Por trabajar hasta tarde - 5

Tras el fin de semana, vuelta a la rutina semanal. Yo en mi oficina y Carla allí por las noches.

Tras el largo fin de semana de desenfreno con Carla y María/Alexandra llegó la semana y la vuelta a la rutina. Yo trabajaba hasta la tarde y Carla entraba sobre las once de la noche. Si quería verla tendría que ir a la oficina a altas horas o quedarme hasta tarde.

Ya que Carla me había dicho que con la ropa de trabajo, el típico traje de cualquier oficinista, yo le gustaba más, opté por intentar la segunda opción. Algunos días me quedaba hasta tarde avisando al vigilante del turno anterior de que permanecería allí, por el tema de la alarma. A Carla la avisaba de que la estaba esperando. Varias noches me quedé hasta muy tarde en la oficina esperando mi ración de sexo nocturno. Cómo hasta cierta hora no se podía hacer nada, aprovechaba para sacar trabajo.

Un día llegó a oídos del director que yo me estaba quedando hasta muy tarde en la oficina muchos días. Naturalmente habría sido el guardia de seguridad quien se lo habría dicho, por que Carla no creo. Don Fernando, que así se llama, vino a preguntarme intrigado el por qué de mi permanencia en la oficina. Tuve que reaccionar pronto ya que no le podía decir el motivo real.

De pronto, se me ocurrió decirle que me había dejado una supuesta novia, que estaba tan apenado que se me caía mi casa encima y como forma de no pasarlo mal prefería volcarme en el trabajo para no recordar. Don Fernando, no sé si por consolarme, o porque mi productividad había subido un montón, me animo a ir cuando estuviera apenado.

  • Hace bien, Pedro, si el trabajar le ayuda a olvidar, no voy a ser yo el que se lo impida.

  • Gracias, D. Fernando, la verdad es que hay días que preferiría no tener que volver por casa, de los recuerdos que me trae.

Estaba hecho todo un actor, porque D. Fernando ponía cara muy compungida. Como tratando de confraternizar conmigo siguió diciendo:

  • Es verdad, es que a veces las mujeres son muy malas. Si yo le contara. A veces uno tiene que buscar con que distraerse de lo que tiene en casa.

  • Si, D. Fernando, el problema es cuando hasta los amigos me recuerdan a mi ex.

  • Bueno, siempre puede usted encontrar otras alternativas. Anímese y busque. Busque sin miedo.

La descripción que el primer fin de semana que estuve en casa de Carla había dado su compañera Alexandra de su cliente la verdad es que se parecía mucho a D.Fernando. ¿D. Fernando buscaba alternativas? ¿sería el rico cliente de Alexandra? Naturalmente, no me atreví a preguntar pero ganas tuve. Tendría que preguntar a Alexandra más datos sobre el cliente porque de ser el mismo D. Fernando me iba a dar mucha ventaja a la hora de negociar mi sueldo la próxima revisión.

Decidí zanjar el tema con el director y por la tarde bajaría al puesto del guarda de seguridad decidido a hablar con él por si albergaba alguna sospecha con respecto a Carla.

Bajé por la tarde a decirle que esa noche me quedaría hasta tarde, que tenía que revisar unos informes. Justo en ese momento puse una cara de pena y lastima hasta que me pregunto que me pasaba. Esa era mi oportunidad de despejar sus posibles sospechas utilizando de nuevo el cuento del novio abandonado.

El hombre dijo entenderme, se quejó de las malas mujeres que hay por el mundo.

  • Hace usted muy bien en tratar de olvidar. Por mí no se preocupe, usted me avisa cuando quiera y se queda hasta la hora que le apetezca.

  • Muchas gracias -respondí-, sabía que usted lo entendería.

  • Pues sí -dijo el guarda-, es que hay cada fresca por ahí!!. Mire que dejar a un muchacho tan bien plantado como usted.

  • Pues ya ve, eso es lo que me ha pasado.

  • Vamos, que me dan ganas de presentarle a mi hija! no le digo más.

  • Bueno, hombre, bueno, no le quiero cargar a usted con eso -dije yo.

Si su hija había salido al padre desde luego que sería poco agraciada, por no decir nada. Pero el vigilante siguió hablando.

  • Y que me dice de la del turno de noche?

  • Quién? -respondí- la que le sustituye?

Estaba claro que el vigilante creía que algo podía pasar entre mí y Carla. Lo que no sabía es como responder pues desconocía si sus compañeros sabían de su condición de transexual.

  • Sí, esa -dijo muy seco.

  • ¿Qué le voy a decir? -traté de contestar- pues que apenas saluda. Un poco borde sí que es, no?

Yo trataba de sonsacarle para ver hasta donde sabía.

  • Un poco rarita, eso sí -me contestó el guarda con una sonrisa.

Me despedí del guarda agradeciéndole su comprensión y por supuesto el ofrecimiento de presentarme a su hija.

Horas más tarde bajé a buscar a Carla al puesto de seguridad. Naturalmente la había llamado para ponerla sobre aviso de lo que había hablado con su compañero y menos mal que no dije nada acerca de su entrepierna ya que la idea que tenían sus compañeros es que era un marimacho, pero con coño, eso sí.

Nos estuvimos riendo bastante del ofrecimiento de presentarme a su hija y mirando la taquilla vimos una foto de la hija. Desde luego del padre no tenía nada ya que era un bombón. Por supuesto tanto a Carla como a mí no nos importaría darla un repaso, pero sólo se trataba de fantasear.

Yo realmente ese día no tenía pensado quedarme con Carla ya que el día anterior habíamos tenido mucha juerga y estaba un poco cansado, pero tenerla ahí al lado, con su uniforme y su risa hizo que me calentase. La conversación pasó de la broma a lo sexual.

  • Por qué no, un día, hacemos un trío con una tía? -dije yo- No con esta, claro, pero sí con otra.

  • No sé, en principio no conozca a ninguna que le pueda interesar. Y tú?

  • Yo no conozco a ninguna que le interese conmigo a solas, así que un trío, imagínatelo.

  • Pues no saben lo que se pierden

Me sonrojé con lo que me decía, pero por otra parte era verdad que hacía mucho tiempo que no me iba a la cama con una mujer y últimamente, antes de conocer a Carla, mis intentos se contaban por fracasos.

Dejamos pasar el tema cuando puse un brazo alrededor de su cintura y la otra mano en su pecho.

  • Uno rapidito? -pregunté-

  • Estoy cansada, mi amor.

Yo seguí insistiendo y estaba hecho un autentico pulpo, metiéndola mano por todos sitios. Ella se hacía la remolona pero su resistencia poco a poco iba cediendo. Acercó su boca a la mía y me metió la lengua hasta el fondo. Mi mano se fue inmediatamente a su paquete, que reaccionó con alegría. Bajé su cremallera y metiendo la mano saqué su pene. Mientras seguía el beso la masturbaba.

Carla, ya vencida, echó la cabeza para atrás. Como pude, solté varios botones de su camisa a la altura de sus tetas y por ahí metí la boca para comer esos manjares. Su mano ya buceaba en mi bragueta encontrándose con una magnífica erección.

Se zafó de mí y se puso de rodillas. Durante unos instantes estuvo adorando a mi pene que estaba enhiesto delante de ella. Muy despacio y con mucha dulzura lo fue metiendo en su boca. Con una mano agarraba la base y la otra la había metido debajo de mis testículos, apretándolos suavemente y rozando con sus dedos el espacio entre el ano y el escroto.

Entre la mamada sensacional que me estaba proporcionando y el jugueteo del dedo junto a mi ano, yo me estaba poniendo ya muy excitado. Como otras veces, supo contener con maestría mi orgasmo, prolongando la mamada por varios minutos más.

Aflojó el ritmo y ante mi petición de mas caña sacó el pene de su boca y poniéndose contra el sofá, se bajó el pantalón y se inclinó. Me estaba ofreciendo su ano y yo no podía por menos que hacerle los honores.

Acerqué mi lengua y con mucha calma rodeé su agujerito que veía como palpitaba a la espera de ser traspasado. Tras un rato, me incorporé y apunté mi pene a su entrada. El primer empujón entró sin problemas. El resto lo tuve que ir metiendo más bien despacio para no causarle dolor aunque de vez en cuando ella pedía más.

  • Vamos, mi amor, lléname el culo

  • Sí, mi niña, te voy a dar todo.

Cuando entró toda y después de esperar un par de segundos, comenzó el vaivén que tanto nos gusta. Las embestidas cada vez eran más fuertes y ella trataba de atrapar mi polla con su esfínter con más fuerza.

  • Párteme el culo! dame más fuerte!

Yo ya empujaba con todas mis fuerzas y aún así notaba que me podía correr. Así se lo hice saber. Ella rápidamente se echó para adelante sacándose mi polla y se sentó en el sofá. Cogiéndome de las piernas tiró de mí hacia ella y se metió la polla en la boca para que acabara allí.

Mientras me corría seguí embistiendo su boca, con algo menos de fuerza, claro, lo que hizo que a veces saliese la polla de la boca y la regase la nariz y la barbilla de semen. Me lancé a besarla y de paso para saborear mi propio semen, lo que no me era extraño ya.

Estuvimos un rato entre besos y lametones de modo que su cara quedó casi limpia.

Su pene estaba más bien flácido ya que, según me dijo, se había concentrado en otras cosas. Por este motivo decidimos hacer un alto para que se asease, no fuera a ser que tuviera que salir por una emergencia de esa guisa.

Nos pusimos a hablar abrazados de varias cosas. En concreto recordamos el pene de Alexandra y sus 22 centímetros. Yo por supuesto era lo mas grande que me había metido pero quería saber si Carla había probado algo mayor.

  • Por ahora te gano -dijo Carla

  • Por cuantos centímetros? -pregunté ente risas-

  • Ufff, unos cuantos. De hecho no se si probaría algo así otra vez.

Me comento que se trataba de un rollete que tuvo hace un año que tenía un pene considerable. Aparte de los 28 centímetros de largo, lo impresionante era el grosor.

  • Parecía como si me metiesen un puño, y créeme, o te relajas mucho, mucho, o eso duele -apostillo Carla.

Yo seguía hablando del tema ya que me apetecía probar un poco mis limites. Quería catar algo mayor que lo de Alexandra pero de momento no pasaba por mi cabeza que fuese un hombre.

  • Y ya que hablábamos de hacérnoslo con una tía, qué tal si buscamos a otra con una polla mas grande que la de Alexandra?

  • Otra?

  • Sí, bueno, es que con un tío... -dije dando a entender que no quería con un hombre.

  • Y por qué no?

Esa era un frontera que no quería traspasar. Creía tenerlo muy claro. Pero la cara de Carla al decírmelo me hizo dudar si no iba a empezar a buscar un encuentro con un tío. En principio no estaba dispuesto pero ella tenía métodos de sobra para convencerme.

  • Que te lo hagas conmigo y con un tío a la vez -prosiguió Carla- no significa que seas gay. Eres bisexual, no? O es que no te gusta tener una polla en el culo?

  • Si, claro que me gusta, pero al mirar atrás me gusta ver a una mujer.

  • La fuerza con la que te agarran no es la misma. Sabe muy rico, créeme.

  • Para ti es muy fácil decirlo. Al fin y al cabo te sientes una mujer y no lesbiana precisamente -protesté.

  • Bueno, -replicó- veo que aún te falta abrirte a algunas cosas.

Estaba claro que buscaría un encuentro con un hombre, no me cabía ninguna duda. Si seguía con Carla sólo me faltaría saber cuándo iba a ser, porque podía darlo por hecho.

Como vio Carla que mi cara no era de entusiasmo me abrazó diciendo:

  • Tranquilo, ya sabes que no haremos nada que no quieras. No voy a dejar que estés a disgusto conmigo.

Eso me tranquilizó un poco ya que hasta ahora había sido yo el que iba abriendo las puertas, aunque con ayuda suya.

Volví meter la mano por su pantalón y a a coger su polla con la mano. Yo me había corrido y ella no y eso había que compensarlo. Carla me susurró muy bajito:

  • Me la comes un poco, corazón?

Yo me agaché y todo lo dulcemente que pude me la metí en la boca. Conforme le iba besando y acariciando con la lengua su pene iba tomando forma hasta tenelo completamente empalmado en mi boca. Carla me acariciaba el pelo mientras me animaba diciendo lo que la estaba gustando. Llegado un punto me dijo que me pusiese en cuatro sobre el sofá, bajó mi pantalón y el calzoncillo y se colocó detrás de mí.

Jugueteó con un dedo, después con dos y cuando me notó mas dilatado empezó a introducirme su polla. Debido a la dilatación me entró bastante bien al principio, después y con la parsimonia de siempre, fue entrando muy despacio hasta el final. Carla notó que ya no me molestaba (cada vez tardaba menos en recibir su polla) y empezó a bombear. Despacio, al principio, yo tenía la cabeza bajada contra el sofá y no la podía ver así que comenzó a decir:

  • Te imaginas que en vez de mí es un tío?

  • Pero es tu polla -dije.

  • Es una polla. Y no me estás viendo.

  • Te oigo.

  • Y si fuera un tío y yo estuviese al lado hablando?

Joder, es verdad! Y si no lo viese, fuera un tío y Carla me hablase? Su polla ya me la conozco pero si fuera una polla igual de un tío?

Pensar todo esto me estaba haciendo perder la concentración de lo que tenía dentro de mi culo, que no era sino el maravilloso pene de Carla. Me centré un poco en sentirlo y la pedí más. Carla comenzó a bombear mas fuerte y también mas fuertes y audibles eran mis gemidos. Quizás la idea de un tío taladrándome la había excitado porque estaba como desbocada.

Un rato después no pudo más y se corrió dentro de mí. Se sentía calentito y muy agradable ya que era la primera vez que se corría en mi cuerpo.

Miré un poco para atrás y la vi a ella con su uniforme y me excité al punto de culear yo mismo pidendo más. Carla debía estar cansada de verdad porque al rato noté como su miembro, aún dentro de mí, perdía fuerza.

Lo sacó y un hilillo de semen resbaló hacia fuera. Carla me limpió y nos sentamos de nuevo juntos.

  • Por favor, por favor -pedía insistentemente como una niña- dime que algún día accederás a que hagamos un trío con un hombre.

  • Pero bueno, ¿tanto te ha excitado?

  • Ufff, me he puesto cachondísima solo de pensarlo.

Eso ya lo había notado. Me daba la impresión de que estaba a punto de ceder, una vez más, pero se me ocurrió una idea para sacar algo a cambio. El hacérnoslo con una mujer era algo que Carla lo había dejado pasar por alto, pero yo sí que quería, sólo que no conocía a nadie. No sé por qué, pero intuía que ella sí que podría conocer a alguien que estuviese dispuesta. Sólo me quedaba plantear el reto:

  • Mira, vale, lo haremos así, pero con una condición. Antes de eso debes buscar una mujer para que hagamos un trío con ella.

Ella puso un gesto de fastidio pero al poco rato, como si hubiera caído en algún nombre, de pronto su rostro cambió.

  • Vale, te acepto el reto. Déjame que haga unas llamadas y uno de estos días ya verás.

Había firmado mi sentencia, porque estaba seguro que Carla ya sabía quien sería el primer hombre en partirme el culo.

Tras despedirnos me fui para casa con dos sensaciones muy distintas. Por un lado, sabía que tenía vía libre para quedarme todas las noches que quisiera con Carla pero por otro lado, los planes que Carla tenía para mí me inquietaban.

Yo estaba aprendiendo nuevas experiencias y a la vista teníamos otras dos, que no sabía hasta que punto serían nuevas para ella.