polla de goma que sería de un grosor similar al de Alexandra. La verdad es que me hizo un poco de daño, pero una señorita tan puta como yo en esos momentos no se podía quejar.

Nos ordenaron movernos y empezamos un movimiento alterno que fue haciendo que el consolador se nos clavase cada vez más, hasta que nuestros culos estaban pegados. Alexandra en ese momento soltó el consolador y se sentó junto al hombre a ver el espectáculo que Carla y yo les estábamos dando. Los gemidos de Carla y míos no se hicieron esperar.

  • Yo creo que sí que son lesbianas -dijo Alexandra.

  • Probaría a darles polla por la boca para ver que prefieren -respondió el hombre.

Alexandra se puso frente a mí y el hombre frente a Carla, Nos ofrecieron sus pollas que gustosas empezamos a paladear. Poco a poco empezaron a follarnos las bocas y los empujones que recibíamos implicaban notar más el consolador. Mi calentura llegaba al máximo y la de Carla supongo que también por cómo se movía.

Cerca de 10 minutos estuvimos en esa postura hasta que Alexandra decidió llenar mi boca con su leche. Se corrió abundantemente y me produjo tal excitación que de inmediato me corrí. Mis estertores provocaron que Carla, que también estaba a punto, se corriese.

Unos segundos después y contagiado por tanta corrida, el rabo que tenía Carla en la boca comenzó a escupir otra buena ración que Carla tragó gustosamente.

Estuvimos un buen rato haciendo la correspondiente limpieza de sable a nuestros machos y después Carla y yo emprendimos un riquísimo 69 para terminar de recoger los restos de nuestra corrida.

No habíamos terminado cuando vimos que el hombre se estaba duchando junto a Alexandra, que aprovechaba para mamar esa polla un rato. Salió de la ducha, se cambió, y sin apenas mediar palabra, se fue.

Carla y yo ya estábamos abrazados en la cama. Alexandra completamente desnuda y de pie frente a nosotros nos miraba. Aún en esas circunstancias, cansado como estaba, no podía dejar de admirar el cuerpo de Alexandra y sobre todo su polla tan bien proporcionada.

Alexandra se despidió diciendo:

  • Bueno, tortolitos, aquí os dejo.

  • Gracias, Alexandra -dijo Carla-.

  • No tienes que dar las gracias por nada, lo he pasado muy bien.

Salió de la habitación cerrando la puerta.

Carla me quitó la peluca, me desabrochó el corpiño y ambos nos quitamos las medias y los zapatos quedando completamente desnudos. Si bien las sensaciones que había tenido al estar depilado habían sido mayúsculas, el tener a Carla abrazada piel con piel hizo que se me pusiera con la piel de gallina.

Así como estábamos, quedamos completamente dormidos.

Al día siguiente, recién despiertos y abrazados aún en la cama, me explicó el montaje que había tenido que hacer. El hombre en cuestión era un cliente asiduo de Alexandra. Para que Alexandra cediese a su cliente yo tenía que travestirme y ella entrar en el juego.

Desde luego el haber estado con un tío habia sido menos traumático de lo que creía. Claro, que una vez en acción, mas que un hombre, yo me veia como una putita hambrienta de sexo. Carla por su parte vio defraudada su fantasía de verme tal y como soy, es decir, un hombre, enculado por otro.

Me reconoció también que la polla de ese tío había sido lo mas grande que había entrado en su cuerpo y que en ese aspecto estábamos ya igualados, lo que dejó en mi una extraña satisfacción.

Empezamos a fantasear con comprar consoladores de mayor tamaño para comprobar nuestros límites, y poco a poco fuimos calentándonos.

Para calmar la calentura Carla se dio la vuelta y comenzamos a comernos nuestras pollas que ya estaban despiertas y preparadas. No hicimos otra cosa que ese 69 hasta que los dos acabamos en nuestras respectivas bocas.

Tras esto, los dos juntos nos fuimos a la ducha enjabonándonos mutuamente y disfrutando de las caricias.

Yo el domingo tenía comida familiar, así que tras desayunar algo con Carla y con Maria, y comentar las jugadas de la noche anterior, me vestí y salí para mi casa.

Lo que sucedió la semana siguiente es parte de la próxima historia.