Por si acaso...
A veces regresas forzado a casa pero te apetece tomar la última. ¿Y porqué nos va a dar miedo entrar en un bar cualquiera a ver qué pasa?
Por si acaso
Apuras la noche algo contenta ya, con ganas de un rato más de juerga, pero tus amigos se han ido. Además, te pica un poco debajo de las ropa interior, ese picorcillo interno que dice inconfundible, "si surgiera, ¿por qué no?"... Y entras, es un bar al que no has ido nunca, extraño incluso en tu ciudad e inesperado sin duda para tí. Miras a tu alrededor y no conoces a nadie, ambiente viciado, humo, olor a alcohol cazallero y rock n´roll añejo como banda sonora de trasfondo.
Pero lo cierto es que te atrae, entras y notas que los presentes te desnudan con la mirada, que te bajarían las bragas allí mismo o encima de cualquier mesa polvorienta del lugar pero no, no es eso lo que buscas, quieres algo mejor o nada, lo tienes claro. Y de repente miras a una esquina, visualizas a alguien apoyado en la barra que te mira con cierto deseo pero con desdén, con indiferencia incluso mientras se separa la melena del lateral de la cara, se mesa la barba con parsimonia y le da un largo trago a su tercio de esa cerveza que le gusta tanto a los de capital.
Tú sientes cómo se te afila progresivamente el pezón izquierdo, no sabes porqué pero el derecho no reacciona igual, pero lo que está claro es que en tus ojos se dibuja una sonrisa sin miedo y un guiño malvado. También, notas que se te empieza a erizar el vello púbico, y eso que está cortito y recortado, "por si hay guerra", pero aún así se eriza,
y con tan leve movimiento provocan una mínima brisa que roza tu clítoris mientras él te sigue mirando pero sin moverse ni siquiera torcer el gesto. De inmediato piensas que de ser alguien esta noche será él, pero no pone el más mínimo interés y por ello te obliga a que seas tú la que te vas acercando. Suena Bad Company de fondo y él sigue alzado en su taburete de madera taconeando al ritmo de la canción y mesándose rudo pero sensual los largos rizos de su melena.
Algo ensimismada, notas una mano que te agarra el culo, así directo y soez, justo antes de que el sonido de una bofetada grosera le haga desistir de su intención. No, de ser alguno será él, ya lo has decidido...
Te acercas al baño de chicas, delimitado por la figura de una sexy vaquera dibujada en la puerta, mientras él sigue apurando su cerveza, pero antes le indicas al tabernero, si se puede llamar así al dueño de aquel tugurio, que te vaya poniendo una copa de ginebra con tónica, de la marca cara que tenga, y que la ponga cerca de la esquina del que te sigue mirando ahora quizás más interesado en tu figura, o al menos eso quieres pensar. No sabes porqué pero, antes de sentarte a mear, te quitas el tanga y lo guardas en el bolsillo, "por si acaso", te dices a tú misma. Algo excitada por la travesura, haces lo mismo con el sujetador mientras el intenso chorro les indica al resto del bar que estás vaciando de sobra todo lo que te has pimplado durante muchas horas esa noche. No sabes porqué pero quieres que él sepa que tus pezones hablen por tí, que el deseo de tu cara se refleje desde tus ojos, tetas y, ¿serás capaz?, alguna ligera gota húmeda que pueda resbalar en algún momento por debajo de tu falda.
Te gusta darte cuenta cuando sales del servicio que no ha quitado la vista de la puerta, incluso posiblemente haya pensado en entrar, lo que te hubiera encantado, pero quizás no era el sitio ni aún el momento... Te acercas, le das un largo trago al cubata en vaso amplio, tipo pote, antes de darle dos besos gamberros como presentación oficial, por supuesto en la comisura de los labios y dejándole claro: "hola, soy Mónica, pero esta noche me llamo y soy quien tú quieras".
Ya desatada, le acaricias con disimulo el paquete mientras ahora es también tu pezón derecho el que habla, o más bien grita, chilla, se desgañita pidiendo una caricia o más bien que lo aprieten, que le hagan saber quién manda. Te sientas como no lo hacen las señoritas, abriendo las piernas sin disimulo esta vez, y te subes impúdicamente un poco la falda... quieres que se airee tu coño y sobre todo que él huela cómo está. Y claro que hace, y reacciona poniendo su ajada cazadora de cuero encima para que nadie vea lo que están imaginando, y comienza a poner su mano suave en tu rodilla y empieza a subir despacio por los muslos, y poco a poco pasa los dedos hacia la parte interna de los mismos mientras tus pezones arañan la camiseta y tu lengua empieza a quedarse seca, necesita saliva.
Le lames el labio inferior justo cuando uno de sus dedos llega al centro de la calentura y se quema, se moja, resbala y casi se introduce en tu interior sin tener aún la intención. Quieres su polla, la deseas, te la meterías en la boca sin dudarlo pero te contentas con apretar fuerte su paquete para notarlo duro, palpitante y rígido como tus pezones. Abres más las piernas y ya todo el garito nota que tu tesoro quiere guerra, pero no, es sólo para él, y el resto tendrá que pajearse compulsivamente pensando en la cachonda que se hubieran querido follar pero que sólo lo estará haciendo el personaje solitario de la esquina del garito.
Ya son dos dedos los que te entran hasta la falange, pero suave y despacio pese a todo y jugando bien arriba para que tu clítoris también los note, y es que el tío sabe lo que se hace... ¡uff!, como desearías que te lo lamiera... Miras con vicio la puerta trasera del local y le indicas con el rítmico caminar un "ven" irresistible, indudable, irrechazable. Abres la puerta despacio pero con decisión, mirando el callejón ilimitado y cargado de posibilidades que se os abre delante. Avanzas un poco, sonriendo ante la idea perfecta que has tenido de quitarte el tanga, y en el primer recoveco te agachas de espaldas, subiéndote la falda y ofreciéndole una de las mejores vistas que un hombre puede tener. Ruegas más que sugieres un "cómeme" justo antes de que él te abra las nalgas para probar la miel que desde hace rato mojan tus dos agujeros, y notas su lengua profanando tu culo y sus dedos horadando en tu intimidad. Babeas, gimes, te tiemblan las piernas mientras un primer orgasmo atruena a toda la ciudad...
Necesitas comer polla, sí, suena crudo pero es el momento, no deseas nada más, y por eso te da igual que el suelo esté sucio, que estés en medio de la calle, y te sientas manchándote la falda, el coño, el ojete pero no te importa, sólo quieres notar su polla en la boca, mirarle a los ojos mientras taladra tu garganta, y que sus huevos se paseen groseros e insultantes por toda tu cara. Ahora no eres decente, no tienes voluntad, no tienes opinión, sólo existe el suelo, tu coño chorreante, tu culo caliente, tus pezones erizados y una polla en la boca.
En un momento de lucidez te levantas, la necesitas dentro, la pides, lo deseas... "fóllame". Te da la vuelta con violencia, te arranca un trozo de falda y te la clava desde atrás, directo, sin miramientos, justo hasta que sus huevos besan con lascivia tus labios y clítoris ardiendo. Vuelves a correrte en cuanto su capullo te llega hasta dentro y ya no pararás de soltar líquidos y gemidos hasta un buen rato después.
Necesitas sentirla en el culo, quieres que mañana te duela pensando en el porqué, que le puedas contar a tus amigas que sí, que te dejaste dar por ahí, que por supuesto que lo hiciste y lo disfrutaste. Justificarles porqué te depilas no sólo los labios vaginales sino que siempre le dices a tu depiladora que también te dé una pasada al ojete, "por si acaso", mientras ella ríe cómplice sabiendo que no es la única a la que le gusta jugar por detrás. Demostrarles que las más tranquilas y calladas pueden ser también las más putas, las más cerdas, unas auténticas sodomitas orgullosas...
Pensando cosas del estilo notas cómo las embestidas cada vez son más fuertes y de repente no puedes controlar ya tu coño, que actúa con vida propia y por encima de tu voluntad, y notas cómo los flujos se mezclan con una meada previa al orgasmo más grande de tu vida. Y te derrumbas en el suelo sin pensar en cómo esté o en cómo tendrás el culo y el coño mañana, sólo quieres que las piernas te sigan temblando, que tus pezones no dejen de doler, y que el recuerdo de ese orgasmo te dure siempre para poder comparar por defecto cualquier otra experiencia sexual que tengas en el futuro..., pero no has terminado, necesitas el postre, ese plátano con nata que te deja totalmente satisfecha después del mejor festín y/o banquete, la mejor sobremesa, la leche del café, el requesón que adorna las fresas, el jabón que te deja suave las manos, el zumo de nabo que te gustaría desayunar todas las mañanas...
No importa que haya estado destrozando tu culo, a lo que pueda oler o saber, sólo es una polla que necesitas en tu boca una vez más, y lo pides de nuevo con nitidez, te humillas incluso y dices por favor. "Dámelo ya, por favor, es mío, lo quiero y lo necesito". Y de repente notas la felicidad llegando desde sus huevos hinchados, el trayecto que va siguiendo tu regalo por toda la base de su polla, su capullo hinchándose y la uretra abriéndose ligeramente para regar tu cara con el líquido de la vida que tanto deseas. Cierras los ojos sólo un instante para recibir el primer disparo caliente, abres la boca y sacas la lengua, necesitas que acaricie incluso tus papilas gustativas, que se queden con sabor a pene erecto, que roce tu garganta, que moje tu nariz, dé color a tus mejillas y se cuelgue pizpireto de tus pestañas.
Y una vez llega la primera oleada te lanzas desbocada a lamer la polla viscosa, lo quieres todo, sin desperdiciar nada, sentirte tan perra y sucia que tengas hasta remordimientos al día siguiente... Pero siempre mañana, mañana, hoy sólo quieres que no acabe el momento y que el recuerdo te acompañe perenne... Suspiras y escuchas cómo él se abrocha la bragueta y te da las gracias por el buen rato, y ves cómo se marcha después de dejarte pegado un papel en tu coño mojado con un teléfono diciendo, "por si algún día no me encuentras en el bar, por si acaso".
Y ahí te quedas sin moverte durante un rato, sin importante que te miren con vicio algunos chavales que vuelven a casa casi amaneciendo. Sigues recuperando la respiración, asimilando lo que has hecho, lo que has vivido, lo que has sentido mientras tu coño y tu culo te ruegan que vuelvas a acariciarlos mientras vuelven a la normalidad. Te ríes pensando que ya estando desatada hubieras deseado que el melenudo te hubiera meado antes de marcharse, sentirte sucia de verdad, para no olvidarlo y que la posterior ducha y el paso de guarra a mujer de nuevo fuera aún más placentero... pero esto tendrá que ser la próxima vez, otra noche que tal vez te sientas bulliciosa y te pases a tomar la última en aquel bar...