Por trabajar hasta tarde - 1

Hay veces que si vas a la oficina a deshoras te puedes encontrar con situaciones que no esperas. Primer capítulo de una serie.

Quería contaros lo que me sucedió y como durante un tiempo fui un asiduo trabajador hasta altas horas de la madrugada.

Los hechos que os voy a relatar sucedieron ya hace un par de años y desde entonces ha cambiado mi punto de vista respecto a ciertos temas.

Hace ya un tiempo, el mismo día que debía preparar un informe muy urgente y sobre todo, bastante importante para mi jefe, tenía que recoger un encargo igualmente importante, así que tuve que salir más bien pronto de la oficina y me vi obligado a llevarme trabajo para casa.

Tras cenar, sobre las 10 de la noche me puse a terminar el informe en casa, pero me di cuenta que necesitaba consultar datos a los que solo tenía acceso desde mi oficina.

Era un fastidio tener que volver al trabajo, pero no quedaba otra, el informe tenía que estar sí o sí al día siguiente.

Debido a que un año atrás había tenido que trabajar con un equipo de gente en EEUU tenía permiso para permanecer en la oficina hasta bastante tarde, así que pensé que no habría problema para acceder y poder terminar el informe, ya que me llevaría un par de horas como mucho.

Llegue a la empresa y el guarda de seguridad me puso en principio bastantes problemas para entrar, pero tras consultar un listado de personas con acceso permitido me dejó entrar.

Dos horas y media después el informe ya estaba terminado, o por lo menos algo que se pudiese presentar. Había salvado el culo... o eso pensaba!

Salí de la oficina como siempre, es decir, cerrando la puerta sin más ya que para salir no es necesario utilizar la tarjeta de acceso. A los dos segundos, mientras me dirigía a los ascensores comenzó a sonar la alarma. Me quede bastante sorprendido!

¿Como era posible que sonase la alarma si el guarda sabía que estaba allí? O ¿es que había cambiado el turno y no había avisado de mi presencia?

Yo desde luego ni había desconectado la alarma ni sabía que tenía que hacerlo. Los ascensores parecían bloqueados ya que no se encendía el botón al apretarlo, así que decidí bajar por las escaleras, total, solo eran 3 plantas y el ruido de la alarma en el hall de la planta era ensordecedor.

Nada más abrir la puerta de las escaleras vi subir a toda velocidad a una guarda de seguridad que me dio el alto. Era una mujer de mi altura, más o menos 1'80 con pelo largo pero recogido. Parecía fuerte y desde luego lo comprobé cuando se abalanzó contra mí. No se si por el desconcierto de la situación o por su fortaleza y destreza, el caso es que cuando me quise dar cuenta, me tenía contra la pared y me estaba esposando las manos a la espalda.

Joder! Que situación! No sabía ni como reaccionar. Solo acertaba a decir que estaba en un error, pero parecía que ella no escuchaba nada y solo hacia decir que iba a avisar a la policía. Esto lo decía con una voz entrecortada y jadeante, que supongo que se debía a haber subido las escaleras a toda velocidad, así como que su voz estuviese más bien ronca.

Procure calmarme, ya que solo así podría tranquilizarla y explicar la situación. Conforme me calmaba me pude fijar algo más en ella: Su cara no estaba mal aunque no era una preciosidad, es más, notaba algo extraño, pero su cuerpo se adivinaba espectacular. Si a esto añadimos que las mujeres vestidas con uniforme siempre me han puesto, comprenderéis que mientras trataba de hablar con ella no la quitase la vista de encima.

Después de un par de minutos de tratar de explicarme, ella ya parecía más calmada ya que veía que controlaba la situación. Empezó a hacerme un tímido cacheo con una mano mientras con la otra tenía asidas las esposas y la verdad, no se que es lo que buscaba (¿quizás un arma?), pero el que me estuviera encima tocando no hizo sino disparar mi imaginación. Yo esposado, a punto de ser detenido por la policía y poniéndome caliente... traté por todos los medios disipar esos pensamientos pero me era imposible y cuando puso sus manos sobre uno de mis bolsillos delanteros no pude evitar tener una repentina erección.

Sin duda, ella lo había notado e inmediatamente vio en mi cara que estaba avergonzado y eso hizo que de pronto su rostro cambiase, como si pensase que antes de llamar a la policía se iba a distraer un rato humillando a un delincuente.

Me empujó hacia la escalera, iba a llevarme abajo, según dijo, para esperar a la policía.

Mientras bajábamos ella iba callada detrás de mí así que traté de explicar mi presencia allí contando para lo que había ido, que era trabajador de mi empresa y que tenia permiso para acceder, que el guarda del turno anterior me había permitido el acceso y que estaría registrada mi entrada.

Llegamos abajo y tras el mostrador de seguridad me metió en un cuarto en el que además de unas taquillas, varias estanterías y un aseo, había un sofá cama y una televisión pequeña. Era, imagino, donde se echarían a dormir entre ronda y ronda.

Me dejo allí en medio de pie mientras me dijo que salía a avisar a la policía, dejando la puerta tras de sí y cerrando con llave. Pasaron unos minutos y entró de nuevo. Me dijo, con un tono que pretendía tranquilizarme, que aun no había llamado a la policía pero que estaban comprobando mi identidad. Aun así, yo seguía esposado pero ya más tranquilo imaginando que en unos minutos todo estaría aclarado y saldría de allí camino de mi casa.

Dio un par de pasos hacia mí y me miro con el mismo rostro que antes, con la mirada algo más pícara. Ahora con las dos manos se puso a cacheare y yo, de nuevo, volví a excitarme. En lo que ella notó mi excitación cambió a un gesto más severo y dijo:

  • O sea, que el ladronzuelo este se excita? Vas a ver, cabrón, vas a probar mi porra!

Puso después su mano sobre mi aparato que ya empezaba a ponerse a tono y exclamo:

  • Vaya, vaya, se está poniendo cachondo!!

A lo que yo dije, y en que momento:

  • Es que las tías en uniforme me ponen.

En ese momento se soltó el pelo. Su cabellera era bastante larga y morena. Se desabrochó la chaqueta para que pudiera verla bien y empezó a pasar su mano por su cuello mientras con la otra agarró la porra y empezó a pasársela por el pecho. Se tiro un buen rato así, paseando la porra de un pecho al otro, apretándolos y bajando al vientre para marcar mejor su pecho. Yo me estaba calentando por momentos, y como ella me había ido empujando hacia atrás, estaba apoyado en una pared viendo delante de mí a un pedazo de mujer que estaba buenísima y masturbándose. El hecho de estar maniatado me excitaba aun más. Ya, tras la tela de mi pantalón se notaba la erección sin disimulo. Tampoco yo podía, ni quería, hacer mucho por disimularla.

Bajó con su porra a la entrepierna y simuló que se la metía a modo de consolador. Me preguntó:

  • Te gusta lo que ves?

  • Si, ufff! -respondí yo-

  • Ah sí? Pues no te preocupes que tu también la vas a probar

  • Espera, espera ¿que pretendes hacer?

  • Nada que tu no quieras, pero ya te digo que la vas a probar.

Joder... ahí estaba yo, atado, con una tía que me amenazaba con la porra (aun no sabía que pretendía, aunque lo imaginaba) y seguía excitado. Eso no puede ser, me decía a mí mismo, pero por otra parte, algo dentro de mí estaba deseando seguir con el juego.

Ella por su parte seguía tocándose con una mano tras haber desabotonado su camisa y bajado su sujetador y simulando ahora introducir la porra en su ano. Dios, que pechos tenía! increíbles! Justo en la forma y medida que me gustan!.

De pronto, echó una mano a mi pene y lo apretó fuertemente. Ahora más que nunca me estaba reprochando a mí mismo el disfrutar de aquello pero al tiempo mi excitación subía a limites que nunca había experimentado.

  • Esto me lo voy a comer todo -me susurró mientras tenía el pene en una mano- Empezó a mover arriba y abajo la mano y al rato ya no pude más, me corrí con grandes jadeos.

Su cara cambió de pronto y muy seria dijo:

  • Pedazo de cabrón, te has corrido sin avisar.

  • Lo siento -respondí yo bastante avergonzado

  • Lo siento?? Quien me da a mí ahora la ración de semen?

Se arrodilló, bajó mi pantalón y el calzoncillo y se metió la polla en la boca para lamer lo que aún quedaba. Así estuvo un rato tras el cual mi pene de nuevo volvía a ponerse muy duro. Pero ella decidió que ya estaba bien, dijo:

  • De momento aquí no sale nada, así que esperaremos a que después me des más. Ahora me toca disfrutar a mí.

Eso ultimo me hizo ponerme en guardia ya que recordé lo de la porra.

  • Ves esta porra? - me dijo - ¿la ves? pues dentro de un rato vas disfrutarla.

  • No, por favor, no me hagas eso. Te como lo que quieras o hago lo que sea, pero eso no.

La verdad es que pocas posibilidades de defensa tenía. Estaba esposado con las manos a la espalda y con el pantalón y calzoncillo bajados, lo que me impedía andar con facilidad en caso de haber querido escapar.

Me dio la vuelta y a empujones me llevó contra el lateral del sofá y cuando llegaba me empujó de manera que caí de bruces quedando con el culo en pompa. Yo ya me temía lo que me iba a pasar y mentalmente trataba de buscar como salir de la situación. La suplicaba de cualquier manera, incluso ofreciéndole dinero por dejarme, pero nada; Cuanto más hablaba más sonreía ella y sólo respondía diciendo que me iba a gustar.

Pude ver, eso si, como se iba desnudando de su camisa y quitándose el sujetador, y aunque de reojo, ver ese cuerpazo tan bien formado era lo único que me impedía rebelarme violentamente. No sabía por qué, pero algo seguía habiendo que me excitaba, de hecho, el pene conservaba cierta erección aún.

Dejó de reírse y con una voz más bien suave dijo:

  • Vamos a ver esta cuevita como anda

  • Noooo, por favor, no!

Me puso un dedo en el ano y empezó a moverlo alrededor del esfínter haciendo círculos. Yo seguía quejándome pero tras un rato así, mis quejas fueron bajando en intensidad y ya no resultaban convincentes.

La verdad es que lo que estaba haciendo no me disgustaba. Noté de pronto una presión y cómo el dedo se iba introduciendo en el ano mientras seguía haciendo círculos. Apenas noté dolor y al poco, el dedo ya entraba y salía sin dificultad. Noté como echaba algún liquido sobre la entrada de mi ano y al poco un segundo dedo pugnaba por entrar.

Después de unos intentos, dos dedos me estaban desvirgando (hasta ese momento, nunca había tenido ese tipo de experiencias) y lo peor es que, pese a mi heterosexualidad, lo estaba disfrutando.

En ese momento dejé ya de quejarme aunque hacía un rato que mis quejas, más que quejas, parecían una invitación a seguir.

  • Te está gustando? - me dijo

  • Sii, nunca lo había probado y, mmm, sí, no esta mal.

  • Ya verás... ahora un dedo más.

Empezó a meter un tercer dedo y la sensación placentera crecía. Sí, quería mas, quería ese tercer dedo. Pero apenas estaba dentro, sacó de golpe los dedos metiendo de nuevo solo uno.

  • Qué haces? -me quejé- sigue como estabas

  • Cariño, quiero que me lo pidas tú, quiero que me pidas probar mi porra

  • Nooo, sigue con los dedos

  • Es esto (un dedo) o mi porra, tu dirás.

Ops!!! Eso ya cambiaba las cosas. Una cosa habían sido los tres dedos y otra era la porra, que aunque el grosor fuese similar, me parecía un paso importante. Peroooo, estaba muy excitado, me estaba gustando y el dedo apenas me sabía ya a nada.

  • Vale, dije, podemos probar pero no me harás daño, verdad?

  • Eso no me vale, quiero que me pidas mi porra, del dolor no te preocupes

  • Bueno, sí, venga

  • No entiendo - decía burlona-, si quieres mi porra dime que te meta mi porra

  • esto... sí, métemela -dije susurrando, como sintiendo vergüenza de lo que decía.

  • No he oído, ¿que dices?

  • Que me metas la porra

  • Lo que tienes que decir es que quieres que te meta mi porra -insistía ella.

  • QUIERO QUE ME METAS TU PORRA!, así? - dije ya impaciente

  • Si, cariño, así, ahora tendrás mi porra para que la disfrutes. Verás como la coloco, te va a gustar.

Acto seguido, notaba como se bajaba el pantalón y la braguita, mientras que un dedo seguía horadándome y supuse que se estaba colocando la porra a modo de dildo.

Con una mano me cogió de la cintura y se acercó. Se inclinó poniendo en mi espalda (casi en mis manos, que seguían esposadas a la espalda) su par de tetas. Que tacto más firme tenían! Parecían operadas, pero se veían tan bien puestas que eso no importaba en absoluto.

El dedo que aun mantenía dentro de mí lo desplazó, como queriendo dilatar el ano. Al poco noté que algo bastante más grueso y cálido que un dedo tocaba mi trasero. Fue poco a poco sacando el dedo mientras apuntaba con la porra, manteniéndola ahí por un breve intervalo. Comenzó a empujar. Mi ano, algo dilatado cedió un poco, y lo disfrutaba, me estaba gustando, pero cedió hasta un limite. Empujó un poco más y ahora si que me dolió. Joder... pensé que me iba a partir!

  • Me está doliendo, para!

  • Cariño, aguanta un poco que empieza lo bueno.

¿Lo bueno? Joder, me estaba doliendo mucho! Pero tampoco podía hacer otra cosa, ella tenia el mando.

Siguió partiéndome muy poco a poco, milímetro a milímetro, y esperando que me acostumbrase. El dolor iba dando paso al placer. Ahí estaba lo bueno, pensé, aunque aun sentía algo de dolor.

Llegó un momento en el que dejó de empujar y permaneció quieta un rato.

  • Sigue, hasta el final -dije yo, con ganas de más.

  • Mi amor, ya esta toda dentro -susurró.

  • Toda?

No podía ser que toda la porra estuviese dentro. Quizás fuera imprudente por mi parte pedir más y ella estuviese controlándolo, pero yo quería más. Cuando apenas quedaba nada de dolor me estaba gustando mucho lo que sentía. Me volví a mirarla cuando de repente vi en una silla a su lado la porra.

¿¿Que tenía dentro??? No puede ser, pensé!!

  • Oyeeee... que me estas metiendo? la porra no es.

  • Ya te dije que te estoy metiendo MI porra.

En ese momento empezó a moverse adelante y atrás. Por mi mente pasaban mil cosas. Esta claro que la porra no era y sin embargo un tío no era, ¿una tía con un dildo? Recordé la impresión inicial de su cara y su voz ronca... me estaba follando un travesti!!!! El caso es que a pesar de las reticencias que en ese momento tenía, me estaba dando un placer enorme que no conocía pero me tenía paralizado.

  • No eres una tía, tía, vamos, de nacimiento, verdad? -la pregunté más bien temeroso.

  • Bingo! has acertado. Pero no pienses en eso y disfruta. Te gusta?

  • Siiii, sólo que...

  • Qué? algún problema?

  • Noooo, ninguno, no pares.

De momento no podía dejar de pensarlo pero era tan rico lo que sentía que con el mete-saca se me fueron desvaneciendo todos los prejuicios y me dediqué a disfrutar. Tras un rato, cuando ya me notó completamente entregado me dijo:

  • Quieres seguir? Te voy a soltar para jugar a más cosas.

  • Si, quiero seguir, pero no pares, por favor

  • Mmmm, mi putita, no seas impaciente. Hasta ahora lo has pasado bien, hazme caso y verás.

  • Lo que tu digas -dije ya totalmente entregado.

Sacó su pene y cogió unas llaves con las que me soltó las muñecas. De pronto sentí bastante dolor en ellas y hasta ahora ni me había dado cuenta. Sin darme la vuelta me frotó un poco las muñecas para restablecer la circulación en mis manos. Me dio la vuelta y me dijo que me desnudase.

Mientras me desnudaba no perdí la ocasión de ver ese impresionante cuerpo, que hasta ahora solo había intuido. Unas tetas impresionántemente bien hechas, un vientre plano y muy trabajado, unas piernas largas y contorneadas y entre sus piernas salía un miembro de unos 20cm más o menos embutido en un preservativo. Sinceramente, lo que tenía enfrente una hora antes lo habría rechazado, pero ahora me parecía una hermosa y lujuriosa visión. Estaba deseando probar todo.

Ella con la mirada divertida viendo como la deseaba, se quitó el condón y dijo:

  • Quieres probar? Seguro que nunca te has comido una de estas pero seguro que te va a gustar.

Tarde poco en alargar mi mano y cogerla. El tacto era suave, muy suave. Me agaché hasta ponerla frente a mi boca y sin pensarlo mucho la engullí.

  • Tranquilo, cariño, hazlo poco a poco, dijo ella

Refrené mis ansias y volví a comerla pero esta vez más pausadamente, pasando la lengua alrededor de su capullo y acariciándola con los labios. Puso sus manos en mi cabeza y me empujaba a tragármela más. Aguantaba como podía y la sacaba y volvía a metérmela. Me estaba follando por la boca y me estaba gustando, tenía mis ojos cerrados y procuraba darle el máximo placer. Unos minutos estuvimos así hasta que sacó su polla de mi boca y levantándome me susurro al oído:

  • Quiero follarte otra vez, túmbate en el sofá.

Así lo hice, me tumbé boca arriba levantando y abriendo las piernas. Ella se arrodilló frente a mí y su polla quedaba justo a la altura de mi cuevita. Se colocó otro preservativo, apuntó, me sujetó las piernas y volvió a introducirla.

De nuevo, al comienzo, noté un poco de dolor pero en absoluto me preocupé. Sabía que quien algo quiere, algo le cuesta. Empujó un poco más y me penetró al completo. Permaneció quieta unos segundos y empezó un delicioso mete-saca. Yo con mis manos me dediqué a jugar con sus tetas y lamentaba no tenerlas más cerca para lamerlas como se merecían.

Que momentos, Dios mio, como disfrutaba. Yo trataba de apretar mi ano para atrapar ese trozo de carne. Ella fue incrementando el ritmo poco a poco hasta que su rostro empezaba a dar señales de que se iba a correr.

En ese momento justo, salió de pronto de mí, se quito el preservativo y me ofreció el manjar que estaba por venir. Yo me lancé a por su polla y pasando la lengua por bajo de su capullo la introduje todo lo que pude y apreté los labios. Sacó de pronto la polla de mi boca, me dijo que la abriese y brotó un caudal caliente y delicioso que me baño la cara. Parte se introdujo en mi boca y lo saboreé. Mmmmm, que rico! Quería mas, así que me lancé a lamer su capullo para extraer todo lo que pudiera.

Ella se echó sobre mí y me introdujo la lengua en la boca, quería compartir el manjar y yo se lo ofrecí con mi lengua. Nos dimos un largo beso saboreando el fruto de nuestra pasión.

En ese momento me sentía completamente bien. Me había olvidado de mi pene por completo, como si no existiese ni me había dado cuenta de si estaba en erección o no, y fue ella la que me lo recordó.

Lo agarro suavemente y mirándome me dijo:

  • Y a este habrá que despertarlo, no?

  • Claro, esta deseando jugar un rato

  • Te recuerdo que me debías un poco de tu leche

  • Es toda tuya, sácala y la compartimos de nuevo.

Se inclinó sobre ella, de rodillas como estaba y comenzó a dar besos alrededor de mi capullo. Yo estaba poniéndome a tono de nuevo cuando en ese momento sonó un tono en su teléfono móvil.

Interrumpió lo que estaba haciendo y se levantó a coger el teléfono. Puso una cara de fastidio y exclamo:

  • Vaya mierda!

Ya con un tono más amable me dijo que el tono era una alarma que tenía puesta para por si se dormía que la despertase ya que la tocaba hacer una ronda de control. Eso significaba que no podíamos seguir.

  • Te espero aquí y seguimos después, dije

  • No, mi amor, vamos a tener que dejarlo porque no puedo dejarte aquí solo. Me jugaría el puesto.

  • Venga -repliqué-, si no va a pasar nada. Me apetece tanto...

  • Y a mí, pero no puede ser.

Con cara de resignación me levanté y ella me señaló el pequeño aseo. Me dijo que me asease un poco antes de salir y al salir ella ya estaba completamente vestida de nuevo, con su uniforme.

  • No te aseas tú? -le dije deseoso de seguir viendo ese cuerpazo y alargar el tiempo.

  • Cariño... tengo que hacer la ronda ya. A la vuelta lo haré. Créeme, no puedo demorarme mas.

Me vestí a toda prisa y me invitó a salir. Con gran pesar me dirigí a la puerta del edificio y ella venia detrás de mí. Justo antes de salir le pregunte si tendría algún problema legal por lo de la alarma, y me contestó que no, que cuando bajábamos las escaleras recordó que su compañero del turno anterior le había hablado de mí.

Joder... la muy cabrona lo sabía todo desde el principio! Claro, que, me hubiera perdido una de las experiencias más gratificantes que he probado.

Al traspasar yo la puerta la cerró con llave. Miré atrás y la vi mirándome con una sonrisa. La sonreí y me dirigí de vuelta a mi coche.

Media hora después ya estaba de nuevo en casa y me costó dormir. El hecho de haberme dejado sodomizar me inquietaba, aunque no dudaba de mi heterosexualidad, pero quería repetir, eso lo tenía seguro, aunque con las prisas, no la pude pedir el número de teléfono. De hecho, ni se su nombre.

Pero sabiendo como son las cosas por la noche en la oficina, ¿a quien no le gustaría quedarse algún día trabajando hasta altas horas?