Por trabajar hasta tarde - 4

Cuarta entrega de la serie. Nuestro protagonista y Carla prueban a meter en sus juegos a una tercera persona.

Si habéis leído la historia hasta aquí, lo cual os agradezco, recordareis que lo último que me pasó con Carla fue que, tras una noche de sexo, nos quedamos los dos dormidos, y desnudos, en su cama. Este relato arranca a partir de ese momento.

Por la ventana entraba ya la luz de la mañana. El ruido de una obra en un piso cercano me había despertado. Eché mi mano al lado para comprobar que tenía a mi Carla al lado y sí, ahí estaba plácidamente dormida.

Estábamos, eso sí, arropados con una sábana. Que yo recordase, la noche anterior nos echamos a dormir sobre ellas. Supongo que Carla por la noche tuvo frio y echó la sábana.

Me levanté para ir hacia el baño y lo que sí que vi es que la puerta de su dormitorio estaba entornada, pero no cerrada como la dejamos por la noche. Supuse de nuevo que Carla habría salido.

De vuelta a la habitación, Carla ya despierta, me miraba con una cara muy tierna.

  • Buenos días, cariño -me dijo-, ¿has descansado?.

  • Sí, ufff, que hora es? -yo habitualmente no llevo reloj en la muñeca

  • Las 10 y pico -dijo Carla mirando el suyo.- ¿te apetece desayunar algo?

Yo esbocé una sonrisa malévola:

  • Sí... a tí! -la dije tendiéndola una mano.

  • Jajaja, eso después, primero hay que coger fuerzas.

  • No sé, lo que tu quieras desayunar -dije-, pero después...

Carla me dijo que mejor saldríamos a desayunar a la cocina y que me pusiese algo de ropa, para lo que me ofreció un pijama suyo ya que era posible que estuviera su compañera de piso por ahí. Naturalmente a esas alturas yo ya no me iba a asustar y además, la compañera sabría perfectamente que yo había dormido allí.

Salió Carla primero como para asegurar que todo estaba en orden (seguramente que no hubiese ningún cliente de la compañera) y me llamó para que fuese. En el trayecto a la cocina pude observar que el cuadro que Carla había dejado movido estaba bien colocado. Sin duda era una señal entre ellas.

Entramos en la cocina que era espaciosa y muy luminosa, ya que daba con un ventanal a un patio interior enorme y el sol la estaba dando directamente. Me senté en una mesa mientras Carla preparaba café y se afanaba por sacar todo tipo de galletas, bollería y una botella con zumo de naranja.

  • Para, para -dije- ¿me quieres engordar?

  • Engordarte? Uy! no! -respondió Carla- pero ya te digo que tienes que coger fuerzas. Lo que ganes con esto lo vas a perder después.

La verdad es que no tengo obsesión por mi cuerpo pero en la alimentación sí que suelo cuidarme y aunque sé que no es muy correcto, mis desayunos suelen constar de un café nada más. De todos modos, ante el aviso, sí que comí un bollo con mantequilla y un zumo, ya que no me permitiría desfallecer esa mañana.

Estábamos hablando de todo un poco, nada trascendente, cuando de pronto sonó la puerta de la cocina. Entró la compañera de Carla y yo me quedé petrificado. Tenía una estatura un poco menor que la de Carla, pero la cara era impresionantemente bella. Nadie diría que no nació mujer. Su pelo rubio y liso parecía recién peinado en una peluquería. Llevaba un pijama muy ajustado que le marcaba un pecho espectacular. El pantalocillo muy corto y ajustado dejaba entrever un trasero redondeado y perfecto. En la entrepierna se marcaba claramente lo que podía parecer una vagina. En definitiva, era un bellezón. No es que Carla este mal, de hecho he descrito muchas veces que es impresionante, pero al lado de la compañera salía perdiendo.

Carla notó como se me iban los ojos hacia su compañera y algo molesta dijo:

  • Te presento a María, pero su nombre de guerra es Alexandra.

  • Hola, tú cómo te llamas? -dijo María mirándome con una voz algo más femenina que la de Carla

  • Pedro. Encantado! -respondí.

El juego de miradas que tenía María hacia mí no gustó demasiado a Carla que terció de inmediato:

  • Pedro ha pasado la noche conmigo y va a pasar el resto del fin de semana. Lo digo por si traes clientes.

Miré fijamente a Carla ya que me sorprendió mucho lo que decía. Por una parte estaba muy muy celosa pero por otra, aunque yo sabía que el viernes por la noche posiblemente lo pasase fuera, lo del fin de semana entero me sorprendió mucho.

  • No te preocupes, Carla -dijo María-, que con el cliente de anoche ya he hecho caja para todo el fin de semana.

María estuvo contando que el viernes la contrató un hombre de negocios mayor para pasar la noche con él. Dio detalles que me hicieron sonrojar, aunque pensaba si Carla no estaría tomando nota para intentarlo conmigo alguna vez. Tanto vicio le salió por un ojo de la cara al hombre y ella ya había decidido tomarse el fin de semana libre ya que la media de ingresos de un mes ya lo había duplicado esa noche.

  • Ya ves -continuaba contando María-, después de una noche así al menos tengo pasta y puedo descansar y tirarme a alguien por gusto.

Fue muy fugaz, pero en el momento de decir eso María me miró a los ojos. No sé si Carla se dio cuenta, pero durante un rato estaba muy tensa, pensando quizás que María le iba a arrebatar a su presa, que era yo.

Al rato nos retiramos a la habitación de Carla los dos y lo primero que hice, ya que la notaba aún a la defensiva, fue tranquilizarla:

  • No sé qué te has pensado, Carla, pero yo aquí estoy por tí, y no por tu compañera. Que te he visto que...

  • Lo siento, Pedro, lo siento -me interrumpió- pero es que es una loba y no sería la primera vez.

  • En esto me he iniciado contigo, y es algo que siempre tendré en cuenta, dije tratando de tranquilizarla.

  • Además -continué- no sabes el morbo que me das! ¿o no lo sabes?

Carla recupero su sonrisa. María tendría una cara quizás mas bella que Carla, pero en lo que la superaba Carla con diferencia era en su sonrisa.

  • Pero una cosa... -dije- Lo que no habíamos hablado es lo de pasar todo el finde juntos.

  • Lo dije por María, lo sabes, verdad? -respondió intentando disculparse-

  • Pues no lo se, pero me he llevado una sorpresa

  • ¿Y si te lo pregunto de verdad? ¿Por qué no pasamos todo el fin de semana juntos?

Eso empezaba a sonarme demasiado a relación sentimental y no es que no me apeteciese, sino que podía dar lugar a malos entendidos. De todos modos, la carita de pena que me puso mientras lo decía, seguido de la cara mas pícara que le he visto hizo que mis instintos ganasen la partida a la razón.

  • En tu casa o en la mía? - dije poniendo voz de actor de película de cine negro.

Dio un salto de alegría y me plantó varios besos por toda la cara.

  • Nos quedamos aquí? -dijo- Me siento mas segura aquí.

Yo recordé que mi casa no es un lugar seguro ya que mi madre tiene la costumbre de ir de visita de vez en cuando sin avisar y utilizando su propia llave, y que me pille con una mujer me podría dar igual, pero si entra y ve el regalito de Carla se moriría del infarto. Con la cabeza la dije que sí, que nos quedábamos en su casa. De todas formas dije que me pasaría por mi casa a por ropa.

  • A por ropa? -pregunto- para qué?

En ese momento llevaba puesto un pijama de Carla que aunque me estaba bien era de color rosa. Hice un gesto señalándome, mostrando lo evidente que era que tenía que cambiarme. Ella, burlona, hizo un gesto similar señalando a su armario. Estaba claro que pretendía tenerme de compañera de piso. ¿Otra vez me iba a travestir?

Salió de la habitación un momento y pasado un rato, de vuelta me dijo que había encargado a María hacer compra para todo el fin de semana, así que no haría falta que saliésemos.

Se presentaba ante mí todo un fin de semana follando. No pintaba mal el plan, desde luego.

  • Te follarías a María? -me dijo Carla de pronto

La pregunta me dejo descolocado. Por supuesto que me la follaría, pero no podía decirlo allí. Por otra parte se me iba a notar si mentía.

  • Estoy contigo, Carla -dije queriendo salir de la trampa.

  • Y si yo la invito a entrar en nuestros juegos?

Me había puesto en un aprieto. Ya no me quedaba mas que decir la verdad. De todos modos me puse serio intentando que dejase de jugar conmigo. La verdad es que no sabia lo que ella estaba buscando y la escena me sonaba a la típica ama de casa que busca las cosquillas al marido.

  • Mira Carla -dije- no se que pretendes. A mí quien me gusta eres tú. Que me tiraría a María? Pues sí, pero me seguirías gustando tu, no es sólo una cuestión de sexo.

Parece que lo que la dije la gusto. La expresión de su cara así lo mostraba. Con una voz muy cálida me dijo:

  • No me apetece salir y María, para hacer la compra, me ha puesto como condición hacer un trio con nosotros. Además, recuerdas que estamos buscando experiencias nuevas?

  • Pero -respondí extrañado- no estabas antes asustada con la posibilidad de que se acostara conmigo?

  • Por lo que hemos hablado tú y yo sé que no tengo nada que temer. Yo nunca me he acostado con ella, nunca -remarcó- y ella me tiene muchas ganas, ya me lo ha dicho muchas veces. Pero ahora, que estamos los dos un poco desatados, ¿qué te parece si la invitamos? Además vas a ver que pollón tiene.

La verdad es que verme con esas dos hembras me apetecía, así que asentí. Carla salió de la habitación y yo me quede pensando si no era algo que ya tuviesen preparado. Por otra parte no tenía motivo para no creer a Carla así que supuse que también ella tenía ganas de probar el pollón de María y por eso habría aceptado la propuesta sin más, claro que lo de "pollón" a mi me asustaba un poco.

Carla volvió al rato. En un rato vendría María, vestida de Alexandra, me dijo.

La mañana desde luego se ofrecía muy interesante.

Tal y como había dicho María, o mejor dicho, Alexandra, nos desnudamos y nos quedamos sentados en la cama esperando. Los dos quedamos en silencio durante un tiempo que parecía interminable aunque en realidad serían unos minutos. Del fondo del pasillo se empezaron a oír unos pasos que se dirigían a la habitación. El paso que traía Alexandra era mas bien parsimonioso y marcando cada taconazo que daba en el suelo. Carla y yo nos miramos interrogándonos con la mirada para averiguar que era lo que se nos venia encima.

Tardamos poco en comprobarlo.

Se abrió la puerta de la habitación y ahí estaba Alexandra. Desde luego esa no era María con su pijama ajustadito de color pastel, era la vertiente mas dominadora y fetichista de Alexandra. Estaba enfundada en un corpiño de cuero negro con un tanga también negro de cuero que ahora sí que mostraba un bulto, con botas altas que la llegaban mas arriba de la rodilla con un tacón de aguja infinito. El escote era mas bien prominente y dejaba escapar parte de sus enormes pechos que dejaban entre ellos un canal muy apetecible. En su cuello llevaba una especie de collar con argollas. Su pelo, antes liso y suelto ahora estaba amarrado en un moño bastante alto.

Sin duda, para quien sea fetichista, esa imagen seria todo un festín para la vista.

Se acercó hacia la cama donde estábamos y con una voz seca nos ordenó levantar. Así lo hicimos, con una sonrisa en la cara, quizás por que nos divertía la situación. Yo instintivamente me lleve la mano al paquete para taparme. Alexandra me grito:

  • Quién te ha dado permiso para taparte?

  • Perdón... -titubeé yo.

  • ¿Perdón? ¿Cómo que perdón? De rodillas

Siguiendo con la comedia me puse de rodillas.

  • Agacha la cabeza! -me grito Alexandra

  • Mari, no te pases -la decía Carla

  • ¿Mari? ¿Como me llamas así? Tu también ponte de rodillas, puta!

Carla se puso a mi lado de rodillas. Los dos agachamos la cabeza girándola un poco para mirarnos. Carla esbozó una sonrisa indicándome que el juego, de momento, la divertía.

Alexandra se paseó durante un rato de lado a lado de la habitación frente a nosotros sin quitarnos la vista de encima. Yo trataba a veces, intentando que no me viera, de mirarla al culo. Joder! era impecable! y según andaba Alexandra se balanceaba invitando a profanarlo. Pero Alexandra sí que se había dado cuenta de mis miradas y sin dirigirnos la vista ni parar de andar dijo:

  • Parece que a estos cerditos les gusta comer culo. Habrá que comprobar cómo se les da.

Se paró frente a los dos, se puso de espaldas a nosotros y nos ordenó que le lamiéramos el culo, cada uno un cachete. Avanzamos de rodillas, como estábamos, hasta llegar a su culo. Los dos, Carla y yo, acercamos nuestra boca y nos dispusimos a chupar y lamerle el culo. Daban ganas de mordérselo pero no se me hubiera ocurrido, ya que me ganaría un castigo. Alexandra cimbreaba su culo haciéndonos mas difícil la tarea de seguirla ya que no podíamos separar nuestra boca. Nos estábamos aplicando muy bien en la tarea cuando de pronto echo su culo hacia atrás haciéndonos casi caer de espaldas.

  • Que flojitos estamos -dijo Alexandra-. Ahora veréis lo que es bueno. Y no quiero que separéis vuestra boca por nada del mundo u os arrepentiréis.

Se giró hacia nosotros y estirando de los bordes de su tanga lo soltó y lo dejo caer. Frente a nosotros salto un miembro que sin estar en erección tenía ya cierta consistencia.

Hasta ahora lo que había probado era el pene de Carla que venia a ser como el mio, de unos 17 o 18 cm, pero lo de Alexandra eran palabras mayores. Calzaba una talla 22 y de un grosor muy superior al de Carla. No sé Carla, pero yo empece a temer por mi ano, no sabía si aguantaría esa barra de carne.

  • A comer! -grito Alexandra

Carla y yo nos lanzamos a su pene que quedó al momento abrazado por nuestras lenguas. Nuestros labios a un lado y otro se rozaban mientras Carla y yo nos mirábamos a los ojos y las lenguas pugnaban por recorrer el mástil de Alexandra que en muy poco tiempo se puso completamente erecto. Viendo que el capullo estaba algo desatendido me giré y lo engullí al tiempo que Carla bajó a los testículos de Alexandra que colgaban majestuosos mientras su dueña estaba como sin inmutarse, a pesar que tenía signos de estar excitada.

  • Es que no sabéis dar placer a una buena polla? -decía Alexandra

Me agarró del pelo a ambos lados de la cabeza y con fuerza comenzó a follarme la boca. No tenía nada que ver con la polla de Carla ya que ahora me quedaba por veces sin aire y aunque yo trataba de sacármela un poco para respirar, Alexandra tiraba para introducirmela mas aún. Durante unos segundos fue muy angustioso ya que su pene alcanzaba mi garganta y me impedía por completo respirar. Cuando vio en mí gestos de angustia, Alexandra me empujo hacia atrás de un golpe seco.

  • Vamos, puta -dirigiéndose a Carla-, cómetela tú, que este no vale para comerse buenas pollas.

A mí me ordenó que mientras Carla se la comía yo hiciese lo propio con Carla. Me apliqué a fondo a dar placer a Carla mientras veía que Carla se tragaba el sable de Alexandra al tiempo que esta la embestía con violencia. Yo puse mis manos en los pechos de Carla para completar el servicio que le estaba proporcionando.

Un buen rato estuvimos en esa posición hasta que Alexandra se cansó. Sacó su polla de la boca de Carla pero a mí me ordenó seguir como estaba. Yo estaba a cuatro patas agachado sobre el pene de Carla y con una mano hacia arriba acariciaba sus pechos.

  • Estoy viendo un culito en pompa que me apetece follar -dijo Alexandra.

Yo ya me temía que me iba a taladrar y sentí, lógicamente, miedo de que lo hiciese violentamente ya que me partiría en dos. Sin embargo, se acercó a la mesilla y cogió un bote con una crema con la que se untó la polla y me echó un chorro en mi entrada. Estaba fría y eso hizo que diese un respingo. Alexandra se reía y mientras, seguía dándole a Carla la mamada más larga que nunca le había dado mientras ella, a pesar de tener su pene erecto, no llegaba a excitarse por completo. Después supe que estaba muy preocupada por lo que me fuera a hacer Alexandra.

Alexandra se puso de rodillas tras de mí y me agarró fuertemente de la cintura, cómo si me quisiese clavar sus largas uñas. Apuntó su pene a mi entrada y dio un leve empujoncito. Por el lubricante que me había echado entró sin problemas y sin dolor, claro que sólo era el principio.

Noté cómo se movía muy muy despacio, sin ceder ni un milímetro pero sin parar. El dolor empezó a llegar pero no terminaba de manifestarse ya que Alexandra estaba controlando perfectamente su acometida.

  • Dale un pollazo en la boca -decía Alexandra a Carla.

Carla empujo metiéndome la polla hasta el fondo de la boca y yo instintivamente me eche atrás. Gran error, por que echándome atrás lo que hice fue clavarme un poco más la polla de Alexandra. Sentí una punzada de dolor. Quise gritar pero tenía la boca llena y no pude decir nada. Alexandra exclamo con jubilo:

  • Ya tienes el capullo dentro

Joder... yo mismo me había insertado y ahora sólo le quedaba a Alexandra seguir metiendo. Al igual que antes avanzaba muy despacio haciendo las pausas necesarias para que el dolor estuviera controlado. Poco a poco se iba acomodando en mi culo ese enorme trozo de carne y a ratos, el dolor cedía. Yo ya sudaba y como queriendo olvidarme del dolor me aplicaba a lamer el pene de Carla alegrándome de que la veía mas excitada. Llevé mi mano a sus huevos y eso la produjo una chispa de placer que hizo que empezase a moverse más rápidamente metiendo y sacando su polla de mi boca mientras yo trataba de abrazarla con mis labios apresándola. La verdad que dedicar mi pensamiento a complacer a Carla hizo que me olvidase un poco de lo que Alexandra estaba haciendo y cuando volví mi mente a mí ano eché en falta el dolor. Ya no me dolía apenas y empezaba a disfrutar la follada que me estaba dando Alexandra.

Envalentonado, eché mi culo hacia atrás queriendo clavarme yo mismo hasta el fondo. Sentí un latigazo de dolor que de nuevo fue mitigado por la polla de Carla que me invadía la boca. Sabía ya por experiencia que ese dolor da paso al placer así que moví mi ano buscando el delicioso mete y saca que empezó Alexandra.

Carla, en este momento, estaba realmente excitada ya que sus tetas estaban siendo masajeadas por Alexandra y mi trabajo estaba dando resultado. Yo ya estaba completamente relajado y disfrutando de las dos pollas de mis amantes que me embestían alternativamente y sin piedad. El sentirme como un muñeco para disfrute de esas dos diosas del sexo me hacía excitarme más aún.

Alexandra, por contra, se mantenía mas fría. Yo trataba con mi esfínter acariciar su gran polla pero aún así no se le escaba ni un gemido, sino palabras soeces que nos dedicaba a Carla y a mí.

Carla no pudo más y se corrió entre espasmos en mi boca, mientras que yo trataba de succionar todo lo que salía de su pene. Después de casi un minuto eyaculando y yo bebiéndomelo todo, Carla cayó como desfallecida hacia atrás. Alexandra dijo muy enfadada:

  • Pedazo de puta! Te permites dar tu leche a este cerdo y no me la das a mí?

Parecía de verdad muy enfadada y por momentos me daba la sensación de que no estaba en un juego. Tercié en la polémica:

  • Alexandra, cálmate, yo te daré la mía. Dame ahora mas polla y tendrás toda mi leche! -dije yo mientras meneaba mi culo con más fuerza.

  • Quién te ha pedido tu leche, puta? Tu leche va a ser para esta guarra -dijo señalando a Carla que volvía a incorporarse.

  • Perdona, Alexandra, pero es que estaba a tope -dijo Carla.

Alexandra bajó su tono. Quizás recordaría que no era un de sus servicios de sado sino un trío que nos estábamos montando.

  • Pues venga, recupérate -dijo Alexandra a Carla-, que en un rato quiero más leche tuya.

  • Será un placer -dijo Carla con una sonrisa.

  • Ayúdame, Carla -decía Alexandra mientras le hacia una seña.

Entre las dos me cogieron y me levantaron al tiempo que Alexandra se sentaba en la cama, y todo esto sin sacar su polla de mi culo. Esos movimientos me estaban volviendo loco. Alexandra me dijo:

  • Ale, a cabalgar!!

Yo empecé a subir y bajar recorriendo con mi ano ese mástil de carne que me daba tanto placer. Realmente estaba deseando comérmelo y sacarle su néctar como a Carla, y así lo hice saber:

  • Quiero comerte la polla, Alexandra, y que te corras dentro de mi boca

  • Vaya, que golosón nos ha salido - exclamo Alexandra riéndose.

  • Menéatela, ponte a tono -continuo diciendo Alexandra a Carla.

Carla animada por la escena necesitó poca estimulación para poner en erección su polla. Cuando Alexandra vio que Carla estaba a punto, me dijo que le comiese la polla. Salté dejando en mi ano un vacío que deseaba llenar. Me puse a comerle la polla a Alexandra mientras esta ordenaba a Carla que me la clavase pero sin correrse.

Estuvimos así por unos minutos hasta que Alexandra exclamo:

  • Preparate a comer!

Soltó una corrida enorme que me llenaba la boca de su semen, que por momentos se me escapaba por las comisuras de los labios. Alexandra que lo vio decía:

  • Y que no se te escape una gota. Carla, ayudale!

Carla abandonó mi culo y pegó su boca a la mía para repasar lo que se iba saliendo. Sus ojos se clavaron en los míos y pude ver que estaba feliz. Estábamos compartiendo una corrida de otra persona. Esa mirada de Carla realmente me excitó ya que la imaginación voló por unos instantes y me hizo ver de lo que seríamos capaces.

Cuando el sable de Alexandra estaba limpito y reluciente los dos volvimos a estar de rodillas frente a Alexandra mirándola, como esperando ordenes.

  • Vaya con los tortolitos -soltó Alexandra-, si me han hecho correrme.

  • El que aún no se ha corrido eres tú, Pedro -dijo mirándome-, y me habías prometido tu leche.

  • Cuando tú quieras, Alexandra.

  • Carla, de perrito -ordeno Alexandra.

Carla se puso a cuatro patas en el suelo. Alexandra tras ella de rodillas se apróximo a su ano y apuntó su polla a la entrada. Sin tantos miramientos como conmigo, después de echarle un poco de lubricante, le empezó a clavar su miembro. Yo estaba de frente a Carla y la miraba la cara de dolor. Abrió de pronto los ojos todo lo que pudo y así los tuvo un rato. Pasados unos segundos su expresión cambió y se fue tornando mas placentera. Alexandra empezó a culearla muy suavemente al principio e iba acelerando.

Me ordeno que me arrodillase ante Carla y a ella que me comiese la polla, advirtiéndome que no me corriese.

Ya he dicho alguna vez que las mamadas de Carla son magistrales y de vez en cuando le tenía que hacer gestos para que levantase el pie del acelerador porque si no me correría. Llegó un momento que viéndome Alexandra tan a punto me hizo levantarme y ponerme de pie frente a ella. Se engulló mi polla y si las mamadas de Carla son buenas, las de Alexandra son de profesional. Oír los gemidos de Carla mientras pedía mas polla y la destreza con la lengua de Alexandra hizo que en 10 segundos me corriese, soltando en su boca toda la leche que tenía. No contenta con ello, empezó a succionar con mucha fuerza. Sin sacarse la polla de la boca decía:

  • Te voy a vaciar.

En esto que Carla dijo:

  • Alexandra, me voy a correr, Dioooos, que polla tienes!

Alexandra dejó mi polla y se tumbó súbitamente bajo Carla, engullendo el pene de Carla que estaba muy erecto. De la boca aún le salia a Alexandra un poco de mi semen cuando Carla estalló en un aullido de placer. Se convulsionaba y Alexandra se asía a ella con fuerza para apresar su polla y no dejarla escapar.

Carla aprovechó para meterse en la boca el pene de Alexandra que seguía por todo lo alto. Carla subía y bajaba frenéticamente mientras recorría el pene de Alexandra.

Ver ese 69 con ese par de diosas me excitó tanto que estaba empalmado de nuevo. Carla seguía con su culo expuesto, así que decidí aprovechar para taponar el vacío que había dejado Alexandra.

De un empujón entró sin la mas mínima resistencia. Que calentito y agradable estaba. Mientras daba a Carla noté que las manos de Alexandra masajeaban mis huevos y un dedo se escapaba hacia mi año. Eso hizo que me corriese una tercera vez, aunque solté bastante menos debido a las corridas anteriores.

Yo ya estaba exhausto y creo que mis dos "damas" lo estaban igualmente. Nos quedamos los tres tendidos en el suelo y los tres, creo, con una sonrisa de satisfacción en la cara. Menuda sesión matutina de sexo nos habíamos dado.

Después de un rato tumbados en el que dominaba el silencio, a veces roto por una risilla o un suspiro debido a la satisfacción, Alexandra se levantó y mirándonos nos lanzó con la mano un beso. Salió hacia la puerta y dijo:

  • Carla, ahora viene María que te tiene que preguntar una cosa.

Carla y yo nos quedamos abrazados y nos fundimos en un largo beso. Habíamos atravesado una nueva frontera y ahora lo de meter otras personas en nuestros juegos sexuales sabíamos que sería común.

Al rato entro María en la habitación vestida con unos vaqueros y un jersey ajustado de color azul claro que dejaba un poco de escote trasero. El pelo ya lo tenía suelto de nuevo. Ya no tenía nada que ver con Alexandra, ahora daba la impresión de ser una jovencita (tendría alrededor de 26 años, no más) casi tímida. Estuvo un rato charlando con Carla sobre qué era lo que había que traer del supermercado y algunas cosas más que tenían que comprar. Yo en ese rato aproveché pera pasar por el baño para asearme un poco.

Cuando María se fue, Carla vino hacia mí y me abrazó por la espalda apretándose contra mí. Notaba su paquete en mi trasero, el cual agité para frotar el regalito de Carla. Carla sonreía y decía entre dientes:

  • Que vicioso eres. Para un poco, que queda mucho fin de semana.

  • Estás segura que va a dar tiempo para mucho? -contesté preguntando.

  • Se intentará, dijo Carla.

Sobra decir que durante el resto del fin de semana hubo pocos momentos que estuviésemos vestidos y muchos en los que estábamos uno dentro del otro. En varias ocasiones María se unió a la fiesta y tanto Carla como yo tuvimos la oportunidad de visitar su culito aunque a veces echábamos de menos a la activa Alexandra.

El domingo por la tarde, tras la sobremesa, Carla me sugirió que me fuera porque esa misma noche entraba a trabajar y debía dormir algo y descansar. Por fin pude ponerme el traje con el que había ido a casa de Carla que estaba impoluto (María era una buena ama de casa y lo había cuidado como tal).

A media tarde llegue a mi casa y tuve que leer las notas de mi madre al no haberme encontrado en casa (si ella supiera!!!) y oír mensajes de amigos que supuestamente tenían un plan cojonudo.

Por mi parte yo también estaba cansado y la semana que empezaba previsiblemente sería dura. De todos modos estuve tentado de acercarme a acompañar un rato a Carla en el trabajo.

Mas adelante contaré otros retos que superamos Carla y yo.

¡Menudo camino a la perversión!