Por siempre mía
Ahora, al igual que yo soy tuyo, tú eres por siempre mía, cariño.
Ahora sí. Ahora con una sola mirada me expresas amor eterno. No te hacen falta palabras para decírmelo, por que yo entiendo el lenguaje de tus pupilas. Me basta con mirar tus ojos abiertos, verdes y abiertos mientras te hago el amor.
Ahora sé que nuestro encuentro no fue casual. Tú sabías que yo iba a ir a ese bar, y me esperabas allí. Ahora sé que cuando decidiste entrar en mi casa no era para llamar por teléfono, sino por que estabas coladita por mí.
Ahora sé que antes no me hablabas, ni me mirabas, por que me querías demasiado, como yo a ti. Sí, ya sé que parece difícil de comprender, pero no me hablabas por que temías caer bajo mi mirada, eso ahora lo sé.
Ahora sé que guardabas tus pechos para mí. Ahora sé que esperabas que yo te desnudara, que recorriera tu piel con besos y caricias. Me esperabas a mí. Estabas esperando que rompiera tus bragas y te poseyera largamente.
Y eso hice. Te tumbé en la cama, te deposité suavemente, y comencé a quitarte la ropa. Empecé por tus preciosos y caros zapatos, esos que sólo te pones para ocasiones especiales, como esta noche. Me gustó quitarte la camiseta, mientras tú dejabas que yo hiciera lo que quisiera contigo. Me encontré con tu sujetador de encaje, ese que seguro te reservabas para nuestra noche juntos. También te lo quité, y lamí tus senos, chupé tus aureolas, mordí tus pezones, mientras tú cerrabas la boca para no despertar a todo el barrio. Por que yo te volvía loca de placer, eso ahora lo sé.
Te quité los vaqueros, mientras tú te dejabas hacer. Te arranqué tus bragas y contemplé tu sexo, llamándome, incitándome. Te besé luego en la boca, mientras tú en tu excitación te dejabas hacer. Todo lo que yo hacía contigo tú no lo deshacías. Entonces me desnudé yo. Puse tu mano sobre mi verga, para que notaras lo dura que la tenía. Tú mano la tocó, sintió el calor que emanaba de ella, al igual que yo sentí la frialdad de tu mano.
Tú seguías sin hablar, desde que entramos en mi casa no habías abierto la boca, aunque supongo que en esos momentos las palabras sobran. Estarías demasiado excitada para hablar, lo comprendo, siempre te he excitado ¿Verdad?
Fue entonces cuando me situé sobre ti. Empujé mi miembro a tu interior, y tu lo aceptaste como si nada. Comencé a hacerte el amor como tantas veces lo había imaginado, suavemente, sin prisas, mientras yo te miraba fijamente y tus ojos verdes y abiertos me devolvían una mirada donde cualquiera podría haber visto la pasión.
Yo seguía poseyéndote, abriendo tu cuerpo con mis arremetidas. Tú seguías sin hablar, aunque supongo que era por que me querías tanto que no querías estropearlo con palabras que no podrían definir lo que uno siente por el otro. No hablabas, pero seguías dejando que yo te hiciera el amor, como en mis sueños. Hasta que al final, llegué al orgasmo, llenándote de mi leche, y saliéndome de ti, para que disfrutaras el calor que había introducido en tu sexo. Así quedamos. Tú no te moviste, agotada, supongo.
Y ahora estamos aquí, los dos tumbados, uno al lado del otro. Pero tú me sigues sin hablar. ¿Por qué no me hablas ahora? Antes eras muy parlanchina, pero ahora no, ¿Por qué? ¿Por qué no me hablas? Háblame, dime algo... ¡Levántate de la almohada empapada en sangre y dime algo!, lo que sea.
¿Por qué no hablas desde que te maté? Sabes que si lo hice fue para tenerte siempre a mi lado. ¿Por qué no me hablas desde que te golpeé con aquella figura? Aunque bueno, supongo que no importa. Ahora por fin eres por siempre mía, ¿Qué más da que sigas callada para siempre? Algún día te cansarás de estar en silencio y me dirás que me amas. Hasta entonces, seguiré a tu lado, y tú al mío.
Por fin eres por siempre mía, cariño.