Por trabajar hasta tarde - 2

En mi relato anterior conté como una experiencia que tuve cambió mi visión de lo que el sexo puede dar de sí. En esta nueva entrega os contaré mi segunda "cita" con mi guarda de seguridad preferida.

Tras un primer encuentro que, a pesar de cerrarse en falso y de forma precipitada, me fue completamente satisfactorio, estaba más que dispuesto a repetirlo. Para ello tenía que contactar de nuevo con la vigilante del turno nocturno y no era fácil. ¿Con que excusa me iba a quedar hasta tan tarde en el trabajo?

Podría, quizás, acercarme pasadas las 12 de la noche y llamar a la puerta. Con toda seguridad me abriría ella.

El día siguiente a mi primer encuentro lo pasé discurriendo sobre todo eso. Comentar que el informe que tuve que hacer fue un éxito y gustó bastante a la dirección, con lo que se me quitaba la excusa de quedarme hasta la madrugada, ya que no había mucho que hacer.

Salí de mi trabajo por la tarde-noche y como de costumbre me fui para casa. En mi cabeza seguía dando vueltas el repetir y completar la experiencia de la noche anterior y empezaba a obsesionarme la idea de ir a buscarla. Me senté a ver la tele a ver si así me calmaba un poco y nada, no había forma. Decidí conectarme a internet y adivinaréis que me puse a buscar... páginas de transexuales.

No negaré que había visitado paginas porno, pero nunca me había interesado lo más mínimo esa temática. Y ahí estaba yo mirando esos cuerpos de mujer, algunos realmente impactantes, con un extra. Como supondréis, esto no hizo sino incrementar mi deseo por volver a ver a mi iniciadora y probar de nuevo el inmenso placer que es capaz de darme. Aun así, solo eran las 11 de la noche, así que pensé que o aún no estaba o todavía estaría el guarda del turno anterior. Había que esperar, ya que tenía decidido volver para buscarla.

El tiempo se me hizo eterno ya que no pensaba salir hasta las 12 y pico, que fue la hora a la que más o menos la vi el día anterior y me quedaba una hora de espera.

Y con tanto tiempo por delante, las ganas que tenía y esas fotos delante de mí, no pude aguantar y calmarme un poco allí mismo. Supuse que así no tendria la precocidad del primer día y podría disfrutar más tiempo.

Pasado el rato, y ya más calmadito, salí de casa en busca de mi objeto de deseo. El trayecto en coche (una media hora) se me hizo insufrible... Quería correr más para llegar lo más pronto posible pero los radares de la carretera me limitaban. En fin, fueron unos 5 minutos más pero al final llegué.

Aparqué justo enfrente de la puerta, ya que el parking estaba vacío, solo otros dos coches más aparte del mío. Uno de ellos estaba más alejado así que supuse que sería de algún vecino de la zona que aprovechando que el parking está abierto dejaría su coche por la tarde. El otro coche que estaba antes de llegar yo estaba cerca de la puerta. Era un utilitario pequeño y de color claro, con varios peluches en su interior. Tenia toda la pinta de ser de una mujer, o al menos, muy femenino.

  • Este es su coche -pensaba-, me espera una noche divertida.

Si algo tenía seguro era que le tenía que pedir algún modo de contacto para otras veces, un teléfono o una dirección de correo.

Cuando me acercaba a la puerta notaba un cosquilleo en mi estomago. Ufff, estaba nervioso y me lo iba a notar. Generalmente las veces que he intentado ligar con alguna chica y me he mostrado nervioso la cosa ha resultado un fracaso y solamente las veces en las que he ido muy relajado y seguro, o convencido del fracaso, he tenido éxito. Y estaba nervioso...

Justo antes de llamar a la puerta estuve tentado de volverme atrás y durante un buen rato dudé. No era miedo al tipo de experiencia, que va!, justo por eso había venido. Era más bien miedo a que no me salíese bien la cosa y me quedase a dos velas.

Pulsé el boton del portero automático. Ya estaba echada la suerte!

  • Cuánto has tardado en llamar -sonó a traves del interfono.

Era su voz, tan grave y sugerente como la recordaba de la noche anterior.

  • Si, bueno, es que no sabía si estarías -dije tratando de disimular, pero creo que resulté poco convincente.

  • Espera, que ahora te abro -dijo ella.

Se encendió la luz del portal y apareció saliendo detrás del mostrador que relaté en el relato anterior. Estaba con su uniforme, como era de esperar. El hecho de verla hizo que en mis partes bajas notase cierto inicio de actividad. No obstante, estaba poniéndome más nervioso, aunque por su primera respuesta suponía que a ella le apetecía verme.

Abrió la puerta y me dejó pasar. Según entré, se acercó y me puso la cara para darnos dos besos (a modo de saludo nada más) y dijo:

  • Hola. Llevaba un rato viéndote por el monitor en la cámara de la puerta ¿qué te trae por aquí?

Yo, un poco temeroso, solo acerté a decir

  • Bueno... desde anoche tengo ganas de saber tu nombre.

Ella sonrió. Yo estaba hecho un flan y eso parecía divertirla.

  • Ja ja, me llamo Carla. ¿sólo era eso? - dijo en un tono burlón

Estaba claro que aunque los comienzos no eran los del día anterior, ella se sabía dominadora de la situación, y me lo estaba haciendo saber.

  • Je je -puse una sonrisa de circunstacia- no sólo era eso, me gustaría saber como contactar contigo.

  • Viniendo aquí, como has hecho -ya el tono burlón era descarado.

  • Sí, claro, pero me refiero para otro día -dije tratando de salir del atolladero.

  • Pero, ya te quieres ir?

El tono burlón era evidente pero me estaba dando la impresión de que estaba jugando con fuego. A otra evasiva mía ella se podía cerrar y se había acabado todo, y no sabía nada más que su nombre. Sin embargo, el decir directamente a lo que había ido me parecía excesivamente directo.

Carla me saco de dudas diciendo con una voz que me sono muy sensual:

  • Seguro que no. No has venido solamente a pedirme el teléfono, verdad?

Yo, terco de mí, aunque ella había roto el hielo seguí metiendo la pata:

  • Sí, quiero que me des el teléfono...

Pero según hablaba recapacité

  • ... para quedar otro día y repetir lo de ayer y lo que espero que pase hoy.

Ya estaba dicho, mis cartas estaban sobre la mesa. De pronto todos los nervios que tenía se calmaron ya que por mi parte solo quedaba esperar.

  • Mira que eres tímido -dijo sonriendo.

  • Uff, sí, mucho - respondí aliviado.

  • Venga, vamos para adentro que aquí en la puerta hace frío.

Ya sin nervios la cosa cambiaba. Mi excitación inicial al verla se había esfumado con los nervios y ahora volvía. Ya conté que me excitaba ver a las mujeres con uniforme, y más en este caso, que sabía lo que encerraba.

Según andaba a mi lado pero un poco por delante de mí giré mi cabeza para verla el culo. El día anterior no había reparado en él y la verdad es que menos mal, por que mi ansiedad durante todo el día habría sido mayor. Perfecto... en su sitio y nada caido.

  • Vaya trasero! -se me escapó la exclamación.

Ella lo oyó, giró su cabeza hacia mí y me mostró una sonrisa que me costará olvidar. Empezó a hablar en un tono más distendido, como queriendo calmarme:

  • Siento lo de ayer, pero tras sonar la alarma, si en la ronda no hubiera activado de nuevo la alarma se hubiera avisado a la central y me hubiera costado el puesto de trabajo. Me comprendes, no? En otro caso, que haga la ronda un rato más tarde no pasa nada, pero tal y como estaban las cosas ayer era necesario que fuese inmediatamente.

  • Claro, Carla, no te preocupes, aún así ayer me lo pase de puta madre. Fue una experiencia...

Me interrumpio, como queriendo no seguir por ahí. Estaba claro que de momento quería enfriar las cosas.

Entramos en el mismo cuarto que el día anterior me había parecido lúgubre y hoy me parecía hasta acogedor. En la televisión estaba puesto un canal de musica 24 horas con el volumen muy bajo.

Carla se dirigió al sofa y se sentó, invitándome a hacerlo. Yo me senté a su lado y puso su mano sobre mi pierna.

  • No te puedo invitar a nada, aquí aparte de café no hay más, dijo.

  • No te preocupes, lo que quiero beber y comer es otra cosa -conteste intentando calentar el ambiente.

  • Mi bocadillo? -dijo riendose.

Yo la hubiera dicho que más bien una salchicha, pero ya me parecía ir demasiado directo y ella no parecía tan por la labor. El día anterior entre la tensión del episodio de la alarma y lo que vino después no podía haberla visto como hasta ahora y la verdad es que a pesar de no ser especialmente guapa sí que me estaba resultando encantadora. Su sonrisa era completamente femenina y seductora.

  • Ja ja, respondí, no he venido a quitarte la comida. Además, con tu presencia aquí me vale.

Se tuvo que sentir muy halagada porque se lanzó a darme un beso en la mejilla.

  • Eres un cielo, me dijo, gracias por entenderme. Oye, una cosa, ¿nunca habías hecho lo de anoche?

  • No, nunca, fue mi primera vez. Cedí por miedo y por que no me quedó más remedio, pero ya ves si me gustó que aquí me tienes.

  • O sea, que te he desvirgado yo?

  • Sí, se puede decir que sí.

Su semblante cambió y se puso más seria:

  • Quiero hablar unas cosas antes de nada para que luego no haya malentendidos.

  • Sí -dije interrumpiendola.

  • Lo primero es que a mí también me sorprendió lo que pasó ayer. No estoy constantemente buscando tíos para clavársela, como puedes imaginar, pero no sé, ayer sí que me apeteció mucho y perdí los papeles.

  • Pues me encanta que los perdieses, dije, porque yo a pesar de la situación que creía tener encima, estaba completamente excitado.

  • Y era por mi uniforme?

  • Si, y por tí, estas muy bien. Y bueno, dije medio avergonzado, el estar así retenido, no te lo puedo explicar, pero me tenía a cien.

  • Y por qué te ponen las tías con uniforme?

  • No lo sé, me imponen y es una sensación como de que tienen el control.

  • No me malinterpretes -insistía yo- no es que me vaya el rollo sado, pero lo de ayer fue una sensación muy extraña que aún me cuesta entender.

Ella prestaba mucha atención a lo que yo decía, como queriendo analizarlo. Tras un breve silencio, Carla dijo:

  • Ya te entiendo: te gusta probar cosas nuevas o mejor dicho, que te hagan probarlas.

  • No es eso -respondí-, por que lo de ayer unas horas antes ni me lo hubiera imaginado.

  • A todo esto, -me interrumpio- ¿tú como te llamas?

  • Ja ja, que despiste el mío -dije- mira que no haberme presentado al entrar. Me llamo Pedro.

  • Encantada, Pedro.

  • Encantado, Carla.

Esto último lo tuve que decir con algún gesto que la gustó, ya que se lanzo a darme un beso ya en los labios. El tacto de sus labios era muy suave y el beso era como de un primer amor, excesivamente tierno. No me dio tiempo a que yo repitiese ya que alejó su cabeza inmediatamente.

  • Perdona -dijo-, no sé que me ha pasado.

  • Que nos hemos dado un beso -repliqué.

  • Sí, pero no sé si tú...

Ejem... yo pensaba que ahora era yo el que dominaba la situación. En esa linea empeze a hablar:

  • A tí te gustó lo de ayer?

  • Sí, claro, ¿no lo notaste? -dijo con una voz muy cándida, como de adolescente.

  • Sí, ya, aún recuerdo el sabor -dije refiriendome a su semen, como queriendo acelerar los preparativos.

  • Que bestia eres -replicó-, no sólo me refería a eso. Que poco sensible!! -exclamo.

Ella estaba adoptando una postura muy recatada y yo me temía que si seguíamos con esas iba a tener que pedirla una cita antes de tocarla un pecho y yo lo que estaba era caliente. Quería sexo como el de la noche anterior. Lo de tener una relación sentimental con una transexual, en ese momento, ni me lo planteaba.

  • Bueno -insistía yo-, pero te excitaste, verdad?

  • Claro que me excité. Yo tampoco me había visto nunca en la situación de anoche y aunque muchas veces había tenido el control de una relacion, el tener el dominio total nunca... y me gustó.

Su cara, al decir esto último, cambió. Ya no era la niña buena de hace unos segundos. Era una fiera que me iba a devorar. Y yo que creía que tenía el control, en ese momento me vine abajo. Empecé a tener claro que haríamos lo que ella dijera y cuando dijese.

Carla debio de notarlo porque me miró de arriba a abajo y tras detenerse a pensar un par de segundos dijo, ya muy segura de sí y con un tono de voz muy dominante:

  • Sí, seguro que lo que te gusta es probar cosas nuevas.

  • Carla... en que estas pensando?

Por el tono que empleé, yo acababa de asumir que haríamos lo que ella quisiera.

  • Nada, no te preocupes. Tú déjame a mí.

  • Ya, te dejo, pero sólo es por saberlo.

Se levantó y se quitó la chaquetilla. Sus pechos se notaban explendorosos. A su altura tenía un boton desabrochado y la corbata le caia por medio y no se por qué, pero eso me excitó de sobremanera. Me eché instintivamente la mano a la entrepierna como queriendo tapar la erección que de repente había tenido. Esto lo tuvo que notar ella por que dijo:

  • Lo ves?, sabes que he pensado algo y te pones cachondo.

  • Es que... -trataba de excusarme-.

  • A ver, levántate.

Yo no me podía levantar sin que se notase la erección que tenía, pero por otra parte, no podia desobedecerla. Realmente no sé si era más por temor a que se molestase y perder un buen polvo o por que de verdad me estaba excitando que me dominase de ese modo.

Me levanté poniendo la mano para taparme, pero me dijo que separara las manos. Ahí estaba yo, con una erección tremenda y marcándola.

Me indicó que me separara del sofá y se puso a rodearme andando muy pausdamente.

En la segunda vuelta que dio me lanzó un cachete a la nalga. Si ya estaba excitado, eso fue lo que hizo que me pusiera aún más cachondo. Me quise mover para tocarla, pero me dijo que me quedara quieto, que me estaba observando.

  • Mmm, creo que te puede valer, dijo.

  • A qué te refieres?

  • ¿Qué te pareceria que por un momento fueses mi mujercita?

  • ¿Cómo? -conteste muy extrañando.

  • Sí, nunca lo he hecho con una mujer y me gustaría probarlo.

  • Pero yo... -intentaba protestar y ella me cortó de golpe.

  • Ayer tu probaste cosas nuevas, hoy me toca a mí, - y ya con voz melosa pregunto- ¿me lo vas a negar?

Ante esto, poco podía decir yo. La verdad es que mi complexión es más bien delgada y mi altura es muy similar a la suya. Eso era lo que estaba mirando y estaba claro que su ropa me valdría.

Me sacó de mis pensamiento el ruido de la puerta de su taquilla. Carla ya estaba en ella mirando sus ropas. Saco un par de perchas y me las mostró. Era su propia ropa, pues no iba con el uniforme al trabajo. Se trataba de una falda de tubo negra que quedaría a la altura de la rodilla y una blusa amarilla.

  • Te gusta?, me dijo

  • Pero de verdad quieres que me ponga eso?

  • Claro, creo que te queda bien.

  • Pero pareceré ridiculo.

  • Tú me dejas a mí y ya veremos.

No tenía más salídas. No me quedaba otra que ponerme sus ropas si esa noche quería tema. La erección que hacia un rato tenía la había perdio debido a lo surrealista de la situación. Ya resignado, le dije

  • Vale, dámelo, que me lo pongo.

Me hizo esperar y sacó además unas medias bastante opacas, un tanga negro y un sujetador del mismo color. Me dijo que me desnudara y me lo fuera poniendo.

Así lo hice, mientras refunfuñaba ella solo reía diciendo

  • ¿No me vas a dar un caprichito?

Gracias a que las medias eran bastante opacas no se notaban los vellos de las piernas. No es que tenga demasiado vello en el cuerpo, pero como relate, hasta el día anterior ni se me había pasado por la cabeza una situación así, por lo que el llevar las piernas depiladas no tenía mucho sentido. Para el sujetador me tuvo que ayudar ya que, como es natural, no tengo la pericia de colocármelo a mi mismo.

Cuando hube terminado de ponerme lo que me dió, vi que con dos trozos de papel había hecho dos "protesis" que imitarían el pecho y me las puso. Sinceramente, pensaba que mi aspecto, por lo poco que podía ver, ya que no tenía espejo, era más bien ridiculo.

Antes de que me diera tiempo a decir nada, me señaló las prendas que había dejado apoyadas en el sofá. Empecé con la blusa que era de un tejido muy suave. La sensación al ponérmela era de ligereza. Yo estoy acostumbrado a camisas masculinas que tienen un tejido mucho más basto y esto era distinto. Antes de abotonar el ultimo botón me dijo que no lo hiciera e incluso me desabotonara el penúltimo.

Para ponerme la falda tuvo que ayudarme ya que le iba a destrozar las medias. He de decir que aunque me apretaba un poco, no estaba demasiado embutido, con lo que, a decir suyo, no me quedaba mal.

Con todo ya puesto, me hizo sentar sobre el reposabrazos del sofá y me acercó unos zapatos de tacón que había sacado de la taquilla. Eran negros y no muy altos, de unos seis centimetros, pero el tacón era muy fino. Yo no sabía si me valdrían o no, ya que mi pie es de un 44. Instintivamente miré los pies de Carla y la verdad es que iba bien servida. Sentí cierto alivio ya que caminar sobre un tacón con unos zapatos de un número menor podría ser un infierno.

Sentado, como estaba, me puse los zapatos y aunque me apretaban un poco me entraron bien. Lo malo vino cuando me dijo que me pusiera de pie. No me caí de milagro y gracias a que ella me sujetó. Dios! que vertigo!!

Ella puso a reir diciendo que menos mal que ese día no se había traido unos de 10 centimetros. Yo lo agradecí.

Me hizo dar unos pocos paseos, para habituarme, decía, y la sensación de ridículo era total al principio. Poco a poco, fui cogiendo el equilibrio y aunque mis maneras seguían siendo muy torpes, al menos ya no había riesgo de caerme.

  • Falta lo último -me dijo-, sientate otra vez.

Me senté y la vi coger su bolso del que sacó un cepillo y un neceser. A mis 35 años aún conservo todo el pelo (algunos de mis amigos no pueden decir eso) y acostumbro a llevarlo, dentro de lo que es un pelo corto, bastante largo. Me estuvo cepillando por un rato y me colocó un par de horquillas.

Acto seguido abrió el neceser y se puso a maquillarme.

Como no podía ver nada, no sabía que estaba haciendo y ante dos tentativas de decir algo me hizo callar para estarme quieto.

  • Ya estás! Mmm, me gusta mi mujercita -dijo.

  • Déjame que me vea -respondí yo.

Me cogió de la mano y me llevó hasta el aseo donde había un espejo. Aunque no era de cuerpo completo pude verme y bueno, por una mujer no hubiera pasado, claro, pero para carnaval hubiera sido un disfraz magistral.

Ante mi gesto dubitativo, dijo Carla:

  • No te quejes, tengo amigas que estan empezando que se ven menos femeninas que tú.

  • Si no me quejo, solo que no acabo de verme como mujer.

Carla puso un gesto malicioso y remato:

  • Para hacerte mi mujercita a mí me vale.

  • Uy! uy! ¿qué es lo que vas a hacer?

Inexplicablemente, esto último lo dije poniendo la voz más aguda que pude. Me estaba metiendo en el papel.

Carla se acercó un poco más a mí, me agarró de la cintura y me volteó hasta quedar frente a frente abrazados.

  • Te voy a hacer de todo, mi amor -dijo Carla.

Sin más, me plantó un beso que me dejó sin respiración. Su lengua entraba en mi boca sin casi dejarme respirar al tiempo que me apretaba hacia ella. Por mi parte, puse mis manos en su espalda y las bajé para apretar su culo hacia mí. Dos sensaciones me volvieron loco en ese momento, por una parte el agarrar su culo prieto y bien formado pero por otra, contra mi ingle notaba su erección.

Terminado el beso gemí como una gatita y una de mis manos las desplacé hacia su paquete. Su "porra" estaba preparada para todo y yo sabía claramente como darla placer.

Bajé la mano para sopesar sus huevos. Carla lanzó un gemido de placer. Sabía que la estaba gustando lo que la hacía y se la veía tremendamente excitada. Esta vez fui yo el que me lancé a comerle la boca y ataqué con mi lengua el fondo de su boca. Me entretuve jugando con su lengua imaginando que era su polla. Mi calentura subia por momentos y el tanga que llevaba puesto empezaba a aprisionarme el pene impidiendome una erección total.

  • Carla, el tanga me aprieta. Me estoy calentando mucho, -dije como una protesta pensando que se pondría a desnudarme.

  • Cariño, ahora lo que me interesa es tu agujerito y para ello el tanga no me estorba.

Joder! No solo me había travestido sino que me estaba dominando claramente. Esta noche parecía que iba a actuar solo como una mujer.

De sus manos, que estaban en mi cintura, una de ellas la bajo a mi trasero y la otra la subió al cuello. Me acariciaba la nuca y volvía a clavarme su lengua mientras que con la otra mano me aprisionaba hacia ella.

Yo movía el culo como tratando de acariciar su mano con él. La mano que tenía en su paquete, tan aprisionada estaba que ni la podía mover, aunque me apañaba para hacerla subir y bajar queriendo masturbar ese trozo de carne que sería mio dentro de un rato.

  • Parece que mi putita esta cachonda -decía ella.

  • Si, mucho -respondí-, quiero tu polla.

Con sus manos en mis hombros hizo que me bajase. Con los tacones no podía bajarme bien, hasta donde yo quería, y me dijo.

  • Ponte de rodillas, que te voy a dar una cosita.

¿Que me iba a dar? No. Estaba tan caliente que me lo iba a tomar yo solo. Me puse de rodillas y sin dejar de mirarla la desabroché el pantalón y lo dejé caer. A la altura de mi boca estaba mi trofeo. Aún con los calzoncillos acercé la boca y le di un par de lametones. De improviso, agarré los calzoncillos y los bajé. Me quedé extasiado viendo lo que me iba a comer.

  • Vamos, guarra -dijo-, es tuya.

  • Y de nadie más - respondí con un tono casí mimoso.

Empecé a pasar mi lengua muy suavemente alrededor de su capullo. El sabor de su liquido preseminal me estaba encantando. Sabía que si insistía comiendome ese tronco iba a tener otro nectar aún más delicioso. Después de un rato, no pude más y la engullí. Sin mover mi cabeza, jugueteaba con mi lengua para abrazar su polla. Al rato empecé a aprisionarla con los labios y a moverme hacia atrás y hacia adelante. Era yo el que follaba a su polla.

  • Joder, cariño, que bien lo haces -dijo Carla.

Esas palabras me estremecieron. Me sentí completamente femenino y quise darle aún más. Con mis manos masajeaba sus testículos y le acariciaba su vientre. Ella tenía las suyas en mi cabeza pero sin hacer presión, no hacia falta en absoluto.

Después de un rato proporcionándole una mamada espectacular, Carla, sin previo aviso, sacó su pene de mi boca. Yo intenté una leve protesta por privarme de ese manjar, pero me calmó diciéndome que ahora me iba a hacer su mujer.

Me hizo levantar y me subió la falda a la cintura. Masajeaba mi culo apuntando con sus dedos de vez en cuando a mi ano. Yo tenía mis manos en su nuca y me dejaba hacer.

Sin apenas aviso, un dedo me invadió el ano. Di un respingo por la sorpresa.

  • Tranquila -me dijo- déjame a mí.

Yo estaba muy entregado así que poco más podía hacer que ser una marioneta para sus caprichos. El dedo jugueteaba dentro de mi ano y mi hambre de más se estaba haciedo ya muy patente. Una de mis manos volvió a su polla que estaba dura como un hierro.

  • Quiero más -le susurre.

  • Claro, todo a su tiempo.

Un segundo dedo se unió al que ya estaba dentro y poco a poco la entrada se iba dilatando. Cuando Carla comprendió que estaba a punto me indico que me pusiera de rodillas en el sofá mirando hacia la pared. Se colocó un preservativo, me agarró con sus manos de mi cintura y se echó contra mí apretando su pecho contra mi espalda y me susurró al oido:

  • Toda tuya, mi amor.

De un golpe, y sin previo aviso introdujo todo el capullo y sentí un dolor indescriptible.

Eso no era lo del día anterior y me estaba partiendo. Grité, la dije que lo sacara que me dolía pero ella se asió firmemente a mí y no cedió ni un milímetro. Estaba claro que no escuchaba mis quejas, hasta que hice fuerzas y traté de salirme. Fue en vano. De hecho parte del contrato era que no haríamos nada que yo no quisiera, y ahora, por el momento, eso no lo quería.

Con una voz más ronca de lo habitual en ella, Carla dijo:

  • Hoy tu papel es ser mi putita, y las putas no se quejan.

Nada más decir eso empezo a empujar y a seguir metiendo su polla. El avance no era rapido, pero no paraba. Yo creía que me desvanecería del dolor que estaba sintiendo, de hecho temía que me produjese desgarros dificiles de explicar en caso de acudir al médico. Ante la imposibilidad de pararla me rendí ya que cuanto más resistencia oponia más dolor notaba.

Al poco rato paro. Estaba metida hasta la bola y el dolor estaba ahí. De mis ojos se escapaban lágrimas y apretaba al máximo los dientes para poder aguantar eso mientas mentalmente odiaba profundamente a mi violadora.

Mientras con una mano me sujetaba, con la otra me acariciaba la espalda pero sin ceder un ápice en su penetración. Pasaban los segundos y remitía el dolor. Mi ano se fue acostumbrando a la polla que lo invadía. Cuando Carla me vio algo más relajado y con menos tensión trato de retirarse un poco para acto seguido, y muy despacio, volver a clavarmela. No sé cuantas veces hizo lo mismo y de últimas, aunque el dolor persistía era más soportable y el placer se iba abriendo camino.

Me odiaba a mi mismo por haber ido en busca de eso y sobre todo, por sentir ahora que empezaba a disfrutar de aquello.

Poco a poco la sacaba y metía más distancia y el dolor era más un recuerdo que algo real. Aun así estaba indignado.

Llegó un momento que la sacó por completo pero se quedo justo a la puerta. Yo, instintivamente me eché hacia atrás volviendo a clavármela yo mismo.

  • Lo ves, putita? Anda que no te gusta el rabo a tí!

Me sentí humillado por esas palabras. Había sido violado (bien es cierto que fui buscando algo así) y ahora quería más. Cierto es que me sentía sucio en ese momento, pero lo que estaba disfrutando me impedía retirarme del juego. Por nada del mundo hubiera dejado que esa verga se me escapara.

Estuvimos un rato en esa posición hasta que Carla decidió que había que cambiar. Se tumbó en el suelo y me dijo que la cabalgase. Yo, en cuclillas me coloque sobre ella y dejándome caer me empalé yo mismo. Carla, no sé si por el golpe o por mi decisión se sobresaltó.

  • Que furia! A las putas baratas os gusta eso, verdad? -dijo Carla

  • Siii, quiero cabalgarte.

  • Dime que eres mi puta.

  • Soy tu puta, quiero que me folles -dije sin pensarlo dos veces.

La verdad es que me sorprendí a mi mismo diciendo eso. No solo me había feminizado sino que me había emputecido, y aún así queria más de ella.

Durante largos minutos estuvimos así hasta que me dijo:

  • Para un poco. Ponte de rodillas que te voy a dar tu paga.

No entendía muy bien de que iba la cosa, pero aún así obedeci. Se puso frente a mí un paso atrás, se quitó el preservativo y mientras se meneaba el pene dijo

  • Ven a comerte esto, cerda

Yo avancé de rodillas hacia ella al tiempo que ella retrocedía. Traté de alargar mi mano para pararla pero me las apartó. Cuando me vio con la boca abierta a punto de comerle la polla estalló en una corrida impresionante. El primer disparo fue directo a mi garganta. El segundo pegó en la nariz. Pero ahí estuve más rapido y antes del tercer y siguientes conseguí atrapar ese pedazo de carne en mi boca.

Pensé de mí mismo que estaba hecho una puta viciosa, pero es que así me sentía. Tenía necesidad de comerme esa polla y sacarle todo el nectar que pudiera.

A Carla le dieron un par de convulsiones que a mí me pareció que me estaba follando la boca. Cuando trató de sacarla le dije que continuase follándome la boca y ella sonrió a carcajada limpia.

  • Pues si que me has salido puta tu! - decía Carla mientras reía.

Un rato de mamada paso hasta que noté que su pene empezaba a quedarse flácido del esfuerzo. Me sentí a mi misma (misma? pensaba en femenino?) como incapaz de proporcionarle una segunda corrida del tirón. Me notaría la cara de pena, estoy seguro.

  • Cariño, déjame, me ha gustado mucho, créeme, después seguimos - dijo ella.

Me cogió de debajo de los hombros y me incorporó. Me plantó un beso en toda la boca como queriendo recoger su propio semen, que yo ya había tragado gustosamente. Se separó de mí un instante y habló en un tono más reflexivo que hizo que yo me pusiese más en mi lugar.

  • Antes de que digas nada -habló ella- quiero explicarte una cosa.

  • Pero... -traté sin éxito de interrumpir.

  • Mira, creo que al final sí que has disfrutado pese al rato inicial. Sé que lo has pasado mal y créeme, sé lo que es.

  • Joder, te has pasado, yo no he venido a eso -conseguí interrumpir.

  • Lo sé, sé que estaras tentado de irte y no volver jamás. Solo sé una cosa, y es que si vuelves es que a pesar del dolor que te he causado es mayor el placer que te doy, que es lo que de verdad me importa. Y tú sabes que a la larga has disfrutado.

  • Me he sentido fatal, me podías haber avisado.

  • No, si te hubiera avisado no hubieras seguido y quería que sintieses el placer aún con el dolor. ¿Por qué cuando te he soltado no te has levantado y has cortado el juego?

La verdad es que no sabía que responder. Me había quedado fuera de juego.

  • No sé... me estaba gustando. Ya sabes que me gusta sentir tu polla dentro.

  • No, Pedro, me refiero al juego. Has seguido actuando como una puta.

  • Bueno, era parte de tu fantasía -dije intentado ser creible.

  • De veras? - esta claro que no me creía.

  • Joder! -exclame- quie quieres que te diga?

  • La verdad, que siendo dominado te has sentido bien. Desde que hemos empezado no has parado de ceder con la ropa y todo lo demás y una vez metidos en harina ni te has empalmado.

Joder, es cierto, caí en que no me había empalmado y sin embargo había sentido mucho placer. En la conversación se produjo un vacío y esto me sumió en pensamientos muy complejos acerca de mis gustos. Ella reanudó la conversación:

  • Lo ves, Pedro? Ya sabes que no solo con tu pene puedes tener placer. Incluso con dolor puedes tener placer.

Yo la verdad, de esto último discrepaba. Continuó hablando:

  • De todas formas, ayer sentiste miedo y tras ello, el placer. hoy dolor y tras ello el placer. Hay muchas cosas que puedes aprender de tí mismo.

  • Me estas psicoanalizando?

  • Jajaja -sonrió abiertamente-, no. No lo estoy haciendo. Solo es un juego. Se que hoy dirás que no, pero si te preguntan mañana que si volverías a hacer todo lo de hoy dirías que sí.

  • Cómo puedes estar tan segura? -dije.

  • Ya lo verás, hazme caso.

Ya para mi mismo lo negué. Carla aprovechó la pausa para sentarse en el sofá y me hizo gestos para que me sentase. Conforme me senté, me puso la mano en mi paquete que hasta entonces había estado ausente en la fiesta. Yo abrí un poco las piernas para facilitarle el acceso y ella puso ya sus manos debajo de mis testículos. El masaje que me estaba haciendo consiguió que me empalmase en unos segundos. Con la otra mano apartó el tanga y mi pene saltó en libertad tras su cautiverio. Con la mano que lo había liberado lo agarró y comenzó un movimiento de sube y baja.

Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos. ¡Qué manos tenía Carla y qué ganas tenía yo!. Casi de un salto, se bajó del sofa y se puso de rodillas frente a mí. Yo seguía con los ojos cerrados cuando empecé a notar como su boca rodeaba mi pene. Solo estaba la punta en su boca y ya estaba haciéndome una mamada de campeonato. Que maestría!!! ya ni os cuento cuando empezó a bajar y a engullírsela entera. Su boca parecía no tener final y hasta que no dio con su nariz sobre mi pelvis no paró.

Empezó entonces con un movimiento arriba-abajo al tiempo que con la lengua palmeaba la base del pene. Yo creía estar en la gloria. Menuda mamada me estaba proporcionando.

Tan excitado me había puesto que tardé más bien poco en correrme y creo que salió semen como no recordaba. Sentía calambres por todo el cuerpo.

Carla, como buena golosa, se estaba deleitando con mi semen y lo paladeaba con la lengua y todo ello sin sacarse la polla de la boca.

La verdad es que vista así estaba preciosa. Tenía los ojos cerrados y de verdad se la veia disfrutar.

Al rato empecé a perder la erección y al notarlo ella se puedo a jugar con la lengua justo en la punta y consiguió recuperarla. Ayudándose con una mano en la base del pene y con lametones en la punta, un buen rato después consiguio sacarme un segundo orgasmo, del cual, al igual que el primero, se tragó todo y me dejó la polla reluciente y lista para revista.

Antes de que intentase un tercero, y sabiendo que igual tan pronto no iba a conseguirlo, la paré y la dije que se subiera conmigo al sofá.

Nos prendimos en un abrazo y nos llenamos a besos. Masajeé sus pechos a los que tan poca atención había prestado esa noche, y aún no sé por qué ya que son, como dije, espectaculares.

Ella en un tono muy calido me dijo:

  • Me llamarás algún día para repetir?

  • Claro, pero no me has dado tu teléfono.

  • Es verdad, después te lo apunto. Pero la pregunta es si repetirías lo de hoy

Sabía que esa pregunta tenía truco, aún así respondi que sí.

  • Jejeje, ya te dije que lo dirías, y lo dices hoy mismo... que viciosillo eres.

  • Es que me vuelves loco.

  • Pero descuida, no te volveré a hacer daño, a no ser que me lo pidas.

  • No creo que te lo pida.

  • Bueno, tiempo al tiempo. Hay muchas cosas que experimentar.

Yo sabia en mi fuero interno que eso no iba a pasar. La experiencia del día anterior y sobre todo lo de hoy había roto absolutamente todos mis prejuicios pero lo del sado no me llamaba la atención.

  • Uff, has visto que hora es? -dijo mirando a un reloj que había colgado.

  • Sí, son casi las dos.

  • Ya sabes que a las dos tengo que hacer la ronda, recuerdas?

  • Sí -dije pesaroso

  • Bueno, ahora nos damos una ducha juntos y después te tienes que ir.

Me desnude al completo y vi que había destrozado sus medias. Ella puso un gesto de fastidio pero continuó desnudandose. nos metimos juntos en la ducha tal que estabamos muy justos y un par de veces me tuvo que recordar que teníamos que dejarlo porque el tener ese pedazo de hembra (con regalo) al lado me excitaba mucho.

Un vez vestidos, me dio su número de teléfono que anoté en mi móvil y me acompañó a la puerta. Quedamos en llamarnos en unos dos días, ya que el día siguiente yo no podría acudir por la noche a la oficina. Nos dimos un beso que duró una eternidad y salí. Cerró la puerta y me guiñó un ojo.

Conduje hacia casa con cara de felicidad pensando hasta que punto se habían abierto mis horizontes en cuestión de sexo. En dos días me habían dado por el culo, me habían travestido y me había emputecido. La duda estaba en que sería lo siguiente, por que tenía seguro que ya iba sin frenos.

La verdad es que estaba cansado y al día siguiente me esperaba una jornada muy dura de trabajo y por la noche una cena programada hace tiempo con ex-compañeros de la universidad. Yo solo pensaba que me gustaría cambiar esa cena por otro tipo de comida, pero era un compromiso ineludible.

A la hora de acostarme me di cuenta que con las prisas en vez de mi calzoncillo me había vuelto a poner su tanga. Me entro la risa.

Sería mi trofeo!